Skip to main content
Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

Blogs de autor

Moisés Naím, en un mundo convulso (1)

¿Quién manda hoy aquí? ¿Hay algo parecido a un nuevo orden mundial en el que alguien ejerza el papel que antaño tuvieron las superpotencias? ¿Qué está sucediendo con el poder en nuestras sociedades y en el conjunto del globo?

Moisés Naím ha dado respuestas a estas preguntas en sus dos últimos libros. En el primero, 'El fin del poder' (2013), desarrolla la teoría de un mundo en el que el poder es más fácil de adquirir, más difícil de mantener y muy fácil de perder. Y el segundo, Repensar el mundo, publicado este año, ofrece ?11 sorpresas del siglo XXI?, auténticas fotografías o fogonazos sobre novedades de este mundo globalizado en el que el poder se ha hecho más volátil y fragmentado. Naím ?nacido en Venezuela en 1952? no es el único pensador contemporáneo que se ha adentrado?en el análisis de la estructura del poder mundial. Son conocidas las teorías de Ian Bremmer, que parte del formato G de las cumbres con las que se organizan el G-7, G-8 y G-20 para describirnos un mundo G-cero. También las de Charles Kupchan, que definen ?un mundo de nadie? o las de Zbigniew Brzezinski, sobre un ?mundo poshegemónico?. Ninguna ha tenido tanto éxito como la de Naím, cuyo libro 'El fin del poder' fue elegido por Marck Zuckerberg, el fundador de Facebook, como título más destacado del año para inaugurar el club del libro de su red social.

Esta es la primera parte de la transcripción de la conversación que mantuvimos Moisés y yo en Barcelona, el pasado 22 de abril, y que ha publicado la revista F, del Foment de Treball.

--En pocas cosas se comprueban de forma mejor los cambios del poder en el mundo como en las clases medias. Unas, las europeas, sienten que lo pierden, y a las otras, las de los países emergentes, les sucede lo contrario. ¿Son vasos comunicantes?

--Los cambios en las clases medias afectan a la prosperidad, no al poder. En China no puedes decir a la gente que antes era muy pobre y que ahora forma parte de la clase media, que ahora tiene más poder, porque no es así. Tiene más prosperidad. Y desde el punto de vista de la prosperidad, no hay vasos comunicantes en lo que unos ganan los otros lo pierden, sino una situación de win-win en la que todos salen favorecidos.

--Quien pierde prosperidad, aunque sea relativa, tiene la sensación de que también está perdiendo influencia y poder y sobre todo que tiene expectativas de perder todavía más.

--Recientemente tuve una experiencia reveladora en Washington, donde yo vivo. Vino un grupo de jóvenes políticos europeos, todos muy bien formados y con buena educación universitaria. Parte de la visita era para charlar conmigo. Era un grupo muy pesimista. Por casualidad, con pocos días de diferencia estuve en Pekín y desde allí me fui a una fábrica donde la mayoría de los trabajadores eran mujeres jóvenes cuyas familias estaban a miles de kilómetros de distancia y vivían en barracas en condiciones inaceptables. Trabajan duramente y ahorran dinero. Ese fue?el grupo de personas más optimista?con el que me he reunido recientemente. Están seguras de que el futuro les pertenece y que el de sus hijos será mejor que el suyo y el de sus padres. Los líderes políticos, en cambio, estaban convencidos de que sus hijos iban a tener condiciones más precarias. Hay que matizar que estas muchachas viven en un régimen dictatorial y los europeos salen de la cuna de la democracia y la libertad. Son dos contrastes muy importantes, pero ni siquiera las condiciones precarias de estas muchachas les llevan a ser pesimistas.

--Hasta ahora hemos creído que era? el pasado el que condicionaba el presente pero ahora aparentemente parece que sea el futuro el que influye en el presente. ¿Es posible que las expectativas negativas deterioren e incluso neutralicen los efectos favo- rables de las políticas correctas que hagamos ahora?

--Este es uno de los temas esenciales ?del libro de Samuel Huntington Orden político en las sociedades en cambio de 1968, en el que nos describe cómo las expectativas de los ciudadanos crecen más rápidamente que las respuestas que da el Estado en prosperidad y servicios públicos. Hay una brecha entre lo que la gente espera del Estado y lo que el Estado es capaz de ofrecer. Y son las expectativas respecto al futuro las que dominan las políticas actuales.

--Vamos de nuevo a la pregunta sobre el poder que hace usted en sus dos libros. ¿No será en realidad una pregunta occidental de un mundo que se encuentra en declive y con expectativas negativas que se traduce por tanto en una sensación de pérdida irremisible de poder y de influencia?

--No. Los determinantes del poder no son solo las expectativas. El poder ya no es lo que era por tres razones: porque es más difícil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder, y eso ocurre porque las barreras que protegían a los poderosos son ahora más fáciles de saltar. Yo agrupé en tres categorías o revoluciones los factores que están debilitando las protecciones que protegían a los poderosos. Una es la revolución del más. Vivimos en un mundo de proliferación donde hay abundancia de todo, gente, ideas, armas, empresas y grupos políticos y terroristas. Además, todo se mueve más que antes. La segunda es la de la revolución de la movilidad: se mueve la gente, las ideas, los productos y los servicios, mientras que el poder necesita una audiencia fija, un perímetro delimitado, mercados cautivos, de modo que cuando todo es más fluido?se encuentra con mayores dificultades para ejercerlo. La tercera categoría?es la revolución de la mentalidad, con profundos cambios en expectativas, aspiraciones, posibilidades, exigencias, tolerancias e intolerancias. Tenemos estadísticas impresionantes desde hace mucho tiempo sobre estos cambios de mentalidad que erosionan las barreras del poder y las hace más vulnerables. Cuando comparamos las series de encuestas con diez años de diferencia, nos damos cuenta de que ya estamos en un planeta diferente. ¿Y cuál es el país donde más se perciben estas tres revoluciones? China. Esta es la respuesta a la pregunta sobre si se trata de un fenómeno occidental.

