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Escrito por

Rafael Argullol

Rafael Argullol Murgadas (Barcelona, 1949), narrador, poeta y ensayista, es catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra. Es autor de treinta libros en distintos ámbitos literarios. Entre ellos: poesía (Disturbios del conocimiento, Duelo en el Valle de la Muerte, El afilador de cuchillos), novela (Lampedusa, El asalto del cielo, Desciende, río invisible, La razón del mal, Transeuropa, Davalú o el dolor) y ensayo (La atracción del abismo, El Héroe y el Único, El fin del mundo como obra de arte, Aventura: Una filosofía nómada, Manifiesto contra la servidumbre). Como escritura transversal más allá de los géneros literarios ha publicado: Cazador de instantes, El puente del fuego, Enciclopedia del crepúsculo, Breviario de la aurora, Visión desde el fondo del mar. Recientemente, ha publicado Moisès Broggi, cirurgià, l'any 104 de la seva vida (2013) y Maldita perfección. Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza (2013). Ha estudiado Filosofía, Economía y Ciencias de la Información en la Universidad de Barcelona. Estudió también en la Universidad de Roma, en el Warburg Institute de Londres y en la Universidad Libre de Berlín, doctorándose en Filosofía (1979) en su ciudad natal. Fue profesor visitante en la Universidad de Berkeley. Ha impartido docencia en universidades europeas y americanas y ha dado conferencias en ciudades de Europa, América y Asia. Colaborador habitual de diarios y revistas, ha vinculado con frecuencia su faceta de viajero y su estética literaria. Ha intervenido en diversos proyectos teatrales y cinematográficos. Ha ganado el Premio Nadal con su novela La razón del mal (1993), el Premio Ensayo de Fondo de Cultura Económica con Una educación sensorial (2002), y los premios Cálamo (2010), Ciudad de Barcelona (2010) con Visión desde el fondo del mar y el Observatorio Achtall de Ensayo en 2015. Acantilado ha emprendido la publicación de toda su obra.

 

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Narraciones de Babel

Rafael Argullol: La megápolis es ese interesante organismo desde el punto de vista de la narración.

D.A.: Las distintas lenguas y distintos relatos bien pueden ser vistos como ciudadanos. Habrá aquellos que pueden caminar tranquilamente a sus anchas por las calles, habrá otros más escondidos, saliendo sólo en la noche, y también habrá otros que serán silenciados por los inmuebles centenarios.

R.A.: En nuestras megápolis conviven dos tipos de sustratos narrativos. Por un lado el sustrato que capta esa globalización universal, en el cual se produce esa clonización de la imaginación a la que antes nos referíamos, y, como si hubiera un subsuelo, la diseminación de relatos y de narraciones que provoca la nueva tribalización urbana. Dicho de otro modo: por un lado hay unos medios de comunicación hegemónicos, unas industrias culturales de gran poder que ofrecen una suerte de tiranía continua de la actualidad. Esa tiranía de la actualidad tiende a lo uniforme, a modelos crónicos, a focalizar mucho el presente de manera que se provoca una rápida amnesia respecto al inmediato pasado, y en definitiva lo que provoca esto es una especie de vertiginoso relato vertical de cada uno de nuestros momentos, que se veía acompañado de una perspectiva horizontal sin unos referentes claros. Eso es lo que podríamos llamar lo que está a la superficie, lo que está engarzado en los grandes centro de producción, de comunicación entre culturas de nuestra época. Pero junto con esto, evidentemente, nuestra megápolis ha creado toda una serie de circuitos subterráneos en que se cruzan y fecundan toda una serie de narraciones y de tradiciones narrativas que tienen una vivacidad extraordinaria. Por un lado tenemos el discurso hegemónico, potente, uniforme, cohesionado, estructurado, y por el otro lo que sin duda podríamos llamar el mundo del nuevo subsuelo, en el que hay una extraordinaria vitalidad fragmentada y en el que diseminada se está produciendo muchos diálogos y muchas conversaciones inimaginables del siglo XIX o XX. Hay esa fusión de comunidades que llevan sus propias tradiciones, y esto está originando una especie de caos narrativo que puede ser extraordinariamente fértil en el futuro, pero que evidentemente siempre tenderá a ser asfixiado y obturado por lo que es el discurso monolítico que está gestionado desde los medios del poder.

