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El genio burlesco de César Moro

¿Qué sería de las vanguardias sin el ánimo polémico que las enciende?

 

Casi todos los vanguardistas ejercitaron con entusiasmo la animosidad mutua. Hoy, más civiles, hemos perdido ese talento polemista, quizá porque ya no reclamamos la originalidad como principio estético. Pero desde sus orígenes hasta su disolución, la vanguardia hizo de los ismos una piedra de afilar el ingenio del sacrificio. Ya el primer sismo surrealista, necesariamente contra Bretón, produjo el famoso contramanifiesto “Un cadáver.” Acusar al otro de muerto en vida fue casi un saludo parisino.

 

Los estudios académicos y los cronistas emotivos han convertido a las vanguardias en una galería de santones que abandonaron la furia innovadora por las buenas maneras. Desde Tzara y sus espectáculos de destrucción de cualquier artista sacramentado hasta Bataille y su culto de lo horrendo o transgresivo (acusó a los poetas líricos de haberse refugiado en “tierra de cobardes¨); pasando por Marinetti, que fue fusilado varias veces en cuerpo ausente, la ardorosa biografía de la vanguardia está hecha por su propia refutación.  Estas batallas perdieron convicción al pasar al español, si bien la exquisita malediciencia de Juan Ramón Jiménez debe haberse alimentado de su noción de lo nuevo, heredada de su maestro, Rubén Darío, y acendrada en el cuello de Neruda (“gran poeta malo,” dijo) y en los riñones de Aleixandre (“poeta incompleto,” lo llamó, porque le faltaba uno). 

 

En América Latina la pasión panfletaria brilló gracias a dos poetas notables, el peruano César Moro (1903-1956) y el chileno Vicente Huidobro (1893-1948).  A pesar de que la polémica, desatada por Moro, derivó en el vejamen, y hasta en el golpe bajo por ambas partes, no sólo es memorable por el talante de los personajes enfrascados en  duelo por varios años, sino por el fecundo arte de injuriar.

 

César Moro (su nombre fue Alfredo Quíspez Asín) es el único poeta del mundo hispánico que formó parte del movimiento surrealista desde 1925 hasta 1933, en que dejó París y volvió a Lima, a la que en burlas veras llamó “la horrible.” Su leve huella se extiende  en las actividades colectivas, revistas y documentos del primer surrealismo.  Huidobro estuvo en París antes, en los albores de las vanguardias, y se sintió una de las fuentes del creacionismo. Moro estuvo poseído por la fecunda sintonía con el surrealismo, y ejercitaba el gusto por el desplante antiburgués y libérrimo.  Huidobro era un aristócrata rico y mundano, amigo de los grandes de su tiempo, y a quien los artistas como Moro veían como una suerte de Jean Cocteau, ligeramente decorativo y teatral. Huidobro escandalizó a su sociedad al huir con una novia de 13 años a París; Moro escandalizó a sus amigos con sus poemas a un teniente del ejército mexicano.

 

No debe haber sido gratuito sino todo lo contrario, meticulosamente coreografeado, el primer asalto de la polémica, iniciado por Moro en la Academia Alcedo de Lima, en 1935. Al coincidir allí unos amigos suyos, artistas chilenos afines a las vanguardias, decidió montar la Primera Exposición Surrealista en América Latina.  Fue mayúscula la sorpresa de estos pintores al descubrir que el catálogo, escrito por Moro con ayuda de su amigo y co-conspirador, Emilio Adolfo Westphalen (1911-2001), contenía un Aviso en el que se cuestionaba la originalidad de Huidobro. Se le acusaba de haber saqueado un texto de Luis Buñuel y de ser imitador de Pierre Reverdy. Cincuenta años más tarde, en una nota sobre esta polémica, Westphalen todavía aseguraba que la motivó el “plagio” hecho por Huidobro de un texto de Buñuel. Huidobro se sentía absolutamente original, por haber forjado la idea de lo nuevo en español; y pleno fundador, verdadero padre del creacionismo, el estilo basado en la capacidad asociativa de la imagen.  Huidobro respondió desde el Olimpo, y ardió Troya.