--Algunos piensan que estamos ante una especie de refeudalización o regreso a un mundo organizado desde la fragmentación.

--Discrepo de la visión neomedievalista. Creo que es una metáfora insuficiente. Quienes la utilizan tienen como ancla empírica lo que pasó en el medievo en Europa, un fenómeno extraordinariamente local, muy acotado y que afectaba únicamente al territorio donde se producía. Ahora no tan solo es global, sino que además es instantáneo y simultáneo, afecta a todos y a todo el mundo, en todas partes por igual, y tiene una dinámica, una velocidad y unos determinantes que hace muy difícil que aparezcan centros de poder fragmentado permanentes.

--Necesitamos, efectivamente, repensar el mundo. ¿Por qué repensar y no pensar??

--Porque hay buenas ideas que hay que utilizar y cuidar, sí. Al igual que hay otras que desechar, ideas zombis que son las que gustan a quienes practican la necrofilia ideológica, tal y como explico en mi último libro.

--Hay muchas formas de abordar el cambio. ¿Es entonces una cuestión de ideas que hay que repensar y seleccionar? ¿O es una cuestión?de instituciones, es decir, de confianza en los partidos, gobiernos, parlamentarios? En ?El fin del poder? a rma que ?necesitamos recuperar la confianza en el Gobierno y en nuestros dirigentes políticos?. ¿O es un problema de democracia? A fin de cuentas, la democracia es difusión del?poder y la difusión lleva a su vez?a dificultades en el ejercicio de la propia democracia.?

--Yo observo el fenómeno de otra manera, concretamente intento comprender el poder en el mundo actual a partir de las variables que ya he mencionado y que están repertoriadas en las tres revoluciones del más, de la movilidad y de la mentalidad, y eso al final es lo determinante.

--Es decir, que al final el poder es más barato, más abundante, más deteriorable, tiene peor calidad, es más volátil.

--Es un cambio en el que el poder se ha desplazado y en su desplazamiento se ha modificado. En muchos ámbitos el poder está pasando de A a B. Lo que recibe B es más degradado que lo que tenía A. Sirve para entender Podemos o Netflix. El PSOE era un partido político muy importante y ahora está Podemos que le quita votos, pero el poder que obtiene nunca será equivalente al que tuvo el PSOE en su mejor momento. Lo mismo sucede con HBO respecto a Netflix, en este caso el poder pasa de una productora de series televisivas a una empresa que en su origen distribuía DVD por las casas.

--¿Ha cambiado entonces la naturaleza del poder??

--No. La definición del poder es la misma. Sigue siendo la capacidad de conseguir que otros hagan algo o dejen de hacerlo según la voluntad de quien lo ejerce. El poder sigue siendo lo que siempre ha sido. Lo que cambia es cómo lo obtienes, cómo lo defiendes y cuáles son las restricciones que tienes para ejercerlo.

Leer más
profile avatar
2 de julio de 2016
Blogs de autor

Desunión Jack

Londres, Bruselas y el mundo, por ese orden. No son las amenazas apocalípticas del Proyecto Miedo. Todo va muy rápido de forma que ya se vislumbran los principales efectos. Está en peligro la integridad del Reino Unido. Son inmensas las dudas sobre el futuro de la UE. Y quedará afectada, hasta un grado todavía dificil de calibrar, la relación transatlántica, uno de aquellos tendones de la paz imaginados por Winston Churchill, que todavía hoy aseguran mal que bien el actual equilibrio geopolítico y una cierta hegemonía occidental en la escena internacional.

Respecto a la UE están todos los ingredientes para el contagio: el incremento de las desigualdades como resultado de la Gran Recesión, unas extremas derechas en los umbrales del poder, la crisis de los refugiados, una población asustada ante el incierto futuro del Estado de bienestar y, al final, un prurito nacionalista e identitario enervado por el naufragio de todas las ideologías, una detrás de otra.

La emulación, con la convocatoria de consultas para obtener estatutos especiales de pertenencia a la UE, sería el final. Sobre todo si entrara a subasta la liquidación de la libre circulación de personas, una de las cuatro libertades del mercado único, que es la bandera izada por los partidos xenófobos y populistas. Este es un principio indisociable de la idea europeísta, mucho más que la "unidad cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa" consagrada en los tratados. Ya fue manoseado en el acuerdo entre Cameron y Bruselas, pero ahora los victoriosos dirigentes del Brexit quieren liquidarlo definitivamente en la negociación de divorcio, que imaginan como una nueva relación especial y bilateral entre Londres y una UE de 27 concebida como una mera zona de libre comercio, e integrada por las tres libertades de circulación de mecancías, servicios y capitales a su entera disposición, dejando las fronteras y la inmigración al entero cargo de cada una de las capitales.

