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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El tamaño de un papa

Si Wojtyla fue el papa del final del siglo XX, Ratzinger no ha sido el papa del tercer milenio, es decir, la personalidad mundial que corresponde a la extensión, el peso demográfico y la fuerza del catolicismo en el mundo en transformación geopolítica del siglo XXI. Él mismo reconoció en su libro entrevista con el periodista alemán Peter Seewald, que "no estaba hecho para ser el primero y llevar la responsabilidad del conjunto", y de ahí que se identificara como "un sencillo y humilde trabajador en la viña del Señor". "Además de los grandes papas también son necesarios los papas pequeños, que aportan su parte", remachó en su razonamiento.

Su gesto mayor es el de su partida, que traza una línea de conducta para la gerontocracia cardenalicia y señala cómo debe ser su sucesor: con fuerzas para asumir la tarea compleja que corresponde a la máxima autoridad espiritual de los católicos, pero también al jefe de un Estado que cuenta internacionalmente y a la cabeza de una vasta administración romana y mundial de muy difícil gobierno. "Si un papa llega a la conclusión clara de que física, psíquica o mentalmente no puede continuar hasta el final el mandato, tiene el derecho e incluso la obligación de dimitir", le dijo a Seewald.

El cardenal Angelo Sodano, decano del colegio cardenalicio y ex secretario de Estado (equivalente de primer ministro) de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, que no participa en el cónclave, también dio alguna indicación sobre el nuevo papa el martes, en la homilía de la misa Pro Eligendo Summo Pontifice. Son señales débiles, surgidas de un mundo de silencios y sobrentendidos, sujetas por tanto a la discutible interpretación de la multitud de periodistas y comentaristas que se concentran en la Roma sin papa del cónclave. Según uno de ellos, Robert Moynihan, director de la revista Inside the Vatican, Sodano dio una visión que acentúa "el papel del papado y de la Iglesia en su relación con otros Gobiernos e instituciones en llevar la paz y la justicia en el mundo", con un mayor peso en la acción política que en la espiritual. Para John Allen, biógrafo de Benedicto XVI y corresponsal del periódico estadounidense National Catholic Reporter, la idea central de esta sucesión pontificia es la de gobernanza, tras ocho años de desgobierno eclesial, en contraste con la idea de continuidad, especialmente doctrinal, que presidió el papado de Ratzinger y este mismo señaló en su homilía programática de la apertura del cónclave.

Si atendemos a estas señales leves, estamos en la pista de un papa de tamaño superior, en la búsqueda de una personalidad fuerte, capaz de poner orden en el caos doméstico, hacerse visible en el mundo y elevar su voz sobre el ruido de la globalidad desordenada y desgobernada en la que los católicos tienen más peso demográfico que influencia organizada y efectiva, tres tareas en las que Ratzinger fracasó. No es fácil ni está claro que el colegio de esos 115 ancianos electores haya acertado en la tarea. Bergoglio puede dar la sorpresa que muchos esperan, y algunos datos hay en esta dirección, como son sus formas de vida sencillas y alejadas de la pompa tradicional entre los príncipes de la iglesia. Tiene además la edad adecuada para un papado corto y con una abdicación a tiempo que confirmaría la nueva costumbre. Pero a primera vista también aparece como la segunda opción derrotada en 2005 por Ratzinger que ha sabido retener a sus electores por sentido corporativo. El excelente conocedor de los pasillos vaticanos que es Juan Arias reconocía el pasado domingo en estas mismas páginas la ausencia de grandes figuras, en perfecta correlación con lo que también sucede en el mundo político. Pero, a la vez, este cónclave ha sido el de la emergencia del catolicismo extraeuropeo, de forma que los focos de los medios de comunicación han ido a buscar esta personalidad excepcional entre los cardenales americanos, africanos e incluso asiáticos, una pléyade de personajes poco conocidos mundialmente, sometidos estos días al escrutinio público, tanto de sus biografías como de su carácter y su capacidad para encabezar la Iglesia católica. La fumata blanca de ayer ha venido a corroborar esta tendencia con uno de los candidatos extraeuropeos más profundamente europeos, por origen, formación y también sus posiciones conservadoras.

