Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

Enjambres

Los éxodos masivos suelen venir causados por plagas, hambrunas y guerras. Lo novedoso de la actual avalancha es que no se da entre naciones sino entre continentes, de África y Asia a Europa. Nunca se había visto nada semejante, como no fuera en forma de invasión. Antes sólo cabía hablar de emigración continental entre Europa y América, como la de los irlandeses huyendo del hambre. Me parece, sin embargo, que hay una diferencia y es que los emigrantes occidentales suelen verse como individuos y hay historias sobre ellos a veces muy detalladas. ¿Quedará algún relato del actual éxodo sirio o subsahariano?

Si tienen ustedes curiosidad, lean la admirable historia de cómo Varyan Fry, enviado por la Comisión de Rescate norteamericana, salvó de la muerte a miles de perseguidos políticos y raciales durante la invasión alemana de Francia. Instalado en Marsella en 1940, Fry luchó durante un año para llevar a lugar seguro a miles de fugitivos, entre ellos Alma Mahler, Hanna Arendt o Heinrich Mann (La lista negra, Confluencias). Luego cayó él mismo, acosado por nazis alemanes y franceses.

También ahora habrá alguien comparable a Fry o a la institución que le financiaba, ayudando a los miles de fugitivos que tratan de sobrevivir. ¿Podrá leerse, dentro de unos años, un relato de casos particulares de salvación o protección desinteresada? ¿O eso queda reservado para las sociedades fundadas en individuos y no en colectividades?

El simbolismo es fundamental. Cuando el ministro inglés usó la palabra "enjambre" se refería, con escasa fortuna, a este problema: la ausencia de individuación. Sólo podemos individualizar a un niño ahogado en la playa. Seguramente eso es lo que enciende el odio de la chusma.

Leer más
profile avatar
8 de septiembre de 2015
Blogs de autor

La cabeza de Murnau (7 y fin del relato) En brazos de la mujer más dura

                                                                                           A Anastasia

Sigo en el asilo psiquiátrico a las afueras de Berlín y todo en mí es desesperación. La institución parece el manicomio que abre y cierra la película de El gabinete del doctor Caligari. Ah, Dios mío, es como si me hubiese perdido en el laberinto del expresionismo alemán, y empiezo a pensar que mi locura ya no tiene salida. Los pacientes pasean por los pasillos y el jardín de asilo. El jardín es de flores artificiales: rosas, tulipanes, jacintos de plástico fosforescentes que más que tranquilizarme me vuelven más loco. ¿Tengo que creer que todos los que me rodean son androides? ¿Y los doctores también? A fin de soportar mejor mi terrible situación me hago amigo de un paciente que habla español y que se llama Diodoro. El relato que me cuenta acerca de su vida, mientras paseamos entre los rosales de plástico, es absolutamente estremecedor. He aquí lo que me confesó:

 

Animado por los amigos, y tras haber ganado un premio millonario en la Lotería Nacional, decidí pedirles a los Reyes Magos el simulacro de Angela Merkel, con el que no quería establecer ninguna relación perversa. Muy al contrario, deseaba entablar con ella una relación amistosa y neutra, que propiciara el entendimiento entre nuestros pueblos respectivos.

A fin de que Angela no se sintiera extraña en mi casa, decoré el salón al estilo alemán, adquirí un frigorífico enorme y monolítico que parecía de la Edad de Bronce, y colgué de una pared un cuadro del romanticismo alemán que me había regalado mi abuelo Ferrer Tumbado, que fue ministro de Franco. Lo recordarás inaugurando pantanos o cazando en Gredos con la duquesa Delobri, que más tarde sería acusada de apropiación indebida, adulterio e incesto.