Respecto al Reino Unido, el efecto dominó acaba de escenificarse en Bruselas. Un primer ministro británico que asiste por última vez como socio de pleno derecho --en las próximas, el sucesor de Cameron ya irá como negociador del divorcio-- y una primera ministra escocesa que pide amparo a las más altas autoridades de la Comisión y el Parlamento porque no quiere irse de la UE. No tan solo afectará a tres de los cuatro reinos ahora desunidos, sino que también pueden añadirse el Gran Londres e incluso algunas otras ciudades. Es la mejor noticia europea de estos días: unos quieren irse pero otros exigen quedarse.

También sufrirá la relación especial con Estados Unidos y con ella el lazo transatlántico, pues el socio hasta ahora privilegiado tendrá menos fuerza y nula influencia en una UE que se hará más proteccionista. Habrá que ver cómo queda la OTAN, afectada ya de disfunciones en su relación con Turquía y con los socios del este europeo. La pérdida afecta también a los intangibles, como los valores democráticos, una mercancía de venta algo más difícil cuando las urnas desencadenan crisis de tales dimensión. Seguro que para China esta es una lección europea más de los caminos que de ninguna manera hay que tomar.

Leer más
profile avatar
28 de junio de 2016
Blogs de autor

Fatiga democrática

Hay cansancio de urnas. Y donde más, allí donde más se ha votado. O donde además se ha votado con mayores expectativas de transformación política luego desmentidas.

Esto es lo que ha sucedido en Cataluña, donde, contando la votación de este 27J, los ciudadanos habrán tenido ocasión de tomar decisiones electorales en nueve ocasiones en seis años, desde 2010, cuando Artur Mas arrebató la presidencia de la Generalitat a los socialistas con el propósito de iniciar una transición catalana que iba a llevar a los catalanes a un futuro desconocido pero esplendoroso.

Hasta el momento hemos tenido tres legislativas, dos municipales, tres autonómicas y una consulta alegal, a un promedio de una votación y media al año, algunas convocadas además con pretensiones plebiscitarias y en todo caso con un acompañamiento propagandístico de una solemnidad fastuosa. No está nada mal, tratándose de una época organizada desde unas nuevas hegemonías políticas que han hecho bandera del derecho a decidir.

A la profusión de urnas, le ha acompañado profusión de promesas, que en algún caso consistía en tocar el cielo. En estos seis años se les ha prometido a los ciudadanos de Cataluña en varias ocasiones que iban a tomar la decisión de su vida, una de estas circunstancias que se presentan en una ocasión cada generación como máximo, un poco al estilo del malhadado referéndum de Cameron respecto a Europa. E incluso se ha ido más lejos, hasta prometer que de esta elección excepcional surgiría un país nuevo, inmaculado e independiente.

A la vista de lo que luego ha sucedido, no es extraño que muchos prefirieran ayer quedarse en casa o ir a la playa. Nadie se puede quejar por la cosecha de decepciones tras tan abundante siembra de urgentes y brillantes expectativas.

Quienes fueron a votar este domingo en Cataluña, además, pudieron meditar ante las papeletas sobre la inminente amenaza de una nueva convocatoria, la décima en seis años, para la vuelta del verano. Descartadas de antemano las terceras elecciones generales consecutivas por falta de mayoría de gobierno, en el caso catalán la amenaza empezará a planear a partir del 3 de agosto, cuando se cumplirá un año de la última disolución y se podrá convocar de nuevo a las urnas.

En Cataluña se vota mucho porque también se disuelve mucho. Artur Mas ha disuelto en dos ocasiones, en 2012 y en 2015, en la primera por sorpresa y en la segunda a plazo fijo, nueve meses antes. Puigdemont de momento ha planteado una moción de confianza también a plazo, a tres meses vista, para principios de otoño, paso previo a esa otra disolución que ayer pesaba sobre las cabezas de los fatigados electores catalanes.

La abundancia de votos, promesas y disoluciones es directamente proporcional a la escasez de gobierno. Alguien, algún día, quizás volverá a gobernar. De momento, toca seguir decidiendo.

Leer más
profile avatar
26 de junio de 2016
Blogs de autor

A dormir en el sofá

La euforia del Día de la Independencia, declarado por el exultante Nigel Farage, líder del UKIP, puede durar muy poco. El camino que empieza está lleno de incertidumbres y ni siquiera está asegurado el resultado final de la separación definitiva, que tal es el objetivo fundacional del victorioso United Kingdom Independence Party.

El balance provisional es de una jornada, la del viernes, nefasta para los mercados; un primer ministro dimisionario; un país dividido y unos líderes del Brexit que ahora no tienen prisa para solicitar el divorcio. En las próximas semanas irán llegando más facturas de la soberbia verbena antieuropea del 23 de junio.

De momento, Londres conservará todos sus derechos y obligaciones mientras no active el artículo 50 del Tratado de la UE para solicitar la separación. Pero tendrá que dormir en el sofá. La canciller Angela Merkel ya ha convocado una reunión de urgencia con François Hollande y Matteo Renzi, y no será la última de la que Cameron deberá informarse por los medios de comunicación. La UE se organizará a partir de ahora a sus espaldas.

Algunos van más lejos y quieren poner las maletas del socio en la puerta, es decir, exigirle que comunique sin dilación la decisión plebiscitada por los ciudadanos para dejar de enredar y especular con la posibilidad de otra negociación sobre el estatuto del Reino Unido en la UE e incluso otro referéndum.

