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Escrito por

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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Universo de entidades latentes

 

El mundo que aporta un extranjero

Supongamos  que un físico cuántico se traslada con su equipo a un territorio no perteneciente al universo cultural marcado por la civilización técnico-científica que es la nuestra ( por ejemplo el territorio de una de esas comunidades visitadas y dadas a conocer hace más de medio siglo por  Claude Levi-strauss) y cuenta con los medios para instalar una escuela de formación,  un sofisticado laboratorio, y los instrumentos para efectuar experimentos como los que hoy se realizan en el CERN de Ginebra.

Supongamos asimismo que motivado por el deseo de confrontar alguna tesis antropológica, nuestro hombre elige un grupo de jóvenes, lo más cercanos posible a la adolescencia  y que complementa la educación que  convencionalmente reciben con una dosis selectiva de nuestra formación científica. Los jovenes son iniciados a la aritmética y a la geometría, posteriormente al cálculo  diferencial e integral y finalmente a la topología, con profundización en los espacios de Hilbert.

Es necesario enfatizar que esta iniciación matemática  transcurre en paralelo con el aprendizaje  de las técnicas propias de la cultura autóctona y relativas a la subsistencia y a la ornamentación, así como  ritos iniciáticos,  música genuina etcétera. Se trata en suma de personas que, a lo exigido para su plena integración en el  medio social que es el suyo, aúnan la condición  de matemático, o por mejor decir:  la condición explícita de matemático. Precisión esta última que evita tomar aquí partido  respecto a la tesis platónica según la cual  la matemática  sería un universal antropológico, de tal forma que nadie podría realmente ser parte integrante de la sociedad humana sin llevar en su espíritu potencialidades matemáticas que la enseñanza se limitaría a enriquecer y actualizar.

En cualquier caso los así formados en la matemática pasarían después a adquirir una formación en física, pero no se empezaría por la física newtoniana o la relativista, sino directamente por la teoría cuántica, en la versión standard de la misma, a la que en estas columnas me he venido refiriendo a menudo que arranca en una serie de postulados que  tienen enormes consecuencias para nuestra interpretación de la naturaleza.

Al cabo de un tiempo de estudio esos jóvenes se hallan familiarizado con las fórmulas relativas a  lo que cabe esperar   respecto al valor cuantitativo de un observable aun no medido; familiarizados asimismo con la probabilidad  de que un valor concreto sea el que sale en una de las medidas, etcétera.

Como hemos dicho que el equipo dispone sofisticados instrumentos de investigación, los jóvenes han podido verificar lo bien fundado de tales previsiones y... de algunas más.  Han constatado así  que al efectuar lo que se llama una medida de Bell  en partículas distintamente localizadas,  se establecen entre ellas  correlaciones que las hacen de hecho inseparables. Constatan asimismo que en ciertas condiciones el hecho de comunicar  tal vínculo  entre dos grupos de partículas no contiguos,  hace que este se contagie a otros dos grupos de partículas, situados en ámbito espacial diametralmente opuesto al de los primeros (entanglement swapping en la terminología anglosajona).

Los protagonistas de nuestro apólogo constatan en suma  modalidades de comportamiento que poco tienen que ver con el de las cosas que forman parte de su entorno y delimitan su vida cotidiana. Pues estas últimas dan muestras de un especial tipo de regularidad en su comportamiento, como si obedecieran a leyes que parecen no afectar a las primeras. Esos jóvenes nunca antes  habían reflexionado en los caracteres de tal comportamiento regularizado, pero quizás  sí lo hacen ahora incentivados por el contraste.

Se dan cuenta de que la confianza en esa ordenación  de los fenómenos naturales es un ingrediente fundamental de su propia existencia. Y como consecuencia de ello   viven confiados en que el mal que afecta a una persona no se contagia sino a aquellos que se hallan en contacto con la misma; confiados en que si  han dejado ubicado y a buen recaudo algún objeto, este se halla protegido por  una existencia independiente respecto a los objetos que se hallan distanciados; confiados en que  estas cosas independientes  tienen ciertas propiedades inherentes  y que para modificar  estas propiedades de las cosas (mediante las cuales se distinguen unas de otras) no basta con una  intervención meramente imaginaria en las mismas ; confiados en que si la ingestión de determinada pócima resulta favorable para tal estado patológico, en caso de repetición de la patología  el efecto a esperar  de esa ingestión será aproximadamente el mismo...

Observando el  comportamiento  de   los oriundos de esta nueva cultura, el extranjero se diría que,  al igual que  los habitantes de su propio país, su espíritu se halla configurado  por la idea de  localidad-contigüidad, por la certeza  de vivir en un continuo poblado de individuos, por la convicción de la  irreductibilidad de las cosas al espíritu que meramente las piensa, y por la sumisión de esas mismas cosas a vínculos de causalidad.        Tienen todo ello en la cabeza, aunque nunca lo hayan reflexionado, lo tienen ya sea como  principios constitutivos o innatos, ya sea como resultado de  un proceso  de inferencia.

