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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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Otro Davos es posible, y además existe

Hay dos Davos. La cumbre elitista de la opulencia global, del pensamiento único y de la política inútil es el más conocido y denostado, el que suscita manifestaciones y juicios adversos y a la postre la organización de foros alternativos. Pero hay otro Davos, algo más discreto pero infinitamente más vibrante y vital, mucho más inventivo e inteligente, en el que hay científicos, pequeños empresarios, intelectuales e incluso organizadores sociales. Este Davos, hay que decirlo, merece la pena, incluso en este año de depresión y desorientación del Davos convencional debido a la recesión mundial que se nos ha caido encima. Ayer por la noche y esta mañana he podido hacer una pequeña incursión a esta cumbre que es realmente el paraíso para la curiosidad periodística. 

Después de esuchar ayer a Putin tenía marcado en mi agenda una cena con un título curioso: "El poder para el pueblo. La política en la era de Internet". El primer ministro ruso había ofrecido una imagen más suave, menos arisca, de los acostumbrado. Todos vamos en el mismo barco. Como Wen Jiabao, el responsable ruso se ofrece a Obama para reorganizar el mundo. Lanzó menos dardos de lo acostumbrado y se permitió criticar a los gobiernos intervencionistas que aprovechan la crisis para intensificar su manoseo sobre la economía. También le dio un corte al presidente de Dell que se ofreció a Rusia para ayudarla en el desarrollo informático: Rusia no necesita ayuda de ningún tipo, aseguró.

El contraste era fuerte. Después de la exhibición de modos convencionales de la tarde, por la noche me encontré con un debate riquísimo sobre el uso de las tecnologías en las campañas electorales y en las nuevas formas de hacer política. El centro del debate fue, como no podía ser de otra forma, Barack Obama y su cambio, que no es únicamente político sino integral, de formas, de generación, y de tecnología. Entre los ponentes, Arianna Huffington, la bloguera nortamericana más famosa, Moises Naim, director de Foreign Policy y columnista en El País e Irene Khan, la secretaria general de Amnistía Internacional.

No puedo hacer ahora un resumen completo de la discusión, pero sí señalaré algunas de las ideas más impactantes. Las nuevas formas de participación que permite la tecnología producen un efecto sobre las instituciones similar a los movimientos juveniles del 68. Regresa la idea de que es posible una cierta forma de participación democrática directa, un regreso al ágora ateniense (esto le gustó especialmente a Arianna, que nació en Atenas). Los ciudadanos son productores de información, no consumidores pasivos, algo que debe conducir a una seria reflexión a los periodistas. Hay también interrogantes sobre esta evolución: la democracia representativa exige partidos políticos; mejorar la conversación democrática y la transparencia no debe significar un modelo de relación directa entre el líder y los ciudadanos: siempre es sospechoso y preocupante.

Enlaza este debate con el que acaba de terminar ahora y que he ido siguiendo en twitter mientras estaba físicamente en otros debates. Hay enviados especiales que están twiteando, reporteando online, a través de este fantástico soporte: una especie de sms de 15 palabras que se difunde en red (recomiendo a quien no lo haya experimentado que no tarde en conocerlo). Es peligroso el mundo de la multitarea y de la multiatención, pero Davos lo exige. Mientras estaba en el Laboratorio de Ideas del MIT y luego en la conferencia de prensa de Ban Kimoon sobre Gaza, se producía un fantástico debate sobre el futuro de la prensa escrita en el que participaban Steve Forbes o Lionel Barber. Hay que decir que aquí están todas las alarmas en rojo. Se van a perder puestos de trabajo a montones y va a empezar una transición llena de dudas y temores. 

Reproduzco algunos "nanoreportajes" Justo de hace una hora: "Jarvis: Si no cambiamos el periodismo habrá que dejarlo en el museo". "Forbes: la gente quiere saber qué significan las noticias. Pagarán más por noticias que no sean una mera commodity". El tema central es cómo financiar el periodismo de calidad. Parece que hay consenso sobre su futuro, pero no tanto sobre cómo financiar la excelencia. Hay quien piensa en fundaciones, en periodismo sin publicidad ni beneficios. El debate está abierto y Davos, como casi siempre, toca los puntos más sensibles de nuestra sociedad cambiante. Seguiremos: me gustaría contar los extraordinarios inventos del MIT en medicina y la situación trágica que atraviesa Gaza y que el secretario general de NNUU quiere paliar con un plan de inversiones especial. Veremos si me alcanza el tiempo.



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29 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Soros, Wen Jiabao, Putin

Escribo entre la intervención de Wen Jiabao y la de Putin. Esta es la cumbre del resto, las potencias que han ido acumulando ambición mientras Bush creía instalarse en el siglo americano de la superpotencia única. Antes, a mediodía, he podido almorzar a toda prisa mientras Soros hacía la suya. Está claro que la economía mundial, ya en recesión, está averiada. Como mi ordenador. El disco duro está irremediablemente maltrecho. En mi caso tiene remedio: Rosa Jiménez, que se ocupa de los blogs de El País, corregirá este texto antes de que lo lean los lectores. En el caso de la economía global el problema va mucho más lejos y no basta con resolver una cuestión ortográfica. Mi ordenador es un buen reflejo de cómo somos y nos van las cosas, siempre detrás en tecnología, algo que se convierte en hiriente en un lugar de punta como es el WEF.

Soros cree que esta crisis financiera es igual o mayor que la de los años 30. La mitad de los negocios financieros mundiales desaparecerá. El financiero que se cargó el sistema monetario europeo en 1992 aparece ahora como uno de los pocos visionarios que la vieron llegar. Él modestamente lo niega, y asegura que no pudo prever estas 36 horas de septiembre que terminaron con la banca financiera de Wall Street y sobre todo el colapso de Lehmann Brothers. Lo que sí señaló fue la superburbuja y la eventualidad de un superestallido: es decir, sí lo vio venir. Es lo que ha ocurrido. Sólo Nouriel Roubini, de la Universidad de Nueva York, y Robert Shiller, de Yale, aparecen ahora como sabios prudentes que no se dejaron obnubilar por la euforia. Roubini dijo, según el IHT, que la cuestión no era saber si habría un aterrizaje suave o violento, sino cuán violento sería el aterrizaje. Shiller señaló que la burbuja inmobiliaria americana era de tal envergadura que se verían muchos años de caída de precios y de debilidad económica. Esto fue el año pasado. Ahora ya todos lo saben y nadie lo discute. La cuestión es la fecha: ¿Cuándo saldremos? El consenso gira, vaya horror, alrededor de 2012.