La misma mañana de Reyes llegó a mí casa, por línea directa desde el imperio amarillo, una Angela Merkel idéntica a la real. Me cobraron veinte mil dólares por el artefacto, pero no me importó, pues se trataba de un simulacro perfecto, ya que a través del plasma neuronal de naturaleza sintética que habían adherido a su materia, podía acceder a recuerdos muy conmovedores de la Merkel: Angela trabajando de camarera y dándole un puñetazo a un borracho que ha rozado su culo. Angela entrando en un cine para ver una película titulada No soy una ninfómana. Angela jugando a los bolos en un boliche: al inclinarse para coger la bola se le escapa una ventosidad y enrojece como una colegiala. Angela ofreciéndole un plato de leche a un gatito que ha irrumpido en su jardín. El gatito le da un arañazo. Angela está a punto de hacer algo muy grave, pero al final se contiene y piensa que las bestias, bestias son, y que hay que tener mucha paciencia con la naturaleza. (Un recuerdo que me conmovió sobremanera pues mostraba el lado más humano de la Merkel).

A mí me extrañaba que hubiesen conseguido un simulacro tan extraordinario, pero desde antiguo es bien conocida la pericia manufacturera de los chinos y su capacidad para elaborar objetos mágicos.

Recuerdo que en cuanto tuve a Angela sentada frente a mí, me miró con sus ojos trasparentes y tímidos de campesina alemana y me preguntó a qué me dedicaba. Le dije la verdad:

-A nada.

Angela estalló en carcajadas. Se reía cada vez más, como una bacante descontrolada, hasta que finalmente dijo:

-Ya veo que eres un gandul de raza genuinamente mediterránea. Pero no me importa, me gustas así, canalla. Para mí solo eres un juguete sexual. Prepárate para lo que te aguarda, hermoso. Quiero que me dejes bien satisfecha.

Mi estupor iba en crescendo cuando me atreví a decir:

-Mucho me temo, Angela, que te estás equivocando de obra, de papel y de interpretación. Esto no era lo que yo había pactado con los chinos cuando encargué tu simulacro.

Angela me miró con un estupor muy superior al mío y murmuró:

-¿De modo que crees que soy un simulacro?

-¿Y qué eres si no?

A modo de respuesta, Angela se echó a reír de nuevo antes de decir:

-¿Aún ignoras que el simulacro eres tú y que fui yo la que te encargué a los chinos porque quería tener a mi servicio un gigoló español? ¿En qué ciudad crees que estás?

-En Madrid, por supuesto.

-Mira por la ventana.

Le hice caso y caí en la cuenta de que estábamos en Berlín. Ante mí derecha podía ver la Puerta de Brandenburgo, y a mi izquierda el Ángel de la Victoria, sobre la columna central del parque.

Supe entonces que había caído en la trampa de mi propio simulacro, supe que los chinos me habían construido todo entero y me habían creado falsos recuerdos, tan inverosímiles como pintorescos. Giré la cabeza y vi a Angela de nuevo. Blandía una tralla y se erguía ante mi triste figura con sus cueros y sus tacones de acero inoxidable mientras murmuraba:

-Empieza la función, muchacho, que voy a darte lo mismo que a todos tus compatriotas. Ponte de rodillas y canta Noche de Paz... No, mejor algo menos sagrado, que nos ponga a tono y nos caliente un poco. Ya lo tengo: arrástrate como un perro y canta alguna canción de los Beatles.

En Berlín, bajo una atmósfera cada vez más confusa y el cielo azul de Prusia que se veía tras el ventanal, asumí la condición canina que me asignaba mi ama, y empecé a andar a cuatro patas mientras cantaba Ob-La-Di, Ob-La-Da.

Tras esa horrible sesión que no te puedo describir en su totalidad para no destrozar tus nervios, me desvanecí y me desperté en esta institución en la que me ves y en la que te ves.>>

 

Tras escuchar el relato de Diodoro, mi locura se acentuó y corrí salvajemente por el jardín hasta chocar con una red de alambradas. Allí me desmayé de nuevo. Me he despertado en una celda oscura, atado de pies y manos, y más desesperado que antes. No veo nada. Me me hallo en la más completa oscuridad . Para entretener mi oscurísima soledad, me pongo a recitar a los clásicos y los mezclo unos con otros, si bien sabiendo siempre lo que digo:

-Ah, mísero de mí, ah infelice -grito con todas mis fuerzas-¿Qué delito cometí para que me tengáis aquí, en esta mazmorra fría, donde ni sé cuando es de día, ni cuando las noches son?. Ah, mísero de mí, ah mísero de mí. ¡Pero no pienso callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio aviséis o amenacéis miedo!