La fascinación que ejerce el papado, y sobre todo una circunstancia tan nueva y extraordinaria como la sucesión en vida del anterior papa, han convertido el cónclave en una elección con mayor atractivo mediático que cualquier otra en el mundo secular. Es una paradoja más de las muchas que rodean a la Iglesia, con su brillante liturgia del secreto y del misterio en un mundo que exige transparencia y claridad. Todo ello contribuye a crear expectativas dentro y fuera de la Iglesia, que se suman así a los retos internos y externos que esperan al nuevo pontífice y le obligarán a adoptar una visión más global y actualizada del catolicismo si quiere ser ese papa todavía inédito que corresponde al tercer milenio.



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13 de marzo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Quién ha disparado?

Las nuevas guerras, que ya están aquí desde hace tiempo, a veces ni siquiera confiesan que lo son: véanse las recientes acusaciones a China de ataques cibernéticos a Estados Unidos. Una de las mayores novedades que nos ofrecen es que en muchos casos tampoco se conoce la identidad de quien ataca.

Es evidente cuando se trata de armas meramente digitales, virus y gusanos que penetran los ordenadores del enemigo, captan sus contraseñas, chupan sus programas y preparan ataques masivos que podrían llegar a paralizar una empresa o un país. No sabemos si las manejan agentes públicos de un Estado o privados, subcontratados o vinculados a empresas o a grupos delincuentes. Tampoco si persiguen objetivos económicos, directamente militares o ambos a la vez.

También sucede con otro tipo de armas sigilosas, como son los drones o aviones no tripulados, que tanto realizan labores de espionaje como efectúan ataques letales, como ocurrió hace un mes en Warizistán, la zona tribal de Paquistán, donde un par de disparos efectuados desde drones liquidaron a nueve personas, dos de las cuales dirigentes de Al Qaeda. Como en otras ocasiones, el ministerio de Asuntos Exteriores paquistaní presentó la rutinaria protesta ante la embajada de Estados Unidos en Islamabad. La novedad del caso, según Declan Walsh, jefe de la oficina del New York Times en dicha ciudad, es que nadie en Washington admite que se haya efectuado estos ataques y se insinúa, incluso, que son los propios paquistaníes quienes podrían haber efectuado los disparos.

Hay jugosos antecedentes del caso. Uno de los más famosos cables de la filtración de Wikileaks, en diciembre de 2010, descubrió que el ex presidente de Yemen Ali Abddulá Salé había alcanzado un acuerdo secreto con Washington que permitía efectuar acciones aéreas contra Al Qaeda en su territorio pero atribuía a su fuerza aérea todos los bombardeos que efectuaba el ejército de Estados Unidos.

Los paquistaníes tienen todos los motivos para pensar que los drones son estadounidenses, a la vista de los antecedentes. En la zona tribal se han producido al menos 300 bombardeos desde 2004, en mayor cantidad con Obama que con Bush. Pero también existen motivos para la ocultación por parte paquistaní. Nada hay más cómodo que jugar a las dos cartas: disimular disparos que convienen a las autoridades paquistaníes, pero luego protestar a Washington, sobre todo si se han producido víctimas inocentes, como sucede con mayor frecuencia de lo que se reconoce.

Washington asegura que no se han producido ataques aéreos de este tipo desde el 10 de enero, en una larga tregua que corresponde precisamente, sea o no casualidad, con el procedimiento de nombramiento del nuevo jefe de la CIA y hasta ahora cerebro de los ataques con drones en la Casa Blanca, John O. Brennan, y sus comparecencias previas obligatorias ante el Congreso para responder a las demandas de los congresistas, principalmente sobre la autorización para eliminar por orden presidencial a ciudadanos estadounidenses implicados en actividades terroristas.

No puede descartarse, ni siquiera, que uno de los disparos se haya producido en una disputa entre talibanes paquistaníes, pero no con drones sino en un bombardeo convencional, puesto que no existe constancia de que puedan dotarse de momento de una tecnología tan sofisticada. En todo caso, la democratización de los siniestros drones, hasta que caigan en manos de Estados gamberros e incluso privadas, solo es cosa de tiempo, si efectivamente no se ha producido ya en esta zona tribal donde Al Qaeda tiene su principal refugio.



