Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

Príncipe de la arena, el viento y las estrellas

Algunos libros autobiográficos tienen el valor de la experiencia. Fueron escritos por hombres y mujeres de acción, que vivieron vidas plenas, viajaron, sufrieron y conocieron a gente fascinante. Después pensaron que sus aventuras merecían ser contadas.

Otros autores siguieron el camino inverso. Siempre soñaron con llenar el universo de letras, y para poder hacerlo salieron al mundo a buscar el contenido de sus futuros libros. Vivir para contarlo.

Antoine de Saint-Exupéry es el único escritor que conozco para quien la vida y su relato son la misma cosa. Esa es la maravilla de Correo sur, de Vuelo nocturno, de Tierra de hombres, de Piloto de guerra. Todas son historias de aviadores-filósofos que viven su oficio como una metáfora que no necesita ser desentrañada. El vuelo en esos aparatos rudimentarios e inestables de los años veinte es el viaje azaroso y mágico por la vida, y el peligro mortal del piloto es el precio que hay que pagar para poder ver en toda su maravilla el mundo de los hombres, las ciudades y los campos que pasan, los pequeños fuegos que iluminan el mar de soledades en la noche.

“Habitamos un planeta errante,” escribe Saint-Exupéry en Tierra de hombres. “De vez en cuando, gracias al avión, nos muestra sus orígenes.” Esta no es una idea que piensa el escritor cuando ya se bajó del biplano y el viento ya no aturde sus oídos. Tampoco es una noción previa que fue a comprobar en el cielo. Yo siento que Saint-Exupéry nos habla desde su cabina de piloto, mientras controla la altura y la presión y se le congelan las manos sobre el volante. Lo que vive lo va escribiendo para nosotros.

“Las colinas, bajo el avión, ya abrían surcos de sombra en el oro de la tarde. Las llanuras se volvían luminosas, pero de una luz inútil: en este país no terminan nuca de entregar todo su oro, así como después del invierno no terminan de renunciar a su nieve.” Así comienza Vuelo nocturno. Un piloto, que se llama Fabien y es todos los pilotos, debe llevar el correo desde Buenos Aires hasta la Patagonia. Su esposa lo espera, pero sabe que el mundo de Fabien está entre las estrellas y las tenues luces de la costa, que le marcan el camino. Su jefe, el inflexible Rivière, se pasea por el campo de aterrizaje en Buenos Aires. “Rivière tenía conciencia de estar arrancándole algo a la suerte, reduciendo la parte de lo desconocido, sacando a sus tripulaciones de la noche, hacia la orilla.”

Pero Fabien no llegará nunca, y Saint-Exupéry, que sobrevivió a terribles accidentes en Francia, en el desierto del Sahara y en Guatemala, nos mete en el centro de la tragedia para que vivamos con él el terror de Fabien, que se sabe condenado, la desazón presentida de la esposa y la tristeza infinita que Rivière, el duro, el fuerte, jamás podrá confesar. Ninguno de los personajes se pone a pensar si las mentiras y frivolidades que contienen las cartas que transportan los aviones valen la vida de estos héroes. Tampoco Saint-Exupéry, que hizo muchas veces la ruta de la Patagonia con sus grandes amigos y pioneros del vuelo comercial en América Latina, Mermoz y Guillaumet. Es la misión y hay que cumplirla. El mundo necesita héroes, y los de Saint-Exupéry lo son de una pieza. Miran el mundo con lucidez y melancolía, pero nunca dudan.

Vuelo nocturno es como la guerra de Troya contada por Aquiles.

Aviador

Saint-Ex, como lo llamaban sus amigos, fue desde la infancia una criatura de acción, que buscó infructuosamente su vocación en la marina, en el dibujo y en la milicia. Hasta que la encontró en la libertad del cielo. Y desde que piloteó su primer avión en diciembre de 1921, las estancias en la tierra se le hacían interminables. No veía la hora de volver a volar.

Pero también fue un hombre tímido, reflexivo, melancólico, que buscó siempre en la aviación mucho más que el vértigo de la aventura. “No puedes imaginar la calma y la soledad que uno siente a 4.000 metros de altura, solo con el motor,” le escribe a su madre en 1923.