Soros evalúa en un billón y medio de dólares la inversión pública que hay que hacer en Estados Unidos para enfrentarse a la recesión. Cree que Bush ha actuado tarde, poco y mal con el primer paquete financiero. No es extraño: estos mismos días llegan noticias sobre el reparto de bonus entre directivos de bancos que han recibido ayudas, ante el escándalo de las opiniones públicas respectivas. Tiene interés atender también a lo que dice sobre las implicaciones internacionales de la crisis, sobre todo en los países periféricos, como los de Europa del este, que él conoce muy bien. La devaluación de sus monedas va a dañar a las familias endeudadas en divisas extranjeras. O en Europa, donde ahora se nota como nunca la falta de un departamento del Tesoro europeo.

Wen Jiabao ha hecho un discurso impecable, de buen alumno que se tiene aprendida la lección. China está muy afecatada por la crisis, ha reconocido. Pero ha hecho sus deberes, que ha detallado de forma interminable, desde política bancaria hasta educación e infraestructuras. Lo que le ha permitido corregir el tiro: la economía china está en buena forma, sus fundamentales están la mar de bien. Para, a continuación, ofrecerse a echar una mano: queremos ayudar a restaurar la confianza, creemos en la confianza, la cooperación y la esperanza. Insuperable en su lengua de trapo. Perfecto.

El invierno se va y la primavera está a la vuelta de la esquina, ha terminado poéticamente: la única concesión retórica en todo el discurso. Ni una sola concesión política, como máximo el 'compromiso con el desarrollo pacífico'. Y cifras, cifras que hay que leer bien, para ver que son preocupantes: 9 por ciento el año pasado, sólo el 6'8 el último trimestre del año, pero confianza en que se llegará, aunque sea muy difícil, al 8 por ciento para 2009. Los agoreros especulan que estará alrededor del 6. Pero el primer ministro chino cree detectar signos, cuantificables, de una pequeña recuperación en diciembre.

Entre todos los que han intervenido hasta ahora es el único que está orientado y es optimista, lo cual no significa que tenga razón. Todo el resto sufre de desorientación y depresión como no se había visto nunca entre quienes guían la economía mundial. ¡Si así están los pastores, cómo estará el rebaño! No creo que Putin, al que voy a oir dentro de un cuarto de hora, pueda cambiar el humor de la reunión, más bien sombrío. Quizás lo haga, en cambio, una magnífica sesión dedicada a las lecciones que pueden sacar los empresarios del Macbeth de Shakespeare.



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29 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La crisis, desde las alturas

Cien años después, el viaje sigue siendo largo. Como el protagonista de Thomas Mann, hay que hacer varios transbordos, en avion y en autobus, en vez del tren, hasta llegar a la gran aldea alpina. Por el camino se estropea el ordenador portatil: veremos como mantener el blog y mandar las cronicas al diario. De momento se han caido los acentos y la letra mas caracteristica del alfabeto espanol. La vigilancia policial es muy seria. La television suiza da razon de tanto control: en las alturas estaran muchos poderosos de este mundo, y en las ciudades y en los valles los manifestantes altermundialistas, una vez mas, y este ano quizas con mas motivos. Jean Ziegler clama ante uno de los directivos del Foro: la mitad de los asistentes el ano pasado debieran estar en la carcel. Alguno ya esta entre rejas.

El tema mas vistoso del Foro sera hoy mismo la recesion, su calibre, su profundidad, su alcance: decididamente mundial? Estaran los asiaticos para contarlo. El primer ministro chino, por ejemplo, responsable de que funcione la mitad de la Chimerica de la etapa de crecimiento que ahora ha terminado. La reunion sobre las 36 horas de septiembre en que se hundio Wall Street y desaparecio la banca de finanzas quedo llena y sin plazas a los tres minutos de abrirse la inscripcion. Hay un juego para los participantes de Davos: comparar lo que se dijo sobre la crisis hace dos anos, cuando era solo cosa de aves de mal aguero; el ano pasado, cuando algunos ya la senalaban sobre nuestras cabezas; y ahora, a ver que diran ahora. A casi todos se les ha quedado la cara como a Solbes y Zapatero.

Pero la estrella del Foro es un personaje y un Gobierno ausentes, que solo ha mandado a un alto consejero y ha dejado muchas sillas vacias. Las noticias, me temo, no estaran en esta parte del mundo. Estaran esta semana, estan, en la otra orilla del Atlantico, en Washington, donde la accion trepidante de Obama en el arranque de sus cien dias ocupa la atencion informativa: el giro radical en politica medioambiental, su discurso al mundo musulman, el viaje de Mitchell a Oriente Proximo. Todo tendra, por supuesto, su reflejo aqui, en los debates y reuniones de Davos, pero me temo que mucho costara llamar la atencion en un mundo ahora magnetizado por el cambio americano.

Intentare contarlo, con frio y sin ordenador portatil. Y perdon por la falta de signos ortograficos, que intentare corregir a lo largo del dia.



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28 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Una nueva era tecnológica y política?

La llegada de Franklin Delano Roosevelt a la Casa Blanca revolucionó muchas cosas. Algunas fueron absorbidas por la normalidad muy de prisa, hasta convertirse en parte del paisaje y ya nadie retiene en la memoria que su origen está en aquellos días graves y trepidantes de la Gran Depresión. Una de ellas fueron los nuevos hábitos presidenciales en relación a las formas de comunicarse con los ciudadanos. Todos los presidentes siguieron después su estela, de forma que un aspecto fundamental del New Deal se instaló en las prácticas de la Casa Blanca a partir de aquel momento. Algo muy parecido está sucediendo ahora con la llegada de Obama, como continuación de una campaña electoral de fuerte componente tecnológico en la que ya se anunció una nueva forma distinta de hacer política y de organizar la vida pública. A estas cuestiones, que a veces pasan desapercibidas a los observadores políticos, preocupados de los ‘contenidos', de la acción política y de la legislación, se le va a prestar una especial atención en el Foro de Davos, tanto en alguna sesiones de debate como en las propias prácticas comunicativas del WEF, muy próximas en algunos aspectos a la propia organización electoral de Obama en cuanto a tecnologías de la información y de la comunicación.

