Vicente Verdú
Me asombra encontrar a muchos amigos pintores que se declara autodidactas. Cierto que en la escritura pasa a otro tanto o más. La diferencia es que la pintura requiere una técnica no siempre disponible industrialmente. Las letras están hechas y, encima, suelen ser siempre negras, mientras que contemplar al pintor -todavía existente- que tensa y monta sus lienzos sobre el bastidor y les procura su personal apresto e incluso sus colores elaborados artesanalmente, nos recuerda las maniobras de un amante durante los primeros compases de la alcoba y el lecho.
El escritor puede que tenga parte de estos sentimientos consigo -"metafóricamente" dentro se sí- pero en el pintor o el escultor, la analogía de hallarse en creciente contacto con la que será su amante en el lienzo despierta una emoción singular. Y lo digo yo que soy de los que nunca se ponen a escribir en pijama, o con las manos sin lavar y en zapatillas. Es decir, tal como hacen algunos desharrapados neobohemios que creen en que basta echar humo y miasmas enrarecidas gdesde la mente o el aturdido corazón.