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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La tragedia de Nixon, 2

La entrevista de David Frost a Richard Nixon, casi treinta horas de grabación realizada durante 12 jornadas entre el 23 de marzo y el 22 de abril de 1977-reducidas a seis en la edición final que se emitió al público-, fue la primera concedida por el ex presidente después de su dimisión el 9 de agosto de 1974. El interés de Nixon por la entrevista era doble: por los sustanciales honorarios que recibió (600.000 dólares) y por la oportunidad que le brindaba una estrella de la televisión como era Frost para intentar mejorar la penosa imagen de delincuente con la que había abandonado la escena política, sobre todo después de que su sucesor, Gerald Ford, le indultara al poco de llegar a la Casa Blanca. La difusión iba a preparar el terreno para la publicación de sus memorias, prevista para el año siguiente, por lo que puede decirse que para Nixon tenía un atractivo fundamentalmente comercial y de imagen. Para Frost, en cambio, era una oportunidad para dar un buen golpe informativo y obtener unos buenos ingresos, sentando ante las cámaras a alguien a quien ya había entrevistado en 1968, en términos más bien amables, y a quien venía mandando anualmente una solicitud de entrevista.

Esta emisión larga televisiva, que no recibió galardón alguno en el momento de su difusión, se ha convertido ya a estas alturas, sobre todo después de su dramatización teatral y ahora cinematográfica, en uno de los episodios más destacados de la historia del periodismo. Y, sin embargo, se produjo muy lejos de los cánones teóricamente en vigencia: el entrevistado cobró honorarios, algo que entonces y ahora se considera como ajeno al purismo periodístico; y el entrevistador se la planteó en aquel momento más como el showman que era que como un periodista. El resultado no mejoró la imagen de Nixon, aunque quizás tampoco la empeoró, pero transformó a Frost, que demostró su pericia y su fuste periodístico, adquiriendo la respetabilidad que hasta entonces le había faltado. El veterano entrevistador tiene hoy un programa en el canal en inglés de la televisión qatarí Al Jazeera.

Frost demostró con esta entrevista un enorme talento como periodista y como profesional de la televisión. En primer lugar al apostar por un proyecto tan dificil y comprometido. Luego al realizarla con un dominio del medio televisivo con el que pocos periodistas políticos podían competir. En tercer lugar, al contratar y dirigir un equipo de periodistas que le proporcionaron el material, el espíritu inquisitivo y la orientación histórica que le faltaban. Y en cuarto lugar planteando con obstinación y profesionalidad las preguntas más comprometidas hasta obtener de Nixon casi una confesión y un esbozo de arrepentimiento. Empezó buscando un espectáculo y terminó intentando obtener y acercándose a la verdad.

La frase más célebre de la entrevista la pronuncia Nixon ante una buena pregunta de Frost, acerca del llamado Houston Plan, un documento que propugnaba la organización de escuchas, seguimientos ilegales, violación de correspondencia e incluso internamiento en campos detención de los subversivos e izquierdistas que se oponían a la guerra del Vietnam o eran sospechosos de actividades calificadas de terroristas, todo muy en la línea de lo que Bush ha hecho 20 años después. Ésta era la pregunta: "Así, en algún sentido, usted dice que hay ciertas situaciones, y el Houston plan o alguna parte del mismo es una de ellas, en la que el presidente puede decidir lo que es del mejor interés de la nación y así hacer algo ilegal". Y la respuesta: "Bien, cuando el presidente lo hace esto significa que no es ilegal".

Esta frase permite construir la teoría de una presidencia todopoderosa, por encima de la Constitución. Pero en la transcripción de la entrevista (la real, no el guión del film) se percibe que Nixon la utiliza cuando está arrinconado y  a la defensiva, puesto que sabe perfectamente que las cosas no pueden ser así: "...no quiero sugerir que el presidente está por encima de la ley...lo que sugiero, sin embargo, es que hay que entender que en tiempo de guerra, con una guerra en el exterior y virtualmente una revolución en algunas áreas concentradas en casa, el presidente tiene bajo la Constitución unos poderes extraordinarios y debe ejercerlos con... tan poco como sea posible".

(continuará)



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11 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La tragedia de Nixon, 1

El Watergate es la gran historia periodística en la que se formó mi generación de periodistas. Dos reporteros, Bob Bobward y Carl Bernstein, bien organizados y dirigidos, debidamente apoyados por al empresa editora de su periódico, el Washington Post, consiguieron terminar con la carrera política de Richard Nixon, que dimitió para evitar su destitución parlamentaria por obstrucción a la justicia. Nixon fue uno de los hombres más detestados por los jóvenes de aquella época, porque representaba lo peor del conservadurismo americano; pero hay que reconocer en perspectiva su talento geoestratégico y su visión en política exterior, que le llevó a entrevistarse con Mao Zedong y a facilitar el nacimiento de esta nueva China capitalista y comunista a la vez.

