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Escrito por

Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los funerales de Castro

Con este título sale estos días un libro de Vicente Botín, que quiero recomendar al menos por tres razones. En primer lugar, por la actualidad del tema, que convierte a este extenso reportaje periodístico de este ex corresponsal de televisión en La Habana en una buena lectura para ponerse al día sobre la situación de la isla y del régimen en momentos decisivos para su futuro. En segundo lugar, porque este trabajo es una buena prueba de la pérdida enorme de experiencia y materia gris que están significando las políticas de prejubilaciones practicadas por muchas empresas en esta época de reconversión, Televisión Española entre otras. Y en tercer y ultimísimo lugar porque he tenido el honor de prologar el libro, lo que me permite recomendar su lectura a los lectores de este blog y avanzarles el texto escrito ex profeso para su aparición y que se puede leer a continuación.

Socialismo incorruptible Los cadáveres embalsamados de Lenin y Mao Zedong permanecen expuestos en los mausoleos abiertos al público en la Plaza Roja y en Tianamen respectivamente, donde quisieron colocarles sus albaceas políticos. Son los testigos de lo que no ha cambiado ni en Rusia ni en China a pesar de la liquidación de la Unión Soviética y de la integración de la República Popular en la economía capitalista global. La nomenclatura capitalista salida del antiguo régimen comunista, y sobre todo de sus poderosísimos servicios secretos, considera intocable el cuerpo incorrupto del fundador del Estado soviético como símbolo de la Revolución de Octubre y del curso irreversible de la historia: el renacido orgullo nacional ruso encuentra así, en la continuidad conel comunismo desalojado del poder, una referencia irrenunciable sobre la que se puede permitir incluso la recuperación de José Stalin como vencedor de la Gran Guerra Patria contra el fascismo. El Partido Comunista Chino, única organización de encuadramiento político y de promoción y ascensión económica y profesional, retiene a su vez en el correspondiente despojo del fundador de la República Popular China el principio irrenunciable en el que se condensa el monopolio totalitario del poder: aunque Mao ha recibido ?notas? por parte de sus sucesores, que condenaron sus errores ya en 1981 con la explícita indicación de que no superaban a sus méritos, nadie es capaz de cuestionar la veneración de su cadáver en el centro de Pekín. Fidel Castro sabe que su caso es excepcional. Ninguno de los revolucionarios fundadores del socialismo realmente existente, o mejor dicho, que realmente existió, ha conseguido una permanencia tan larga en el poder ni mucho menos acercarse peligrosamente al umbral en el que las probabilidades de la desaparición de su régimen crecen exponencialmente cada día que pasa. Veinte años han transcurrido ya desde que la dictadura cubana superara el mayor escollo para su existencia. Sucedió en aquella fecha brillante y gloriosa para las libertades europeas, en que cayó el Muro de Berlín y empezó la desintegración del antiguo bloque socialista. China tuvo su revuelta de Tianamen y Cuba su ?caso Ochoa?, envites en los que los dirigentes comunistas de ambos países consiguieron con el maquiavelismo al uso, manipulador y cruel, reprimir en sangre en el primer caso la revuelta de una entera generación de jóvenes chinos y organizar en el segundo una especie de ?procesos de Moscú?, en el mejor estilo estalinista, fusilamientos incluidos, como maniobra preventiva para evitar el aislamiento de Cuba como narcoestado: parte de la cúpula militar implicada en este tipo de actividades fue desmochada y sacrificada en aras de la supervivencia del jefe supremo. Sin Unión Soviética y sin el internacionalismo socialista que alimentara al régimen cubano, Castro no tuvo más remedio que resignarse a ensayar una ligera apertura capitalista, el llamado ?período especial?, probablemente la peor época de la historia para el castrismo, momento en que el dictador creyó ver las orejas del lobo de la pérdida del poder personal y prefirió regresar al búnker de unas esencias socialistas meramente virtuales, sin más contenido que la verbosidad que las acompaña. Después del nuevo cerrojazo llegó el