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Escrito por

Víctor Gómez Pin

Victor Gómez Pin se trasladó muy joven a París, iniciando en la Sorbona  estudios de Filosofía hasta el grado de  Doctor de Estado, con una tesis sobre el orden aristotélico.  Tras años de docencia en la universidad  de Dijon,  la Universidad del País Vasco (UPV- EHU) le  confió la cátedra de Filosofía.  Desde 1993 es Catedrático de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), actualmente con estatuto de Emérito. Autor de más de treinta  libros y multiplicidad de artículos, intenta desde hace largos años replantear los viejos problemas ontológicos de los pensadores griegos a la luz del pensamiento actual, interrogándose en concreto  sobre las implicaciones que para el concepto heredado de naturaleza tienen ciertas disciplinas científicas contemporáneas. Esta preocupación le llevó a promover la creación del International Ontology Congress, en cuyo comité científico figuran, junto a filósofos, eminentes científicos y cuyas ediciones bienales han venido realizándose, desde hace un cuarto de siglo, bajo el Patrocinio de la UNESCO. Ha sido Visiting Professor, investigador  y conferenciante en diferentes universidades, entre otras la Venice International University, la Universidad Federal de Rio de Janeiro, la ENS de París, la Université Paris-Diderot, el Queen's College de la CUNY o la Universidad de Santiago. Ha recibido los premios Anagrama y Espasa de Ensayo  y  en 2009 el "Premio Internazionale Per Venezia" del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Es miembro numerario de Jakiunde (Academia  de  las Ciencias, de las Artes y de las Letras). En junio de 2015 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.

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Asuntos metafísicos 59: De Segismundo a Crusoe: ¿ implica el hablar que hay un mundo exterior?

Arrancaré hoy evocando una ponencia del filósofo Ulises Moulines [1] presentada hace muchos años   en el Congreso Internacional  de Ontología, que  con periodicidad bienal  se celebra en San Sebastián y Barcelona.

 Bajo el título de "Lo racional y lo real" se trataba  en aquella ocasión de  celebrar la obra de Descartes en el cuarto centenario de su nacimiento. Contexto idóneo para que  Moulines efectuara una "Defensa del solipsismo", tomando como principal texto de apoyo para su argumentación no las Meditaciones del gran pensador francés sino La vida es sueño de Calderón. Recordemos:  Segismundo "vive" en dos mundos, cada uno de los cuales le aparece desde la perspectiva del otro como irreal. Para Segismundo tiene  sentido vivir en la mazmorra de la torre y vivir en el palacio, pero no hay transición de sentido entre uno y otro marco. Pues bien: en su exposición Moulines dramatizaba las tribulaciones de Segismundo, confrontándole a los argumentos de sofisticados filósofos realistas .

El contrapunto de la tesis del carácter onírico de la vida viene en primer lugar  dado por  los argumentos semánticos en favor del realismo, en  concreto  los de Wittgenstein al cual Moulines califica de "positivista refinado": Por el mero hecho  de que Segismundo hable y de que lo haga con sentido debería  aceptar la realidad de los sucesos que vive. "Hablas, luego te refieres a algo real además de tí mismo". Este, nos dice Moulines,  sería el teorema semántico que habría que demostrar a Segismundo. No está aquí lejos, aplicada al realismo, la argumentación aristotélica relativa al principio de no contradicción. Recordemos ( asunto ya tratado aquí) que Aristóteles se refiera a este axioma arquitectónico,  como  "principio más firme", es decir, ese principio respecto al cual es imposible engañarse o tomarlo como mero postulado: "pues un principio cuya posesión es necesaria para cualquier conocimiento no puede constituir una mera hipótesis" . [2]

 

Lo simpático en aquella ponencia de Ulises Moulines fue su toma de posición en favor de la resistencia de Segismundo y su disposición a servirle de escudero,apoyar con armas filosóficas lo que Moulines  llamaba "el reto de Calderón". Moulines se complace en desmontar las dos premisas subyacentes del argumento semántico:

1El lenguaje tiene que aprenderse y ser controlado pero este aprendizaje y control implicaría la comunicación intersubjetiva. 2 La comunicación intersubjetiva supondría  la existencia de un mundo no subjetivo externo.