 

Que el pensamiento poético sólo pueda expresarse en la polémica florida demuestra que el artista no está todavía socializado por la institución literaria ni mucho menos procesado por el liberalismo bienpensante del desarrollo del mercado.  Justamente, esta polémica ilustra el desasosiego del artista contra el Museo y el Mercado, cuando su oficio amenaza en hacerse  nacional e institucional.  A nombre de la originalidad, hasta la parodia, la apropiación y la glosa, consagraban la reproducción mecánica de la copia y el pastiche.  Cuando Duchamp le puso bigotes a la Mona Lisa nadie asumió que se trataba de la Mona Lisa sino de su mera reproducción. Las variaciones del joven Dalí, sólo podían condenarlo, a pesar de su genio temprano, a la trivialidad del peor de los mercados, el del entretenimiento.

 

Moro es de otra grandeza, intrínseca al proyecto surrealista subversivo, que tuvo en él a uno de sus cultores más fieles. Su poesía es celebratoria de los sentidos, exploratoria de la lengua, desplegada más como escritura que como voz. Escribió casi todo en francés, quizá para liberarse de la pesadumbre de un español normativo y reductivo. Prefirió los márgenes, entre la pobreza y el exilio, pero siempre con humor surrealista. En casi todas las historias del surrealismo es una nota al pie de la página. Y aunque se separó de su viejo camarada Breton (lo acusó de compartir la mesa con cretinos)  organizó con él  y con su amigo Wolfang Paalen, en 1940, en México, la primera Exposición Internacional del Surrealismo.  Fue, además, pintor exquisito, en la ruta del primer Chirico, mucho antes de que éste terminara imitándose, fasificando cuadros del Chirico de los años 10, que eran sus más cotizados; ya habrá algún energúmeno que lo consagre como inventor de la intertextualidad.

 

La edición de su Obra poética completa en la colección Archivos (U. de Poitiers) permitirá recuperar el humor y la gratuidad que alientan en su poesía como certidumbre ardiente y breve.

 
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4 de agosto de 2015
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18. Zapeos por el zapping

Esta película, los dos la habíamos visto en forma fragmentada; el tedio y el zapping, sumados a las distracciones domésticas, nos habían hecho ver pasajes distintos, uno más el principio que el final, el otro al revés. (...) Esas escenas faltantes vuelven como fantasmas: uno las ha suplido imaginariamente para completar la trama, y después la reconstrucción y la realidad, dada la poca realidad que tienen esas escenas, se le mezclan.

 

César Aira, Las conversaciones

 

*

 

Lila tampoco estaba libre de pecado e incurría en el zapping. Pero los zapping de Lila eran diferentes. Sus zapping siempre tenían más significado, en sus zapping el todo era más conmovedor que sus partes. Las noches de lluvia o viento, o esas tardes tontas que no hacen biografía, yo la observaba coger el mando a distancia e hilvanar imágenes con un tino asombroso, redimiendo la estulticia de los canales, haciendo flores con la basura. Los zapping de Lila solían ser estremecedores, cuando combinaban tragedias con bagatelas, matanzas con saraos. Emparedado entre atentados, niños esqueléticos y jóvenes asesinados en el fútbol, el último humorista encumbrado por una muletilla idiota se antojaba sutil filósofo. A veces, ni siquiera era necesario mirar la pantalla. Bastaba con cerrar los ojos para oír las frases que construía su imaginación televisiva, sentencias contundentes que lograban explicar la vida o aforismos que revelaban sus hilvanes, y que para ser emitidas necesitaban la colaboración desinteresada de cinco o seis personas distintas y de alguien que las ensamblase con lucidez.

