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Eduardo Chirinos ha muerto.- Me entero por amigos suyos en…

Eduardo Chirinos ha muerto.- Me entero por amigos suyos en Facebook que el poeta Eduardo Chirinos ha muerto esta mañana. Es una noticia tristísima, era no solo un gran poeta sino un estupendo amigo, una persona con la que siempre me gustó conversar pero sobre todo escuchar y leer. Recuerdo muy intensamente una entrevista que le hice (una de varias) en Vano Oficio, donde habló con un conocimiento y un entusiasmo tan grande por la poesía de Rubén Darío que nos dejó mudos a todos. Aquí hay una reciente entrevista, del 2014, en La Mula por Alonso Almenara. Descansa en paz, querido Eduardo.

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17 de febrero de 2016
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Pulgares arriba

Nunca habíamos hablado tanto con los dedos. Y no me refiero sólo al gesto de levantar el pulgar hacia arriba, acompañado del signo manual del OK que se hace al dibujar una o al aire peinada por el resto de los dedos a modo de flequillo rebelde. Con lo bien que nos iba con ese vale tan cansino y español que los niños catalanes, realfabetizados con los cuadernillos de Norma, corrimos a traducir por un desmayado val. Hace unos días observé una fotografía que me llamó la atención: un grupo de refugiados sirios dentro de una camioneta miraba a cámara con los restos de la diáspora fijados en las ojeras. Iban vestidos casi con harapos y sobre sus cuerpos se intuía la resaca de la huida y del miedo, pero en su gesto celebraban la incertidumbre de la libertad ensayando uves de victoria ladeadas y frontales. ¿Cómo es posible que un gesto propio de los raperos norteamericanos, de Cristiano Ronaldo, del lenguaje de la selfie quedara fijado en una imagen ?otra más? desoladora que representa el éxodo contemporáneo? Ahí están fundidos los extremos: el abismo que cruza quien es expulsado de su tierra, junto a la esperanza de quien consigue llegar a una meta, por mucho que el futuro sea aún incierto. La información visual nos penetra sin descanso. Se trata de gestos que parecen cargados de significado, aunque este sea predecible. Nada de grises ni matices. En cambio, pesa el significante en una pura declaración de estilo; vean si no cómo los futbolistas dibujan un corazón sobre el césped, o esos brazos adoradores, que se suben y bajan rindiendo tributo a alguien, no necesariamente a un filántropo, basta con que alguien haya ganado una partida de futbolín. Luego están los saludos, que, más allá de aquel chocar de manos en versión noventera, símbolo yuppie de estar en sintonía, se hacen ahora con un chocar de puños, nudillos contra nudillos. Los mismos con los que hay gente que se golpea el pecho para dar las gracias, como si la palabra se les quedara corta. Los gestos deícticos fueron barridos por los denominados emblemáticos, dispuestos a reemplazar la palabra hablada al poseer un sentido literal. Pero no apelemos tan sólo a la globalización como causa y efecto: por ejemplo, el pulgar hacia arriba es una falta de respeto en Bangladesh, Irán o Tailandia. Y en el mundo anglosajón, la V al revés resulta una provocación. La sutileza de la palabra se pierde ante la rotundidad del emblema, pero no creo que la principal razón de su uso al alza sea la economía de palabras, ni la voluntad de ser rabiosamente adolescente, sino una extensión de la vida autofotografiada que, por un efecto mimético, caprichosa y juguetona, adopta las poses del hall de la fama. (La Vanguardia)

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17 de febrero de 2016
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Resistes certámenes, tarjetas, concursos…

Los años pasan y Rubén Darío sigue envuelto en un inefable halo de cursilería. Cuando murió hace cien años, sus funerales fueron una verdadera puesta en escena elaborada por manos candorosas, que no dudo querían sinceramente rendirle el mejor de los homenajes, despreciando toda sobriedad. Fue velado en el paraninfo de la Universidad por varias noches, y cada vez se le vestía de manera diferente: de peplo griego coronado de mirtos, de uniforme diplomático, de frac de gala, como el maniquí de una tienda de elegancias.

Cuando un repasa las fotografías que entonces tomó el maestro Cisneros, puede contemplar el desfile del cadáver de uno a otro lugar en León, del municipio a la catedral, de la catedral de vuelta al paraninfo, hasta la procesión final el día en que fue sepultado al pie de la estatua de San Pablo, mientras tanto el cerebro que le había sido extraído seguía siendo objeto de una oscura disputa.