 

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7 de mayo de 2008
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X. Palabras en la megápolis. Literatura y megápolis

Imágen aérea del DF, www.imagenesaereasdemexico.comRafael Argullol: Pero hay un peligro de esa clonación de la imaginación.
Delfín Agudelo: Pensemos directamente en la megápolis latinoamericana. ¿Cómo crees que funciona esta clonación de la imaginación en una ciudad que ha rebasado todos los límites de lo que es una metrópolis?
R.A.: Habría que meditar sobre los cambios del lenguaje y sobre los cambios del relato en la ciudad que es protagonista de principios del siglo XXI, que sin duda no es ya la metrópolis sino la megápolis. Habría que reflexionar porque nosotros tradicionalmente hemos vinculado “civilización” a “ciudad”. Incluso en nuestras raíces históricas, civitas y civilización provienen de la misma raíz, y en el momento en que hemos intentado sintetizar el paisaje de la modernidad se ha aludido repetidamente a la metrópolis como el gran laboratorio de la modernidad. Así, por ejemplo, si consideramos el asentamiento de las grandes metrópolis en el siglo XIX vemos que el relato del universo burgués, pero también los relatos alternativos, o relatos subversivos, tienen lugar de una manera preferente en esa nueva metrópolis que origina la revolución industrial. Ahí es fácil ver cómo la literatura europea se organiza alrededor de ciudades como París, Londres, Berlín y Viena, y la literatura americana se organiza alrededor de ciudades como Nueva York, México, Buenos Aires, Bogotá o Río de Janeiro. Esto es todavía el panorama del siglo XX. El cambio radical se produce en éste último tercio, cuando nuevos desplazamiento migratorios, nuevas revoluciones demográficas transformarán por completo el tejido urbano, de manera paralela a como se produce todo el sistema de globalización de la comunicación en el que tanto insistimos en los últimos decenios. Y eso da lugar a ese organismo que es especial no solamente desde el punto de vista del hábitat sino desde el punto de vista de la narración: la megápolis.
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6 de mayo de 2008
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Galería de espectros: "La danza de Salomé"

"La aparición", Moreau, 1875Rafael Argullol: Hoy, en mi galería de espectros, he visto el de “La danza de Salomé”.

Delfín Agudelo: ¿Piensas en Salomé o en San Juan Bautista?

R.A.: Cuando pienso en Salomé pienso en San Juan Bautista, y cuando pienso en San Juan pienso en Salomé: creo que es una de las negras parejas de baile más íntimas de toda la historia del arte, y el arte lo que ha querido así. Hay todo aquello que nosotros podamos ver representado desde el punto de vista de lo erótico y lo tanático en sus fronteras más limítrofes. Y pienso en la cautivante bailarina Salomé, que ha hecho volver loco a Herodes, y que por iniciativa de su madre finalmente acepta que sea decapitado San Juan Bautista; en la danza de Salomé con la cabeza de San Juan Bautista en la bandeja; en las múltiples pinturas que han querido interpretar esto o en la propia música de Strauss en su ópera sobre el tema. Tiendo a pensar la extraña seducción que ha tenido la pintura por las decapitaciones. La pintura ha representado ampliamente a David y Goliat, a Judit y Holofernes, y precisamente también a San Juan Bautista —o su cabeza ya decapitada— en manos de Salomé. Pienso en Salomé como esa mujer extremadamente joven, una adolescente que encarna a las mil maravillas la inocencia perversa porque tal como nos lo cuenta la historia bíblica, de la misma manera como ha sido recogido en las sucesivas interpretaciones, es por un lado completamente inocente porque cede a la presión de los adultos, en este caso la de su propia madre, y a partir de esta inocencia desarrolla una de las coreografías o bailes más perversos que puedan concebirse. En consecuencia, creo que ahí se llega a la ecuación más exacta, meticulosa del erotismo, que es la ecuación que dosifica de manera exacta la inocencia y la perversidad. Sería en cierto modo la femme fatale pero malgré lui.
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5 de mayo de 2008
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El peligro de la clonación