salvavidas del chavismo, con sus recursos petroleros, durante varios años tan revaluados que actuaron como último recurso de supervivencia. ¿Del sistema? No hay sistema alguno que tenga que sobrevivir. Nada de lo construido se sostiene, ni siquiera la educación y la sanidad que llegaron a convertirse en banderas exhibidas y admitidas en todo el mundo. Sistemático es el inmovilismo social y económico, una especie de ultraconsevadurismo que renuncia al más minúsculo cambio por el temor cerval de los viejos revolucionarios a una nueva revolución que esta vez los arrastre a ellos mismos: era la misma preocupación de los dirigentes chinos y la que abandonó de forma admirable Gorbachev, el único dirigente comunista que ha acreditado su aversión al uso de la fuerza para zanjar las dificultades políticas. Sistemáticos también son los toscos mecanismos de ocultación y de falsificación, tan fútiles en muchas ocasiones, que más parecen un insulto a la inteligencia, una técnica de sometimiento y de humillación por parte de Castro y los suyos que una forma de persuasión y convencimiento como era la propaganda tradicional. Es curioso señalar que Rusia y China no han enterrado tan sólo las viejas quimeras comunistas, arruinadas por su ineficacia y su corrupción, sino que han resuelto, mal que bien, el problema central de todo régimen despótico, que es la transmisión del poder, especialmente delicada cuando coincide con una transición cuanto menos económica. Celebrados los funerales por el socialismo, lo que queda sólo es el poder desnudo y su cáscara, esos cadáveres obscenamente venerados todavía en el centro de sus respectivos países en los que queda concentrado el simbolismo de las continuidades irrenunciables. Cuba también lo ha enterrado todo, aun sin haber conseguido avanzar ni un solo paso hacia estos extraños sistemas reinventados que consiguen aunar lo peor del comunismo (la dictadura, la libertad ahogada, la arbitrariedad del poder) y lo peor del capitalismo (las desigualdades crecientes, el poder y la obscenidad del dinero). Lo único que queda por enterrar es el cadáver viviente de su líder, que sigue hablando y gesticulando en los medios de comunicación oficiales, inasequible a las contradicciones y cargado siempre de una razón total, irrebatible, despiadada, que es la del poder personal, cedido ahora por imperativo de la biología a su propio hermano: así concluye en un comunismo oscurantista y hereditario como el inventado por Kim Il-Sung, obligado como gran parte de las dictaduras modernas a seguir, a la hora de la sucesión, el tropismo de la herencia biológicatípico en las monarquías (Siria ya lo ha hecho, Egipto y Libia están en camino). Quien se engaña en Cuba es porque quiere, y probablemente porque le interesa. ?Hasta los funcionarios más leales advierten en privado de que hay que distinguir entre corrupción y supervivencia?, asegura un académico del régimen que lógicamente no revela su nombre. Con razón, esta observación recogida por el autor de este libro, Vicente Botín, define lo que es el socialismo castrista y castrense de Cuba: un régimen en el que no es posible distinguir entre corrupción y supervivencia, y en el que por tanto el único incorrupto es el cadáver vivo de Fidel, el mayor corrupto de todos porque es quien ha convertido Cuba en su cortijo y en el de su familia y amigos. Hay una fórmula infalible frente a la ceguera voluntaria, enfermedad del alma que afecta a más gente fuera de Cuba que en la misma Cuba, donde muchos hacen como que no ven pero pocos son los que no quieren ver: periodismo. Cuando algunos pretenden imaginarse cómo serían nuestras sociedades sin periodistas, sin periodismo, se equivocan en una cuestión previa fundamental: no hace falta imaginar nada, ya lo hemos conocido. Las dictaduras son incompatibles con el periodismo, al que le asignan una única función autodestructiva: transmitir con fidelidad perruna su versión de los hechos y su visión del mundo, avalar sus crímenes, convertirse en arma de propaganda y de opresión y por ende en antiperiodismo. Quienes han vivido en dictadura han contado con mejores oportunidades que nadie para valorar en su justa medida lo que vale y para qué sirve el periodismo en libertad. ¿Libertad para qué?, dijo Lenin, algo que Castro habrá repetido decenas de veces. Para el común