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Poema 147

 

Las ideas se deslizan

Entre las fisuras de los 35.00 millones de neurona

que posee el cerebro.

Pero no termina ahí su acrobacia colosal.

En los entresijos del cuerpo,

por lerda que parezca la carne, las venas y todo eso.

resbalan emociones de eminencia

interconectadas con los miles de millones de otras células

en movimiento.

Con todo, el cuerpo es un vividero y un moridero

tan asqueroso como interesantemente pringoso.

Tan excesivo en su caudal como vulnerable

En una de sus menudas acequias.

¿Nos salvan las ideas del tropiezo ignorante o mortal?

Nos salvan provisionalmente las ideas

que casualmente transitan

como nubes de azufre

sobre sabios subidos a hombros de gigantes

Por allí vislumbran, entre el infinito enjambre,

uno hilo de platino, un hilo blanco  de seda

que, siguiendo su ruta, nos va extrayendo

de cierta oscuridad y

,sin duda,

encerrándonos en otro jeroglífico más brillante

que jamás, estando vivos,

llegaremos a descifrar del todo

y comer sosegadamente de su pan.

La vida es un alimento

incompatible mentalmente con la vida.

Y la mente, la mente

tan maciza y azucarada en su apariencia ideal

Es una vez tras otra

La revelación de un pieza pequeña de cemento

que se emplaza sin plazo ni plaza,

en un tránsito de nunca acabar.

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9 de junio de 2017
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Poema 146

 

En una azúcar

de color violeta

hallé el designio propio

del dolor.

Era dulce sentir el mal

y era el mal tan dulce

como para amargar de verdad.

En esta esencia contradictoria,

hallé la clave

del malestar diario.

Todo malestar es un estar

latente, estando en vida.

Todo malestar impide la muerte,

como un capote bermellón.

Porque mientras el malestar se alza

como una barrera de agua amarga

o un capote volante

la muerte queda impedida

para llegar al pulmón.

Toda muerte es

un exceso insoportable

determinante.

El malestar, sin embargo,

es el baile en que la muerte

danza con la pareja demacrada

de la vida.

Y juntas, aún en la repugnancia,

continúan  días, meses.

Un año como fecha final

Y, entonces,

abocados al balcón

no asistimos ni al desfile

del entierro ni a la tabarra

de su lamentación.

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8 de junio de 2017
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La poscultura

 

Un aire de engreídos cultos nos aboca cada vez más a la agnosia. 

Decimos por ejemplo: ahora ya no se hace buen cine en Hollywood, todo son persecuciones de coches y sacudidas acústicas que impiden reflexionar.

 O bien sentenciamos, ante el éxito de ventas de un libro que ese libro es de baja calidad literaria o no. Paro resulta que el libro ya no es literatura y carece de pertinencia la observación. Declaramos que esta película premiada es buena y la  otra  miserable sin caer en la cuenta, como demuestra Netflix, y las producciones espectáculo que nuestro punto de vista se fija en el "bien" y el "mal" del viejo oficio cinematográfico sin aceptar  que la  tradicional cinematografía ha muerto ya.  

Calificamos, con frecuencia el arte actual  de bueno o de falso, de verdad o de camelo, de serio o falaz pero precisamente lo que hace Jeff Koons (o Damien Hirst, etc.), el más cotizado de los artistas vivos,  no es arte sino otra manifestación para la que aún no hemos encontrado la nominación.

Seguimos reverencialmente los paradigmas heredados pero la cultura va emancipándose para crear otro cosmos de lo bueno lo malo y lo regular. Ni el diseño del coche autónomo , el tiburón de Damien Hirst o la música de los abarrotados conciertos se prestan a ser ponderados con  los modelos del diseño, escultura y música tradicionales. Ni el auto/autónomo es un coche/coche, ni la muñeca de los corazones de Koons es una escultura/escultura ni la demanda principal del gran concierto es la música. En todos los casos la norma conocida no vale. Otros factores afectan la naturaleza del producto cuya entidad no sabemos todavía designar.

 ¿Es Trump un buen o un mal presidente? La respuesta correcta es que Trump no es un presidente. Así abrimos una avenida al nuevo conocimiento y no caemos en la cuneta mortal. 