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11 de marzo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Chávez, en su mausoleo

Es una de las grandes paradojas de la izquierda autoritaria. Combate la religión y la teocracia, pero termina convirtiéndose en culto religioso y en teocracia. Los antecedentes citados por Nicolás Maduro lo avalan: Lenin, Mao, Ho Chi Minh? Se olvidó de Kim Il Sung. La sorpresa es que sea una izquierda que se dice del siglo XXI la que opte por esa religión del pueblo, en la que el líder carismático es ofrecido a las oraciones de los fieles en carne embalsamada para toda la eternidad.

Lo más interesante del viaje que ahora empieza es que el cadáver de Chávez en ascenso se puede cruzar con el de Mao en descenso en su cotización religiosa ante las masas populares. Muchos son los observadores que pronostican para esta década la retirada del mausoleo del Gran Timonel, que ahora ocupa el centro de la plaza de Tiananmen en el corazón de Pekín. El buen presagio surge de la llegada del nuevo líder Xi Jinping al poder en los mismos días en que Chávez se despide. El día en que China mande a Mao al infierno habrá llegado al fin la libertad para los chinos. Tal es la fuerza del talismán expuesto en el ombligo de la República Popular.

Lo mismo sucederá con el cadáver de Chávez, elevado al altar del culto revolucionario patrio después de su martirio crístico en La Habana, por causa del virus imperialista, en una operación que tiene tanto fondo estratégico e ideológico como cálculo oportunista y tacticista. El culto a Chávez es la forma política que adopta la perpetuación del chavismo a través de Nicolás Maduro, sucesor designado por el propio Chávez por encima y al margen de la Constitución. La Operación Mausoleo, de inconfundible matriz bolchevique, viene aconsejada por un sabio conocimiento de la historia del socialismo real que solo en Cuba se mantiene con vigor. Lenin fue embalsamado, su cerebro extraordinario troceado en láminas para su estudio por la ciencia y el culto organizado en la Plaza Roja de Moscú, en una maniobra de Iósif Stalin para consolidar su poder personal por encima de la entera vieja guardia revolucionaria, León Trotski incluido.

Populismo es una palabra corta y simple. No sirve. La gestión de la enfermedad de Chávez, las elecciones del 7 de octubre ganadas ampliamente en una tregua del cáncer, la rápida recaída que impidió la toma de posesión, el nombramiento de Maduro como sucesor, señalan al difunto embalsamado como una pieza fundamental del formidable golpe chavista. Del cadáver santo emana el nuevo poder bolivariano que se perpetúa, y no precisamente de la Constitución promovida por el mismo Chávez, de cuyas cláusulas sucesorias podía deducirse cualquier cosa menos el dedazo con el que Maduro ha obtenido el poder supremo y todas las herramientas para ganar las elecciones y perpetuarse en el poder quién sabe si a imitación del padrecito de los pueblos.



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9 de marzo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El Príncipe y la Fortuna

El vacío es enorme. Un gran actor acaba de desaparecer del escenario político internacional. Este hombre ha dado horas de gloria al espectáculo de la política, un blasón que pocos profesionales pueden lucir en esta época más bien gris y desangelada. Y las ha dado más por sus cualidades personales, sobre todo la espontaneidad y viveza torrencial de su verbo fácil que por sus ideas o por una meditada estrategia. Es más virtuosismo que guion, más calidad actoral que dirección, más instinto que inteligencia, aunque esta tampoco le ha faltado a la hora de alcanzar el poder, y sobre todo de mantenerlo y de concentrarlo en sus manos.

Tenía dos virtudes básicas en un político: instinto y voluntad de poder. Sin instinto no se puede aprovechar la oportunidad, el regalo que la fortuna proporciona en dosis variables pero que solo unos pocos saben utilizar cuando se recibe. Sin voluntad de poder no se puede dar un golpe militar, sobrevivir a otro, ganar cuatro elecciones, un referéndum revocatorio y otro de reforma constitucional, para terminar políticamente invencible en la cama, abatido solo por la enfermedad y no por el enemigo, a pesar de la fantasía sobre un cáncer inducido por Estados Unidos lanzada por el vicepresidente Nicolás Maduro.

Maquiavelo describió el momento crucial en que se encuentran el Príncipe y la Fortuna. En el caso de Hugo Chávez se produjo por primera vez el 3 de febrero de 1992, en el desenlace del golpe militar encabezado por el coronel contra el presidente Carlos Andrés Pérez. Sus biógrafos Cristina Marcado y Alberto Barrera Tyszka dicen de su actuación que convirtió "un mal golpe de Estado en el mejor anuncio publicitario de la década" (Hugo Chávez sin uniforme. Una historia personal, Debate). Su carisma y su mito son hijos directos de la buena suerte y de los reflejos en aquella madrugada de fracaso y derrota.