            Cuando Lila hacía zapping, la televisión era tan sabia que daba miedo.

 

Félix J. Palma,"Lila y alrededores", Métodos de supervivencia

 

 

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"Uno de aquellos ataques lo sorprendió sentado en su sofá Karlstad viendo la televisión. Tanteó sobre la mesa y alrededores en busca del hueso sin dar con él. La crisis se precipitaba. El programa que emitían en aquel momento en televisión, un reality show, hacía tiempo que se había convertido en algo parecido a un fotomontaje realizado por Dziga Vertov que pretendiera mostrar un recorrido turístico por los más escabrosos parajes de la invalidez emocional. La solución de emergencia consistió en coger el mando a distancia y apretarlo con fuerza entre los dientes. En lo más agudo de la crisis, con los dientes castañeteando, los canales fueron pasando en un orden errático ante la mirada perdida de Eduardo. Duran i Lleida amenazaba con retirar su apoyo al Gobierno si no se reconocían los derechos inalienables de Cataluña; una chica preguntaba a la invisible audiencia cuál era la capital de Francia (cinco letras); Ángel Gabilondo entrevistaba al lehendakari vasco; Juan Manuel de Prada hablaba de los derechos inalienables del nasciturus; un señor del PP, que se apellidaba igual que un ministro de Franco, lamentaba las declaraciones de Duran i Lleida, pero todavía más la actitud pasiva del Gobierno; un hombre vigoréxico encaramado a una tarima que tiraba de un par de poleas sin dejar de sonreír a la cámara, y, por último, al mismo ritmo de cámara lenta con el que Eduardo recuperaba la conciencia, un hueso que asciende y asciende y que acaba convirtiéndose en una nave espacial surcando el vacío del espacio."

 

Javier Moreno, Alma

 

*

 

            El éxito de la televisión reside en su atención a estas leyes, pero también por la posibilidad estructural de zapping. Alarmados ejecutivos de las cadenas y de las agencias de publicidad ven el zapping como una amenaza para la fidelidad del espectador. En realidad deberían aceptar que sin el zapping nadie vería televisión hoy en día. Lo que hace casi un siglo era una atracción basada en la imagen ha devenido una atracción sostenida por la velocidad.

 

Beatriz Sarlo, Scenes from postmodern life

 

*

 

 

            Mi falta de costumbre a televisores de 999 canales hacía del visionado una especie de laberinto. Comienzas deteniéndote en todos los canales, pero terminas yendo de uno a otro sin parar hasta que al cabo de una hora aparece en tus pupilas un mosaico de imágenes que levanta una barrera entre tú y la realidad.

Agustín Fernández Mallo, Limbo

 

 

*

 

 

¿Cambiaría de canal? Nikki era una de esas personas con complejos de culpa por sus huecos culturales e históricos, cada vez que hacía zapping y se encontraba con un canal de noticias o documentales o clásicos, se sentía obligada a quedarse ahí al menos unos minutos, por más que en realidad tuviera prisa en llegar a su telenovela o a Bugs Bunny. El zapping convertía a muchos en seres culpables, incapaces de gozar plenamente de su superficialidad, de admitir que les interesaba más enterarse de los últimos chismes de Hollywood que de lo que ocurría en Bosnia o Ruanda.

 

Edmundo Paz Soldán, Sueños digitales

 

 

*

 

Las viejas no zappean, sólo se asoman a las cortinas cuando ven pasar a un extranjero por la calle.

Celso Castro, Astillas

 

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            Creo que en el infierno no hacen falta torturas, gritos, barreños de alquitrán ni otros horreres: el baño de Svidrigailov -en la variante de una habitación de hotel en la que tienes que vivir eternamente, sin identidad, sin pasado y sin futuro, sin esposa, sin carrera profesional, sin vida, en definitiva- resulta igualmente útil y es considerablemente más limpio en comparación. Podrías meter incluso un televisor con varias docenas de canales en los que detenerte más o menos un minuto, hasta recorrerlos todos: noticias, deportes, moda, política, animales, fiestas, dibujos animados, y luego otra vez desde el principio, otra vez un minuto en cada uno, hasta que llegar a mirar a través de los dedos, con los globos oculares doliridos como si te los hubieran acuchillado y con un vacío interior mayor que el mundo, la única tortura infernal verdaderamente aterradora.

