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La figura del extranjero (II) Recordando a José Donoso

Como he recibido mensajes de amigos sorprendidos por mi post anterior, empezaré por lo más elemental. Para el psicoanálisis, especialmente el de la escuela de Lacan, todos somos extranjeros para nosotros mismos, como dijera Julia Kristeva, discípula directa del gran psiquiatra francés. Se trata de una evidencia que todos podemos constatar cuando abordamos las zonas más oscuras de nuestra personalidad.

Por otra parte, identificarse y reconocerse en la figura del extranjero no quiere decir serlo. En una película o en una novela nos podemos identificar con un determinado personaje, pero eso no quiere decir ni que seamos ese personaje ni que creamos serlo. Simplemente estamos proyectando nuestros deseos en él.

Respecto a las ventajas e inconvenientes que puede tener encarnar la figura del extranjero, pocos escritores lo han visto mejor que José Donoso. En el libro Correr el tupido velo escrito por su hija Pilar (un testamento que sangra en cada página y que aconsejo leer a todos los amantes de la obra de Donoso) rescata del diario íntimo del autor de Lugar sin límites y El obsceno pájaro de la noche esta reflexión sobre la extranjería:

Ser extranjero es tener que identificarse, explicarse a sí mismo ante cada persona y volver a definirse ante cada situación. En el país propio no hay necesidad de hacerlo porque se reconocen todas las claves: hablar, vestir, casa, costumbres, dirección..., modismos, todo instantáneamente descifrado. Desde allá (desde el extranjero) uno pensaba con deleite que volvía, justamente, a eso (al regresar a su país natal). Pero con el tiempo una llega a comprender que ese deleite es pasajero, además de esterilizante. Si uno exhibe señas de identidad inmediatamente reconocibles es prisionero de ellas, una terrible máscara de hierro que le impide cambiar constantemente de máscara y uno está condenado a una sola. Se echa de menos la variedad de máscaras que uno podía conjugar allá (en el extranjero), y uno se da cuenta de que la identidad es más rica si es una suma de máscaras diversas, no una sola “persona” esclavizadora.

Al igual que Lacan, Donoso tiene claro que toda identidad (geográfica, cultural, familiar) es una máscara destinada a ocultar la incómoda verdad de nuestro ser, y que si se trata de máscaras, es mejor muchas que una sola. Por lo demás, si caemos en las convenciones de la identidad para señalarnos a nosotros mismos, tendríamos que definirnos según el gentilicio de todos los lugares en los que hemos vivido, nos hemos educado y hemos amado, pues de no ser así, mentiríamos por omisión y negaríamos tanto lo que de verdad somos como lo que no somos: una mutilación a la que nos sometemos cuando optamos por una identidad única. Sería como hacer un solo papel en el teatro del mundo, ¡Qué aburrimiento más aterrador y qué mentira más opresora, sabiendo, como sabemos, que todos estamos partidos por dentro y que somos como mínimo dos!

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18 de abril de 2016
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Obama en Hiroshima

Hay gestos que curan, actos simbólicos con capacidad terapeútica. Lo más parecido a milagros laicos o morales. Willy Brandt, de rodillas ante el monumento del gueto judío de Varsovia (71.000 judíos caídos en la represión nazi de la insurrección o deportados), en diciembre de 1970. François Mitterrand y Helmut Kohl, cogidos de la mano ante el osario de Douaumont en septiembre de 1984, donde se hallan enterrados y mezclados 130.000 cadáveres de jóvenes alemanes y franceses sin identificar, en Verdún, escenario de las matanzas de la I Guerra Mundial.

Gestos como los de Varsovia y Verdún suelen ser fruto de una larga y callada meditación, aunque luego parezcan espontáneos y sorprendentes. Brandt había depositado una corona como parte del protocolo más ordinario de la visita del canciller, pero quiso significar de forma más emotiva y explícita el pesar de los alemanes por el dolor infligido a los judíos, a Europa entera, y especialmente a los países del antiguo bloque comunista, los destinatarios de la apertura al Este, la Ostpolitik, con la que el brillante político socialdemócrata y antiguo resistente contra el nazismo inició el camino hacia la reunificación alemana y europea.

El acto que presidían Kohl y Mitterrand ya era de un alto simbolismo en la reconciliación entre franceses y alemanes, pero el presidente francés quiso desbordar el protocolo para condensar en una imagen elocuente que quienes pudieron coincidir frente a frente y matarse uno al otro en la II Guerra Mundial eran ahora el motor que impulsaba la unidad de los europeos. Nunca como en aquellos años funcionó el tractor franco-alemán que condujo al ingreso de España, al Mercado Único y al Tratado de Maastricht, entre muchas otras cosas, la mejor época de la Europa que hemos conocido.