Ciertamente en ocasiones estos principios rectores parecen ser transgredidos, pero ello como consecuencia de poderes raros, los del hechicero por ejemplo, que logra provocar el mal en una persona interviniendo sobre su efigie.  Sin embargo el hechicero trasgrede los principios, ni los ignora ni los trasciende. Pues precisamente porque hay transgresión hay anclaje en esos mismos principios. El entorno y la propia vida se hallan regidos por leyes cuya puntual violación en virtud de poderes ocultos no hace sino  poner de relieve su peso. Nada que ver con aquello a lo que se ven ahora confrontados,  tanto en el dominio práctico (en el laboratorio que el extranjero ha introducido en sus vidas) como en el teórico (en sus computaciones matemáticas )

Pues cabe suponer que  simplemente nadie les ha dicho que la Mecánica Cuántica tiene que ver con el ámbito cotidiano, nadie les ha dicho que en la matriz de la misma se halla  una tentativa de dar cuenta de ese ámbito cotidiano, nadie ha vinculado el comportamiento de esas partículas al comportamiento de los fenómenos de inmediato percibidos, y por consiguiente no encuentran chocante que las cosas no funcionen  en tal ámbito como funcionan en la cotidianidad.

Los jóvenes matemáticos experimentales no creen estar tratando de la naturaleza, no creen así ser lo que nosotros llamamos físicos, término para el cual tienen un palabra equivalente, pero designativa de una práctica cognoscitiva muy diferente de esta nueva en la que el extranjero les ha iniciado.

Se trata para ellos simplemente de un horizonte paralelo, un horizonte de entidades cuyas propiedades  tienen una pluralidad de valores posibles, uno  de los cuales por razones en parte misteriosas llega a imponerse sobre los demás; entidades que muestran incompatibilidades entre rasgos que en el mundo de la cotidianidad  no solo se perciben en una misma cosa,  sino como caracteres definitorios de la misma.

Espero que este apólogo ayude a la intelección de algo ya en columnas anteriores expuesto y que hoy retomo.

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29 de diciembre de 2011
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Alejarse de Aristóteles IV

Socavar los pilares

Aristóteles que asistió al derrumbe de sus tesis sobre la a-temporalidad de las especies, Aristóteles que vió un día como la matemática (en el pensamiento de Cantor y de Abraham Robinson ) abría camino al infinito numérico por él repudiado, Aristóteles que asistió con estupor al alcance por los físicos de "niveles cada vez más profundos de vacío"...Aristóteles que, en suma, vió como el pensamiento ulterior procedía a relativizar el suyo propio a la manera como él había relativizado el pensamiento presocrático...no hubiera quizás podido conjeturar que se pondría en tela de juicio el horizonte mismo de principios y conceptos que él había consignado y erigido precisamente en condición de posibilidad de la razón y el juicio.

De ahí lo inevitable  de tomar distancia,  separarse de Aristóteles, separarse de aquel que permitió pensar incluso lo que era contrario a sus tesis... razón por la cual las diatribas en el seno del pensamiento seguían siendo diatribas aristotélicas. Separarse en suma de quien con toda justicia era El Filósofo,  a la vez que era El científico.

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20 de diciembre de 2011
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Alejarse de Aristóteles III

Lo no pensable

La Physis se muestra reacia a las redes conceptuales con las que se intenta aprehenderla. La historia de los virajes de la ciencia es una buena muestra de ello:

La Physis ha podido ser considerada como marcada por vínculos de contigüidad excluyentes del vacío, pero  también  como un ámbito puro, continente  de la materia y  en el que se desplegaría (cuando tal concepto fue introducido) el campo. "No hay espacio [al menos] sin campo..." llego a decir Einstein, no siempre coherente sin embargo en lo relativo a la relación entre materia y espacio-tiempo.

Por su parte, el éter, para el  que toda la materia era porosa,  parecía morir y resucitar como elemento sutil de la physis, hasta que con los experimentos que precursaron la teoría de la relatividad recibió el requiem definitivo.

El continuo que caracterizaba a las manifestaciones de la Physis, que eran la energía y el campo electromagnético, muda en montos de elementos discretos en las conjeturas respectivas de Max Planck y de Einstein....podría seguir dando ejemplos

Pero tras  estos virajes, en ocasiones muy bruscos, a la hora de hacer  conjeturas sobre el trasfondo oculto a la percepción inmediata  y que explicaría los fenómenos de la naturaleza un reducto permanece inalterado.

Pues tanto si la materia y el campo  agotan la Physis (lo que haría del espacio y el tiempo meros epifenómenos) como si son  una mera perturbación del espacio-tiempo; tanto si la aparente diversidad de las substancias individuales se destaca  sobre  un soporte de continuidad, como  si se considera más bien que  elementos últimos -auténticos átomos- vendrían a dar razón a las tentativas de explicación discretista...  en un polo u otro de las diferentes conjeturas no parece  pensable ( es un ejemplo) que  lo intrínsicamente continuo  se comporte como si fuera discreto  o que una partícula elemental  (paradigma de individualidad y de localizada discreción) tenga efectos en dos sitios a la vez.

