Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

La prisa universal

Demasiado a menudo voy con prisas. Es uno de mis yos que más me desagradan, pero hay días en que las cosas sólo caben a presión y corriendo. La gente apresurada no mira ni ve, sólo piensa en llegar, tropieza, te embiste con su mochila, interrumpe, se cuela, le pregunta al que te está atendiendo investida por la superioridad que otorga la urgencia desesperada. También suele resoplar de frustración, exagerando la falta de aire, el entrecejo fruncido, la boca abierta, un tanto alelada, o todo lo contrario, furiosa y sumando un caso más a la epidemia de bruxismo que asola el mundo moderno. Apretar la mandíbula mientras soñamos como síntoma de miedo o rabia.
Afortunadamente, lo compenso con un yo moroso, egoísta a más no poder con el tiempo propio, adorador de las horas muertas que se desmadejan ajenas al paso de los días sin importar que la vida media se componga de unas 4.000 semanas. Gestión del tiempo, denominan hoy al arte de saber organizar las horas a fin de mejorar sus resultados, aunque a la vez plantea su dimensión existencial.
El correo electrónico ha superado a los antiguos buzones llenos de papeleo, y por tanto crece la obsesión de quienes ansían tener la bandeja de entrada a cero porque les produce alivio y se sienten más dueños de su tiempo. Pero mientras borran no piensan ni cuentan los días que les quedan, embargados por la ilusión del control. Todos nuestros dispositivos electrónicos poseen un cubo de basura y un reloj. Son dioses modernos que marcan nuestro ritmo. Mover documentos a la papelera causa casi un bienestar físico, de tarea acabada, una sensación de eficacia parecida a la de entrar en una habitación de hotel impoluta.
Alguien tuvo la sagaz idea de repartir la jornada: ocho horas para trabajar, ocho horas para dormir y ocho horas para el resto. En el resto se incluye comprar, amar, ordenar, leer, cambiar bombillas, comer, discutir, navegar por internet, estar con la familia, hacer yoga y hasta salvar ballenas. “Las doce y media, cómo ha pasado el tiempo / las doce y media, cómo han pasado los años”, exclamaban los versos de Onetti.
Leo en The Guardian un artículo donde se recuerda que John Maynard Keynes, en 1930, predijo que el crecimiento económico nos permitiría trabajar no más de 15 horas por semana, “con lo cual la humanidad se enfrentaría a su mayor desafío: el de averiguar cómo usar todas esas horas vacías”. Ocurrió todo lo contrario. Multiplicamos necesidades con tal de escapar del tiempo muerto. Pensar en la actualidad en una nueva organización temporal es, sin duda, una responsabilidad política que afecta tanto a la productividad como al bienestar social. Pero, sobre todo, tasa el tiempo para uno mismo, ese por el que hay que esquivar a los ladrones de horas que nos asedian ­para llevarse lo poco que de verdad es nuestro.
Leer más
profile avatar
18 de enero de 2017
Blogs de autor

Poema 68

Sin perder el tino

pero menos 

la libertad compuse

una serie

de cuadros tan

vistosos

como delicados

Cuadros acristalados.

y tan transparentes que iluminaban

la sala entera

y tan evidentes que no era necesario

enderezar la vista

ni corregir el dilema

para obtener 

su emoción.

La emoción característica

que conlleva

la estética

cuando

su exacto grado de poder

aumenta su mutismo.

Es decir,

el habla elocuente y tonante

que no se escucha

afuera.

Ningún residuo,

precisamente,

porque el impacto 

alcanzó

la masa crítica

del gusto.

Gusto o masa

veleidosa

que habitualmente

no abdica en  sonido alguno.

Y solo el escucha

acaso

el patinaje del placer.

Intransmisible.

Transparente

como aquella sucesión de lienzos

compuestos con

tanto amor

como buen humor.

Con tanto empeño como

La luminaria

de la abstracción.

Inauguró, en fin, la galería

en la capital

y los visitantes

empezaron a acudir.

Unos veinte diarios

que no dejaban

en completo silencio

el ordinario vacío

de ese espacio,

casi funeral.

Entraron, salieron,

comentaron en voz baja

y se adentraron después en la calle

adornada

por el dulce frío

de la Navidad

Y, poco a poco,

fue borrándose

la huella de las pinturas.

