Vicente Verdú
Ni felices ni desgraciados.
La mediocridad social,
la tibieza de los proyectos
(los políticos, los laborales, los personales)
ha alcanzado
una temperatura media
que no da de sí ni da que no.
Mucha gente vive en la pobreza
y miles mueren ahogados,
sin gritos,
bajo las olas del mar.
La crisis ha alcanzado
un grado de estabilidad
o crueldad natural
que ni crece ni decrece
ni promete acabar
ni desmiente su infamia.
La crisis se ha instalado como un angustioso
bolo excrementicio en el centro de la boca
que envenena sin ruido
que intoxica sin aullar
que deja a los ricos en una confortable escena
humeando,
corrompiendo.
Deshaciendo la vida
sin que se desprenda
un terremoto insólito
tras la ardiente circulación del mal.