No parece pensable lo anterior, como no parece pensable que lo que acontece en una situación determinada deje de acontecer si esa situación se repite en todos y cada uno de sus extremos, no parece pensable -en los términos del Estagirita- que el aparente azar no sea subjetiva ignorancia del conjunto de las causas que intervienen, de tal modo que el conocimiento exhaustivo de las mismas determinaría el acontecer.

No parece en consecuencia de lo anterior pensable que lo que acontece no marque lo que acontecerá  (salvo, reitero, para nuestra ser tallado por la ignorancia) y que lo que aconteció no sea la clave de lo que acontece.

Y al no parecer pensable en general  que el devenir no sea concretización de la ley, sería impensable en particular que esa misma ley no marque el devenir destructor, el proceso por el cual - en ausencia de intervención exterior- la simiente se corrompe (pues si la actualización de la  potencia de generación exige lazo exterior, la potencia de corrupción pasa al acto por si misma).

No parece pensable que el todo formado por varios individuos no sea despliegue de los  mismos en consecución o contigüidad, despliegue que garantiza la indivisión de cada uno de ellos con respecto a sí mismo y  su separación respecto de los demás; no parece pensable en concreto, que dados  dos individuos A,  B, una parte A1del primero  se halle  intrínsicamente vinculada a una parte B1 del segundo, mientras que las partes A2, B2, se vinculan por su cuenta, formando así una entidad intrinsecamete holística.

No parecen pensables estas y otra serie de cosas quizás  porque el pensar quedó determinado por la exclusión de todo ello, en razón de ser contrario a los corolarios de

ciertos principios erigidos en rectores tanto del entorno natural como del espíritu que lo refleja, principios en cuyo establecimiento el Estagirita desempeñó un papel fundamental.

Mas la obviedad de tales principios es puesta en tela de juicio por una disciplina científica  de nuestro tiempo a la vez determinante del mismo e introductora de profundo desconcierto:

Determinante, la Mecánica Cuántica,  no sólo por efectuar descripciones cuyo grado de matización carece de precedentes y establecer previsiones  que se verifican con sorprendente  regularidad, sino por tener una gigantesca capacidad de operar sobre el mundo, multiplicando exponencialmente las potencialidades de la tecnología y en consecuencia pesando sobremanera en la economía mundial .

Desconcertante,   la Mecánica Cuántica, porque  a la vez que se ve abocada en mayor grado que las disciplinas científicas anteriores a plantear interrogaciones sobre los rasgos últimos o universales de esa naturaleza que con tanta acuidad describe, y sobre la que efectúa tan formidables conjeturas, socava los principios mismos que le permitirían  efectuar esta operación tendiente a la inteligibilidad.

Pues para intentar superar  al estupor provocado por la verificación de las conjeturas avanzadas por los Bohr, De Broglie, Bohm, Schrödinger, Heisenberg, o Bell... para insertarlas en un modelo inteligible, el pensamiento no disponía de  otras armas que los principios antes evocados  de contigüidad, de realismo, de individuación, de causalidad...Y no había  concepto más  general que el aristotélico concepto de  sustancia y los rasgos a la sustancia asociados de ser susceptible de movimiento o de reposo, de tener energía correspondiente a una u otra situación, de hallarse ubicado, y un no muy largo etcétera. Principios y conceptos que con mayor o menor sofisticación o acuidad en su presentación remontan  al pensador de Estagira...comprometido  inevitablemente  en la relativización o derrumbe de los mismos.

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15 de diciembre de 2011
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Alejarse de Aristóteles II

Agradecimiento a Aristóteles

A lo largo de esta reflexión he tenido ocasión de poner de relieve el profundo agradecimiento a Aristóteles al que se haya obligado todo aquel que en el pensamiento filosófico   encontró una razón de vida. Me permitiré evocar la emoción que embargó a muchos de los presentes cuando en un congreso que llevaba el título de "Aristotle and Contemporary Science"  el pensador americano Hilary Putnam pronunció un discurso en lo que se creía ser la antigua población de  Estagira,  que es en cualquier caso una playa cercana a  la Estagira real, y en cuyas aguas quizás de niño se bañaba Aristóteles.

Aristóteles nos ayudó a ser lógicos, a apercibir la importancia de establecer criterios que posibiliten la distinción y la clasificación, a aplicar estos criterios al ámbito primordial de la frontera entre lo inanimado y lo animado, a  adentrarnos en el primer ámbito, a fin de descubrir los rasgos  que permiten reconocer el ser en su elementareidad, a percibir la complejidad que en relación a tales rasgos supone la vida...

De la mano de Aristóteles,  Linneo establecía sus calificaciones y del método clasificador de Aristóteles no se apartan excesivamente los genétistas contemporáneos. Aristóteles tuvo impresionantes intuiciones topológicas   (lo que permitió que un matemático de nuestro tiempo lo caracterizara como el primer y más grande pensador del continuo) y en lo concerniente al tiempo tuvo una impresionante premonición del segundo principio de la termodinámica.