Rafael Argullol: La migración tiende a dinamizar la imaginación. Son dos movimientos contrapuestos y estamos metidos entre ambos.
Delfín Agudelo: El único salvamento sería que cada uno de los elementos que conforman la nueva ciudad cargue con su propio terruño.
R.A.: Es muy importante mantener señas de identidad en medio de un gran viaje universal o que el viaje universal sirva para crear las señas de identidad. Es muy importante comprender que el viaje de la experiencia humana es un viaje que ha ampliado mucho sus horizontes. El viaje no es únicamente conocer tu comarca, tu país o tu región, sino que tienes de alguna manera el derecho y el deber de contrastarte con todas las tradiciones del mundo, no para disolverte en una especie de nada homogénea, sino crear unas señas de identidad propias, para crear una nueva patria. Soy de los que cree que la patria no está al inicio sino al final, es lo que vamos construyendo. Claro que hay una patria natalicia, donde hemos nacido cada uno, pero de alguna manera ahora tenemos la posibilidad y obligación de tener un viaje iniciático, un viaje de la experiencia que tiene unas posibilidades amplísimas, no para disolvernos en él y quedar clonados en una especie de falta de identidad universal, que es lo que a veces parece que es la invitación del capitalismo y de los medios de comunicación actual, sino para ir construyendo tu propia patria personal a partir de mimbres mucho más variados y ricos de los que podía tener como posibilidades alguien del siglo XIX. Por tanto hay una dialéctica muy delicada entre lo universal y lo particular, que creo que es lo que podemos enriquecer, porque de lo contrario esas grandes posibilidades que nos plantea la comunicación universal se pueden anular por la presencia infinitamente repetida de lo mismo. Y ese peligro se está produciendo entre nosotros por ejemplo en el cine, donde hay una especie de clonismo argumental terrorífico, que muchas veces vive contra el estado porque tenemos acceso a tradiciones cinematográficas mucho más ricas que hace 50 años.  Pero hay un peligro de esa clonación de la imaginación.
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30 de abril de 2008
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Flujos, trampas

Rafael Argullol: La música europea del siglo XX, la mala música clásica, se ha empeñado en una especie de experimentación hasta el abismo de la propia tradición europea a lo largo del siglo XX. En el siglo XXI será completamente distinto: la experimentación será mezclarse con las otras tradiciones del mundo, con lo cual cambia completamente la perspectiva.

Delfín Agudelo: En principio no había más diferente que a música clásica y la música latinoamericana tropical. El imaginario de cada uno de estos elementos es completamente distinto: la clásica inspira el genio musical europeo del siglo XIX, mientras que el tropical funciona más bien como ese imaginario de no hacer más que bailar y disfrutar de la vida.

R.A.: La diferencia es que en el momento en que un compositor culto, un llamado compositor clásico de música clásica, bebía en las propias fuentes folclóricas y populares para renovar su misma música, cosa que han hecho prácticamente todos los grandes compositores, desde Mozart, Beethoven, Mahler y Tchaikovsky. En América, Héctor Villalobos: todos los hicieron. En estos momentos el folclore y lo popular para un compositor musical es la cultura popular y la cultura popular de todo el mundo. Esta es la gran variación: no es falta decir que se renovará a través del folclore español, o Villalobos a partir del brasileño. Ahora un compositor de cualquier lugar del mundo tiene como materia prima popular para la renovación de su música todas las tradiciones musicales del mundo.

