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Los niños y el mal (II)

El problema de los niños y el mal también puede verse desde otra perspectiva, que consiste en olvidarse de las implicaciones internas que los niños pueden tener con el mal, preocupándose sobre todo de las externas. Un buen ejemplo para ilustrar lo dicho es un relato de Lu Sin que leí hace tiempo, donde asistimos a la narración de un niño que cuenta la agonía de su padre, las continuas mentiras de los farmacéuticos y los médicos, podridos de magia y arcaísmos, y la ruina familiar debido a lo caros que resultaban sus inverosímiles y complicados medicamentos. Aquí no se trata de calibrar la posible maldad de un niño, se trata más bien de describir el enfrentamiento de una mente infantil a tres formas de mal absoluto: la muerte prematura del padre, que para un chino de entonces representaba la más definitiva de las desgracias, la muerte de la verdad, representada en las falacias de los médicos tradicionalistas que se negaban a aceptar los avances de la medicina occidental, y la muerte de toda una realidad familiar, representada en la ruina económica.

Los relatos que hablan de las relaciones de los niños con el mal (con el mal moral, el mal social o el mal sin más) son más interesantes que las que hablan de la presunta maldad fundamental de los niños. Desde esa perspectiva, la de la relación de la infancia con la maldad objetiva, son muy recuperables algunos relatos de Aldecoa, varias novelas de Delibes, y la película de Rossellini Alemania hora cero. Sin olvidar, claro está, una obra que las precede a todas. Me refiero a El lazarillo de Tormes, en cuyo primer capítulo vemos a un niño evolucionando en un mundo crudo y hostil, donde el mal parece incrustado hasta en el corazón mismo de la bondad.

Al postular una confrontación entre la mente infantil y el mal objetivo no pretendo sostener una postura tributaria de Rousseau, según la cual el niño representaría la blancura, frente a un mundo de negruras sucesivas que acabaría corrompiéndolo. No creo que la mente infantil sea ajena al mal, y sobre todo al mal implícito en el discurrir ordinario de la vida; simplemente creo que todo en los niños es un proyecto de lo que puede llegar a ser. El mal se va gestando y articulando en el tiempo y con el tiempo, y eso sirve hasta para Billy el Niño, como bien muestra Sender en El bandido adolescente.

 

Otro problema a añadir sería la utilización de los niños con fines espurios, obligándoles a llevar a cabo actos que les sobrepasan, como es el caso de los niños soldados. Esta clase de manipulación de la infancia se adentra ya en el ámbito de los crímenes de lesa humanidad.

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3 de octubre de 2017
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Delinquiendo

 

Noto que me confunden con un delincuente. Confunden mi imagen de progre relajado y casual con la de un delincuente tenaz. Las jóvenes madres, camino de la guardería, huyen despavoridas. Los jubilados, en un descanso del juego de la petanca, se estremecen a la sombra de un pino carrasqueño. E incluso, las acaloradas y laboriosas amas de casa maldicen su imprevisión al aparcar el coche demasiado lejos de la puerta de Mercadona. He de  hablar con El Pelucas, mi estilista de cabecera y, quizá, con Presquemir, mi sastre de toda la vida. He de modificar, cuanto antes, mi apariencia física. Pero mi mente, mis pensamientos, seguirán siendo, si Dios quiere y lo permite, tan ramplones y sórdidos como lo han sido siempre.   

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3 de octubre de 2017
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En presente continuo