De puertas adentro, todo se ha resquebrajado tras este referéndum histórico tan alegremente convocado por Cameron. Los dos grandes partidos, el Conservador y el Laborista, divididos por el Brexit y descabezados, uno por la derrota de su líder y primer ministro y el otro, Jeremy Corbyn, por su indecisión e irrelevancia. La sintonía entre el Parlamento de Westminster, en favor de la UE, y los electores, en contra. La unidad de la unión, dos a dos: Gales e Inglaterra por salirse y Escocia e Irlanda del Norte por quedarse.

Esta última división tendrá consecuencias, pues conducirá a nuevas decisiones históricas como la separación de Escocia y la unificación de Irlanda un siglo después de la insurrección antibritánica de Pascua en Dublín. Las tendrá incluso para el confeti del imperio: puede cambiar el destino de las Malvinas y de Gibraltar.

Las facturas divisivas valen para todos. También para la UE. De entrada, los mimetismos, de los que algo sabemos en España respecto a la emulación de Escocia e Irlanda. Serán muy agudos en los países menos entusiastas, donde hay partidos antieuropeos que sueñan en referendos como el británico y en estatus especiales al estilo del que negoció Cameron. No tan solo afecta a Dinamarca y Holanda entre los ricos y todos los de Visegrad (Polonia, Hungría, Chequia y Eslovaquia) entre los de menos renta. Los populismos xenófobos pueden alentar el mismo camino en todas partes, con la crisis de los refugiados y las guerras en nuestro entorno geopolítico como estimulantes.

El Brexit ha triunfado gracias a una gran coalición, que junta a la clase obrera perjudicada por la globalización con el electorado xenófobo de extrema derecha y los conservadores ingleses, añorantes del imperio desaparecido. Nadie parará la globalización rechazada, limitará la inmigración que Reino Unido necesita, ni devolverá el imperio a los nostálgicos. El instrumento para hacer esas cosas, el viejo Estado-nación, ya no está disponible en el garaje donde se repara este automóvil.

Lo saben las tres fuerzas sociales coaligadas, pero puede más en ellas el espíritu insurreccional antielitista y antieuropeo que la fuerza de un proyecto del que carecen. Hay siete fórmulas posibles para la relación de Reino Unido con la UE, pero ninguna es mejor que la situación privilegiada actual: como Noruega (mercado único sin pesca ni agricultura, tampoco derecho a voto); como Suiza (mercado único sin servicios, sin derecho a voto y constante negociación bilateral); regreso a la EFTA; como Turquía (unión aduanera, sin voto ni siquiera en cuestiones tarifarias); un acuerdo bilateral de libre comercio con la UE; una relación en el marco de la OMC (Organización Mundial de Comercio), con la pérdida de los 60 tratados de libre comercio firmados por la UE, y un acuerdo ad hoc en la línea del obtenido por Cameron. Esta es la mayor debilidad del Brexit, que conduce de momento a posponer la solicitud de divorcio y más adelante a buscar una negociación ventajosa e incluso a nuevos aplazamientos de la separación definitiva a la vista de la dificultad negociadora comercial.

Los divorcios raramente resultan en ventajas para todos. Suele ganar quien menos pierde porque suelen servir para que pierdan todos. Hay una rogativa para atraer la lluvia que reza con frecuencia el ministro español de Exteriores, García-Margallo: ?Más Europa?. Después de pronunciar la fórmula cien veces no suelen producirse resultados, porque si se ha llegado al punto en el que estamos es precisamente porque nadie ha sido capaz de ofrecer una Europa mejor, aunque sea en menos cantidades retóricas.

Este es el reto al que se enfrenta la UE. Justo cuando acaba de recibir el mayor revés de su historia tiene que sobreponerse a su debilidad y responder con un proyecto de integración que vuelva a suscitar el entusiasmo y la adhesión de sus ciudadanos. Significa, sin duda, renunciar de una vez al viejo instrumento mellado del Estado-nación, cuyo uso excesivo y a deshora es lo que nos ha traído hasta aquí. No es más Europa, sino mejor Europa. Vasta tarea, dijo alguna vez De Gaulle ante un desafío de parecidas proporciones.

Leer más
profile avatar
26 de junio de 2016
Blogs de autor

¿A quién aprovechará en España?

Era seguro que una victoria del Remain no iba a tener ninguna repercusión electoral el domingo en España. Era dejar las cosas tal como estaban, como siempre entre la Unión Europea y Reino Unido, en el pantano de la indefinición. El Brexit, en cambio, es muy fácil que la tenga, aunque no sabemos con qué intensidad. Es la victoria del sobresalto, del camino imprevisible, del salto en la oscuridad, y estos son lugares especiales donde nacen las flores más extrañas e insólitas.

Las dos posibilidades que se abren ante las elecciones generales del domingo son claras y opuestas. De una parte, la victoria del Brexit, con las caídas de cotización de la libra y las repercusiones en los valores bursátiles, puede estimular los reflejos conservadores del electorado, asustado ante las sombrías avenidas de incertidumbre que se abren ante nosotros. Una buena noticia para Rajoy, tras el golpe sufrido por el fernandezgate.

También hay otra parte. El Brexit puede estimular los reflejos insurreccionales que han funcionado en el Reino Unido contra el establishment y el estatus quo. Si los británicos pueden, también pueden los españoles. Unidos Podemos es, por supuesto, quien puede recoger más fácilmente esta fruta del mimetismo antielitista, aunque en el caso español esté anclado en la izquierda y en el de los británicos en la derecha antieuropea y xenófoba.