Ningún tribuno, abogado, político o poeta le ahorró un discurso en las esquinas, en lo alto de las aceras, o subido a una silla, y la peaña funeraria, donde Rubén yacía al descubierto, avanzaba precedida por carrozas cargadas de canéforas, bacantes que regaban flores marchando en cuadrillas, una musa y sus tres gracias adelante, la guardia militar de honor enviada por el gobierno de Adolfo Diaz, en plena intervención militar extranjera, los representantes de los poderes del estado vestidos de rigurosa etiqueta en el calor de infierno, y los gremios profesionales y de artesanos marchando con sus estandartes a la cabeza.

Poco o nada ha cambiado desde entonces. El lenguaje del decreto presidencial, declarando este año de 2016 como el "del sol que alumbra las nuevas victorias", y firmado "en el país del sol", nos recuerda esta pertinacia, con su lenguaje ditirámbico y exaltado. Y otra vez la celebración "municipal y espesa", la elección de la musa dariana como un certamen de pasarela, los concursos, las recitaciones, las danzas folclóricas; todo lo que despreció en su Letanía de Nuestro Señor don Quijote, si saber que terminaría siéndole aplicado a él mismo:

 

¡Tú, para quien pocas fueron las victorias
antiguas y para quien clásicas glorias
serían apenas de ley y razón,
soportas elogios, memorias, discursos,
resistes certámenes, tarjetas, concursos,
y, teniendo a Orfeo, tienes a orfeón!

Mientras tanto su poesía sigue lejos del verdadero conocimiento público. Las ediciones de sus libros son escasas y esporádicas, y no existe una pedagogía dariana, clara y sencilla, para explicarlo ante los jóvenes y enseñarles a distinguir la paja del centeno en su poesía, que no se limita a La Sonatina, Los motivos del Lobo, y A Margarita Debayle. Abrir al conocimiento sus cuentos, que fueron también renovadores, y a sus crónicas de prensa, que revolucionaron el periodismo.

Aún no se empieza con la tarea de la edición de sus obras completas, que debería ser una inversión del estado, igual que en Cuba se editaron las de José Martí, como fruto del trabajo de un equipo de especialistas.  Pero al menos debería empezarse con una colección de sus libros de amplia circulación y precio modesto, que lo haga entrar en cada hogar y quedarse a vivir allí, como un huésped con quien la familia puede conversar en amena tertulia cada día.

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17 de febrero de 2016
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Escena

El agonizante yace en la mesa de operaciones. Ha perdido mucha sangre, cerca de cien mil millones de euros durante este año. Le rodean los facultativos. Rajoy, médico jefe, se prepara para intervenir. "¡Bisturí, pinzas, anestesia!", ordena, pero la enfermera le dice que su secretario se ha largado con el instrumental para venderlo en Marruecos. El médico adjunto, Sánchez, da un empujón al jefe y se abalanza: "Este enfermo necesita una intervención de progreso y de progresa que yo ahora mismo me dispongo a ofrecer ante la ciencia...". Le interrumpe la enfermera: "Hágalo, por favor, adelante". Sánchez retrocede espantado: "Hacer es de derechas, hablar es de izquierdas. Yo hablo, pero no hago ni haré nada que ponga en duda mi progresismo".

La enfermera grita con horror. El ayudante primero, Pablito, está chupándole la sangre al agonizante. "Pero ¿qué hace? ¡Lo está matando!". "Todo lo contrario", responde Pablito, "la sangre es lo más corrupto del capitalismo. Yo me la bebo a la salud de los homosexuales iraníes". La enfermera, fuera de sí, se dirige al segundo ayudante, Rivera. "¡Haga usted algo, por favor, el enfermo se nos va!".

El ayudante Rivera afirma que, aunque Rajoy es un inútil, Sánchez un incompetente y Pablito un parásito, él hablará con todos porque lo cardinal es España. "Sí, claro, señor Rivera, pero le está usted hablando al paragüero", dice la enfermera. En ese momento entra el independentista de la casa. Se ha puesto una nariz roja para que no lo identifiquen. Va a la mesa de operaciones y cubre el cuerpo del agonizante con una bandera catalana. "¡Hala, ya te puedes morir!".

El agonizante se da la vuelta y, a la manera de los antiguos estoicos, se cubre la cabeza con la bandera y muere.