Moulines contra-argumenta en favor de Segismundo evocando a Berkeley y su comunidad de mentes flotando libremente (es decir sin espacio exterior a las subjetividades que  medie)  y a Ernst Mach (conglomerado de sensaciones interactuando sin exterioridad alguna). Pero su apunte esencial en favor de Segismundo es el siguiente: ¿De dónde se infiere que el aprendizaje debe implicar algún tipo de actividad anclada inter-subjetivamente? Y su respuesta es simplemente que la base de tal inferencia es contestable. Pues bien: en un simposio reciente en que se le rendía homenaje me permití ayudar, por así decirlo, a  Moulines en su tesis, evocando otro texto literario, el Robinson Crusoe de Daniel Defoe:[3]

Ciertamente  de alguna manera la intersubjetividad en la que Crusoe adquirió el lenguaje sigue estando presente en la isla.  Crusoe  no está en soledad como podría estarlo un animal, eventualmente mejor dotado por la naturaleza si emergiera  un problema de subsistencia. El Crusoe solitario representa todo aquello que posibilitó el lenguaje y con ello  el pensamiento especificamente humano. Así pues cabría en principio sostener que   el perdurar de Crusoe  supondría de hecho el perdurar de todo  el acerbo de intersubjetividad  que caracteriza a la especie, y sería en razón de  tal perdurar de la intersubjetividad que, permanentemente Crusoe  habla. En suma: nada en Crusoe chocaría con el argumento semántico en favor del realismo.  

Y sin embargo creo efectivamente que la tesis de Moulines es muy sólida. Pues ¿Con quien habla ese Crusoe al que nadie puede escuchar?  En una de estas columnas  he respondido hace tiempo  a esta pregunta diciendo que Crusoe habla con aquel mismo a quien se dirige el científico  cuando  aventura hipótesis para las que no había quizás  entonces  interlocutor competente, o el creador que forja una sentencia hasta entonces jamás pronunciada. La intersubjetividad que fue la condición de tal hablar  no es ya  sin embargo lo que entonces legisla. Legisla el sujeto humano como tal, sujeto del conocimiento o sujeto forjador de símbolos, sujeto asimismo de ese imperativo por el cual, cualquiera que sea la circunstancia, mientras se de un hombre, la ley que forja a los hombres está plenamente vigente. Y este sujeto  es el interlocutor verídico no sólo compatible con la situación de soledad sino quizás accesible tan sólo en la misma.

Como el científico o el creador, habla el solitario Robinson consigo  mismo en  tanto  que  espejo en el que se reconoce la esencia de la humanidad. Y tal cosa hacemos cada una de nosotros en las ocasiones en las que el pensamiento, en lugar de complacerse en lo dado,  se esfuerza por entender, metaforizar o resolver, ya se trate de asuntos teoréticos o de asuntos prácticos; ya se trate de organización general de la sociedad o de asuntos en los que propia  intimidad es lo que está  en juego.

Ello explica muchas de las peripecias radicalmente espirituales que marcan al héroe de este gran relato. La actualización continua de sus recursos memorísticos y de su ingenio  le permite   por ejemplo   el aprendizaje  de nuevas técnicas, quizás triviales para los demás, mas no para él, puesto  que  las descubre por vez primera. Abocado al principio a  forjar  instrumentos  de utilidad práctica que le eran conocidos, acaba- momento fascinante-  forjando otros que no había visto jamás o de los que  no tenía memoria: tal  una rueda que  construye  habilidosamente con una cuerda activada con el pie, de manera a conservar las manos libres.

Pero no se agota ahí la cosa, pues Crusoe activa sus potencias cognoscitivas más allá de toda utilidad, lo que le lleva a adquirir la disposición de espíritu   que caracteriza al ejercicio de las matemáticas cuya virtud (como se indica en un prodigioso texto de Aristóteles que aquí hemos podido leer), va más allá de toda finalidad práctica. En soledad, Crusoe se inscribe en el tiempo de manera no pasiva y forja un calendario    que le ayuda a  conserva la memoria de fechas simbólicas. Crusoe vive así  su destino como algo irreductible al entorno empírico,  aunque, obviamente,  determinado por el mismo.

Casi como expresión de todo ello, como expresión de su permanente diálogo con todo aquello que forja su humanidad  el lugar físico en que  habita no es  meramente   una guarida, un lugar que protege de amenazas e intemperies,  sino una casa, un lugar dónde hay fuego y amplitud, es decir, un ámbito susceptible de recibir a otros hombres y compartir con ellos alimento y palabra.

                                                        ***

Recordemos el "teorema semántico" que habría que demostrar a Segismundo: "Hablas luego te refieres a algo real además de tí mismo". Pues bien, no es seguro que   Segismundo quedara convencidos por la fuerza de la argumentación. Menos lo es todavía tratándose del heroe de Defoe. Pues ¿como convencer al Crusoe forjador de instrumentos desconocidos y atraído  por la rigorosa belleza de la matemática "que el aprendizaje y control implique la comunicación intersubjetiva"? Y no admitiendo la premisa de base,  poco importará ya  a Crusoe si la comunicación intersubjetiva supone o no supone  "la existencia de un mundo no subjetivo externo". 


[1]              Nacido en Venezuela , vinculado profundamente a Mexico, Catedrático de Filosofía de la Ciencia en Alemania, vecino de la localidad  francesa de Auxerre y con alma  política en la Cataluña de la que sus padres eran trabajadores exiliados , Ulises Moulines  parece encarnar el destino de aquel  Descartes, para quien  el  tener  hogar,  tanto físico  como espiritual , en Holanda,  errar por toda Europa  y vivir sus últimos días en Suecia fue  la manera de ser fiel a esa  Francia  cuya lengua literalmente fertilizó.           