Aquel lunes Chávez parece el coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero poco más de diez años antes en Madrid. Está al mando de un batallón de paracaidistas, 440 soldados, a los que embarca en seis autobuses sin "tener la menor idea de que son conducidos a una sublevación, en la que sus superiores pretenden que se jueguen la vida por un proyecto político que ignoran por completo", según cuentan Marcado y Tyszka.

La suerte de unos es la desgracia de otros. Carlos Andrés Pérez supo moverse a toda prisa, intervino tres veces en televisión y, sobre todo, no se dejó apresar por los golpistas. Pero cometió dos errores, una vez ya era evidente el fracaso del golpe. Mandó a un general amigo de Chávez a negociar su rendición, el equivalente del general Armada, que le garantizó unas condiciones de entrega favorables, sin desarmarle previamente ni esposarle, tal como había ordenado el presidente, y probablemente con tiempo para hacer llamadas y destruir pruebas y rastros. Y luego permitió que se dirigiera a los comandantes que todavía no se habían rendido por la televisión nacional en directo y sin censura.

Las palabras de Chávez han pasado a la historia, porque en vez de una rendición se convirtieron en una reivindicación y una promesa: "Primero que nada quiero dar los buenos días al pueblo de Venezuela, y este mensaje bolivariano va dirigido a los valientes soldados que se encuentran en el regimiento de paracaidistas de Aragua y en la brigada blindada de Valencia. Compañeros: lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital". A ese amenazante 'por ahora' que ha pasado a la historia se suma la personalización y reivindicación de la entera responsabilidad del golpe, que le convierten en el candidato a caudillo que esperaba al menos una parte de la izquierda.

Así empieza Chávez, en directo ante las cámaras y sin papeles. Así construirá toda su carrera presidencial y su carisma, con las dotes de improvisación de los grandes profesionales de la escena: como el actor que supo ser y no como el fracasado militar golpista que también era. Y así termina también, en un despliegue de medios escenográficos para representar su desaparición, casi martirio, como un nuevo avatar milagroso de la historia bolivariana, en el que combaten el bien y el mal y prevalece el pueblo fundido con su líder fallecido. Eso dice su último tweet del 18 de febrero (4'1 millones de followers): "Sigo aferrado a Cristo y confiado en mis médicos y enfermeras. Hasta la victoria siempre! Viviremos y venceremos!!".

Una vez pase el luto, con las elecciones oportunamente de por medio, el escenario sin ese actor queda vacío. Así es el poder personal, por encima de leyes e instituciones, aunque tenga su origen en las urnas. Cuando muere un caudillo cae un pesado y oscuro telón de incertidumbre que se declina de distintas formas: la sucesión, el legado, la continuidad, la estabilidad, el futuro... Y según una fórmula históricamente comprobada: a más caudillo, mayor la incertidumbre.



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7 de marzo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ni hablar

Esa es la respuesta. No hay nada que hablar. Las cosas son como son y todo debe quedarse tal como está.

¿Preguntar a los ciudadanos? No hay nada que preguntar. Se empieza preguntando y se termina cediendo. Se empieza por cuestiones intrascendentes y se termina tocando lo más sagrado. Preguntar es ofender.

¿Derecho a decidir? ¿A decidir qué? No hay derecho alguno a decidir nada. A las urnas cada cuatro años y luego a callar y obedecer. Así es nuestra democracia, representativa por supuesto. Y luego, ¿a decidir quiénes? No será la parte o la minoría la que va a decidir por el todo o la mayoría. Aquí solo decide quien ya tiene el poder. Y quien tiene el poder jamás lo va a soltar.

¿Una consulta legal? Ni legal, ni niño muerto. Hasta aquí podíamos llegar. La presunción es de ilegalidad, no de legalidad, por más que se declare y se proteste en sentido contrario. Consulta y legal son términos antitéticos. No será nunca legal porque no lo permitiremos. Al final quien dice lo que es el legal es quien hace la ley, y luego la trampa.

