El escritor italiano Erri de Luca presentó en España su más reciente novela, Historia de Irene (Seix...

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Puede que para algunos una golondrina no haga verano, pero dos quizás sí: el premio Hugo a la mejor nouvelle de este año fue para Hao Jungfang, por Folding Beijing; esa nouvelle, junto a un par de cuentos de Cixin y una selección de otros cinco autores, se encuentra en Invisible Planets (Tor, 2016), una antología de ciencia ficción china contemporánea que sirve de entrada a este vasto universo. Ken Liu, el antologador y traductor, insiste con justeza en el prólogo que estos cuentos y nouvelles deberían ser juzgados por su valor literario universal; a la vez, sin embargo, también se puede leer la ciencia ficción china como, en palabras de la escritora Xia Jia, una "alegoría nacional en los tiempos de la globalización". Las grandes transformaciones sociales y económicas del país se reflejan en un género que juega siempre a dos bandas: imagina los "mundos invisibles" del futuro a la vez que dialoga y critica con los "mundos visibles" del presente.
En Folding Beijing, por ejemplo, Hao Jungfang ha encontrado una metáfora perfecta para hablar de las disparidades sociales y las brutales divisiones de clases: una ciudad dividida en Tres Espacios, que se va plegando y desplegando literalmente a lo largo de 48 horas de modo tal que los que viven en un Espacio jamás entran en contacto con los de los otros dos Espacios, y donde hasta las horas de luz son divididas de acuerdo a clases: quienes viven en el Primer Espacio tienen más derecho al sol. En esa ciudad quebrada se desplaza el procesador de basura Lao Dao, y su misión arriesgada será llevar un mensaje del Tercer al Primer Espacio (lo mueven razones económicas: necesita dinero para pagar la elevada pensión del kinder de su hija).
Si bien la trama o el lenguaje de Folding Beijing no son muy originales, sí lo es ese Beijing quebrado que imagina Jungfang: los sueños de la China única, de la sociedad comunista igualitaria, han dado lugar a un estratificado monstruo del hiperdesarrollo. Hay otras ciudades distópicas en la antología, como la de Ma Boyong en "City of Silence", que actualiza el 1984 de Orwell: un mundo en que las "autoridades apropiadas" publican todos los días el listado de "palabras sanas" que pueden usar sus habitantes y las "protegidas" o prohibidas ("irónicamente, protegida era una palabra protegida"), y en el que todas las comunicaciones se llevan a cabo en la red, porque así es más fácil vigilar y censurar (el progreso tecnológico permite los sueños y pesadillas del presente); la rebelión comienza cuando grupos de gente se reunen en secreto a, simplemente, hablar y hacer cosas en libertad.
Hay mucha diversidad en Invisible Planets: el cyberpunk de Chien Qiufan, los cuentos de fantasmas en Xia Jia, el surrealismo de Tang Fei, el híbrido de fantasía y ciencia ficción de Cheng Jingbo, la visión épica de Liu Cixin ("The Circle", uno de los mejores de la antología, adapta una sección de El problema de los tres cuerpos para contar una historia alternativa ambientada en el 227 a.c. III, en el que se imagina la invención de la computadora). No todos los cuentos quedarán, pero un género que cuenta con Jungfang, Boyong y Cixin está en buenas manos en China.
(La Tercera, 18 de diciembre 2016)
La voz de las personas
es una inmediata
habitación
limpia o seca,
suave o escarpada.
Cada voz ofrece
la sombra
de una construcción
interior
difícil y
altamente compleja
que se desarrolla
,sin embargo,
espontáneamente
y sin enmienda fácil.
La propia voz
significa a la vez
que la voz
es propia de sí.
Ajena
a la vista
y no asociable
verazmente
a otra identidad.
Cualquier
identidad
se independiza
a su vez
de su prestancia
o su desazón.
Escuché entonces
una voz
que fue una cura
una llama
apagándose
entre el fuego integral.
Esa voz
que me indicó
entonces
el camino
incipiente
de una consolación
Y he olvidado
si fue
tierna o transparente
o blanca y azul.
Su indecible
sonido
se concentró
enseguida,
como una bala,
sobre el centro
del tímpano
Y allí dejé
de sollozar.
