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Una de las formas de la felicidad (Pensar o no pensar)

Cuando reflexionas desnudo de juicios previos y doctrinas, con el alma flotante y a la vez segura, aparece la llave que abre las puertas de los jardines mentales y pensar se convierte en una de la formas de la felicidad.

Vivimos tiempos tan infelices porque hemos renunciado a pensar, porque hemos abolido las ideas, porque hemos envenenado el pensamiento y hemos instaurado el imperio de los juicios previos y las doctrinas.

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23 de octubre de 2017
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La Gallina Papanatas

Dice la Academia que “papanatas” es la persona simple y crédula o demasiado cándida y fácil de engañar. ¿Son papanatas los entusiastas pronunciadores de Lleida, Girona, Ourense, A Coruña, etc., cuando hablan en castellano? A veces dan ganas de llamar a TVE, al encargado de los telediarios o al encargado del  programa del tiempo, y contarles que, si no somos unos cursis redomados, empleamos Burdeos en vez de Bordeaux, Ginebra en vez de Genève y Londres en vez de London, y que los exónimos constituyen un recurso, de todas las lenguas cultas, que permite, entre otras cosas, el uso de gentilicios apropiados (¿cuál será el gentilicio castellano de Lleida y Girona al descartarse “leridano” y “gerundense” por remitir a los proscritos “Lérida” y “Gerona”?). Y, si no nos ha colgado el teléfono, se puede aprovechar para aconsejarle que, en aras de la coherencia, junto a Lleida y Girona no se pronuncie “Barcelona” sino “Barsalona”, recordando de paso que, por ejemplo, en catalán (¿son los catalanes menos papanatas?) “Zaragoza”, “Huesca” y “ Teruel” resultan “Saragossa”, “Osca” y “Terol”. También informa la Academia que “papanatas” viene de “papar” y “natas”.

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23 de octubre de 2017
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11-03-2013

Hubo mucha improvisación en aquella obra.

La escenografía parecía precipitada,

y cuando fue decidido el argumento

los personajes no quisieron seguir el guión.

Querían ser más libres de lo previsto.

Rechazaban envejecer y, lo que es peor,

se negaban a morir.

Pidieron al autor que retirara la pieza.

Pero era ya demasiado tarde.

Dios se consideraba un buen dramaturgo.

Estaba satisfecho del trabajo.

¿Qué le importaba si los malditos hombres,

engreídos por la oportunidad que se les ofrecía,

no apreciaban la belleza de su poema?

 

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23 de octubre de 2017
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Un rayo de luz para nacer

Esbozo  estas notas en dos ciudades africanas en cuyas universidades públicas comparto unas horas de reflexión filosófica con  estudiantes de diversas disciplinas, tanto científicas como humanísticas, quienes intuyen que la palaba filosofía designa algo que simplemente les concierne en lo esencial de su condición de seres de razón. La lengua propia de la  población local es el Bantú, en dos variedades diferentes, aunque  desgraciadamente esta lengua carece aquí  de la necesaria presencia institucional y académica.

En muchos países de África, como en otros lugares del mundo, el binomio globalización-explotación de materias primas ha desplazado  a las poblaciones hacia  esas parodias  de entorno urbano  que son los arrabales de hojalata, bolsas de plástico, e insalubridad.  Desarraigados así los habitantes en el propio territorio, todo impulso real pasa en África por ese imprescindible retroceso que simboliza la tensión del arco, es decir, pasa  por reencontrar su pasado y sus raíces: repudiar los arrabales  infestados  y recuperar el entorno de sus ancestrales viviendas, en el que los animales eran fuente de alimento o auxiliares en el pastoreo y la caza. Y en el caso concreto de  este lugar dónde me encuentro, también vivificar su lengua; lengua para algunos  vinculada  a la lengua matriz que alcanzó el  valle del Nilo, dónde se ha podido ver una de las fuentes (quizás la principal) de las que se nutre la gran revolución  espiritual que supuso la emergencia primero de la física y luego de  la meta-física en las costas de Anatolia.
 