Ahora le corresponde a Obama conseguir un gesto de fuerza simbólica semejante. Su secretario de Estado, John Kerry, le ha allanado el camino y ha anunciado incluso cuándo se presentará la oportunidad. Kerry se hallaba este pasado lunes en Japón en una reunión de ministros de Exteriores del G7, el grupo de países más industrializados, para aprobar precisamente la Declaración de Hiroshima, sobre el desarme nuclear y el combate contra la proliferación de armas nucleares. Allí el secretario de Estado visitó el museo que conmemora el uso de la bomba atómica por primera vez como arma de guerra y aprovechó la circunstancia para escribir en el libro de honor que "todo el mundo debería venir y sentir la fuerza de este memorial". ¿También el presidente de Estados Unidos?, le preguntaron los periodistas japoneses en la conferencia de prensa posterior. "Todo el mundo es todo el mundo. Algún día, así lo espero, sea o no como presidente", respondió.

Obama estará en Japón dentro de unas semanas, a finales de mayo, con motivo de la cumbre del jefes de Estado y de Gobierno del G7 que se celebrará en la península de Shima, y muy probablemente tendrá la oportunidad de desplazarse hasta Hiroshima, tal como espera la opinión pública japonesa. La visita de Kerry tuvo ya un fuerte contenido simbólico, puesto que es el primer secretario de Estado que visita la ciudad, siete décadas después del bombardeo. Pero la visita de un presidente y sobre todo de alguien como Obama que ha hecho del desarme nuclear uno de los puntos centrales de su programa presidencial, sería un gesto insólito de valor para los japoneses, pues reafirmaría tanto la alianza con Estados Unidos como el valor de la Constitución pacifista japonesa, redactada bajo la sombra del arma nuclear.

Obama sucedió en 2008 a uno de los presidentes más proliferadores de la historia, abstracción hecha de Harry Truman que fue el único que utilizó el arma nuclear en Hiroshima y dos días después en Nagasaki (más de 200.000 muertos en total). George W. Bush abogó por mantener y desarrollar el arma nuclear; se opuso a la ratificación del Tratado de Limitación de Pruebas Nucleares para poder ensayar con las llamadas bombas de bolsillo; llegó a especular con el uso de una cabeza nuclear táctica contra las instalaciones nucleares de Irán, que habría significado el tercer golpe nuclear de la historia y habría tenido consecuencias devastadoras; fragilizó la doctrina antiproliferación con un acuerdo nuclear con India, un país con el arma nuclear que no ha firmado el Tratado de No Proliferación (TNP) y que en buena lógica no debía tener asistencia de los países firmantes; e impartió una auténtica lección proliferadora a Corea e Irán cuando no tenían todavía armas nucleares: quien no quiera ser atacado como Sadam Husein, que no poseía armas de destrucción masiva, mejor que las adquiera lo más rápidamente posible para evitarlo.

Al llegar a la Casa Blanca, Obama empezó a revertir los efectos de la belicosa presidencia anterior. Negoció y firmó el Nuevo Start, un tratado de reducción de armas nucleares que recorta el arsenal de las dos grandes potencias de la guerra fría a la mitad. Pronunció en Praga un discurso de resonancias históricas, en el que fijó como objetivo la desaparición de las armas nucleares. Y consiguió el acuerdo por el que Irán renuncia al arma, en el marco multilateral del Grupo 5+1, (los cinco miembros del Consejo de Seguridad, todos con arsenal atómico, más Alemania).

También hay un debe en su cuenta nuclear. EE UU no ha reducido ni un centavo en su programa de renovación nuclear para los próximos 30 años, por valor de un billón de dólares (un trillón inglés). Durante su presidencia, Corea del Norte ha seguido avanzando hacia la obtención de un arma disponible sobre un misil de largo alcance. Rusia ha inscrito de nuevo el uso del arma atómica en el corazón de su doctrina estratégica, ya sea en respuesta a un ataque nuclear, ya de un ataque con fuerzas convencionales que Moscú considere una amenaza existencial. Muy poco se ha avanzado en los tratados multilaterales pendientes, el de limitación de pruebas y el de producción de materiales nucleares, y nada en las conferencias de revisión del Tratado de No Proliferación, cuya última sesión, la de 2015, terminó sin texto de conclusiones. Las mayores piedras en el zapato de la proliferación son la polémica desnuclearización de Oriente Próximo, con su derivada en Pakistán e India, países proliferadores enfrentados que no han firmado el TNP; y el desproporcionado comportamiento de las cinco potencias nucleares reconocidas, que se limitan a mantener el status quo sin aplicarse en la obtención del objetivo del desarme total al que se comprometieron por el Tratado.