Sus pecados fueron muchos y todos ellos terribles: los bombardeos sobre Vietnam del Norte, la invasión de Camboya, el apoyo a las dictaduras latinoamericanas, el golpe de Estado contra el presidente constitucional de Chile Salvador Allende, y luego sus sucios trucos de jugador tramposo, que le llevaron entre muchas otras cosas a espiar a sus rivales políticos y a abusar del poder presidencial. Nixon intentó situar al presidente por encima de la Constitución, pero no lo consiguió, pagó por ello y pagó también el Partido Republicano, que perdió el poder presidencial en la siguiente elección. Pagó asimismo el ala más derechista del republicanismo que quería incrementar los poderes presidenciales y tuvo que esperar hasta la llegada de George W. Bush a la Casa Blanca y al 11 S para intentarlo de forma seria y concienzuda. El propósito de personajes como Dick Cheney, Karl Rove o Donald Rumsfeld no era otro que deshacer el camino andado desde el Watergate, atar de nuevo bien cortos a los otros poderes -también a la prensa y a los medios-, y restaurar la idea de una presidencia todopoderosa hasta blindarla legalmente para un ciclo histórico entero.

La llegada de Obama a la Casa Blanca es la rúbrica de un nuevo fracaso de proporciones gigantescas. Un fracaso que constituye además la gloria y el honor de la legalidad y de la Constitución de los Estados Unidos de América. La era de Nixon ha terminado justo ahora, cuando echa a andar esta nueva presidencia demócrata que quiere ser transformadora hasta cambiar el rumbo de la nación. De ahí que no podía llegar en mejor momento un nuevo y brillante film sobre Nixon, estrenado hace ya unas semanas en Estados Unidos y ahora en España, que interesará sin duda a la gente de mi generación pero debe suscitar también la atención de las nuevas generaciones que han seguido el desastre presidencial de Bush y el ascenso de Barack Obama. Su título en la versión española es ‘El Desafío. Frost contra Nixon', y es la versión cinematográfica de la pieza teatral de Peter Morgan (el autor de ‘La Reina', sobre la muerte de Diana de Gales, y de ‘El último rey de Escocia', sobre el dictador de Uganda Idi Amin Dada), inspirada en la entrevista televisiva de seis horas que realizó en 1977 el británico David Frost al ex presidente. Perfectamente documentada y escenificada por los mismos actores de la pieza teatral (Michael Sheen, que fue Tony Blair en 'La Reina', es el periodista, y Frank Langella es Richard Nixon), la película viene al pelo para comparar balances y presidencias, entre aquel Nixon que tuvo que dimitir y este Bush hijo que se ha ido en un clamor de desaprobación.

(continuará)

Enlaces: para el filme. Para el dvd de la entrevista original. Para unos fragmentos impagables en Youtube. Para el caso Watergate. Para las cintas del Watergate.



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11 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El martirio de Eluana

Una batalla feroz y cruel se está librando sobre el cuerpo exánime e intubado de Eluana, la muchacha italiana que se halla en estado de muerte cerebral desde hace 17 años sin que la familia haya conseguido todavía que se cumpla su deseo de morir en paz. Aunque los tribunales han dado razón a la familia, que ha batallado siempre legalmente para conseguir autorización para que cese la alimentación y la hidratación artificiales, tanto el Gobierno de Berlusconi como la Iglesia italiana se han empeñado en obstaculizar la decisión médica aún a costa de forzar la legalidad e incluso de romperla. Para Berlusconi es una prueba de fuerza muy conveniente para sus propios intereses y su curriculum procesal, pues nada molesta más al Cavaliere que atender a la división de poderes, someterse a la jurisdicción de los tribunales y respetar la Constitución. Para la Iglesia es un 'tour de force' que le permite exhibir el ejemplo de cómo debe actuar un gobierno según su teoría sobre el sano laicismo, que significa someter el entero Estado laico a sus principios morales, por más ultramontanos que sean o por más que desborden la legalidad.

Me temo que lo único que no les importa a ambos en absoluto, Gobierno e Iglesia italianos, es el cuerpo martirizado de Eluana, tras 17 años de postración en un estado que no es vida, como no les importa ni el dolor ni los sufrimientos de sus familiares. Su padre, Beppino Englaro, ha invitado a quienes se oponen a la desconexión a que conozcan de cerca el caso y visiten a su hija, para que sepan cómo es un cuerpo conectado a la alimentación artificial y desconectado del mundo y de la vida después de tanto tiempo. Pero esto no parece interesar a los responsables de estas altas instituciones, que no se están distinguiendo precisamente ni por su compasión humana ni, por supuesto, por su caridad cristiana.

El caso Eluana ilumina y clarifica las ideas que mueven actualmente al gobierno vaticano respecto a las relaciones con el Estado mucho más que todas las conferencias del cardenal Bertone sobre el 60 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos: o el Estado laico se somete a su juicio moral intransigente de única intérprete de los derechos universales y de la ley natural o es reo de un laicismo radical condenable e intolerable. Cuando esta Iglesia medievalizante habla de Derechos Humanos ya sabemos qué quiere decir: qué hay de lo mío, cuidado con quitarme el poder que tengo, seguid pagando sin rechistar. Para que vaya aprendiendo Zapatero.