El decaimiento y
la mala salud
cubren, en la vida,
tiempos muy largos
que, a menudo,
se presentan
como el curso natural
de seguir aquí.
Dolores silentes
engastados en
el seno de la carne
como piedras
obvias del ser.
Del ser vivo que
discurre
con sus
o alhajas heridas
hacia el esmerilado
cristal
de una muerte
común.
Una muerte
,vista entonces,
como la borda
de obsidiana o de charol.
Fin sonido ni olor.
Apenas, si acaso,
un gemido la ameniza
y una tez violada
la maquilla.
Y de ahí,
que yo hubiera perdido
la lisonja de la mente,
el jolgorio
o el brinco
del corazón.
Cualquier fiera
puede
arrancarnos
un bocado
del pecho
y, decidir,
en lo sucesivo,
tomar un lado
en nuestra cama
en la ducha
o en el mantel.
Muerte inseparable
que succiona
la linfa dulzona
y deposita en su curso
,vacío,
un puñado de hormigas.
Hormigas suicidas,
negras hormigas
inclinadas a sucumbir
junto a los pulmones
hospitalarios.
Albos pulmones
ajenos
pero, ahora, de su mismo
cantón.
Fue este su destino hormiguero
su criminal razón de ser
¿O será mío este sino
puesto que tales insectos
no vienen a alojarse
en mis vanos
sino que fueron
obra de mis intersticios.
Género de mis anfractuosidades.
Escabrosidades que mi cuerpo
segregaba
como una manifestación
natural de su estilo,
su tamaño
y su paupérrimo
vigor.
Hacía
tantos meses
que no experimentaba
alegría
que había
olvidado
la belleza
de su acidez.
Este intervalo
hoy
de inesperado júbilo
ha izado escultura
temporalmente feliz.
Una figura de
caramelo meloso
inconsistente o
disolvente...
¿Pero qué otra
disolución
continua
no se vive al vivir?
¿Qué racimo de
uvas dulces
no perdió pronto
su dichosa humedad
y eligió
producir
objetos y personas
cada vez más rancias?
Objetos y personas
de pieles satinadas
y ojos fulgentes antes
y de sexos opacos
ahora.
Desecados
en el arrugado
y sumiso
reino
de la caducidad.
Se supone que tras escuchar el fatídico “Caballero, la ciencia ya no puede hacer nada más por usted”, el así desahuciado empieza a traspasar la difusa divisoria entre la vida y la muerte y se adentra en ella hasta terminar desapareciendo incluso de la memoria. ¿Quién dice usted? No, lo siento, nunca he oído hablar de esa persona que menciona. Es posible que haya vivido aquí, pero seguramente fue hace mucho tiempo. Adiós.
En enero de 2014, cuando ya estaba inmerso en la redacción de Botas de lluvia suecas, a Henning Mankell le descubrieron un tumor maligno y ya incurable (metástasis) El epílogo de esta que iba a ser su última novela lo firmó casi un año más tarde en Antibes, en marzo de 2015, y murió en el mes de octubre de ese mismo año. Leyendo sus memorias, o espigando en las entrevistas concedidas por aquellas fechas, queda muy claro que no tenía ningunas ganas de morirse y que de haber tenido ocasión aún le hubiese dado unas cuantas oportunidades más a Wallander y al resto de personajes que bajo diferentes nombres pero dotados de un indisimulado parentesco entre sí le han acompañado a lo largo de su prolongada y fecunda producción artística. Ello no por no hablar de los innumerables proyectos de orden social y cultural que tenía en marcha o de los frentes políticos que se le abrían de continuo y que hubiese preferido llevar hasta el final.
Aunque resulte decididamente morboso parece inevitable que el lector, mientras se sumerge en el Mankell de siempre, se plantee hasta qué punto la conciencia de estar desahuciado, o el progresivo e inevitable decaimiento físico provocado por su situación, llegó a afectar al escritor hasta el punto de infiltrarse en su escritura y a condicionar la calidad o el desarrollo de la misma.