Deambulaban ya alejados

,de semáforo en semáforo,

para ingresar

en la rutina

sin estética

ni asombrada locución.

Regresaron a casa

y todo se hallaba en

su posición.

Nada había turbado

la ausencia

y el cuadro

había desaparecido

con ella.

Relegado, obsoleto.

anulado en

el columpio

de la respiración.

Leer más
profile avatar
18 de enero de 2017
Blogs de autor

Rueda de Ixión

Ciertas lecturas revelan la nulidad de nuestros esfuerzos y rebeldías, con lo que ayudan al sosiego y la felicidad. Nadie confunda la resignación con la constatación. Aceptar que el agua es húmeda no es resignarse sino admitir con sentido común que hay cosas inamovibles. Quienes niegan que el agua es húmeda van al nosocomio.

Me lo señaló (¡cómo no!) Andrés Trapiello. Y es que, hace 100 años, Pío Baroja publicó un discurso, Momentum catastrophicum, que parece escrito antes de ayer domingo. Lo que expone en 1919 es idéntico a cuanto venimos repitiendo los que defendemos la Constitución, los unionistas, españolistas o como quieran llamarnos. Es decir, aquellos para quienes los sediciosos vascos y catalanes son el arcaísmo absoluto y lo más demagógico de España. Lo escribía Baroja en su época roja, al acabar la I Guerra Mundial. Vino luego la dictadura de Primo, la República, la II Guerra Mundial, la dictadura de Franco, la democracia, y todo sigue igual.

En realidad, el problema es constitutivo de España. Católicos y judíos, cristianos viejos y conversos, liberales y carlistas, rojos y azules, progres y fachas, Iglesias y Errejón. Las excusas varían, el odio se mantiene. En España sólo juzgamos por pares opuestos. Si nos quedamos sin enemigo, se nos funde el cerebro y la conciencia bizquea. En consecuencia, siempre tendremos al país escindido y hay que aceptarlo como que el agua es húmeda.

Así que el conflicto se desvanece. ¿Y si en lugar de un problema es la solución? ¿Y si mejor estamos con los nacionalistas chinchando, que unidos todos contra algo peor que surgiría en cuanto nos uniéramos? ¿Y si este es nuestro modo de estar juntos y lo que nos aviva el ingenio? ¡Qué alivio! Cuando quieran unirse habrá que impedirlo.

Leer más
profile avatar
17 de enero de 2017
Blogs de autor

Poema 67

De un ojo lírico,

siempre lagrimando,

partía una conjugación

de la lástima y

el abandono.

No era sino un filamento

tan delgado

que sólo

al trasluz era visible su longitud.

Pero en torno a ese lábil eje

del lamento,

en el aire de su circunscripción,

se le advertía

ensimismado. 

Ensimismado en un aliento

que pedía ser entendido.

Ser compadecido

y, mejor, amado.

Todo parecía un símbolo

esclarecido

desde una circunstancia

delegada,

pero ese momento

no propiciaba

sino una interpretación

muy nimia.

Muy apropiada

a lo  que sucedía.

En su interior.

En el interior de

ese ojo lírico

que como una insignia

pretendía humildemente

erigirse

en una joya 

o filamento de plata y platino.

Una idea en sí

que goteaba sin cesar .

Y, sin embargo,

no pudimos saberla

en sus comienzos

ácidos

como la extrema

crueldad de un ácido

tan hermoso

como criminal. 

Leer más
profile avatar
17 de enero de 2017
Blogs de autor

Jane Goodall: Reflexiones de una activista eco-mística

En el principio fue el mono. O al menos esa era la teoría del legendario paleontólogo Louis Leakey.

Desde los años 30 a los 60, en el Africa oriental, Leakey desenterró y analizó esqueletos de hombres y homínidos, buscando siempre el origen, el eslabón perdido que contestara una de las grandes preguntas de la humanidad: ¿de dónde venimos?

Leakey pensaba que el homo sapiens y los grandes primates (como los gorilas, los orangutanes y los chimpancés) provenimos de un tronco común, y que los “monos” conservan rasgos y pautas de comportamiento capaces de echar luz sobre la mente, el cuerpo y la sociedad humanas.