Aristóteles rechazó  el vacío y  defendió una concepción finitista del universo que los partidarios del modelo cosmológico de la esfera de Riemann nunca podrán rechazar de manera tan tajante como lo hacen con la infinitud vacía del espacio de Newton. Aristóteles  intuye que la diferencia individual no es reductible a forma y por eso no hay ciencia de los individuos, asunto en el que no anda muy lejos la genética contemporánea, obligada a referirse a secuencias del genoma no codificadores de proteínas por cuya azarosa iteración dos individuos se distinguen (de ahí la dificultad para pasar de mapas genómicos de especies a determinación genómica de individuos) . Aristóteles introdujo la crucial distinción entre la entidad en potencia y la entidad en acto, aspecto por el cual es parcialmente redimido en el seno de la teoría que,  por otro lado, con mayor radicalidad pone en tela de juicio los pilares mismos del aristotelismo. Aristóteles nos ayuda a percibir la causa  que provoca la representación trágica y (aun no siendo ateniense) con su Constitución de Atenas nos da las claves del esfuerzo consistente en forjar un ámbito configurado por la ley. 

 En fin, sin la tarea de Aristóteles catalogando y mostrando los vínculos entre  los problemas de sus predecesores, quizás  no hubiéramos siquiera tenido acceso real a  esos pensadores hoy llamados presocráticos. Por todo ello sería por  así decirlo de mal nacidos reivindicar la actitud filosófica y no mostrar agradecimiento a Aristóteles. Y sin embargo...

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13 de diciembre de 2011
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Alejarse de Aristóteles I

La mirada atrás de Erwin Schrödinger

En un momento de estas reflexiones evocaba al Erwin Schrödinger, profesor en el Trinity College de Dublin, que renunciaba  a  proseguir su curso de doctorado  en física a fin  de retomar la reflexión primordial sobre el término mismo que da origen a la disciplina. Lo designado por el término griego  Physis  ocupó entonces el pensamiento de Schrödinger, pero sorprendente no la  Physis descrita en sus rasgos universales y omni-aplicables por aquel que fue llamado El filósofo y  podría, como ya he señalado, ser quizás con mayor razón ser llamado El  científico. 

No es en Aristóteles en quien el físico cuántico busca claves para los interrogantes a los que le ha conducido su propio trabajo, a la vez teórico y experimental. Schrödinger busca más bien ayuda en aquellos de los que Aristóteles fue historiador y cuyo pensamiento vinculó de tal manera que el conjunto pudiera ser considerado como secuencia de eslabones precursores de un sistema. Aspecto este que ya plantea un problema, pues un sistema es algo que sólo puede ser construido en base a principios que no cabe asegurar que se dieran antes precisamente de que Aristóteles los erigiera en soporte del ser y del conocimiento (de ahí que el propio Corpus de Aristóteles, en el que se fragua la idea de sistema, no llegue como tal a constituir uno).

No es claro que puedan ser considerados como partes  de un sistema en embrión esos pensadores pre-socráticos en los que busca refugio  Schrödinger.   Quien como el físico austriaco  percibe que la naturaleza no  obedece realmente (no podría hacerlo) a aquello que nuestro deseo de certeza había erigido en regla (erigido en análogo al imperativo de los dioses)...no puede buscar confort en el legado de Aristóteles. No es a la Atenas luminosa que la mirada retrospectiva de Schrödinger se dirige,  sino a Elea o Éfeso...  e incluso a lugares más arcaicos. Schrödinger  retorna  a territorios del pensamiento  dónde no siempre lo que ahora es  marca lo que será, ni lo que parece advenir tiene necesariamente causa. No se trata de territorios de  la sinrazón, sino  por el contrario, territorios dónde la razón, liberada de ámbitos que la circunscriben, tiene la libertad de desplegar la pluralidad de sus epifanías, territorios  en los que  el pensar y el decir se entrelazan para recrear la naturaleza de las cosas. 

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8 de diciembre de 2011
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Filosofía y derechos humanos

La  Organización de las Naciones Unidas para la Educación invitó el pasado 17 de noviembre  el día mundial de la filosofía. Con tal motivo me pareció útil recordar en un artículo del diario "El Pais",  el artículo 26 de la Declaración Universal de Derechos Humanos en el cual se precisa  que "la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad"

Lo difícil de todas las proclamas cargadas de buenas intenciones es que se den las condiciones sociales de su cumplimiento. Baste mencionar el articulado de la Constitución Española según el cual todo ciudadano tiene derecho a una vivienda digna. Sin embargo tratándose del evocado derecho universal  se da el problema añadido de que ni siquiera se toma realmente en serio lo que implica una educación integral, una educación que garantice el desarrollo efectivo de la personalidad.

 Pues bien, nada más adecuado al respecto que recordar  la tesis platónica según la cual la educación no ha de sustituirse a las capacidades innatas sino fertilizarlas, ayudar  a que  se desplieguen  las facultades intelectivas y creativas que caracterizan al ser humano entre las demás especies animales. Sin duda no todo ser humano puede consagrar su vida a la investigación científica o a la tarea artística, pero sin embargo todos y cada uno de los humanos se halla concernido por ellas, y tiene derecho a que se le ayude a reconocer que efectivamente es así, que lo que se dirime en estas tareas del espíritu  también es cosa suya.  Entre otras cosas, misión de la filosofía es recordar este derecho.