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9 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Obama se la juega

Atención a lo que suceda en las próximas horas. Obama lleva apenas dos semanas y media en la Casa Blanca y, después de una salida espléndida, se encuentra con las primeras dificultades serias, que van a servir para ponerle a prueba sobre sus capacidades para convencer y dirigir a los norteamericanos. Prohibir la tortura y las cárceles secretas, anunciar el cierre de Guantánamo o criticar a los directivos de empresas en dificultades que cobran bonus ha estado muy bien, como su espléndida campaña o la rapidez con que ha preparado el equipo presidencial (salvando los pequeños accidentes de recorrido que le ocurren a cualquier presidente a la hora de que sus nombramientos pasen las pruebas de confirmación parlamentaria). Pero ahora le llega la hora de la verdad, con la entrada en el Senado del paquete de ayudas económicas frente a la crisis, que Obama debe sacar en buenas condiciones a riesgo de recibir un primer revés serio para su autoridad y para su promesa de un cambio creíble. A medida que vaya tomando decisiones, además, la responsabilidad sobre el curso de los acontecimientos será suya: si no pone freno, aunque sea relativo, a la recesión, pronto será el nuevo presidente el principal responsable que deberá rendir cuentas por el estado de su país.

Obama parte de una situación parlamentaria complicada por la mayoría insuficiente en el Senado, donde los demócratas tienen 58 votos y les falta los dos necesarios para evitar el bloqueo. Pero tan complicado como conseguir esos votos es que lo hagan también los congresistas y senadores demócratas más hostiles a la intervención del Estado y a los impuestos. El paso de un paquete legislativo presidencial por la Cámara de Representantes produce casi siempre adherencias clientelistas o ideológicas. Pero la autoridad presidencial se demuestra en la capacidad para sortearlas, cosa que por el momento Obama no está superando con mucho éxito. El problema más serio es que los republicanos y los ‘blue dog democrats' (nombre con el que se conoce a la derecha económica del partido progresista) quieren un paquete tan recortado como sea posible en inversiones e incrementado en cambio en exenciones de impuestos. Se trata de decantar hacia la derecha el mix de estímulos, cuando el problema es quizás la propia envergadura del paquete de inversiones que debiera ser mucho mayor según economistas como Paul Krugman.

El paquete se halla ahora en la friolera de 920.000 millones de dólares, pero el corte que preparan los senadores es de unos 80.000 millones, lo que vuelve a situarlo casi en las mismas cifras con que entró en el Congreso. Obama está echando toda la carne en el asador para conseguir su rápida aprobación, intentando imitar, aunque hasta ahora sin mucho éxito, lo que hizo Roosevelt solo llegar a la Casa Blanca en plena Gran Depresión. El legendario presidente tardó sólo cinco días desde la toma de posesión en conseguir la aprobación de su primera medida legislativa, pero el consenso suscitado en aquellas circunstancias especiales apenas permitía distinguir entre las posiciones de los demócratas y de los republicanos. Uno de sus colaboradores aseguró entonces. "El capitalismo se ha salvado en ocho días".

Obama está encontrando muchas más dificultades a la hora de crear el consenso bipartidista, a pesar de que los datos que se van conociendo sobre la evolución de la economía norteamericana y mundial son cada vez más preocupantes y requerirían superar los partidismos. Pero además, como señala el propio Krugman, ha encarado la crisis de forma excesivamente prudente y conservadora, sin romper la dialéctica entre la derecha contraria a los impuestos y la izquierda socialdemócrata en un momento en el que lo que interesa es un incremento brutal del gasto público que actúe como un gigantesco revulsivo contra la depresión. David Brooks, en el New York Times, asegura que Obama constituye una auténtica novedad en cuanto a estilo, al que llama transformacional, pero es muy tradicional en cuanto a contenidos políticos propios de un demócrata. Brooks lo dice para pedir más recortes de impuestos y menos impulso a la economía con inversiones públicas, es decir, para argumentar a favor de seguir las políticas que han llevado a la actual situación; pero su diferenciación entre estilo transformacional y contenidos convencionales me parece bastante acertada y útil para comprender las dificultades que está encontrando para imponer una política propia por encima de las tendencias y grupos de presión demócratas: la apelación a la claúsula Buy American (compra productos nortamericanos), luego matizada, es una buena muestra.

Tanto se la juega Obama estos primeros días que ya ha empezado un debate soterrado, y totalmente prematuro, sobre si será un presidente de un mandato o de dos. Hay quien considera que sólo si saca a Estados Unidos de la recesión podrá presentarse por segunda vez y quien piensa en cambio que será la universalización del derecho a la salud prometida en su campaña la que le abrirá las puertas a una estancia de ocho años en las Casa Blanca o le condenará si no se consigue a quedarse con un único mandato. De momento lo único que sabemos es que encara los primeros momentos realmente decisivos de su presidencia.



