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Doble fuga de amor y muerte de Jean Legrand

Para encontrar la misma dimensión sensorial que impregna todas las páginas de la Doble fuga hay que acudir a los relatos de Djuna Barnes, Julien Gracq, Violette Leduc o Pierre Michon.

El concepto sensorial hace referencia a la apreciación de la exterioridad a través de la intimidad de los sentidos, y encaja perfectamente con el relato de Legrand, donde la interioridad y la exterioridad forman la misma sustancia indivisa.

El lecho en el que se abordan y desbordan los amantes parece indisolublemente fundido al entorno húmedo, vegetal y lujurioso que lo envuelve, como en las escenas de deseo y horror de El bosque de la noche, donde Djuna Barnes despliega todo el poder selvático y emponzoñado de su prosa salvajemente lírica.

Pero que no se engañe el lector: no nos hallamos ante una narración de fácil lectura, si bien tiene la ventaja de tener sólo cuarenta páginas. Doble fuga de amor y muerte es un relato de una densidad que eleva desde la carnalidad más intensa del deseo, y comienza con la exhaustiva visión de una rosa que reposa en un vaso de agua iluminado por una lámpara cónica. Es la imagen de la rosa de oro de los herméticos, y de hecho Doble fuga es un poema en prosa sobre la alquimia del amor, que convierte el plomo de la existencia en oro ardiente y prístino.

Doble fuga habla de la muerte, pero también del renacimiento y de ese doble de nuestro ser que surge en los momentos más culminantes del amor, cuando nos convertimos en la visión más resplandeciente de nosotros mismos.

 

Doble fuga es una narración aconsejable para los que amen de verdad la novela lírica, discontinua y con una gran carga de abstracción. No en vano se anticipa claramente al nouveau roman. A continuación transcribo algunos aforismos entresacados del libro que me han parecido especialmente hermosos e incisivos:

Toda belleza es una mentira cuando se cree eterna.”

El día danza por la noche.”

El amor es temible.”

La habitación estaba suspendida entre los pinos.”

Nuestros sentidos: pájaros soltados en un océano de maravillas.”

Aquella voz suya tan clara cuando hablaba de la locura.”

En ella tenía lugar la danza del fin del mundo.”

Vencido el pudor, el amor es un don perfecto.”

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22 de febrero de 2016
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Poeta de la ausencia