Roosevelt cambio el estilo presidencial y se propuso y obtuvo una mayor cercanía con los ciudadanos. La figura del presidente hasta su llegada a la Casa Blanca, el 4 de marzo de 1933, quedaba muy alejada de la calle; apenas había contactos con la prensa; y sus comunicaciones públicas eran muy reducidas. Roosevelt no se propuso comunicar más y mejor, sino que tenía una auténtica necesidad política de hacerlo para resolver los problemas acuciantes que tenía ante sí.

El país entero había perdido toda confianza en su sistema bancario e incluso monetario. Lo primero que hizo después de tomar posesión fue decretar vacaciones bancarias y paralizar el comercio del oro, que aprovechó para legislar un paquete de medidas de control y supervisión de los bancos. La jornada de reapertura quedó fijada nueve días después de su Inauguration, el lunes 13 de marzo. El día anterior, domingo, mantuvo la primera Charla junto a la Chimenea, en la que se dirigió directamente al país por radio desde la Casa Blanca, una práctica que se convirtió en costumbre y que luego ha quedado convertido en el hábito presidencial de dirigirse al país por radio todos los sábados; Obama lo ha sustituido por un vídeo que cuelga en Youtube, con un éxito de audiencia todavía mayor.

Pocos días antes, Roosevelt había revolucionado otras costumbres de la mansión presidencial. Su antecesor, Herbert Hoover se reunió con un grupo de periodistas quizá en un par de ocasiones en toda su presidencia. Roosevelt convocó a la prensa en el Despacho Oval, anunció que iba a recibirles dos veces a la semana y estableció el código de conducta que se instaló ya para siempre entre la prensa: habría unas declaraciones presidenciales destinadas a ser reproducidas (on the record), otras destinadas meramente a ilustrar y fundamentar los conocimientos de los periodistas (background) y otras que los periodistas debían conocer pero nunca atribuir al presidente (off the record).

La Casa Blanca de Roosevelt organizó también un eficaz departamento de correspondencia para garantizar que los millares de cartas que llegaban cada día recibían cumplida respuesta presidencial. En resumen, puede decirse que el primer mandatario democrático que hizo un uso realmente a fondo de los medios de comunicación fue Roosevelt. En la otra orilla del Atlántico había otro mandatario, éste totalitario, que también estaba haciendo un uso intensivo y extensivo de los medios, pero para la propaganda de su régimen de partido único y para aplastar y perseguir a la oposición y a la población alemana de religión judía.

Obama llega en un momento en que se produce un nuevo cambio de época en cuanto a  los usos de los medios. También él quiere conectar directamente con los ciudadanos, saltándose en su caso a los medios tradicionales a través de portales y blogs en Internet, sms, móviles y redes sociales (social media). Su uso durante la campaña para organizar, financiar y difundir mensajes ha sido prodigioso, pero ahora viene la fase del poder, en la que quiere utilizar las nuevas tecnologías para cambiar la forma de hacer política.

Va a tranformar las comunicaciones de la Casa Blanca, va a cambiar los métodos de trabajo y de militancia del Partido Demócrata y también de las instituciones parlamentarias. Todo esto tiene aspectos muy positivos, pero también otros preocupantes, pues los ciudadanos que le han seguido en la campaña, una lista de 13 millones con sus direcciones e mail,  "pueden convertirse en una red de información exclusivamente alimentada por un punto de vista gubernamental sin concurrencia", según señala un artículo de The New York Times.

Los sistemas de comunicación de Obama serán objeto de debate y también de uso práctico en Davos. Me atrevería a decir que se puede seguir la Cumbre perfectamente desde cualquier punto del planeta donde haya banda ancha y un ordenador. Ya dije ayer que una de las cosas excelentes de esta reunión es que sirve para ponerse al día en lo que refiere a las tecnologías de la información y de la comunicación. Ahí van las direcciones del World Economic Forum que permiten seguir sus reuniones, contactos y debates y a la vez ver cómo funcionan estos nuevos medios e imaginar cómo se podrán utilizar por parte de los partidos políticos y de los gobernantes. El programa puede consultarse aquí. El Open Forum o foro abierto, que se celebra en el exterior, organizado por las iglesias protestantes suizas, tiene su propia dirección. Las ruedas de prensa se podrán seguir en directo a través de estas dos direcciones (1 y 2). Las fotos se podrán ver, naturalmente, en Flickr. Las propias sesiones abiertas serán retransmitidas. Y estarán también en YouTube. En cuanto a redes sociales, el WEF está en Facebook; en MySpace; y en Twitter. Hay también agregadores de blogs como FriendFeed y Davos Universe. Así como la posibilidad de suscribirse a través de RSS feed



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27 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La montaña desencantada

De nuevo el ritual de Davos. En la estación suiza alpina, un año más, se reúne esta semana que hoy empieza la flor y nata del capitalismo mundial, además de un buen puñado de políticos, académicos, intelectuales y periodistas. El presidente del World Economic Forum, Klaus Schwab, ha evocado en su conferencia de prensa previa el espíritu de Thomas Mann, que situó la acción de su ‘Montaña mágica' en esta localidad balnearia y más en concreto en un sanatorio antituberculoso. La idea del sanatorio le ha aparecido útil a Schwab, a la vista del estado en que se encuentra la economía mundial, de la desaparición de la banca financiera de Wall Street y de la dificultad para hacer incluso un diagnóstico creíble sobre la profundidad de la recesión y marcar el calendario de salida. Los debates de Davos tienen un fuerte carácter anticipatorio: se trata de atisbar las tendencias, oler los nuevos aires, conseguir desde aquellas alturas una mejor preparación e información que quienes andan pos los valles y las llanuras. De ahí que el tema de este año no sea analizar la crisis sino la remodelación del mundo después de la crisis. Se da por descontando que el capitalismo saldrá de ésta y sanará, pero se supone que hay que aprovechar los aires alpinos para proporcionar los reconstituyentes de su vigorosa convalecencia.