 

Mircea Cărtărescu, Las bellas extranjeras

 

 

*

 

Pero el vértigo no sólo está afuera, lo hemos asimilado a la mente que no para de emitir imágenes, como si ella también hiciese zapping.

 

Ernesto Sábato, La resistencia

 

 

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Pongo la tele y sonrisas húmedas. Zapping de orden y museos. Animales ejecutados y orejas desalojadas. Correas tras espasmos de gloria, segundos de pedestal y la destreza del suelo. Como en un truco de magia, cada ficha se recoloca en su casilla hasta el pistoletazo del día siguiente. Ciudad peregrina pero en orden, albergas películas y santuarios, frecuencias que sin rozarse construyen la veracidad de un mapa...

Marta Agudo, 28010

 

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            El zapeo abole las antiguas leyes de la narración que establecían las reglas sobre el punto de vista.

 

Beatriz Sarlo, Scenes from postmodern life

 

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Frases cortas. Manía referencial. Memoria selectiva. (...) Sintaxis química. Cut-up. Interrumpimos este programa. Palabras extranjeras. No italics. Short Attention Span. Zapping.

 

Rodrigo Fresán, Mantra

 

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            (...) sin dirección y sin ritmo, el tiovivo continúa dando vueltas, enloquecido, una pantalla de televisión dominada por un ferocísimo zap, entre mil canales. No sólo se destruye la imagen, sino la imaginación. Ya no hay memoria; se ha vuelto imposible por la evacuación del deseo, de la racionalidad, de todo proyecto de singularidad.

 

Toni Negri, Arte y multitud

 

*

 

 

ZAPPING

 

En mi cabeza hay un loco

haciendo zapping -no puedo

concentrarme en nada últimamente:

ni leer un libro hasta el final

ni escuchar lo que me dicen

ni tan siquiera darle forma a un pensamiento.

 

¿Terminar este poema?

Ni de coña.

Pasa la página,

cierra el libro,

vete a dar una vuelta,

vuelve otro día.

 

A lo mejor

hasta tenemos

un poco más

de suerte.

Roger Wolfe, El invento. Antología poética

 

*

 

La TV debe hacer zapping a la audiencia antes de que ésta le haga zapping a ella.

 

Derrick de Kerckhove, La piel de la cultura

 

*

 

            En la antigüedad se concebía el universo como un texto, como un libro encriptado que espera ser descifrado; pero hoy, nosotros, no podemos verlo de otra manera que como un conjunto de canales audiovisuales emitiendo, todos al unísono, diferentes programas en lenguas diferentes. Zapping continuo de la mente.

 

Ángel Cerviño, Kamasutra para Hansel y Gretel

 

 

 

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2 de agosto de 2015
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¿Qué mensaje enviarías a los extraterrestres?

El 20 de agosto de 1977 despegó de la base de Cabo Cañaveral en el estado de Florida, EEUU, el Voyager 2. Dos días más tarde, surcaba los cielos el Voyager 1. Iban a explorar el espacio. En esta década (año más, año menos, el límite no está claro) están saliendo de la fuerza gravitacional del sol y se están internando en  el espacio interestelar. Por primera vez objetos hechos por los humanos viajan fuera del Sistema Solar. 