[2]              . Por ello, si alguien asevera que tal principio no rige en el ser y en el pensamiento, diremos simplemente que  no hay concordancia entre su decir y el hecho mismo de que esté diciendo algo, pues aquel que efectivamente  viviera sin experimentar la primacía del principio dejaría de pensar y hablar, y su estatuto ni siquiera sería homologable al de un animal, por lo cual razonar ante él sería como dirigir la palabra a una planta (omoios gar phyto ho toioutos...Metafísica 1006 a 14-15).

[3]              Recuérdes la trama: tras luchar contra las olas que hasta tres veces le arrojan sobre peñascos, alcanzar la orilla y encontrar refugio entre las ramas  de un árbol al día siguiente sobrevivir es para Crusoe la única urgencia, el primer imperativo. Respondiendo a este imperativo, explora   los aledaños de la costa, descubriendo así la presencia del barco encallado, de cuyo naufragio era víctima, en cuyo interior encontrará no sólo una bien provista despensa, sino los  instrumentos básicos para la construcción  de un refugio y hasta semillas que le permitirán un día hacer de aquel territorio meramente  natural un territorio humanizado. 

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22 de julio de 2014
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Asuntos metafísicos 58: Rara conexión

El embrollo metafísico mayor en el que se halla la física de nuestros días es el siguiente: en base a la condición de localidad, en base a  asumir que lo que ocurre en un lado es totalmente independiente de lo que ocurre en el otro, no hay manera de dar cuenta de lo que efectivamente constatamos,  y que se muestra conforme  a las previsiones teóricas que  la mecánica cuántica realiza. Esta imposibilidad de dar cuenta mueve, como ya  he indicado,  a considerar la hipótesis   de que de hecho las partículas que ponen de relieve tal comportamiento no están de verdad sometidas a  la condición de localidad,  que alguna fuerza,  oculta a nuestra observación está operando y modificando los resultados que se darían si hubiera efectivamente un comportamiento puramente local.

El problema es que, de haberlo,  se  trata de un lazo raro,  irreductible a todo lo que sabemos de interconexiones entre cosas espacialmente separadas, es decir, interconexiones que resultan de  alguna fuerza electromagnética o incluso gravitatoria.

He señalado que la distancia entre  los dispositivos que miden la polarización de fotones gemelos  en el experimento de Aspect es de 12 metros. Ello bastaba ya para asegurar que no había influencia debida a causas clásicas o conocidas por la física. Pero desde entonces se han realizado experimentos en los que la distancia era mucho mayor. Pues bien, ocurre algo notable, a saber, que con el aumento de la distancia los efectos cuánticos de inter-conexión no disminuyen en absoluto. Para apercibirse de lo que ello supone,  baste pensar en que una acción como la motivada por la gravedad disminuye con el cuadrado de la distancia.

Cabe mencionar otros  dos rasgos que, contribuyen ni más ni menos que a la "imposibilidad de reconciliar resultados como los de Aspect con el resto de nuestra representación de la física" (Maudlin o. c. p. 21):

Cuando la gravedad terrestre hace sentir sus efectos  sobre un aeroplano que ha perdido el control, todos los pasajeros la experimentan, y por supuesto la acción afecta a los objetos dispuestos en el avión como equipaje de mano etcétera. Por el contrario el efecto de un fotón explicativo de la singularidad que constituye la violación  de la desigualdad de Bell se ejerce  en exclusiva sobre el fotón gemelo, siendo todos los demás absolutamente indiferentes al mismo.

En fin, sea por ejemplo el fotón de la izquierda,  ya he indicado que si en el instante en el que es actualizado el dispositivo  que determina a cual de sus dos  polarizadores potenciales  se dirige,  la información fuera enviada incluso a la velocidad de la luz  no llegaría a tiempo de influenciar el comportamiento del otro fotón. En consecuencia, la influencia a distancia entre los dos fotones que el experimento de Aspect parece sin duda alguna constatar se efectúa a una velocidad, si no infinita,  sí al menos superior a la velocidad de la luz. Mas la velocidad de la luz es en la relatividad restringida considerada como teniendo ese carácter de absoluto que precisamente tiempo y espacio han perdido, algo no dependiente de otras condiciones y criterio de medición de todas las demás velocidades. Así pues estamos ante algo absolutamente  problemático para la enorme herencia de la teoría de la relatividad restringida.

De ahí el imperativo de asegurarse al máximo de que no es así mediante algún tipo de experimento  que garanticé la situación de pureza, a la vez que muestra la veracidad de las previsiones clásicas.  Experimento ciertamente más fácil de concebir que de llevar a cabo. Se asiste aquí  a uno de esos momentos singulares en los que el vínculo entre un protocolo matemático y  la solución  de algo que presenta de entrada  una dificultad meramente técnica viene a constituirse  en ingrediente fundamental, no ya de una teoría física sino de una teoría metafísica.