de los ciudadanos para ser libres, para los dictadores en cambio la libertad sólo se concibe con fecha de caducidad o como una calle de dirección única: para alcanzar el poder y luego para nada, porque significa permitir que se vislumbren los propios errores, paso previo a la exigencia de alternancia y de pluralidad. Quien quiera engañarse puede: tiene el permiso que le proporciona la ceguera voluntaria practicada durante 50 años con el castrismo. El periodismo es precisamente una actividad que se construye directamente contra la ceguera voluntaria. Vicente Botín no tiene antipatía alguna de principio por el peculiar socialismo cubano, pero es evidente que no quiso mirar hacia otro lado en ningún momento durante sus años de corresponsal de Televisión Española y ha querido ahora pasar a limpio lo más sustancial de aquella experiencia. El resultado, entreverado de letras de boleros y empapado de la cultura popular y del habla cotidiana de los cubanos, es un reportaje soberbio y veraz, en el que no falta ni uno de los antecedentes históricos pero tampoco sobra ninguna anécdota, chiste o peripecia más o menos amarga como suelen producirse en las dictaduras. La tesis central, el carácter virtual del socialismo y del régimen, queda sobradamente demostrada, incluida en ella el falso bloqueo norteamericano, que en realidad es un embargo parcial, y el papel central que juega a la hora de declarar la total irresponsabilidad política e histórica de Castro y los suyos por tanta catástrofe y tan mal Gobierno: todo cuanto ha salido mal, se debe al embargo norteamericano. Mientras la vida de Fidel se extingue, también está a punto de aligerarse e incluso terminar este elemento singular que todavía sigue dando sentido ?a contrario? a la Revolución. Es fácil colegir que, siendo todo lo que ha salido mal, en cuanto se levante el embargo, tal como apuntan los nuevos aires que se respiran en Washington, ninguna excusa quedara para que todo empiece a salir bien. Obama, el nuevo presidente (y décimo con Fidel todavía en el machito: no se olvide que conserva todavía el título de secretario general del Partido Comunista), y el tiempo, que cura muchas cosas pero sobre todo ajusta sus cuentas con todo lo que se eterniza, serán pues los dos agentes delcambio en Cuba. La transición no ha arrancado todavía y todo parece congelado como en un fotograma en blanco y negro. Pero todo está también ya en su sitio para que empiece el cambio y suban de nuevos los colores de la vida a esta escena antigua presidida por una gerontocracia agotada y sin más recursos que irse apañando de un día para otro. Nos lo cuenta con detalle y agudeza el excelente reportero que es Vicente Botín, al igual que nos apunta, a la postre, la clara bifurcación que se presenta a los cubanos al final de estos funerales. Quedar un paso atrás pillados en una nueva ?democracia soberana? situada entre China y Rusia desde el punto de vista de ideologías y estructuras de poder, y basada en la nueva ?burguesía nacional? salida del castrismo castrense; o realizar el auténtico salto hacia una sociedad abierta, que es lo que merecen los cubanos y lo que merecen las Américas. (Vicente Ramírez manda un comentario al post de ayer, que cuelgo hoy aquí por su relación directísima con Cuba: Convocatoria por las libertades en Cuba Una movilización general en Internet ha sido convocada por varios blogs y webs cubanos con el objetivo de concientizar a la opinión pública internacional sobre la realidad cubana, y presionar al régimen de La Habana. La acción común tendrá lugar el próximo lunes 1 de junio. Ese día todos los blogs y webs de cubanos y no cubanos que se sumen a la convocatoria abrirán sus páginas con un mismo post de cabecera. Dicho post permanecerá como primera entrada durante todo ese día. A continuación, el post que debe aparecer reproducido, el primero de junio de 2009, en todos los espacios que se sumen a la iniciativa: Título: Llamamiento al gobierno cubano y al mundo Texto: Pedimos a todas las personas e instituciones defensoras de los derechos civiles en el mundo que contribuyan, y llamamos al gobierno cubano a: -Liberar a los presos políticos en Cuba -Levantar las prohibiciones que impiden a los cubanos entrar (a) y salir de su país -Levantar las prohibiciones de acceso a Internet para los cubanos).