La historia del WEF empieza de verdad en 1987, justo un poco antes de la caída del Muro de Berlín. Originalmente, desde el año 1971, había sido un estupendo encuentro sobre gestión de empresas, organizado por un profesor suizo que quería importar masivamente las técnicas y enseñanzas norteamericanas a Europa. Pero a finales de la década de los 80 se reveló como un lugar idóneo para la diplomacia paralela, de forma que la unificación alemana, las transiciones democráticas en Europa central y oriental, la reconciliación en Sudáfrica o el proceso de paz en Oriente Próximo contaron en un momento u otro con algún contacto decisivo o alguna declaración espectacular durante los cinco días de reuniones y mesas redondas de esta preciosa localidad alpina. Al terminar la Guerra Fría, pues, se convirtió en una plataforma de debate y concertación política internacional, un seminario de discusión económica y empresarial y, sobre todo, una gran feria de contactos y de exhibición de poderío económico.

La idea de un mundo globalizado, paralela a la imposición del pensamiento único capitalista y a la ausencia de sistemas alternativos, quedó identificada pronto con la reunión anual de Davos y con el ‘glamour' creciente del ‘nuevo capitalismo'. Samuel Huntington llegó incluso a acuñar la idea del Hombre de Davos, un guiño antropológico que proporciona la idea de un salto en la especie, al que muy pronto, en 1999, se opuso la idea del Hombre de Seattle, otra nueva especie, identificada con los manifestantes que protestaron contra la globalización en la cumbre de la Organización Mundial de Comercio.

Cada año leo en algún sitio que Davos ya no es lo que era. Y cada año el WEF suele ocupar un buen espacio en los medios de comunicación, lo que no es garantía de nada pero requiere como mínimo un análisis. Intentaré empezarlo hoy y seguir en los próximos días, desde Davos mismo, a donde voy a ir por segunda vez: estuve allí en 2000, el mismo año en que los antiglobalizadores llegaron hasta aquellas alturas, con José Bové al frente, para manifestarse contra el capitalismo global, antes de ser invitados a participar en el WEF. Hay pocas cosas que no estén al alcance de su presidente, Klaus Schwab: ¿por que no iba a invitar a quienes están en contra a convertirse en parte de la organización?

El WEF nunca ha sacado conclusiones y los compromisos que se le presumen, con el capitalismo por ejemplo, son presunciones, sólidamente basadas, por supuesto, pero en absoluto excluyentes de otras presunciones. Desde la primera ocasión en que asistí a Davos, y por lo que he ido siguiendo cada año, no han faltado nunca los foros alternativos: este año se discutirá de ciudadanía europea, seguridad alimentaria, derecho a la muerte digna o la paz en Oriente Próximo en el Foro Abierto, claramente crítico con la globalización, organizado por los iglesias protestantes de Suiza, y ya perfectamente integrado en el programa general. Regreso así a la pregunta que me hacía sobre el auténtico calibre de la reunión: además de la feria de las vanidades, que lo es y en grado sumo, es también uno de los lugares más interesantes y donde más puede aprender cualquier persona ocupada en observar la marcha del mundo.

Hans Castorp, el héroe de Thomas Mann, llega a Davos en tren desde Hamburgo, en un viaje largo y lento, con el propósito de permanecer tres semanas, que se alargan nada menos que seis años. Se supone que estamos en el verano de 1908, hace ahora un siglo, poco antes de la Primera Gran Guerra, en la que combatirá y quién sabe si morirá el personaje. El desplazamiento a la localidad alpina altera el espacio y el tiempo de Castorp y le desconecta del mundo, a pesar de que allí encuentra un microcosmos donde aparecen los reflejos y las tensiones de la vida que transcurre en los valles y llanuras. Es lo contrario del Davos actual, fuertemente conectado, trepidante, concentrado y, sobre todo este año, desencantado. Del mercado, de la desregulación, de los fondos de riesgo, del capitalismo financiero, de Wall Street en definitiva.

Entre los mensajes cruzados en los blogs, twitter, facebook, sms antes del foro ya se sobreentiende que habrá caras largas entre los capitanes de empresa. Y que habrá muchas ausencias: la clase dirigente del capitalismo se renueva y a veces cae y desaparece estrepitosamente arrastrada por la crisis de las empresas que cierran o son engullidas por otras. El profesor Schwab ha pedido, una vez más, un código ético de conducta para los empresarios, es decir, un capitalismo ético, la riqueza con reglas: un magnífico oxímoron mientras no se demuestra lo contrario. Hay otros temas que debieran suscitar la atención de los asistentes, como es la situación en la franja de Gaza, el estado del euro, la crisis en China, el futuro de algunas industrias como el automóvil o la prensa, pero no es nada seguro. ¿Interesan de verdad los sectores industriales en crisis o en decadencia en este lugar donde la presión de la moda es enorme? Veremos.

Obama, que es el político y el tema de la temporada, y suscita el máximo interés, no estará en Davos, a pesar de que los organizadores reconocen que lo han intentado. Y su recién instalado equipo tampoco estará muy bien representado. Estaba prevista la participación de Lawrence Summers, un clásico del foro, actual director del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca, y del general James Jones, nuevo consejero nacional de seguridad de Obama, pero no estará ninguno de los dos. Tampoco Timothy Geithner, el nuevo secretario del Tesoro, que no había confirmado su asistencia aunque todavía había esperanzas. Al final será Valerie Jarret, consejera especial del presidente para relaciones intergubernamentales y públicas, quien le represente en este primer Davos de su presidencia.

Sobre la presencia de unos y otros, el economista de la OCDE Javier Santiso ha escrito un artículo en Negocios/El País, en el que subraya algo que viene percibiéndose año tras año, como es la escasa participación española, que no se corresponde con el tamaño ni con la vocación internacional de nuestra economía. Hay pocos empresarios, apenas hay políticos (uno de los asiduos en su buena época era Jordi Pujol, que algún provecho sacó para Cataluña de esta diplomacia privada suiza) y, que yo sepa, nadie relacionado con las nuevas tecnologías. El aspecto más dinámico y regular de Davos es precisamente el de la creatividad y las empresas tecnológicas, donde la institución del profesor Schwab recupera su vocación primigenia de conferencia sobre gestión empresarial. Uno de los momentos más brillantes de la historia del WEF han sido los años de la nueva economía, a pesar de que a veces se haya llegado muy lejos con el espejismo de un crecimiento sin ciclos, palpablemente rechazado por la realidad en dos ocasiones desde 2000, la última de forma más que dolorosa.