D.A.: Lo más interesante será la caracterización nueva de esa ciudad en la que está transcurriendo todo entre el sigo XX y XXI, Barcelona y Madrid, que están no sé si recuperando, pero sí obteniendo un protagonismo a nivel latinoamericano que no se había tenido a través del siglo XX o XIX. Después de las independencias, Latinoamérica mira a todas partes menos a España. Ninguno quiso ir a Madrid: quería ir a París, como cualquier otro joven, pero si no es París es otra ciudad. Ahora, luego de la migración, se retoma un flujo que es volver al antiguo país conquistador, pero se está creando una mezcla muy grande precisamente en Barcelona. Me encanta ver cómo Barcelona, sujeta a estas migraciones, se va metamorfoseando, ampliando sus limites físicos, musicales y literarios, y abre espacios a más culturas: la calle Trafalgar es calle china, en ciertas partes del Eixample ves supermercados latinos, en fin, se abre un dinamismo…
 
R.A.: Sí, puede ser un fenómeno creativo de carácter revolucionario, con un peligro que evidentemente se está advirtiendo y cada vez más es que la fuerza oscura respecto a esa fuerza positiva es el peligro de la homogeneización, es decir, que todo se parezca demasiado. El proceso de globalización que implica también una globalización del imaginario, origina dos movimientos contrapuestos completamente distintos: uno de carácter positivo, y otro muy peligroso. El positivo es el que ya referimos, el de la creación de nuevos monstruos de la imaginación a través de nuevas mezclas que a la fuerza renuevan las propias tradiciones. El peligro es que esto sea en cierto modo masacrado por esta especie de Moloch universal que es el capitalismo actual con sus medios aplastantes e uniformadores de comunicación, y que creo eso que de alguna manera ya estamos padeciendo cuando viajamos de una ciudad a otra: los mismos anuncios, los mismos comercios, las mismas películas… vivimos en un mundo sometido a una tensión de dos movimientos muy contrapuestos, uno por así decirlo fáustico, y otro mefistofélico. Uno muy creativo y otro que está siendo muy destructivo por el hecho de que está clonando las ciudades. Los medios de comunicación masivos en su dimensión global tienen a clonar la imaginación. La migración viva de las personas con sus historias, con sus relatos orales, etc, tienden a dinamizar la imaginación, son dos movimientos contrapuestos y estamos metidos completamente entre ambos.

 

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29 de abril de 2008
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Galería de espectros: Casanova

Rafael Argullol: Hoy en mi galería de espectros he evocado al de Casanova.

Delfín Agudelo: ¿En cuál de sus versiones?

R.A.: La verdad es que Casanova es un personaje por el que siempre he tenido una gran admiración literaria, desde que muy joven y casi por casualidad cayeron en mis manos los tomos de sus memorias escritas en francés y que por casualidad llegué a leer quizás en una edad en la que aún no estaba en condiciones de comprender de manera general lo que representaba su espíritu. Veía evidentemente su faceta de seductor que probablemente a los 17 u 18 años, cuando leí el libro, me causaba la principal atracción, pero entonces no estaba en condiciones de fijarme en el espíritu libre, en el ilustrado, en el gran viajero, en el gran mundano, en el sentido más rico de la palabra: el que quiere devorar al mundo. Esto hizo que el personaje de alguna manera me acompañara siempre. He ido siguiendo varias de las versiones que ha dado el arte recreando al personaje. Me acuerdo muy bien, por ejemplo en el cine, del Casanova de Fellini. También al ya muy viejo Casanova, en la película de Ettore Scola, La nuit de Varennes, que es un Casanova ya en los últimos años, crepuscular, y que emprende un viaje desde París a la frontera, que es un viaje paralelo al de huída -incluso en los mismos días-que intenta realizar Luis XVI ante la deriva que ha tomado la revolución francesa. Scola trenza de manera magistral los dos viajes, el del rey que va hacia la muerte y hacia el hundimiento del antiguo régimen, y el del gran mundano y seductor que ha llegado a su momento crepuscular, pero que a pesar de todo mantiene una dignidad incluso trasnochada que preserva determinadas costumbres y rituales que los tiempos revolucionarios están destruyendo, pero que a pesar de todo, en el mantenimiento de esta especie de genio y figura, basa en cierto modo esa supervivencia frágil y débil de ese último periodo. Y claro, no puedo olvidar en el intento de evocación a Marcelo Mastroianni quien realiza un papel espectacular, encarnando a ese viejo Casanova para el cual es válido aquello que dijo una vez Falstaff: el deseo que aún tiene va más allá de la capacidad de posesión.