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26 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Washington vs. Strangelove

La fecha del pasado jueves 21 de mayo quedará marcada como un momento crucial en la presidencia de Barack Obama. Mucha tinta harán correr las palabras pronunciadas este día sobre la seguridad nacional, la tortura, la cárcel de Guantánamo y los valores más característicos de los Estados Unidos de América. Pero además de interpretaciones y comentarios, que ya los ha habido y muchos, habrá un antes y después para el presidente Obama tras el duelo retórico en el que se enfrentó con el ex vicepresidente Dick Cheney. Obama habló desde el edificio de los Archivos Nacionales, donde se guardan los ejemplares originales de la Declaración de Independencia, el Bill of Rights y la Constitución. Cheney desde el Wohlsetter Conference Center del think tank ultraconservador American Enterprise Institut. El lugar elegido es todo un símbolo de los valores que defendieron uno y otro: Obama los fundacionales surgidos del Siglo de las Luces y de la Revolución Americana, Cheney los de la Guerra fría, ejemplificados en la figura de quien da nombre a la sala de conferencias, Albert Wohlsetter, el intelectual y especialista en armamento y defensa que inspiró la figura del Doctor Strangelove, interpretada por Peter Sellers en el filme de Stanley Kubrick.

Este ha sido el primer discurso de Obama en el que ha tenido que situarse a la defensiva. El paquete tóxico heredado de Bush, con Guantánamo y la tortura como piezas de resistencia, le ha conducido a su primer callejón sin salida. Haga lo que haga Obama dejará muchos pelos en esta gatera. Para cumplir de forma escrupulosa su programa electoral y satisfacer así a la izquierda y a las asociaciones de derechos humanos deberá terminar dejando en la calle a terroristas acreditados, incluso con la posibilidad de que pidan indemnización por detención ilegal y por torturas, abran procesos contra funcionarios y militares norteamericanos y además se incorporen de nuevo a la actividad violenta contra Estados Unidos. Si quiere cumplir en cambio su juramento presidencial como comandante en jefe y garantizar la seguridad de los ciudadanos norteamericanos, no tiene más remedio que asegurar que estos terroristas peligrosos actualmente detenidos en Guantánamo no queden en libertad; para conseguirlo quiere habilitar un nuevo sistema de comisiones militares con un mínimo de garantías, derecho pleno de defensa y sistema de recursos para poder juzgarlos y una figura nueva, legislada por el Congreso, que permita la detención indefinida. Todo ello deberá someterlo a la autoridad jurídica final del Tribunal Supremo, por lo que no será nada fácil trenzar un sistema legal de excepción, muy complejo y alejado de las prácticas garantistas y de las tradiciones del Estado de derecho occidental. Tiempo habrá para analizar con detalle lo que significa todo esto. Hasta aquí ha llegado el impulso de cambio en el capítulo de los derechos humanos, fuertemente condicionado por el peso de los compromisos y de las decisiones legales tomadas en la anterior presidencia. Limpiar este legado llevará probablemente más de una presidencia y no sucederá hasta que no desaparezca el temor cerval a un nuevo ataque terrorista en territorio de Estados Unidos. El discurso de Cheney tenía como principal objetivo blandir la amenaza de nuevos atentados como resultado del giro realizado hasta ahora por Obama e impedir que esta presidencia siga profundizando este camino. Todavía no hay encuestas posteriores a estos discursos, pero no parece haber muchas dudas de que Obama ha ido todo lo lejos que puede ir y que al llegar donde ya está ha creado una enorme tensión a derecha e izquierda, hasta el punto de que el peligro es ahora que se quede aislado y sólo en su equilibrio imposible entre seguridad y libertad. (No quedará aquí el análisis de estos dos trascendentales discursos, que pueden leerse en la web de la AIE y en la de la Casa Blanca. Seguiremos.)



