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Ensoñaciones

Es de sobra conocida (pero debemos recordarla de vez en cuando) la admirada exclamación que arrancó a un atónito Josep Pla la colosal iluminación de los rascacielos de Manhattan: "Y todo esto, ¿quién lo paga?".

Los pobres y los de medio pelo tendemos a soñar que las cosas se pagan a sí mismas, del mismo modo que el Creador alimenta a las avecillas del campo. También es de sobra conocida la famosa frase de la miembra socialista que ante una reclamación judicial se justificó aclarando que el dinero público no era de nadie. Ensoñaciones de pobres y de medio pelo. El dinero siempre es de alguien. En general, de otro.

De modo que algunas construcciones carísimas parece que se van a pagar solas, como la independencia de Cataluña, pero no, la estamos pagando los españoles. Sobre todo, los pobres y los de medio pelo. Del mismo modo que pagamos a la madre de la independencia, Convergencia y Unió, mediante un 3% cariñosamente sustraído de nuestros bolsillos. Entiéndase: se lo birlan a los constructores, pero estos caballeros saben que repercutir un 3% en el precio final es algo perfectamente honrado.

El asunto empieza a ser turbador cuando nos percatamos de que también pagamos la totalidad de los partidos españoles, menos los recién llegados, vía subvención y pudrición. Las múltiples corrupciones que han situado a nuestro país junto a Rumanía en términos de honradez pública nacen de la cleptocracia de los partidos.

Podría resolverse mediante una financiación que pesara exclusivamente sobre los cargos, militantes y votantes de cada formación, y no sobre los desvalidos contribuyentes. Pero para que eso fuera así lo tendrían que votar los partidos. Que es como pedir a los cerdos que se suiciden para ahorrarnos la matanza.

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7 de febrero de 2017
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Posverdad y podredumbre

Los poderes de la mentira los deja claros la posverdad.

Empezamos a mentir en la infancia, y sobre todo cuando comenzamos a interpretar nuestra propia vida infantil en términos fantásticos. Adam Phillips dice que el niño miente porque cree que esas mentiras “tácticas” le confieren un poder (aunque así sea un poder imaginario).

A menudo nos mienten para gobernarnos mejor, para obtener (o mantener) un poder sobre nosotros.

Descartes decía que no nos fiásemos de los que nos han engañado una vez. ¿Y los que nos han engañado cien veces? Han buscado cien veces gobernarnos.

Alguien dirá: la mentira es esencial en la conducta humana. A través de la mentira el niño va siendo consciente de su propio ser. La mentira lo amuralla y le va dando consistencia a su yo.

Cierto, pero el yo es siempre un miserable que solo vive de miseria, que se alimenta de ella continuamente.

En el mundo de neologismos en el que vivimos, donde ya no cabe ninguna forma de trasparencia, ninguna forma de claridad, ya no hablamos de mentiras, hablamos de la posverdad, como nadie ignora desde hace algún tiempo. El significado que muestra y oculta ese palabro es bien simple y brutal y lo mejor es formularlo de manera paradójica: a la hora de la verdad, la mentira convence más que la verdad, porque es más degradante y compulsiva. Y vivimos en una sociedad degradante y compulsiva, que acepta mucho mejor lo que le es afín y la refleja.

La llamada posverdad no es nada nuevo, ya que sigue varios de los principios de la propaganda según Goebbels. El principio de vulgarización: “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar". 

 

Y el principio de verosimilitud: “Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda o de informaciones fragmentarias.”