Hoy es el día después. El clima interior está objetivamente más despejado que el de cualquier otro lunes. Excede en complejidad al sentimiento victorioso de una final Madrid-Barça y no arrastra el punitivo componente moral de la resaca, aunque en la cabeza aniden multitud de voces aún por escuchar, igual que les ocurre a los novios cuando se despiertan de su noche de bodas. Un hombre me contó que el día después de ganar la lotería, habiendo dormido la euforia y el alcohol, se despertó con una inexplicable tristeza; no podía dejar de llorar. Hay días después de distintas naturalezas. Se desea algo con tal ahínco y tanta convicción que, tras lograrlo, uno se desinfla. Se trata del vacío de la conquista, ese péndulo existencial que dibujó el filósofo, entre el deseo y el tedio. Un aflojamiento de músculos, un cansancio en las sienes. Muchos ciudadanos, independentistas y no independentistas, han estado dirigidos largos meses por el vigoroso poder de las expectativas, con una entrega vital como si este fuera el partido de sus vidas. Ya en los años sesenta, los pioneros Robert Rosenthal y Leonore Jacobson estudiaron las denominadas “profecías autocumplidas”, para concluir que expectativas y resultados se correlacionan de forma directamente proporcional: cuanto mayor es nuestra confianza en alcanzar un importante resultado, mayores son las probabilidades de conseguirlo.
Durante los días previos, he recibido numerosos mensajes en el teléfono explicando detalladamente cómo reaccionar ante una hipotética detención e incluso qué había que hacer si te cogían los datos, lo importante que era no declarar; y concluían en mayúsculas: “Sobre todo, no violencia, siempre pasivos”. Mientras escribo estas lí­neas, viernes por la tarde, los estudiantes enarbolan estelades en Barcelona y agitan un espíritu que amplifica el derecho a decidir. “Parece un Mayo del 68 hipster”, me dice un amigo. Y como entonces, no son pocos quienes con­tienen el aliento. En estas ocasiones nunca se sabe de qué lado de la red caerá la euforia, hasta que lo hace.
La causa catalana empieza a ser vista desde diferentes lugares del mundo como la paradoja del horizonte, que puede tener montañas o no, pero cuyo anhelo se ha corporizado y es ya imparable el deseo de alcanzarlo. Fue el filósofo francés Jules de Gaultier quien acuñó el término bovarismo, que recogen todos los manuales de psicología. Hace referencia al personaje central de la Madame Bovary flaubertiana, convertido en el estereotipo de la insatisfacción, pero supera el anhelo de Emma, ampliándolo a todas las ilusiones que los individuos –o los pueblos– se forjan sobre ellos mismos y luchan por satisfacer. El propio Flaubert nos advirtió de que el presente suele es­capársenos porque “el futuro nos ­tortura y el pasado nos encadena”. No es el caso de hoy, día de presente ­continuo.
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2 de octubre de 2017
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Poema 180

La tristeza se estampa rampante

como un caballo azul

en el centro geométrico del pecho.

No hay fuego ni llanto

que logre ahuyentarla.

El animal se afinca con pezuñas

de inclemente cemento.

Se hinca entre las hendiduras

de la carne tumefacta

que ni siquiera puede estremecerse.

Todo como en una parálisis

del dolor perenne.

Sin  brillo, sin dientes.

Con las blancas encías de la muerte.

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2 de octubre de 2017
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Las viejas maneras de ser nuevo

“El estilo es el hombre. Mejor dicho, el estilo es la manera como un hombre se toma a sí mismo; y, para ser mínimamente encantador, o incluso soportable, la manera está rígidamente prescrita. Si es con seriedad exterior, tiene que ser con humor interior, si es con humor exterior tiene que ser seriedad interior. Ninguna de las dos servirá si la otra la subyace”. Qué sabias palabras las del poeta Robert Frost en su definición de estilo, que más allá de la impronta personal, pueden aplicarse  a la moda y a la política, aunque la primera se tome mucho menos en serio que la segunda. No a sí misma, ya que se glorifica continuamente y genera riqueza y espectáculo. Es su cíclica temporalidad, su rotación permanente, lo que la hace deseable y a la vez voluble: lo que se pone de moda, pasa de moda.
 
En las semanas de la moda de Milán y París, los creadores han buscado tanto la ocurrencia como la supervivencia. Su misión consiste en huir de la seriedad absoluta, no caer en la frivolidad insípida, contar algo en la carpeta de prensa intelectualizando el mensaje sin hacer el ridículo y vender no solo unas cuantas prendas sino una lección de estilo. Porque del éxito de su colección depende que crezcan los réditos de sus franquiciados, desde perfumes a gafas o edredones. “Dolce&Gabana locos por los millennials” titulaba Suzy Menkes, cronista de moda de Vogue internacional. Esa es la nueva leyenda: se dice que ahora a la pareja, y en especial a Stefano, solo le hacen gracia los influencers, y que invierten más en ellos que en la prensa de moda tradicional. Menkes citó en más de una ocasión <em>Alicia en el País de las maravillas</em> a modo de referente de este y otros shows, y es que la infantilización del mundo es otro de los escapismos que subyacen en el subconsciente de los creadores. O tal vez se deba a que quieren vender bien en Asia. “Como arqueólogas que rebuscan en un arcón objetos que traen historias”, así definió Menkes a las mujeres de Francesco Risso para Marni. Chanel llamaba poesía costurera a este tipo de relatos y se los encargaba a Jean Cocteau, a quien le costeaba las rehabilitaciones narcóticas.
 