Nadie se llamaba como ella: Idea. Su padre, poeta anarquista, quiso bautizarla como Ideal, pero acabó rebajando las expectativas. Sus hermanos, Azul y Numen, las chicas Alma y Poema. De una casa con patio y jardín en Montevideo tuvieron que mudarse a una barraca de cal donde enfermaron todos. Primero murió la madre, delicada y en cama desde que nació Idea, después el padre, luego el chico, Azul. Ella ya no vivía allí: padecía un eczema en la piel ?que más tarde derivaría en necrosis, y uno de sus amores le arrancaría a tiras la piel muerta? y el polvo de la cal avivaba sus heridas. Huérfana con veinticinco, lucía una belleza diferente, clásica como sus collares de perlas, moderna con su boina y blazer sobre los hombros; su mirada cargaba la misma sensualidad y escepticismo que su poesía. Fue una gran seductora, una amante apasionada que compuso versos hambrientos en los que el amor fue su principal huésped. Idea Vilariño formó parte de la llamada generación del 45, junto a Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti, Ángel Rama o Ida Vitale, un grupo de escritores que recuperaron pasado literario y levantaron puentes de modernidad fundando revistas, traduciendo y editando con mimo. Vilariño vertió al castellano a Shakeaspeare y a Queneau, daba clases, componía y cuidaba las plantas. Era una intelectual clásica. Leer sus versos, se ha dicho, es algo parecido a andar por el alambre sobre el vacío. ?Pocos poetas como ella se leen con las vísceras, el corazón, el cuerpo todo (…) a veces debo suspender su lectura ?tomar aire, cruzar a la verdad del sol? quizás porque me enfrenta de un modo brutal con el horror de la ausencia, la soledad y la muerte?, aseguraba la escritora y actriz argentina Silvia Arazi a La Nación. Y es que para Vilariño la felicidad es siempre efímera. A un amor le seduce otro. O varios a la vez. Fue adulta de joven. Se matriculó en Medicina pero cambió a Literatura. Se enamoró de su profesor y le bordó admirablemente la cubierta de un libro de Paul Valéry. Fue catedrática, ensayista, periodista, rechazó premios oficiales. No tuvo hijos. Anotaba en un libreta el nombre de sus amantes. Pero arrastró allá donde fuera la leyenda de haber sido la amante de Onetti, a quien, tras su ruptura, le dedicó un poema capaz de contener, como en una copa amarga, todo el hielo del desamor, paralizador, inabarcable. Se titula Ya no y se incluye en los Poemas de amor que acaban de reeditar en Chile las Ediciones Universidad Diego Portales. Dice así: ?Ya no será/ ya no/ no viviré contigo/ no criaré a tu hijo/ no coseré tu ropa/ no te tendré de noche/ no te besaré al irme/ nunca sabrás quien fui/ por qué me amaron los otros./ No llegaré a saber por qué ni cómo nunca/ ni si era de verdad/ lo que dijiste que era/ ni quien fuiste/ ni qué fui para ti/ ni cómo hubiera sido/ vivir juntos/ querernos/ esperarnos/ estar./Ya no soy más que yo/ para siempre y tú / ya/ o serás para mi/ más que tu. Ya no estás/ en un día futuro/ no sabré dónde vives/ con quién/ ni si te acuerdas/ No me abrazarás nunca/ como esa noche/ nunca./ No volveré a tocarte/ No te veré morir?. Se conocieron en un bar de Montevideo, en 1950. Ella dirigía la revista Número, él tenía fama de buen escritor y mujeriego, estaba casado con su prima. Ambos esperaban?lo peor? del otro, pero se enamoraron. Fue un amor abrasador. En sus memorias, La vida escrita, hay fotos de todos sus hombres excepto del que más habló, y con el que se siguió escribiendo e intercambiando sueños hasta que murió. Ella lo haría en abril del 2009, quince años más tarde, ciega y sola. A su entierro asistieron doce personas, al de Benedetti, fallecido un mes más tarde, dos mil. Pidió un ataúd sin cruces, desnudo como sus versos. Amaya Arzuaga / Volúmenes puros Una de las diseñadoras españolas más internacional y vanguardista desfila este mediodía en la pasarela Mercedes Benz Fashion Week con una colección inspirada en los planetas: volúmenes cúbicos, prendas suspendidas mediante transparencias, siluetas ingrávidas y pureza cromática definen el trabajo de una Arzuaga tan valiente como transgresora, que vende en las mejores tiendas de Japón, Líbano o París, y que sigue viviendo muy cerca de los campos donde corren los ciervos, en el Bierzo. Tom Cruise / Borrar el gesto Los hay que aseguran tener varias vidas en una y otros que sueñan con reinventarse hasta el extremo de convertirse en un extraño para sí mismos. Rejuvenecer a riesgo de cambiar no tan solo la cara, sino la identidad es una tendencia al alza, como si un lifting les liberara de un monstruo que tenían enjaulado, sean las arrugas, la papada o el ceño. Tom Cruise, al que no le bastaba con parecer un eterno post-adolescente, se ha dejado ver hinchado y enrojecido, y lo que es peor: sin gesto. Inés Martín Rodrigo / La corresponsal Una cita de Joan Didion, ?los recuerdos son las cosas que no quieres recordar?, encabeza Azules son las horas (Espasa) de la periodista cultural Inés Martín Rodrigo, atesorando esa intuición literaria que empuja en la prosa de tantos plumillas. Martín novela la vida de un personaje real: Sofía Casanova, que fue corresponsal en la Gran Guerra, entrevistó a Trotski tras la revolución de octubre y documentó la persecución nazi. Hay que celebrar que las jóvenes recuperen la memoria de las pioneras. (La Vanguardia)

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20 de febrero de 2016
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El alumno de mi ex alumno me entrevista sobre periodismo narrativo

El mayor orgullo de los profesores es cuando nuestros alumnos se convierten en maestros.