Así es como, en cierta forma, también los españoles podemos votar el domingo bajo el incierto influjo que pueda ejercer el referéndum británico y decidir como si fuera un referéndum entre un voto conservador y moderado y otro de protesta y de insurrección, a favor o en contra de las elites, el establishment y el estatus quo.

El Brexit ya la ha armado, pero todavía se armará más gorda si también nosotros votamos siguiendo el magnetismo del camino británico.

Leer más
profile avatar
24 de junio de 2016
Blogs de autor

La noche británica

Con los últimos cohetes de la verbena empezaron a caer las primeras noticias inquietantes. A las dos de la madrugada todo parecía pender de un hilo. A las cuatro ya estaba todo decidido. Los ciudadanos del Reino Unido quieren largarse de la Unión Europea. Incluso los últimos sondeos ayudaron a crear el clima de estupefacción. Nigel Farage terminó ayer la jornada resignado ante la previsible victoria del Remain y a las pocas horas vencía el Brexit y declaraba el 23 de junio como Día de la Independencia.

Es la democracia, por supuesto. Un primer ministro democráticamente elegido ha decidido poner a votación la pertenencia de su país a un club al que ha pertenecido durante los últimos 43 años y que es, por cierto, una de las experiencias hasta ahora más exitosa de la historia en cuanto a estabilidad, garantía de paz y prosperidad e integración económica, monetaria y política.

Democracia y verdad no son sinónimos. Tampoco democracia y acierto. Un referéndum es una moneda lanzada al aire y un político astuto y responsable debe saber siempre cuando es el momento de reforzar sus posiciones con una consulta que no se convierta en una catástrofe. Este es el caso ahora de David Cameron, cuestionado como primer ministro, con un gobierno y un partido dividido, y sin alternativa de gobierno por parte de un líder de la oposición débil y dubitativo en cuanto al Brexit. Y más: con un país dividido socialmente, por edades (los jóvenes por la UE, los mayores en contra), por clases (los más burgueses por la UE, la vieja clase obrera en contra), por territorios (las grandes ciudades a favor, el país profundo en contra) y por las viejas naciones británicas (Escocia e Irlanda del Norte a favor, Gales e Inglaterra en contra). E incluso con un parlamento que ya no está en sintonía con la población respecto a la UE.

Las consecuencias serán profundas y largas. Jugará el efecto dominó. El Brexit es una bomba de relojería dentro, para el mantenimiento de la unión. También lo es fuera, para la Unión Europea: si no hay un impulso centrípeto más fuerte, que actúe rápidamente y con mucha convicción, empezará una fragmentación imparable, que conducirá a la descomposición y a la desunión.

Repercutirá también para el conjunto de los países occidentales, aliados de Reino Unido: a fin de cuentas es la segunda potencia europea, cuenta con el arma nuclear y es uno de los cinco países con derecho de veto en el Consejo de Seguridad. Su 'independencia' de un mundo cada vez más interdependientes no será un camino de rosas.

La decisión es histórica, del rango de los grandes terremotos, incluida la sorpresa preparada por los sondeos equivocados, como la caída del Muro de Berlín o los atentados del 11S. Los mercados han captado inmediatamente la trascendencia, pero eso es solo el principio. Tras esta noche en blanco, entre los cohetes de San Juan y los primeros resultados, algo nuevo y quién sabe también si terrible acaba de nacer.

Leer más
profile avatar
24 de junio de 2016
Blogs de autor

Proyecto Odio

No hay nada comparable con la elección del presidente de los Estados Unidos. Desde las prolongadas primarias desparramadas entre enero y junio del año electoral hasta la compleja elección indirecta del primer mandatario el primer martes después el primer lunes de noviembre, todo es distinto y desmesurado, apasionante e incluso magnético para la opinión pública mundial.

No ha sido así siempre. La primera elección que fascinó al planeta entero, en plena guerra fría, fue la de John Fitzgerald Kennedy en 1960, cuando empezaba la era de la televisión. Contribuyeron la juventud, el glamour familiar y la religión del candidato demócrata, el catolicismo, precisamente la primera confesión que se identifica con la universalidad. Desde entonces, en todas las elecciones ha ido creciendo la atención de un mundo consciente del liderazgo de Washington y por tanto de las repercusiones que tendrá el cambio de presidente en cada uno de los países. Con Obama se produjo un nuevo salto. El actual presidente venció a Hillary Clinton en las primarias demócratas a partir de una narrativa de superación personal que se identifica con el combate de los afroamericanos contra las barreras racistas y la discriminación en una república que nació como esclavista. Obama, además de ser el primer afroamericano que pisa la Casa Blanca como presidente, es el presidente que más se parece al mundo tal como es, con el centro de gravedad en el Pacífico y no en el Atlántico, más africano y asiático que europeo, más mestizo que blanco.

Con la elección de este año aparece otra novedad. Ya no son las consecuencias de la llegada de Trump o de Clinton a la Casa Blanca lo que las convierten en unas elecciones de dimensión global, sino las ideas y pasiones políticas compartidas. Pocas cosas iluminan mejor la campaña de Trump como la campaña del Brexit y viceversa. Ambas demandan controles sobre las fronteras, suscitan el temor a los inmigrantes, alientan la nostalgia por una supuesta grandeza en declive y proponen recuperar el poder cedido o perdido, es decir, nada menos que la independencia.