Lo mismo podría decirse de las agrupaciones como  "Podemos",  las "mareas",  los "comunes" o los "junts". ¿Son buenos o malos partidos?  La cuestión  es que ya no son partidos.

La privacidad parecía hasta hace poco un bien incuestionable pero ¿qué decir del valor de la transparencia? En suma, su oposición carece  de futuro y en el futuro ¿qué sentido tendrá?

La cultura, su totalidad, ha chocado con una fuerte barrera tras la cual se abre un espacio desconocido y un ancho paradigma  por transitar. Vamos a tanta velocidad que traspasamos el Mach 1 sin apreciar que ya hemos dejado atrás la barrera del sonido (conceptual).

 Todo lo dicho puede parecer sólo una hipótesis, ¿pero quién   no prefiere aceptar una hipo-tenusa que caer de bruces entre los catetos? Es decir engreídos cultos de una cultura que va  dejando gradualmente de imperar.      

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7 de junio de 2017
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Todos a pescar

Christian Dior, que fue galerista de arte antes que couturier, aseguraba que ninguna mujer sabe vestirse antes de los treinta años. No sólo importa la vigencia de la frase: hoy las jóvenes se han uniformizado, utilizan las mismas marcas y repiten idénticos eslóganes impresos en sus camisetas con mensaje. Las contestatarias de la moda, que siempre proponían miradas interesantes, se han homologado sustituyendo lo retro por lo viral, calzando horrendas chanclas de piscina, cambiando los estampados de Pucci por los de emojis y tatuando su cuerpo como si fuera un kílim. Pero ¿qué ocurre con los hombres de menos de treinta?
El caso es que ellos vienen acortando desde hace un tiempo el largo de sus pantalones. Si bien los nobles lucían modelos por debajo de la rodilla con calzas, tras la Revolución Francesa los burgueses impusieron el traje estructurado y el pantalón hasta el tobillo, que los dandis aligeraron quitándole hombreras y entallándolo. Los beatniks siguieron su estela, después los rockers –arremangados–, los mods y ahora los hipsters que lucen los pantalones a la manera de Kerouac o Burroughs, aunque muchos no sepan quiénes fueron.
En la pasarela, Hedi Slimane puso de moda el tobillo al aire, no obstante su mayor exponente fue Thom Browne, que basa sus creaciones en trajes sastre que parecen encogidos de brazos y piernas. La versión urbana del look pescador no se ha hecho esperar: pantalón con vuelta y zapato de cordones y sin calcetín. ¿Por qué? ¿Es que el tobillo del hombre resulta tan sensual como en su día se considerara el de las mujeres, cuando empezaron a subir a los tranvías y mostraban esa inocente parte del cuerpo que hacía las delicias de los más exigentes erotómanos? ¿O responde a un fetichismo gay? Ya lo advirtió Barthes: la seducción está precisamente en “la piel que centellea entre dos piezas”, en el intersticio de lo visible y lo invisible. Los gentlemen siempre asentaron el pantalón en la carrillera del zapato, mientras que la eleganza italiana, más audaz, permitía que se vislumbrase el calcetín. En nuestra niñez, llevar cortos los pantalones era propio de patanes, también de niños larguiruchos que crecían demasiado rápido. Aun así, de Charles Chaplin a Elvis Presley o Michael Jackson, los tobilleros representaban un modo de pisar y de pensar.
De la misma forma que la mujer fue acortando las faldas progresivamente, un gesto simbólico y liberador, acaso esta tendencia comprada por jóvenes y no tan jóvenes se deba a un movimiento de emancipación del yugo masculino, que también existe: la máscara engolada tras la que se siguen escondiendo muchos varones. A menudo, todo acaba reducido a una cuestión de centímetros, sobre todo mentales.
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7 de junio de 2017
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La literatura como espectáculo

A lo largo de cinco años la experiencia de Centroamérica Cuenta ha sido la de plantar una semilla y ver cómo da sus frutos. Empezamos en 2013 con un puñado de escritores centroamericanos y algunos de Francia y Alemania, en salones pequeños, con un público escaso pero curioso desde el principio, y recuerdo que mandábamos a comprar a la esquina las botellas de agua para los participantes de las mesas.