En la tercera jornada de la pasarela milanesa, se vivió “el” momento. Empezó a sonar “Freedom” de George Michael y se abrió una cortina: Claudia Schiffer, Naomi Campbell, Carla Bruni, Helena Christensen y Cindy Crawford posaban desafiantes, como estatuas, vestidas de Versace. No estamos en 1991, sino en 2017, así que en el desfile también participó Kaia Gerber, hija de Crawford. El público se levantó y algunos se acercaban a la pasarela para tocarlas y enloquecer pues ellas que tanto se han dejado fotografiar y, en cambio, tan poco han hablado, siguen siendo las diosas de este Olimpo. Los guardias de seguridad irrumpieron y se las llevaron de vuelta al <em>backstage</em>. Se trataba de un homenaje al creador fallecido hace veinte años, y ello justificaba la revisión que la firma italiana ha hecho de sus grandes hitos. En eso consiste en lujo hoy: apostar por los <em>best sellers</em> –o iconos, como prefieren denominarlos las marcas en cuanto cumplen una década– resulta la forma más segura de mantener el negocio a flote mientras se repiensa la estrategia a medio plazo. Gianni fue el primer creador de lujo que renunció a que la moda fuera un microclima elitista. Abrió las puertas a millonarias rusas y árabes a quien nadie quería vestir, y las cubrió de ánforas grecorromanas. Y coronó a las <em>top models</em>, esas mujeres que ya han cumplido los cincuenta y siguen conservando el misterio de la belleza. Que se lo pregunten sino al “feminista” Briatore, que bien las conoce, y que ha declaró a Vanity Fair que “una mujer que no trabaja está dando por saco día y noche”  
 
“La vieja manera de ser nuevo ya no servía”, también escribió Frost, y se interrogaba acerca de las nuevas formas de ser nuevo. Un desfile internacional es hoy una demostración de poder y novedad. Chanel customizará una vez más el Grand Palais, Louis Vuitton tomará de nuevo el Louvre el próximo miércoles. Y la firma Yves Saint Laurent –coincidiendo con la apertura de su primer Museo en el número 5 de la Avenue Marceau, donde Saint Laurent y Bergé fundaron la firma– eligió una explanada frente a la Torre Eiffel, que se iluminaba marcando el ritmo de la colección. En verdad la ropa, toda pensada para mujeres que viven la noche, importaba menos que el monumental escenario, el corazón del París del primer ministro mejor maquillado de la historia. Después de Napoleón. 
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1 de octubre de 2017
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Poema 179

 

Cuando uno siente que no es querido

es imposible quererse algo más.

O quererse algo menos.

El cero del cariño

opera como una célula

que envicia,

en tonos blanquecinos,

memorablemente lechosos

una sustancia de origen primordial 

y detestable al olfato.

En el centro de ella desearíamos morir ahogados

Como seres ciegos.

Desearíamos acabar

como  insectos

que ni siquiera han emitido

un sonido de lamento o de dolor.

Mucho menos un vermicular destino.

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30 de septiembre de 2017
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Poema 178

 

La naturaleza de las cosas

no pertenece a las cosas.

Los ojos con los que observamos

nos observan como pájaros

o caimanes.

Nos envolvemos en telas de acero

y de seda y de manantial.

Nos miramos como crisálidas.

Nos aventuramos

sin conocer el color

y somos tan frágiles como espejos

Incoloros.

Somos espejos en los

que pocas veces hallamos

la identidad.