El independentismo escocés acertó al caracterizar la campaña unionista para el referéndum como Proyecto Miedo. En vez de aportar argumentos para quedarse, Cameron exhibió los enormes percances que sufriría Escocia fuera del Reino Unido. Solo Gordon Brown supo contrarrestar en algo la pobreza argumental de los contrarios a la independencia.

Ahora Cameron está repitiendo la jugada y blande otra vez el Proyecto Miedo como manguera para apagar el fuego que él mismo ha encendido. También Gordon Brown ha salido al rescate de Europa con un solemne discurso desde la ruinas de Coventry. Pero ha sido el nuevo alcalde de Londres, Sadiq Khan, hijo de pakistaníes, quien ha encontrado el mejor argumento, con su denuncia del Proyecto Odio, que es el que califica al populismo de extrema derecha, rampante en todo occidente y capaz de proyectar los males del mundo global sobre los inmigrantes y propugnar el regreso a unos viejos e inútiles Estados nacionales, encerrados sobre sí mismos y sobre su identidad cultural e incluso étnica.

Leer más
profile avatar
23 de junio de 2016
Blogs de autor

Cosecha de irresponsabilidad

Ha hecho correr mucha tinta, ociosa en buena parte, y hará correr mucha más, esperemos que al fin con provecho. Aunque la historia tan invocada termine acudiendo algún día a la cita, difícilmente será con aires de solemnidad celebratoria, porque difícilmente habrá algo que celebrar de tanta trascendencia histórica como la que algunos habían imaginado. No será por tanto una historia de hitos sino de meditaciones sobre acontecimientos vividos con improvisación y atolondramiento y celebrados con pompa y circunstancia cuando todavía falta la consistencia de la construcción que permanece. En buena parte, cabe ya adelantar algunos adjetivos sobre la peculiar filosofía de la historia que preside esta época declinante.

Se trataba, ante todo, de un proceso perentorio. Había que empezarlo ahora y terminarlo enseguida, sin pausas y en plazos precisos e improrrogables. Extraña paradoja para un recorrido de lentitud secular que de pronto se precipita, fuera ya de los tiempos históricos de los nacionalismos. Hay una cuestión de carácter, es cierto. Las nuevas generaciones que se han erigido en protagonistas del cambio no se sienten comprometidas con paciencia alguna. Al contrario, lo que quieren lo quieren ahora y en su totalidad, y creen que pueden quererlo y obtenerlo sin dilaciones. También hay una cuestión de oportunidad: las prisas se deben al temor respecto a la volatilidad de la coyuntura. Las crisis ?financiera, monetaria, institucional, migratoria, de fronteras, del Brexit? abrieron una ventana que muy pronto se cerrará sin remedio. Hay una causa para tanta velocidad, expresada por una fraseología política muy característica: ahora o nunca, tenemos prisa. La explicación es el carácter definitivo que se le presume al cambio de hegemonía. El propósito es hacer algo similar a una revolución, aunque la revolución de fondo, la auténtica, que es la que se da en las conciencias, ya se dé por hecha y se presente como una realidad indestructible. A partir de ahora solo se trata de acumular fuerzas, sabiendo que nada volverá a ser como antes. De ahí la irreversibilidad: puede que no sepamos a dónde vamos, pero seguro que no es el pasado. El autonomismo, el pactismo o el posibilismo no regresarán jamás, según requiere el dogma del catalanismo nuevo y plenamente emancipado.

Nada lo expresa tan bien como la metáfora de las pantallas pasadas, inspirada en los juegos digitales, propia de las generaciones más jóvenes. Por el momento la desmiente en los hechos el regreso a la reivindicación de la consulta ante el fracaso de la independencia perentoria programada para los 18 meses posteriores a las elecciones del 27S. Pero incluso este paso atrás, al igual que el paso al lado del líder carismático, o los numerosos percances, contratiempos y destrozos institucionales del soberanismo, quieren aparecer como circunstanciales y provisionales, pequeñas pausas o desviaciones previas a un renovado impulso en la recta final, un respiro para acumular fuerzas de cara a un proceso propiamente inmortal. Este es el argumento aceptado de las críticas a las prisas y los irrealismos formuladas desde dentro: como estas energías ya no se pierden, hay que seguir sumando fuerzas, con la firme convicción de que la cantidad terminará alumbrando el salto cualitativo. La independencia será un hecho por mero efecto de acumulación.

Todo esto no se entiende sin el carácter definitivo del proceso. Por extraño que parezca, que nos parezca, también los más jóvenes de ahora esperan algo definitivo y general. Y así lo supieron ver los más adultos sentados al volante, que respondieron al deseo de un futuro definitivo con el carácter ineluctable de sus propuestas, sus plazos y sus hojas de ruta. De una tacada cometieron dos pecados sobre los que deberán rendir cuentas. Mintieron. Y lo hicieron a sabiendas. Pecaron de tosco historicismo con un proceso inscrito en la esencia de una historia de desentendimiento sin remedio y de unas singularidades nacionales incompatibles que deberán culminar con la separación y la plenitud nacional.

