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Galería de espectros: Josef K.

Anthony Perkins, Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he visto el de Josef K.
Delfín Agudelo: ¿Te refieres al personaje de El proceso de Kafka?
R.A.: Sí. Siempre que pienso en él tengo dos representaciones distintas, una más abstracta, otra más concreta. Una representación previa a contemplar la película de Orson Welles, El Proceso, y otra representación que es posterior a esta contemplación. Antes de El proceso llevado al cine, para mí Josef K. era un personaje en el cual se encarnaban todos los atributos del hombre medio, desde los físicos a los morales, espirituales, incluso a los atributos de vestimenta, de moda. Alguien que se veía sometido a un proceso laberíntico de acusaciones que lo iban empequeñeciendo; en cierto modo, convirtiendo en una sombra de lo humano. Por tanto, Josef K. es como una sombra que se va perdiendo en los pasillos de los juzgados, de los palacios de justicia, se va convirtiendo en una especie de hombre que pierde la corporeidad, la carnalidad a través de este magistral engranaje puesto en marcha por Kafka que es el sentirse acusado, sin saber la procedencia, incluso el fondo o el contenido de la acusación, y al final perdiendo incluso la posible fuente de esa acusación. Es decir, es un hombre que se convierte en sombra porque cae sobre él todo el peso de la ley; es aplastado por ella, sin que llegue a saber exactamente ni por qué le toca a él ni cuál es la ley, ni cuál es el origen de la ley.
Después de la representación de Welles, sin que se me desvaneciera por completo este tipo de traducción en personaje, se me apareció otra que era más bien un hombre que iba quedando progresivamente atrapado en grandes despeñaderos de burocracia. Un hombre que iba atravesando pasillos, archivos, archivos, pasillos, una habitación detrás de otra, sin saber tampoco nunca cuál era su posición en ele mundo. El universo iba quedando reducido a un gran archivo y él era una especie de personaje errante en ese gran archivo que era el mundo. Ahí el personaje encargado por Anthony Perkins es muy adecuado: esa pérdida en medio del universo archivo; e incluso Welles, con gran malintención, convierte una de las músicas que aparentemente parecían un divertimento de la música occidental, el "Adagio" de Albinoni, en una melodía terrorífica e inquietante. Quizá ahora en el momento en que pienso en el espectro de Josef K. pienso en una mezcla de ambos personajes. Por un lado uno que pierde incluso su propia corporeidad y se convierte en sombra, aplastado por el peso de la ley que no comprende; y otro que va avanzando por un pasillo interminable y acaba considerando que el mundo e incluso el universo es un solo archivo.
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26 de mayo de 2008
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El túnel a los sesenta años

El viernes pasado participé en la lectura pública de El túnel en la Casa de América de Madrid. Se cumplían sesenta años de la novela de Ernesto Sábato; el acto era un lindo homenaje a un texto canónico. La lectura comenzaría a las siete de la noche y duraría hasta las doce. Lamentablemente, la lluvia torrencial hizo que apenas asistieran quince personas.

A mí me tocó leer, a las diez y cuarto de la noche, el capítulo treinta, seis páginas de una discusión entre Juan Pablo Castel y una encargada de correo. Curiosa sensación, leer un capítulo de una novela leída hace casi dos décadas y olvidada de tan canónica (El túnel tiene la buena/mala suerte de ser obligatoria en el colegio: todos la leemos de adolescentes, y luego no nos molestamos en volver a ella). Lo que aprendí de ese capítulo es que Sábato tenía claro que el correo era "un medio de comunicación, no un medio de compulsión". Castel ha escrito una carta y la ha depositado en el correo; luego se arrepiente del contenido de la carta y quiere recuperarla, pero la encargada no se la quiere entregar. Castel se molesta: "el correo no puede obligar a mandar una carta si yo no quiero". De ahí, entonces, eso de la comunicación y no la compulsión. ¿Qué es lo que uno debe hacer? "Las cartas de importancia hay que retenerlas por lo menos un día hasta que se vean claramente todas las posibles consecuencias". Tendría que leer toda la novela para ver si ha envejecido; de la lectura de este capítulo, está claro que no sólo nuestra forma de comunicación ha cambiado, sino también el fondo. El correo electrónico es, evidentemente, un medio de compulsión, no un medio de comunicación. Nos evitaríamos muchos líos si hiciéramos caso a Castel y dejáramos pasar al menos un día antes de enviar todos nuestros correos electrónicos. Pero eso iría contra la naturaleza misma del nuevo medio.