Hace ocho años, el gallego/puertorriqueño Carlos Vázquez se lanzó con valentía y suma pericia a hacer un gran trabajo final en el Máster en Periodismo BCN_NY de la Universidad de Barcelona: con su compañero, el sudanés Awad Mohamed Awad-Youssif, recorrieron un país al borde de la división. Con el trabajo de Carlos y Awad aprendí mucho de Sudán, del lugar del pasado y la memoria en la identidad, sobre todo de periodismo.

Hoy Carlos Vázquez enseña en la Universidad del Sagrado Corazón en Puerto Rico. Araíz de mi libro Periodismo narrativo, un alumno de Carlos me entrevista a distancia. Por sus preguntas precisas y directas noto que está en manos de un buen maestro. 

Esta es la entrevista que me hizo Luis Aponte, alumno de periodismo puertorriqueño.  

¿Qué definición podría dar del periodismo narrativo?

Informar contando. Tan simple como eso. “Déjame que te cuente…”, como decía Chabuca Granda cuando empezaba a contar en su canción la historia de La flor de la canela. Yo creo que es la forma más natural de transmitir información, pero en estos tiempos se ha convertido en una rareza. No es un estilo, admite muchísimos. Casi tantos como autores. No es un género: caben la crónica, el perfil, el reportaje y hasta la entrevista y el análisis narrado.

¿Hasta qué punto la literatura tiene que ver con el periodismo narrativo?

El periodismo narrativo se emparenta con la literatura porque se centra en contar una buena historia de la manera más clara y atractiva posible. La única diferencia es que en el contrato tácito con el lector, los periodistas narrativos prometemos que todo lo que vamos a contar es cierto: que los personajes existen, que hicieron lo que decimos que hicieron y que dijeron lo que les atribuimos. Si hay análisis y opiniones, esas sí corren por nuestra cuenta, pero el lector tiene que saber que está ante una historia cierta.

Uno de los puntos de debate es el tema de si la narración debe ser clara, fácilmente comprensible. En estos tiempos de poca lectura, sobre todo por parte de muchos jóvenes, cada vez es más difícil saber qué es fácil de entender y qué no. Por eso creo que los mejores escritores y los mejores lectores de periodismo narrativo son los que también leen ficción, poesía, ensayos, los ven películas y series buenas, los que van a exposiciones de arte, los que están al tanto de las corrientes artísticas.

¿Es claro Shakespeare? El formarse como lector o como público de teatro y cine consiste, entre otras cosas, en lograr que Shakespeare te sea claro. Pero es un error, pienso yo, rebajar el arte y la complejidad de lo que escribimos para que lo entiendan los que no quieren hacer el más mínimo esfuerzo. Entender un texto que intenta contar la vida tal como es lleva tanto esfuerzo como entender la vida misma.

Usted tituló su libro: "Periodismo Narrativo: cómo contar la realidad con las armas de ficción." ¿A qué exactamente se refirió al plantear eso?

En la edición centroamericana de mi libro, publicada por Germinal en Costa Rica, esa relación con la palabra “armas” es muy directa: en la tapa hay un dibujo de un fusil que se transforma en un lapicero. Es un desafió, tal vez una broma macabra en una región muy violenta. La pluma, o el teclado de la computadora, es nuestra arma. Pero con arma me refiero básicamente a una herramienta que sirve para actuar sobre la realidad. Y la ficción, que es la parte principal de la literatura, ha creado formas, estructuras, estilos, modos de percibir y de estructurar y narrar y jugar con las palabras y reflexionar en voz alta sobre aquello mismo que se está escribiendo. De todo lo que inventa, crea, juega, propone la literatura, el periodismo narrativo puede aprender y “copiar” en el buen sentido, para que su relato sea de alto nivel, creativo, atractivo, y también y especialmente, que ayude a entender y ver mejor la realidad.