No sabemos que hará Obama en Japón, aunque es probable un gesto curativo como los de Brandt en Varsovia y Kohl y Mitterrand en Verdún. No hay en la opinión pública japonesa una especial expectativa respecto a la eventual petición de perdón del presidente del país que les bombardeó hace 71 años, pero es difícil que el Premio Nobel de la Paz de 2009 no tenga un gesto de profunda pena por el daño causado y por la era del terror nuclear abierta aquella madrugada siniestra de agosto de 1945 en que el Enola Gay lanzó Little Boy ?así se llamaba la bomba? sobre el centro de Hiroshima. Un gesto bien meditado de Obama en el Memorial de Hiroshima sería una excelente culminación para su presidencia y un legado desproliferador, una buena noticia por tanto no tan solo para los japoneses sino para todos los habitantes del planeta.

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18 de abril de 2016
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Recordando a la insustituible Margarita Rivière

Tenía miedo de que en medio de la conversación pública nos pusiéramos a llorar. Y en cambio nos reímos, nos alegramos, fuimos felices por una hora de recuerdos y dulces nostalgias.

En el marco de las Jornadas Literarias de Les Corts, organizadas por el escritor, periodista y dramaturgo Albert Lladó, él me propuso presentar un homenaje a la gran cronista, entrevistadora, novelista y amiga Margarita Rivière. Sería un diálogo público con su esposo y compañero de toda la vida, Jorge de Cominges. Margarita murió hace un año. Además de Jorge, vinieron sus dos hijos, que yo conozco desde la adolescencia.

Margarita fue una de las primeras invitadas en el Máster en Periodismo BCN_NY, de la Universidad de Barcelona, al que llegué hace 18 años como jefe de estudios y del que ahora soy director. Vino en 1998 a presentar su importante libro de entrevistas sobre  nuestro oficio, “El segundo poder”. Me enamoré de su forma de hablar, tan inteligente, tan apasionada, tan modesta. Le propuse a Cuní que ella diera un taller cada año de Entrevistas. Fue una profesora luminosa, mágica. Diez años más tarde, ya con la salud minada, me propuso dejarlo y entre los dos invitamos a Núria Navarro, la excelente entrevistadora, reportera y editora de El Periódico para ocupar su lugar. Núria es una gran profesora, una dignísima sucesora. Creo que ya sospechaba esa mañana que Margarita y yo le estábamos haciendo un “cásting”.

Siempre seguí en contacto con Margarita. Cuando comencé la colección de libros Periodismo Activo de la Editorial de la UB, pensé en una antología de entrevistas de Margarita. Trabajamos juntos, principalmente en su casa, en la selección de entrevistas y le propuse hacer una introducción y un texto breve para presentar cada entrevista.

Cuando llegué este jueves 14 de abril a la Biblioteca Can Rosés, de su barrio de toda la vida, Les Corts, se me ocurrió pedir libros de Margarita Rivière. Tenían ocho de sus 28 libros. Desde un “Diccionario de la moda” hasta “La aventura de ser mujer”, desde un libro para niños con dibujos de Mariscal y su exitoso “Serrat y su época”, hasta su novela casi póstuma, tan valiente, sobre la corrupción catalana, “Clave K”.

Todos los libros estaban trajinados. Todos habían sido sacados y leídos. Varios estaban subrayados. El que tenía más marcas y rayones era el nuestro, Entrevistas. Con los libros en la mano, Jorge y yo repasamos la carrera y la vida de Margarita, que eran uno y lo mismo. Su fantasma, sonriente, brillante, burlón, sobrevolaba la sala. Vinieron amigos, colegas y también sus lectores, que siempre fueron legión.

Recordar a los amigos queridos que nos enriquecieron nos aminora la tristeza, nos hace sentir que todo valió la pena.

Agradezco a Jorge, a Albert, al personal de la biblioteca, a los asistentes por invitarme a esta fiesta del recuerdo. Y los dejo con el prólogo que le escribí desde el corazón hace dos años. Dice así:   

*       *        *

Al comienzo del siglo XXI, ya rozando los 60 años de edad, la prestigiosa periodista de prensa y autora una treintena de libros Margarita Rivière se lanzó a dos nuevas aventuras a la vez.