 

 

 

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6 de febrero de 2017
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Dos amigos

Se habla de esos dos hombres que eran amigos, Pablo e Íñigo, y que lograron que el Sol se pusiera por Antequera e incluso que cada noche saliera la Luna llena. Hicieron magia juntos. Desencorbataron la política, y con su marea morada plantearon una oposición parecida a una piedra en el zapato, denunciando la corrupción y echando spray anti-élites a todo lo que conquistaban en nombre de la “gente”. Pablo e Íñigo, dos académicos activistas, y su politburó posmoderno embestían al poder con la autoafirmación de la marca: Podemos, un “nosotros” establecido, resucitando la palabra casta que hasta entonces sólo utilizaban toreros y ­folklóricas. Nunca fue lo de menos la jerarquía, a pesar de que el equilibrio sea una condición indispensable para una amistad real. Iglesias, incontes­table número uno, cuya foto aparecía incluso en las papeletas electorales, arrollaba con su carisma y su audacia, mientras Errejón, más teórico, se afanaba en un táctica dialogante, posi­bilista incluso, y le iban creciendo los errejones.
Los dos amigos tenían una buena compañera, Carolina. Anduvieron por muchas carreteras juntos. Ahora los tres son políticos de primera con despacho en el Congreso, y reescriben la eterna historia de egos enfrentados, envidias y enfrentamientos de Caín y Abel, Juan sin Tierra y Ricardo Corazón de León o los Karamázov. “Seguimos y seguiremos defendiendo el Podemos bonito y útil por el que siempre hemos apostado, y trabajando todos los días para ser más y ser mejores” se despedía Carolina Bescansa, dando un paso atrás, sin poder calmar el enconamiento de los amigos.
Milan Kundera, en Praga, durante la ocupación rusa, se encontró en la consulta de un médico con un periodista, despedido de todas partes. Conversaron felices, unidos por su condición de perseguidos, hasta que empezaron a hablar de Bohumil Hrabal, el querido escritor checo. El periodista cargó contra él, rabioso, y Kundera reaccionó con una cerrada defensa del espíritu libre que era Hrabal. Escribe en Amigos y enemigos. Un encuentro (Tusquets) que aquel “era el desacuerdo entre aquellos para quienes la lucha política es superior a la vida concreta, al arte, al pensamiento, y aquellos para quienes el sentido de la política es estar al servicio de la vida concreta, del arte, del pensamiento”. De ahí que Kundera se interrogue sobre la verdadera amistad, tan diferente a la simpatía entre camaradas, y recuerde la fría aprobación con la que en los fraudulentos procesos estalinistas se aceptaba la purga de los amigos.
Hoy Pablo e Íñigo, esos dos amigos que se rodeaban con el brazo, se ­cedían el paso y se guiñaban el ojo, han reñido, haciendo pública su bronca. Hay una mayor transcendencia que la política en la escisión de Podemos, y es la humana: que dos valedores del diálogo, la transversalidad y el sí se puede, dos de los llamados jóvenes políticos, hayan envejecido tan pronto.
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6 de febrero de 2017
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Rumba castiza

Matrimonios que llegan de Valladolid o Zamora, ellas con el pelo cardado y perfume de Escada, ellos con sombrero y abrigo de paseo, se cruzan con muchachas de pelo al cepillo y medias debajo de sus tejanos rotos en el vestíbulo del Teatro Rialto. La mujer se queda absorta, parece contar los agujeros de los pantalones de la chica, los tatuajes de los brazos, los tintes azules y morados del pelo: “Ya te digo “, exclama mirando al marido, tan ajeno que parece recién sacado de una sastrería con aroma a Heno de Pravia. Unos y otros van a ver el último espectáculo de Mayumana, Rumba, y los acordes de Estopa  y su “El del medio de los Chichos" les reciben en la sala, que adquiere atmósfera de talego. Los chavales se quedan atónitos mientras la señora de Zamora entona el estribillo. Una no sabe quienes son más bizarros, los jóvenes millennials o los matrimonios de provincias, pero ¿acaso no es Madrid de la extravagancia y los extravagantes?, como anotaba Josep Pla en su “Dietario” en 1921, a finales de su estancia capitalina, en el que profesaba su admiración por Julio Camba, y en cambio describía con flema a Valle-Inclán: “todo el mundo os dice que es un hombre que tiene una ‘cultura muy rara’”. En Madrid la gente sigue poniéndose estupenda, y la realidad deformada de Valle no es sino su spleen, permanente compañero que antes gritaba “agua, azucarillos y aguardiente” y comía las rosquillas que aún siguen friendo las abuelas para sus nietas, que viven en Chueca disfrazadas de superheroínas.
 