Guardo de Sábato un muy buen recuerdo. Leí Abbadon el exterminador en un momento de crisis vocacional en la Argentina. Corría el año 1985, yo estudiaba ingeniería en petróleos en Mendoza (esa parte de mi biografía parece haberse borrado), pero me la pasaba leyendo novelas todo el día. No sabía que hacer. La novela de Sábato cayó entonces en mis manos. Llegué a la escena -esto lo reconstruye mi memoria a su conveniencia, no he vuelto a leer Abbadon desde entonces-- en que el físico, distraído en su laboratorio porque está pensando en cuestiones artísticas, comete un accidente durante un experimento; esto lo lleva a dejar la carrera y asumir su vocación. Me enteraría luego que todo era biográfico: Sábato era un físico prestigioso hasta que una crisis lo llevó a dejar la ciencia y dedicarse por completo a la literatura. Y yo, por supuesto, siempre muy influido por universos ficcionales, llegué a la conclusión de que debía seguir los pasos del personaje de la novela y dejar la carrera de ingeniería. Nunca me arrepentí.

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25 de mayo de 2008
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¿Dónde está Wendy?

Más que un álbum de música, parecía un juguete. O mejor todavía, un audiojuego. Si lo escuchaba uno dentro de un coche con cuatro bocinas, los sonidos saltaban y daban vuelta de una a otra bajo una suerte de efecto marquesina que lo llevaba a uno del feudo del Hi-Fi al reino del Sci-Fi sin estupefacientes de por medio. No en balde Stanley Kubrick había encomendado al mismo autor -por entonces llamado Walter Carlos- la música de su Naranja Mecánica, que era otra fechoría con un extraño gusto a caramelo en extremo acidulado. La combinación de Bach y Moog podía sonar plana y primitiva, pero al cabo eran esos también sus encantos. Nadie le exige a un juego que cumpla con más reglas que las propias.

     Que del primer experimento formal con un sintetizador saliera el primer disco de platino con música de Bach podía fastidiar a los puristas, pero igual, a su modo, profetizar los éxitos futuros de Philip Glass, que por entonces se pagaba el vicio de hacer música recorriendo Manhattan en su taxi. Aún hoy -y es posible que especialmente hoy, con parte ya del augurio cumplido- los sonidos del Switched-On Bach conservan la virtud de permitirle a uno asomarse al futuro. Valdría preguntarse si la misma Clockwork Orange mantendría impoluta su vigencia sin el trabajo de Walter Carlos (quien terminada la película persistiera en su tendencia a la vanguardia por la vía de una por entonces osada cirugía, que acto seguido lo convirtió en Wendy Carlos). Aún hoy siente uno que compra ciencia-ficción cuando se deja ir como un zopilote sobre la caja con los cuatro volúmenes del Switched-On. En mi caso, un objeto de culto instantáneo.