Periódicamente los loqueros abren la puerta de la celda y me arrojan cubos de agua helada para hacerme callar.

Leer más
profile avatar
8 de septiembre de 2015
Blogs de autor

14. Literatura sobre signos ortográficos

Ella,
en este crepúsculo que cada vez se ensombrece más
se inclina
va curvada como un signo de interrogación
con la espina dorsal arqueada
sobre el suelo.

[Dámaso Alonso, "Mujer con alcuza"]

 

Aquí estamos a lomos del signo de interrogación

[Kostas Vrachnos, "Aquí", Encima del subsuelo.]

 

 

permítenos dormir
así,
fetalmente abrazados
como dicen que duermen
las interrogaciones.

[Abraham Gragera, Adiós a la época de los grandes caracteres]

 

La exclamación

Quieto
no en la rama
en el aire
No en el aire
en el instante
el colibrí
[Octavio Paz]

 

Se trata de doblar algo más una coma
en un texto que no podemos corregir.
[Roberto Juarroz]

 

 

Para el recién llegado, en cambio, la vida está entreabierta como las puertas de los sueños y las piernas femeninas en las fantasías de los adolescentes. La vida es una ficción súbita donde las palabras atropellan a los signos ortográficos, tropiezan con las comas y resbalan sobre los puntos y se aplastan al final de los párrafos y se despeñan al borde de las páginas y saltan sobre los dos puntos como caballos entrenados.
[Germán Sierra, Efectos secundarios]

 

y siguen los guiones del diálogo
como agujas o trozos de horizonte,
la verja que interrumpe el paraíso,
un costillar,
creced,
multipli
caos.

[David Leo García, Dime qué]

 

 

Las interrogaciones

-A quién amáis-, alba blanca
lino, espuma, flor de lis,
estrellas puras, ¿a Abel?
-A Caín.

[Rubén Darío]

 

 

 

Las interrogaciones

¿Cómo quedan, Señor, durmiendo los suicidas?
¿Un cuajo entre la boca, las dos sienes vaciadas,
las lunas de los ojos albas y engrandecidas,
hacia un ancla invisible las manos orientadas?

[Gabriela Mistral]

 

 

Una interrogación

es un anzuelo.

[Jorge Díaz Martínez, Transbordo. Poemas del metro de Barcelona]

 

Cuando mañana despierte y ya no vea
la cama de mi hermano
paralela a la mía como un signo de igual

[Juan Andrés García Román, Y los poemas del meteorito y otros poemas]

 

 

El signo igual parece a veces
la duplicación ensimismada
del menos.

[Roberto Juarroz]

 

 

Echado soy el signo menos.

Echado me resto al mundo,

más digno que un esfuerzo.

Que las horas me hagan el trabajo.

Da pudor pulir un poema,

pereza luchar por la especie.

Si no me levanto, será

por cortesía hacia la nada.

Oigo caer mis sedimentos:

uno a uno se tumban,

como el signo menos,

restándome a mí.

[José Alcaraz, El mar en las cenizas]

 

 

Entre ambos lugares sucedo

este espacio entre paréntesis,

estos puntos suspensivos

en la nieve

de las páginas de un libro

que se borra al escribirse

 

[Alfonso Brezmes, "Don de lenguas"]

 

 

somos un signo de interrogación

que ha perdido su pregunta.

[Guadalupe Grande, El libro de Lilit]

 

 

el ritmo de lectura, las pausas, los silencios, lo que alude
entre paréntesis,
(lo que un poema alude entre paréntesis)

[Pere Gimferrer, "Antagonías"]

 

 

¿No siguen sonando? La sombra de las palmeras anota un asterisco sobre el suelo.