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26 de junio de 2014
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Asuntos metafísicos 57: Localidad e individuación

Recordemos: Si dos  regiones R1, R2  están espacialmente separadas,  entonces  ningún evento A que acontece  en la primera puede tener directa influencia sobre un evento B que acontece en la segunda, y viceversa(1).

El concepto de localidad así definido  tiene vertiente en el muy vecino de separabilidad. Si el primero se enuncia más bien  en términos restrictivos de exclusión de influencia directa, la separabilidad enfatiza más bien el hecho positivo de que el evento  B constituye un estado físico bien determinado ( representado como un vector en el espacio de Hilbert) cuya subsistencia o desaparición es independiente del evento B. De tal manera  el concepto de  separabilidad  (en los términos en que ha sido presentado),  se halla estrechamente vinculado al concepto  de individuación,

Nótese que, de entrada, cabe afirmar el principio de localidad sin comprometerse con la separabilidad, ni por consiguiente con la individuación.  Pues decir  que nada de lo que ocurre en la región A puede tener un efecto sobre lo que ocurre en la región B no obliga a decir que lo que se da en B se halla  en un estado concreto y bien determinado, es decir, constituye un individuo en acto (en realidad esta posibilidad de localidad sin separación individual es objeto de discusiones técnicas).

En cualquier caso el hecho de que  sin separabilidad (enmarcada o no en la localidad) no quepa  hablar propiamente de individuos, hace  que  la mecánica cuántica  (experimentalmente confrontada a múltiples casos en los que afirmar la separabilidad se hace imposible) nos obligue  a interrogarnos sobre el concepto mismo de individuación, nos obligue en suma a replantear la temática fundamental que desde Aristóteles no ha dejado de obsesionar a la historia de la metafísica y que concretamente hace de Leibniz, con  su principio de individuación, un invitado indispensable en estos asuntos cuánticos.

 


(1) Recordemos asimismo que si entre ambos eventos se constata alguna correlación, ésta debe ser atribuida a una causa común con origen en una región que constituye la intersección de sus conos de luz  incidentes. Desde tal región R3, el intervalo temporal es suficiente para que una partícula a velocidad inferior o igual a la de la luz pueda cubrir el espacio que separa tanto de la región R1 como de la región R2.

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24 de junio de 2014
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Asuntos metafísicos 56: ¿adaptación a una naturaleza no localmente protegida?

Ante la interrogación que planteaba en la columna anterior, relativa a la dificultad de hacer plenamente inteligibles el comportamiento de las partículas elementales, la filosofía  tiene dos salidas: o bien amplia lo que cabe  entender por intelección, o bien modifica lo que parece haber sido, al menos desde Aristóteles, su vocación clave, buscando vías que no pasan por instalarse como disciplina arquitectónica, disciplina    que reflexiona allí dónde están los cimientos de toda reflexión,

La dificultad es que  ambas salidas implican la relativización del peso de  los principios ontológicos, sea por subordinación a otros  más generales pero hipotéticos (los cuales que posibilitarían tanto una naturaleza sometida a la localidad como una naturaleza que la viola) sea por minoramiento del hecho mismo de pensar en conformidad a principios.

En la columna  número 37 de estos "asuntos metafísicos", aludía ya a este asunto, estableciendo una analogía entre  los principios del orden natural y  "aquello que los matemáticos denominan axiomas", de los cuales según Aristóteles no  deben ocuparse los matemáticos mismos sino el filósofo, precisamente en razón de que  "los axiomas rigen  en todos los seres,  y no sólo en tales o tales  géneros del ser  con exclusión de los demás". De tal manera que  "todos [los que se ocupan de algo]  se sirven de los axiomas, porque estos  se aplican al ser por el mero hecho de ser,  y cada género [del que quepa ocuparse] es." Decía entonces que  sin llegar al grado de universalidad de los axiomas e incluso hallándose  jerárquicamente  subordinados a los mismos, los evocados principios ontológicos tienen tal peso que, al decir de Einstein, sin ellos "el pensar de la física, en el sentido ordinario del término sería imposible" .

Siendo en base a tales principios de la physis que los  físicos  hacen conjeturas sobre el comportamiento  de los fenómenos y eventualmente los  explican, se entiende la evocada perplejidad de Newton cuando no lograba remitir el fenómeno gravitatorio precisamente al principio dado por supuesto ( aunque quizás  no explícitamente tematizado) de  localidad. Aquello se resolvió, pero lo de ahora no sólo sigue  sin resolver sino que (como hemos visto), se halla amenazado por la racional sospecha de su imposible resolución. 