Y al recordar que la filosofía tiene lugar y lengua de nacimiento en la Jonia del siglo VI a. C. y el idioma griego de los Tales, Anaximandro, Anaxímenes... hay que añadir siempre que la filosofía se reproduce y renueva  allí dónde simplemente  hay una lengua que la acoge, es decir,  allí dónde  hay seres de razón y de lenguaje; de tal manera que, nacida en las costas de la hoy Turquía, la filosofía  es desde el origen potencial patrimonio de la entera  humanidad. Y cabe decir que cuando una nueva cultura la incorpora,  su práctica por cada persona perteneciente a la misma supone una actualización enriquecedora de sus capacidades innatas.
 
En agosto de 2018 tendrá lugar en Pekín el XXIV World Congress of Philosophy organizado por la FISP (Federación internacional de sociedades filosóficas) desde hace más de un siglo con periodicidad quinquenal. El congreso de 2013 tuvo lugar en Atenas, y el de 2008 en Seúl, la capital surcoreana.  Así pues la mayor convención de filósofos se celebra de nuevo en Asia tras puntual retorno a la ciudad griega que la encarna paradigmáticamente, inmersa por cierto entonces en una tremenda crisis económica  social y humanitaria, de la que realmente  no ha salido.
 
Pues bien, en esta  África tan llena de problemas acuciantes, no es en absoluto ocioso recordar que la dignidad del ser humano además de la lucha por condiciones decentes de vida y un mínimo de libertad, pasa también por alcanzar a hacer propias las grandes confrontaciones del espíritu. Lejos de que la filosofía sea en ciudades como Ouagadougou,  Malabo o  la geográficamente alejada  Port- au -Prince una actividad superflua y propia de ociosos, me atrevo a decir  que su inserción con toda dignidad en la vida cultural sería sano indicio de que las dificultades por alcanzar libertades políticas y adecentamiento económico no son coartada para renunciar a una de las prácticas que (junto a la ciencia y el arte)  eleva al hombre sobre la mera animalidad, o por mejor decir: hace que el hombre se reconozca  como ese animal singular que no se halla exclusivamente determinado por el instinto de supervivencia.
 
Todas las civilizaciones y culturas se han interrogado sobre el ser humano, su origen y su destino, pero la originalidad del planteo filosófico de la cuestión del ser del hombre es que surge como resultado de una reflexión sobre el ser de las cosas, es decir, sobre  el orden natural; reflexión que se barrunta en los pensadores  jónicos, aspira a la sistematicidad en Aristóteles, es de hecho sistemática a partir de la revolución científica y entra en una profunda crisis respecto a sus fundamentos precisamente cuando -con la física de nuestro tiempo- alcanza su máximo grado de previsión sobre los fenómenos naturales. 
 
Este reencuentro de problemas, inherentes a toda cultura,  relativos a nuestro destino a partir de una reflexión sobre el entorno natural, es la aportación que la filosofía supone a las grandes manifestaciones del espíritu humano. Y por ello de Pekín a Atenas y de Malabo a Santo Domingo, la reivindicación de la filosofía forma parte de la reivindicación esencial de una comunidad política.
 
En la universidad pública de las  ciudades africanas que ahora visito no hay  un  departamento de filosofía, pero algunos de sus profesores de diversas disciplinas se empeñan  en que llegue a haberlo, convencidos simplemente que en su ausencia la universidad de alguna manera está coja, no alcanzará a erigirse en ese tribunal de la razón que está llamada a ser y que posibilita incluso una nueva y enriquecedora contemplación de la gran tradición cultural africana.
 
Que la filosofía, riqueza potencial de toda cultura y testimonio de la resistencia del espíritu humano, pase a ser riqueza en acto de una cultura dada, dependerá en gran parte de circunstancias sociales, económicas y políticas, pero en ocasiones  la filosofía,  se asemeja a la flora parietaria, hiedra  (indica Marcel Proust)  "a la que basta un rayo de luz para nacer".
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20 de octubre de 2017
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La Valdorba

 

 

En el siglo XVI había gente que hablaba vasco en la Valdorba,  un valle al este de Tafalla. Según la preceptiva vigente, es una prueba de la inveterada, pero como mínimo neolítica, antigüedad de la lengua vasca. Esos hablantes serían venerables seres puros cuyas entrepiernas habrían estado engendrando especímenes maravillosos que ejercitaban el ergativo durante las glaciaciones, cierto es que iban quedando menos a causa de la perfidia forastera en general y castellana en particular, pero ahí han quedado los pruebas de la vieja extensión de la lengua más antigua e inmaculada del mundo que, como ahora nos predica la superioridad, todo navarro debe aprender para cargar con su complejo fomentado, y para recuperar su vieja esencia milenaria y parcelaria.