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9 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La harina y la mohína

Donde no hay harina todo es mohína. La economía mundial va a crecer apenas medio punto durante 2009. De una punta a otra del planeta llegan las mismas noticias: despidos, cierres de empresas, disturbios sociales. Y análogos reflejos nacionalistas. La culpa siempre es del otro, el extranjero, el competidor, a quien se convierte en chivo expiatorio. Época, pues, propicia para irracionalismos y demagogias. En que el común de los mortales se siente a la intemperie y busca refugio en lo que mejor le envuelva, bandera, religión, ideología, hasta la creencia más absurda. La vida nos está proporcionando, en su clase de historia, un ejercicio práctico. No era lineal, ni viajábamos en la nave del progreso infinito, al contrario: ahí está como una bofetada el eterno retorno, la repetición de la tragedia, amplificada y con el technicolor de la dimensión de nuestro mundo. Los espectros de la Gran Depresión, de la oleada de nacionalismo y de xenofobia, desfilan en blanco y negro ante nuestros ojos. No tienen nada que ver, no queremos verlas, nosotros somos distintos: pero ahí están en nuestras pesadillas la hambruna en Ucrania, el gulag, los campos de exterminio, Europa devastada, Hiroshima y Nagasaki.

La legislación a la que han apelado los congresistas en su enmienda al paquete de estímulo económico de Barack Obama es la Buy American Act, aprobada en 1933 dentro de otro paquete de urgencia, el que lanzó Roosevelt para atacar la recesión de entonces. Aquella medida, como otras vinculadas al New Deal, permitió al vasto país americano súbitamente empobrecido sobrevivir a la mayor crisis económica y política desde la guerra civil. Al otro lado de los océanos avanzaban los totalitarismos fascistas, por lo que la recuperación se convirtió en el zócalo sobre el que construyó su intervención militar y su victoria en la Guerra Mundial. Las medidas de Roosevelt fueron la respuesta a una recesión que ya había tenido en el proteccionismo su detonante, específicamente en la Ley de Tarifas de 1930, conocida como Smoot-Hawley, por el nombre de los dos congresistas que la promovieron, que impuso derechos de aduana sobre 20.000 productos y contribuyó a una caída en los flujos comerciales del 50%. Evocar e imitar ahora tales medidas, en los primeros pasos de una presidencia como la de Obama, es todo un mal presagio, además de un disparate.

Según un estudio citado por el Financial Times (a cargo de Gary Hufbauer y Jeffrey Schott, del Peterson Institute for Internacional Economics), serían medio millón de toneladas de acero y alrededor de 1.000 empleos los que se salvarían con la aplicación de la Buy American Act a las compras para obras públicas. Es ínfimo su peso dentro de los 150.000 trabajadores del acero o de los tres millones de empleos que pretende crear el conjunto del paquete de estímulo presentado; y enorme en cambio el riesgo de que las represalias comerciales de los perjudicados (Brasil, India, China, Corea del Sur y Unión Europea) produzcan una pérdida de puestos de trabajo mucho mayor. Es la clásica decisión que impulsa el círculo vicioso: el proteccionismo crea proteccionismo y deprime los mercados; lo contrario de lo que sucede con el círculo virtuoso de la caída de fronteras y tarifas.

La insondable profundidad de la crisis es tal que ahora no hacen más que surgir este tipo de políticas, alentadas a veces por políticos aparentemente responsables. En vez de permitirles la demagogia y las malas excusas, hay que exigirles que propongan y apliquen con toda urgencia medidas para salir de la crisis, no para meternos más en ella. La buena lección de hace 70 años, impartida por Roosevelt, es que hay que actuar y actuar enseguida, aunque aplicada ahora quiere decir actuar concertadamente y no cada uno por su lado.

Ésta es la primera recesión global, que afecta a todo el mundo por igual aunque en distinto grado y activa los reflejos defensivos de forma similar en todas partes. Todos vamos a salir perjudicados y el perjuicio será mucho mayor si la única reacción es defenderse con uñas y dientes a costa del vecino, política que se practica de muchas formas posibles: protegiendo y ayudando a los propios bancos y compañías, alterando las reglas de competencia, contratando sólo a los nacionales, imponiendo barreras comerciales y arancelarias, o devaluando las monedas cuando hay capacidad para hacerlo. Nunca tendremos harina si seguimos con la mohína.



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9 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El parloteo es el mensaje

He podido observar en los últimos días algunos usos de twitter, la red social de mensajería corta que está pegando fuerte sobre todo entre los jóvenes. Se sabe que tuvo un notable papel en la comunicación entre la gente durante los ataques terroristas de Bombay. En las catástrofes está claro que es una forma de conexión instantánea que permite movilizar e incluso restacar a víctimas, aunque es muy probable que pueda servir también para conectar a grupos de terroristas y delincuentes. Mi interés en twitter es doble, desde el punto de vista de una realidad social que me interesa conocer y desde el punto de vista de su uso para informar, como tecnología periodística, vaya. De ahí mi curiosidad por Tim Weber twiteando para la BBC sobre el Foro de Davos.

Debo decir que el primer balance de la experiencia no es muy positivo. A medida que me he adentrado en el parloteo de twitter me he dado cuenta de que casi todo es puro vacío, sin contenidos. En el Washington Post de ayer hay un comentario muy mordaz de Jeanne McManus, bajo el título de "El tedio es el mensaje", en el que rechaza que le pueda interesar la vida cotidiana de los otros cuando ni siquiera puede prestar atención a la lectura de las banalidades propias.