"El saber de los axiomas [de la matemática] es previo, y no hay que esperar encontrarlos en el curso de la demostración", sostiene el Estagirita.  Previo es también el saber de la localidad, previo quizás a nuestra relación concreta con el orden natural. De ahí la necesidad de preguntarse por las condiciones de posibilidad de la interiorización de la no localidad, abordando el  asunto siguiente: en el caso de que indiscutiblemente quepa afirmar que, en sus estructuras elementales, la naturaleza se comporta sin sometimiento al principio de localidad ¿hay alguna manera de adaptar nuestro comportamiento a una realidad  que viola las los cimientos de lo que entendemos por naturaleza?

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19 de junio de 2014
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Asuntos metafísicos 55: ¿renuncia a la inteligibilidad?

He venido sugiriendo que el principio de localidad  constituye  quizás la viga maestra en la arquitectura de los principios ontológicos reiterando que  en los trabajos de Einstein  relativos al asunto, la localidad es hasta tal extremo relevante que incluso la reivindicación del realismo puede interpretarse como mero corolario de la asunción de que el mundo se rige por el principio de localidad. 

Por ello indicaba hace unas semanas que es inevitable seguir dando  vueltas en torno a la localidad, a la vez en una dimensión digamos metafísica  y una dimensión técnica (véase la "nota" al final de esta columna), la segunda sirviendo de pilar a la primera. El problema es que no cabe aspirar a casi nada más que a establecer el estado de la cuestión confrontando los diferentes posicionamientos tras  decenios de contrastes y diatribas, y renunciando casi a la esperanza de alcanzar una perspectiva novedosa, es decir,  una inteligibilidad del fenómeno. Y ello no tanto  por razones digamos de incapacidad subjetiva, como de dificultad intrínseca, pues intelección supone remisión de lo que se presenta a principios básicos, los cuales (como bien señalaba Aristóteles) no pueden ser ellos mismos  inteligibles. Ahora bien, si efectivamente la localidad es uno de esos fundamentos no es obvio que podamos tener intelección de fenómenos que la violan,  tal la correlación de  fotones polarizados  en el experimento de Aspect.  Parecería incluso oportuno atenerse a las  constataciones de los físicos, dejarlos tranquilos en sus trabajos de descripción, previsión y aplicación técnica y no importunarlos con   exigencias de inteligibilidad que deberían ser canalizadas hacia terrenos más favorables.

Esta renuncia es sin embargo descorazonadora en razón misma de la enorme importancia de la cosa. Pues ¿cómo pueden  la filosofía,  y aun la ciencia misma, renunciar a hacer propio cualquier reto que proceda de la naturaleza literalmente elemental, la naturaleza que, como seres vivos, es decir, sistemas abiertos sometidos al segundo principio de la termodinámica,  nos determina en primera instancia ?

Nota técnica sobre el principio de localidad. Recuérdese una vez más la definición arriba dada de separación: dos acontecimientos espacio temporales A, B se hallan espacialmente separados  si  el intervalo temporal que va de la aparición de A a la aparición de B no es suficiente para que  la luz  cubra la distancia entre ambos ( mientras que si el intervalo que va de la aparición de A a la aparición de  B permite que una partícula  que se mueve a velocidad inferior a la de la luz cubra la distancia espacial que les separa, diremos que los  acontecimientos A y B se hallan temporalmente separados).

Considerando el marco de acontecimientos separados espacialmente, cabe presentar la localidad en términos de causalidad ("local causality",  según la expresión de Bell ) de la siguiente manera:

Si dos  regiones R1, R2  están espacialmente separadas,  entonces  ningún evento A que tiene lugar en la primera puede tener directa influencia sobre un evento B que tiene lugar en la segunda, y viceversa. Ello implica que si entre ambos eventos  se constata alguna correlación, ésta debe ser atribuida a una causa común con origen en una región que constituye la intersección de sus conos de luz  incidentes, es decir, una región espacio- temporal R3 desde la cual los  intervalos temporales son  suficientes para que una partícula a velocidad inferior o igual a la de la luz pueda cubrir el espacio que separa tanto de la región R1 como de la región R2.

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17 de junio de 2014
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Asuntos metafísicos 54: si ante el Newton perplejo hubiera surgido un John Bell

Me he referido aquí en múltiples ocasiones a la enorme trascendencia del teorema de Bell, enfatizando el hecho de que a partir del mismo la filosofía de nuestro tiempo se ha visto forzada a poner sobre el tapete la cuestión  de los principios sustentadores de nuestras representaciones de la naturaleza. Para ilustrar esta tesis me permitiré hoy una hipótesis fantasiosa.