El motor de la filosofía no es tanto explorar desconocidos rasgos del mundo como restaurar una actitud ante aspectos (del entorno o de nosotros mismos) que eventualmente pueden ser ya conocidos, pero que no por ello dejan de ser sorprendentes.  Para un investigador en física  los principios del formalismo cuántico pueden constituir algo sabido, pero el simple ciudadano al que se ha dicho que en tales principios  se pone  en tela de juicio la idea que nos hacemos del mundo, tiene todo el derecho a exigir una educación general que no los obvie, que le haga partícipe de lo que en ellos se juega.  

Afirmar la universalidad de la disposición filosófica  implica que las interrogaciones fundamentales, que tantos por circunstancias sociales se han  visto forzados a repudiar de sus vidas,  están al alcance de toda persona tensada por lo desconocido e inquieta sobre su ser y su entorno. No se exige de entrada ser una persona culta y menos aun una persona eruditaLa filosofía tiene sus  problemas específicos, archivados en los grandes textos de  su historia, pero tales problemas son el resultado de que el ser humano  ha experimentado siempre una suerte de estupor ante la naturaleza y ante su propia existencia, estupor que le lleva a interrogarse, traduciendo sus vacilaciones y respuestas en conceptos y símbolos. 

Pues,  al igual que Descartes,  Kant,  Heisenberg o Einstein ¿quien no se ha preguntado alguna vez si hay o no hay una realidad física exterior, que seguirá tras su eventual desaparición y la desaparición de todos los demás humanos, los cuales en apariencia  tienen una percepción de tal realidad coincidente con la suya? Los instrumentos para responder en uno u otro sentido a esta pregunta cubren hoy miles y miles de páginas de sesudas revistas filosóficas o científicas  y han sido esgrimidos como armas por algunos de los eruditos más importantes. Pero la pregunta sigue siendo elemental y toda persona  es susceptible de sentirse interpelada por la misma,  hasta el punto quizás de que, si su vida material  se lo permitiera, acuciada por tal interrogación, empezaría a dotarse de los elementos de información precisos para abordarla.  Cosa que  ya ha hecho alguna vez, al menos en una etapa tan ingenua como luminosa en la que la vida no estaba extraviada entre querellas evitables y expectativas ilusorias.

Es un desprecio a los ciudadanos considerar  la vida del espíritu como cosa de minorías exquisitas y designar para el común la alternancia entre un trabajo puramente mecánico (cuando lo hay) y un ocio estéril. Obviamente asunto tiene  implicaciones políticas y por eso el mero hecho de reivindicar una educación que empuje a una actitud filosófica es ya  una cuestión de compromiso. Cuando hace unos meses un importante Consejero de  gobierno autonómico   promulgaba una educación superior pública adaptada al mercado,  explicitando que el propenso al estudio de la cultura griega habría de "pagarse el lujo",  no sólo estaba despreciando a Eurípides y Aristóteles, sino también a Euclides, es decir, la matriz de nuestra cultura. Curioso contraste con la actitud que pude percibir recientemente en Brasil, país en el que  se piensa como comprador potencial de deuda y refugio para diplomados víctimas del desempleo en la Europa meridional, pero en el que un congreso dedicado a la recepción de la cultura helena reunía a 900 universitarios de todo el país. Brasil con  la cuna de la filosofía, cabría decir, en un momento en que Grecia sólo es evocada para repudiar su pretendida falta de rigor en la aplicación de los dictados del poder de las finanzas. 

Por cierto que en un paseo junto   cercano al barrio cariota de Catete, se  despliegan a intervalos,  en paneles fijos, los artículos fundamentales de la declaración de derechos humanos,  incluido el referente a la educación al que arriba aludo. Desgraciadamente en Brasil tampoco se cumpla tal articulado. La misma ciudad de Río no sólo mantiene bolsas gigantescas de indigencia material, y con ello inevitablemente espiritual, sino que se halla amenazada por el espejismo -vinculado a acontecimientos deportivos- que convirtió en su día a Barcelona en uno de los faros mundiales de la especulación,  pero     el mero hecho de que  se recuerde en una vía pública incita quizás a la resistencia, resistencia a un mundo que esclaviza,  empantana en problemas sin sentido (agigantando por ejemplo lo aleatorio de un resultado deportivo) y excluye de nuestras vidas las interrogaciones esenciales.

Lo democrático de la filosofía reside la tesis, enunciada por Aristóteles, de que todos podemos instalarnos en la actitud interrogativa, a poco que nos liberemos de las barreras sociales que lo dificultan y que impiden realizar nuestra naturaleza de seres tallados por la razón y el lenguaje.

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6 de diciembre de 2011
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La técnica y el ser del hombre: del control del fuego a la medida cuántica XVI

XVI En síntesis...

 La techné a la que se refiere Aristóteles no es una modalidad más compleja de una potencialidad que en su generalidad compartiríamos con otros animales, sino la expresión de las facultades que singularizan al ser humano en el registro animal.

La historia de la techné pasa por múltiples escisiones: opuesta a la ciencia por un lado, opuesta al arte por otro lado, sin que pueda decirse que  tales polaridades esten firmemente establecidas. Herrero se ha podido decir del escultor Eduardo Chillida, y las conjeturas meramente teóricas de un Max Planck o de un Antton Zeilinger multiplican su impacto cuando surge el experimento técnico al que desde su propia formulación  están apelando.