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26 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Buen arranque

Obama ha empezado bien, muy bien. Pluma en ristre en su mano izquierda, ha empezado a firmar decretos presidenciales, todos por el momento en la buena dirección. Sí, hay que estar atento a la obamanía y no abandonar en ningún caso el espíritu crítico. Hay que ir analizando y evaluando cada paso y estar atentos y vigilantes. Pero hasta el momento casi todo lo que han hecho Obama y su equipo está en perfecta sintonía con las expectativas creadas por su campaña y con las esperanzas suscitadas entre los electores y los ciudadanos de todo el mundo.

El primer paquete de medidas sobre el cierre de Guantánamo y la prohibición de la tortura y de las cárceles secretas ha marcado muy bien el territorio de los valores. Si es malo que el Estado se deslice hacia el terrorismo de Estado mucho peor es que se quiera legalizar el terrorismo de Estado y se convierta en una política y en un ejemplo político.  No valen los cínicos ataques de la derecha que denuncia supuestas hipocresías y demagogias en este tipo de gestos. Esta políticas a las que  hay que llamar terroristas, no antiterroristas, se hicieron públicamente y de forma ejemplarizante y hay que desmontarlas a la luz pública y de forma ejemplarizante. Obama ha empezado a desmontar el legado terrorista de Bush y no puede merecer más que los elogios de todos. De otra forma, se estaría constitucionalizando la vulneración de la constitución y proporcionando una pauta nefasta a los países que están o dicen estar en vías de democratización.

Hay quien ha criticado ya sus frases respecto a que hay que mirar hacia delante, dando a entender que no quería lanzar una purga generalizada contra los responsables de la anterior Administración. El propio Paul Krugman lo ha escrito. Yo creo que Obama no se equivoca: el presidente debe mirar hacia adelante y pedir a la gente que mire hacia delante; otra cosa es lo que hagan los jueces y los parlamentarios, los periodistas y los ciudadanos: es difícil poner puertas al campo. Lo normal es que se investigue a fondo todo este período, que las responsabilidades queden delimitadas y que se restituya el orden de las cosas, es decir, que se haga justicia. De momento, el Senado ha paralizado la nominación de Eric Holder como fiscal general, porque le piden una garantía tácita de que no perseguirá a los torturadores. Esperemos que no prosperen este tipo de cerrojos.

Deshacer todos los embrollos y aclarar todas las responsabilidades no será sencillo, pero si hay algún lugar en el mundo donde la justicia va haciendo su camino de hormiguita es en Estados Unidos. De manera que a esperar y ver. Más extraño y difícil será que los europeos hagamos nuestros deberes en relación a la política antiterrorista de Bush. Y hay tarea: ayudar a Obama a cerrar Guantánamo, aceptando algunos de los internados, e investigando ahora de verdad la cooperación ilegal europea con los vuelos y las cárceles secretas de la CIA. En mitad de la ola de obamanía, creo que a todos nos gustaría escuchar alguna palabra y contar con algún compromiso firme del Gobierno español con estos temas.

El segundo paquete de medidas tiene que ver con la instalación de Hillary Clinton en Foggy Bottom, los terrenos bajos y neblinosos a orillas del Potomac donde se halla la secretaría de Estado. También hay ahí toda una gestualidad de contenido político: la diplomacia volverá a ocupar el gran papel que ha tenido en la historia americana, e incluso más. El nombramiento rápido de dos negociadores experimentados y exitosos, uno en Irlanda como es Georges Mitchell, y otro en los Balcanes como es Richard Holbrooke, ambos de la etapa de Clinton, para Oriente Próximo y para Afganistán-Pakistán respectivamente es también todo un manifiesto. La claridad de Obama respecto a Israel es a la vez bastante alentadora: garantías máximas para la seguridad de Israel, algo en lo que todos los países europeos, según mi parecer, deberían alcanzar también el mismo nivel de compromiso, y a la vez resolución enérgica a favor de los derechos de los palestinos, ante todo a la vida.

Éste será el primer problema envenenado, porque ninguna de las dos partes está dispuesta a reaccionar positivamente a la presión  norteamericana. Israel se niega a levantar el bloqueo a que está sometida la franja y Hamas a abandonar el contrabando de armas. Éstas son las dos exigencias de Obama, que debiera obtener antes de que se rompa la tregua. Es muy difícil: Israel teme la reanudación del rearme de Hamas si se levanta el bloqueo y se queda sin la presión, hasta ahora inútil, sobre la población de Gaza para que la transmitan a sus dirigentes; los habitantes de Gaza no tienen más remedio que reivindicar el contrabando y los túneles, aunque sólo sea para abastecerse, aunque saben que las armas y las mercancías van juntas. A medida que pasan los días aflora con mayor evidencia el nivel de la destrucción, pero también de la saña con que se ha comportado Hamas dentro de la franja, sobre todo con sus conciudadanos palestinos de Al Fatah durante las tres semanas de hostilidades: se han dedicado a perseguirles y asesinarles, en una guerra dentro de la guerra que ya es toda una especialidad palestina. Durante los días de la invasión resulta que los aguerridos combatientes del partido islamistas han matado a más palestinos, quizás un centenar, que a soldados israelíes. No es extraño que se hayan declarado vencedores: lo han sido, pero no sobre Israel, sino una vez más sobre Al Fatah.

Tercera cuestión significativa, Obama ha querido mandar un mensaje rápido y contundente de que no permitirá la intimidación por parte de la extrema derecha religiosa. Estos grupos han impuesto desde 1984, durante las presidencias republicanas, que Estados Unidos retirara fondos de ayuda a todas las ong que realizan planificación familiar en países pobres sin comprometerse explícitamente en sus exigencias antiabortistas. Ayer ya desfilaban ante la Casa Blanca las primeras manifestaciones de esos supuestos defensores de la vida, tan proclives a simpatizar con la muerte bélica y con la pena capital. 