Los políticos han empezado a utilizarlo y ,según me cuenta Rosa Jiménez, la encargada de los blogs de El País, los miembros del Congreso de los Estados Unidos han empezado a hacerlo en Tweetcongress, que permite seguir en forma de torrente (tweetstream) los twiteos de sus miembros. También sirve como directorio que aglutina las direcciones de Twitter de los congresistas y permite seguirlos. Además, esta página ofrece estadísticas muy interesantes, como quiénes son los congresistas con mayor número de seguidores; quiénes twitean más; o qué partido tiene más congresistas twiteros (ganan los republicanos 29 a 15).

Me dice Rosa que numerosos blogs y periodistas ciudadanos estadounidenses están utilizando esta plataforma para obtener pistas y primicias sobre informaciones políticas, que hasta ahora estaban reservadas a los periodistas con acceso privilegiado a los pasillos y bambalinas del congreso. De ahí mi interés, que no ha mermado pese a la primera impresión francamente decepcionante. Pero la pregunta que se hace en las redes sociales me parece que tiene algo que ver con todo esto: ¿qué estoy haciendo ahora?

La brevedad del formato permitiría mandar textos en forma de haikus poéticos o de aforismos filosóficos. Quizás hay alguien que ya lo hace, pero de momento lo único que veo son textos muy a ras de la banalidad doméstica. Quizás es el punto de partida de las redes socialeslo la que marca el contenido de los mensajes y sus usos. Y quienes lo han puesto en marcha lo tienen claro: la privacidad es la materia prima de su negocio.



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5 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Periodismo, periodistas

No eran doscientos sino 450 los periodistas que cubrieron el Foro Económico Mundial. La mayor parte se instalaron en Davos durante toda la cumbre, pero otra buena proporción llegó y se fue con los gobernantes que acudieron al Foro dentro de una gira oficial por Europa: 60 iban en el cortejo del primer ministro ruso Vladimir Putin, 60 en el del primer ministro japonés Taro Aso y 30 con el primer ministro chino Wen Jiabao. Con tal acompañamiento, cabe imaginar la resonancia de la reunión en sus respectivos países. Hoy quisiera decir algunas cosas sobre la cobertura informativa de esta reunión, los periodistas y el periodismo.

Los medios de comunicación han sido siempre cruciales en la celebración de este tipo de encuentros. Pero en Davos tienen un interés especial, como amplificadores de la reunión y como usuarios de las tecnologías de punta. Siempre hay experimentos en marcha, como ha sido el caso este año de la BBC con su corresponsal Philip Weber, que ha utilizado twitter para escribir nanocrónicas de 15 palabras. La prueba es bastante controvertida. La primera impresión que se desprende de las redes sociales en las que yo mismo he empezado a introducirme, Facebook y Twitter en concreto, es que sirven fundamentalmente para la exposición a veces impúdica de la vida privada y para hurgar sin reparo en la vida de los otros. Mark Zuckerberg, el joven empresario (25 años) de Facebook lo dijo claramente en Davos frente a quienes se preocupaban por la privacidad: el negocio es la privacidad. Me parece muy bien, pero a mí no me interesa. Lo que me interesa, en cambio, es el uso periodístico de estos instrumentos, si acaso es posible, para proporcionar información y análisis a los ciudadanos. Una cuestión para marcarla con un punto de recordatorio. Y sigo.

Si la cumbre está llena de amenidades para los participantes y sobre todo para los empresarios multimillonarios que acuden a exhibir sus éxitos y a observar o espiar los ajenos, para los periodistas es una reunión correosa y difícil, en la que se trabaja con gran intensidad, se necesitan reflejos muy vivos y una gran rapidez a la hora de escribir. En las dos ocasiones en que he acudido a estos encuentros he encontrado que una gran mayoría de los periodistas son personas tan preparadas como sacrificadas, con registro muy amplio de temas y puntos de vista, y por lo normal sin concesiones al vedetismo. Las instituciones internacionales y nacionales no suelen tratar muy bien a este tipo de reporteros y corresponsales, gente áspera y dispuesta a lanzar la pregunta más incómoda a la primera ocasión. Davos no iba a ser una excepción: la sala de prensa se instala al final de un remoto pasillo armado sobre una rampa de garaje que deja sin aliento a quien se acerca, adonde se llega después de atravesar un sótano aislado y blindado como un bunker nuclear.

La mitad de los periodistas llegan distinguidos por una acreditación especial, 'media leaders' se les llama, que da acceso a todas las reuniones del WEF: son los directivos de los periódicos, columnistas o estrellas de los medios audiovisuales, comprometidos a respetar una regla de discreción que impide recoger y citar por su autoría las frases pronunciadas en reuniones cerradas (regla de Chatham House se la denomina desde los años 20, por su invención en dicha mansión londinense, donde tiene su residencia el Royal Institute of Internacional Affaires); pero la otra mitad, el grueso de quienes van a transmitir sus crónicas diarias, los periodistas de a pie mandados por las redacciones para librar la batalla de la información, ven limitado el acceso a muchas reuniones y, lo que es más indelicado, a los actos sociales del foro, como es la fiesta final y el almuerzo al aire libre en una terraza de hotel en la nieve. Tiene su lógica: ¿cómo van a soportar Rupert Murdoch o George Soros que una nube de aguerridos corresponsales les asalte en un momento de relajamiento?