 

     A Wendy le disgusta sobremanera que le recuerden la existencia de Walter, pero a algunos no acaba de gustarnos que Wendy asome la cabeza y abra la boca cuando no debe. No he descendido aún del entrañable platillo volador cuando escucho la voz de una mujer añosa que habla sobre el trabajo original. Walter según Wendy. ¿Qué hacen esas pistas con la voz del autor ahora que ya es autora y más parece guía de museo? Afortunadamente, el aparato cuenta con la tecla delete, que se salta las pistas indeseables. Pero a veces lo olvido, y una vez más la puntillosa Wendy se encarga de sacarme del hechizo con su intervención. ¿Pensará acaso que uno quiere escucharla a ella tantas veces como a la música? Tampoco es agradable certificar que doña Wendy redujo drásticamente el tamaño de las queridas portadas originales para que la veamos a ella sosteniéndolas. Ahora bien, exigir o esperar que la señora Carlos entre completamente en razón, después de haberse dado a inventar un futuro que todavía hoy se asemeja al futuro, es pedir demasiado y hasta pecar de ingenuo.

     Cada dos o tres meses, desde que la compré, la caja con las cuatro piezas principales del trío Bach-Moog-Carlos se apodera del aparato y me instala en su atmósfera onírica con un extraño poder de convencimiento, de pronto comparable a la Técnica Ludovico. Ahora mismo, las cinco de la mañana, los ecos juguetones del Moog bien temperado van y vienen por entre las paredes de la casa con una nitidez que sobresalta. Bien oído, diríase, no es del todo imposible que ya esté soñando. 

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23 de mayo de 2008
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Contra la perfección

Mi amigo psiquiatra, un formidable hombre culto, me hace ver repetidamente que el mundo es así como es y los seres humanos tan irremediablemente imperfectos como nos parecen.

El diagnóstico, contra lo que parece, dista de ser una consigna conservadora o una orden de mansedumbre universal.  Se trata más bien de una luz tranquila que hace ver las taras y como componentes inseparables de la vida y sus complejas relaciones. De este modo, la figura de la desdicha o la insatisfacción frecuente se recibe no tanto como una insoportable deformidad sino como la genuina imagen de lo más real. La realidad no se tersa o mejora a nuestro antojo ni tiende a complacer las surtidas variantes de nuestros deseos. Es lo que es. Es tal como una orografía independiente de nuestra voluntad y constantemente apartada de los proyectos que imaginamos.  Es absolutamente lo que es. Los rasgos de su fisonomía que nos desagradan sólo provocan aún más dolor cuando pretendemos que sean de otro modo. Las cosas son como son, las personas con quienes no coincidimos resultan ser tan irreductibles como nuestra propia diferencia y, en consecuencia, lejos de pugnar por cambiarlas ganaríamos más asumiendo sus caracteres y recorrerlos desde su negación.

La tranquilidad que se desprende de esta actitud positiva se corresponde con la serenidad que procura saberse imperfecto para siempre. La perfección es un estorbo y su persecución una tabarra. Lo es tanto la perfección en sentido absoluto como la perfección relativa que asociamos a la semejanza de alguien con nuestro yo, de cuya similitud esperamos, ilusoriamente, un plus de deleites. Ni la tensión hacia el ser perfecto ni la busca de la máxima unidad personal traen nada bueno. Más bien son la fuente  segura de infelicidad puesto que la infelicidad se potencia con la impotencia de un anhelo y nada será menos asequible en este mundo que hacer de los sujetos y las cosas el ser deseable que no son.  

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23 de mayo de 2008
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Poetas de la ciudad

Todas las ciudades tienen sus poetas. Estoy en Córdoba, la ciudad de los Omeya, de los poetas, los filósofos, los matemáticos y los constructores de jardines, palacios y mezquitas. La ciudad de Góngora, poeta de poetas, solitario y jugador, con su seriedad de alejarse por las callejas. Y Córdoba, más cercana con los poetas de "Cántico", aunque Lorca nos dejara para siempre esa imagen de una ciudad lejana y sola, menos sobria, más barroca en este día del Corpus. Día verdaderamente reluciente. ¿Os acordáis? Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol. Hermosas mentiras de nuestra infancia, frases que no las borra el tiempo ni el descreimiento.