 

En cambio, según la ciencia filológica, la Valdorba lleva un nombre que resume ejemplarmente su historia lingüística. Orba es un topónimo ibérico lobero cuya presencia es notable en toda la cuenca mediterránea desde el Peloponeso hasta la Península Ibérica. Unos ejemplos: en Navarra, Orbara, y en el Tirol, Corvara; en Asturias, los montes de (Eu)ropa, y en los Alpes, Oropa; aquí, al lado de Pamplona, Ororbia, en Soria, Borobia, y en la isla griega Eubea, Orobiai; en Toledo y Castellón, Oropesa, y en Beocia, Oropos (la ciudad saqueada por los atenienses que fueron condenados por el Senado a un multa de 500 talentos, y enviaron a Roma tres filósofos, el académico Carneades, el estoico Diógenes, y el peripatético Critolao, para negociar el levantamiento de la sanción). En Navarra, el topónimo emblemático Urbasa revela su ascendencia ibérica lobera si se compara con «urbarra», nombre del lobo en hitita, y con «urbar», el original nombre del lobo en sumerio del que descienden todos los demás. Los ejemplos son incontables, pero baste fijarse en algunos señeros como Gorbea, Ordesa, Cervera o Urbión, para hacerse una idea.

 

El sustrato ibérico data del tercer milenio a. C. La primera parte del topónimo Valdorba indica la romanización que se inició al final del primer milenio, o sea, que en la Valdorba se habló ibérico un par de milenios, y luego se romanizó. Lo mismo pasó en toda la Península Ibérica. 

 

Entretanto, los vascones eran un pueblo ibérico que no hablaba vasco por el mismo motivo que Séneca no hablaba italiano. El vasco no existía en el tiempo de los vascones, porque se formó aquí más tarde, a la vez, y en el mismo sitio que los diversos romances.

 

En 58 a. C. los aquitanos se aliaron con los iberos vascones, que ya estaban experimentados en la lucha contra los romanos desde los tiempos sertorianos, para resistirse a las legiones que se disponían a ocupar la Galia. Fueron derrotados y Julio César nos da noticia de que casi todos los aquitanos se rindieron y entregaron rehenes. Los que no lo hicieron se refugiaron en la Península Ibérica, en el territorio de sus aliados iberos, más en concreto en las cuencas bajas del Bidasoa y el Urumea, como muestra la frontera isoglósica oriental aún vigente digu / dauku, o zigun / zaukun, donde el primer ejemplo es de raigambre aquitana y el segundo de origen ibérico. En ese enclave se formó la lengua vasca a partir del aquitano, bajo la influencia del ibérico, que era la lengua del lugar, y del latín, que era la lengua imperial. Hoy el vasco tiene un 80 % largo de romance, y un porcentaje notable y apenas estudiado de préstamos ibéricos, el resto es de origen aquitano, que a su vez remite al sumerio, lo mismo que el ibérico.

 

 

En el tiempo que va desde los romanos a la Edad Media, el vasco se fue formando, como los demás romances, de modo que hablantes de vasco mezclados con hablantes de romance era algo corriente. Y su presencia en la Valdorba indica su maxíma extensión meridional, puesto que el vasco tiene un foco original en los refugiados aquitanos de la vertiente cantábrica y una expansión hacia el sur, este y oeste a lo largo del medioevo. Originalidad y expansión siempre mezcladas, siempre con otros que no hablaban vasco, que es lo que ignoran nuestros incontables filólogos de guardia. Que nunca hubo raza vasca, ni pureza de lengua, ni antigüedad fuera de serie, es algo que, aunque dé pereza, hay que repetir, y más a estas horas populacheras, y más donde tenemos a unos gobernantes que dan tanto la vara con la didáctica del racismo vergonzante.

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20 de octubre de 2017
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01-03-2013

Sagradas guerras olvidadas,

¡qué cerca estáis de nosotros!,

¡cómo vivís, rojas luciérnagas,

en el interior de nuestros pensamientos ciegos!

Ahora, allá

-ese "allá" grande como la inmensidad,

ese "allá" concreto como la herida-,

ahora, allá,

un machete se balancea contra el cielo blanco

y luego, como el ave en busca de alimento,

desciende en picado hacia la víctima.