Un pedazo de yeso

 

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29 de septiembre de 2017
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Los niños y el mal (I)

Es tan común decir que los niños son inocentes como que son malvados. Ambas visiones no dejan de ser una mentira heredada, que sólo sirve para no pensar en la raíz del problema, en su misma materia. El hombre es un mamífero y bien puede decirse que todo mamífero está preparado para matar, preparado para sentir deseos de hacerlo y preparado incluso para controlar esos deseos. Dicho lo cual podemos añadir que todo mamífero está preparado para encarnar, ante el otro, el mal absoluto: la aniquilación.

En ese aspecto, el mal en un niño es siempre algo esbozado, y que ni siquiera en los casos de niños muy prematuros en la asimilación de la maldad alcanza el peso específico que puede adquirir en la edad madura, cuando la maldad está suficientemente justificada, suficientemente elaborada para desplegar todo su poder y toda su perversidad. Cuando la maldad, digámoslo así, tiene su razón de ser en el sujeto humano y ha madurado, cuando la maldad es ya un asunto trágico e imparable.

Se suele poner como ejemplo definitivo de maldad infantil los niños de Vuelta de tuerca. Pero eso sólo puede hacerlo un lector despistado o demasiado emotivo, un lector patológico, pues si hay un caso de locura en Vuelta de tuerca, abría que dirigir la mirada hacia la institutriz, y en modo alguno hacia los niños, en los que sólo vemos un esbozo de maldad, casi siempre de carácter disuasorio y como medida de autodefensa ante el mundo de locuras envolventes que les rodea.

En Vuelta de tuerca la institutriz se enamora realmente de los dos niños, se enamora hasta la locura, porque su mundo y su vida están tejidos de carencias profundas y devastadoras. Es hija de un vicario severo y toda su existencia ha estado presidida por la más radical carencia afectiva, y cae como un halcón sobre los dos niños. Pero como no puede soportar haberse enamorado profundamente de dos criaturas, empieza a atribuir a sus niños deseos y comportamientos propios de los adultos, empieza a llenarlos de insospechada maldad e insospechados deseos, en una estrategia parecida a la que puede llevar a cabo el secuestrador sexual con su víctima.

Igual es ese el problema de los niños y el mal: más importante que la maldad que se les atribuye sería su naturaleza de libros en blanco, o de libros poco escritos, donde los adultos pueden proyectar toda clase de delirios.

 https://cursoliterario.wordpress.com/

 

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29 de septiembre de 2017
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27-08-2012

Somos
lo que un ventrílocuo
dice que somos.
Creemos
que es nuestra voz,
pero es la suya.
Creemos
que es nuestra identidad,
pero es la que él nos da.
Creemos
que es nuestra memoria,
pero es la que él ha simulado.
Creemos
que es nuestra existencia,
pero es la que él nos ha atribuido.
Somos
lo que un ventrílocuo
dice que somos.
De este modo transcurren
las horas y los años,
siervos de una voz ajena.
Hasta que llega el día decisivo
en que la fatal representación
se nos revela de repente.
Es entonces
cuando matamos al ventrílocuo
y empieza nuestra vida.

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29 de septiembre de 2017
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12-08-2012

Le dieron una compañía de locos
para que representara en el manicomio
la armonía de los astros: moriría si fracasaba.
Se puso inmediatamente a la tarea.
A un loco lo puso a hacer de Luna,
y lo empujó a dar vueltas alrededor de otro loco,
al que pidió que hiciera de Tierra.
Al principio los dos estaban reticentes,
temblando como perros asustados,
pero luego empezaron a deslizarse patosamente
en la dirección sugerida por él,
la Luna en torno a la Tierra,
y la Tierra bailando en derredor del Sol,
un tercer actor torpe y grueso
que tenía que desplazarse con gran lentitud.
Cuando los tres locos se habituaron algo a los giros,
sin tropezar ya entre sí,
fue incorporando a otros locos,
Marte aquí, Venus, allá, hasta llegar a Plutón.
El papel de Júpiter lo dio a un gigante,
y, al sentirse cómodos ya los locos en el bailoteo,
se permitió incluso convocar a los actores restantes
para confeccionar los anillos de Saturno.
Y así los dejó durante todo el día,
girando y girando, danzando y danzando,
hasta que los locos, olvidados de su condición,
rozaban el aire con el majestuoso toque de las estrellas.
Aquella era la armonía de los astros.
Debieron reconocérselo: se salvó.

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28 de septiembre de 2017
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