
Eder. Óleo de Irene Gracia
Lluís Bassets
No todos los populismos son iguales. Ni siquiera todos los populismos son igual de nocivos. Más aún: hay sistemas políticos, perfectamente democráticos, incluso entre los más democráticos del mundo, en los que no se puede concebir una campaña electoral o simplemente la acción política sin alguna dosis de populismo. Hay un populismo totalitario y xenófobo, pero también hay un populismo democrático y cosmopolita. Hasta tal punto es así que democracia y populismo suelen ir de la mano. El populismo busca vencer en las urnas y tiene pocos instrumentos mejores que las urnas para expresarse.
Al final, es siempre una reacción contra las élites. En ocasiones por motivos espurios o ante unas élites literalmente inventadas. Fue el caso del nazismo con la conspiración judía universal. Pero en otras por motivos bien tangibles y racionales, ante unas élites encastilladas en sus privilegios, que se niegan a negociar concesión alguna. Este es el populismo de Beppe Grillo y de sus estridentes expresiones contra la casta política italiana.
Cuando se dice que dos populismos, uno de derechas y otro de izquierdas, han conducido a la ingobernabilidad de Italia, nos acogemos a un mensaje simplificador, en blanco y negro, que lo amalgama todo. Es lo mismo que sucede con el euroescepticismo. Hay un euroescepticismo de derechas, como es el británico, que quiere menos Europa, cuanta menos mejor, como hay un euroescepticismo de izquierdas, más hastiado que escéptico, que rechaza la política de austeridad a toda costa, sobre todo cuando en nada ayuda a que repunte el crecimiento y la creación de puestos de trabajo, pero que estaría encantado con más Europa, si Europa significara políticas sociales y crecimiento.
Este rechazo a la política europea realmente existente no es en realidad un rechazo a Europa, sino a la Europa de Angela Merkel y a la sumisión de la Comisión a la Europa de Angela Merkel. Y conjuga muy bien con una casi obligada dosis de populismo: en Italia, como en España, se aprueban las medidas de rigor en un plisplas, incluso cuando hay que realizar reformas legales en profundidad, hasta tocar la Constitución, pero no hay manera de mover el statu quo o de sacar ni un solo privilegio a la casta política.
Rechazo de la Europa del rigor y de la recesión y rechazo de unas élites políticas que se perpetúan en el poder y sacan provecho personal de la representación de los ciudadanos, con las dosis estratosféricas de corrupción incluidas. Esto es el Movimiento 5 Estrellas (M5E) que acaba de triunfar en Italia, un fenómeno muy italiano pero que sintoniza perfectamente con lo que está sucediendo en el conjunto de Europa.
Es evidente que algo así no gusta a los mercados. Tampoco a la Comisión Europea, que acogió con glacial sequedad los resultados. Tampoco hay entusiasmo alguno en los grandes medios de comunicación, que recibieron con graves y solemnes palabras las noticias electorales. ¿Ingobernable Italia? Vamos a verlo ahora. Con esos bueyes hay que arar y los italianos suelen ser muy buenos arando en los pedregales políticos.
La responsabilidad, en todo caso, no es de los votantes, ni menos de los electores del M5E, sino de quienes han tenido las palancas del poder hasta ahora, Mario Monti incluido, y no han sido capaces de hacer buen uso de ellas, hasta perderlas en el último envite electoral. Gritar ahora populismo, populismo y demagogia, demagogia, sirve para poco, o incluso sirve para aumentar el divorcio entre esas élites en retroceso, casi derrotadas, y el movimiento en ascenso.
Hay que tomar nota de la temible modernidad del fenómeno. Sobre todo quienes quieran aprender la lección para no verse arrollados por fenómenos similares en otros países, España sin ir más lejos. El M5E responde a un cambio generacional. El 40% de los jóvenes les han votado. Sus diputados y senadores son los más jóvenes de las dos Cámaras. Han colocado a más mujeres que nunca en el Parlamento. Pertenecen a unas cohortes de edad que no se sienten representadas por la vieja política.
Como corresponde al cambio generacional, hay también un cambio tecnológico y social de por medio. Estos jóvenes votantes y sus representantes utilizan las redes sociales, que se han convertido en instrumentos de difusión del poder y por tanto en medios democratizadores. La sociedad política se hace más horizontal, menos jerárquica, organizada de forma descentralizada y en red.
Está en ruinas la mediación política tal como la hemos conocido, a través de grandes estructuras partidarias e ideológicas que secuestran fácilmente la voluntad de los ciudadanos.
El M5E es parte del cambio geopolítico que está transformando el mundo y lo grave de la vieja cultura política es la sorpresa con que ha recibido su aparición de la noche a la mañana como árbitro parlamentario y por tanto como vencedor en las urnas. No es antipolítica, es una nueva forma de hacer política.