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Convento del Carmen Calzado de Gerona

 

Gustavo Puerta Leisse me pregunta en 2008, en una entrevista publicada en el nº 167 de Educación y Biblioteca, por qué y desde cuándo me apasionan los diccionarios, a lo que respondo: “Porque en ellos está todo lo que un hombre curioso puede aspirar a conocer en esta vida y, además, la sabiduría aparece perfectamente ordenada. Mi primer libro fue la Quarta Edicion del Diccionario de la Lengua Castellana compuesto por la Real Academia Española (MDCCCIII). Aún lo conservo con señales de mordeduras de dientes de leche. En la portada se lee, escrito a tinta, ‘Soi del Carmen Calzado de Gerona’, que era abuela de mi abuela materna, o sea una de mis tatarabuelas, hija de un militar que casaría en esa provincia con un miembro de una de las ramas más  genuinamente catalanas de mi familia; esa boda sería hoy impensable, constituiría un acto contra natura.”   

 Me extrañaba que la anotación empleara esa vulgar construcción gramatical que antepone el artículo al nombre de persona, y que el apellido de mi antepasada, Calzada, fuera masculinizado pero, lo definitivo, ha sido entrar en https://es.wikipedia.org/wiki/Convento_del_Carmen_Calzado_(Madrid) y descubrir que Carmen Calzado de Gerona se refiere al Convento del Carmen Calzado de Gerona, uno de los conventos de la Orden del Monte Carmelo que surgieron en España a partir del siglo XVI. No encuentro en internet referencias al convento de Gerona pero sí sobre otros, en especial al de Madrid que, como puede leerse en Wikipedia, posee una interesante historia.

 

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4 de febrero de 2016
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Con freno y marcha atrás

La Unión Europea es un club singular, donde siempre es mejor cualquier acuerdo que un desacuerdo. El último argumento es el better together, eslogan unionista británico dirigido al separatismo escocés: juntos estamos mejor. Es bueno todo lo que sirva para que Reino Unido siga en la UE, con el único límite de que la UE no deje de ser lo que es.

Lo ha entendido muy bien uno de los líderes del Brexit, el ex secretario de Defensa Liam Fox: ?Lo máximo que podemos obtener es una asociación mejor a un club equivocado?. Los euroescépticos solo votarán a favor de la propuesta que convierta la UE en el club que a ellos les gusta y este es un club que renuncia a sus ambiciones políticas hasta disolverse y convertirse en el único club acertado, una mera asociación de libre comercio.

No sería un acuerdo sino una rendición. No es lo que han propuesto Tusk y Cameron, conscientes de que el Brexit sería una revés europeo en uno de los peores momentos históricos, que se añadiría a la crisis de los refugiados, la deriva populista y la transgresión de principios y valores fundacionales por los gobiernos extremistas de Hungría y Polonia.

Los servicios jurídicos de la UE son formidables y con capacidad para tejer acuerdos al borde de la contradicción. Eso es lo que han hecho con el manojo de documentos publicados el martes por la presidencia del Consejo. Nadie debe renunciar a los objetivos de la UE, incluida la unión cada vez más estrecha que los euroescépticos británicos repudian. Tampoco se limita a los países del euro para seguir avanzando sin cortapisas ni vetos británicos. Pero a la vez se responde a todas las exigencias de Cameron con dos artefactos jurídicos que solo se entienden gracias a metáforas tomadas de la mecánica de coches.

Se trata de un freno de emergencia y de una palanca de cambios. Con el freno se desactiva temporalmente, cuatro años quizás, los efectos de la libertad de circulación de trabajadores dentro de la UE respecto a los beneficios sociales. Con la palanca de cambios se organiza y reconoce por primera vez una Europa de dos velocidades: la directa del euro y la más lenta de las monedas nacionales en escrupulosa igualdad de condiciones.

Estas novedades desbordan la técnica utilizada hasta ahora de los opting-out o derogaciones específicas exigidas por determinados socios copmo Reino Unido para permanecer en el club. Tienen el inconveniente de que sirven para todos, e introducen así un principio de deconstrucción, deshacer el camino. Eso es la marcha atrás y también la caja de herramientas que facilita el desmontaje del vehículo.

En contrapartida, no son de uso fácil: el freno entrará en vigor únicamente si el referéndum británico arroja un resultado positivo; se podrá activar tras los lentos trámites del Consejo y el Parlamento Europeo; antes de utilizarlo, Londres deberá pedir permiso al Consejo, que se lo dará si hay una mayoría cualificada a favor: solo entonces Reino Unido podrá limitar derechos a los trabajadores extranjeros que lleguen al país. En resumen: que la nueva mecánica está pensada para ganar el referéndum, pero no sirve para frenar bruscamente ni para desguazar el vehículo.