¿Cuál es la principal diferencia entre el Periodismo Narrativo y el estilo tradicional periodístico?

En mi libro dejo en claro que no creo que proponer, recomendar o hablar bien del periodismo narrativo tenga necesariamente que basarse en hablar mal o insultar al llamado “periodismo tradicional”. La llamada “pirámide invertida”, el contar brevemente qué pasó, quién lo hizo, cuándo, dónde, por qué… empezando por lo más importante y sin pensar en una estructura narrativa sino en un listado de datos, es necesario para dar noticias urgentes y muchas veces, útil para enterarse de lo que acaba de suceder. Transmitir información de forma sencilla, directa, rápida. El género de la noticia. No hay nada malo en eso.

Pero el periodismo narrativo es para periodistas con ganas, talento y ambición de hacer otra cosa: ganas de hacer literatura de no ficción, contar con tiempo y gusto por la creación, el estilo artístico y la estructura original, una historia mediante la cual se entienda mejor lo que sucede. Como yo lo explico a mis alumnos, la noticia te informa de lo que pasa. El periodismo narrativo te permite entender qué nos está pasando, y por qué.

Mucha gente ve el periodismo narrativo como un estilo complicado, y que se va fuera de lo que es realmente periodismo. ¿Qué opina usted sobre eso?

Entender una realidad complicada exige un cierto esfuerzo. El mundo es complicado. Nuestra propia vida es complicada. Una vez dicen que le pidieron a Einstein que explicara la teoría de la relatividad en un minuto y con palabras simples. Dijo que podía hacerlo… pero que no sería la teoría de la relatividad. ¿Qué son los puertorriqueños, por ejemplo? ¿Cómo se sienten? ¿Latinoamericanos, estadounidenses, un poco de cada cosa? ¿Se sienten cómodos en su actual estatus en Estados Unidos? ¿Y esto cambió de la época de tus abuelos a la de tus padres y a la tuya? Cuando se miran en el espejo, ¿qué ven?

Mediante las armas del periodismo narrativo, yo puedo seguir por ejemplo a varios habitantes de la isla durante un mes, tal vez hombres y mujeres de tres generaciones distintas, y tratar de entender qué son, quiénes son, cuál es su compleja identidad colectiva, su pertenencia, su relación con los dos mundos – el latinoamericano y el angloparlante – donde están en complejo balance. Y contar su historia a través de lo que hacen y dicen.

Lo que quiero decir con este ejemplo es que si uno quiere entender una realidad más profunda que la cáscara, tiene que bucear, y que el periodismo narrativo nos ayuda a eso. Si la pregunta es básica, simple, y llamas periodismo narrativo a contar lo simple con palabras complicadas y frases largas… entonces estoy de acuerdo en que no es necesario. ¡Y que no es periodismoni ná

¿Puede mencionar algunos próceres del periodismo narrativo, y si tiene un favorito?

 

Primero, mi maestro, Ryszard Kapuscinski. En Puerto Rico está la académica que mejor lo ha estudiado en idioma castellano: Sarah Platt. Su tesis de doctorado sobre la obra del polaco es modélica. Yo le dedico a Kapuscinski un capítulo entero de Periodismo narrativo (a los otros autores los pongo en grupos de tres o cuatro). Ahora estoy leyendo y escribiendo mucho sobre una autora que admiro muchísimo: la mexicana Elena Poniatowska. Y de los periodistas narrativos de mi país, Argentina, mi preferido, un genio de la literatura de lo real, es Tomás Eloy Martínez. De los maestros del nuevo periodismo estadounidense, mi preferido es Gay Talese.

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19 de febrero de 2016
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A oscuras

  
El silencio y la belleza se comunican en el subsuelo de oro. 
 
 
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Seremos tan débiles como suelen ser los seres mortales. Incapaces incluso de salvarse a sí mismos
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¿No comprar? ¿Se ha visto una condena mayor? El consumo, al revés de lo que se piensa, no nos consume. Nos compadece como un consomé.
 