[Erika Martínez, "Plaza", Chocar con algo]

 

 

 

Leer más
profile avatar
8 de septiembre de 2015
Blogs de autor

Más blanco, imposible

Donald Trump encarna al hombre blanco. Y de qué manera. Un blanco de los de aquí te espero, morena. Tan blanco que te reconcome el deseo de pertenecer a cualquier otra raza con tal de no compartir su blancura impoluta, que incluso prende de sus corbatas de hombre blanco: lampantes sedas azules y rojo cardenalicio que luce como sólo lo consiguen los ricos aburridos de ser tan ricos. En él, que ha alcanzado la mayor de sus vanidades al aspirar a ser el candidato republicano a la presidencia de los EE UU, reverberan lejanos ecos de la supremacía blanca amamantada por la teta del odio. De algunos diálogos de La cabaña del Tío Tom a las palabras que, hace más de 170 años, el jefe indio Nohan Sealth envió al presidente Pierce: ?El hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. La tierra no es su hermana, sino su enemiga, y una vez conquistada, sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle (?) Trata a su madre, la Tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden como ovejas o cuentas de colores?. Parecen escritas para él: cambiemos ovejas por acciones y casinos. Como los de Atlantic City, que tantos adictos ha alumbrado. Hoy Trump monta su circo en la América profunda y en la superficial. Dice: no se mezclen, señores. Ni café con leche, ni azafrán. Arrufen la nariz cuando pase un sucio mexicano por su lado porque podría robarle, pasarle una papela a su hijo o follarse a su mujer. Desconfíe de los parias. Contribuya sin mariconadas a levantar un mundo de primera clase y otro low cost y, aunque sea pobre como las ratas y viva en un chamizo con goteras en Detroit o Filadelfia, vóteme a mí que soy el único que puede sacarle de la miseria porque no necesito la política para medrar dineros ni influencias. Lo tengo todo: seis helicópteros, tres divorcios. Hago y digo lo que me sale de la polla. Humillo a mis adversarios, como Hillary Clinton ?¿cómo vamos a confiar en ella si no supo satisfacer a su marido, que acabó encontrando la alegría en el vestido azul de una becaria??. En los primeros posados con su segunda mujer, Ivana Trump (nacida María Zelnícková), que siempre salía en las fotos desternillada de risa, Donald ya había heredado el negocio familiar, que amplió con pericia y suerte. Entonces, Donald empezó a peinarse hacia adelante con tal determinación que acabó trayéndose el cogote a la frente. Reinventó el flequillo, desafiando su caída natural, a fin de lucir un pelazo descomunal en los primeros planos que, de no tener manía a los latinos, hubiera podido competir con el de José Luis Rodríguez El Puma. Porque, además de con su condición de hombre blanco multimillonario, cuenta con otra baza a su favor: su pelo. Esa frondosa melena de sueco que ha ido enrubeciendo hasta un deslumbrante platino que lo acompaña en sus posados intensos, cuando mira a la cámara como si acabara de leer a Kierkegaard. Trump quiere representar la quintaesencia de la masculinidad a las puertas de la setentena. Achina los ojos, echa el cuello hacia atrás con un profesional maridaje de prepotencia e indolencia, y enardece a las almas errantes de los patriotas que se quedaron sin Dios ni ley cuando un mulato de Hawái que parece que sólo haya viajado a Kenia para ir de safari se convirtió en piloto de la nación. Donald Trump es un radical que habla de sí mismo en tercera persona. ?Haremos a Estados Unidos mejor de lo que ha sido nunca?, promete, dispuesto a levantar el Muro Trump: ?Debe de ser bonito?, acaso lo sueña de mármol travertino, como sus torres. Su currículo es la verificación de que el sueño americano no siempre se desvanece con el despertador, resuelto a convertirse en pesadilla. (Icon)