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4 de febrero de 2016
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Altos vuelos

Coincide ese 1% que, según Intermón Oxfam, acumula el 99% de la riqueza de la Tierra con la porción minúscula de mujeres que visten alta costura: un puñado de privilegiadas que dejan caer sobre sus huesos exquisitos trajes hechos a mano ?durante cientos de horas? en talleres comandados por auténticos sibaritas del tejido. Porque la alta costura, lejos de languidecer, se ha instalado con su tozudo anacronismo en la cima de los negocios más prohibitivos. Produce con cuentagotas, como estrategia para crear leyenda y marca y, sobre todo, para ejercer atracción hacia los productos de consumo común que también llevan estampada su firma: un frasco de perfume evocará la magia de una firma de esta pasarela tremendamente elitista que se celebra dos veces al año en París y que una vez más ha sorprendido por su vigor y su crecimiento. Por un lado, se garantiza la pervivencia de las batas blancas y las petites mains que elaboran cada centímetro de tela al dictado del modista, y, por otro, una gran parte del artesanado francés ?bordadores, sombrereros, plumassiers?? sigue en activo gracias al mecenazgo de Chanel. Y es que el negocio de las maisons va al alza: en Dior se han triplicado los encargos, nuevos couturiers independientes, como Giambattista Valli, ex Ungaro, crecen en solitario, y en Chanel aseguran que el negocio va viento en popa, por ello sus desfiles se han convertido en una puesta en escena digna del mejor ballet ruso. Mientras durante la crisis se han popularizado expresiones como fondo de armario o buena inversión, ahora los gurús de las finanzas recomiendan invertir en moda exclusiva, uno de los sectores inmunes al desaliento generalizado, que no ha sufrido espasmos en 25 años. Leo en The Guardian que, mientras los precios de marcas de lujo están superando a la inflación, ?la inversión en la moda de alta gama tiene sentido financiero?. Y los artículos de lujo ?con precios fijados por marcas como Richemont, Hermès y Louis Vuitton? podrían subir un 6% este año. Bien saben las casas de subastas, de Durán ?la única que ha vendido fondos de alta costura y bolsos de Hermès en nuestro país? a Sotherby?s, que la alta costura de mediados del siglo XX incrementa hoy su precio entre un 20% y un 30%. Los trajes originales del prematuramente fallecido Alexander McQueen se pujan por las nubes, pero un abrigo de damasco rosa de la célebre diseñadora italiana Elsa Schiaparelli puede salir por entre 15.000 y 23.000 dólares. Revalorizar el pasado de la moda, más allá de un acto de embriaguez estética, constituye una nueva manera de hacer patrimonio propia de una sociedad hastiada de lo nuevo y reluciente, atiborrada de tecnología y hambrienta de verdadera fortuna. (La Vanguardia)

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3 de febrero de 2016
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Paseo entre árboles muertos

El periodista Robert Hitchens me entrevistó en Managua en 1985, cuando era vicepresidente de un país en guerra contra los contras armados por el gobierno de Reagan, quien en sus discursos televisivos, con voz y gestos de anunciador de detergentes, explicaba frente a un mapa el peligro que significaba Nicaragua, más cerca de Washington que Wyoming.

Hitchens venía en nombre de The Nation, la clásica revista de la izquierda intelectual norteamericana, donde se habían publicado las entrevistas que otro periodista memorable, Carleton Beals, hizo en 1928 al general Sandino en sus cuarteles de la montaña en San Rafael del Norte, cuando luchaba contra las tropas de ocupación de Estados Unidos.

Yo no recordaba ese encuentro de 1985, ni el reportaje que en base a nuestra conversación fue publicado en la revista Granta de Londres ese mismo año, hasta que Valerie Miles, la directora de la edición en español, me lo hizo llegar; por mi cuenta, rastreando en la red, me encontré con una foto que registra la ocasión, publicada en The Guardian en 2010. Hitchens, murió pocos meses después, en 2011, de un cáncer en el esófago. Ya nunca volvería a encontrarme con él.

En esa foto aparecemos conversando en mi despacho de la Casa de Gobierno, él sentado en el extremo de un sofá, mientras toma notas, y yo en una mecedora tejida de junco, de esas que los nicaragüenses solían sacar a las aceras de sus casas para las tertulias vespertinas.

Una cortina cubre el ventanal que da las ruinas y baldíos de lo que había sido el corazón de la ciudad, baldíos donde era posible ver algún caballo pastando la hierba reseca, y había familias hacinadas en las ruinas de los edificios aún no demolidos, sumidos en la oscurana.