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Ceder, ceder, ceder. ¿Dónde de halla el punto en que la condescendencia aboca la generosidad hasta la flaqueza?
 
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Un buena pintura acompaña más que su amable personaje. 
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19 de febrero de 2016
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Volver a matar a un Ruiseñor

Es fácil imaginarse a la reclusa autora de Matar a un ruiseñor, en silencio por el resto de su vida. Harper Lee consiguió muy joven escribir un clásico del sur, un libro que se convirtió en lectura obligatoria de todos los colegios de su país, un honor compartido solo con La cabaña del Tío Tom y Mobby Dick. Un libro que es más que un libro, un manifiesto. La película en que Gregory Peck inmortalizó a su personaje central, el abogado Atticus Finch terminó de consagrarla. Lo que no es tan sencillo imaginar es el posible dolor de esa reclusión, su carácter de Bartleby femenino gritando a los cuatro vientos Preferiría no hacerlo antes de volver a escribir una línea. Harper Lee tiene hoy 89 años y vive en una casa de asistencia. Ahora tenemos este libro que ella no quiso editar nunca, porque siempre contestó ante las reiteradas preguntas de por qué no habría otra obra que ya había dicho lo que quería decir y no quería decirlo de nuevo.

Cinco décadas y media después, aparentemente senil y ya sin la protección de su hermana que la cuidó y recluyó toda la vida en el pueblo -Montgomery, Alabama- que hizo célebre como Maycomb, aparece su segundo libro, Ve y pon un centinela, que se lanzó mundialmente como uno de los grandes hallazgos bibliográficos de la historia moderna.  ¿Es su primer o segundo libro este recién publicado?  Desde el punto de vista de la trama es una secuela, pues narra las vidas de la familia Finch: Atticus, la hija Scout, su hijo Jem y la sirvienta Calpurnia después de ocurrido el terrible juicio por violación que llenó la trama del primer libro. Los críticos se han apresurado a investigar, sin embargo, para darse cuenta que Ve y pon un centinela fue escrita antes que Matar a un ruiseñor, que no es una novela más, una secuela, sino un borrador previo. La pregunta que el lector ahora se hace es para qué publicar un libro que su autora -a pesar de haberlo podido hacer- decidió guardar para siempre. Quizá lo que temía Harper Lee es que su heroico abogado, Atticus Finch, es en realidad más complejo que el cruzado por los derechos civiles que pintó su libro publicado. ¿Qué pensarían los lectores ahora que pudieran leer, por ejemplo, su verdadera visión de lo que el mundo afroamericano es para los estados del sur?

¿Tuvo que ver algo el editor de Matar a un ruiseñor en el hecho de que este borrador haya dado lugar a la  novela publicada? La pregunta es válida porque se trata de dos libros totalmente distintos, con los mismo personajes. Mientras que el libro publicado en 1960 trata algo ocurrido en los años treinta narrado además en primera persona por la hija, la nueva novela que tenemos entre las manos está escrita en tercera persona y Scout tiene ahora veintitantos años, ya no es la adolescente de Matar a un ruiseñor. Aún más el Atticus de 72 está enfermo de artritis. Las escenas que se repiten en los dos libros, sin embargo, nos llevan a pensar que el editor probablemente sugirió a Harper Lee (o fue su amigo Truman Capote, no lo sabremos), ampliar el caso de violación y esto dio lugar a la novela clásica. Son especulaciones que el estado mentar de la autora nos impedirá comprobar.

Muchos lectores, decepcionados han regresado a las librerías de Estados Unidos a pedir su dinero a cambio. Esto no es Matar a un ruiseñor, reclaman. Es un problema no de los lectores, aunque parezca, si no de la manera en que se vendió el libro, como la posibilidad de reunirse con la familia Finch de nuevo. La hija pródiga regresa pero el libro es otro, el tono es otro y el héroe es una persona común con grandes problemas raciales. Uno entiende la recepción equivocada de una novela que si bien no es Matar a un ruiseñor, es una obra interesante desde el punto de vista histórico o para los especialistas y críticos literarios, no para el lector común que el mercado ha hecho receptor de un único producto predigeridos.