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28 de abril de 2008
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Galería de espectros: el cónsul

Volcán PopocatepetlRafael: Hoy, en mi galería de espectros, he visto el espectro vacilante del cónsul.

Delfín Agudelo: ¿Te refieres al protagonista de Bajo el volcán de Lowry?

R.A.: Sí, me refiero a este personaje tan trágico y al mismo tiempo tan maravilloso desde el punto de vista literario, que ha suscitado una verdadera devoción en una minoría literaria a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. No sé si en estos momentos Bajo el volcán es un libro muy leído; pero lo que sí sé es que va creando continuamente una red de complicidades y una red de fidelidades que hace que de una generación a otra se vayan transmitiendo los lectores. Cuando pienso en el cónsul no puedo dejar de pensar en una encarnación contemporánea del descenso al infiero. En ese sentido pienso que el propio Lowry estableció muy claramente todo un sistema implícito de círculos que marcaban ese descenso infernal, y entre esos círculos evidentemente hay una progresiva caída en el alcoholismo más extremo y paralelamente una progresiva caída en el desamor o quizá más que el desamor, en un amor tan desmesurado que se convierte en inabarcable y prácticamente inaprensible desde el punto de vista humano. El cónsul va dando tumbos por las calles de Cuernavaca, de taberna en taberna hasta llegar siempre al fondo de sí mismo, al límite, a ese límite que le mantiene continuamente asomado en el precipicio. Pero no pienso sólo en esa oscuridad roja que parece rodear al cónsul. También muchas veces evoco la contrafigura de ese descenso, que sería la presencia tutelar del volcán Popocatepetl por el que el cónsul siente una extraña fascinación, ese volcán que se ve majestuoso desde diversas ciudades de México, sobre todo desde Puebla y Cuernavaca. Para el cónsul estas ciudades no dejan de ser el otro laso del infierno, un lugar poblado por ángeles al que quizá nunca accederá, pero que en cierto modo equilibra su propia caída libre en una especie de descenso sin fin.

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25 de abril de 2008
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La nueva diseminación

El Ravel, Barcelona, en www.flickr.com/cabernicola

Rafael Argullol: Con lo cual esas historias que antes comentábamos alrededor del fuego o en la taberna portuaria se han trasladado a la megápolis, se han mezclado y triturado, y tenemos que ver qué saldrá de las grandes megápolis como Bogotá, Saou Paulo o México.

Delfín Agudelo: Hay otro elemento clave si pensamos en la caracterización o poética urbana: el del ciudadano de una megápolis latinoamericana que viene a vivir a una ciudad europea. Desde hace diez años vemos cada vez más el cómo ciertas ciudades europeas -bastacon mencionar Barcelona- se han ido acoplando a unas nuevas costumbres, a unos nuevos planos imaginativos, consagrados y repetidos por grandes poblaciones emigrantes.

R. A.: En Europa en estos últimos veinte años y los que llevamos del siglo XXI se está produciendo lo que será un cambio importante desde el punto de vista artístico y literario: esa imaginación sedimentada, rígida, de coordenadas muy fijadas que antes prevalecía probablemente va a cambiar gracias a las nuevas migraciones que se están produciendo en las grandes ciudades europeas. Pensemos en Barcelona, donde en las calles hay restaurantes de cincuenta países, y hay decenas y decenas de lenguas que se hablan en las calles, como un proceso vertiginoso que ha ocurrido en los últimos quince o veinte años. Todo esto cambiará el imaginario colectivo de la ciudad. Comenzaremos a conocer historias no solo latinoamericanas, sino indias, chinas, pakistaníes, magrebíes, de las distintas comunidades emigrantes, y la fuerza va a revertir en una dinamización y en una especie de nuevo acceso a lo monstruoso por parte del imaginario europeo. Se está produciendo en el terreno de las posibilidades de materia prima literaria una auténtica revolución cuyas consecuencias aún no podemos calibrar, porque se está produciendo en estos momentos. Pero esa literatura europea, anclada en un centro bien determinado, apegada a una tradición bien determinada, está estallando.