En mi caso me concedieron amablemente una acreditación que me daba acceso libre a todos los actos. Y hoy he querido contar estas cosas, que normalmente no se explican de estas reuniones, porque me parecen interesantes para el público y también como minúsculo homenaje a este oficio, en un momento en el que muchos ponen en duda incluso su futuro. Mi amigo y compañero Juan Cruz está publicando estos días unas muy interesantes entrevistas con periodistas veteranos, en las que se habla sobre el estado del oficio a veces en tono bastante sombrío. La mexicana Alma Guillermoprieto está entre quienes creen que "este oficio se está acabando". Enric González le respondió al día siguiente, lunes, por una vez optimista.

Ya adelanté hace poco que habrá que escribir con frecuencia de periodismo este año. Todo lo que está sucediendo me lo confirma y me conduce a avanzar por mi parte algunas ideas que intentaré desarrollar en días posteriores: éste es un oficio imprescindible; quizás desaparezcan los periódicos en papel, pero los periodistas no debemos rendirnos; el periodismo es más necesario que nunca en esta época de crisis y de cambio; y las nuevas tecnologías, lejos de constituir un obstáculo, deben convertirse en instrumentos eficaces en nuestras manos. No está en juego una cuestión gremial ni el mantenimiento de un viejo oficio que tiene mucho de artesanal; están en juego la democracia y la ciudadanía.



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4 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cumbres de desconfianza

Davos, como París, no termina nunca. Un día contaré mis visitas al Museo Ernst Ludwig Kirchner, el expresionista alemán cuya última etapa pictórica (de menor calidad, todo hay que decirlo) se identifica con la estación suiza. Otro quizás podría regresar a ‘La Montaña Mágica', a los debates entre Naphta y Settembrini por la Promenade entre el Belvedere y el Casino, la calle ahora abarrotada donde hace exactamente cien años, entre 1908 y 1914, transcurre la acción de esta novela absolutamente fundamental para entender el siglo XX. Otro más, al debate filosófico más famoso de la época de entreguerras, el que sostuvieron el neokantiano Ernst Cassirer y el existencialista Martin Heidegger, en la primavera de 1929, hace 80 años, poco antes de la toma del poder por el nazismo. Hay un hilo secreto que conecta todos estos debates, incluyendo los actuales, en este remoto valle alpino donde el aire es purísimo y se puede conseguir, cuando no quedan turistas ni congresistas, una especial sensación de desconexión del mundo real. Quizás algún día me ocuparé de todo ello.

De momento, quiero tirar de otro hilo que también hace inacabable la historia de Davos: sus debates, los documentos que se elaboran y presentan, y el conjunto de las actividades que rodean al Foro Económico Mundial darían para mantener un blog permanentemente abierto. No lo haré, por supuesto, porque ni me corresponde ni voy a dedicar en exclusiva mi actividad a una institución ajena. Pero sí sacaré todavía algún partido más de algunos papeles y datos de este Davos 2009 tan polémico y sombrío, pero a la vez creativo y sugerente. En concreto de la presentación de un barómetro sobre la confianza en las empresas y los gobiernos presentado bajo los auspicios del Financial Times por la agencia de relaciones públicas Edelman. Veamos.

Edelman viene realizando este barómetro desde hace diez años y lo hace a partir de una encuesta en la que se entrevista durante media hora a casi 4.500 personas con estudios universitarios, rentas altas y consumidores de medios de los países más significativos. Del texto de presentación del estudio se desprende una fuerte caída de confianza en las empresas, los medios y los gobiernos. Esta caída es más fuerte todavía en Estados Unidos, donde la confianza en los negocios ha bajado en un año del 58 por ciento al 38, empezando por la banca (baja del 69 al 36 por ciento) y el automóvil (del 60 al 33 por ciento). En los tres principales países europeos industrializados (Alemania, Reino Unido y Francia), la confianza en los negocios se mantiene para el 36 por ciento de los encuestados, en contraste con China (donde ha subido del 54 al 71 por ciento) o en Brasil (del 61 al 69 por ciento).

Pero ahora viene el capítulo que merece mayor atención para mi gusto. Muchas veces los periodistas nos hacemos eco de la necesidad proclamada por unos y otros de recuperar la confianza para salir de la crisis, pero no nos damos cuenta de dos cosas: que los medios también atraviesan una crisis, en algunos casos tan profunda que algunos la consideran mortal; y que esta crisis también es una crisis de confianza. La caída de la confianza en los semanarios económicos es del 57 al 44 por ciento y en los informes y análisis de bolsa del 56 al 47 por ciento. La confianza en la cobertura de noticias por televisión ha caído del 49 al 36 por ciento y en los periódicos, atención, del 47 al 34 por ciento. Fíjense que sólo la industria del automóvil suscita menos confianza que los diarios.

Pero no nos angustiemos: siempre hay alguien peor. En Estados Unidos sólo un 17 por ciento confía en la información que tiene como fuente al propio CEO de la compañía, mientras que, por el contrario, si se trata de un académico o un experto quien proporciona información al público, entonces hasta un 59 por ciento manifiestan que confían en ella. Recuperar la confianza ha sido la vasta tarea que se han impuesto unos y otros en Davos. Los periodistas deberíamos añadirnos también a esta manifestación de piadosos deseos. Pero a la vez deberíamos empezar por indagar y saber primero el por qué nos sucede esto y luego ver cómo se hace y hacerlo. Se admiten sugerencias.