La capital atrae a las provincias en fin de semana. Aquí no hay playa ni ramblas ni Gaudí. Por eso los teatros se llenan y ya pocas capitales europeas le tosen a Madrid en su tradición de plaza de musicales. Cuna del género “chico”–esa zarzuela que tan bien refleja la realidad social de los siglos XVIII y XIX, donde campaban los chulosafectados, que paseaban la guapeza junto a ratas, niñeras y policías–, se coloca ahora por delante de París o Roma en cuanto a oferta. “Hay un público local acostumbrado a tener el musical en su menú de entretenimiento, y el turismo interior considera que al venir a Madrid debe a ir a ver un musical, además de al Museo del Prado y el Bernabéu”, me cuenta Jose María Cámara, un gerifalte de la industria musical española que durante casi cinco décadas dirigió BMG, Ariola, RCA y Sony Music.  Afirma que el punto de inflexión para que la capital emergiera en el musical lo marca “Hoy no me puedo levantar”, de Nacho Cano, estrenado en 2005.  Cámara vivía en Nueva York, donde fue llamado para restaurar la leyenda de Elvis Presley- y Cano le pidió consejo para reactivar Mecano. Hablaban en la calle octava con la 50 , frente al cartel de “Mamma Mía”, y para quitárselo de encima amigablemente le recomendó: “lo que tienes que hacer es un musical. No es tiempo de hacer arqueología sino de entrar en una nueva dimensión”. Mecano le hizo caso. Cámara, que lleva unos años volcado en el género con la compañía SOM Produce (Priscila, Cabaret, etc..), afirma que la gente descubrió entonces que los musicales no eran una propuesta viejuna y ajena. Además del espectáculo de Mayumana, Disney y Stage Entertainment llevan despachando entradas para "El rey león", en el Lope de Vega, desde el otoño de 2011. El fenómeno no caduca. No es extraño que la productora comprara ese teatro y el Coliseum el pasado año, pagando 58 millones de euros por dos de los templos del Broadway madrileño.
 
 
El público de Mayumana se levanta de la silla con los ritmos de Estopa. Es el nuevo espectáculo del grupo israelí, que se hizo mundialmente conocido gracias a un anuncio de Coca Cola en el que, sentados a una larga mesa, creaban ritmos solo con sus manos–. Estará en Madrid hasta “Con ellos, la rumba se hizo rock” asegura Cámara. Los intérpretes, españoles, italianos, argentinos, un marroquí, y el protagonista, un cubano que canta a la pachanguita de Estopa con sabrosura caribeña, se enzarzan en un rifirafe de tribus urbanas: es un Romeo y Julieta con raja en la falda. Convierten en instrumentos cajas y latas. Y tanto los matrimonios de Zamora y Valladolid como las chavalas latineras salen del musical la mar de contentos, marcando el ritmo con los pies y jugueteando con la extravagancia castiza.
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5 de febrero de 2017
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Poema 79

Se dice que

hay mil maneras

de afrontar la vida.

Pero se resumen en una,

y muy vulgar:

no incluir

descuidadamente

la muerte.

Es decir:

vivir sin

recordar 

qué es vivir.

Porque,

 de este modo,

crece un sueño

parecido 

a un gran botánico

sin puertas.

Ni entrada

ni claudicación.

Un enjambre

de plantas

movedizas

sin nominación

Todo ello envuelto

en un celaje

de flores y mariposas.

O una celosía

encalada

que, en su máximo,

trenzado

crea

la penumbra ideal.

Se vive así

sin vivir

en sí.

Así.

En la vida propia

vulnerable

y fatal.

Irremediable

Seguro de muerte

al cien por cien.

Lentes (o lutos)

de óxido que,

sin matar

todavía

impiden 

contemplar.

Lentes medio ciegas

(ciénagas oportunas),

como cobre. 

Arreglos

o lucernarias

del botánico

floral y artificial.

Lentes del alma

empañadas

de un temor

contagioso

en el universo

de la paupérrima

humanidad.

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3 de febrero de 2017
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El Boomeran(g)
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