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Asesinos de almas

Por 6 de noviembre de 2017 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Jesús Ferrero

Me sorprende una noticia sobre Bin Laden. Al parecer fue en su adolescencia, visitando la casa de Shakespeare durante un cursillo que hizo para aprender inglés, cuando se dio cuenta de la decadencia de Occidente y de que nos caracterizábamos por abrazar una moral muy débil.

Uno se pregunta qué tendrá que ver William Shakespeare con la debilidad moral. El gran escritor de Stratford no se caracterizaba por su moral quebradiza. Es evidente que la moral shakesperiana es bastante poderosa. Anthony Burgess y Graham Green le acusaban de moralista pertinaz e incorregible, olvidando que ellos eran mucho más moralistas y en tiempos más modernos. Pero ya se sabe que es muy fácil ver la paja en el ojo ajeno.

Volviendo a la asombrosa iluminación que tuvo Bin Laden en la casa del dramaturgo, uno tiende a pensar que la irritación del caudillo terrorista se debía al hecho de que él mismo parece un personaje de Shakespeare. Recordemos algunos malvados de sus obras y especialmente Ricardo III, aquel que en su hora más triste gritaba: “¡Un caballo, un caballo, mi reino por un caballo!”. Bin Laden también hubiese dado su reino por un caballo en “su noche más oscura”. Un caballo alado para huir por la azotea de su búnquer o, ya que estamos en el campo semántico de Arabia y las mil y una matanzas, una alfombra mágica.

También pertenece al Ricardo III una frase que le gritan las almas de los hombres que ha matado: “¡Desespérate y muere!”. Qué extrañeza me producen esos seres que los textos sagrados de la India llaman aatmas: asesinos de almas. Shakespeare, que en sus cielos y sus infiernos daba cobijo a todas las dimensiones del mal y del bien, habló mucho de ellos con tétrica grandeza. Recordemos a Macbeth cuando ve que una masa de árboles se dirige hacia él. Pero resulta que los árboles eran hombres camuflados, como las sombras que cercaban a Bin Laden eran fuerzas especiales que le cosieron a balazos. No estoy haciendo una apología de esas fuerzas tan dudosas, simplemente advierto que quien a hierro mata con hierro lo taladran, aunque no siempre, muchos asesinos de almas llegarán a viejos y no se sentirán acosados como Macbeth, que vivía atormentado porque sentía gravitando a su lado “los agentes del las sombras”, como el mismo confiesa cuando la paranoia empieza a apoderarse de toda su persona.

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Jesús Ferrero

Jesús Ferrero nació en 1952 y se licenció en Historia por la Escuela de Estudios Superiores de París. Ha escrito novelas como Bélver Yin (Premio Ciudad de Barcelona), Opium, El efecto Doppler (Premio Internacional de Novela), El último banquete (Premio Azorín), Las trece rosas, Ángeles del abismo, El beso de la sirena negra, La noche se llama Olalla, El hijo de Brian Jones (Premio Fernando Quiñones), Doctor Zibelius (Premio Ciudad de Logroño), Nieve y neón, Radical blonde (Premio Juan March de no novela corta), y Las abismales (Premio café Gijón). También es el autor de los poemarios Río Amarillo y Las noches rojas (Premio Internacional de Poesía Barcarola), y de los ensayos Las experiencias del deseo. Eros y misos (Premio Anagrama) y La posesión de la vida, de reciente aparición. Es asimismo guionista de cine en español y en francés, y firmó con Pedro Almodóvar el guión de Matador. Colabora habitualmente en el periódico El País, en Claves de Razón Práctica y en National Geographic. Su obra ha sido traducida a quince idiomas, incluido el chino.

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