Aceptó la invitación de Josep Cuní para escribir y leer en antena una columna radiofónica semanal en su programa mañanero de Ona Catalana, y empezó, con el entusiasmo de los principiantes, a escribir periodísticamente en catalán. Como catalana que fue a la escuela durante el franquismo, Margarita no había estudiado su idioma natal formalmente. “Fue como empezar de nuevo”, dice hoy Margarita.  

Unos años más tarde, Cuní juntó en un libro una selección de “textos hablados” de sus tres columnistas estrella. La más veterana era la mítica luchadora antifascista y escritora tantos años exilada Teresa Pàmies. La “niña”, la entonces joven promesa Pilar Rahola. Y “la del medio” era Margarita Rivière. El libro se llamó 3X1: El mundo actual a través de tres generaciones (Rosa dels ventes, 2003). Eran tres mujeres intensas y brillantes, tres voces femeninas para seleccionar trozos de la realidad más inmediata y ayudar a los oyentes a pensar.

Así presentó Cuní a Margarita Rivière en su prólogo a 3X1: “La periodista más sólida del país. Avalada por un trabajo profesional tan amplio como indiscutible en su valor intelectual, la cantidad de libros publicados y su incidencia – también a nivel internacional – echa leña al fuego vivo de una mente despierta, necesitada de preguntarse de manera constante el porqué de todas las cosas y de buscar sin límites razones satisfactorias”.

“Pero eso no es todo”, continúa Cuní. “Porque durante la investigación, y siguiendo su adecuado camino para hallar las respuestas correspondientes a las múltiples preguntas, reflexiona, analiza, teoriza también sobre los diferentes obstáculos que parecen impedirle avanzar. Pero ella los supera con éxito, y arriba a la meta con unas conclusiones que no han dejado al margen ningún detalle por pequeño que sea. Esos detalles son, en definitiva, los que conforman la complejidad de nuestra vida cotidiana”.         

En esta pequeña historia encuentro dos cosas esenciales de Margarita Rivière. En primero lugar, su lanzarse a un nuevo medio y un nuevo idioma a una edad en que muchos colegas se retiran o se limitan a repetir viejas fórmulas. Y este certero elogio de Cuní encuentra en ella la mirada siempre atenta, el fijarse en detalles que otros pasan por alto y el llevar sus observaciones a análisis y teorías.

Así es Margarita Rivière: aventurera y profunda.

*       *        *

Ahora me toca contarles algo de la relación de Margarita Rivière con la entrevista. Explicarles por qué creo que el género y el arte de la entrevista no sería lo mismo en la España del siglo XX sin ella.

Obviamente, como con todos los grandes escritores, las entrevistas de Rivière se defienden solos, no necesitan mi encomio. Ya leerán ustedes su introducción, sus textos de presentación de cada entrevista seleccionada y las entrevistas mismas. Les aguarda una fiesta triple: Margarita ha seleccionado personajes fascinantes, sorprendentes; los ha entrevistado con maestría y ha sacado de ellos más que ninguno o casi ninguno de sus colegas; y finalmente, por su mirada amplia al mundo y al papel del periodista, ha sabido crear texto a texto un cuadro profundo de un mundo en constante cambio, y de un mundo social – Catalunya y también España – en momentos clave de su historia.

Estas entrevistas cumplen con lo que para mí son las reglas básicas de una muy buena entrevista: en ellas se habla de algo que pasa o pasó fuera del momento de la charla, pero también son un momento de apertura y descubrimiento en sí mismo. En ellas pasa algo. Aunque sean breves, tienen un arco dramático, vemos a una mente brillante tratando de entender a su entrevistado, o de entender un tema a través de la persona que tienen enfrente. Se leen como pequeñas obras de teatro con dos personajes.

Margarita Rivière comenzó en esto del periodismo a finales de los años sesenta. Ha publicado más de 30 libros, ha introducido en el periodismo español temas antes no considerados dignos, y hoy aceptados y prestigiosos, como la moda, . Y temas antes considerados tabú, como la experiencia de la vejez y las etapas de la vida de las mujeres

¿Quién escribía sobre la experiencia y la sensibilidad de las mujeres mayores antes que ella? ¿Y quién se había atrevido a dedicar un libro a la menstruación, como hizo Margarita con su hija Clara de Cominges en 2001? ¿Y quién tomó con tanta seriedad como ella el tema de la formación de la Unión Europea y la importancia de la entrada de España en la Europa de los ochenta? ¿Y quién escribió con tanta perspicacia y profundidad sobre la dictadura de la fama en el imaginario mediático del nuevo siglo?

Nadie. Margarita Rivière es insustituible, porque muchos de los temas que ahora consideramos lógicos, como si hubieran estado siempre, fueron puestos sobre la mesa del debate periodístico por ella. ¡Y qué suerte tiene este país de que haya sido alguien con la inteligencia, el rigor y la ética de esta pionera humilde.