Sabido es que Newton no estaba en situación de dar cuenta de las razones de esa aparente atracción a distancia que supone la gravedad, y que toma la decisión (cargada de peso en la historia del pensamiento) de hacer abstracción del problema: "No he logrado deducir de los fenómenos las razones de la gravedad y no aventuro hipótesis alguna- hipótesis non fingo". Consecuencia de esta actitud fue el legitimar la generalización por inducción, haciendo de la misma el fundamento de lo que el denomina "filosofía experimental", posición que le sería reprochada en su día por Kant y antes por Leibniz, entre muchos otros. Pues bien:

Supongamos por un momento que alguien  al que denominaremos E. hubiera barruntado alguna hipótesis explicativa, como una premonición de la teoría del campo gravitatorio,  y que hubiera defendido en los medios científicos la necesidad para la física (reacia por hipótesis a considerar  fuerzas sin causa) de incluir entre sus objetivos fundamentales la necesidad de encontrar tales causas. 

Supongamos que en estas circunstancias un tercero al que  cabe denominar B preguntara a E cuales eran las condiciones mínimas a las que habría de responder su teoría aun  puramente en embrión, y que E avanzara efectivamente  una respuesta con pleno acuerdo de la comunidad científica. Fuera cual fuera,  la razón explicativa  de la gravedad que un día se llegaría a encontrar   tendría como rasgo esencial  R. Pues bien:

Supongamos que el protagonista designado como B hubiera entonces demostrado que el rasgo R implica que el cuerpo sometido a fuerza gravitatoria no puede en ningún caso superar una aceleración por ejemplo de 9.5 metros segundo al cuadrado.

Confrontando entonces la hipótesis con experimentos efectivamente realizados por un  investigador llamado A (que muestran por ejemplo aceleración 9.8 metros segundo al cuadrado en el entorno de la tierra) cabría inmediatamente concluir que la conjetura  no es viable, y que mejor es no aventurar hipótesis alguna que aferrarse a una que tiene como determinación esencial un límite matemático que entra en contradicción con los fenómenos.

Obviamente nada de esto ha ocurrido y por ello la gravitación ha encontrado en la historia de la física perfecta razón de ser. Simplemente, como tantas veces ha ocurrido en la historia del pensamiento,  Newton ignoraba aun tal razón, se trataba de una variable oculta al saber de la época, pero que con esfuerzo acabaría siendo desvelada. Mas identificando a Einstein con E, a Bell con B y al físico experimental Alain  Aspect con E, tenemos un análogo de lo que efectivamente sí ha ocurrido en el marco cuántico.

Pues precisamente, a diferencia de la atracción gravitatoria, la relación que se da  entre acontecimientos cuánticos   distanciados espacialmente (en el sentido técnico de que    en el tiempo que los separa la luz no llegaría a alcanzar la distancia espacial) se revela violentar el rasgo más general inherente a toda hipótesis explicativa. Y una cosa es que aun no haya explicación y otra cosa es que no pueda haberla, al menos si por explicación se entiende lo  único que cabe hasta ahora entender: insertar un fenómeno dado en un conjunto de principios, los cuales obviamente no pueden ser explicados ellos mismos. 

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10 de junio de 2014
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Asuntos metafísicos 53: las razones de retomar la cuestión de la physis.

Sostenía en la columna anterior que sin crisis en algún ámbito fundamental  no hay emergencia de hipótesis enriquecedoras  del pensamiento,  y ni siquiera se aprehende  el aspecto vivificador que tuvo en su día alguna hipótesis más tarde convertida en esterilizadora vulgata. Situaba como ejemplo a la teoría de la relatividad, contrapunto que permite aprehender todo el peso de las tesis kantiana y newtoniana relativas a tiempo y espacio,  y aludía asimismo a la necesidad de poner sobre el tapete (es decir conferirle toda la importancia que tiene) concepciones muy ancladas relativas a la naturaleza.

De ahí el interés que en pensadores del siglo XX tan diferentes como Heidegger o Erwin Schrödinger provocó el término griego physis, más o menos vertido en Latín por el término natura y en Castellano por el de naturaleza.  Y digo más o menos en razón de que para determinar si lo que designamos por naturaleza corresponde a physis, habría que tener claro lo que este último término dice, cosa bien difícil, dado que no sólo es usado con sentidos diferentes por diversos pensadores, narradores y poetas, sino que  tampoco hay univocidad tratándose de un mismo autor.

Al respecto me he referido ya aquí a la equivocidad de physis en  el propio Aristóteles. En ocasiones physis designa lo tridimensional denso, concreto y en consecuencia susceptible de movimiento o reposo, frente a lo abstracto sea  o no tridimensional, volúmenes superficies o líneas, objeto de la matemática que sólo adquieren ser por prestigio del espíritu.

Physis es empleado por el propio Estagirita en sentido más restringido como  aquello que tiene en si mismo el principio de movimiento o reposo, lo vivo en suma en contraposición a lo inerte.

Finalmente physis es utilizado asimismo para designar las cosas que se dan sin mediación por la techne, que caracteriza entre los animales al hombre: cosa física es en este sentido la madera en contraposición a ese fruto de la techne que es la silla.