Para probar sus teorías Leakey necesitaba investigadores atrevidos y afines que estudiaran la vida de estos mamíferos en libertad. A lo largo de su carrera tuvo una combinación de suerte e intuición que lo llevó a elegir a tres mujeres que desarrollarían, con tesón y valentía, los estudios que necesitaba en tres ambientes difíciles. Las malas lenguas académicas las bautizarían como “los ángeles de Leakey.”

Dian Fossey (la heroína de Gorilas en la niebla) se encargó de los gorilas de montaña en Ruanda, luchó hasta la temeridad contra los poderes políticos y económicos que estaban acabando con su especie, y murió asesinada en 1985. Birute Galdikas estudia, desde 1971 y con un perfil más bajo, los orangutanes de Indonesia. Y con los chimpancés se metió Jane Goodall, modosa chica inglesa que no contaba con ningún estudio científico cuando Leakey la eligió en 1957 para estudiar a los simios de la reserva de Gombe, en Tanzania.

*          *          *

 “A Louis no le interesaban las credenciales académicas. De hecho, me dijo, prefería que la persona elegida se iniciara en el trabajo de campo con una mente no influida por ninguna teoría científica,” dice Goodall cándidamente en Gracias a la vida (espantosa traducción del título original, que es un mapa para entender el libro: Razones para la esperanza. Un viaje espiritual). Mondadori publicó el libro originalmente en 2003; después Debolsillo hizo numerosas reediciones.  

Con el tiempo, Jane Goodall se hizo experta en la conducta de los chimpancés en libertad, obtuvo un doctorado de Cambridge (como Leakey y Fossey), publicó un estudio fundamental, Los chimpancés de Gombe, fue portada de varios National Geographic, y abrió su propia fundación y su instituto (Fundación Jane Goodall e Instituto Jane Goodall) para fomentar la conservación y el desarrollo sostenible.

La última década la dedicó a viajar por el mundo, dar seminarios y conferencias, y promover con éxito la causa del conservacionismo. Hoy tiene 82 años y una misión a medio cumplir. Este libro, que escribió hace casi dos décadas, es parte de esa misión.

*          *          *

Comencé hablando del contexto de sus investigaciones porque Goodall crea su propio mundo en este alegato en forma de autobiografía. En Gracias a la vida no aparecen ni Fossey, ni Galdikas, ni el hijo de Louis, Richard Leakey, el paleontólogo más célebre de su generación. No aparecen otros investigadores.

Sí aparece, casi en cada página, Dios.

Después de hablar de chimpancés en sus obras científicas, Goodall quiere aquí detenerse en la religión como fuente de fortaleza para superar momentos difíciles, método para acercarse a la naturaleza y código de conducta. Por eso eligió a (o fue elegida por) un teólogo, Phillip Berman, para darle forma a estas elucubraciones.

Los nombres de los capítulos (El paraíso perdido, Las raíces del mal, La compasión y el amor, La muerte, La evolución moral o El camino de Damasco) ya dan una idea del propósito del libro. Goodall y su co-autor usan la particular selección que hacen de la biografía de la investigadora para brindar enseñanzas morales, reconfortar a las almas perdidas y atraer a los jóvenes a la buena causa.

En este Gran Plan, los chimpancés son presentados como seres capaces de brindar al homo sapiens lecciones de “evolución moral.” Y lo que descubre en ellos ‘evoluciona’ asombrosamente junto con el desarrollo de la vida de la autora.

Los primeros diez años en Gombe, de felicidad con su madre, luego con su marido fotógrafo y el nacimiento de su hijo, los chimpancés son tiernos y solidarios. Cuando Jane se divorcia y comienzan sus problemas, descubre el “mal” en la comunidad que estudia. Algunos chimpancés (a los que ella puso nombres como ‘Pasión’ o ‘Satán’) atacan y matan a otros de su mismo grupo, bebés o ancianos indefensos. Largas páginas de Gracias a la vida son meditaciones sobre la raíz del mal, la violencia y la guerra entre los humanos.

Pero si bien pasa la mitad de su vida rodeada de sirvientes africanos, sólo descubre el sufrimiento de los negros cuando, en 1994,  muere un millón a machetazos en la vecina Ruanda.

*          *          *

En la estructura tripartita del libro, la infancia y juventud de la autora son el prolegómeno que le da salud y fortaleza morales para las tareas que debe emprender. La segunda parte narra su estancia en un idílico Gombe, el estudio de los chimpancés y el descubrimiento de su vocación misionera. La tercera parte es su peregrinar por el mundo difundiendo la buena nueva.