Antoine de Saint-Exupéry nació en Lyon. Su padre pertenecía a una antigua familia noble empobrecida, y murió cuando Antoine tenía 4 años. Desde entonces el escritor mantuvo una relación muy fuerte con su madre. Las constantes cartas que le escribe, llenas de dudas sobre su capacidad y temores sobre el futuro, recuerdan mucho a las del joven García Lorca o las del poeta inglés de la Primera Guerra Mundial Wilfred Owen. “Por las noches me siento un poco triste … No tengo perspectivas. Necesito ocuparme con algo que me guste,” le escribe a su madre desde Estrasburgo, donde sufre su servicio militar a los 20 años.

Pero descubre los aviones y ya nunca dudará. Otra vez a su madre: “¡Si sólo supieras cuán irresistible es mi deseo de volar! De no lograrlo, sería muy infeliz…, pero lo lograré.” Casi se mata en las prácticas para obtener la licencia, y un grave accidente lo obliga a buscar trabajo de oficinista. Pero esa vida no es para él, y en 1926 comienza a hacer el vuelo, recién inaugurado, Toulouse-Dakar. Su jefe es el mítico Didier Daurat, el modelo para el Rivière de Vuelo nocturno.

Cuando Daurat le toma confianza, lo envía a una misión terrible: mantener abierto el tráfico aéreo por encima de las fuerzas árabes rebeldes entre Dakar y Casablanca. Saint-Ex pasó 18 meses en Cabo Juby, en medio del desierto. Si un piloto caía y los árabes lo encontraban, lo degollaban. Saint-Ex debía encontrarlo primero. Cuando le dieron la Cruz de Caballero de la Legión de Honor, se citó su “extrema sangre fría y su excepcional sentido del sacrificio.”

De 1929 a 1931, abre con veteranos del desierto como Mermoz y Guillaumet la ruta de la Patagonia. Vive en Buenos Aires y la odia, como a todas las ciudades. “No comprendo el gentío de los trenes de cercanías, esos hombres que se creen hombres y que, sin embargo, por una presión de la que no son conscientes, están reducidos, como las hormigas, a ser sólo usados. ¿Con qué llenan, cuando están libres, sus pobres domingos absurdos?”, escribe en Tierra de hombres.

Lo que ama es el desierto: “Yo conozco la soledad. Tres años en el desierto me han enseñado cómo sabe. Allí no da miedo dejarse la juventud en una tierra mineral. Lo que parece envejecer, lejos de uno, es el resto del mundo. Los árboles ya han dado sus frutos, las tierras se han cubierto de trigo, las mujeres ya son hermosas … La estación avanza, pero uno se encuentra retenido muy lejos … y los bienes de la tierra resbalan entre los dedos como la fina arena de las dunas.”

Para ese entonces, como una natural continuación de sus vuelos, se había convertido en escritor.

Escritor

El primer relato de Saint-Exupéry se llama, cómo no, El piloto. Aparece en una revista literaria en 1926, y cuenta la historia de un aviador que, como Antoine, sufre depresiones cuando baja del cielo. Correo del sur, de 1929, es su primera novela y se ubica en los escenarios africanos que tan bien conoce. André Gide, el novelista más prestigioso de la época, escribe un comentario elogioso y acepta prologar su siguiente libro, Vuelo nocturno, que aparece en 1931. Para ese entonces, la compañía que llevaba el correo entre Europa y Sudamérica, por la que arriesgaron tantas veces la vida los pioneros de la aviación, ya había quebrado, dejando a todos en la calle.

De vuelta en Francia, Saint-Ex intenta sin éxito ser piloto de pruebas, patenta inventos aeronáuticos y trata de batir el récord en el vuelo Paris-Saigón. Ya se sentía escritor de pleno derecho, y prueba su mano como periodista. Viaja por todo el mundo, y cubre para el periódico “El Intransigente” la guerra civil española.

Antes, en 1935, sufre un terrible accidente en el desierto con dos compañeros. Pasan cinco días casi muerto de sed y finalmente los rescata un beduino. Al revivir el momento del encuentro, cuando todo parecía perdido, traza también las líneas de su credo, un humanismo lírico:            

“En cuanto a ti que nos salvas, beduino de Libia, te borrarás, sin embargo, para siempre de mi memoria. No me acordaré más de tu rostro. Tú eres el Hombre y te me apareces con el rostro de todos los hombres a la vez. No nos has visto nunca y ya nos has reconocido. Y a mi vez, yo te reconoceré en todos los hombres … Todos mis amigos, todos mis enemigos en ti marchan hacia mí, y yo no tengo ya un solo enemigo en el mundo.”