¿Una consulta pactada? Eso es humor del fino. ¿Cómo puede ser pactada si una de las partes se niega a pacto alguno del tipo que sea? Jamás vamos a pactar que se consulte a alguien sobre un futuro que no queremos.

¿La consulta como culminación del proceso de diálogo y de negociación? Todavía más fácil: eliminamos el proceso y ya no hace falta consulta. Por eso no tiene sentido ni hablar ni escuchar.

¿Y entonces? Por encima de todo está la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, principio que transitó intocado desde los Principios Fundamentales del Movimiento hasta la Constitución democrática y que ahora se ha convertido para algunos en la quintaesencia constitucional. Quien se desvíe un milímetro de estos principios o sea objeto de dudas y vacilaciones, sea Francisco Rubio Llorente, Pere Navarro, Martín Rodríguez Sol o el lucero del alba, será anatema y condenado a la hoguera de la nueva inquisición española. ¡Ea!



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5 de marzo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cinco motivos del plebiscito suizo contra los altos salarios

No es fácil fabricar mayorías cualificadas, y menos en consultas populares, con frecuencia resueltas por unos pocos puntos de diferencia. Este tipo de mayorías suelen aglutinarse alrededor de temas muy sensibles, en los que se juntan muchas y diferentes cuestiones relevantes para la sociedad. Algo así es lo que obligatoriamente cabe imaginar que ha sucedido en el referéndum suizo sobre la percepción de remuneraciones abusivas por parte de los dirigentes de las grandes empresas cotizadas en bolsa.

Un 67?9 por ciento de los votantes, con amplias mayorías en todos y cada uno de los 26 cantones, ha decidido limitar la percepción de salarios y bonus por parte de los directivos así como la imposición de penas de cárcel y multas a quienes vulneren la legislación, aprobando así una iniciativa legislativa popular (ILP) que viene recogiendo las 100.000 firmas necesarias desde hace seis años por iniciativa de Thomas Minder, empresario y senador suizo cuya familia perdió 400.000 euros en la quiebra de Swissair, a la vez que Mario Corti, su máximo ejecutivo se embolsaba 10 millones de euros de prima.

Son al menos cinco las cuestiones que cabe notar en la movilización de los ciudadanos en favor de esta iniciativa. En primer lugar, la identificación con un sistema político funcional que incluye la democracia directa y referendaria como uno de los mecanismos legislativos a disposición de los ciudadanos. En segundo lugar, la revuelta contra la desigualdad económica que permite fijar sueldos desproporcionados a los directivos mientras se abate la miseria sobre los accionistas en perfecta correspondencia con lo que está sucediendo en el conjunto de la sociedad. En tercer lugar, la idea de que la empresa también es el territorio de la democracia: la nueva legislación obliga a las empresas a sustraer de los consejos de administración las decisiones sobre las remuneraciones de los directivos y las traslada a las asambleas de accionistas. En cuarto lugar, la idea de que el capitalismo debe ser regulado y que pueden ser los propios ciudadanos quienes deben hacerlo. Y en quinto y último lugar, la protesta contra unas elites empresariales que en el caso de Suiza se hallan tan distanciadas de los ciudadanos como lo están las elites políticas y financieras en toda Europa.



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4 de marzo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ventriloquia

La principal condición que impone Oriol Junqueras para apoyar los presupuestos de la Generalitat de 2013 es que Artur Mas cargue sobre Mariano Rajoy todas las culpas de los nuevos recortes. Es una condición algo extraña, porque el gobierno de Convergència se ha venido entregando a este ejercicio de proyección de responsabilidades desde hace mucho tiempo, antes incluso de las elecciones, y lo ha hecho además con enorme dedicación y esfuerzo, tanto por parte de sus diputados y responsables políticos como de sus medios de comunicación y comentaristas afines, aunque aparentemente el líder de Esquerra no los aprecie o valore suficientemente.

El señor Junqueras, sin embargo, cree que debe hacerlo más y mejor, es decir, que Artur Mas debe ser más insistente e incluso, según ha dicho, más convincente. La fórmula de Junqueras es nítida y sin matices: el gobierno catalán no tiene margen alguno de actuación y si hay recortes es por la entera culpa de los gobiernos de España, que expolian a Cataluña, no pagan lo que le deben y gradúan la liquidez sádicamente para paralizar su autogobierno, de forma que no hay más que despejar esta ecuación, naturalmente de primer grado, para que dé como resultado la independencia.