El libro termina, coherentemente, con el listado de las direcciones y la página web del Instituto Jane Goodall. “Para más información sobre nuestros proyectos… póngase en contacto con la oficina del IJG más próxima,” reza el último párrafo.

 

Jane Goodall (y Phillip Berman): Gracias a la vida. Autobiografía. Mondadori, Barcelona, 2003

Leer más
profile avatar
16 de enero de 2017
Blogs de autor

Cuatro topicazos

“Las mujeres conducen fatal”, aseguran los de siempre. Otra variante del tópico es el alarido testosterónico de las horas puntas: “¡mujer tenías que ser!”. Los datos enfriados aseguran que, en 2015, fallecieron en las carreteras y vías españolas 1.292 hombres por 395 mujeres –razón por la cual las aseguradoras son más generosas con ellas en una curiosa derivación de la discriminación positiva–. Cierto es que hasta bien entrados los años veinte del siglo pasado una mujer no pudo acariciar un volante en nuestro país –en Arabia Saudí aún no pueden hacerlo hoy porque una mujer al volante se les antoja una amenaza–. Otra cuestión fundamental es que para ellas, el coche no es un juguete ni una prolongación de su libido. Las causas de la desafección automovilística –excepto las Susie Wolff o Carmen Jordá de turno– son pragmáticas, y acaso estéticas: evitar tener que abrir motores humeantes, aguantar atascos, buscar aparcamiento en atestadas calles, sufrir contracturas en el cuello. Se ha demostrado que, si pueden elegir, prefieren utilizar medios de transporte alternativos al coche. 
Otro tópico asegura que somos más románticas que los varones, hipótesis refutada por generaciones de poetas arrebatados, además de un reciente estudio llevado a cabo por la Wayne State University de Michigan, empecinado en demostrar que ellos se enamoran más rápidamente que nosotras. ¿O es que le llamamos amor cuando queremos decir sexo? Es casi una tradición que, cuando una mujer alcanza esa edad indefinida, tanto en el trabajo como en la cama es reemplazada por una congénere a quien le dobla la edad. Y aunque permanezca esquiva la mirada sobre las mujeres que emulan a Anne Bancroft en El Graduado, quienes eligen a jovenzuelos para lucir como su mejor accesorio de temporada, ostentan algún tipo de poder, o como mínimo, de poderío.
Y cómo no íbamos a detenernos en uno de los renglones estrella: el que afirma que las mujeres hablan y hablan y hablan, mientras los hombres no las escuchan. Algunos científicos afirman que ambos sexos utilizamos unas 15.000 palabras al día, aunque no se terminar de poner de acuerdo, pero Louann Brizendine, neurobióloga de la Universidad de California demuestra que prevalece entre las féminas una mayor capacidad comunicativa desde la cuna, ya que las niñas son más precoces a la hora de hablar y manejan un vocabulario más amplio. A veces con un resultado frustrante. En el madrileño Barrio de las Letras, donde el callejero y una serie de citas en sus pavimentos recuerdan a excelsos literatos –como Lope de Vega, Quevedo, Góngora o Bécquer–, no hay ni una sola autora reconocida. Ni Santa Teresa de Jesús, ni María de Zayas, ni Rosa Chacel, ni Gloria Fuertes, de la que este año se celebra su centenario. Siempre se ha dicho que la inmensa mayoría de los hombres tiene memoria de pez, mientras que ellas son memoriosas, pero ardua es la lucha para recuperar la memoria, la colectiva.
Leer más
profile avatar
16 de enero de 2017
Blogs de autor

Necrologías 3

 