*       *        *

Como todo verdadero maestro, no será ella quien se ponga medallas. Por eso me alegra mucho tener la posibilidad de escribir este prólogo. Esperarían ustedes en vano a que ella misma les cuente lo importante que fue para el debate sobre temas de Historia con mayúscula y de vida doméstica. No se me ocurre ningún periodista al que se aplique mejor la máxima de que no hay temas menores, sino escritores menores. 

En su larga trayectoria, Rivière tuvo dos “picos” fundamentales de relación con la entrevista. Uno fue en los ochenta, cuando como parte del equipo fundador de El Periódico de Catalunya, publicó una entrevista diaria (“libraba” los domingos) durante cuatro años. De allí partió a dirigir la delegación en Catalunya de la agencia EFE, una experiencia de la que suele hablar con gratitud y que le dejó, como las demás, muchas enseñanzas.  Y tras ese trabajo enorme, otro aún mayor: cuatro años más de entrevistas diarias en La Vanguardia en los noventa.

Mis alumnos suelen leer a los tres excelentes periodistas que hoy se turnan para hacer las entrevistas de La contra de La Vanguardia. Yo les digo que en los noventa, Margarita Rivière hacía el trabajo de los tres.

Lo más parecido a una autobiografía que ha escrito Margarita es un libro delicioso para una colección de Editorial Síntesis sobre los placeres de la vida. Otros escribieron sobre el placer de leer, de escuchar música, de comer y de danzar. Ella dedicó un libro al profundo y simple placer de ser mujer.

Allí sus lectores aprendimos que para Margarita Rivière, ser mujer es lo mismo que ser periodista, ser observadora de la realidad, tratar de ser hija, esposa y madre, intentar ser catalana y española, estar preocupada por la situación de los desfavorecidos y comprometida con las causas de su tiempo.

 Al argumentar las  razones por las que se lleva bien y armoniosamente con su sexo, la autora se dedicó a contar su historia personal y profesional. Y un capítulo central en esa historia lo componen los años dedicados a la entrevista. En su visión, entrevistar tanto y a tanta gente fue su mejor escuela.

“La gente con la que hablaba en estas entrevistas (…) me enseñaba muchas cosas: todo un mundo aparece detrás de cada persona y a mí todo me interesaba”, confiesa con placer Margarita. “Pero, con la premura y la presión del trabajo, apenas podía digerir toda aquella riqueza humana, lo cual me estresaba muchísimo. De la primera etapa de mis entrevistas diarias me queda, sobre todo, un retrato bastante preciso de mi generación”.

Leyendo esto terminé de entender el método, la unidad que late detrás de su sucesión de entrevistas con personajes tan distintos como los que aparecen en este libro, y que van desde presidentes y líderes revolucionarios, religiosos y sociales hasta pensadores, novelistas, actores, músicos, jueces y condenados. Es un retrato coral de su época.

Así como Josep Pla trazó en su sucesión de perfiles de catalanes ilustres un mapa de su país, así como Joseph Mitchell recorrió las calles de Nueva York pintando un mapa de los seres anónimos de su ciudad, Margarita Rivière plasmó a lo largo de miles de entrevistas una idea colectiva del tiempo que le tocó vivir.

Y, dado que entre sus entrevistados había gente a la vanguardia de la creación artística y científica y la organización de plataformas y estructuras sociales nuevas, también se adentró en el esbozo del tiempo futuro.   

“Me queda también, como fruto de estas entrevistas, la detección de no pocos problemas que se agigantarían con el paso del tiempo”, escribe en El placer de ser mujer. Y los enumera: “la tiranía de la belleza y la eterna juventud, el problema de la vejez, la frustración de las mujeres y la desorientación masculina en general y en la organización del mundo en particular, el papel cada vez más decisivo de los medios de comunicación, la desigualdad del reparto de las riquezas del mundo, las consecuencias de la acción humana sobre la naturaleza, la mercantilización de la ciencia… Tengo la sensación de que todo lo que ahora nos preocupa gravemente ya estaba inventariado y sobre la mesa en aquellos lejanos años ochenta tal como aparece en mis entrevistas”. (pag. 93)

*       *        *

Desde el comienzo de este siglo, Margarita Rivière se liberó del periodismo diario, pero de ninguna manera bajó el ritmo. Si hay algo constante en su carrera es dejar lo que ya sabía hacer muy bien para aceptar nuevos retos, lanzarse a desafíos estimulantes. Así es como aparecieron libros sobre la visión femenina como El mundo según las mujeres, sobre la moda (Lo cursi y el poder de la modas, Premio Espasa de Ensayo), y sobre otro de sus temas estrella: el poder de los medios (El malentendido, Icaria, 2003).  

