Skip to main content
Blogs de autor

Los últimos días de Vargas Llosa como Nobel 2010

Por 26 de octubre de 2011 Sin comentarios

Iván Thays

Mario Vargas Llosa
Santiago Roncagliolo consiguió la última entrevista de Vargas Llosa en su año como premio Nobel, antes de cederle el trono -pero no la celebridad- a Thomas Transtromer y la convirtió en una crónica fantástica. La crónica aparece en Soho y ahí se ve a un hombre agobiado por el peso de la fama, pero sobre todo con ganas de seguir escribiendo y opinando. Dice al final de la nota que al fin podrá descansar, es decir trabajar, y eso me recuerda a Vargas Llosa viendo las cinco temporadas de The Wire para escribir una nota estupenda (que postee antes). El hombre no puede dejar de opinar de todo. Por ello, duela a quien le duela, Vargas Llosa es un hombre lúcido que jamás ha tenido miedo de decir lo que piensa y tomar partido por lo que cree, así tenga que encontrarse a veces en veredas opuestas a sus amigos e incluso de sí mismo (aunque parezca contradictorio, que no lo es).
Algunos pasajes de la entrevista:

Su agenda es tan apretada que ya la ejecuta sin pensar. La avalancha de medallas, distinciones y premios las hace indistinguibles. Sobre la mesa de su salón descansa un libro publicado por una importante entidad, pero él no recuerda de dónde salió. Yo sí lo sé, y se lo digo:
?Te lo ha regalado esa institución porque te rinden un homenaje la semana que viene. Te han distinguido con su mayor condecoración.
?Ah ?responde, con el mismo interés que le habría dedicado a la lista de ingredientes de un yogur.
?¿Disfrutas con todos estos viajes y homenajes? ?le pregunto.
?Ya no. Disfruto momentitos, sobre todo cuando me encuentro con viejos amigos. Pero apenas puedo aprovechar las ciudades. Casi todo mi tiempo está saturado de firmas de libros, conferencias, y lo más pesado de todo, entrevistas.
Me pregunto si es una indirecta, ya que esto es una entrevista. Pero es imposible saberlo. Vargas Llosa es un experto en el trato con periodistas. Sabe ser exquisitamente cortés y al mismo tiempo cortar cualquier posibilidad de que te pases de la raya. Al llegar, me pide que lo tutee ?algo que no siempre consigo? y me ofrece una bebida. Pero las opciones son ?agua o Coca-Cola?. Y un vistazo a las botellas de su bar, muchas de ellas casi llenas, confirma que, en su casa, el alcohol se reserva para ocasiones muy especiales.
El ático que comparte con Patricia, su esposa, está diseñado con la misma mezcla de amabilidad y precaución. Ocupa una planta entera de un antiguo convento reformado, de modo que tiene un amplio salón para recibir, decorado con pinturas y esculturas de arte moderno. Justo al lado está su estudio de trabajo, de dos pisos. El escritorio, los cinco mil libros que llenan las paredes, incluso el desorden de periódicos del sofá, funcionan como locación perfecta para las sesiones de fotos de escritor, como la que él resiste ahora estoicamente. Y si hacen falta imágenes más abiertas, cuenta con una terraza desde la cual, por arte de magia, el centro de Madrid parece un lugar apacible y monacal. Solo del otro lado del salón, escondido más allá del baño, un pasillo apenas perceptible lleva a su vida real. Para el visitante, es imposible determinar qué se oculta ahí. Vargas Llosa es un estajanovista de la edición y promoción de libros, pero por eso mismo, calcula cuidadosamente qué permitirá que vean los demás.
?¿Por qué sigues haciéndolo? ?le pregunto?. Me refiero a todos esos viajes que ya no disfrutas. No lo necesitas. Tienes un Nobel. No te queda nada por conseguir.?Es muy difícil. Podría decir que no. Hay escritores que saben decir que no y defender su privacidad. Pero si un editor compra tus libros, les pone ilusión, hace un esfuerzo y te lo explica? La presión es demasiada.
Me pregunto si es realmente una novedad en su vida. He visto a Mario Vargas Llosa dar discursos ante miles de personas. Y atender a familias que quieren tomarle fotos con sus bebés. Lo he visto en México rodeado por una orquesta de mariachis, en Madrid asistiendo a la boda de los príncipes, en Lima dirigiendo un programa de televisión. Incluso antes de 2010, no se podía decir que fuese un escritor ermitaño y poco sociable. Se lo digo. Responde:
?Pero nada como lo del Nobel. Lo único comparable en intensidad fue la campaña política de 1990. Pero entonces yo sabía dónde me metía. En cambio, esto me llegó de improviso. De hecho, yo me había organizado para pasar una temporada muy tranquila en Nueva York, enseñando, con la mayor parte de la semana libre. Quería ir al teatro. Visitar museos. Y de repente, llegó el Nobel.
?¿Y no lo esperabas? Todos pensábamos que podías ganarlo cualquier año?
?No lo esperaba. Un escritor del Tercer Mundo, que defiende el capitalismo, liberal, crítico con Cuba? Me parecía una garantía de que no lo recibiría.
No lo mencionamos, pero en el aire está Jorge Luis Borges, uno de los escritores más influyentes del siglo XX, que nunca ganó el Nobel. Anticomunista radical, en los años setenta, Borges hizo declaraciones a favor de los sangrientos dictadores del Cono Sur, Augusto Pinochet y Jorge Rafael Videla. Un académico sueco le confesó al biógrafo de Borges que jamás perdonaría esas declaraciones y que, mientras él viviese, el argentino jamás se haría con el Nobel. Y el académico vivió más años que Borges.