En fin la disciplina científica que mayormente determina nuestra época no sólo vincula intrinsecamente el aspecto experimental y el aspecto técnico sino que en esta vinculación se pone de relieve que el technités que nosotros constituimos  es quizás la condición misma de posibilidad de que se den las propiedades que la técnica accede a medir, dando apoyo así a la vieja  idea de que el hombre es efectivamente medida de todas las cosas.

En un momento en el que tanto  la homología genética entre el ser humano y otras especies animales como por  la existencia de complejos maquinales que dan base a la idea de inteligencia artificial se buscan razones para poner en entredicho la  subversión que supuso la aparición  de la especie humana en el marco de la historia evolutiva y la irreductibilidad del lenguaje humano (por ende del pensamiento vinculado al mismo),  la persistencia de las aporías que desde hace casi cien años llenan de estupefacción a los grandes de la reflexión cuántica se erige en soporte para el mantenimiento de posiciones humanistas.

Uno de los problemas a los que se encuentra confrontada la teoría cuántica es el de que  también el instrumento con el cual medimos, al hallarse constituido por partículas elementales,  puede ser objeto de la medición  (lo cual acarrea entre otras cosas que el instrumento  meramente indicativo se halle intrincado en aquello que indica- gato  de Schrödinger en relación al dispositivo susceptible de descarga mortífera). Para evitar  la remisión al infinito von Neumann se atrevió a afirmar la irreductibilidad a la medición cuántica de aquello que el denominaba conciencia humana. La causa del  colapso de la función de onda ( la aparición pues de un gato vivo o de un gato muerto, con exclusión de ambas cosas a la vez) no sería otra que el observador consciente. El término conciencia probablemente  no era el más adecuado (quizás simplemente en razón de que von Neumann no estaba  al corriente de las dialécticas filosófico científicas en torno al mismo), pero lo que el gran científico quería enfatizar tiene aun vigencia:

No cabe reducir a mera presencia  en el orden natural la fuente misma de toda reducción. No cabe hacer del hombre un mero correlato del conocimiento, o sea  un objeto, no hay pues ciencia del hombre  y - en los términos que he ido plantando ultimamente esta reflexión- no cabe moldear por la técnica al technitès

 

 

La interpretación de la Mecánica cuántica conocida como Many  Worlds, múltiples mundos, es  hoy muy popular entre los físicos  en razón de que pese a su barroquismo tiene la ventaja de que cada uno de lo mundos que postula recupera las características de nuestro mundo clásico. Mas valen múltiples mundos que responden a lo que el sentido común atribuye al mundo de siempre, que un sólo mundo en el que no funcionan los principios de contigüidad, realismo, localidad etcétera, parecen decirse. Pues bien,

Si nos preguntamos en que difiere nuestro mundo -convertido de nuevo en clásico- de los otros mundos una respuesta mínima es que los otros son meramente postulados mientras que el nuestro es constatado, constatado por ese complejo unificado de facultades que constituyen el espíritu humano, al que a menudo nos referimos con el término conciencia (que en realidad representa tan sólo una rasgo- no siempre presente de tal complejo).

Los otros mundos son postulados pero no son  correlato de nuestra realidad  conceptual y lingüística, no son objeto concretamente de las mediciones cuánticas.

Todo lo que es posible es ciertamente real: tal es el soporte de la teoría de los múltiples mundos; sin embargo no todo lo que es real es actual, es decir por los instrumentos de medida dispuestos en última instancia por la condición humana. Una  sentencia a menudo citada a este respecto es la del gran físico John Archibald Wheeler: "no phenomenon is a real phenomenon until it is an observed phenomenon"

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24 de noviembre de 2011
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La técnica y el ser del hombre: del control del fuego a la medida cuántica XV

XV Nuevas perspectivas en la ciencia...permanencia de la interrogación filosófica

En 1968, a la par que se fraguaba en París la atmósfera que conducía a los acontecimientos culturales y sociales conocidos como Mayo del 68, en la también por entonces  políticamente convulsa california se confirmaba una hipótesis científica de primera magnitud.  A lo largo de  la década de los cincuenta (en experimentos realizados mediante radiaciones que iban de 100 a 1000 mega-electrón voltios por electrón) se había consolidado la  conjetura de que la apariencia homogénea de neutrones y protones escondía una estructura compleja. Pero sólo en el evocado 1968,  gracias al acelerador de electrones de Stanford (que permitía alcanzar niveles energéticos de 10000 mega-electrón voltios)  se conseguía penetrar en el núcleo del átomo y descubrir que efectivamente la ausencia de carga del neutrón no es sino la expresión del equilibrio entre partículas más elementales, los llamados quarks,  las cuales sí se hallan  positiva o negativamente cargadas; por su parte la carga positiva del protón no expresaba sino una composición no desequilibrada entre tales partículas elementales,.