“Escribir libros y trabajar por mi cuenta me obligó, con la sorpresa de que era un placer casi nuevo y devorador, a descubrir la pasión por la lectura”, cuenta Margarita en El placer de ser mujer. “Organicé mi tiempo para poder leer y lo hice vorazmente, de forma desordenada, pero con la ventaja de que si algo da la experiencia es la capacidad para saber encontrar lo que a uno le interesa (…). La experiencia, en una mayoría de casos, también es un placer, aunque no esté así reconocido”. (pag. 100-101)

Pero también combinó este interés permanente por el discurso periodístico, que la llevaría en los últimos años a la nueva aventura de cursar un doctorado en Sociología en la Universidad de Barcelona, con su debilidad eterna por la entrevista. Y en uno de sus libros más valiosos, El segundo poder, volvió a repasar su carrera como entrevistadora para juntar en un tomo muchas de sus entrevistas con reporteros, editores, pensadores y contadores de historias. Ya lo había hecho en los noventa con su primera colección de entrevistas, La generación del cambio. Así dejó un relato a muchas voces sobre una nueva generación, en este caso centrado en el poderoso e inquietante nuevo mundo del periodismo en la era digital.

Pero hay preocupaciones que no cambian mientras su mirada se posa en las novedades del mundo. Atraviesa la obra de Margarita Rivière una preocupación perenne sobre las desigualdades sociales, sobre la construcción y la destrucción del estado de bienestar, sobre los males del capitalismo crudo y el egoísmo de los poderosos. En 1995 ya definía con rigor y lucidez el mundo que se estaba terminando de formar y que hoy nos atenaza: “¿Quién puede escapar al fundamentalismo laico del dinero?”, se preguntaba y nos preguntaba.

Y como los temas le seguían zumbando como moscardones, así definía en su columna de radio en Ona Catalana el 7 de febrero de 2002 el credo de esa religión atroz que nos rige “con una doctrina: el capitalismo salvaje y duro; con un lenguaje: el de la competición; con unos rituales: comprar y vender para ganar; con unas normas: el interés individual y la victoria del más fuerte; con un premio: el poder, la dominación; con un castigo: la marginación, la sumisión; con un bien: la riqueza; con un mal: la pobreza”. 

En esta mirada doble caben lo grande y lo pequeño. En toda su obra, Rivière nunca deja de pensar que la experiencia humana a ras de calle y las construcciones político-económicas son caras de la misma realidad. Entrevista a los poderosos y los grandes pensadores para que le expliquen el mundo, y habla siempre con las víctimas, con los anónimos, para que nos transmitan cómo se siente, cómo se vive, cómo se sufre la estructura que en la época de la gran periodista se va haciendo más potente y más cerrada.

Después de leer a Margarita Rivière somos algo más sabios, entendemos mejor el mundo que nos rodea y nos entendemos mejor a nosotros mismos.

Y con las entrevistas, el eje y la cadena de la producción periodística de la autora, vamos asistiendo a una larguísima y fascinante conversación con el mundo. A ella nunca le faltan las preguntas. Muchas veces sentimos que las mejores son las “repreguntas”, las que le surgen a partir de algo que está diciendo el entrevistado. Tenemos la sensación de que por más que escriba o grabe, Margarita está siempre atenta, se adelanta a lo que nosotros quisiéramos preguntar.

*       *        *

Esto mismo pasaba en sus clases del Master en Periodismo de IL3-Universidad de Barcelona que tengo el placer y el privilegio de dirigir. Durante una década, Margarita Rivière fue nuestra profesora de entrevistas. A diferencia de los otros profesores, ella no quería que los alumnos le entregaran sus textos por anticipado, no quería verlos con tranquilidad y anotarlos con paciencia en su casa. Quería ser sorprendida ante la entrevista leída delante de todos los alumnos. Su reacción era instantánea, y siempre encontraba cosas que los demás y el mismo autor no habían visto.

Más de una vez yo entré sigilosamente en clase y me quedé en un rincón. Pude presenciar momentos mágicos en los que el estudiante terminaba de leer y ella respiraba hondo y pedía que volviera a leer algo. Podía ser una pregunta, parte de una respuesta, el título, el final. Pero era siempre un momento clave, el momento en que un artículo imperfecto y a veces aburrido adquiría sentido, relevancia, dramatismo, humor. Su oído absoluto había detectado la clave para apreciar ese texto. Y nosotros éramos testigos del momento en que la mente de una gran periodista hacía ‘click’. Sus clases dejaron huellas imborrables en muchos de nuestros ex alumnos.