Guerrero

Pero sí tiene enemigos. La Alemania nazi invade su país, y Saint-Exupéry, ya pasados los cuarenta y maltrecho por tanto accidente, mueve influencias y conexiones para que los Aliados le permitan hacer vuelos de reconocimiento en territorio enemigo. No será él un intelectual que pelee sólo con la pluma.

Un año antes del comienzo de las hostilidades había sufrido su peor accidente aéreo. Intentando batir el récord de vuelo desde Nueva York a Tierra del Fuego, su avión sufre un desperfecto al levantar vuelo en el aeropuerto de Ciudad de Guatemala. Se fractura el cráneo y se destroza un hombro. Durante la lenta recuperación escribe Tierra de hombres, que gana el Grand Prix de la Academia Francesa y el National Book Award de Estados Unidos.

Con el comienzo de la guerra, exilado en Estados Unidos y esperando ser admitido entre los combatientes, escribe sin parar. Publica Piloto de guerra, un alegato por la liberación de su país, en 1942, y un año después, Carta a un rehén, una carta en la que urge a su amigo León Werth, escritor judío francés retenido en territorio ocupado, a no perder la esperanza . En medio de los odios de la guerra, promueve la comprensión y la tolerancia: “La verdad de ayer está muerta; la de hoy, aún por edificar … cada uno de nosotros posee una parcela de la verdad.”

Pero la comprensión de todos los hombres no aparta a Saint-Ex de su misión. Logra que lo admitan como piloto de guerra, y parte para Córcega con la Fuerza Aérea norteamericana, con la que cumpliría peligrosas misiones sobre territorio enemigo.

La última fue el 31 de julio de 1944. Partió a las 8:45 de la mañana desde Cerdeña para fotografiar las zonas ocupadas de Grenoble y Annecy. A la una y media, cuando le quedaba solo una hora de gasolina, aún no había vuelto. A las dos y media, sus compañeros sospecharon lo peor. Nunca se encontró su cuerpo.

En su habitación, hallaron una carta escrita poco antes, hoy publicada como Carta al General X. “Si llego a salir con vida de este trabajo ingrato pero necesario, me queda sólo una pregunta: ¿qué debe decirle uno a la humanidad?” 

Tres semanas antes de partir había publicado, en traducción al inglés, un libro totalmente atípico en su obra. Era una fábula “para niños”  y estaba dedicada a su amigo León Werth, quien, como explica a los niños en su dedicatoria, “es el mejor amigo que tengo en el mundo” y “vive en Francia, donde tiene hambre y frío”. Como pidiéndoles perdón, corrige su dedicatoria: “A León Werth, cuando era niño.”

Como sabemos gracias a él, todas las personas mayores, antes que nada fueron niños, aún cuando muy pocas lo recuerden.

Fabulador

Es el invierno de 1942, en plena guerra. Debió ocurrir de noche, en un tranquilo restaurant de Nueva York. La editora norteamericana Curtice Hitchcock nota que el autor francés con el que está comiendo no le presta atención. Mientras ella habla, él dibuja en una servilleta. La señora se inclina a ver qué dibuja. Es el perfil de un niño. Siempre está dibujando niños, dicen sus amigos.

“¿Qué dibujas?”, le pregunta. “Nada,” dice él. “Es el niño que hay en mi corazón.”

Casi sin pensarlo, Curtice Hitchcock le sugiere: “¿Por qué no escribes la historia de este niño en un libro infantil?”

Nunca había escrito un libro infantil. Nunca más volvería a hacerlo. Pero el libro que salió a la luz en Nueva York en abril de 1943 pronto se convirtió en el libro para niños más famoso del mundo.

Es, por supuesto, El Principito.

“En toda la producción literaria de Saint-Exupéry nada hace imaginar un libro como éste,” dice su biógrafa Joelle Eyheramonno. “A primera vista parece un libro inusual que no tiene relación con sus libros anteriores. Toma la forma de un cuento poético en el que los animales (y las plantas) hablan … Para algunos, era impensable que un hombre de acción, un héroe, se despachara de improviso con un libro para niños. Otros lo tomaron como algo incomprensible, hasta poco serio, digno de ser rechazado y hasta condenado. Por eso, cuando se publicó El Principito tuvo una fría recepción del público.”

