Víctor Gómez Pin
VII Homo technikós
Algo análogo a lo que indicaba en el texto anterior en relación al carácter desinteresado de la ciencia podría ser dicho respecto en relación al arte : "siempre me ha sorprendido nuestra pretensión por conocer para qué servía el llamado arte rupestre, cuando en realidad no sabemos para que sirve eso que llamamos arte", dice con cierta ironía Jordi Agustí.
Eudald Carbonell enfatiza el peso de la correlación entre las áreas del cerebro que posibilitan la práctica del lenguaje y las que posibilitan la confección de herramientas y con ella lo que los griegos designan con el término téchne, que hoy se bifurca entre lo que llamamos arte y lo que llamamos técnica:
"Tallar una piedra, que requiere un ritmo biomecánico de las manos, para construir una morfología, coincide al igual que el lenguaje con las áreas del cerebro conocidas como la de Broca y la de Wernicke, y curiosamente a nuestra especie le resulta difícil hablar sin mover las manos, sobre todo cuando queremos ser vehementes." En este foro he tenido ya ocasión de preguntarme por el sentido y el peso de la bifurcación del término griego téchne entre lo que denominamos ciencia y lo que denominamos arte, y que obliga por ejemplo a separar el Eduardo Chillida Premio Imperial de las Artes, del Eduardo Chillida reconocido por los ingenieros vascos por su dominio de la resistencia de materiales, y al que el epistemólogo francés Gaston Bachelard dedica un precios texto bajo el título Le forgeron (el herrero). Separación, dicho sea de paso, contra la que el escultor se hubiera rebelado.
Precisaré que en el coloquio que estoy glosando, más que atribuir la téchne y las construcciones simbólicas exclusivamente a nuestra especie se enfatiza el hecho que nuestra especie es la primera en socializarlas. De tal manera lo que quizás homo heidelbergensis forja individualmente, en homo sapiens se convierte en patrimonio colectivo que se transmite y se fertiliza, siguiendo pautas que parecen indicar una constante. Jordi Agustí señala que contrariamente a lo podría quizás pensar la evolución del arte rupestre no va necesariamente de formas abstractas por mera deficiencia de concreción a formas realistas. Las cuevas de Chauvet en Francia, datadas en más de 30000 años presentarían formas totalmente realistas, en contraste con las más esquemáticas posteriores.