?¿Les preguntaste a los académicos qué había cambiado para que te premiasen a ti?
?Traté de averiguarlo, pero no me dijeron nada. Lo único que saqué en claro era que me lo habían concedido tres meses antes del anuncio. Pensé que solo en un país como Suecia es posible que veinte personas guarden un secreto semejante durante tres meses.
?Pero debe haber unas actas, algún registro?
?Están recogidas todas las cosas que se dijeron. El proceso de selección es muy riguroso. Pero las actas se abren cincuenta años después de la entrega. Solo dentro de medio siglo sabremos cómo y por qué votaron los académicos. 
Ahora quiero preguntar por el ego. Los escritores trabajamos solos. No compartimos créditos con una banda de músicos o un elenco de actores. Si las cosas van bien, nos llevamos todo el mérito. Y si van mal, poseemos el monopolio del fracaso. Eso hace que seamos más competitivos e inseguros que otros artistas y, sin duda, mucho más de lo que admitimos en público. Aún así, ningún testigo me ha podido contar ninguna historia en que Vargas Llosa exhibiese su frustración por un premio que le había sido esquivo durante décadas. En 2008, el día que recibió el Nobel Jean-Marie Le Clézio, el escritor Juan Villoro coincidió con Mario Vargas Llosa en una reunión. Según Villoro, los invitados ?no sabíamos qué decir. A todos nos parecía que Vargas Llosa era inmensamente superior a Le Clézio en todos los aspectos. Pero lo único que Vargas Llosa comentó, muy dignamente, fue que Le Clézio era un escritor muy bueno. Punto?.
Trato de apelar a esa pequeñez, a la mezquindad humana, y le pregunto a Vargas Llosa si había sentido alguna vez que les daban el premio a escritores peores que él. Él se encoge de hombros, sonríe, y se limita a afirmar:
?El Premio Nobel ha acertado muchas veces: Thomas Mann o Faulkner son indiscutibles. Pero otras veces no ha acertado.
(?)
Incluso ahora, vestido con solo una camisa y un pantalón gris, Vargas Llosa es un hombre elegante. Y a sus 75 años, conserva mucho de su legendario atractivo juvenil. Su sonrisa sigue siendo amplia y luminosa. Su pelo blanco está milimétricamente peinado. Y sus sanas costumbres, como correr todas las mañanas o reposar una semana al año en un balneario, le hacen ver menor de lo que es. Evidentemente, no escapa a la fragilidad de la edad. Su caída de la silla de hace un año lo dejó bastante maltrecho. Y hoy lleva unas marcas extrañas en las manos, por las que prefiero no preguntar. Lo que sí tiene intacto es su capacidad de entrar a pelear en todos los frentes posibles, marca de la casa. Ni siquiera la agotadora agenda del Nobel lo ha distraído de sus trifulcas políticas, particularmente en nuestro país de origen. Las últimas elecciones peruanas se decidieron entre dos candidatos: Keiko Fujimori, cuyo padre cumple condena por crímenes contra los derechos humanos, y Ollanta Humala, cuyo hermano cumple condena por homicidio y secuestro. La primera formó parte de un régimen que cercenó la libertad de expresión y cometió fraudes electorales. El segundo ha sido apoyado públicamente por Hugo Chávez. Vargas Llosa no rehuyó la opción: hizo público su apoyo a Humala. Comento:?En las anteriores elecciones votaste por el presidente que nacionalizó la banca, y en estas, por el que ha liderado una asonada militar. Cualquiera diría que eres un comunista peligroso.?En literatura tenemos el gran privilegio de elegir lo mejor. Pero en política, eso no es posible. La mayor parte de las veces, elegimos lo menos malo. Hace cinco años, Humala era Chávez. Hoy ya ha quedado demostrado que no lo es. En cambio, los de Fujimori fueron ladrones y asesinos. Y eso también está demostrado en los tribunales.?¿Has hablado con Humala desde su victoria??No. Solo hemos hablado una vez. Vino a verme a casa hace unos años. Fue divertido. Yo había dicho que elegir entre Keiko Fujimori y Humala era como elegir entre el sida y el cáncer terminal. Y él me dijo: ?Mire, yo no soy el cáncer, yo soy solo un resfrío?.
(?)
Es hora de dejar a este hombre en paz. Aunque ?paz? no es precisamente lo que le dejamos. Mañana comienza una nueva serie de lanzamientos internacionales de su última novela, El sueño del celta, y la marea de compromisos laborales no terminará ni siquiera con el anuncio del próximo Premio Nobel. En su agenda no hay páginas en blanco hasta diciembre. Mientras nos acompaña al ascensor, le pregunto qué piensa hacer cuando termine todo, cuando haya acabado de lanzar la novela y haya otro Nobel agobiado de invitaciones y entrevistas. A él se le iluminan los ojos y responde:
?Será estupendo. Será fantástico. Podré trabajar. 
Esa es, al parecer, su idea del descanso. 

profile avatar

Iván Thays

Iván Thays es escritor peruano (Lima, 1968) autor de las novelas "El viaje interior" y "La disciplina de la vanidad". Premio Principe Claus 2000. Dirigió el programa literario de TV Vano Oficio por 7 años. Ha sido elegido como uno de los esccritores latinoamericanos más importantes menores de 39 años por el Hay Festival, organizador del Bogotá39. Finalista del Premio Herralde del 2008 con la novela "Un lugar llamado Oreja de perro".

Obras asociadas
Close Menu