La historia es bien conocida: el autor, un piloto cuyo avión se avería en el Sahara y sufre hambre y sed en el desierto, se encuentra con un niño rubio y triste que viene de un minúsculo planeta donde dejó tres volcanes y una rosa. En su deseo de conocer el universo, el Principito viaja a varios planetas, donde encuentra a un rey patético, un farolero burocrático, un borracho triste, un geógrafo ignorante y un frío hombre de negocios que cree poseer estrellas porque las tiene anotadas en un papelito.

Es un viaje a las miserias y arrogancias de los hombres, un viaje como los que 200 años antes el irlandés Jonathan Swift imaginara para su Gulliver.

Al llegar al último planeta de su recorrido, la Tierra, el Principito se desencanta porque encuentra miles de flores como la suya. Pero un zorro, que le pide que lo domestique, le da el secreto de la verdadera amistad: “El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.”

En los libros para adultos que escribe en ese tiempo, Saint-Exupéry reflexiona con amargura sobre la pérdida de sus amigos. Todos sus compañeros de los gloriosos días de Dakar y de la Patagonia, como Mermoz y Guillaumet, están muertos. Y su último amigo vivo, León Werth, tiene hambre y corre peligro.

En medio de la guerra y la destrucción, el zorro le dice al Principito: “Sólo se ve con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.”

Hoy lo leen los niños del mundo en 102 idiomas.

Leer más
profile avatar
3 de julio de 2017
Blogs de autor

Filosofía con látigo

Conozco a estudiantes españoles que han querido hacer su Erasmus en Liubliana o un posgrado en un pueblo suizo, sólo porque en su universidad da clase Slavoj Zizek, un filósofo estrella, viral, que se ha erigido en mentor –ahora los líderes han sido enterrados por el mentoring– de una generación crecida de más a menos, que ha disfrutado de una infancia de clase media pero se ha tenido que contentar con una juventud de nuevo pobre; y aún y así prefieren ser free lance, manteniendo el control de sus horas en lugar de convertirse en modernos esclavos sin horario de salida. Atesoran la máxima de Goethe: “Pensar es más interesante que saber”, por lo que a veces su arrogancia intelectual desata humos, aunque resulte inspirador estar al tanto de sus filosofías. Frente a los jóvenes que viven en posición horizontal, agarrados al mando de la consola, ellos, verticales y en posición de salida, no rehúyen la pelea cuerpo a cuerpo, auténticos vocacionales de la acción ciudadana (la vo­cación la compone una visión y una misión, y así son ellos, visionarios y mi­sioneros). El 15-M hizo a muchos activistas con k, llamándoles a filas por su nombre, castigo del oficialismo bipartidista y la corrupción; y salieron en tromba desde el profesorado o el trabajo social, desde los casals o los barrios.
Muchos de estos jóvenes aguardaron horas el pasado jueves en Madrid para escuchar su oráculo de Delfos, al filósofo Zizek. La cola en el Círculo de Bellas Artes adelantaba a las del día siguiente, viernes, con el estreno de las rebajas. El pensador esloveno, vehemente y locuaz hasta lo torrencial, se prodigó en conferencias y entrevistas, alternando teoría y humor, incluso delirio –hasta llegar a quedarse solo en su defensa de Trump–, para hablar de populismo y comunismo, de capitalismo y cultura. No dejó pasar su desazón ante la falsa tolerancia y el sentimentalismo, y alertó de la función controladora de las redes. Zizek despreció también la acumulación de información en estos tiempos nuestros, que según proclama, no nos hace mejores ni más inteligentes. “Sintetizar y simplificar los datos es mejor que tener todos los datos. Somos ordenadores estúpidos; lo sabemos todo pero no discernimos. (...) Acumulamos datos, pero no tomamos decisiones”, declaraba a El Mundo.
Pero las buenas decisiones necesitan tiempo y se alargan: la política y la justicia son dos buenos modelos de una ­esforzada acción a la que podría denominarse slow-speed machinery. Sus planteamientos y resoluciones –y no digamos su implementación– se expanden de manera que el pasado acaba siempre siendo un prólogo. Da igual, el showman Zizek sacó una vez más el látigo, como en una cariñosa riña de niños, y fustigó a aquellos estudiantes que devoran sus vídeos en YouTube, a los guerrilleros urbanos con piercings, a los políticos de Podemos para decirles: pasad a la acción en lugar de darle vueltas a las cosas, no hay tiempo para seguir mirándose al espejo.
Leer más
profile avatar
3 de julio de 2017
Blogs de autor