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26 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Nuevo americanismo

Quizás al final de las cuentas este siglo, el XXI, sí será americano, la American century proclamada en 1997 por un nutrido grupo de neocons, entre los que se hallaba la flor y nata del futuro Gobierno de George W. Bush, que creó incluso una asociación para conseguirlo. Lo intentaron por la fuerza bruta, el desprecio a los países amigos y aliados y la vulneración de los principios fundacionales de la nación americana, con los resultados que se conocen: nunca Estados Unidos llegó tan lejos en desprestigio y en pérdida de autoridad e influencia. Si se consigue, será por el camino diametralmente opuesto, proclamado el martes en el discurso inaugural de Barack Obama e incluso demostrado como ejercicio práctico de ciudadanía por unos fastos y ceremonias que se han seguido con pasmo y regocijo desde todo el mundo.

Quizás sea verdad esa sentencia horrible acerca de los nubarrones que tenemos encima, que hace falta que las cosas vayan peor para que luego vayan mejor, pues ésta sería la lección impartida por la historia con la calamitosa presidencia que ahora termina. A partir de tres desastres históricos se levanta la nueva: el carpetazo a los ocho años de Bush, el agotamiento del capitalismo financiero voraz e irracional de la era de Reagan y la superación ejemplar de la lacra racista que arrastraba la gran democracia americana desde su fundación. El ex presidente de Rusia, actual primer ministro y de nuevo presidente in pectore Vladímir Putin, está entre quienes lo ven exactamente al revés, al estilo de José María Aznar, cuando predica que el exotismo que significa Obama acarreará un desastre económico. Putin está "convencido de que las mayores decepciones nacen de grandes esperanzas", aunque la única demostración que se deduce es exactamente la contraria: de la gran decepción de Bush ha nacido la gran esperanza de Obama.

Éste representa, en todo caso, un nuevo americanismo, que significa una demostración de confianza en la capacidad de su país para salir de la crisis y volver a liderar el mundo. Los valores que reivindica, obviamente, son los de siempre, los fundacionales -"todos somos iguales, todos somos libres y todos merecemos una oportunidad de buscar toda la felicidad que nos sea posible"-, que su elección como presidente actualiza en contraste con las frustraciones de la historia estadounidense. Pero los métodos son distintos: "Nuestro poder crece mediante su uso prudente; nuestra seguridad nace de la justicia de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo y la moderación que deriva de la humildad y la contención".

EE UU es todavía "una nación joven", capaz de recuperarse después de una tremenda caída y de reinventarse de nuevo, con una energía que todo el mundo envidia. La jornada de la inauguración ha proporcionado un espectáculo de unidad nacional y de consenso moral insólito en el mundo de hoy, en cualquiera de sus continentes, y no es extraño que se haya producido en el momento en que la minoría fundacional afroamericana ha conseguido que uno de los suyos encarne la soberanía nacional. Michelle Obama dijo durante la campaña, en un momento no del todo conveniente, que "por primera vez se sentía orgullosa de ser americana". Su frase se convirtió en un proyectil contra su marido, pero encierra una verdad que el martes emergió en toda su dimensión histórica.

Durante la campaña, desde los cuarteles conservadores, se lanzó la insidia de que votar a Obama era optar por un presidente para la decadencia, cuando todo está indicando lo contrario. En vez de seguir con la agonía neocon y bushista, EE UU ha apostado por una América que vuelve a situarse en cabeza de todo, empezando por su capacidad de renovación y de entusiasmo, por el regreso de la política y de la voluntad ejemplarizante. El mensaje de Obama enlaza directamente con la ilusión primigenia de la Revolución Americana, aquella hermana más inteligente y pacífica de la Revolución Francesa: "Sabed que Estados Unidos es amigo de todas las naciones y todos los hombres, mujeres y niños que buscan paz y dignidad, y que estamos dispuestos a asumir de nuevo el liderazgo".

Independientemente de los resultados que obtenga, esta propuesta de un nuevo americanismo resuena positivamente en todo el mundo. Es la superación del EE UU de la guerra fría, que se alió con las dictaduras de Franco, Salazar y los coroneles griegos y favoreció el golpismo en América Latina. Quiere ser también la superación, más difícil, de la América de la transición del siglo XXI, que siguió aliada con dictaduras árabes y asiáticas en nombre de los intereses económicos primero y de la lucha contra el terrorismo después. Veremos cómo declina en la práctica el complejo axioma que declara "falso que haya que elegir entre nuestra seguridad y nuestros ideales". La hegemonía en el siglo XXI se jugará en el terreno económico, obviamente, pero también en el campo de las ideas morales y políticas. Y ahí es donde la combinación entre poderes blandos y duros, es decir, el poder inteligente (smart power) que ahora Hillary Clinton ha puesto en boga, puede dar a EE UU aquella superioridad que los neocons buscaron por los peores medios.



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22 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Arcilla en los dedos

La transición del poder es el momento crucial de cualquier sistema político. No iba a ser menos en el caso de Estados Unidos, donde las cosas se complican por la inmensidad, riqueza y poderío del país. El historiador británico Simon Sebag Montefiore, especialista en la Rusia soviética, considera que sólo uno de los tres grandes imperios contemporáneos ha resuelto civilizada y razonablemente "este momento de la verdad de un sistema político" (IHT, 12 de enero de 2009). La transición en China "es vergonzosamente previsible en su secretismo total", mientras que en Rusia "la inconsistencia y la falta de mecanismos de sucesión son una real amenaza al orden internacional". Sólo EE UU ha conseguido regalarnos con un relevo presidencial que es un prodigio en muchos conceptos: en su fase de elecciones primarias, por el catálogo de modos y formas de elección democrática que ofrece el mosaico de sus estados, y en su fase final por la marea de pasión política que llega a suscitar en todo el mundo.

A pesar de la diferencia con China y Rusia, la elección norteamericana es también un momento peligroso, para EE UU y para todos, y el último episodio que lo demuestra es el ataque e invasión de la franja de Gaza, de donde los tanques israelíes terminaron de salir ayer en perfecta sincronización con la agenda de las ceremonias washingtonianas. No ha habido prácticamente un solo relevo presidencial que no haya sido aprovechado en alguna de sus fases por los adversarios y a veces por los amigos para tomar ventaja del vacío de poder.