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3 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El regreso desde las cumbres

Davos ha terminado ya. Hoy todavía, esta mañana, quedan algunos actos conclusivos, de los que desertan buena parte de los asistentes, unos porque ya se van y otros porque aprovechan el último día para esquiar o para dormir después de la noche del sábado. La clausura estuvo a cargo de Marruecos que tiró la casa por la ventana como hacen todos los países y empresas que patrocinan este tipo de fiestas. Este es todo un capítulo aparte sobre el que poco puedo decir: sólo me asomé al principio de la cena marroquí para añadirme en seguida a la despedida de los periodistas de a pie, los dos centenares de corresponsales que han cubierto la cumbre sin acceso privilegiado. Durante la última jornada útil, el sábado, todavía tuve ocasión de obtener impresiones e informaciones interesantes. Ahí van algunas. 

A primera hora de la mañana, un panel sobre 'Nuevas fronteras de los conflictos', que me va a servir para contar dos cosas realmente notables de este Foro. En primer lugar, el método: hay un presentador, Audrey Kurth Cronin este caso, profesor del Colegio de Guerra de Estados Unidos, un especialista de tanta calidad como los otros invitados, que hace una presentación muy rápida del tema y luego pregunta directamente a cada uno de los participantes. Los participantes responden en un minuto si es posible, y mejor todavía en medio, para dejar a continuación que el propio público les pregunte. En total una hora, en la que han aparecido y han sido objeto de disección las ideas más importantes sobre el tema. En segundo lugar, el contenido, que tiene que ver con el espíritu de Davos, del que se habla mucho cuando se pierde (véase el encontronazo entre Shimon Peres y Erdogan) pero poco cuando funciona: los especialistas convocados cubren un abanico que permite juntar a controladores y controlados, artistas y críticos, y si se me apura incluso a combatientes de dos bandos. En este panel estaban desde el secretario general de Interpol, Ronald Noble, hasta el director de Human Rights Watch. Los contenidos, lógicamente, las armas biológicas, los ciberataques, la lucha antiterrorista, la droga, las mafias y, sobre todo, la protección de la población civil mezclada en los conflictos.

Segundo apunte: presentación del Global Economic Outlook, sobre el que no me voy a extender porque los lectores podrán leerlo en la prensa de hoy y especialmente en la magnífica crónica de Claudi Pérez. Entre las notas que tomé escribí: "la magnitud del desconcierto", que luego mandé como título de mi columna de hoy. Puse también otro título alternativo que por su longitud no entraba, pero que sintetiza una de las impresiones que se puede sacar de la cumbre: "el capitalismo reformado será verde y tecnológico". La presentación fue de lujo, moderada por Martin Wolf del Financial Times y con la ministra francesa de Economía Christine Lagarde, el vicepresidente del Plan Económico de India Montek Ahluwalia, el número dos del FMI John Lipsky, el gobernador del banco central canadiense Mark Carney  y el banquero de Standard Chartered Peter Sand. Lo menos que puede decirse es que tiraron de todas las señales de alarma, la señora Lagarde notablemente advirtiendo sobre el peligro de una fuerte agitación social.

Tercer y último capítulo: nuevo encuentro con el más genuino y creativo espíritu de Davos. Jeff Jervis, bloguero y además gurú de digital, dirigió un encuentro sobre innovación de masas. Si hasta ahora habíamos llegado al suministro de contenidos por parte del público, el famoso out-sourcing, o el llamado web 2.0, ahora de lo que se trata es de que el talento del público sea el que funcione como motor de la innovación y del cambio de las empresas. Jeff Jervis prometió escribir sobre el tema y contarlo en su blog esta próxima semana (buzzmachine.com), pero a mí me servirá para redondear la imagen de este espíritu montañero que inspira el encuentro. Los participantes  se agruparon en varias mesas, cada una encabezada por un panelista destacado, altrededor de un tema sobre el que imaginar cómo se podría aprovechar las ideas, experiencias y talento de la gente. La mesa donde yo me senté, dedicada a los bancos, imaginó un banco abierto en el que no sería posible la contaminación de las hipotecas subprime ni la expansión de la infección Madoff como le ha sucedido al Santander. Tenía al lado a uno de los vicepresidentes de Google que me mostró irónico su teléfono móvil donde se podía leer Open Bank debajo del logo del Santander. Cuando terminamos la discusión, Jarvis dirigió la revisión de todas las ideas que fueron surgiendo y al final hubo incluso bromas sobre la aplicación inmediata de la mejor de todas, que resultó precisamente la de este sistema bancario. En este panel, divertido y efervescente, había militantes del software abierto y gente de inconfundible aroma ácrata. Una gozada, la verdad.

Y se acabó la jornada en lo que se refiere a la actividad de la esponja, que es lo más interesante de Davos. Luego hay que contarlo, en el periódico y en blog, como lo hago ahora. Muchas gracias por leerme y por participar. Debo decir que estoy muy satisfecho del seguimiento del blog estos días y no tanto de algunos comentarios. Todos, y sus autores especialmente, saben por qué.