En estos momentos diría que gran parte de la mejor literatura en lengua inglesa está siendo escrita por indios, pakistaníes, vietnamitas Parte de la literatura francesa la están escribiendo magrebíes, y no hablemos ya en español, que desde hace años parte de la mejor literatura se está haciendo en Latinoamérica, y a veces por latinoamericanos que viven en ciudades españolas. Si tuviéramos esta conversación dentro de 50 años, en referencia al imaginario y al monstruo como gran criatura del escenario literario, como gran seductor del escenario literario, hablaríamos ya de una manera distinta. Recuerdo cuando era pequeño los primeros restaurantes orientales que abrieron en BarCarnicería, El Raval, en www.flickr.com/cabernicolacelona. Ahora lo que es difícil es encontrar restaurantes que sean de aquí, ya que en su mayoría los restaurantes no sol locales. Y no solo pensando en términos culinarios, porque esto se percibe también en el terreno de la música. La música europea del siglo XX, la mala música clásica, se ha empeñado en una especie de experimentación hasta el abismo de la propia tradición europea a lo largo del siglo XX. En el siglo XXI será completamente distinto: la experimentación será mezclarse con las otras tradiciones del mundo, con lo cual cambia completamente la perspectiva. Creo que en estos momentos ya es más importante el compositor de Barcelona, de Berlín, de cualquier otra ciudad, que tiene en cuenta las tradiciones musicales del mundo que el que, como se hacía antiguamente, mirándose un poco el ombligo, lo va retorciendo, buscando sus últimas consecuencias.

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24 de abril de 2008
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Laberintos, laboratorios

Centro de Bogotá en www.flickr.com/cabernicolaRafael Argullol: Estamos hablando de una especie de cambio radical de lo que sería la propia oralidad; es decir, ya no es tanto la oralidad que había alrededor del fuego o en la taberna, sino aquello que es producto de la propia visualización de la ciudad como un zoológico, como un laberinto de experiencias.

Delfín Agudelo: Veo la ciudad latinoamericana como un campo gigantesco de análisis y de reflexión, ya que, en el siglo XIX, en el mismo momento en que está Baudelaire creando la poética urbana, ésta es una ciudad marginal; es marginal por su estado de desarrollo y porque no es una ciudad europea. Son ciudades que están en plena construcción; la Bogotá de finales de siglo cuenta con cuarenta mil habitantes. Es muy interesante pensar en una tipología de la poética urbana Latinoamericana. Me parecería impensable que esta monstruosidad se hubiera quedado a las puertas de la ciudad.

Rafael Argullol: Estábamos hablando fundamentalmente de un proceso que en las dos últimas décadas del XX cambia de nuevo, y ahora en el siglo XXI está cambiando. Casi podríamos decir que no hay un intercambio de papeles, pero sí una variación de éstos. En primer lugar la estructura social americana se ha vuelto definitivamente urbana. Los dos países que más conozco, México y Brasil, en los cuales hace cincuenta años el ochenta por ciento de la población vivía en el campo, actualmente el sesenta por ciento vive en grandes megápolis. Con lo cual esas historias que antes comentábamos alrededor del fuego o en la taberna portuaria se han trasladado a la megápolis, se han mezclado y triturado, y tenemos que ver qué saldrá de las grandes megápolis como Bogotá, Sao Paulo o México. Yo creo que saldrá por un lado una vuelta de tuerca de ese propio imaginario que procede de lo rural, mas un nuevo imaginario que no es el propio de la ciudad, sino de la megápolis: con todos los elementos de trituración de las conciencias, de desgaje, del bombardeo de los medios de comunicación que hace que en muchos sentidos la actitud de un escritor bogotano, del D.F. o de Sao Paulo en muchos aspectos pueda ser similar, porque por un lado reciben herencias distintas, pero se encuentras en laberintos y laboratorios de la experiencia muy similares, como puede ser el agolpamiento que puede haber en estas tres ciudades.