La gran pregunta desde entonces fue: ¿en un país pequeño, se puede convertir en atractivo para el público oír hablar de literatura, de creación literaria, de métodos de escritura, de temas para escribir, de las preocupaciones de los escritores, de las relaciones de la literatura con la realidad y con la sociedad? ¿Pueden esos asuntos salir del ámbito de una minoría selecta y trascender a un público amplio?

De manera creciente, una convocatoria tras otra, hemos venido probando que sí, y derrotando al mismo tiempo el pesimismo, que se vuelve prejuicio, de que en Nicaragua la gente no lee ni se ocupa por los libros, y considera la literatura algo ajeno y etéreo, lejano a las preocupaciones de la vida diaria.

Por eso es que esta vez no podía ver sino con una especie de arrobo cómo, en los intermedios de las mesas de conversación literaria, los asistentes se arremolinaban alrededor de los puestos de venta de los libros de los escritores invitados. El paso trascendental de espectador a lector. No es que en cinco años hayamos logrado convertir a todos en lectores, pero hemos ido abriendo puertas.

Hacemos cada año una apuesta, y todas las apuestas tienen riesgos; pero cada vez trabajamos con más certezas, la primera de ellas que hemos ido conquistando cada vez más público. La conversación como gancho para que, si alguien no ha leído el libro de que se está hablando en la mesa, le den ganas de leerlo y salga a buscarlo. Centroamérica Cuenta al fin y al cabo lo que se propone es desatar una cacería de lectores.

Para convertir la literatura es espectáculo la clave está en que el público se sienta atraído hacia conversaciones informales, lejos del formato de conferencias soporíferas, y que en esas conversaciones se toquen temas que demuestran que en los libros de invención no se habla de otras cosa sino de la vida; que las vidas se parecen unas a otras, y que el lector se hallará siempre frente a un espejo en el que puede ver reflejada la suya propia.

Una madre que es novelista, Piedad Bonnett, escribe un libro sobre el suicidio de su hijo, yendo al fondo del dolor de su propia experiencia. Otro, Renato Cisneros, relata en una novela lo que significó para él haber sido hijo de un general represivo del ejército peruano.
La propia vida se hace carne en la literatura, que al fin y al cabo tiene que ver con la intimidad, y también con el entorno: la música, en el diálogo entre el cantautor Hernaldo Zúñiga, el cronista Alberto Salcedo Ramos y el novelista Pablo Montoya; el futbol, del que ha hablado Manuel Jabois; el barrio donde vivimos nuestra infancia, y en ese escenario entró Sandra Cisneros; la crónica como arte literario, y allí estuvo Leila Guerriero. El cine. Varios de los escritores invitados, entre ellos Leonardo Padura, Alonso Cueto y Rodrigo Rey Rosa, han hablado de sus novelas convertidas en películas, y le hemos mostrado al público esas películas.

Y el espectáculo depende también de quienes se sientan a las mesas de conversación literaria. Son escritores de peso, premiados, celebrados por la crítica, y por los lectores en todas partes del mundo. Traemos a los mejores, no sólo porque tienen cartel, sino porque, como buenos escritores, saben conversar con agudeza y con humor, que son parte del encanto de una buena plática entre amigos. Y el público debe sentirse parte de la tertulia.
Una semana entera donde hubo 30 mesas de conversación literaria, y por primera vez nos atrevimos a programarlas de manera simultánea, al lado de presentaciones de libros y proyecciones de películas, mientras, con participantes previamente seleccionados, se desarrollaban los talleres de formación y un festival de literatura infantil.

En todas partes tuvimos público abundante, curioso, ansioso, interesado. Estamos consiguiendo lo que nos propusimos desde el principio: convertir a la literatura en un espectáculo, y hacer que los lectores se multipliquen.

La cultura es precisamente eso, multiplicar.

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7 de junio de 2017
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De alergias y fiestas

Van remitiendo las alergias, y el todo Madrid se deja ver, ufano y de tiros largos en inauguraciones y fiestas que no caben en veinticuatro horas. Esta primavera se han triplicado los eventos y los estornudos, en parte causados por el plátano de sombra, que necesita poco cuidado, crece rápido y es resultón. Eso mismo podría aplicarse a Madrid: una ciudad desordenada, pizpireta y mocosa, ya sea por la concentración de polen de gramíneas y olivo o fiscales anticorrupción con chiringuito en Panamá.
 