Eran mentiras piadosas, o patrióticas. Lo hacían para seguir acumulando fuerzas, para recabar adhesiones al carro del triunfador. Un proceso que no fuera irreversible e ineluctable perdería mucho de su atractivo propagandístico. Nadie quiere verse apeado de la marcha ineluctable de la historia. Así es como se fabrica el monstruo hegeliano de una nación que obligatoriamente deberá encontrar un día al Estado que la está esperando en el momento quiliástico de la plenitud. Pero el determinismo anula la libertad y sin ella no hay ciudadanos con derechos y deberes. Que nadie espere cosechas de responsabilidad tras una siembra tan prolija en falacias y frivolidades.

Leer más
profile avatar
20 de junio de 2016
Blogs de autor

Todos somos Orlando

Muchas explicaciones, pero pocas convincentes cada una por separado. Algunas, por insuficientes o parciales. Otras, incluso, por su carácter abiertamente perverso.

La matanza de Orlando es un objeto inasible al conocimiento lineal e instantáneo al que estamos acostumbrados. No hay una causa directa a eliminar ni responsabilidad única a dilucidar. De ahí que crímenes horrendos como este se ofrezcan como munición perfecta para su uso político o electoral más desvergonzado.

Es evidente que matanzas como esta solo se producen en un país como Estados Unidos, donde un terrorista, un desequilibrado o un asesino vocacional tiene mayores facilidades que en cualquier otro lugar para hacerse por un módico precio con armas letales especialmente diseñadas para matar a mucha gente en el plazo de tiempo más breve posible. La mente del asesino, suicida al fin, explica mucho y a la vez muy poco. Recordemos que Albert Camus consideraba el suicidio como el único problema filosófico serio. Una parte del misterio la resolverá la policía, pero hay otra que jamás se conocerá. Mateen se reivindicó a sí mismo como un soldado de Daesh, algo que confirmó un vídeo del propio califato terrorista. También lo era Larossi Aballa, autor del doble asesinato de una pareja de policías en la periferia de París.

Sin embargo, no parece que hayan sido matanzas perpetradas bajo instrucciones concretas, sino más bien inspiradas en la ideología terrorista. Encajan, como soldados de la guerra global entre el terror y occidente, en el propósito de separar a los musulmanes del resto de la sociedad, para que se sientan identificados con los terroristas y por la misma razón estigmatizados e incapacitados para integrarse y aceptar nuestras libertades y valores. Siendo obra de combatientes singulares y desconectados, también responden al momento militar, cuando Daesh está a punto de perder Rakka en Siria y Faluja en Iraq.

El ambiguo perfil de Mateen no permite conclusiones definitivas. Junto a islamistas radicales y homófobos, que predican todos los viernes contra el pecado, ha surgido en distintos países occidentales un islam tolerante y liberal, con mezquitas dedicadas a la comunidad LGBT, como ya hacen otras religiones. El asesino pudo ser un homosexual, homófobo por razones religiosas y arrepentido posteriormente de sus inclinaciones. Hay mucha homofobia en los países occidentales, pero la homosexualidad todavía es delito en 76 países, casi ninguno de ellos en Europa y las Américas --solo en las Antillas--de los que diez, todos musulmanes y buenos socios occidentales algunos, la castigan con la pena de muerte.

Todos fuimos Charlie en enero de 2015 y Bataclan en noviembre. Estaban en juego la libertad de expresión en el primer caso y la libertad de vivir y gozar de la vida en el segundo. Ahora es la libre elección de la propia identidad sexual y el derecho a su reconocimiento público lo que se ha querido asesinar en Orlando. Como con Charlie Hebdo y con el Bataclan, la condena compungida queda corta si a la vez no se defiende enérgicamente las libertades y los valores atacados.

Leer más
profile avatar
16 de junio de 2016
Blogs de autor

Desmemoria maoísta

Nada que celebrar. En los próximos diez años habrá muchas ocasiones para evocar los hechos que ocurrieron hace medio siglo, pero es muy dudoso que las autoridades chinas quieran conmemorarlos. No lo han hecho ahora y no se puede esperar que lo hagan en el futuro.

La Gran Revolución Cultural Proletaria empezó oficialmente el 16 de mayo de 1966, hace 50 años, con una notificación secreta de la dirección del Partido Comunista, que solo se difundió entre los cuadros superiores, a los que se conminaba a sofocar una conspiración para instalar la dictadura de la burguesía. Su primera expresión pública fue un editorial del Diario del Pueblo quince días más tarde, titulado ?Echemos todos los monstruos y demonios?, en el que se urgía a la denuncia de los burgueses y los contrarrevolucionarios que querían conducir al país de nuevo al capitalismo.

Más ocasiones para el cincuentenario. La foto de Mao, con 72 años, chapoteando en el Yang Tse, en la que se demostraba las dotes olímpicas del Gran Timonel, este próximo julio. En agosto, la primera concentración de Guardias Rojos, alentados por las soflamas de Mao, en la plaza de Tiananmen. Para 2017, los 50 años de la purga de Liu Shaoqi, primer traidor revisionista y heredero designado de Mao. Para 2021, el cincuentenario de la muerte de Lin Biao, sucesor del sucesor liquidado, en un extraño accidente aéreo cuando se fugaba hacia la maldita Unión Soviética. Zhou Enlai lloró cuando se vio como número dos del régimen, el puesto más peligroso durante la Revolución Cultural. La última ocasión para esas conmemoraciones que incomodan en China y, ¡ojo!, también a los más veteranos de la izquierda occidental, será el centenario de la muerte de Mao, en 1976, cuando quedó clausurada aquella etapa convulsa, que sembró China de violencia y caos, y entre uno y tres millones de personas muertas.