Leer más
profile avatar
8 de septiembre de 2015
Blogs de autor

Valparaíso

 

La infancia de un niño rico y feliz de Valparaíso tiene por fuerza que parecerse (mimo va, mimo viene, aquella primita tan linda o la niñera haciendo las veces de madre) a la infancia de los niños ricos y felices de cualquier otro rincón del mundo. Por eso los primeros años de la vida del narrador de esta novela suenan un poco a dejà vu. Sin embargo, y aparte de que tampoco es ningún sacrificio hacerlo, es aconsejable aguantar un poco y seguir el desarrollo  propio de cualquier persona porque cuando el narrador crece también crece el interés de lo que cuenta, entre otras cosas porque, una vez superados, la casa paterna, el jardín y el colegio dejan paso a Valparaíso y esa ciudad, empezando por su nombre, en manos de un narrador competente, resulta fascinante.

                Joaquín Edwards Bello era hijo de una familia patricia chilena que lo destinó a la diplomacia, aunque renunció a ésta en favor del periodismo. Durante cuarenta años tuvo en La Nación una columna que cimentó su fama y le permitió mantener una presencia en el país incluso cuando físicamente se encontraba muy lejos por culpa de sus ideas y sus trifulcas con unos y otros: no era un hombre fácil y su sentido crítico, unido a un humor a ratos muy ácido y a una posición desahogada que le permitía no depender de nadie, le costaron no pocos enemigos y exilios. Aparte de sus muy apreciadas crónicas de la vida diaria de su país, Joaquín Edwards Bello escribió novelas tan apreciables como El Roto (1920) o Un chileno en Madrid (1929), en la que ya utilizaba una técnica narrativa  que llevó a su extremo en Valparaíso, la ciudad del viento (1931). En sucesivas ediciones le fue cambiando el título hasta quedar solo el nombre de la ciudad. En 2005 su sobrino, el también novelista Jorge Edwards,  le dedicó un cariñoso homenaje en El inútil de la familia 

Tras la publicación de Valparaíso, y durante algún tiempo, la crítica anduvo dándole vueltas al género de esa obra, pues no tenía claro el grado de veracidad y de creación en lo que Joaquín Edwards contaba de sí mismo. En realidad, la frescura y naturalidad que desprende todavía Valparaíso se debe en parte a la actual insistencia en recurrir a las novelas autobiográficas, o biografías noveladas, como se quiera, un género en el que destaca la monumental narración de  Edward St.Aubyn, que cuenta y no cuenta su vida en un monumental ciclo de cinco novelas reunidas recientemente bajo el título de The Patrick Melrose Novels.

                Llamar la atención de un posible lector bajo la promesa de hablar de sí mismo (se supone que sin censura) tiene un doble peligro. De una parte la apuesta obliga a sacar a la luz lo trivial y anecdótico, pero también lo más profundo y oscuro de uno mismo. Lo más sagrado. Y eso siempre es delicado, aparte de doloroso y expuesto. Al mismo tiempo la apuesta obliga a hablar de los demás con idéntica veracidad, ya sean padres, amigos, amores o desamores. Y si es peligroso decir según qué cosas de uno mismo, cómo no va a serlo si el protagonista de algún suceso no muy elogioso y poco digno de imitación es tu propio padre, tu mejor amigo o aquella mujer que tan generosamente se entregó a cambio de nada. “Puro veneno”, como dice Marlowe cada vez que alguien quiere contarle algo comprometedor. Otra cosa son los diarios, o los dietarios, en los cuales se da cuenta de ciertas cosas sin que el lector pida cuenta de los silencios. Cosa que no ocurre cuando la promesa es contarlo todo.

               El gran invento de la falsa autobiografía y la biografía novelada es que, en sí misma, toda ella es una licencia poética, y lo que importa no es la verdad verdadera sino la imagen, el ambiente, el colorido, el perfume, la huella. Es como si el autor reprodujese en toda su sonoridad y cromatismo la melodía de una composición musical y dejase la letra al albur de la creatividad del lector. O por decirlo con todas sus consecuencias, lo que importa es la expresividad y la verosimilitud,  no la exactitud de los hechos contados.