Murió Albino. Gigante, indeciso, gafas oscuras perpetuas, se le vio durante años pasear, detenerse agotado, apoyarse en las puertas como si fuera a entrar en las casas, vivaquear por ese lugar difuso que es la plaza España, Las Arenas y la avenida Gran Vía ya saliendo hacia el aeropuerto. Muchos debieron de hablar con él porque quedan testimonios de su pensamiento recogidos en la prensa y en varios libros de carácter ligero y misceláneo. ¿Vivía en...? Puede que en la calle Tarragona, en esa tupida red viaria que la flanquea en sentido descendente, en esas casuchas adosadas a los corrales del antiguo matadero, quizá no en una casa sino en un corral, en el corral que albergara a la ternera Celia, la que produjo las mejores carnes de 1956, las que permitieron que el chef Bartrés ganara el premio al mejor fricandó. Pero ahora ¿aún existen esas cuadras? Puede, pero nadie lo sabe con certeza. Quizá, en la base del más elevado de los rascacielos, dejaron un espacio, una burbuja hormigonada, para mantener en pie un minúsculo habitáculo de ladrillo ¿y adobe?: el cubil de Albino. “¡Qué rancho, devoraba ratas!” sentenciaba un malévolo, también los guardias, acicalados, le acusaban de ladrón: restos no sólo cárnicos, también algún pescado y la extraña fruta con sabor a heces. Hubo dos viajes, sarnosos, una turbamulta de pordioseros, enfermeros, clérigos, hermanas de la caridad. Primero a la Meca blanca, en Roma, en busca de la bendición. Segundo al África negra, a socorrer refugiados. Albino destacaba. Su porte. Su palidez. Su fuerte hedor. Peregrinos entre la guardia pretoriana vaticana. Sanitarios entre ventrudas criaturas y madres multíparas. El periodista juvenil y perplejo define a Albino como protoinventor. Cuenta en su columna del diario gratuito que “les regalaron bolígrafos bicolores y Albino supuso que con el rojo escribiría en español y con el azul en italiano (...) se trata de un genio en ciernes, esa maldición bíblica y real de las lenguas queda solventada con un ligero artilugio que nuestro hombre quiere desarrollar a partir de un souvenir de atrio de iglesia”. África no propició un invento de menor importancia. Albino anticipó a Lovelock y Sartori y comprendió que la solución no estaba en curar negritos sino en evitar que nacieran tantos. Enseñó a la corresponsal del Post una cacerola oxidada de la que colgaban cables al tiempo que le advertía que el dolor en esos países era insoportable y que con esta máquina, con el Detector-Medidor de Sufrimiento, iba a convencer de una vez por todas a las autoridades mundiales para que iniciaran una campaña seria y definitiva de control de la natalidad. “El problema hay que cortarlo de raíz”, repetía, “nada de parches, Albino no quiere ver más mujeres y niños sufriendo”. El fotógrafo Pablo J. Pérez obtuvo, estas Navidades, su última instantánea y sus últimas palabras. Acurrucado en el portal de la Casa de la Papallona, Albino se disponía a afrontar su última noche de vida, abrazado a una bolsa de plástico. “¿Qué llevas ahí?”, le preguntó J. Pérez, a lo que Albino respondió: “llevo un alijo de polvorones”. 

 

Leer más
profile avatar
16 de enero de 2017
Blogs de autor

De héroes y canales

La tarde de domingo, más morosa que lánguida, empieza a agitarse en las calles cuando se encienden las farolas y los teatros abren sus taquillas. A mi me gusta la soledad en la que se plantaron los Teatros del Canal, en el barrio de Chamberí, que solo con pronunciar su nombre sientes cómo chisporrotea, igual que un caramelo petazeta. A medida que una se va acercando a los dominios del Canal de Isabel II, -la empresa pública que abastece a la comunidad del auténtico oro líquido madrileño: su magnifica agua–, el ojo aletea entre las fachadas de cristal rojo, negro y blanco que se despliegan en zigzag, imitando los pliegues de un telón. Se trata de una mole translúcida que refleja estampas urbanas en movimiento, las luces rosadas de los coches y las siluetas de los paseantes que se abandonan al spleen de la capital. El pasado domingo parpadeaban como lentejuelas escarlata las luces de una ambulancia, y un equipo sanitario entraba a galope para atender a un hombre, desvanecido en el suelo, que también había acudido a ver al Ballet Nacional de Uruguay, dirigido por Julio Bocca, interpretando coreografías de Duato y Kylián. Un espectáculo de héroes que se inicia con seis mujeres, seis hombres y seis floretes. Los floretes son más rebeldes y obstinados que las parejas de carne y hueso. Pero los bailarines se deshacen y se recomponen representando el ideal romántico con energía y vulnerabilidad.  Según Carlos García Gual, autor del precioso libro La muerte de los héroes (Turner), “sus muertes a menudo expresan un destino azaroso y, así, testimonian la fragilidad de la existencia humana, incluso la de los mejores y más fuertes (…), la muerte suele llegarles de improviso y alcanza incluso a quienes parecían más invencibles, después de espléndidos triunfos, y los derriba”. El caso es que, mientras los bailarines recogían la música en cada músculo de su cuerpo interpretando la pieza, Petite mort, los servicios del SAMUR luchaban por reanimar al espectador indispuesto. El personal del teatro se agitaba por dentro, disimulando con profesionalidad su estupor y desviando al público hacia otras escaleras. Solo una puerta separaba el escenario de la fatalidad que acaba certificando el deceso de un hombre a la vez que hervía la danza, literalmente una muerte in belleza. “Nunca nos había ocurrido algo así”, me contaba a la salida una empleada en shock tras la triste noticia del fallecimiento del espectador. “La vida cambia en un instante”. No se puede decir de mejor manera que Joan Didion.
 