No es un asunto de conmemoraciones históricas, ni siquiera de hacer las paces con el pasado, como sucede en muchos países, sino que afecta directamente a la autoridad del Partido Comunista e incluso a la concentración del poder en manos de una sola persona, es decir, a la personalidad de Xi Jingping, el cuarto sucesor de Mao, al que se atribuyen gestos e ideas directamente inspiradas en el fundador de la República Popular. Así lo indican la concentración de poderes en sus manos, la oleada de purgas anticorrupción, el intervencionismo del partido en la economía, la represión contra los disidentes e incluso un incipiente culto a la personalidad. Quedará todavía más claro si Xi Jinping, que llegó a la cúspide en 2012, intenta permanecer en ella más de los diez años preceptivos, como su predecesor Hu Jintao, abandonando así la idea de una dirección colectiva para regresar al poder personal maoísta.

La purga iniciada hace 50 años no tenía nada que ver con las tradiciones de represión interior de los partidos comunistas, hasta el punto de que fascinó a buena parte de la izquierda mundial y desencadenó una increíble oleada de papanatismo maoísta, coincidiendo con Mayo del 68. El editorial del órgano oficial del Partido de junio de hace 50 años llamaba a los jóvenes a atacar todo lo viejo: costumbres, cultura, vestidos e ideas para sustituirlos por otros nuevos. Era el estreno de la moda Mao que prendió en todo el mundo, con sus casacas de cuello redondo y sus gorras, el Pequeño Libro Rojo, los murales espontáneos o dazibaos en las universidades y los guardias rojos vociferantes y fanáticos, dedicados a acosar a burgueses, burócratas y revisionistas.

Una generación entera fue adoctrinada para que pusiera en práctica violentamente las nuevas consignas, de forma que en pocos días las viviendas burguesas y los templos fueron arrasados, los profesores vieron contestada su autoridad y muchos cuadros del partido se vieron conminados a confesar sus crímenes de viejos reaccionarios. La purga enfrentó a líderes y organizaciones unos con otros y destruyó lo que quedaba de la sociedad china tradicional hasta situar el país al borde la guerra civil y obligar a la intervención del ejército, todo bajo la orientación del llamado Pensamiento-Mao-Zedong, que se añadió con su guión al marxismo-leninismo como ideología de la ortodoxia revolucionaria.

Solo Mao quedó a resguardo, envuelto en un culto casi religioso, que se mantuvo tras su muerte, momento en que la revolución se dio por terminada. Una resolución oficial de 1981 da por bueno el balance de Mao en un 70 por ciento y condena el 30 por ciento restante, a cuenta de sus últimos diez años de aventurismo irresponsable, aunque su memoria ha quedado preservada en los billetes de banco, en el mausoleo de la plaza de Tiananmen, lugar todavía de culto con sus largas colas para ver el cadáver o más probablemente su doble en cera y, sobre todo, en la desmemoria sobre sus crímenes.

En diez años de Revolución pasaron muchas cosas y ninguna buena. Millares de cuadros fueron deportados a campos de reeducación y los estudiantes revolucionarios terminaron trabajando en durísimas tareas agrícolas. La memoria de la época es terrible y dolorosa, y afecta a todos, incluidos los dirigentes. A las vidas perdidas o destrozadas, las instituciones clausuradas y la economía devastada, se sumaron carreras interrumpidas, estudios abandonados, familias dispersadas y amistades rotas. Las pérdidas afectaron a la cultura, las creencias, la dignidad y la confianza entre personas. Según el historiador Frank Dikötter, Mao obtuvo exactamente el resultado contrario al que buscaba: ?En vez de luchar contra los restos de la cultura burguesa, subvirtió la economía planificada y vació el partido de ideología, en resumen, enterró el maoísmo?. Sin saberlo, preparó el país para combinar mercado libre y hegemonía comunista.

Gracias a Mao con la Revolución Cultural y a Deng Xiaping con la represión de la revuelta de Tiananmen en 1989, el Partido Comunista consiguió rehuir dos fantasmas que le hacían temer por su futuro, es decir, por la pérdida del poder. El primero se llamaba Nikita Jruschov, el dirigente soviético que denunció los crímenes de Stalin y el culto a la personalidad, identificado por Mao con el demonio del revisionismo y combatido a partir de la Revolución Cultural hasta dividir el movimiento comunista internacional, de forma que proliferaron partidos maoístas en todo el mundo, enfrentados a los partidos comunistas tradicionales, más moderados y reformistas, y amigos de Moscú. El segundo es Mijail Gorbachev, el dirigente comunista que no utilizó las armas contra el pueblo y abrió las puertas a la democracia y al pluralismo hasta liquidar el bloque soviético.

Para los dirigentes comunistas, siempre mirándose en el espejo de la Revolución Rusa, la entera historia del Partido Comunista, incluida la Revolución Cultural, merece ser defendida en bloque porque explica el éxito actual del socialismo capitalista chino dentro de la economía globalizada. Su desmemoria es cínica y selectiva: aprueba calladamente los efectos, que han conducido a China donde está ahora, pero lamenta los métodos, que se propone no repetir y que sabe utilizar para mantener los reflejos conservadores de una sociedad decididamente hostil a las revueltas y a la inestabilidad.

Leer más
profile avatar
13 de junio de 2016
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.