Orgullo con champán

En octubre de 2001, apenas un mes después del atentado de las Torres Gemelas, entré en el despacho de Glenda Bailey, una británica neoyorquinizada lo suficientemente excéntrica y buena periodista como para tomar el mando de Harper´s Bazaar –este año celebró su quince cumpleaños al frente de la histórica cabecera–. Tras describirme las nubes negras que sobrevolaban el Hudson y que contemplaba con horror desde su amplio ventanal de la Hearst Tower –en la 57 con la 8ª–, le pregunté cuál era su estado de ánimo y el de la redacción, a lo que respondió que, tras el hundimiento anímico, se había impuesto llevar tacones, más altos aún de lo habitual, para elevar la autoestima pisando fuerte. Los tacones como un acto de resistencia. En aquel momento me impresionó el gesto, histriónico pero a la vez cargado de simbología. La fe en el estilo sobreponía del abatimiento. Lo hubiera podido suscribir Diana Vreeland, la mujer que le confirió a la publicación el carácter de Biblia del nuevo gusto a mitad del siglo XX: "El estilo te ayuda a bajar las escaleras, a levantarte por la mañana. Es una forma de vida. Sin él no eres nadie. Y no hablo de ropa" sentenció.
El sábado 2 de noviembre de 1867 apareció el primer ejemplar de Harper’s Bazar, entonces escrito con una sola ‘a’. Aquel fue un año de avances: el cirujano y aristócrata Joseph Lister realizó en Glasgow la primera intervención quirúrgica bajo condiciones de asepsia, Alfred Nobel inventó la nitroglicerina y Karl Marx publicó el primer tomo de “El capital”. La engrasada maquinaria de la Revolución Industrial había puesto toda marcha hacía el progreso, aún un horizonte nítido. En ese contexto, la revista se presentaba como “un almanaque de moda, placer e instrucción”. En sus páginas colaborarían Henry James, Jack London o Normal Mailer, Man Ray, Henri Cartier-Bresson o Robert Frank y sus americanos tristes.
 
Pocos hubieran apostado a que 150 más tarde no solo estaría más viva que nunca, sino que tendría 32 ediciones internacionales. En su larga etapa, Glenda
Bailey ha elegido con habilidad a políticas y actrices en sus portadas. Y aunque ya hubieran posado Lauren Bacall o Audrey Hepburn, abrió el canon, atreviéndose con Lena Dunham, Beyoncé y Lady Gaga. Y para este aniversario Madonna –una de sus más cercanas amigas junto con Dona Karan o Hillary Clinton–  ocupó la portada con una reivindicación que podía leerse en plural: “Dicen que soy polémica, pero lo más controvertido que he hecho ha sido mantenerme”.
 
Esta semana, en la madrileña Casa Velázquez –territorio francés donde residen artistas becados–,con  uno de los mejores atardeceres de la villa, se celebró el 150 aniversario desde la edición española. Una Naty Abascal con paso de gacela, porque para ella la vida es una inagotable pasarela, desplegó encantos y bordados de inspiración española que tanto se llevan en París. Con Paz Vega, que desde que se cortó el pelo y cumplió años recobró el amor de las editoras, o Verónica Echegui, el mejor ritmo de la noche, Macarena Gómez y las modelos Ariadne Aritles y Teresa Baca bailó la nueva directora de Bazaar, Yolanda Sacristán (ex Vogue). Las directoras no suelen invitar a otras directoras a sus fiestas, pero algunas escapamos a esa norma no escrita, otra veleidad más del sector. Recuerdo cuando Daniela Cattaneo, italiana pragmática que estuvo en Vogue, me espetó en un ascensor de la Castellana:" pero qué barbaridad estos almuerzos entre directoras, si somos competencia feroz. En Italia es impensable". Emocionada,Yolanda Sacristán anunció su regreso Hearst (antes Hachette)–a veces los periodistas acaban donde empezaron, fieles al eterno retorno nietzscheano–, y la noche se alargó hasta bien entrada la madrugada, Sacristán, junto a la editora Benedetta Poletti, destacó una palabra: “orgullo”. El de la prensa en papel, el de su misión en la moda, el del histórico legado. Justo cuando el clamor del World Pride 2017 ha oxigenado un Madrid con brisa. Hasta el Prado y el Thyssen celebran “El amor diverso” y “La mirada del otro. Escenarios para la diferencia”, adorando a Caravaggio, Bronzino, Goya o Bacon. Dicen que la ciudad recibe dos millones y medio de visitantes estos días, pero se diluyen mejor que el guirigay de guiris gays, heteros e incluso alienígenas que atestan la sufrida Barcelona. Orgullo y estilo, dos estados de ánimo que engordan con buenas dosis de terquedad y champán.
Leer más
profile avatar
3 de julio de 2017
Blogs de autor