Se repetía así la historia "leibniziana" de descubrir la pluralidad de lo aparentemente puntual  desde  el punto de vista cualitativo. Y el avance se completaba me atrevo a decir que dialecticamente con el descubrimiento de las anti-partículas, entidades con las mismas características que las partículas (masa, magnitud, movimiento rotacional y monto de carga eléctrica), pero con el signo de la carga opuesto.

Al nivel de las partículas elementales seguían en 1968 dándose grandes incógnitas  a las que nadie ha respondido. Nunca se ha conseguido localizar un quark fuera del lazo que le víncula a otros quarks,  forjando protones o neutrones, es decir nunca se ha conseguido apartarlo de ese  reducidísimo universo que es la magnitud de un protón o electrón y nadie ha podido explicar si es una partícula realmente elemental  o si su masa (sorprendemente grande, pues 10 veces la del electrón con quien de momento comparte la condición de soporte último de la organización de la materia) es ya un conglomerado de desconocidas partículas.  Pese a la persistencia de  terrenos ignotos, desde la época en que se avanzaban las hipótesis de la teoría cuántica sobre la estructura de la naturaleza (las conjetura por Bohr sobre la estructura del átomo de hidrógeno por ejemplo) en el plano estrictamente científico,  el progreso ha sido enorme. Y sin embargo... en lo referente a lo esencial la interrogación no sólo persiste sino que los elementos de perplejidad se han acentuado.

En esos mismos años cincuenta en los que el progreso tecnológico permitía introducirse en los universos diminutos de las partículas, el físico Hught Everett, intentaba responder al auténtico escándalo que para los cimientos de nuestra concepción del orden natural  plantea la Mecánica Cuántica, avanzando una interpretación que recupera el mundo de siempre (es decir, un mundo en el cual las mismas causas conducen a los mismos efectos, la única forma de influir sobre un objeto separado es estableciendo algún lazo de contiguidad con el mismo, un gato o bien esta vivo o bien está muerto,  etcétera) al precio...de sostener que paralelamente al nuestro existen tantos mundos como posibilidades se contemplaban, mundos eso sí tan "clásicos" como el nuestro.

Y no sólo los progresos propiamente científicos no han venido a zanjar las interrogantes filosóficos sobre la esencia del orden natural que plantea la Mecánica Cuántica, sino que los han agravado. Así los múltiples experimentos que siguieron al efectuado en 1981 por  el físico francés Alain Aspect y sus colaboradores, no han hecho sino corroborar que comportamiento de las partículas elementales  no da soporte a lo que siempre hemos considerado ser el mundo natural, y que Einstein intentaba salvar con hipótesis realmente filosóficas que la ciencia ha venido a desmantelar. Pues resulta que en presencia  de  determinados fenómenos o bien decimos que las cosas no tienen propiedades independientemente de la constatación que los físicos (y alguno ve tras ellos el nosotros  designativo del hombre que sería efectiva medida de todas las cosas) efectuamos de que las tienen, o bien la propiedad que una cosa tiene podría ser alterada por el hecho de que se efectúa una modificación en la propiedad de una segunda cosa alejada de  la primera  y sin contiguidad de ningún tipo con la misma.

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22 de noviembre de 2011
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La técnica y el ser del hombre: del control del fuego a la medida cuántica XIV

XIV La soledad del filósofo: reduccionismo y antihumanismo

Nadie puede hoy negar con un mínimo de apoyo racional ( los teócratas del llamado Tea Party han renunciado totalmente al mismo) que el hombre es un resultado de una compleja historia evolutiva que arranca con la aparición de materia y an-timateria (quarks y anti-quarks,  millonésimas de segundo después del big-bang y a temperaturas de diez elevado dieciseis grados Kelvin), pasa por la aparición de la vida, y se concretiza como emergencia de ese singularísimo código de señales que es el lenguaje humano (singularísimo en razón de que en ocasiones trasciende  la función misma de los códigos de señales animales).

¿Quiere ello decir que  el hombre  es un ser natural como los demás, susceptible en principio como todos los seres naturales de ser explicado por el conocimiento científico  e incluso reducido por el mismo? Ello sólo puede ser sostenido negándose a efectuar una distinción esencial por cuya aceptación cabría caracterizar la disposición filosófica, a saber la distinción misma entre el fenómeno natural del que cabe dar cuenta, y la razón misma que da cuenta.

Podemos explicar el comportamiento de las partículas remontándonos casi a los orígenes,  a la dialéctica entre las formas primitivas de materia y anti materia; podemos, en el otro extremo del devenir del universo,  dar cuenta del funcionamiento de las neuronas, incluído el funcionamiento del cerebro humano...pero no podemos dar cuenta de lo que significa dar cuenta; no podemos dar origen a la razón, porque el origen como el devenir y el reducir son producto de la razón misma.

Y nosotros (en el sentido que el llorado filósofo catalán Ramón Valls utilizaba en su libro Del yo al nosotros) somos ese dar cuenta por esencia irreductible. Este sentimiento  de veracidad opuesto a toda creencia, esta seguridad de que la razón y con ella la humanidad va por delante, es lo que distingue la actitud filosófica de la que no lo es, y por eso los filósofos (tan a menudo indiferentes al contenido concreto del discurso de sus colegas) se reconocen entre sí, se reconocen en su singularidad.