Si la transición presidencial es el período decisivo, el día en que se produce el traspaso de poderes es la jornada decisiva. Del presidente entrante se espera lo que un periodista dijo de Roosevelt hace 76 años: "El juramento parece haberlo transfigurado de un hombre meramente encantador y jovial a otro agresivo y dinámico". El solo hecho de repetir la fórmula y la pronunciación del primer y más solemne discurso de su presidencia parece que deben producir una transformación personal, la transmisión de un carisma, una metamorfosis que convertirá a un vulgar político tentado por las pasiones más bajas de su oficio en el presidente de todos.

Barack Obama, que llega sobrado de idolatría y de aura carismática, vaciló ostensiblemente en la repetición de la primera frase de su juramento, como si quisiera subrayar la materia humana sobre la que se construye toda la metafísica del poder. Pronunció luego su discurso, largamente trabajado por su equipo, mientras millares de personas, periodistas en su mayoría, también lo leían colgado ya en Internet.

El presidente es un político lleno de virtudes y cualidades, pero ante todo es arcilla en los dedos de sus conciudadanos e incluso en manos del mundo entero que proyecta sus deseos sobre el prodigio que significa la llegada de un negro por primera vez, al fin, a la Casa Blanca. El episodio más hondo de su discurso de ayer es precisamente el que subraya la variedad de creencias, lenguas, culturas y orígenes que conforman su país. Éste es el presidente que más se parece a América y esa América de ayer es la que más se parece al mundo. No es extraño que todos queramos modelarlo con nuestros propios dedos.



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22 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Coronación

La república más moderna, más potente, más pura, debía dotarse de un ritual que rivalizara con las antiguas consagraciones monárquicas. De ahí esta ceremonia de hoy, que supera los ritos que ya casi desaparecieron de las testas coronadas arrodilladas ante el Dios de donde surgía su poder, bajo palio, entre el incienso y al ritmo de himnos sagrados, acompañados, vigilados y tutelados por los sacerdotes y pontífices de la única religión verdadera. Eran ceremonias donde se producía una operación de orden simbólico, por la que se transmitía el poder desde su origen a quien lo ejercía.

En Washington,la divinidad es el pueblo y el sumo sacerdote es el presidente del Tribunal Supremo, pero la ceremonia tiene idéntica función. La fiesta es una enorme misa popular en la que se celebra la relación directa entre el soberano y quien lo encarna, el pueblo y el presidente: juramento, discurso, desfile, banquete y bailes populares sirven para balizar y representar en una sola jornada, la misa de un día entero, esta relación estrecha, también física, entre el Presidente y los ciudadanos, que se concreta en el juramento del pacto de soberanía, las reglas de juego a las que se someterá el gobernante.

Estados Unidos es una república presidencial, en la que el presidente tiene unos poderes que desbordan los de un simple ejecutivo. Una de sus mejores cosas, definitivamente republicana en relación a las viejas monarquías, ha sido precisamente vulnerada por quien deja de ser hoy presidente para pasarle el relevo al siguiente: nadie, ni el presidente, está por encima de la Constitución.

Pero la elección no es por sufragio popular directo, como sucede en Francia; de ahí también una cierta necesidad adicional de escenificar y simbolizar la comunión entre presidente y pueblo, esa relación directa que vinculará a los ciudadanos con su primer magistrado. La aclamación, la comunicación verbal y la fiesta se convierten así en complementos del procedimiento de elección indirecta por el voto de los delegados elegidos el 4 de noviembre, un acto que se celebró el 15 de diciembre sin la menor atención de la opinión pública.

La Casa Blanca durante una larga época estaba abierta a todo el mundo que entraba y salía e incluso comía y bebía a expensas del presidente. Hasta hace bien poco tiempo la seguridad todavía no había bloqueado las calles adyacentes y los washingtonianos podían entrar en los jardines y visitar la mansión con gran facilidad. El lugar donde vive el presidente cumplía también así una función democrática, mansión ciudadana en medio de la ciudad, abierta a los conciudadanos. Ahora en cambio, la Casa Blanca ha perdido el aura original y es de nuevo un castillo cerrado como el de los viejos monarcas europeos donde se efectúan todas las manipulaciones secretas. El morbo y el ansia del ‘caso Lewinski' deriva de esta sospecha generalizada: ¿qué estarán haciendo ahí dentro con nuestro dinero esos políticos tan poco decentes?

La lista de los presidentes del Supremo que tomaron juramento a los presidentes de la Unión habla por sí sola respecto a la historia de la ceremonia y su significado. Son los sumos sacerdotes ancianos, los magistrados del Supremo, los únicos cargos vitalicios de la república, quienes ofrecen la imagen de continuidad en el día de la Inauguración y una continuidad real en sus sentencias, cuya decantación ideológica desborda las presidencias.

Hoy se estrena en esta labor inaugural el juez John Glover Roberts, presidente nombrado en 2005 por George W. Bush, de indudable ideología conservadora y dispuesto lógicamente a dejar profunda huella en la jurisprudencia constitucional americana. Nació en 1955, por lo que se supone que tiene por delante todavía un larguísimo trecho de sentencias y de tomas de juramentos presidenciales. El tribunal que preside constituye el auténtico legado ideológico de Bush, que Obama irá enmendando suavemente con los sucesivos nombramiento por muerte o dimisión de los magistrados vitalicios.

¿Y qué decir del pueblo? El de Washington ha votado a este presidente de forma masiva. Obama es el presidente de los washingtonianos, afro americanos en su mayoría. Todos los norteamericanos quieren estar en Washington hoy, para participar de la comunión de masas. Y los que no, lo seguirán por televisión, en una de las grandes retransmisiones históricas y de las que hacen historia. El pueblo de hoy en día no se entiende sin las pantallas de televisión y de los ordenadores, sin los teléfonos móviles y el correo electrónico, pero necesita también a la masa incandescente alrededor de su ídolo para redondear la representación de la gran ceremonia del poder presidencial.

(Una de las cosas más certeras e inteligentes que se ha escrito estos días al comparar al presidente que hoy se va con el que hoy llega es esta frase de Maureen Dowd en el New York Times: "W [George W. Bush] vive en la sombra de la presencia de su padre, mientras que Obama vive en la sombra de la ausencia de su padre".)