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24 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La corrupción como virtud política

Como mancha de aceite se extiende el ejemplo de esta nueva forma de hacer política. Descubierta en tierras de Maquiavelo, donde nació la política misma, también la encontramos ahora en la península ibérica. Se trata de convertir la corrupción en virtud, la mentira en verdad y el latrocinio en beneficiencia; colocar a los peores en lo más alto de las responsabilidades políticas, en abierta colusión entre sus intereses privados y los públicos que debieran defender. Tiene dos grandes ventajas: primera, favorece la economía de medios, puesto que siempre es más barato situar a ciudadanos corruptos en el poder que mantener unas complejas y quizás más costosas relaciones entre políticos corrompedores y ciudadanos corruptibles; segunda, refuerza el argumento de que todos son iguales, con ventaja para los que hacen bandera de su corrupción en vez de esconderla bajo ideologías progresistas y pretensiones morales. El buenismo queda desenmascarado con mayor crudeza con la reivindicación de la corrupción como virtud política.

Todo esto no funciona sin un buen sistema de medios, perfectamente instruidos, que fabrican la realidad acomodada a este innovador código moral, en el que se han invertido todas las jerarquías. También ayudan, por supuesto, unos buenos mecanismos intimidatorios sobre la policía y la judicatura, dando por descontados los que se dirigen al resto de medios de comunicación y de periodistas que no se hallan directamente asalariados por el poder corrupto. El cóctel es perfecto: los corruptos confiesan púdicamente las listas de sus obras benéficas; los medios ensalzan sus virtudes y niegan las interpretaciones aviesas; los tribunales incluso les absuelven; y las urnas al final lavan y centrifugan las imputaciones hasta dejarlas blancas como sábanas. Es una nueva pandemia que puede adquirir muchos nombres. Cuando llega a Italia se la llama putinización. Si llega a España puede servir berlusconización. Personajes como Trillo y Camps debieran aspirar a dejar sus apellidos para nombrarla. De momento se les reivindicará y exhibirá en la campaña electoral europea. Sea cual sea el nombre que se escoja para denominarla, lo que es seguro es que éste es el mayor peligro, y no los espantajos de otros radicalismos, que acecha ahora mismo a la democracia, convertida en blanqueadora de corruptos, ladrones y mentirosos y desnaturalizada en su mismo ejercicio. Y lo más grave del asunto es que esto no ha hecho más que empezar.



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22 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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David y Goliat, diplomáticos

El silencio no puede ser más espeso. Llegó el día señalado, se produjo el largo encuentro, todos pudieron reconocer los signos esperados de un desacuerdo sideral, adornado por el ritual de gestos y palabras amables. Pero poco ha trascendido de lo que hablaron los dos hombres durante las cuatro horas en que estuvieron reunidos y sobre todo en la hora y media larga en que conversaron a solas. No es osado pensar que en esta parte de la reunión se pronunciaron palabras graves y se transmitieron informaciones reservadas. De momento, no han trascendido y con los indicios recogidos en la breve conferencia de prensa, la interpretación de su lenguaje corporal (al parecer, más distante y tenso de lo habitual, y tanto más importante cuanto menor es la información) y el reguero de declaraciones posteriores se ha podido trenzar el fraseo de los desacuerdos.