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16 de febrero de 2016
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La culpa del mono ladrón

No nos une el amor sino el espanto, declaró Jorge Luis Borges sobre su relación con Buenos Aires, la ciudad que amaba odiar. A los humanos y a los animales nos unen muchas cosas, pero hasta ver esta foto no había notado que lo más importante es el espanto: la capacidad para ser humillados, castigados, reducidos a la infelicidad.

En su tragedia, este mono es como nosotros.

Esto explica el pie de esta triste foto: un mono que robaba a los tenderos y toqueteaba a las mujeres en Bombay fue “atado, enjaulado y expuesto a la humillación pública”. Era un mono juguetón y hábil: robaba cojines de una tienda, los despanzurraba, se divertía viendo volar los pedacitos y huía con celeridad.

Tras seis meses de sufrir sus monerías, los vecinos contrataron a un experto, quien capturó al mono. Los medios se hicieron eco de su humillación pública.

No se alarmen. Según sus declaraciones a diarios locales, los tenderos no piensan acabar con el macaco. Aseguran que lo “pondrán en libertad aunque aún no se sabe los días que permanecerá enjaulado para cumplir la pena por lo que ha hecho”.

Pero mírenlo: ¿no les da lástima? En su cabeza gacha, su boca entreabierta en un lamento, sus manos atadas detrás de la espalda y su visible tristeza, el mono es más humano que nunca. No le pegan, no lo mutilan, no lo matan: lo humillan. Y en su sentirse humillado se humaniza mucho más que los perros que aprenden a sumar, que los delfines que cumplen órdenes en el acuario o que los caballos danzantes de Viena.

Los animales inteligentes pueden ser más o menos inteligentes que nosotros. Pero no nos identificamos con sus proezas intelectuales. Podemos admirarnos con la mente del otro, no identificarnos. Lo que une es el sentimiento.

¿Cualquier sentimiento? Yo creo que no todos valen. La alegría del perro que se vuelve loco cuando volvemos nos simpatiza, pero es demasiado loco. La elegante indiferencia del gato nos causa gracia, pero es demasiado poco.

En cambio, este mono dolido, vencido, nos llega al alma. Cuando humillan a un semejante, nos humillan a nosotros. La humillación del otro nos subleva, debe sublevarnos.

 

No venimos del mono: vamos a su dolor. ¿Cuántas veces no nos hemos sentido como este mono atado?

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16 de febrero de 2016
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La historia no es para cínicos

Este no es un libro de historia. No lo era tampoco ?Diplomacia?, antecedente y primera gran incursión histórica y política a la idea de un orden global por parte de Henry Kissinger, publicada hace 20 años. El viaje de la academia a la política no suele tener billete de vuelta. Y menos cuando la acción es tan intensa y controvertida como es el caso. Es difícil que el regreso transcurra por los caminos de la objetividad y del rigor académico, cuando hay pecados a justificar, cuentas a pagar e incómodos escollos a rehuir.

La reflexión que surge de la acción encuentra en las memorias su camino más adecuado e incluso su aportación más honesta, en forma de testimonio y en casos singulares como ocasión de confesión y arrepentimiento. A pesar de la dificultad, no se le puede reprochar a Kissinger que no lo haya intentado y con éxito. Ahí están, impresionantes e imprescindibles, discutibles también, sus tres volúmenes memorialísticos: ?Los años de la Casa Blanca? (1979), ?Años de convulsión? (1982) y ?Años de renovación? (1999).

Sí se le puede reprochar y se le han reprochado, en cambio, las deficiencias historiográficas y elipsis de su ?Diplomacia?, libro de 1994, escrito al terminar la guerra fría, y ahora se le podrían hacer los mismos o análogos reproches por su ?Orden mundial?, de 2014, que acaba de publicarse en una traducción (algo descuidada) al español y que en buena parte recorre por segunda vez idénticos problemas y conceptos con idéntica sagacidad e inteligencia. No lo hará el autor de estas líneas y bastará para ello con retomar dos frases de un eminente historiador de Harvard, la misma universidad donde Kissinger se hizo como intelectual y académico.