Hasta ahora, Junqueras había conseguido que Mas cambiara de programa de gobierno, pero está visto que quiere elevar el nivel de sus exigencias y CiU debe obedecer si no quiere quedarse en minoría a la hora del voto presupuestario y obligada a buscar otra mayoría parlamentaria o ir a una disolución precipitada para regresar a la urnas a los pocos meses de haber acudido a ellas. Junqueras es un tipo calmado y frío, pero el tono y la reiteración de sus advertencias no ofrecen lugar a dudas y recuerdan a CiU quién manda aquí. No le basta con que Mas sea menos business friendly y encuentre el vacío del empresariado, la incomprensión de la prensa anglosajona e incluso sea escasamente atendido internacionalmente: véase como responsables de Flandes y Gales han echado sendos jarros de agua fría sobre un independentismo que constituye novedad también para esos amigos europeos de CiU que frecuentan el Palau de la Generalitat. Ahora Junqueras quiere ir más lejos y trata de conseguir que Artur Mas diga las cosas tal como a él y a su partido les interesa. Más gráficamente, que uno hable por boca del otro, Junqueras ejerciendo de ventrílocuo y Mas de muñeco parlante.

No hay reacción alguna en Convergència a estas exigencias y admoniciones, aunque se percibe perfectamente cómo van obedeciendo sumisamente sus dirigentes a las consignas impartidas por Junqueras. Quizás llegarán incluso a ponerse a la cabeza de las protestas contra los recortes a la vez que siguen con los recortes. Durán i Lleida es el único que no está por la labor, y así le va, recibiendo críticas y desaires incluso desde las filas de su coalición. Su diagnóstico es tan devastador como preciso. CiU está perdiendo la centralidad a ojos vista, porque no domina en ninguno de los dos ejes que definen el mapa catalán: en el eje social son el partido de los recortes, mientras ERC puede criticarlos desde la oposición; y en el eje nacional, de nuevo es ERC quien se sitúa en la posición de ventaja y "capitaliza mucho mejor nuestro propio discurso soberanista".

Hay una nueva centralidad política, tal como se han ocupado de explicar Mas y sus amigos, pero el problema es que no son precisamente ellos los que la ocupan ni la lideran. Con la coartada autoindulgente del liderazgo plural, al parecer dictado por las urnas, Artur Mas enmascara la pérdida del control sobre su espacio político y el sometimiento a la agenda, el ritmo temporal y los argumentos de Junqueras. "Nosotros mismos les hemos dado legitimidad", asegura Duran en la entrevista de ayer a Neus Tomàs y Fidel Masreal en El Periódico, en la que no se ahorra críticas a ERC por su incapacidad de gobernar y sus desaguisados en la etapa del tripartito.

Las advertencias de Junqueras llegan en la semana grande de Pere Navarro, entre las declaraciones sobre la abdicación del Rey y el voto del PSC en Madrid por primera vez en dirección contraria al del PSOE, en coherencia con su programa y con lo que vota en Barcelona. Junqueras aprieta el cuello de Artur Mas precisamente cuando acaba de llegarle una bocanada de oxígeno desde el socialismo catalán.



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4 de marzo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Europa al revés

No es Europa lo que nos falta. Tenemos Europa. Mucha. Nunca habíamos tenido tanta en nuestra historia. Pensamos como europeos, sobre todo fuera de Europa, y nuestras identidades regionales o nacionales no niegan la identidad europea, ni se niegan entre ellas, sino que se refuerzan. Europa es un éxito descomunal, insólito en nuestra historia violenta. La idea de que nunca más habrá guerra entre nosotros está anclada profundamente en nuestras sociedades. También es un éxito económico, a pesar de las amarguras de esta crisis, sobre todo para los países mediterráneos. Pero es un éxito porque hay que fijar bien el punto comparativo de partida, que no es la burbuja de falsa prosperidad de finales de los noventa y principios del siglo XXI, sino el campo de ruinas y muerte de donde salió el proyecto europeo.

Los valores compartidos por los europeos, la paz y la libertad, la democracia y el Estado de derecho, la igualdad y la solidaridad, los derechos humanos y la tolerancia, han creado el espacio para la república europea. Es un espacio donde se penaliza a los fanáticos y a los ideólogos que enfrentan a pueblos y países unos contra otros. No hay nación europea alguna, vieja o nueva, ninguno de los 27 Estados que puedan vivir y crecer sin el consentimiento de sus ciudadanos. Y no hay integración europea que pueda hacerse a espaldas de los ciudadanos, es decir, sin su consentimiento.