Los Voyager envían regularmente fotos y sonidos de su viaje. En los noventa nos envió una imagen sobrecogedora de los anillos de Saturno. Pero junto con preguntas e inquietudes sobre las estrellas, planetas y posible vida allí afuera, los Voyager llevan un mensaje de los habitantes de la tierra a los extraterrestres: cada uno porta un disco dorado con sonidos que, según el equipo científico presidido por el cosmólogo de la Universidad de Cornell, autor de “Cosmos” y excelso difusor de la ciencia Carl Sagan, representaban a los habitantes de la tierra y las diferentes formas de vida en el planeta.

Hace pocos días la plataforma Soundcloud puso a disposición de los habitantes de este planeta los sonidos que viajan en los Voyager. Y es fascinante entrar en la cabeza de quienes llenaron el disco con palabras y sonidos y música para explicarles a los habitantes de otras galaxias quiénes somos. ¿Por qué estos sonidos, estos idiomas, estas canciones? Los invito a escuchar. A escucharnos.

*          *          *

¿Qué hay en el Disco de Oro? Una parte contiene saludos en 55 idiomas. El primer idioma (están presentados en orden alfabético) es el acadio, hablado en sumeria hace unos seis mil años. El último, el wu, uno de los tantos dialectos chinos.  Un alegre español, que imagino de unos 40 o 50 años, dice: “Hola y saludos a todos”. Como si llamara a la casa de familiares lejanos. En inglés es una voz infantil que saluda en nombre de los niños de la tierra. El inconfundible tono de un cura saluda en latín. Hay idiomas que se extinguieron entre la grabación y el día de hoy. Hay expresiones de paz, amor y fraternidad. Hay peroratas de 20 segundos mencionando la universidad en la que se hizo la grabación. El más lacónico es quien saluda en hebreo: “Shalom”.

Otra sección incluye sonidos y ruidos que representan la vida en la tierra, desde los aullidos y graznidos y cantos de distintos animales hasta el llanto de un bebé y la voz de su madre estadounidense, que lo calma. Se escuchan segundos del latido de un corazón, el zumbido de una abeja, el aullar de un lobo y el ronroneo de un tractor.

Y la más interesante es el que contiene la música que nos representaba en 1977. Mucha música clásica: tres piezas de Bach y dos de Beethoven. La música popular también refleja los gustos del equipo de Sagan: Chuck Berry, Louis Armstrong y el pionero del blues Blind Willie Johnson viajan en nombre de la música popular estadounidense.

Representando a las “músicas del mundo”, entre otros, un coro ruso, el gamelán de Indonesia, un canto navajo y el son jarocho mexicano “El Cascabel” por Lorenzo  Barcelata y sus Mariachis.

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 “Estas naves serán encontradas y estos discos serán escuchados solo si hay civilizaciones avanzadas en el espacio interestelar”, declaró Sagan cuando se anunció el proyecto. “Pero al lanzar esta botella en el océano cósmico ya estamos diciendo algo muy esperanzador acerca de la vida en este planeta”.

En la web del proyecto se especifica que los sonidos, voces y melodías fueron grabados en el sistema más avanzado de la época: un disco de 16 y 2/3 revoluciones por minuto que gira y suena tocado por una púa. Para los lectores del siglo XX, un Long Play.

Una tecnología perteneciente a la última generación análoga de la historia. ¿Qué pensarán de nosotros los extraterrestres al encontrarse con este mensaje pre-digital?

Pero no hay que preocuparse: si una raza cósmica lo encuentra y decodifica, tal vez sea en varios millones de años, y la tecnología digital estará tan muerta como la analógica, y de nosotros no quedará ni el recuerdo. Así, nadie notará la ironía de que el mensaje principal de saludo venga de quien era Secretario General de Naciones Unidas, el austríaco Kurt Waldheim. El mensaje de paz de los terrícolas representados por quien - se sabría en los ochenta - había sido un oficial nazi en su juventud. 