Ahora, allá,

se repite el rito de la mutilación,

y la carne seccionada

se desprende cruelmente del cuerpo.

Si escuchamos con atención

podemos oír el grito terrible del sacrificio,

seguido del todavía más terrible silencio.

Si miramos con atención

podemos ver como baja el río de sangre

que pronto anegará el valle.

¡Ahora estáis aquí,

sagradas guerras olvidadas!

 

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20 de octubre de 2017
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31-01-2013

En medio de la avalancha, para salvarse,

corrió, gritó, atropelló,

ciego entre otros ciegos,

sordo entre otros sordos.

Estaba dominado por el pánico

y, olvidado todo principio, no dudó, siempre para salvarse,

en golpear a niños y apartar a viejos

que obturaban la salida del teatro en llamas.

Pero no lograba escapar y, desesperado,

creyó que su destino era perecer

atrapado en el caos de cuerpos.

En aquel momento apareció un ángel

que, espada en mano, golpeando aquí y allá,

le abrió paso entre la muchedumbre.

La espada angélica chorreaba sangre

cuando, fuera ya del teatro,

llegaron a un lugar seguro.

"Estaba equivocado -susurró-,

todavía no ha llegado mi hora".

Entonces la espada angélica,

bañada en sangre, cayó sobre su cabeza.

"Estabas destinado a salvarte -dijo el ángel-

y ya ves, por cobarde, mueres".

 

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19 de octubre de 2017
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‘Banderitis’

Cuelgan de los balcones, no desde hace un día, ni dos, sino semanas, y su presencia es cada vez más totalizadora en la configuración del paisaje. Es como si a la ciudad le hubieran pintado una cara rojigualda o estelada a fin de exaltar una noción que a algunos siempre nos ha inhibido: la patria. Ya lo dijo con exactitud Borges: “El patriotismo es la menos perspicaz de las pasiones”. Algunos paños llevan su mástil y flamean medio desmayados, deslucidos por la grisalla, mientras que los más grandes cubren balconadas neoclásicas tapando las ventanas por las que, al atardecer, asomaba el resplandor de una lámpara amarillenta como indicio de la vida recogida.
Ahora las banderas cubren lo sustancial para el individuo, y no sólo es una metáfora: los fanáticos de un lado y de otro dimiten de la realidad, igual que los enamorados, que ni comer precisan: sólo el aguijón de su redondo sentimiento les basta como motor vital. La banderitis pospone las urgencias que impactan en la vida de a pie. La enseñanza nunca había estado tan podada de valores: las humanidades, que pueden inspirar aportaciones creativas e innovadoras, han quedado relegadas porque el utilitarismo monetiza el conocimiento. La brecha de la desigualdad que sigue latiendo, los miles de pacientes en lista de espera, el goteo sangrante del maltrato diario a mujeres… eso ocurre a diario y de forma paralela a la venta de banderas. Los fabricantes afirman que la demanda ha crecido cuatro veces. La mayoría las compra en comercios chinos, no precisan refinamiento: por poco más de un euro uno recibe un chute de patria.
Del deporte ha permeado al lenguaje coloquial esa expresión tan gráfica de “sentir los colores”, un hecho objetivamente propio de la sinestesia. Algunos los sienten de tal manera que embisten a la enseña contraria y luchan para que la suya sea la que prevalezca, al estilo del empresario César Cort, que colgó la pasada semana la bandera de España más grande del planeta en la fachada de un edificio a las afueras de la capital: un acto simbólico de 15.000 euros. Hay que recordar de nuevo a Hannah Arendt, que tanto ahondó en nacionalismos e identidades: “Para el hombre dichoso todos los países son su patria”, afirmaba. Es probable que la idea de ciudadano del mundo pertenezca al buenismo, o al escapismo, pero también a la libertad de credo.
Nunca me he hecho un tatuaje, evito colgarme del cuello acreditaciones y pases, es suficiente con mostrarlos. No quiero ser un anuncio andante, exaltar mis creencias de forma que violenten las ajenas, ni tampoco, y con todos los respetos, ondear una bandera para sentirme de este mundo, cuando en verdad el mundo de hoy se ha ido tan lejos.
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18 de octubre de 2017
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Medio siglo de contar

La editorial Océano me propuso una Antología Personal de mis cuentos escritos a lo largo de medio siglo, y tras un largo y duro debate sentimental conmigo mismo terminé eligiendo veinte de entre un centenar. "Los hijos, señor, son pedazos de las entrañas de sus padres, y, así, se han de querer, o buenos o malos que sean", le dice don Quijote al hidalgo a quien se encuentra en el camino. 