                La ciudad de Valparaíso, ¿era a finales del siglo XX como la pinta, o tararea, Joaquín Edwards Bello? Probablemente sí. ¿Eran los personales y sus vidas como aparecen aquí? ¿Contará lo aquí narrado como prueba de sus actos (buenos o malos) el día del Juicio Final? Rotundamente, no. Dilucidar esa cuestión le queda al erudito que decide hacer una biografía académica de un autor, porque a él si se le exige rigor y exactitud, y se le pide que rinda cuentas si se le detectan renuncios. A un lector actual, que si no es chileno probablemente no conocerá a Edwards Bello, le tiene sin cuidado el rigor histórico. Lo que de verdad le interesa es la imagen de la ciudad que surge en torno a los personajes, y el alcance humano de éstos a través de sus vidas. Y en ese sentido Valparaíso ofrece momentos de lectura muy gratos porque, aun siendo en palabras de Gabriela Mistral “el hijo más reprendedor de su patria que la salió a nuestro Chile”, la relación del autor con su ciudad natal es íntima, entrañable y, sobre todo,  profundamente agradecida. Y esas cualidades, en manos de un cronista experimentado y con ganas de corresponder a las deferencias que su ciudad tuvo con él, da como resultado una narración viva, enriquecedora y estimulante hasta el extremo de que dan ganas de cerrar el libro e ir a ver personalmente ese paraíso.


 


Valparaíso


Joaquín Edwards Bello


Ediciones Diego Portales


Leer más
profile avatar
7 de septiembre de 2015
Blogs de autor

Infieles y honestos

Si mi esposo llegara a casa del trabajo y me dijera que alguien encontró mi nombre entre los datos revelados, sería honesta con él?. Leí estas declaraciones en la web de la CBS a propósito del escándalo de Ashley Madison, el portal de la cornamenta. Qué formidable la utilización de la palabra honesta, pensé; un oxímoron implícito que redondea con un ?hasta que no me pillen no confesaré?. Porque sólo entonces, cuando el estropicio de platos sucios le caiga encima, enseñará la pata de su honestidad, la que ha guardado entre barrotes durante sus flirts. Ah, la maltrecha honestidad de las parejas que andan estos días entre reproches y tribunales, habiéndose enfrentado a la temida hora de aceptar la traición, esa punzada que siempre había les ha frenado. Hasta que surgió la moda de las redes sociales para infieles en una absoluta relativización del asunto. Pero esa especie de Starbucks de las relaciones libertinas, una marca que en poco más de una década se ha hecho global y ocupa titulares por ser un negocio tan polémico como lucrativo, no ha sido capaz de mantener su garantía última y ha derrapado ?y de qué manera? al vulnerar su propia razón de ser: el secreto. Los piratas que hackearon este verano 10 gigas de información sensible con miles de nombres y datos de sus promiscuos clientes podrían ser tanto guardianes de la moral como aguafiestas dispuestos a demostrar que si se puede llegar al corazón de la mismísima CIA también es posible hurgar bajo sábanas clandestinas. El mapa de la infidelidad, que sitúa continentes, países, ciudades y pueblos con su aritmética comparada ?del fogoso Brasil al sorprendente Vic, donde el 91,5% de los adúlteros son, cumpliendo con el tópico, hombres?, ha producido auténticos daños existenciales. Se investigan dos suicidios en Canadá, y cientos de promiscuos homosexuales tiemblan anticipando las consecuencias en Arabia Saudí o Turquía. Según los datos de la compañía, los españoles somos los más infieles de Europa. No en vano aquí uno de sus eslóganes entró con fuerza: ?La vida es corta. Ten una aventura?. No hace falta que hagas parapente ni puenting, basta con ofrecerte en bandeja sexo sin compromiso sin que alteres el guión de una vida familiar encajada con años de sudor y resolución. Una de las cuestiones de raíz en este asunto sería la de analizar el éxito sin precedentes de una compañía que nace dispuesta a relajar costumbres, endulzar éticas y expropiar culpas. Y que incluso quiere hacer pedagogía para que la pareja no se entienda como posesión sexual exclusiva ?eso que siempre hemos entendido como compromiso?. Neil Biderman, ex consejero delegado de la compañía, también se hallaba entre las listas aunque alardeara de ser un marido ejemplar. Acaso quería comprobar lo bien que funcionaba su invento y conocer mejor a su clientela. O puede que tan sólo quisiera buscarse a sí mismo.