Es indudable que en ocasiones parece como si Mankell, de manera consciente o no, quisiera compartir su angustia y buscase algún tipo de complicidad con el lector. El protagonista de Botas de lluvia suecas es un cirujano que desgració de por vida a una paciente (a la que amputó el brazo sano) y que el lector fiel a Mankell ya conoce por una novela anterior titulada Zapatos italianos. Es un hombre mayor, con una trayectoria profesional arruinada debido a que aquel error fue tan injustificable que ni siquiera él ha logrado perdonarse. En su anterior aparición, el desterrado veía perturbados sus doce últimos doce años soledad por la llegada a su isla de Harriet Hörnfeldt, una antigua amante a la que abandonó si justificación alguna y que ahora regresa a su vida caminando sobre el hielo, cric,crack, ¡con la ayuda de un andador! Años después de aquella visita que le dejó como herencia la aparición de una hija de treinta años cuya existencia desconocía, Frederik Weslin, vuelve a ver convulsionada su apartada existencia por un incendio que arrasa hasta los cimientos la casa de sus abuelos. En sus prisas por salvarse de las llamas se echa por encima un impermeable y se calza unas botas de lluvia que por desgracia resultan ser las dos del pie izquierdo. Todas sus restantes posesiones y bienes y notas y escritos y recuerdos han quedado reducidos a una maloliente masa de cenizas.
Al plantear una situación tan ambigua (un hombre ya mayor y cansado que acaba de quedarse sin nada y debe decidir si empieza a reconstruir su vida desde cero o bien si puede tirar con lo puesto hasta el final) Mankell si situó en un terreno en el que realidad y ficción tenían que solaparse por fuerza. En una de las muchas evocaciones a las que se entrega el anciano, por ejemplo, se cita el caso de un atlético joven que acude a un hospital convencido de padecer una hernia discal y le detectan un cáncer de pulmón que ya ha hecho metástasis, por lo que el dolorcillo en el cuello es una consecuencia de las células malignas que el tumor está expandiendo. No por casualidad ése fue el caso de Mankell cuando acudió al médico para tratarse lo que él creía una molesta tortícolis. Lo mismo cabe decir de ese otro personaje que se queja de que “ya no se enseña a la gente a morir”, o las diversas alusiones a la muerte que surgen aquí y allá.
Pero ojo porque Botas de lluvia suecas no es un largo adiós y mucho menos un lacrimógeno testimonio autocompasivo del tipo qué he hecho yo para merecer esto. Es verdad que muchas veces parecen coincidir el discurso de Frederik Weslin y lo que Mankell debía de estar sintiendo en ese momento. Pero las que mandan son la lógica y la coherencia literarias, y en caso de discrepancia entre ficción y realidad se resuelve en favor de la primera. No obstante, sí cabe señalar un matiz diferenciador con respecto a escritos anteriores. En la obra de Mankell la soledad es un imperativo absoluto, el principio más fuerte como si dijéramos, al que es inútil oponerse porque forma parte de la condición humana.
En esta novela, como en las anteriores, los personajes son huraños, antipáticos, distantes y sin el menor gusto por los placeres sencillos (la comida, la bebida, compartir un cigarro y una cerveza viendo atardecer). A pesar de lo cual es perceptible una apuesta por la compañía de otros. Que no te libran de la soledad ni te permiten salvar la barrera del aislamiento, pero que están ahí y ya que no afecto al menos merecen atención y hasta tomarse la molestia de reconstruir una casa para ofrecer un refugio frente a la intemperie. Como suele decirse, sin fe pero con esperanza. Y algo es algo.
Botas de lluvia suecas
Henning Mankell
Traducción de Gemma Pecharromán Miguel
Tusquets
La idea de un mundo gobernado es ajena a la mentalidad de quienes, como Donald Trump, propugnan el regreso de Estados Unidos a una grandeza perdida con la regla de oro de situar el interés de su país por encima de cualquier cosa. Aunque America First es lo más parecido al espanto del prohibido Deustchland über alles, nada en los nombramientos del presidente electo desmiente hasta ahora este nuevo rumbo guiado por el interés de las grandes empresas estadounidenses a costa de sembrar el caos en el resto del planeta.
En la próxima administración serán numerosos y brillarán los guerreros negacionistas del cambio climático: el secretario de Energía, Rick Perry, quería eliminar su departamento cuando fue candidato en las primarias republicanas; el de Interior, Ryan Zinke, es un enemigo declarado de los ecologistas; el de Medio Ambiente, Scott Pruitt nunca ha creído en el objeto que trata su agencia; y el de Estado, Rex Tillerson, presidente de Exxon-Mobil, cuenta como bazas su amistad con Putin y la envergadura de la empresa que ha presidido hasta ahora, capaz de contravenir los intereses de su propio gobierno, como sucedió en Irak, donde se alió con los kurdos en detrimento del gobierno de Bagdad.