Saura en papel

Cuando se anuncia el verano ya es costumbre que llegue el regalo regio de PHotoEspaña, de la que esperamos cada año, como niños ansiosos, la sorpresa de lo que nos trae, no sólo de Oriente. Y tampoco en esta ocasión faltan la abundancia ni la calidad; hay una amplia antológica del italiano Gabriele Basilico (en el Museo ICO), Eduardo Arroyo saca a la luz su colección de ‘inestables' en el Lázaro Galdiano, y en Cibeles comparten lugar con el Municipio dos potentísimas muestras de un mundo marginado que no se esconde, aun con riesgo: la bohemia canalla pero gozosa del legendario ‘Café Lehmitz' de Hamburgo fotografiada por Anders Petersen, y pared con pared, ‘Pistas de baile', las conmovedoras ampliaciones en color de las prostitutas transgénero de Ciudad Juárez tomadas por Teresa Margolles, comisariada por Alberto García-Alix, a quien PHotoEspaña le ha dado este año Carta Blanca y expone él mismo en la galería Juana de Aizpuru obra reciente en la que trabaja con sobreimpresiones: impresiona la que titula ‘Autorretrato San Elvis'.

    Pero mi máxima ilusión ha sido ver reunidas en el Museo Cerralbo tantas fotos de una gran personalidad artística de nuestro país, el cineasta Carlos Saura, un clásico en plena actividad (cumplidos ya los 85) y cuya faceta en papel es menos conocida que su extensa y trascendental filmografía. En los escuetos pero sinceros paneles que acompañan la exposición, Saura se presenta como aprendiz de ese arte al que llegó por azar, y en el que al principio incurría en "defectos evidentes de exposición y de contrastes". Nunca lo abandonó, sin embargo, desde que en los primeros años 1950, con su cámara Rolleiflex, tomó en la Ciudad Encantada una bellísima serie semi-abstracta, ‘Rocas de Cuenca' (no expuesta en el Cerralbo, pero sí incluida en el magnífico libro ‘Carlos Saura. España Años 50', editado el pasado año por La Fábrica con Steidl, y aún a la venta). La imagen del director de ‘Cría cuervos' entrando en el Museo Cerralbo el día de la inauguración de PHotoEspaña con una cámara al cuello era el indicio de su curiosidad inagotable, de su ojo alerta, de su deseo constante de poner la mirada sobre la realidad y captarla.

      La selección colgada es muy variada, dentro de la acertada circunscripción a los años del medio siglo pasado. Una de las secciones que más nos llega es la de Sanabria; siendo estudiante en la Escuela de Cine de Madrid, Saura fue ayudante de un documental que se preparaba en esa entonces pobrísima zona castellana fronteriza con Portugal y Galicia, y lo que vemos en las imágenes (todas en blanco y negro) es un mundo desaparecido, no por el progreso social sino por la desgracia: "La mayor parte de las personas que aparecen aquí fotografiadas murieron al reventar el muro de contención del embalse cercano", cuenta el propio fotógrafo, en referencia al pueblo de Ribadelago, tragado por las aguas. Otras secciones son menos lúgubres, viajando el fotógrafo por Andalucía, por Valencia, o retratando la densa noche madrileña de la época. Es una España negra y clara, humilde, piadosa pero festiva, bronca y alegre al mismo tiempo, en la que Saura, a veces muy artista (una preciosa instantánea de gigantes y cabezudos cruzando un puente conquense) siempre quiere ser, más que otra cosa, el testigo de lo real.

Leer más
profile avatar
3 de julio de 2017
Blogs de autor

Poema 158

Tal como hacen las consolas

de los aires acondicionados

cuando su visera se cierra,

la mente del otro se clausura, a veces,

en el mismo espacio del hogar o del trabajo.

De ofrecer una apertura

por donde colaba fluidamente la idea

o una empatía sin oposición,

se pasa a un hermetismo incuestionable,

adusto, insoluble, férreo

que no salva ni el amor o la razón.  