*          *          *

El Disco de Oro guarda también un recuerdo menos sangriento y más trivial de nuestras pobres rencillas terrestres: Carl Sagan había pedido que incluyeran la gran canción de George Harrison “Here Comes the Sun”. Los Beatles estuvieron de acuerdo. Pero su discográfica, EMI, no cedió los derechos. Y los extraterrestres se la perdieron.

Hace tres años la radio pública estadounidense NPR entrevistó a la viuda del astrofísico, Anne Druyan para que hablara del Disco de Oro. En 1977 ella era la encargada de coordinar con Sagan los materiales que viajarían al espacio. Y la historia que contó en esa entrevista da una pequeña luz de esperanza sobre la humanidad que viaja en esa nave.

Druyan contó que una noche, hablando con un sinólogo de la Universidad de Columbia, por fin encontró el fragmento musical que representaría la milenaria música china. Los tres minutos de música china eran una preocupación de Druyan y Sagan en esos días. Le dejó un mensaje en el contestador a Sagan, entonces solo un gran amigo y compañero de trabajo. Él la llamó y en esa conversación se declararon amor eterno y decidieron casarse. Ni siquiera se habían besado.

“Estuve con él desde esa noche hasta que murió en diciembre de 1996”, dice Druyan en el programa de NPR. Y contó otra cosa: los sonidos del corazón humano que viajan por el espacio son los que ella se grabó dos días después de la declaración. “Cuando me siento deprimida, pienso que mis latidos enamorados viajan por el espacio”.

*          *          *

¿Qué sonidos pondríamos hoy en un viaje al espacio exterior? ¿Qué saludos, en qué idiomas, qué sonidos de entre el desesperante caos sonoro que nos envuelve? ¿Qué 90 minutos de momentos musicales nos representan?

 

No sé ustedes. Yo seguiría empezando con el simple y efectivo “Hola y saludos a todos”.   

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2 de agosto de 2015
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Cuando Coco Chanel tomó Biarritz