Me atrevo a escribir que entre el filósofo y el que no lo es la diferencia no reside en  el conocimiento o en la información (ya sea relativa a la historia misma de la filosofía), sino en esta apertura a la propia humanidad. Ante quien no la muestra, cualquiera que sea su grado de sofisticación en el terreno de la ciencia y aun del arte, el filósofo se encuentra esencialmente perdido. Las diferencias respecto a cualquier asunto concreto  (que podrían eventualmente ser objeto de racional acuerdo) vienen perturbadas   por esa  diferencia de actitud y el filósofo experimenta un sentimiento de profundo desarraigo.

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17 de noviembre de 2011
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La técnica y el ser del hombre: del control del fuego a la medida cuántica XIII

XIII El precio de sacrificar las fábulas

Uno de los aspectos que más interesa en esta reflexión filosófica sobre la naturaleza son las diferentes interpretaciones que cabe dar a la teoría cuántica, muy a menudo presentadas como interpretaciones de un formalismo matemático pero que en realidad van más allá de este extremo.  Hay al respecto algo que enfatizo en otro lugar, a saber que la divergencia de interpretaciones es una divergencia puramente teorética en el sentido de que no se trata de divergencias respecto a la práctica de la disciplina y a la manera de conducir los experimentos. Ello se pone particularmente de relieve en el llamado problema de la medida, quizás el nudo mayor al  que se enfrentan los teóricos, y no los prácticos, pues las sutilísimas especulaciones en el primer registro (en 1961 Eugene Wigner llega a introducir la temática de la conciencia para dar cuenta de la medida cuántica, asunto en el cual ya le había precedido von Neumann)  carecen de consecuencias en el segundo. Hay pues tanto acuerdo en los resultados (piénsese que algunos de los teóricos que aquí se evocan han sido grandes experimentalistas) como desacuerdo a la hora de  posicionarse sobre la significación de los mismos. [1]

La posición de un pragmatista se halla fuertemente espaldada por estos hechos. Dado que la discusión (por ejemplo entre la versión canónica o de Copenhague y la versión de Einstein que intenta acercarse a la física clásica o la de de Broglie Bohm, que reintroduce el determinismo)  no tiene consecuencias experimentales, pasemos de ella  y atengámonos a los experimentos, viene a decir el pragmatista Suppens en una frase   de  enorme claridad:

"Todas estas interpretaciones trabajan a partir de los mismos datos empíricos, es decir, de los mismos hechos experimentales, y todas dan esencialmente la misma interpretación operativa de esos datos. Lo diferente es la extensión conceptual o metafísica más allá de tales datos experimentales, que implican la muy diversa pluralidad de puntos de vista, desde la interpretación de Broglie Bohm a (...) los múltiples mundos de Everett (...) Por ello estas interpretaciones aparecen como fábulas, del pasado, cuentos con intriga, a menudo de gran interés intelectual, pero pragmáticamente no muy relevantes  " (P.250)

 El autor insiste una y otra vez en la obviedad "el punto de vista pragmático no se ve en lo esencial afectado" por tales fábulas. Pero su reconocimiento del gran interés intelectual de las mismas  revela  el sacrificio que habríamos de efectuar  para satisfacernos con su punto de vista.  Como más arriba sugería esta actitud no está lejos de la que manifiesta el ciudadano rodeado de parafernalia electrónica en relación a aquello que la posibilita. Si se considera que  lo importante es el confort que la técnica procura, resulta realmente ocioso (en relación a  lo que cuenta), el discutir sobre la estructura y comportamiento de las partículas elementales, sin cuya observación sin embargo no se hubiera desarrollado la tecnología. Hay aquí como un repudio de nuestra condición de seres llamados al conocimiento, que encierra quizás un pesimismo sobre el hecho de que la realización plena de tal condición sea posible y en verdad satisfactoria.

Ciertamente el pragmatista objetará que le mueve esa modalidad de conocimiento que es la física. Pero el filósofo responderá que la física no puede - o no debe- hacer abstracción de las interrogaciones a las que la propia disciplina conduce, aunque ya no tengan importancia para el despliegue de la misma. Y ese mismo filósofo estará tentado de decir que el hecho mismo de que la divergencia ya no tenga consecuencias prácticas constituye (dado que procede de lo que sí tiene consecuencias prácticas -como hemos visto los descubrimientos cuánticos determinan nuestro  mundo) tanto un indicio de su dignidad, como la prueba de que la teoría constituye la causa final de la actividad científica.


[1]    Suppens señala oprtunamente: "the experimental articles from one end of standard quantum mechanics to another will scarcely mention any aspect of this part of the interpretation . What they will use  will be the standard theory of bounded operators in Hilbert space, but even here, in the papers closed to experiment, the mathematical apparatus set forth explicitly by von Neumann will scarcely be invoked" (p.247).Y algo más adelante:

      "The remarkable thing about these many interpretations of quantum mechanics is that no new experimental results come out as predictions and, consequently, an empirical choice of the sole correct view is no possible. It is also the case that most experimental physicists will be essentially unaware of the development of schotastic mechanics by Nelson and others"(p.249)    

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15 de noviembre de 2011
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El Boomeran(g)
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