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2 de febrero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La magnitud del desconcierto

En Davos se ha visto este año la magnitud del desconcierto. Estamos ante una crisis que alcanza a todo el planeta, encoge la economía global y presiona hacia el proteccionismo y la desglobalización. Pero ha costado mucho llegar a reconocerla. La Agenda Global para 2009, preparada por más de un millar de expertos, ha recurrido a la imagen de los pájaros utilizados por los mineros antes de entrar en el pozo para describir lo que ha sucedido en 2008, el año de los tres canarios, que son el precio de los alimentos, el incremento y volatilidad del precio del petróleo y la crisis financiera. Hace un año, en esta misma reunión, todavía no había salido de la mina el cuerpecillo de ninguno de los pajarillos y eran muy pocos los economistas capaces de preverlo.

Ahora lo que preocupa es conocer cómo encontrar la salida, prever la fecha y localizar los escollos que puedan retrasarla. Y lo más interesante es observar cómo empiezan a imaginar unos y otros el paisaje que aparecerá cuando salgamos del túnel, aquel capitalismo reformado que demandaba con impaciencia el presidente francés, Nicolas Sarkozy. Los conceptos de crisis y de recesión son pobres para describir lo que en realidad enfrentamos, según se desprende de la opinión de los expertos: estamos ante un momento de cambio de modelo económico y social, e incluso de mutación de valores. Los más osados sueñan en una nueva era, de la que saldremos todos, países, Gobiernos y ciudadanos, profundamente transformados.

Necesitamos instituciones globales, mejores que las actuales, que sirvan para prever las crisis y no para acudir a la cabecera del enfermo cuando se halla en muy mal estado. Con un reparto de las responsabilidades más adecuado a la realidad del mundo: el dominio occidental del planeta se ha terminado. La reunión del G-20 el 2 de abril en Londres debe emitir un mensaje muy contundente respecto a la voluntad política de los Gobiernos para poner en marcha esta nueva gobernanza económica global.

El capitalismo reformado debe ser verde y tecnológico. Hay que poner en marcha un mercado internacional de emisiones de CO2, algo que sólo se conseguirá si se implican los grandes contaminadores (China, India, Estados Unidos) y se fijan unos objetivos claros y verificables en cuanto a reducciones, cuestión que tendrá un momento especialmente decisivo el próximo diciembre, en la Cumbre del Clima en Copenhague. Las inversiones en tecnología serán cruciales para poner en marcha esta novísima economía ecológica. No hay que posponer este cambio hasta que haya pasado lo peor, porque entonces lo peor estará todavía por llegar.

Debemos conseguir que el mundo esté gobernado, con economías y monedas coordinadas, sin perder los beneficios de la globalización ni dejarlo varado en el nacionalismo económico y el proteccionismo. Hay que regresar a un juego con reglas, donde no sea posible cambiar de reglamento a mitad de la partida como han venido haciendo los más arriesgados y a veces inmorales. También a la jerarquía de valores más clásica: las finanzas son para financiar, no para convertirse en un fin en sí mismo. Los desequilibrios de riqueza, en constante aumento hasta esta crisis, además de injustos son peligrosos.

Merkel habla de una vía intermedia entre el capitalismo desregulado y los experimentos de socialismo de Estado. Es la vía alemana del canciller Ludwig Erhard, la economía social de mercado, en la que "el Estado es quien vigila el orden económico y social". Lo mismo ha dicho el presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, que ha ofrecido a Estados Unidos el modelo europeo: "Nosotros tenemos un servicio de salud universal, un sistema de jubilaciones más generoso, un principio de gratuidad de la universidad y queremos conservarlo".

Son viejas ideas en odres nuevos, dirán algunos, pero no caen en saco vacío. La tradicional cena de los congresistas norteamericanos que acuden a Davos, celebrada este año en la euforia de la elección presidencial, ha sido todo un homenaje al Estado protector, el multilateralismo, el desarme, el sistema sanitario europeo, los impuestos sobre la gasolina y la ayuda al desarrollo. Todos reconocen que hay que someter a revisión el modelo americano de consumo desenfrenado, sobre todo en el capítulo energético.

El quiebro ideológico respecto a 2008 se ha percibido incluso en los temas de moda. La tecnología y la innovación han sido siempre la crema más exquisita de Davos, y la codicia del capitalismo financiero, más o menos confesada, el principal combustible. En esta edición la tecnología ha seguido teniendo una gran consideración, sobre todo con relación al medio ambiente, pero ya no se la concibe como la varita mágica salvadora, como había sucedido anteriormente. Y sin voluntad política ni valores no habrá buenas soluciones. Estos últimos han ocupado incluso debates enteros -uno de ellos presidido por Tony Blair- en los que no han faltado los líderes religiosos. Un teólogo norteamericano recordó el viernes los siete pecados sociales denunciados por Gandhi, que son anillo en el dedo de la actual recesión: política sin principios, comercio sin moral, riqueza sin trabajo, educación sin carácter, ciencia sin humanidad, placer sin consciencia, religión sin sacrificio. Y que, por supuesto, también impugnan la exhibición de riqueza y de poder que se puede ver en Davos.



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2 de febrero de 2009
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El Boomeran(g)
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