Al triunfo de la revolución en 1979 no teníamos donde instalarnos, y por fin encontramos este edificio en medio de las ruinas del terremoto; sólo habían sobrevivido los primeros tres pisos de lo que había sido el rascacielos del Banco Central, y enfrente funcionaba la Asamblea Nacional, en la vieja sede del Banco Nacional, otro edificio descalabrado .

Hoy, treinta años después, según la opinión generalizada, el viejo centro de Managua "ha recuperado el alma". La avenida Bolívar, que corre al lado de lo que fue la Casa de Gobierno, ahora se llama "Avenida de Chávez a Bolívar". Comienza en la rotonda en la que se alza el monumento a Chávez, donde el rostro del comandante venezolano, con su boina roja ritual, descuella en medio de una flor luminosa de pétalos multicolores, y termina en el puerto Salvador Allende, en la ribera del lago Xolotlán, con su malecón que entra en la lista de los diez mejores de América Latina del diario El País.

Allí se han construido réplicas exactas de las casas de Rubén Darío y el general Sandino. Es como en el cuento del mapa en relieve que ordenó hacer un emperador chino, igual al tamaño del reino, escrito por Borges. En el cuento, es el mapa el que se deteriora, hasta quedar sólo ruinas "habitadas por animales y mendigos"; aquí, son las casas originales las que van menoscabándose, víctimas de la incuria, mientras estas otras, las falsas, aún huelen a cemento fresco. Igual que  en Las Vegas. ¿Para qué ir tan lejos si en la misma avenida de los casinos de juego se pueden visitar la torre Eiffel, los canales de Venecia, y el coliseo romano, todo junto?

Cuadra tras cuadra, la avenida de Chávez a Bolívar, igual que las vías principales de Managua, se halla sembrada de decenas de árboles de la vida, que la gente llama "arbolatas", extrañas estructuras metálicas de 10 toneladas y 17 metros de altura, pintadas originalmente de amarillo y ahora de los más diversos colores, e iluminadas con 15 mil bombillos Led cada una, con sus ramas en formas de arabescos. Un bosque muerto que no deja de crecer.

Un profuso kitsch sostenido por los petrodólares venezolanos, que ya menguan, y que no hubiera pasado desapercibido para Hitchens, quien en su reportaje observa que ya entonces Managua combinaba "lo peor de las ciudades del tercer mundo con lo peor del mal gusto del primero".

Managua era entonces fruto de una miseria humilde, cuando la revolución llenaba de esperanzas la oscuridad de aquellas ruinas y baldíos; en cambio, cuando ya no hay revolución, todo parece tan falso como el extraño bosque de árboles de fierro que se multiplican en una incontrolable epidemia.

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3 de febrero de 2016
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Valeria Luiselli y su "Historia de mis dientes"

La Fama es una señora muy voluble, alguien dijo. La Fama, pensaba hace años Borges, la dispensan los profesores. Hoy no es así. La fama, al menos la literaria, tiene mucho que ver con los agentes y con la mitificación de la figura del escritor, cada vez menos con la obra. Piénsese si no en el caso de Roberto Bolaño quien cumpliendo el consejo de James Dean murió joven aunque no sé si dejó un cadáver hermoso. La mitologización de Bolaño como el último beatnik latinoamericano, quien dejó la vida y el hígado en pos de la escritura ha contribuido a su entronización. Pero creo que más que ello ha sido el trabajo en inglés del chacal de Nueva York, su agente, Andrew Willey. La salida en Estados Unidos de sus primeras traducciones estuvo acompañada de las dosis justas de buenas reseñas en el New York Times, de escritores bien escogidos escribiendo los blurbs, y de ediciones lo suficientemente grandes para llegar a un público mayor que el que, normalmente, se asoma a la literatura extranjera en las mesas de novedades de las grandes librerías en este país. Sara Pollack, recientemente, ha estudiado el papel de las traducciones en la creación del mito Bolaño. De tal forma que hoy es el único autor, después de los maestros del Boom que se conoce en estas tierras agrestes (http://complit.dukejournals.org/content/61/3/346.abstract). De cualquier manera Willey logró su encomienda y su cliente (la viuda de Bolaño) vendió lo suficiente para que después de Los detectives salvajes se imprimieran en inglés incluso las obras menores o reunidas de su autor. No estoy aquí discutiendo el valor literario –o si no lo tiene- de Roberto Bolaño, estoy solo apuntando a una de las razones por las que él y no otros de su generación o posteriores son conocidos, traducidos y sobre todo leídos en Estados Unidos.