?Leyendo ?Crisis mundial 1914-1918? de Winston Churchill, Arthur Balfour la llamó ?una autobiografía disfrazada de historia del mundo?. ?Diplomacia? de Henry Kissinger es un libro de máximas disfrazado de historia del arte de gobierno. Las máximas con frecuencia son espléndidas. La historia no lo es?. Así empezaba la crítica del profesor Ernest May, ya desaparecido, en el New York Times (3 de abril de 1994). Y añadía: ??Diplomacia? recuerda los ?Discursos? de Maquiavelo. Maquiavelo también hacía comentarios de historia ?la de la república romana. Pero se equivocaba en detalles y distorsionada ampliamente la historia de Roma (?) Sin embargo, no leemos los ?Discursos? para saber de Roma. Leemos el libro ahora por lo que nos cuenta sobre Maquiavelo mismo y su sabiduría. Las futuras generaciones leerán ?Diplomacia? por razones análogas?.

La actual incursión ensayística seguro que es menos desabrochada que la primera en los detalles históricos, probablemente porque es mayor el trabajo de equipo movilizado detrás de un gran hombre que bordea los 90 años cuando se decide a tomar de nuevo la pluma. Pero también tiene menos atractivos. ?Diplomacia? estaba mejor escrita, quizás escrita con más brío, o simplemente más escrita. También fue una aportación más fresca e innovadora, que atrajo la atención del gran público y divulgó unos conceptos sobre la política exterior de Estados Unidos que actualmente ya forman parte de la cultura periodística general.

Dos son las ideas centrales de ?Orden global?, libro basado todo entero en el paradigma de orden europeo surgido de la Paz de Westfalia (1648), tan apreciado por el autor. La primera, la necesidad de un mundo gobernado a través de un equilibrio de poderes, en el que rigen los intereses nacionales y no los ideales y valores. La segunda, el carácter excepcional de EE UU, que debe seguir uniendo el poder como fuerza geopolítica indispensable y la legitimidad como modelo de sociedad libre. Ambas ideas, perfectamente kissingerianas, se ven ahora atemperadas por la globalidad multipolar o incluso apolar y también por la melancolía de la ancianidad: ?En mi juventud, yo tenía el descaro de creerme capaz de pronunciarme sobre el ?sentido de la historia?. Ahora sé que el sentido de la historia es algo que debemos descubrir, no proclamar?.

?Orden global? no es un libro de historia, pero es un magnífico ensayo sobre el desorden político internacional, más valioso e incluso emocionante si se tiene presente que la voz que nos habla, ahora más escéptica que cínica, es la de uno de los diplomáticos e intelectuales que han dejado una huella más perceptible en la forma de nuestro mundo.

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16 de febrero de 2016
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Laboratorio del físico…antesala del filósofo (cuando la ciencia misma apela a otro discurso).

La legitimidad de la filosofía reposa en el hecho mismo de que, tras la ciencia, hay aun pensamiento, de que la búsqueda de la  inteligibilidad no es el objetivo último y en consecuencia tras su eventual logro no se cierra el discurso. Desde luego hay que hacer el entorno inteligible, hay que hacer  inteligible incluso el espacio y el tiempo, pero hay sobre todo que sumergirse en aquello en lo que encuentra sentido el espacio y el tiempo mismos.  Si no un programa por etapas, sí   hay al menos un espectro de temas  para la  filosofía, y  la mera disposición a ocuparse  de los mismos es una respuesta positiva a la exigencia de Aristóteles.

Espectro que recoge, en lo que hay de esencial, la exploración de la physis elemental, el trabajo de archivo, descripción y previsión que hacen los físicos, pero no para detenerse en el mismo,  sino como indispensable peldaño para el abordaje de aquello en lo que tal exploración reposa, y que no anda lejos de lo que hace la singular physis del hombre, a saber, el lenguaje y sus categorías, los múltiples modos de decir el ser.  Y bienvenido es el hecho de que sean los propios físicos quienes,  desconcertados   por las aporías que encuentran en su trabajo, nos inviten a retomar la disposición aristotélica a la que  en potencia responde todo humano.

Ciertos problemas técnicos de enormes implicaciones teoréticas sólo pueden de entrada  ser abordados por el físico. Pero el meta-físico debe estar muy pendiente de las respuestas  del anterior,  pues es  en base a las mismas que irá trazando un camino en su propia  interrogación. Y el estar pendiente no quiere decir aceptar pasivamente la palabra del físico, sino seguirle en sus conjeturas y experimentos. El laboratorio del físico es asimismo la antesala del filósofo  y los protocolos en los que el primero recoge sus experimentos son  algo así como la provisión de base en las alforjas del segundo.

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16 de febrero de 2016
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