En Córdoba, con algunos poemas de Ricardo Molina: "¿Es esta aquella Córdoba que amamos?/¿es esta aquella Córdoba de melifluas voces/cuyo acento de vísperas llegaba hasta nosotros, / cuando Bernier lo mismo que a escolares ingenuos/ nos llevaba a admirar el patio de un convento?"

Esa Córdoba de lo poetas que en el franquismo querían celebrar la vida, la escapada de la "solera pálida, en las viejas tabernas patriarcales". En esas tabernas en que otro poeta cordobés, Pablo García Baena -que acaba de ganar el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana- leía églogas y buscaba mercenarios abrazos en recónditas tabernas. Poeta ideal para pedir noticias de Córdoba en un día de mucha luz en la ciudad ni lejana ni sola. Edén perdido. Armonía de nombres: Muro de la Misericordia, Alcázar Viejo, plaza de los Aguayos, Piedra Escrita, Tesoro, Hoguera, Cidros, Mucho Trigo, calles que el poeta recorrió, que vuelve a recorrer cuando nombra.

García Baena que termina uno de sus poemas a la ciudad, a su ciudad, con el viejo lamento de lo que fue y ya no es:

"....Usura y avaricia/ la heredad repartieron destruyéndola,/dividieron tu duelo,/ echaron suertes/ sobre el solar patricio,/fonsque sophiae,/mientras te disfrazaban percalinas/ para un siniestro carnaval turístico,/oh inmortal, eterna, augusta siempre,/oh flor pisoteada de España."

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23 de mayo de 2008
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Fétida singularidad

Un cronista de un diario barcelonés, hoy residente en Madrid pero excelente conocedor de Italia, hace una lúcida crónica sobre la situación de ese país en la que toma distancia sobre la tendencia a ver en su devenir político una suerte de anomalía. Bajo el título "Italia no va hacia el fascismo", nos recuerda simplemente que el contenido, aunque no las formas, del discurso duro del ministro italiano del interior contra los inmigrantes es en el fondo el que asumirán muy pronto los responsables franceses o alemanes. Nos recuerda asimismo que el ministro español Corbacho (conocido por su severidad respecto al problema cuando era alcalde de l´Hospitalet) ha sido nombrado precisamente para efectuar una tarea análoga. Italia, nos dice, está en el escenario de dureza social que puede vivir España dentro de unos años".

Hay sin embargo un aspecto que Enric Juliana no enfatiza suficientemente y que sí supone una suerte de fétida singularidad, a saber: que el discurso más explícitamente explotador de la aversión de los italianos contra los extranjeros (de hecho multiplicador de este mismo sentimiento de aversión) procede de un partido cuyo ideario teórico es la ruptura con Italia y que desde su nacimiento ha alimentado el desprecio de la población del Norte contra la población del Mezzogiorno.

¿Se imaginan a un partido que apuntara a la independencia de las zonas ricas del Norte de España (un partido para el que sólo la unificación por la riqueza contara, sin posible reivindicación de común especificidad cultural o lingüística) atrayendo a la vez la simpatía de los españoles más frustrados por reivindicar la prioridad de estos frente a los extranjeros?

/upload/fotos/blogs_entradas/umberto_bossi_y_roberto_maroni_med.jpgPues bien esto es lo que representa el partido de Bossi y su camarilla de buitres (buitres porque sólo se alimentan de la inmunda carroña del resentimiento). La repudiada Italia sigue valiendo para el fétido objetivo de forjar una sociedad en la que el sentimiento de injusticia sea sistemáticamente convertido en agresividad ante el más débil.

Y respecto a la pregunta que acabo de formular respecto a una analogía con España, Enric Juliana escribe una inquietante línea "La Liga Norte (Esquerra Republicana dentro de unos diez años, quizás menos)..." . Espero, por nuestra salud moral, que el generalmente lúcido analista esta vez se equivoque.