            Recientemente una obra pequeña, en una editorial independiente, de Valeria Luiselli, ha tenido la oportunidad de aparecer en el escaparate por más de quince minutos. Historia de mis dientes, un libro curioso de su autora, publicado por Coffee House Press (que además es una casa editorial sin fines de lucro) Es algo que debemos celebrar todos. Luiselli no tiene un agente todopoderoso, si bien estudia en Columbia University y está representada en los Estados Unidos, y no publica en una de las grandes editoriales que pueden asegurar reseñas favorables en los periódicos correctos. Aún así su libro ha sido primero nombrado como uno de los 100 mejores de 2015 por el New York Times y ahora es finalista del National Critics Book Award. Nunca un escritor que escribe originalmente en español había sido finalista antes del premio, lo que también abona a favor de que estamos viviendo, quizá nuevos tiempos en medio de la selva del mercado. El que mejor ha leído este desplazamiento de Bolaño hacia a) Una mujer y b) El fenómeno Indi, es Aaron Bady (https://lareviewofbooks.org/review/bolanos-teeth-valeria-luiselli-and-the-renaissance-of-mexican-literature ), pero el libro ha conseguido también el apoyo del Hufftington Post y de otros medios. Se trata, ya lo decía de un pequeño objeto curioso. Su historia es importante de contar. Empezó como un texto comisionado por JUMEX (la fábrica de jugos mexicana cuyos dueños poseen una de las mejores colecciones de arte contemporáneo y recientemente un museo privado para su exhibición) y Luiselli lo convirtió en un texto colaborativo entre la autora y algunos trabajadores de la fábrica que aceptaron leer fragmentos y responder. Es un texto en realidad sobre el valor del arte. O como diría Bourdieu, el valor del valor. Quién lo otorga, cómo se produce. Y eso es lo que ha pasado al libro. Si Los ingrávidos (también traducida al inglés) era una novela sobre la literatura (y sobre Gilberto Owen) este pequeño libro es sobre el arte, la curaduría, el extraño mundo que orienta el gusto. Y precisamente es por esa posible orientación del gusto que ha tenido el éxito que ha tenido en Estados Unidos. Aquí hay, sociológicamente, las condiciones para a) una circulación de libros experimentales, mejor si escritos por extranjeros o por mujeres, como el proyecto de Dorothy, a Publishing Project, que edita sólo mujeres y que ha conseguido ciertos premios ya a sus publicaciones. (https://www.facebook.com/Dorothy-a-publishing-project-135189196495042/?ref=ts&fref=ts) , b) hay un lector, salido de los programas de “Escritura Creativa” de las universidades entrenado para estos libros y c) un sistema de premiación que permite que ciertos libros lleguen a un mercado mayor pese a iniciar su vida en el margen. Debo decir que he ido a diez librerías de Boston y que solo en dos independientes está el libro de Luiselli. En Porter Books, incluso, en la mesa de novedades recomendada por alguien del “staff” de libreros del lugar. En ningún Barnes and Noble se encuentra el libro, hay que solicitarlo. En su interesante libro, The Program Era, Mark McGurl discute precisamente esa extraña dicotomía para el escritor norteamericano: o vivir en Nueva York o estudiar Creación Literaria en una universidad prestigiosa. El hecho de que Luiselli tenga un agente mediano pero importante, que viva en Nueva York y que haya estudiado en Columbia es relevante, pero lo que más me mueve a pensar cómo se produce el valor en Estados Unidos es en realidad el tema del libro, el estilo experimental y los circuitos de circulación de cierta literatura en este país. Nada me daría más gusto, por supuesto, que ganara el National Critics Book Award porque en México el medio es mucho más conservador para la consagración literaria y ese texto de Luiselli no fue leído como su primera novela, por otro lado abriría la puerta a otras traducciones en este lado de la frontera. ¿Existiría Valeria Luiselli sin Cristina Rivera Garza? Es pregunta, que conste. El poco éxito de la autora de Nadie me verá llorar en Estados Unidos, donde vive –ah, pero en California- desde hace años me lleva a esta y a otras muchas preguntas.  ¿Tiene razón Aaron Bady y la posible consagración de Luiselli es una simple continuación del éxito de Bolaño? No estoy tan seguro. Bolaño pertenece a otra ópera. Este momento es muy particular y merece toda nuestra atención de lectores ante los nuevos modos de crear gusto y producir valor. O de hacer Fama. Don Quijote la buscaba heroicamente y decía: “Una onza de buena fama vale más que una libra de perlas”. ¿Será?

 

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2 de febrero de 2016
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