(La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
7 de septiembre de 2015
Blogs de autor

Aute: los tres

Mi primer contacto con Luis Eduardo Aute fue castrense. Haciendo yo el servicio militar en un cuartel del ejército del aire, la tropa, en los raros momentos de relajación de los mandos, se distraía desfilando al ritmo atosigante de los himnos guerreros pero con una importante variación; el listo de la compañía había cambiado la letra marcial por una versión obscena de la ‘Aleluya nº 1', de Aute, que en aquellos tiempos era un hit popular. Sólo recuerdo alguna de las rimas indecorosas, pero lo que nunca he olvidado es la música.

Aute lleva casi cincuenta años en el candelero, y recientemente he podido comprobar que este gran compositor e intérprete que arrasa en los conciertos multitudinarios, gana en las distancias cortas, cantando, encima de un taburete, solo con su guitarra y su voz (que no ha perdido filo) ese repertorio que muchos nos sabemos de memoria. En España ha habido y siguen habiendo excelentes canta-autores, pero Aute es, en mis preferencias, el más francés de todos, el más Leonard Cohen, el más original.

Ahora acaba de publicarse en Sony Music un hermoso artefacto que completa al Aute poeta músico con los otros dos ‘autes' quizá menos conocidos: el pintor y el cineasta. Este artefacto compuesto de dos discos, un cd y un dvd, recoge su nueva producción fílmica, ‘Vincent y el giraluna', que se suma a sus dos películas anteriores, ‘Un perro llamado Dolor' y ‘El niño y el basilisco'; en las tres, Aute anima (en 2D y 3D) sus preciosos dibujos a lápiz y sanguina, siendo la última un mediometraje de treinta minutos que desarrolla plásticamente la canción ‘Giraluna', introduciendo con juguetona ternura la figura del gran pintor de girasoles, Van Gogh, al que Aute da vida y una pequeña peripecia entre soles, girasoles y aves rapaces que atacan el espacio poético del giraluna, definido por el autor como "un girasol distinto, al que le gusta llevar la contraria". Aute es un ejemplo pertinaz de giraluna artístico, y así lo demuestran las imágenes en movimiento de este mediometraje, delicadamente melancólico y sensual, y punteado con deliciosos homenajes al mundo poético ingenuo del pionero Méliès y a la pintura simbolista de Félicien Rops.

    En el cd de ‘Giralunas' hay sólo música, toda de Aute y ninguna cantada por Aute (aunque él sí cierra el dvd con la interpretación, al final de los títulos de crédito, de esa bellísima canción). Se trata de un homenaje rendido por un notable ramillete de intérpretes actuales que han elegido cada uno una canción del maestro para ‘versionearla'. La calidad del conjunto es alta. El mexicano Leonel García transforma sorprendentemente la celebérrima ‘Pasaba por aquí', Andrés Suárez logra una inspirada ‘Volver a verte' (en la que destaca el violín de Marino Sáiz), y descubrimos asimismo lo bien que suena Aute en el catalán de Els amics de les arts. Destacan poderosamente las dos versiones ‘aflamencadas' de ‘Prefiero amar', realizada por Miguel Poveda, y la ‘Aleluya nº 7' de Soleá Morente.

Leer más
profile avatar
7 de septiembre de 2015
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.