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20 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ahora los cien días

Obama y su equipo tienen la mente fijada en dos presidencias lejanas, las de Lincoln y Roosevelt; aunque la esperanza que ha suscitado el joven presidente electo está más cerca del espíritu de la presidencia mucho más próxima de John Kennedy, que quedó sajada por un magnicidio. Con el auténtico fundador de la América que conocemos, que es la que nació de la Guerra Civil, tiene tres tipos de afinidades: sus orígenes políticos en Illinois, que le permitieron arrancar la carrera electoral en Springfield, la capital, en un gesto ya de evocación histórica lincolniana; la culminación de la emancipación de los afro americanos,  que encuentra su culminación en la entrada de Obama ; y la potencia de su oratoria, de gran calidad literaria como la de Lincoln. Con Roosevelt las afinidades son más prospectivas, de intenciones y voluntades, es decir, de inspiración que de auténticos paralelismos históricos. Que nos encontremos ante la mayor recesión desde 1929 no debe conducir necesariamente a que Estados Unidos fabrique un Roosevelt para afrontarla.

Cuando Roosevelt juró su cargo, el 4 de marzo de 1933, el país se hallaba al borde del abismo. Nadie se daba cuenta entonces cuán cerca estaba del colapso y de la revolución, escribió años después un militar de alta graduación. La renta agraria, por ejemplo, había caído un 30 por ciento desde 1929. Había revueltas en algunas ciudades. Cundía el hambre. Zonas enteras del país habían regresado a la economía de trueque o funcionaban con vales y monedas locales improvisadas. Los cuentacorrentistas se encontraban con que no podían retirar sus ahorros. Para postre, el período entre la elección presidencial y la Inauguración era todavía más prolongado que hoy en día, hasta el punto de que una nueva enmienda constitucional la trasladó ya para la siguiente toma de posesión al 20 de enero. Una explosión social habría sido en aquel momento algo perfectamente acorde con los tiempos: Hitler acababa de alcanzar el poder. Los gobiernos fuertes, es decir, dictatoriales, desbordaban en prestigio a las democracias.

El problema de Roosevelt tenía poco que ver con el que tiene ahora Obama. La parálisis y la incapacidad de acción del Congreso exigían una rápida reacción que significara un cambio radical de rumbo y la recuperación de la confianza.  Ahora la actual administración ya ha reaccionado a la crisis financiera y a la recesión, y lo que Obama deberá hacer es extender y afinar las medidas y las inversiones públicas. Pero no hay colas ante los bancos, ni masas hambrientas en el campo, ni piquetes que impiden el transporte de alimentos a las ciudades o manifestaciones ante los jueces que reconocen el derecho de los bancos a quedarse con las casas hipotecadas ante la falta de pago de las cuotas. Si hay algo parecido, que no lo sabemos o lo sabemos muy poco, será en otro país, correspondiendo a otra economía complementaria de la americana, quizás en China.

Roosevelt hizo dos cosas que prometió en su discurso inaugural: actuar con la máxima rapidez y urgencia (cuando lo dijo en el discurso recibió la mayor ovación) y actuar sin temor alguno al fracaso (ahí su frase célebre no recibió aplauso alguno: sólo hay que tener miedo al miedo). En ambas cosas sí puede inspirarse Obama, aunque lo que deba hacer sea distinto. Estados Unidos necesita actuar con la máxima confianza para terminar de reaccionar ante la crisis y para cambiar de rumbo en su política exterior, y esto también debe hacerlo rápidamente, en los primeros cien días.

¿Los cien días? ¿Por qué los cien días? No son un disparate arbitrario, ni fruto de la mitomanía histórica. Sí, sabemos que fue la duración del efímero imperio napoleónico a su vuelta de su exilio en la isla de Elba, antes de la derrota definitiva en Waterloo, en época del año parecida, desde el 1 de marzo hasta el 18 de junio de 1915: nada que ver. Los cien días de Roosevelt es el período de sesiones del Congreso americano, desde el 9 de marzo, cuando aprobó una ley de urgencia bancaria (Emergencia Bank Act), que permitió la reanudación de la normalidad y la recuperación de la confianza de los clientes, hasta el 16 de junio, en el que los parlamentarios dieron por terminada su sesión con la aprobación de una ley de coordinación ferroviaria (Railroad Coordination Act) . Fue la etapa de mayor actividad legislativa de toda la historia de Estados Unidos y probablemente de la historia de las democracias parlamentarias.

Los cien días rooseveltianos surgieron como fruto de la improvisación, una improvisación genial, por parte de unos equipos humanos excelentes, pero improvisación a fin de cuentas. La rapidez y facilidad con que se aprobó la ley de urgencia bancaria condujo al equipo de Roosevelt a pensar en la posibilidad de mantener el Congreso en sesión permanente para entrar una legislación que resolviera el problema acuciante del campo. Y a continuación pensaron en ir más lejos y llegó la tijera presupuestaria, todo lo contrario de lo que ahora se está predicando (quizás erróneamente) con motivo de la crisis: se redujeron las pensiones de los militares, los sueldos de los políticos y de los funcionarios, todo para recortar en 500 millones de dólares el presupuesto. 

Y la cuarta iniciativa, aparentemente anecdótica, dio la nota de color y humanidad. Uno de los cronistas de la época asegura que el segundo domingo presidencial en la Casa Blanca Roosevelt dijo de pronto: "Creo que ha llegado el momento adecuado para la cerveza". Fue el final de la ley seca, que forma parte del cambio de hábitos y de atmósfera del New Deal. El mismo cronista señala que el nuevo presidente había ganado el pulso a los dos más importantes lobbies del momento, el de los veteranos de guerra y el de los prohibicionistas.

Poco que ver todo esto con la necesidad de acción que tiene ahora Estados Unidos y el planeta. Regresaremos sobre este tema: será el tema de la temporada. Pero hay una cuestión de fondo, esta sí de claro paralelismos: Roosevelt volvió a utilizar el Gobierno para resolver los problemas del país, que es lo que va a hacer Obama después de ocho años en que el Gobierno no era la solución sino el problema.  La inspiración rooseveltiana de Obama radica en esta cuestión: como entonces, después de una larga época de desidia y de desconfianza, de ineptitud y de rendición, hay que volver a utilizar los instrumentos de Gobierno para enderezar la economía y para poner orden en el mundo.

(Para redactar este post he utilizado ‘The Coming of the New Deal' de Arthur Schlesinger Jr., Mariner Books, y "Entre el miedo y la libertad (1929-1945)" de David Kennedy, Edhasa)



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19 de enero de 2009
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