Los pensadores a los que aludía interesados por la cuestión de qué es la physis y cómo se determina (por retomar los términos de Heidegger) se han volcado más bien sobre los presocráticos, quizás por considerar que en estos podría haber un horizonte de comprensión más abierto, dado que,  de alguna manera,  Aristóteles tendría responsabilidad mayor en la fijación de postulados con los que implícitamente mediatizamos nuestra percepción de la naturaleza.

 Así el libro de Schrödinger La naturaleza y los griegos apenas llega a referirse a Platón,  y cuando lo hace (desde luego  injustamente) para considerar que lo más valioso de la filosofía de la Academia estaría ya contenido en el pensamiento de los pitagóricos.

Y ciertamente Aristóteles ha fijado también en este asunto (¡fundamental!) no ya lo que  ha de ser pensado sino también  el marco en el que cabe pensarlo. En consecuencia puede ser muy útil retornar a los presocráticos con la expectativa de que en sus textos puedan aportar a  nuestro tiempo  esa "nueva y potente energía" que  Husserl buscaba en las Meditaciones cartesianas. Pero antes de ir a los presocráticos, útil es tener claras las razones de este eventual retorno, tener claro en qué nuestra concepción de la naturaleza ha quedado  mutilada, desmentida por la propia naturaleza. De ahí la reflexión sobre ciertas implicaciones filosóficas de la física contemporánea que han  venido ocupando esta reflexión.

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3 de junio de 2014
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Asuntos metafísicos 52: el peso de las aporías presentes en los grandes temas del pasado.

Desde su arranque,  estas columnas sobre temas metafísicos se proponían enfatizar el peso de ciertos interrogantes surgidos en gran  parte de la perplejidad a la que,  por sus trabajos teóricos y experimentales, se ven abocados los científicos contemporáneos, interrogantes  que van configurando una auténtica filosofía natural de nuestra época. 

Es casi una obviedad que sin  crisis que obligue al pensamiento a confrontarse no hay filosofía y ni siquiera  historia de la filosofía. Y digo esto porque en realidad el historiador de la filosofía se sumerge en el pasado para desvelar el peso de asuntos que, o bien están aun vigentes, o se revelan estar en el origen de los que sí lo están. En suma: si no hay interrogante aquí y ahora... no hay filosofía, ni verdadera historia de la misma.

Tanto como decir que  la crisis en los principios de la física que condujo a las hipótesis relativistas es lo que, precisamente por ser contrapunto,  permite percibir el enorme peso de la tesis newtoniana y kantiana  según la cual  el espacio es una  pura distancia (distancia sin soporte físico alguno) en  el que las cosas se ubican,  y el tiempo el marco en el que las mismas acontecen.

Precisamente porque la relatividad permite afirmar que el espacio tridimensional y vacío ni tiene realidad física ni sirve de marco a la misma, nos apercibimos de lo que supone la tesis meta-física de que la  geometría de Euclides sería una especie de pre-física,  es decir, sería disciplina de una  distancia sin perturbación que daría cobijo a las cosas físicas. Por añadidura, y  extendiendo el argumento en lo referente al tiempo, se ilumina entonces también  la discusión complementaria  sobre si tal marco sería   independiente del sujeto (Newton) o más bien está vinculado al mismo (Kant). En suma: sin la crisis que supuso la teoría de la relatividad no aprenderíamos en toda su acuidad  la enorme cuestión planteada por   la Crítica de la Razón Pura ( de la que por cierto Einstein tuvo pronta noticia,  introducido desde la adolescencia por Max Talmey, un joven universitario que frecuentaba su domicilio paterno en Munich) y hasta de alguna manera la verdadera significación de la teoría newtoniana de tiempo y espacio como Sensorium Dei, facultades sensibles del creador, previas en consecuencia para el gran físico teísta a la naturaleza, creada un día, y a fortiori previas al espíritu finito que el ser humano constituye.  

Con mayor razón cabe hablar de nueva oportunidad para la filosofía tratándose de las aporías cuánticas. Ciertos descubrimientos relativos al comportamiento de las partículas elementales parecían  poner en tela de juicio postulados implícitamente aceptados cada vez que para referirnos al entorno, sea vivo o inerte, utilizamos la palabra naturaleza. La naturaleza se mostraba reacia a conformarse a nuestras representaciones ancladas y, en consecuencia, de la práctica científica surgía "espontáneamente" (por utilizar la expresión de Manuel Sacristán) no aun la filosofía, pero sí el estupor, la aludida perplejidad, que da pie a la filosofía.

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27 de mayo de 2014
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Asuntos metafísicos 51: el peso de los principios

Ya he señalado que los principios ontológicos, de los que en esta reflexión  he venido ocupándome, determinan algo más  que nuestro enfoque  cognoscitivo.  Hegel señalaba que la vida [humana] es el  empleo de las categorías o conceptos fundamentales cuyo despliegue sería el movimiento mismo de la razón. Pues bien, en lo referente a nuestro trato con el orden natural, algo aún más radical podría ser afirmado de los principios, no bastando decir que el hombre se vincula a la naturaleza armado de principios ontológicos. Pues no usamos los principios,  sino que nos plegamos a ellos, hasta el extremo quizás de confundirnos con los mismos. Manifestaciones de este plegarse son   tanto el esfuerzo por hacer inteligible el orden natural como la acuidad práctica para enfrentarse al mismo,  episteme  y techne en el sentido de técnica,  sea rudimental o sofisticada.