No hay que echar a nadie de esa Europa en construcción. Necesitamos a los británicos. Su tradición parlamentaria, su pragmatismo, su coraje militar. Más Europa no es una Europa sin Reino Unido. Más Europa no es una Europa alemana o sometida al diktat de los alemanes. Más Europa es una Alemania plenamente europea en la que nadie provoque o humille a los otros socios.

Cosas así o parecidas dijo hace pocos días un político alemán, el presidente de la República, Joachim Gauck. Su discurso pronunciado en Berlín el 22 de febrero, a un año de su elección, es la otra cara de la mala luna europea, la respuesta a los silencios y a la sequedad europeístas de la canciller Angela Merkel. El presidente casi no tiene poder, excepto el poder formidable de la palabra.

No todo lo que dijo Gauck, predicador de profesión, halagó los oídos de su audiencia. También habló de la crisis de confianza, los desequilibrios entre quienes dan y quienes reciben o entre derechos y deberes, el hastío ante la burocracia y la regulación o el sentimiento de que Europa se construye a espaldas de la gente y sin escuchar su voz. Y tuvo la osadía de decir, en alemán, que el inglés debiera ser la lengua europea para el espacio público compartido en un continente donde todos deberemos hablar al menos dos lenguas. Ideas discutibles y para la discusión europea, pero profundamente comprometidas con Europa. Si queremos más y mejor Europa, necesitamos más Gaucks.



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2 de marzo de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Populismos

No todos los populismos son iguales. Ni siquiera todos los populismos son igual de nocivos. Más aún: hay sistemas políticos, perfectamente democráticos, incluso entre los más democráticos del mundo, en los que no se puede concebir una campaña electoral o simplemente la acción política sin alguna dosis de populismo. Hay un populismo totalitario y xenófobo, pero también hay un populismo democrático y cosmopolita. Hasta tal punto es así que democracia y populismo suelen ir de la mano. El populismo busca vencer en las urnas y tiene pocos instrumentos mejores que las urnas para expresarse.

Al final, es siempre una reacción contra las élites. En ocasiones por motivos espurios o ante unas élites literalmente inventadas. Fue el caso del nazismo con la conspiración judía universal. Pero en otras por motivos bien tangibles y racionales, ante unas élites encastilladas en sus privilegios, que se niegan a negociar concesión alguna. Este es el populismo de Beppe Grillo y de sus estridentes expresiones contra la casta política italiana.

Cuando se dice que dos populismos, uno de derechas y otro de izquierdas, han conducido a la ingobernabilidad de Italia, nos acogemos a un mensaje simplificador, en blanco y negro, que lo amalgama todo. Es lo mismo que sucede con el euroescepticismo. Hay un euroescepticismo de derechas, como es el británico, que quiere menos Europa, cuanta menos mejor, como hay un euroescepticismo de izquierdas, más hastiado que escéptico, que rechaza la política de austeridad a toda costa, sobre todo cuando en nada ayuda a que repunte el crecimiento y la creación de puestos de trabajo, pero que estaría encantado con más Europa, si Europa significara políticas sociales y crecimiento.

Este rechazo a la política europea realmente existente no es en realidad un rechazo a Europa, sino a la Europa de Angela Merkel y a la sumisión de la Comisión a la Europa de Angela Merkel. Y conjuga muy bien con una casi obligada dosis de populismo: en Italia, como en España, se aprueban las medidas de rigor en un plisplas, incluso cuando hay que realizar reformas legales en profundidad, hasta tocar la Constitución, pero no hay manera de mover el statu quo o de sacar ni un solo privilegio a la casta política.

Rechazo de la Europa del rigor y de la recesión y rechazo de unas élites políticas que se perpetúan en el poder y sacan provecho personal de la representación de los ciudadanos, con las dosis estratosféricas de corrupción incluidas. Esto es el Movimiento 5 Estrellas (M5E) que acaba de triunfar en Italia, un fenómeno muy italiano pero que sintoniza perfectamente con lo que está sucediendo en el conjunto de Europa.