Las personas que queremos (o no)

poseen esta propiedad mecánica

y terne (en el verano y fuera de él).

Y esto a pesar de las consideraciones tiernas.

En el movimiento de su cierre mecánico

Incluyen la odiosa facultad de negar

por orgullo, por tozudez,

por lerdos la razón del otro.

Tal como hacen también las almejas y los berberechos se

enquistan

en su mazmorra de frío inane.

Lo experimento ahora con frecuencia,

porque, por razones de salud, (de vida o muerte)

necesito comer ostras,

y toda clase de bivalvos.

Así que he cobrado una especial conciencia

a la mente que se cierra o el animal que se abroquela.

Es decir, del frecuente fenómeno

del entendimiento por el no entendimiento,

y de la clausura submarina como forma de vida.

La hipérbole, en fin, del aire acondicionado,

preparado para cumplir la misión contraria a su creación.

Atesorar en vez de expeler.

Desdeñar en vez de acompañar.

Rechazar la demanda como

la sentencia ignorante y fatal.

Leer más
profile avatar
3 de julio de 2017
Blogs de autor

Poema 157

 

 

Era difícil entenderse

en medio de la tempestad.

No queríamos amarnos

en exceso

pero, al menos,

Mantener una dulce unión.

Pájaros y flores

Espejos y desnudos

veloces,

láminas de azúcar,

vidrios de lluvia 

volando alrededor

Leer más
profile avatar
30 de junio de 2017
Blogs de autor

El país de la perfecta coreografía

Corea del Norte es el país de la perfecta coreografía. El único del mundo donde todos los ciudadanos, sin excepción, representan un papel en el tablado, cada quien actuando en una gran puesta escénica destinada a durar para siempre. Cada actor y cada actriz hacen el triste papel de vivir felices, y esa felicidad absoluta llega hasta las lágrimas cuando se evoca a la santísima trinidad compuesta por Kim Il- sung, su hijo Kim Yong-il, y el nieto actualmente reinante, Kim Yong-un, elevados a la categoría de deidades celestiales.

Un país de dos pisos. Arriba, el escenario de la eterna representación, donde la dinastía guiada por los tres astros está destinada a prolongarse sin fin; y debajo del tinglado el mundo subterráneo de las hambrunas que matan a centenares de miles, las cárceles secretas, los campos de concentración, los resortes del miedo que obligan a poner las caras sonrientes; todo un engranaje preciso e inflexible que asegura el sometimiento y el silencio. Y allí, bajo el escenario, están también los rehenes, esperando su turno de entrar en escena.
Es de este mundo subterráneo de donde salió en estado de coma, para ser repatriado "por razones humanitarias", el estudiante de la universidad de Virginia Otto Frederick Warmbier condenado a 15 años de trabajos forzados por tratar de "derrumbar los cimientos de la unidad" del reino de la felicidad.

¿Y cómo se proponía este muchacho de 22 años derrumbar esos cimientos? En febrero de 2016 las cámaras de circuito cerrado del hotel donde se alojaba en Pionyang, lo filmaron mientras arrancaba de la pared un cartel de propaganda política del régimen, para meterlo en su maleta y llevárselo como suvenir, pues partía al día siguiente.

Durante el juicio que se le siguió por crímenes contra el estado, el muchacho "confesó" que el hurto lo había cometido siguiendo instrucciones de la Iglesia Metodista Unida de Ohio, con el fin de "dañar la motivación y el trabajo del pueblo norcoreano", con el apoyo, por supuesto, de la CIA.

Si era descubierto en su intento desestabilizador, declaró, la Iglesia Metodista entregaría a sus padres la suma de 200.000 dólares como compensación, pues "sufrían graves dificultades económicas". Los padres, dicho sea de paso, pertenecen a la religión judía, no a la metodista cristiana, como el propio Otto fue también creyente judío.

El tribunal que lo condenó funciona arriba, en el escenario, y el juicio fue televisado. Que el reo no tuviera acceso a defensa legal, pareció irrelevante a quienes montaron el espectáculo. Y frente a sus jueces disfrazados de togas, Otto se convirtió en parte de la farsa colectiva, obligado a mentir, a lo mejor bajo la falsa promesa de que, mostrando arrepentimiento, sería puesto en libertad.