Obama exige a Netanyahu que congele los asentamientos de colonos judíos en Jerusalén y Cisjordania y se comprometa en la creación del Estado palestino. A Netanyahu sólo le interesa de Obama que abrevie lo más posible su negociación con Teherán, para proceder, cuando fracase, a realizar un ataque a las instalaciones nucleares iraníes. Si Netanyahu piensa que Irán es la única y auténtica amenaza existencial para su país, Obama considera que lo que amenaza el futuro de Israel, su auténtica amenaza existencial, es la imposibilidad de hacer la paz con todos sus vecinos y con los palestinos. Ambos vinculan directamente la paz entre palestinos e israelíes y el problema que significa un Irán con el arma nuclear; pero la discrepancia, radical, es la dirección de este vínculo: con la paz, piensa Obama, será más fácil aislar y convencer a Irán; atacando a Irán, dice Netanyahu, será más fácil la paz con los palestinos. Lo primero es difícil y puede ser un espejismo fruto del voluntarismo de Obama, que se ha metido en el avispero de Oriente Próximo sólo cruzar la barrera de los cien días. Pero lo segundo es totalmente improbable: un ataque contra las instalaciones nucleares iraníes no tan sólo no serviría para sentar en la mesa a los vecinos árabes y a los palestinos, sino que incendiaría la región entera y tensaría las relaciones entre todo el mundo musulmán y Estados Unidos. Obama podría dar por terminada su presidencia. Netanyahu no va de farol. El ataque a Irán sería una forma de restaurar el sistema de disuasión que Israel ha arruinado en sus dos últimas guerras (Líbano y Gaza) y, sobre todo, compraría tiempo. Aunque sólo aplazaría la carrera nuclear de Irán, permitiría a Israel seguir actuando a sus anchas sin que sus enemigos próximos contaran con la cobertura de un paraguas nuclear islámico. Con un objetivo: diferir los compromisos de paz y persistir en la política de colonización hasta cuartear el territorio palestino de forma tan irreversible que dejara de tener sentido la creación de un Estado. Pero Obama tampoco va de farol. El giro que ha significado su llegada a la Casa Blanca no había tenido todavía una escenificación tan nítida respecto a Oriente Próximo. El despliegue de la agenda diplomática de mayo ha permitido observar hasta qué punto han cambiado las cosas. Washington ha regresado a una posición equilibrada entre las dos partes, después del apoyo incondicional de Bush a Israel, tal como se deduce de las advertencias del presidente sobre los incumplimientos de los compromisos por parte de todos: no son los palestinos los únicos culpables. En contraste con un Bush que inauguró el diálogo de Annapolis pero se quedó mirando los toros desde la barrera, Obama ha decidido arremangarse y comprometerse. También han cambiado las cosas dentro de la Casa Blanca, donde con Bush y Condoleezza Rice, su secretaria de Estado, había compromisos y visiones distintas sobre el conflicto, lo que permitía al primer ministro israelí obtener del presidente la desautorización de las propuestas que no le gustaban; con Obama, la Casa Blanca es un ejército diplomático disciplinado, sin filtraciones ni voces discordantes. Nadie piensa ya en procesos largos y en incrementalismos: se trata de poner un plan de paz sobre la mesa, que contemple a todos los actores de la región, y consiga rápidamente un cambio radical del mapa político ahora enquistado. La opinión norteamericana también está virando: los grupos de presión israelíes conservadores pierden fuelle en Washington, a favor de otros lobbies más progresistas y favorables al acuerdo con los palestinos. Por no hablar de cómo están las cosas en Europa, donde el ministro de Exteriores israelí, Avigdor Lieberman, debe buscar en su primer viaje un itinerario que evite los desaires. David y Goliat son dos prototipos volátiles. Lo saben los israelíes: empezaron como el primero y se convirtieron en seguida en el segundo. En el plano militar, sin duda alguna; pero también en el diplomático. Ahora deberán cuidar que no vuelvan a girar las tornas.



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21 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Este pescado huele

Por la cabeza y por la cola. Por todos lados se extiende el mal olor. Empieza esta semana la campaña para el Parlamento Europeo y no puede ser peor el espectáculo. La antipolítica ha llegado a Westminster, en una metamorfosis del antieuropeísmo que pronto mostrará su verdadero rostro, sobre todo si David Cameron consigue el adelanto de las elecciones generales que le abriría las puertas de Downing Street. Peligraría en tal caso el propio Tratado de Lisboa, pues el líder tory acudirá a las urnas con la promesa de un referéndum de revocación que situaría a la Unión Europea en una situación terminal. Esto es lo que sucederá si Irlanda y la entera Unión no han ratificado el tratado antes de la entronización del líder conservador.