Si el lector, en cambio, está dispuesto a sumergirse en la nueva (¿o es más vieja?) aventura literaria de Ve y pon un centinela, tendrá ciertas sorpresas gratas. Scout ha regresado de Nueva York para darse cuenta de que la realidad es muy distinta que su recuerdo de Maycomb. Que su padre es también muy distinto y además esta enfermo.  Jean Louise -Scout- sigue siendo un personaje entrañable y su desencuentro es quizá la clave de esta novela que en realidad trata de la imposibilidad del sur norteamericano de sumarse a la industrialización capitalista y su modernidad.  Son los años cincuenta, ya no los treinta, y sin embargo el supremacismo sigue siendo un lastre. La novela desbarranca al final y se diluye pero aún así, como un descubrimiento bibliográfico, vale la pena visitarla. Y luego, con otra visión, regresar a la verdadera obra maestra, Matar a un ruiseñor, que se nos revelará entonces llena de sutilezas desconocidas. 

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18 de febrero de 2016
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Comiaces

Existe (o existía) un vasto lugar, un territorio abrupto e inaccesible, en el oeste de la provincia de Salamanca, al norte aproximado de Ciudad Rodrigo, que hoy aparece, en mapas y planos, como un  despoblado, como un espacio en blanco a salvo de símbolos que indiquen algún modo de intervención humana. En 1962, un grupo de investigadores alemanes lo recorre. Habían entrevistado en un hospital de Sigmaringen al último oriundo vivo de Comiaces, una aldea ya entonces borrada de los catastros, y que según J. H. H., era la capital de lo que hoy denominaríamos una comarca o subcomarca. Este hombre, arrastrado por el flujo migratorio, llega a Alemania a mediados de los  cincuenta y lleva hasta su muerte –a los sesenta y cinco años, a los pocos días en que es descubierto para la ciencia- una vida placentera: residente en las cloacas, nutrido de miasmas, sin la necesidad de hablar con nadie (parece estar más cerca del dominio infuso de la lengua alemana que del recuerdo de la lengua española que sólo balbucea incorporando, eso sí, elegantes alaridos y elocuentes gestos). Tratado por un equipo de psicólogos y antropólogos de la universidad de Stuttgart, se logra fijar el punto exacto de procedencia y precisar algunos datos biográficos  pese a la obstrucción manifiesta del consulado español que sólo quiere su urgente repatriación para su internamiento en un manicomio. Dado el cariz de las revelaciones, se organiza un viaje, con el pretexto, ante las autoridades españolas, de acompañar el cadáver hasta su enterramiento en la aldea. No vamos a describir las peripecias de la prospección sino los resultados. Antes de ser embalsamado se le practica la autopsia confirmándose la naturaleza ósea de la protuberancia situada en la nuca. En las ruinas de Comiaces –así como en las de otros cinco núcleos de población próximos-, en los desvanes de lo que pudieron ser viviendas, hallan varios objetos de madera toscamente tallada que invocan a tamaño natural la naturaleza de un cordero con dos cabezas de diferentes dimensiones siendo, una de ellas, no siempre la mayor, de apariencia humana. En la ladera de un cerro, que equidista de los poblachos, encuentran el gran corral donde, según J.H.H., se encerraba a las criaturas mixtas que sobrevivían al parto y que eran visitadas alternativamente por las mujeres –¿sólo sus madres?- para alimentarlas, y por los hombres para satisfacer su apetito venéreo. Sin mucho esfuerzo se sacan de la paja y el estiércol varios esqueletos, todos bicéfalos, presentando el mismo abanico de posibilidades que presentaban las esculturas: la cabeza humana y la de aspecto ovino alternan en su desarrollo, pero siempre situadas una detrás de otra. Incluso hallan algo de piel adherida a los huesos de las piernas, una especie de lana que les conferiría porte de oveja, acentuado por la postura cuadrúpeda; vencido el cuerpo por el peso de las testas haría incómoda la marcha bípeda. En 1980 se publica un trabajo en Francia, sin resonancia académica alguna, acerca de las oleadas de singularidad morfológica en humanos: se citan los casos de anancefalia en los Pirineos y de bicefalia en el oriente portugués; siempre en espacios de tiempo superiores al año e inferiores a los diez y sin aparente periodicidad. Para Portugal 1896-1904, 1920-1922, 1931-1932, 1939-1946, y para los Pirineos 1828-1837, 1900-1902, 1910-1915. Afectan, dentro de esos espacios, al 50% de los nacimientos, aunque, en su mayoría, el grado de desarrollo de la malformación es bajo, dependiendo, la esperanza de vida, de ese grado de desarrollo: los bicéfalos perfectos no alcanzan nunca los 12 años, teniendo en cuenta que sólo el 25% de los concebidos superan el parto.  