Pero debajo del tablado, tras la condena, lo que le esperaba era cumplir el papel de rehén hasta que se presentara la oportunidad de negociarlo a cambio de alguna concesión de parte de Estados Unidos. Pero esa oportunidad nunca llegó, debido al incremento de las tensiones entre Corea del Norte y Estados Unidos, y sus aliados de la región, ante la insistencia de Kim Yong-un en probar sus cohetes nucleares de largo alcance.

Que Otto era tratado como un rehén, el comunicado emitido por el gobierno de Corea del Norte tras su muerte, no lo oculta cuando dice: "Warmbier es una víctima de la política de paciencia estratégica de Obama, que se obcecó en la mayor hostilidad y negación contra la República Democrática Popular de Corea y rechazó mantener un diálogo con ella".

La luz radiante sigue alumbrando en el escenario los rostros de todo un pueblo que desborda de felicidad, según el guión, y daría gustoso la vida por Kim Yong-un, aficionado a algunos vicios occidentales como las discotecas, las actrices, los autos de carrera, la música hip-hop, el fútbol y el básquetbol, y quien mandó a asesinar en Malasia a su descarriado hermano mayor Kim Jong-nam, pues mantenerlo en el exilio no le fue suficiente.

Todo un prodigio Kim Yong-un, de acuerdo las biografías oficiales de lectura obligatoria en las escuelas y universidades del país más dichoso del mundo: "desde muy niño estuvo dotado de "una inteligencia asombrosa, un agudo poder de observación, una gran capacidad de análisis y una perspicacia extraordinaria, valiente y ambicioso, de pensamiento creativo, miraba cada problema con un ojo innovador pese a su tierna edad".

Mientras tanto, las tinieblas reinan, como siempre, en los subterráneos debajo del escenario.

Leer más
profile avatar
28 de junio de 2017
Blogs de autor

Poema 155

 

Ni felices ni desgraciados.

La mediocridad social,

la tibieza de los proyectos

(los políticos, los laborales, los personales)

ha alcanzado

una temperatura media

que no da de  sí ni da que no.

Mucha gente vive en la pobreza

y miles mueren ahogados,

sin gritos,

bajo las olas del mar.

La crisis ha alcanzado

un grado de estabilidad

o crueldad natural

que ni crece ni decrece

ni promete acabar

 ni desmiente su infamia.

La crisis se ha instalado como un angustioso

bolo excrementicio en el centro de la boca

que envenena sin ruido

que intoxica sin aullar

que deja a los ricos en una confortable escena

humeando,

corrompiendo.

Deshaciendo la vida

sin que se desprenda

un terremoto insólito

tras la ardiente circulación del mal.

Leer más
profile avatar
28 de junio de 2017
Blogs de autor

Formación

Cuando Pablo Iglesias avanza por un pasillo de las Cortes, dócil ante las cien cámaras que le glorifican, parece que vaya enjugándose las manos con un pañuelo de yerbas, como si acabara de reparar el sifón de la cocina. Tiene un porte decididamente sindical. Por el contrario, cuando Pedro Sánchez avanza por el mismo pasillo y ante las mismas cámaras, lo hace pausadamente, con una ondulación que es híbrido de Gary Cooper y Mae West. Sonríe y saluda, parsimonioso, a derecha e izquierda, como la fascinante rubia platino. Dos estilos bien definidos.

Esta es nuestra izquierda, qué le vamos a hacer. Una izquierda cuidadosa de su imagen y cuyos dirigentes gastan el espejo de la mañana a la noche. Gente con una vanidad tan colosal que no deja lugar para el raciocinio. Así que, en pura competencia, aislados en la burbuja narcisista, olvidan por completo que su empleo es el de mejorar la vida de sus votantes. En lugar de eso, rivalizan por ver quién pone el gesto más izquierdoso de manera que ya, en los próximos tiempos, votarán en Europa junto a los fascistas de Le Pen.

No hay remedio, la ausencia de una educación seria en nuestro país va creando personajes ajenos al mundo real, individuos que se sueñan héroes de teleserie o figurines de la sección rosa. Porque, en verdad, nadie sabe qué van a hacer con nosotros, sólo se les conocen gestos heroicos: cambiar nombres de calles, proponer una España en macedonia, abominar del capitalismo criminal, reprimir a quienes no forman parte de su pequeño club de prensa, bramar contra la corrupción ajena, pero no contra la propia, admirar al dictador Maduro o a los separatistas de Gerona, y así sucesivamente. La nuestra es la izquierda más fotogénica del continente, pero también la más cortita.

Leer más
profile avatar
27 de junio de 2017
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.