Es evidente que algo así no gusta a los mercados. Tampoco a la Comisión Europea, que acogió con glacial sequedad los resultados. Tampoco hay entusiasmo alguno en los grandes medios de comunicación, que recibieron con graves y solemnes palabras las noticias electorales. ¿Ingobernable Italia? Vamos a verlo ahora. Con esos bueyes hay que arar y los italianos suelen ser muy buenos arando en los pedregales políticos.

La responsabilidad, en todo caso, no es de los votantes, ni menos de los electores del M5E, sino de quienes han tenido las palancas del poder hasta ahora, Mario Monti incluido, y no han sido capaces de hacer buen uso de ellas, hasta perderlas en el último envite electoral. Gritar ahora populismo, populismo y demagogia, demagogia, sirve para poco, o incluso sirve para aumentar el divorcio entre esas élites en retroceso, casi derrotadas, y el movimiento en ascenso. Hay que tomar nota de la temible modernidad del fenómeno. Sobre todo quienes quieran aprender la lección para no verse arrollados por fenómenos similares en otros países, España sin ir más lejos. El M5E responde a un cambio generacional. El 40% de los jóvenes les han votado. Sus diputados y senadores son los más jóvenes de las dos Cámaras. Han colocado a más mujeres que nunca en el Parlamento. Pertenecen a unas cohortes de edad que no se sienten representadas por la vieja política.

Como corresponde al cambio generacional, hay también un cambio tecnológico y social de por medio. Estos jóvenes votantes y sus representantes utilizan las redes sociales, que se han convertido en instrumentos de difusión del poder y por tanto en medios democratizadores. La sociedad política se hace más horizontal, menos jerárquica, organizada de forma descentralizada y en red. Está en ruinas la mediación política tal como la hemos conocido, a través de grandes estructuras partidarias e ideológicas que secuestran fácilmente la voluntad de los ciudadanos. El M5E es parte del cambio geopolítico que está transformando el mundo y lo grave de la vieja cultura política es la sorpresa con que ha recibido su aparición de la noche a la mañana como árbitro parlamentario y por tanto como vencedor en las urnas. No es antipolítica, es una nueva forma de hacer política.



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28 de febrero de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Conciencias tranquilas

Tengo la conciencia tranquila. Así se oye una y otra vez de boca de sospechosos, imputados, enjuiciados y puede incluso que de condenados. Estamos en una época de tranquilidad de las conciencias. En la superficie todo se agita, pero las conciencias están conformes y serenas, satisfechas del comportamiento de sus propietarios.

Los tribunales dirán lo que quieran. No hablemos ya de la prensa. Ni siquiera dejaremos margen para las evidencias, esa prueba que se exhibe bajo la luz del sol y a la vista de todos. Lo único importante es la tranquilidad de conciencia. La democracia ha llegado hasta aquí: la única ley moral que sigo es la que yo invento e improviso para mi conciencia. El totalitarismo está ya a mano de todos y cada uno de esos sujetos individualistas que solo atienden a una conciencia cómoda y adaptable, la suya, única soberana y señora.

Hemos conocido épocas y generaciones enteras habitadas por la intranquilidad y la agitación, por el complejo de culpa, por la mala conciencia en definitiva. Su tiempo ya pasó. Poco tienen que hacer en este mundo nuevo donde nada hay más eficaz que las adaptadas buenas conciencias de antaño o la fórmula todavía más útil de las conciencias ausentes de hogaño. Entonces había doblez e hipocresía, hoy mero cinismo y desvergüenza.

Quien busque explicaciones para la corrupción puede encontrarlas en la extendida e impudorosa apelación a la conciencia por parte de quienes se ven implicados. El juez último y mayor que es la propia conciencia no me condena, nos dicen; por tanto, de nada valen las condenas que puedan pronunciar otros jueces y menos todavía los jueces sin títulos que son los periodistas que pregunta e inquieren.

De ahí que cada vez que alguien nos diga que tiene la conciencia tranquila debemos entenderlo como reconocimiento de una culpa que confiesa que no se dejará atrapar; que evitará incluso acogerse a la última salvación moral del culpable mediante algún arrepentimiento y reparación. Las numerosas conciencias tranquilas de nuestro tiempo son las carpas felices que chapotean en la charca podrida de la corrupción como sistema.



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25 de febrero de 2013
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El Boomeran(g)
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