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23 de mayo de 2008
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Bling-bling

Ayer, jueves, en Francia, hay huelga de los transportes colectivos para denunciar el aumento del número de años de cotización necesario para cobrar del estado una pensión completa de jubilado (pasa de 40 a 41 años, pues la población envejece y aumenta su proporción de jubilados). El miércoles los pescadores provocaron manifestaciones para denunciar el aumento del precio del combustible (según la cotización del barril de petróleo calidad Brent en Nueva York). Hoy, hay amenazas de piquete de camioneros en carreteras y autopistas, también para denunciar el precio del combustible. "Tenemos una arma masiva, el camión" acaba de decir el líder del gremio de transportistas (no ha dicho arma de destrucción masiva pero esto no le quita nada a la voluntad de cortar el tráfico de manera ilegal).

/upload/fotos/blogs_entradas/blingbling_med.jpgFrancia es un país donde se producen huelgas y retenciones de carreteras para denunciar la demografía del país o la situación del mercado mundial de las materias primas. Francia es un país de excesos, un país bling-bling. Es una expresión que está en todas partes y ahora es la manera más común de calificar a su presidente, Nicolás Sarkozy. Se le tacha de ser un presidente bling-bling. Lo que necesita unas explicaciones. Bling-bling es una canción de rap, obra de BG, miembro del grupo Cash Money Millionaires. Nadie se acuerda de la canción creada hace diez años pero se quedó su título: bling-bling. Se supone que la repetición de la silaba bling se parece al ruido de la joyería barata, cadenas, aretes, relojes, anillos desplegada por los cantantes de rap de los años 90. Sarkozy no lleva esta parafernalia pero su gusto por los relojes Rolex, las gafas Raybann y su obvio placer a tener a su lado a la modelo Carla Bruni como esposa justifica para muchos el uso del adjetivo bling-bling como algo acertado cuando se trata del presidente.

Acabo de comprobarlo ayer por la mañana al visitar una oficina de hacienda (en el distrito IV de París) para hablar de mis impuestos. Había carteles que indicaban una huelga y al preguntar el motivo a un empleado entablo un diálogo cargado con un lapsus:

- nous sommes en grève contre la sexualité bling-bling.

- c'est quoi la sexualité bling-bling?

- non, nous sommes en grève contre la fiscalité bling-bling.

- c'est quoi?

- C'est la fiscalité de Sarkozy.

Incluyendo al lapsus del empleado que confunde al principio sexualidad y fiscalidad, el diálogo se traduce así:

- estamos en huelga en contra de la sexualidad bling-bling

- ¿qué es la sexualidad bling-bling?

- no, hacemos la huelga  en contra de la fiscalidad bling-bling

- ¿de qué se trata?

- es la fiscalidad de Sarkozy.

Mi pronóstico: a largo plazo tendremos un piquete en una carretera para denunciar la belleza de la esposa del presidente (y de manera subliminal a la sexualidad bling-bling que se atribuye al presidente). ¡Que país!

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23 de mayo de 2008
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Mr. Jones, toma cuatro

Con la neurona y media que me queda funcionando -son las dos y media en la madrugada del viernes aquí en la Argentina, y he estado escribiendo desde muy temprano-, cumplo con lo prometido y doy parte del rato entrañable que pasé anoche en compañía del doctor Henry Walton Jones Jr., después de tanto tiempo sin saber de su vida. Es verdad que Indiana Jones and the Temple of the Crystal Skull es la película más floja de la saga, pero nadie me quitará lo bailado. Como ocurre en los reencuentros tanto tiempo postergados, las cosas ya no son lo que eran -el otro no es el mismo y tampoco lo es uno, como ya lo sabía Heráclito- pero basta la proximidad para encender el calor de los buenos recuerdos compartidos.