El colosal y premiado edificio tiene su historia rocambolesca. Proyectado por Juan Navarro Baldeweg –ganado en concurso público y encargado por Ruiz-Gallardón, entonces presidente de la Comunidad de Madrid–, el prestigioso arquitecto se quedó atónito cuando fue despedido fulgurantemente por Esperanza Aguirre. Fue muy desagradable, que se dice Madrid. El autor despojado de su obra, sin la puntada final. Podría terminarla gracias a la mediación diplomática del Canal de Isabel II, a modo de espíritu santo.Viven entre sus paredes de todos los tipos de cristal Lope de Vega, Rostand, Shakespeare, Molière, Ibsen, Verdi, Chéjov, Cocteau, Genet, Lepage o Wilson. Capitaneados por Boadella, su programación arriesgó y fascinó. Por los Teatros del Canal han pasado la Comèdie Française, Peter Brook, Marianne Faithfull, Mario Gas, Miguel Narros, Isabella Rossellini, Alicia Alonso y Ute Lemper. Ahora Natalia Álvarez Simó ha recibido el encargo de traer la excelencia en danza mientras Àlex Rigola se ocupa de la programación teatral. Rigola ha sido el fichaje estrella de Jaime de los Santos, Director General de Promoción Cultural de la Comunidad de Madrid, un verso libre y audaz, aupado por Cifuentes. El Grec estaba en conversaciones con el escenógrafo, pero este decidió pasar sin transvase de los canales venecianos al de Isabel II. “Me dijo que las relaciones profesionales se parecen a las amorosas, y la nuestra había sido más satisfactoria”, cuenta de los Santos entre risas. En octubre del 17 arrancará la programación de Rigola, que también dirigirá un montaje al año, dispuesto a llegar a esos lugares donde el teatro privado no puede. Él no entiende las artes escénicas sin innovación, y señala al enemigo número uno: el populismo cultural, que aún cuestiona la excelencia como bien público.
Leer más
profile avatar
16 de enero de 2017
Blogs de autor

Poema 66

Des journés entiéeres dans les arbres.

Este libro de Marguerite Duras

fue siempre

un título antes que una un libro,

un novela menos dura que una narración,

Fue una metáfora que eludía

lo que debajo de los árboles,

en los bancales,

junto a algarrobas

desperdigadas

y suculentas

Constituía un universo sin

estampa cabal.

Las ramas de los árboles

sustituían

el pesar de existir

pegados a la tierra

y sufrir sus escarpaduras.

Penitencias de la ruralidad,

Penitencias que,

años después,

fueran decepciones sin fin.

Nada del otro mundo

simplemente una muerte hurgada

en los surcos cobrizos.

Una lástima

que pesaba demasiado

como un grueso metal.

Jornadas sobre los árboles

Sin trabajo alguno,

Notas de ensoñación

y no pudo expresarse con mayor

precisión.

Lo que yo mismo sentía respecto a mi capacidad

literaria,  fue así.

Velas naturales que no aprovecharan ese

Empuje de las jornadas enteras en los árboles.

Precipitadas 

como frutos lentos

sin estruendo

hasta perder su gloria.

Los árboles iban hacia arriba

Y yo iba paso a paso sobre la tierra

meditando

mi mediocre condición.