Hace exactamente cien años, el verano de 1915, en el Hotel du Palais de Biarritz se bailaba hasta el amanecer, lejos del barro y las trincheras. Sobre el mismo mármol que habían pisado Napoleón III y Eugenia de Montijo, una noche se sentaron a cenar Coco Chanel y su amante, el jugador de polo y político Arthur Boy Capel. Allí, el contorno del paisaje no era tan vulgar como en otros pueblos costeros: un acantilado azul atlántico ceñido por las misteriosas landas y el oleaje bravo rompiendo contra unas endemoniadas rocas, espíritus de locos suicidas, dice la leyenda, ahogados in bellezza. ?Este pueblo blanco de tejados rojos y postigos verdes edificado sobre montículos de césped, frente al bravío océano Atlántico?, escribía Victor Hugo de Biarritz, donde sus pescadores eran célebres por su pericia capturando ballenas. Los franceses lo pronuncian con acento en la i, alargando la doble erre gutural. Y acaso porque la mitad de la palabra esté compuesta por el nombre del emblemático hotel, Biarritz suena a lujo y esplendor. Trae ecos de artesonados barrocos y baños de mar; de Guitry o Ravel; del norte elegante donde la realeza y la corte, así como las buenas familias españolas, veraneaban con sombrilla y cesta de paja. Chanel también es un nombre magnético, arranca con una consonante continua, que puede ser sostenida durante varios segundos de manera balanceada en una afirmación rotunda del chic parisien. Biarritz y Chanel, una orgía fonética, este verano hace un siglo. Qué surtida herencia nos dejó aquella gran mujer delgada de cabello oscuro tan encantadora como huraña. Cuánta libertad otorgó a nuestra vestimenta, destilando el buen gusto. Lo hizo provista de la vehemencia propia de una campesina a la que nada asustaba, aunque armada con una feminidad misteriosa capaz de enamorar a terratenientes, duques, artistas, oficiales nazis, pintores y musas. Coco. Nombre de perro. Lo cantaba cuando fue cabaretera, braceando contra la miseria pero soñando con una vida hermosa: ?Qui a vu Coco??, repetía sobre el escenario del café-concert La Rotonde. Un diminutivo casquivano, dos iniciales clonadas: la doble c convertida hoy en aspiración universal. Aquel verano de 1915, Chanel y Capel celebraban que en la cosmopolita Biarritz hubieran repetido el éxito conseguido un año antes en Deauville, donde Coco abrió tienda coincidiendo con el estallido de la Primera Guerra Mundial. El nombre de Chanel pasaba de boca a oreja con admiración escandalosa porque vestía a las mujeres como nadie lo había hecho hasta entonces: rompió la silueta de reloj de arena que aprisionaba su cuerpo, las liberó de los corsés, les puso pantalones, las rejuveneció y las hizo más interesantes. Estaba obsesionada con devolverles su credibilidad gracias a la perfección de un traje con el que pudieran correr, saltar y agacharse. Y se cargó todas las plumas y miriñaques. En el Hotel du Palais ?bailes de salón, sangre azul y una eterna belle époque? las mujeres lucían sus chaneles admiradas de sí mismas. Boy Capel, a pesar de las escaseces de la guerra, actuaba como proveedor de lanas, tweeds y sedas. Y de punto. Esa fue la mayor baza: comprar ingentes cantidades al fabricante Rodier, quien les hizo un gran descuento porque pensaba que no lo llegaría a vender. Nunca se recuperó del susto: aquel tejido que, antes de la guerra, rechazaban los hombres para su ropa interior, acabaría cosiendo espectaculares trajes de alta costura. En Biarritz la guerra apenas se notaba: matrículas extranjeras en autos de lujo, príncipes rusos, cantantes de ópera y damas deseosas de jugar al golf. La vecina España era neutral. Un encantador lugar para invertir. ?Sabían correr riesgos y moverse con celeridad?, dice uno de los biógrafos de Chanel, Axel Madsen. Alquilaron a la viuda del conde Tristán de l?Hermita la Villa Larralde, situada enfrente del casino. Chanel llamó a su hermana Antoinette, además de contratar a varias modistas vascas que permanecerían fieles a ella, e incluso pediría a sus madres que las dejasen ir con ella a París. ?El 15 de julio de 1915 Coco no se limitó a abrir una tienda, sino la primera boutique de moda de Biarritz. La ciudad no había visto nunca una cosa parecida?, afirma Madsen. Los años de Biarritz fueron tremendamente prósperos para Chanel, tanto en lo creativo como en lo económico. Poco se ha analizado su inspiración española y los quince años que pasó entre París y el País Vasco francés. Aquel verano de 1915, cuando Norteamérica estaba aún muy lejos, Harper?s Bazaar publicó en portada uno de sus primeros vestidos camiseros sin cuello, su robe sans taille. Chanel, al igual que Balenciaga, se inspiró en las ropas de trabajo de los pescadores y obreros de la costa. Incluso se encasquetó la txapela, con su proverbial estilo marinero. También fue en Biarritz donde Chanel se aproximó a los ballets rusos, exiliados en Madrid y San Sebastián, que tanto influirían en su carrera. E inició una estrecha amistad con Diáguilev, a quien años más tarde financiaría, muy discretamente, La consagración de la primavera de Stravinsky, del que mademoiselle fue amante. Hace un siglo de todo ello, cuando los veranos eran más lentos, Europa se había atascado en embarrados campos de batalla y Coco Chanel había vengado a aquella pobre huérfana del hospicio de Obazine, condenando a las mujeres a vestir de negro, como sus cancerberas. No sabía aún que se jubilaría temprano, que sería una desgraciada en el amor, ni que reaparecería en París a los 71 años para convertirse en inmortal. Pero aquel verano de 1915, en Biarritz, Chanel empezó a ir con chófer y en RollsRoyce a todas partes. (La Vanguardia)

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1 de agosto de 2015
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