Espero que esta antología, que trae al presente momentos importantes del periodismo de este país, le recuerden a sus lectores algunos de sus mejores momentos. Y que atraigan a nuevos ‘rivieristas’ que se acerquen desde otros acentos y otros ámbitos a su estilo directo, respetuoso, preciso de entrevistar.

Les invito a leer estas entrevistas, que atraviesan más de tres décadas, como si se tratara de una larga conversación. Margarita Rivière habló con decenas de personajes admirables, extraños, queribles o inquietantes. Pero siempre, en el fondo y muy profundamente, está hablando con nosotros, sus lectores.

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16 de abril de 2016
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Predador

Uno de los hápax más inquietantes es la voz francesa ‘carable' que aparece en el "Voyage à Jérusalem du Seigneur d'Anglure", de 1395, donde se aplica a un animal menor que un zorro y que acosa, sin descanso, perdices y liebres.

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16 de abril de 2016
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Encanto y rebeldía

Confiaba en el futuro, incluso cuando ya estaba muy enferma. Siempre terminaba sus correos asegurándome que algún día encontraríamos el tiempo para tomar un té y unas pastitas, o un granizado de limón. Nunca pensé que aquel iba a ser su último mail, datado el 2 de marzo de 2015: ?Qué gusto leerte, ya ves que cada vez más gente quiere saber cosas de moda. Todo lo que me llegue te lo pasaré ya que yo estoy muy inactiva y sólo me dedico a ayudar a estudiantes y leer lo que me apetece. (Bueno, preparo otro libro de moda con calma chicha). Estoy fastidiada de salud así que estoy por casa descansando todo lo que puedo. Ganas de verte, todas. Pero no te preocupes lo más mínimo y atiende bien tus trabajos, algún día hablaremos. Te convoco ya a la presentación de mi primera novela el 25 de marzo en la Bernat (19 horas), Clave K, un thriller político (e irónico). Seguro que lo pasas bien. Es un texto escrito en los noventa y que, por motivos políticos, fue ninguneado por las editoriales. Ya te explicaré si te interesa. El asunto me divierte bastante?. Margarita Rivière (Barcelona, 1944-2016) murió cuatro días después de la presentación de su desternillante novela. Fue su último logro, y a la vez una demostración de que la justicia poética existe. Nunca se abandonó, de la misma forma que nunca se dio importancia a pesar de haber roto techos con ambición, rigor y esa media distancia que siempre le ponía entre lo importante y lo trivial. Fue una de las primeras periodistas que alteró el orden de las noticias durante la transición. ?Las mujeres ganaremos en el mundo del periodismo cuando consigamos cambiar el orden de prioridad de las noticias?, afirmaba en una entrevista que ahora recupera la exposición Margarita Rivière: obrint portes, organizada por el Col·legi de Periodistes de Catalunya, en la que se reivindica su figura poliédrica, la de quien supo hincarle el diente a la política, escarbar bajo la piel de la moda, comparar la fama a un santoral laico, y no perder nunca el espíritu crítico y al mismo tiempo hedonista. Contaba una anécdota de su época de jefa de sección del Diari de Barcelona, que le costó años digerir: ?Tristán de la Rosa le presentó todo el equipo al director Josep Pernau e iba diciendo: Enric Sopena, una estupenda pluma, y así uno tras otro hasta que me tocó el turno y dijo: Margarita Rivière, de buena familia?. Mujer de risa gruesa, pelo corto, jerséis de punto y zapato plano, Margot no entendía de poses ni artificios. ?Era como un mar, una persona con la que navegarías?, la definió Josep Martí i Font en el acto de homenaje del Col·legi de Periodistes. Según Xavier VidalFolch: ?Tenía calidad de mando, sin miedo a la competencia?. ?Su mirada era transparente?, afirmó Margarita Sáenz-Díez, primera compañera de redacciones junto con la que andaba kilómetros para alcanzar el inhóspito baño de mujeres de la redacción. Con su amigo Santiago Dexeus escribió varios libros divulgativos, entre ellos La aventura de envejecer: ?Fue un desastre, nadie quería ser aventurero ni mucho menos envejecer. Ella propuso cambiarlo por Vivir la madurez con optimismo. Y se vendió la tirada completa?, contó Dexeus. Su obra bebe de la amplia tradición europea que interpreta el aire de los tiempos desde la semiótica, la historia y la filosofía. Amaba con la misma pasión a Mozart y Rossini que a Coco Chanel. Margarita Rivière es el mejor ejemplo de intelectual afrancesada, rigurosa, desprejuiciada y rebelde aunque nunca descreída sino comprometida con su tiempo y su género sin integrismos ni ñoñerías. Ambicionó, luchó y vivió intensamente. (La Vanguardia)

