Víctor Gómez Pin
VIII "En filosofía"
El tercer protagonista del diálogo que vengo glosando anfitriona e interlocutora de nuestros "paleoantropólogos", confiesa a un momento dado sentirse abrumada por el hecho de que toda respuesta a una pregunta avanzada supone para ella nuevos interrogantes. A fin de mostrar que ello es perfectamente lógico, Eudald Carbonell precisa: "En filosofia podemos utilizar ‘tengo la convicción’ como elemento de autoridad, en ciencia no […]en ciencia no se puede utilizar el ‘yo creo’ sino el ‘yo pienso’ […]Lo más importante en ciencia es problematizar y cuestionar". Me permitiré matizar en este punto a Eudald Carbonell. Con evocar a Platón (que exigía el sacrificio de las opiniones como punto de arranque para aspirar siquiera a alcanzar la verdad) queda claro que poco tiene de filósofo aquel que no se pregunta si sus arraigadas convicciones no son acaso prejuicios. Y en cuanto al pienso por oposición al creo la metódica duda cartesiana es un paradigma que parece insuperable.
En realidad la filosofía no tiene dificultad alguna en reconocerse en las afirmaciones de Carbonell y Agustí en la página que precede a la frase citada, y en la que ambos coinciden en que si bien es cierto que siempre convergemos en los mismos problemas, lo hacemos no sólo con mayor información sino confrontados a nuevas hermenéuticas. Ello es precisamente lo que hace que podamos considerar a Aristóteles como el padre, tanto de la disposición de espíritu que tildamos de filosófica como de la que tildamos de científica (con independencia de lo acertado no acertado de sus propias respuestas a los universales problemas que él mismo plantea). La filosofía no difiere de la ciencia en razón del contenido, sino en razón de la radicalidad con la que se asumen las consecuencias de toda dimensión problemática de tal contenido. La filosofía lo que aporta es una exigencia de inteligibilidad global, exigencia de la aristotélica unidad focal de significación, por la cual la disciplina especializada escapa al riesgo de la insignificancia y el especialista que la asume se convierte él mismo en filósofo.
Son muchas los ámbitos en que el propio explorador de la physis se convierte en metafísico. La mecánica cuántica es un paradigma, pues acuciado por sus propias aporías, el que la practica acaba esbozando modelos que subvierten nuestras más arraigadas convicciones sobre lo que constituye la naturaleza elemental. Pero algo análogo puede llegar a ocurrir con la genética en relación a la naturaleza viva, y con la paleontología (de hecho hoy muy dependiente de la genética) en relación al ser humano.
Como antes indicaba, en este coloquio con Eudald Carbonell y Jordi Agustí se exponen de manera amena cuestiones de alta incidencia técnica, pero tras ellas subyace una pregunta que de alguna manera da unidad a todas ellas: pregunta no ya por la cosa en general o pregunta por la cosa viva, sino pregunta por la rarísima cosa (cosa porque constituye pese a todo un sistema abierto sometido al segundo principio de la termodinámica) que es el ser hablante.