 

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23 de abril de 2008
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Lo rural y lo urbano

Rafael Argullol: El monstruo es aquello que está más allá de la línea del horizonte, en el que trabaja la imaginación. Entonces en el transcurso, en la historia de la imaginación europea a medida que se impone el racionalismo y a medida que se impone una vida sedentaria, ese monstruo que está más allá de la línea del horizonte se va desvaneciendo.

Delfín Agudelo: Hay elementos monstruosos que le permiten a la población rural explicar determinados aspectos de su realidad. En algunas regiones de Colombia, por ejemplo, si un niño se pierde en el bosque es porque el duende lo ha extraviado; si una yegua amanece con trenzas en la crin es porque una bruja la ha estado cabalgando, etc. El proverbio es claro respecto a esto: "¿Las brujas? No hay que creen en ellas. Pero que las hay, ¡las hay!".

Rafael Argullol: Acá  tocas un aspecto fundamental de la imaginación literaria latinoamericana hasta pleno siglo XX, y es que aunque se haya podido escribir en las ciudades, ha sido fundamentalmente una literatura cuya materia prima ha procedido de unas sociedades mayoritariamente rurales, y en ese sentido ha incorporado un elemento rural en el cual ese aspecto monstruoso está siempre muy vivo. Por otro lado, el imaginario rural ha sido hasta hace muy poco mayoritariamente oral; puede que haya habido cronistas recogidos por los escritores, pero en general los relatos, cuentos o historias que se iban legando generación tras generación eran orales. El imaginario literario latinoamericano ha estado alimentado fundamentalmente por dos fuentes: el foco rural, con ese componente monstruoso procedente de los propios relatos orales, que en el seno de las familias se van contando a  través de generaciones, y que cada generación va haciendo incorporaciones con nuevos elementos; y el otro sería el de las ciudades portuarias, el de ciudades grandes o pequeñas que recogían a los nuevos inmigrantes que llegaban y por tanto a las nuevas historias que se iba contando. Dicho más concretamente: me parece que en Latinoamérica el imaginario literario en el siglo XIX y XX se hace o bien alrededor del fuego del hogar rural, familiar, o bien en la taberna portuaria en la que van volando esas historias que se van recibiendo a través de los distintos barcos, a través de los cuales también se van mezclando distintos referentes y tradiciones provenientes de Europa, Asia o África.

Lo contrario sucede en Europa: la literatura, a partir del siglo XVIII y de una manera muy señalada a partir del XIX, se alimenta principalmente del imaginario de la ciudad. Todos sabemos en esa perspectiva que el nombre de Baudelaire es simbólico: hasta él las imágenes de la poesía europea pertenecen fundamentalmente al paisaje rural, y a todo el juego de historias del paisaje rural que incorporaban el hecho de que el hogar, el fuego de la familia, la taberna del puerto, eran las grandes manantiales. Cuando decimos que Baudelaire es el primer poeta urbano,  no es únicamente porque empieza a utilizar figuras de la vida de la ciudad, sino porque es de los primeros que trasladan el escenario hegemónico de la poesía de la literatura europea desde un espacio rural a uno urbano, en un proceso que se hace irreversible. A lo largo de todo el siglo XX estamos hablando fundamentalmente de una literatura urbana en la cual ocurre mucho de la mentalidad urbana, y es que el imaginario transcurre en el laberinto de las estructuras metropolitanas, o de las estructuras urbanas Ya no en la taberna, ya no en el fuego del hogar, sino en el flâneur que pasea, en el uno que busca en la ciudad, en el cazador urbano, en el aventurero urbano, el descubridor urbano. Eso quiere decir que la movilidad es menos exterior y mucho más interior. Y estamos hablando de una especie de cambio radical de lo que sería la propia oralidad; es decir, ya no es tanto la oralidad que había alrededor del fuego o en la taberna, sino aquello que es producto de la propia visualización de la ciudad como un zoológico, como un laberinto de experiencias.

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22 de abril de 2008
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