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18 de febrero de 2016
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El califato, más cerca

Si cae Raqqa, la capital del califato, Sirte puede ser la alternativa. Libia, después de Siria. En línea recta, a 1.200 kilómetros de Roma en vez de 2.400.

Hay indicios de que los dirigentes del califato terrorista tienen la vista puesta en la ciudad donde nació Gadafi, actual feudo donde ya están implantados. Es más intenso que nunca el tráfico de combatientes en dirección a Libia, a donde los reclutadores dirigen las nuevas levas, entre otras razones por las crecientes dificultades para llegar a Siria desde Turquía. También hay un incremento de la acción terrorista, con ataques a instalaciones petrolíferas, en busca de fuentes de financiación.

La Libia actual, con dos parlamentos que se disputan la legitimidad, uno en Trípoli y otro en Tobruk, y fragmentada entre clanes tribales, es un paraíso para los grupos y bandas armadas. Desde la caída de Gadafi, en verano de 2011, se ha convertido en un auténtico hub bélico, que ha diseminado armas y combatientes por todo el vecindario. Cuenta con la golosina del petróleo, recurso básico para la financiación del ISIS. Y cuenta también con el efecto intimidatorio de una amenaza más próxima, no tan solo para la realización de atentados en Europa sino también para utilizar sus costas para el tráfico de personas.

Dos factores contribuyen a la idea de una mudanza del califato. La eventualidad de un desenlace de la guerra siria tras el giro en favor de Bachar El Asad gracias a la intervención rusa y los avances hacia un gobierno de unidad libio patrocinados por Naciones Unidas. Ambos factores son igualmente inciertos. La consolidación del régimen alauita situaría al ISIS en el punto de mira de un mayor número de sus adversarios, distraídos ahora en las contradicciones que les dividen; pero no es seguro que las obturara totalmente, sobre todo a la vista del enconamiento entre Turquía y los kurdos. A su vez, la formación del Gobierno de unidad libio, acordada ya en diciembre en Marruecos, está sometida a constantes dilaciones por falta de aprobación por parte de uno de los dos parlamentos implicados.

La peor desgracia sería que el califato terrorista se adelantara con la mudanza a la instalación de un gobierno legítimo y reconocido en Trípoli. Libia necesita formar y entrenar unas nuevas fuerzas de seguridad, controlar las fronteras terrestres --para evitar la infiltración de terroristas y el tráfico de armas-- y navales --para evitar el tráfico de personas--, y erradicar el núcleo del ISIS, tarea para la que probablemente no bastan la aviación y los drones. Esto no sucederá sin una implicación de Estados Unidos y Europa que puede incluir fuerzas terrestres, lo peor de lo peor para la opinión occidental tratándose de guerras.

En caso contrario, conocemos las consecuencias: el califato, más cerca. A mitad de distancia desde donde está ahora hasta Roma, la ciudad amenazada por el ISIS a través de su revista Daqib, con esa portada de su cuarto número en la que vemos la plaza de San Pedro con la bandera negra islámica ondeando en la cima del obelisco.

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18 de febrero de 2016
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