Leer más
profile avatar
16 de enero de 2017
Blogs de autor

Desde una bicicleta china

Después de la Segunda Guerra Mundial un Japón derrotado, humillado y arrasado hubo de reinventarse a sí mismo porque las potencias vencedoras no estaban dispuestas a permitirle que volviese a ser un país militarista y armado hasta los dientes. Y eligió ser el humilde replicante de todos los objetos que tan felices nos hacían a los occidentales. Los más veteranos recordarán que al principio los productos japoneses estaban peor considerados incluso que esas cosas que los chinos venden ahora a precios irrisorios. Hasta que de pronto se cambiaron las tornas y Japón se convirtió en el peor enemigo de Occidente, su Némesis, el ogro que  iba a devorar todo lo nuestro, empezando por lo más preciado: un día se compraban el Empire State, o los mejores estudios de Hollywood, o la discográfica que comercializaba las canciones de los Beatles. ¿Es que nadie les iba a parar los pies? No. Y a la vista de las cifras obscenas que misteriosos millonarios japoneses pagaban en las subastas por un Van Gogh o un Monet estaba claro que no.

            Hubo que esperar pacientemente la aparición de las películas de Akira Kurosawa, las novelas de Haruki Murakami, las interpretaciones de gente como Lang Lang y Mitsuko Uchida o los estupendos dibujos de Hayao Miyazaki para empezar a creer que la milenaria cultura japonesa no había sido totalmente arrasada por la bomba atómica y que el gran ogro amarillo no era sólo un sumidero que amenazaba con devorarlo todo sino que tenía un componente humano capaz de sumar, aportar, demostrar que el hombre es capaz de expresarse de una infinita variedad de formas. Tampoco es de olvidar que mientras tanto los llamados “Tigres asiáticos” estaban reduciendo a Japón a su tamaño real.

            Algo parecido pasa ahora con China. Con la mareante cantidad de miles de millones de chinos que hay (y que habrá…), con la fabulosa cantidad de dinero que están amasando y con una tradición cultural milenaria y exquisita es inevitable pensar que allí dentro estarán haciendo toda clase de cosas maravillosas en las diversas formas de expresión del ser humano. El problema es que todavía no sabemos quiénes son los actuales kurosawas, murakamis, uchidas  y miyazakis chinos. Todo lo que llega de allí es horrible: que son unos sucios y escupen, que riegan las lechugas con aguas fecales, que manipulan las medicinas y, sobre todo, que si nadie les para los pies se van a comer el mundo. Por eso son tan útiles, y de agradecer, libros como Desde una bicicleta china.  Dolores Payás nació en la provincia de Barcelona pero como ella dice de sí misma, pronto ensanchó el horizonte. Por aquellas cosas de la vida ahora lleva ya unos años en China. Puesta a contar cosas que ha aprendido de ese país podía haber elegido el tremendismo, la crónica negra o el reportaje criminal, porque material sensacionalista no le faltaba. Pero su elección, aunque parece más inteligente,  resulta un tanto inclasificable porque no es ficción, no es ensayo, no es testimonio personal, no es un libro de viajes, no es un escrito de denuncia, aunque sí hay un poco de todo ello. Pero, sobre todo, se lee con agrado porque hay en él un humor amable y desdramatizador. Por descontado que de cuando en cuando la realidad resuena como un cañonazo (“China quema ella sola más carbón que el resto del mundo junto”) y que hay cosas que difícilmente se pueden contar como quien cuenta una broma, como la detención de unos desaprensivos que manipulaban la carne de rata para hacerla pasar por cordero. Pero incluso ahí cabe el toque desdramatizador, pues para eso está su compañero de fatigas G, un hombre de nervios de acero y que no se deja impresionar por un quítame allá esa  rata y continúa comiendo pinchos de cordero en los puestos ambulantes. Porque ese es el espíritu que parece surgir de un largo paseo a bordo de una bicicleta china: de acuerdo que es imperdonable tener que salir a la calle con mascarilla y gafas de sol por culpa del smog, pero mientras empezamos a saber qué sale de ese inmenso país no está de más ir conociéndolo un poco mejor y hacerlo además desde la convicción de que el mundo es demasiado grande para que pueda comérselo alguien de un solo bocado, incluso si se trata de un gigante con más de mil millones de bocas, o de un solo payaso como ese bocazas llamado Trump. Y tampoco sabemos aún quienes serán los tigres encargados de hacer de China un país tan civilizado como Japón.

 

Desde una bicicleta china

Dolores Payás

HarperCollins

Leer más
profile avatar
16 de enero de 2017
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.