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16 de abril de 2016
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Clases de corazones

Me asombra encontrar a muchos amigos pintores que se declara autodidactas. Cierto que en la escritura pasa a otro tanto o más. La diferencia es que la pintura requiere una técnica no siempre disponible industrialmente. Las letras están hechas y, encima, suelen ser siempre negras, mientras que contemplar al pintor -todavía existente- que tensa y monta sus lienzos sobre el bastidor y les procura su personal apresto e incluso sus colores elaborados artesanalmente, nos recuerda las maniobras de un amante durante los primeros compases de la alcoba y el lecho. 

El escritor puede que tenga parte de estos sentimientos consigo -"metafóricamente" dentro se sí- pero en el pintor o el escultor, la analogía de hallarse en creciente contacto con la que será su amante en el lienzo despierta una emoción singular. Y lo digo yo que soy de los que nunca se ponen a escribir en pijama, o con las manos sin lavar y en zapatillas. Es decir, tal como hacen algunos desharrapados neobohemios que creen en que basta echar humo y miasmas enrarecidas gdesde la mente o el aturdido corazón.

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15 de abril de 2016
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La perestroika del desierto

Una cierta perestroika ha empezado súbitamente en Arabia Saudí, cuando menos se esperaba y por parte de quien menos se esperaba. La policía religiosa, puntillosa y vigilante ante los comportamientos religiosos desviados de los ciudadanos, y especialmente de las mujeres, ha sido desposeída por el gobierno de sus poderes para perseguir, detener y castigar directamente a los infractores de la ley islámica, a la vez que se le ha recomendado que actúe ?con amabilidad y gentileza? cada vez que tropiecen con un comportamiento sospechoso.

Los designios de Riad se cuentan entre los más opacos y secretos del mundo, tan difíciles de interpretar como eran los del Kremlin en la era soviética. No es fácil comprender el significado de esta medida, que convertirá al temido cuerpo de policía religiosa en algo más inofensivo que los bobbys de Londres, dedicados a dar buenos consejos y a ayudar a las viejecitas a pasar los semáforos en vez de amedrentar e incluso castigar a la población.

Cuesta creer en una reblandecimiento del actual poder saudí, en manos del joven príncipe Mohamed bin Salman, número tres en la jerarquía e hijo del rey Salman, que ha dado suficientes pruebas de radicalización bélica y de la proverbial dureza saudí en el mantenimiento del orden público y la aplicación de castigos medievales, incluida la pena de muerte con sable, que en 2015, con 157 ejecuciones, alcanzó la mayor cifra en 20 años.

También cuesta creer que haya empezado a agrietarse el pacto fundacional, en el que se aliaron, ya en el primer Estado saudí (entre 1744 y 1818) la casta guerrera de los Saud con el clan religioso wahabita. El método saudí para resolver los conflictos solía ser una adecuada proporción de represión brutal y de compra de voluntades, con reparto compensatorio de subsidios a los disidentes y a la casta religiosa encargada de vigilarlos. En esta ocasión, en cambio, la medida consiste en quitar competencias y por tanto poderes a los religiosos y de ahí que haya levantado una auténtica oleada de euforia en las redes sociales.

El nuevo poder, instalado tras la muerte de Abdala en enero de 2015, está aplicando con tanta energía como sigilo un programa de reformas y recortes sociales destinado a afrontar la caída de los precios del petróleo. No son pocas las dificultades en un país de población creciente y joven, acostumbrado a los subsidios y con gastos de defensa en aumento, debido sobre todo a la peculiar guerra fría que mantiene con Irán y a sus expresiones calientes en las guerras de Siria y de Yemen.

La neutralización de la policía religiosa es un gesto de apaciguamiento hacia quienes acusan al régimen saudí por su colusión con el terrorismo de Al Qaeda y del Estado Islámico. Ambos beben de idénticas fuentes rigoristas wahabitas, tienen formas muy similares de impartir su justicia islámica, y ostenta idéntico desprecio destructivo hacia el patrimonio arqueológico. El escritor argelino Kamel Daoud ha calificado a Arabia Saudí como ?un Daesh o Estado Islámico que ha triunfado?. (New York Times, 20 de noviembre de 2015).

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14 de abril de 2016
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El Boomeran(g)
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