/upload/fotos/blogs_entradas/indiana_jones_41_med.jpgA uno lo alegra saber qué fue en todos estos años de un personaje al que uno considera parte de su familia espiritual. Y una buena secuencia de acción -que las hay en esta película, como en todas las previas- es algo que siempre se disfruta. (La fuga en moto por dentro de la universidad me resultó muy simpática.) Encuentro loable el intento de poner a Indy en sintonía con los tiempos que corresponden a su edad física (el mundo de 1957 ya no es el mismo que no preveía la existencia de Auschwitz), lo cual genera una escena perturbadora que nunca creí que presenciaría: Indiana Jones y un hongo nuclear, compartiendo el mismo cuadro. Pero la promisoria línea argumental que ponía a Indiana Jones en el bando de los políticamente sospechados -un amigo subraya el hecho de que el gobierno ve comunistas ‘hasta en la sopa'-, se diluye enseguida en la intrascendencia.

Dicho esto, mentiría si no admitiese que disfruté. Mi hijo-en-camino empezó a zapatear en el vientre de su madre con los aplausos que el público dedicó a los títulos del film, y siguió haciéndolo en sintonía con la música de John Williams. Cada vez que miraba los rostros de mi familia y de la de mi amiga Miriam, no veía otra cosa que luz, esa expresión azorada en la que se transparenta el niño que alguna vez fuimos. ¿Se le puede pedir algo mejor a una película que nos transporta a ese estado del alma?

Al comienzo del film Indiana reflexiona sobre la familia que perdió -incluyendo a su padre, Henry Jones Sr.-, pero sobre el final ha ganado otra. Somos muchos los que no podemos pensar en Indiana Jones sin recurrir a las reglas que definen una familia. Uno puede ser el hombre más objetivo del mundo y tener consciencia de los defectos de su gente, y aun así no renegar de ellos. Con Indiana ocurre lo mismo: a pesar de todo, se lo quiere igual.

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23 de mayo de 2008
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Galería de espectros: Marat

"La muerte de Marat", Jacques-Louis David, 1793Rafael Argullol: En mi galería de espectros he visto el de Marat en la bañera.

Delfín Agudelo: ¿Te refieres al cuadro de David?

R.A.: Sí, al cuadro de David en que Marat, el líder revolucionario, se convierte en un santo patrono de la revolución francesa. Toda la preparación iconográfica que hace David para la presentación del cadáver de Marat en la bañera va dirigida a conseguir esa sacralización de lo revolucionario. En ese sentido me parece que este cuadro y el protagonismo de Marat sería la culminación de toda la liturgia, de todos los rituales, de lo ceremonial puesto en marcha por parte de la revolución francesa para parecer no solamente un nuevo proceso histórico sino al mismo tiempo una nueva religión pagana del futuro francés y de Europa. Llama la atención toda la escenografía que se construye en la revolución, la apelación al cambio terminológico de los meses, de los días, el hecho de que la propia razón, centro del futuro de la humanidad, se convierte en la diosa razón. En ese ambiente revolucionario de crear una nueva religión evidentemente se necesitaban nuevos santos, y el que está más por encima de toda sospecha es Marat, llamado por todos a considerarlo incorruptible, incluso más allá de los distintos partidos. En cualquier caso a mí me gusta en esa representación de Marat ver cómo David se declara heredero de la propia iconografía de los grandes santos laicos del pensamiento occidental. Creo que la disposición del cadáver en la bañera viene a recordar algunas descripciones de la muerte de Séneca, e incluso más lejos, la de Sócrates, aunque en ese caso se trate de un suicidio y en éste de un asesinato. Creo que esa disposición de procedencia filosófico-pagana en Marat converge con la asunción de toda la herencia sobre el cadáver de Cristo después de la crucifixión, la lamentación sobre su cuerpo, y en ese sentido Marat en la bañera sería una especie de síntesis, de híbrido entre la tradición filosófico-pagana y la propia tradición cristiana, pero secularizada. De manera que a través de una estética clasicista que daría solemnidad a todo el marco, David de alguna manera pintó al principal santo de la revolución, al protomártir, a Jean Paul Marat.

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23 de mayo de 2008
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