Menos seguro es que la techne en el sentido de lo que llamamos arte sea también   expresión de tal adecuarse. Pero desde luego en modo alguno se trata de una actividad de remisión a principios  la filosofía, que en el hecho mismo de reflexionarlos, de ponerlos sobre el tapete, da  testimonio de una voluntad de pensar aun al riesgo de hacerlo tras haber socavado lo que parecía  fundamento del pensar mismo; voluntad de   pensar  simplemente mientras se pueda.  Al filósofo, que se ocupa de lo que es por el hecho de ser, compete el tratar de principios tan firmes (luego tan intratables o moldeables) como el de no contradicción, es la respuesta de Aristóteles a la pregunta por él planteada: "¿Quien reflexionará sobre aquello que los matemáticos llaman axiomas?"

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20 de mayo de 2014
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Asuntos metafísicos 50: Subversión en la noción de causa

¿Causa que no precede?

En la idea de causalidad arriba avanzada se considera que el evento B es un efecto del evento A cuando, además de tenerlo como antecesor se halla intrínsecamente vinculado al mismo. Esta concepción de la causalidad parece poco problemática  mientras consideramos acontecimientos temporalmente separados ( en el sentido expuesto de que el intervalo temporal que los separa es suficiente para que una entidad viajando a velocidad inferior a la luz cubra su distancia espacial), pues el orden de anterioridad- posterioridad de los mismos es un invariante de todos los referenciales galileanos, de tal manera que si  el  pitido  anunciador del paso del tren precede para el jefe de estación su propio gesto de alzar la bandera, esta precedencia se cumplirá también para el  maquinista.

Sin embargo al considerar acontecimientos separados espacialmente (es decir, tales que  ni la propia luz cubriría  su distancia en el tiempo que los separa) el asunto es menos claro. Supongamos que alguien asevera lo siguiente:

El acontecimiento A consistente en que   el fotón de la  izquierda  es ya flexionado (lo más tarde posible de su salida) hacia el polarizador posicionado en una dirección determinada, es causa del acontecimiento B consistente en la efectiva medición de la polarización a la derecha, y esta relación de causalidad se hace efectiva mediante el envío de un tachyon de un determinado tipo. [1]

Aquí nada se ha dicho de ordenación temporal y dado que el orden temporal entre A y B depende del referencial en el que se sitúa el observador, si consideramos el punto de vista de alguien para quien B viene antes que A diremos...que el efecto precede a la causa mientras que para otro observador es al revés. Cabiendo asimismo la posibilidad de que causa y efecto sean sencillamente simultáneos.

¿Barrido de la noción de causa?

En suma: la hipótesis del tachyon como forma de hacer inteligible experimentos como el de Aspect (y en general los casos de correlación entre entidades espacialmente separadas)  obliga, bien a liberar el concepto de causa de la idea de ordenación temporal, bien a referirse a fenómenos literalmente sin causa. Pues en el barrido de principios ontológicos y epistemológicos que las teorías físicas a las que me vengo refiriendo suponen, la causalidad convencional no tiene bula alguna y habrá que ir pensando en algún tipo de conexión que escapa  a la causalidad, sin por ello reducirse a  mera ordenación espacial (de consecución o de contigüidad),  sucesión temporal,  o similitud.

Si  la correlación cuántica no fuera  insertable en alguno de estos tipos de  lazo, archivados por Hume,  habrá simplemente que ir apuntando a alguna forma de intelección no contemplada   en la Enquiry concerning Human Understanding del  gran  pensador.

Tarea que a veces (paralelamente al proseguir de las investigaciones propias de su disciplina) se hallan hoy forzados a emprender los físicos, lo que les lleva a bordear  la disposición d espíritu que  caracteriza al filósofo, menos propenso como ya he dicho a proporcionar inteligibilidad a un dominio particular que a hurgar en los fundamentos mismos de la inteligibilidad y a preguntarse qué supone para el espíritu humano el que,  a la hora de enfrentarse al entorno natural y a sí mismo,  privilegie  el objetivo de la intelección.


[1]     En la hipótesis de que hay sólo dos direcciones de polarización en cada lado,  se supone que un tipo de tachyón será enviado en un caso y otro tipo en el otro (por ejemplo tachyón positivo o tachyon negativo): "for if the same type of tachyon is sent no matter how the polarizer is set, the  [other] photon will gain no useful information by its arrival" (o. c. p.71)

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13 de mayo de 2014
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