Los profesionales del festejo no se aburren. Van en peregrinación a las citas “imperdibles”, que dicen los cursis: lo habitual son cinco saraos cada tarde-noche, la mayoría en los ejes Castellana-Cibeles-Callao. Caminar por el centro, intransitable y aceitoso, se hace más llevadero con sandalia plana –o chanclas de gimnasio, que esta temporada se llevan con el traje–. Los guiris ilustres se multiplican en la capital. Huyen de París y Milán, cuya noche se ha escuchimizado. Algunos incluso vienen de extranjis para salir de marcha, como el diseñador de Givenchy, Riccardo Tisci, Mario Testino, con y sin cámara, la diseñadora Victoire de Castellane, o la modelo Bianca Balti. Otros, ya peinando canas, como Richard Gere, que incluso enfadado parece que sonría con sus ojos de chincheta, se buscan bolos para amortizar sus “años españoles” .“Es mi Oficial y Caballero” declaró Alejandra Silva, coruñesa, activista e hija del vicepresidente económico del Real Madrid, es decir: rica. Las gallegas son discretas y poderosas. Parece que no están pero lo ven todo. Desde Ana Pastor a Luz Casal o Marta Ortega, que de nuevo volvió a “presidir” el pasado miércoles el desfile de Massimo Dutti en el Palacio de Linares.
 
“Madrit bull”, me decía Ramón Freixa, entre croquetas y abrigos camel –por cierto, aquí cada vez se habla más catalán sin intimidad–, y asegura que es un epicentro del mundo, “una ciudad donde a los VIPs les gusta el buen vivir”. “Hacemos todo lo que no hay que hacer en la first row”, aseguraba otra catalana expatriada, Eugenia de la Torriente, directora de Vogue, desde saludar con la mano a sacar la lengua -modalidad que sustituye al lanzamiento de beso–. Las aristócratas van de trapillo, sencillas y casual, como Miriam de Ungría, princesa y con exitosa carrera de joyera gracias a sus piezas en ónix, o Blanca Suelves, de estampado estilo Carolina en Saint Rémy. Carlos Torretta, pareja de Marta Ortega y jefe de Elite Model, conseguió que la modelo Malgosia Bela abriera el desfile. Malgosia es rara, tiene arrugas y por tanto es una modelo excepcional. La felicito por su trabajo y por su coraje, y se ríe: la valentía va en el sueldo.
 
La programación, cada vez más competitiva, de PhotoEspaña, esa gran idea que dos viejos colegas, el periodista Alberto Anaut y el fotógrafo Chema Conesa, pusieron en marcha hace ya 20 años, visionarios de la precarización de nuestro oficio. Cristina García Rodero con sus peregrinos que tocan el cielo en Etiopía, o Alberto García-Álix, que comisaría ‘La exaltación del ser. Una mirada heterodoxa’, han sido algunos de sus “imperdibles”. Y, al tiempo, el matrimonio Foster, a quien algunos ya han comprado con los Thyssen, desembarcaba en la capital. Elena solo guarda un lejano parecido con Tita, y este procede de la extravagancia que llevan en su memoria genética. Ochoa es otra gallega que sabe mirar, influir y figurar. El jueves se abrieron las puertas de la Norman Foster Foundation en un histórico palacete de Chamberí proyectado por Joaquín Saldaña, donde se conservará parte del archivo del arquitecto, además de piezas de Henry Moore o Brancusi. La Fundación estará dirigida por por la arquitecta María Nicanor –ha pasado por el Victoria &Albert y el Guggenheim de Nueva York– y su actividad ha dado comienzo con el foro Future is Now, que reunió el pasado jueves al filántropo Michael Bloomberg, el diseñador Marc Newson, Nicholas Negroponte, co fundador del Media Lab del MIT, o el artista danés Olafur Eliasson. Lord y Lady Foster, mecenas sofisticados y cool, invitaron a discutir sobre los modelos de ciudad del futuro. Tecnología y arte, élite y comunidad, belleza y delirio. "El futuro es ahora", tan incierto como el polen de los plátanos sombríos.
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6 de junio de 2017
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