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La noche británica

Por 24 de junio de 2016 Sin comentarios

Lluís Bassets

Con los últimos cohetes de la verbena empezaron a caer las primeras noticias inquietantes. A las dos de la madrugada todo parecía pender de un hilo. A las cuatro ya estaba todo decidido. Los ciudadanos del Reino Unido quieren largarse de la Unión Europea. Incluso los últimos sondeos ayudaron a crear el clima de estupefacción. Nigel Farage terminó ayer la jornada resignado ante la previsible victoria del Remain y a las pocas horas vencía el Brexit y declaraba el 23 de junio como Día de la Independencia.

Es la democracia, por supuesto. Un primer ministro democráticamente elegido ha decidido poner a votación la pertenencia de su país a un club al que ha pertenecido durante los últimos 43 años y que es, por cierto, una de las experiencias hasta ahora más exitosa de la historia en cuanto a estabilidad, garantía de paz y prosperidad e integración económica, monetaria y política.

Democracia y verdad no son sinónimos. Tampoco democracia y acierto. Un referéndum es una moneda lanzada al aire y un político astuto y responsable debe saber siempre cuando es el momento de reforzar sus posiciones con una consulta que no se convierta en una catástrofe. Este es el caso ahora de David Cameron, cuestionado como primer ministro, con un gobierno y un partido dividido, y sin alternativa de gobierno por parte de un líder de la oposición débil y dubitativo en cuanto al Brexit.
Y más: con un país dividido socialmente, por edades (los jóvenes por la UE, los mayores en contra), por clases (los más burgueses por la UE, la vieja clase obrera en contra), por territorios (las grandes ciudades a favor, el país profundo en contra) y por las viejas naciones británicas (Escocia e Irlanda del Norte a favor, Gales e Inglaterra en contra). E incluso con un parlamento que ya no está en sintonía con la población respecto a la UE.

Las consecuencias serán profundas y largas. Jugará el efecto dominó. El Brexit es una bomba de relojería dentro, para el mantenimiento de la unión. También lo es fuera, para la Unión Europea: si no hay un impulso centrípeto más fuerte, que actúe rápidamente y con mucha convicción, empezará una fragmentación imparable, que conducirá a la descomposición y a la desunión.

Repercutirá también para el conjunto de los países occidentales, aliados de Reino Unido: a fin de cuentas es la segunda potencia europea, cuenta con el arma nuclear y es uno de los cinco países con derecho de veto en el Consejo de Seguridad. Su 'independencia' de un mundo cada vez más interdependientes no será un camino de rosas.

La decisión es histórica, del rango de los grandes terremotos, incluida la sorpresa preparada por los sondeos equivocados, como la caída del Muro de Berlín o los atentados del 11S. Los mercados han captado inmediatamente la trascendencia, pero eso es solo el principio. Tras esta noche en blanco, entre los cohetes de San Juan y los primeros resultados, algo nuevo y quién sabe también si terrible acaba de nacer.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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