Soberanía no es únicamente dominio, sino sobre todo responsabilidad, especialmente respecto a la población. Un Estado que no garantiza la vida y las libertades de sus ciudadanos no merece su reconocimiento como legítimamente soberano. Se trata de la responsabilidad de proteger que abre la puerta al derecho de injerencia y tuvo su momento culminante, y probablemente último en muchos años, en la intervención de la OTAN en Libia, cuando la protección de la población rebelde de Bengazi ante la ofensiva militar de Gadafi llevó a un cambio de régimen, tarea para la que nadie tenía autorización legal.
La llegada de Trump a la Casa Blanca ha superado de un manotazo todo el debate sobre el orden internacional y las limitaciones a la soberanía de los Estados. Con los populismos regresan los deseos de soberanía nacional en competencia entre Estados dispuestos a perjudicar al vecino en una selva hobbesiana donde se impone la ley del más fuerte. Para la diplomacia y la comunidad de las relaciones internacionales, esta regresión es lo más parecido a una catástrofe. De ahí que la veterana revista Foreign Affairs, surgida en 1922 al calor del internacionalismo wilsoniano, haya querido en su próximo número ofrecer un abanico de ideas que puedan servir como alternativa al vacío trumpista. Entre ellas destaca el concepto de obligaciones soberanas, que son las que tiene todo Estado respecto a los otros Estados y a los ciudadanos del resto del mundo. El padre de dicho concepto, que hace responsable del futuro del planeta a quienes emiten más gases a la atmósfera y producen más combustibles fósiles, es Richard Haass, presidente del Council on Foreign Relations, la institución que edita la revista. Haass es un republicano centrista, que trabajó con George W. Bush. Su nombre, que circuló en las listas para ocupar el puesto de secretario de Estado, hubiera sido una enmienda a la totalidad del Trump que estamos conociendo hasta ahora.
El semblante
por antonomasia
es el semblante
del perro
o de la perra
que presentan
dos planos homologados
de la misma faz.
Los pájaros carecen,
sin embargo,
de esta dúplica
afectiva en su rostro
a causa
de su típica impertinencia
facial,
obra del pico.
divisorio y neandertal.
Un pájaro
no sabrá besar
nunca
ni podrá,
en consecuencia
dar la felicidad
de amantar.
Establecer un contacto
con sus labios
picudos
carece de sentido
sufre y carece de sensualidad.
Los perros son
excesivamente babosos
desmedidamente bucales
pero su amor tan mamífero
hace soportar
en parte,
su perfil pérfido
feo o lavado
y sus garras
sin apropiado control.
Hasta sus ojos disparados
en una y otra opuesta dirección
hacen rechazar
su sintonía
humanitaria
cuando son heroicos.
Se ama, en general, a los animales
como seres vivientes
también
de este perro mundo,
pero es admirable
quienes hallan
en su amor
un amor sucedáneo
o paliativo de la soledad
Cuando, de hecho,
no hay igualdad alguna
respecto a la complejidad
humana. Feliz o desdichada.
Los perros ladran
y se excitan inadecuadamente
o incluso de forma obscena.
Inapropiadamente, en fin
puesto que gimen
o palpitan desaguisadamente.
Los pájaros son
,en general,
y en otro extremo
el colmo
de la frugalidad comunicativa
o de la mezquindad mental.
Hay excepciones,
claro está,
pero, como tales,
dan pie a películas
aflictivas
o hacer llorar.
El pájaro carece
de capacidad de amar
voluptuosamente.
No conoce otra pasión
fuera del nido.
Distantes o epicenos
habituales
nuestro cariños
y el suyo
quedan blindados
entre las plumas.
Un milagro, de otra parte,
de la comunicación
o la incomunicación.
El perro se sobrepasa
en el cariño
e inspira lástima
el pájaro no accede
e inspira, a menudo, indiferencia.
Seríamos, sin embargo,
todos unos
arracimados y solidarios
al morir.
Felices juntos
bajo una devastación
nuclear.