Pero a la hora de decidir cuáles quedaban de entre esos hijos de las entrañas, recordé también que, al cabo de su vida, Rubén Darío hizo una selección de sus poemas para una antología personal, y no le tembló el pulso al eliminar todo Azul, su celebrado primer libro. 

Publiqué mi primer libro, Cuentos, a los 20 años, de mi propio bolsillo, una edición artesanal de 500 ejemplares, compuesta a mano en la imprenta de mi amigo el escritor Mario Cajina Vega. 

Dejé ejemplares en consignación en las pocas librerías de Managua para volver cada sábado a preguntar cuántos se habían vendido. Me gusta repetir que en una de esas ocasiones la propietaria de la librería Selva, al contar los diez ejemplares que le había dejado, halló que había once.   

Era impensable que un amigo comprara tu libro, y, además, estaba de por medio una broma lapidaria. Quien lo recibía de regalo, te decía: "firmámelo, para que no digan que lo compré". Se lo conté una vez a Gabriel García Márquez, y cuando me dedicó El amor en tiempos del cólera, escribió: A Sergio, para que no digan que compró este libro; con el abrazo de siempre. 1987.

Mi padre quería que yo fuera abogado.  Y antes  de presentarme delante de él con mi título universitario, primero le llevé aquel libro de cuentos. Temí entonces lo que iba a decirme,  que de escribir no se come, primero la maldición de la música, pues mi abuelo y tíos paternos eran todos músicos pobres,  y ahora la maldición de la literatura; pero tomó el pequeño volumen, lo hojeó, y me dijo: "ahora tenés que escribir una novela". 

No me desanimó, y me dio un consejo que él consideraba lógico: ir de la escala menor a la mayor. El oficio me enseñó, sin embargo, que se trata de dos géneros con pesos distintos, pero no subordinados.

Cuando a un escritor se le pregunta por los primeros libros que leyó, generalmente comienza citando Sandokán, de Salgari, o La Isla del tesoro, de Stevenson. Pero yo no leí esos libros de niño. Los oí. Reinaban entonces las radionovelas, igual que reinaba el cine, también decisivo en mi formación de escritor, junto a las  historietas cómicas.
 
Todos ellas son maneras de contar. La palabra, mi instrumento de expresión, se vería excitada por esos otros instrumentos que aparentemente le son ajenos: la imagen fija, pero cinética, de los dibujos de los comics; la imagen en movimiento del cine; y la voz sin imagen de la radio.
 
Era eso lo que me fascinaba de las radionovelas, el poder soberano de las voces, que se convertían en personajes por sí mismas, con autonomía de los rostros y figuras de los actores dueños de esas voces. Las voces me incitaban a imaginar la imagen.
 
YNW Radio Mundial tenía su propio "cuadro dramático", y además de Sandokán, y La isla del tesoro,  pasaba por capítulos El derecho de nacer, del prolífico escritor cubano Félix B. Caignet, guionista, novelista, poeta, periodista, crítico de teatro, compositor y cantante. Sus radionovelas, más tarde telenovelas, superan las trescientas.
 
También era popular una serie de la misma radio que tenía por personajes a la clásica pareja del marido oprimido y la esposa mandamás. Los oyentes eran invitados a enviar argumentos por correo, y si alguno era escogido, su autor se ganaba un premio.  Mandé uno a los doce años, que se acercaba a un verdadero guión, y gané. Mi argumento, cuya trama no recuerdo, había sido dramatizado por aquellas voces famosas.
 
Mi padre, envanecido por mi triunfo, financió mi viaje en bus a Managua para que fuera a recibir el premio, y pude penetrar entonces al santuario mítico de Radio Mundial en el barrio San Sebastián. El director del "cuadro dramático"  me acogió con elevados elogios. Luego tecleó en su máquina una orden para que retirara en las oficinas de Licores Bell, patrocinador del programa, dos botellas de ron Cañita, el más popular entonces en las cantinas de Nicaragua. Fue el primer premio literario que recibí en mi vida.
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18 de octubre de 2017
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