En el flanco mediterráneo, el mal olor es todavía más intenso: la mezcla de populismo xenófobo y de corrupción mafiosa es letal para la democracia y para Europa. La caza del inmigrante y del extranjero, ya practicada de forma extensiva en muchos países de la Europa central, se está convirtiendo en ley en la Italia de Berlusconi, donde muchos empiezan a temer incluso por la propia libertad de prensa. Empieza la campaña para las elecciones europeas, es cierto, y en estas circunstancias se puede esperar cualquier cosa de los excesos demagógicos. Aún hay suerte de que en los dos países centrales, Francia y Alemania, la demagogia electoral se concentre en marcar a los turcos las fronteras de una Europa en la que jamás ingresarán. Sarkozy y Merkel han desmentido, solemnemente, a cuatro manos, a Barack Obama en su viaje a Europa y Anatolia, con la vista puesta en el tendido electoral y mucha más vergüenza torera que quienes exhiben los peores sentimientos racistas y xenófobos. La fuerza de Ankara está, por supuesto, en el pasado de su larga relación con Europa, anterior a las peticiones de ingreso de numerosos países (como España) y más profunda en muchos casos a través de su integración fundacional en la OTAN; pero más todavía en las líneas que le marcan el futuro y la ambición turca de hacer compatible un papel central en todas direcciones: Caúcaso y Asia central, Oriente Próximo y Europa. Mucho me temo, tal como están las cosas, y vista la debilidad y la anemia política de los europeos, que si un día Turquía decide que no quiere de verdad ingresar en Europa significará que Europa ha dejado de tener el más mínimo interés para sus vecinos y para el mundo. Este día puede estar mucho más cerca de lo que creemos. No es la cabeza ni la cola, es el entero pescado europeo el que huele.



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19 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El pulso

El Gobierno de extrema derecha de Israel, con toda la elegancia y sobriedad que exigen las reglas de la diplomacia entre dos países aliados y amigos, está echando un pulso en toda regla a Estados Unidos. Ya empezó con la formación del Gobierno y con la presencia del xenófobo y extremista Avigdor Liebermann, como ministro de Exteriores, negociada con posterioridad a la toma de posesión de Obama, excluyendo la fórmula de la gran coalición de Likud con Kadima, mucho más adecuada a la nueva etapa norteamericana. Ha continuado luego durante estos meses, sobre todo con la persistencia de la política de ampliación de los asentamientos o el lanzamiento de un plan urbanístico para una definitiva apropiación israelí de todo el perímetro de Jerusalén. Y ha culminado ayer con su despliegue argumental en la propia Casa Blanca, donde Netanyahu ha confirmado su rechazo al reconocimiento del estado palestino, a pesar de su origen en los acuerdos entre Bush y Sharon y del amplio consenso internacional conseguido, del que son una contundente expresión las palabras bien nítidas de Benedicto XVI en Tierra Santa.

El único punto de acuerdo de fondo entre EE UU e Israel en este momento es que hay que arrancar a andar. Pero la dirección y el camino son excluyentes. Para Netanyahu se trata ante todo de terminar con el peligro existencial que supone para el estado de Israel la posibilidad de un Irán dotado del arma nuclear, y después abordar el proceso de paz con los palestinos sin una amenaza tan seria gravitando sobre toda la zona y sobre cualquier movimiento diplomático. Para Obama se trata de hacer exactamente lo contrario, primero abordar seriamente el proceso con los palestinos, obtener la paz de Israel con todos sus vecinos árabes, y una vez hecho esto encarar la amenaza nuclear de una República islámica con menos aliados en la zona, menos argumentos e incluso la posibilidad de un aislamiento que haga entrar en razón a los persas. Es cierto que verbalmente, ambos han ofrecido una pequeña baza al otro. Netanyahu se ha mostrado dispuesto a reanudar las negociaciones con los palestinos inmediatamente, aunque enseguida ha introducido los peros: que reconozcan el carácter judío del Estado de Israel. Obama ha señalado que es razonable esperar para antes de fin de año Irán alguna respuesta satisfactoria a la oferta de diálogo, aunque también ha matizado que no es cuestión de marcar plazos artificiales. Y el presidente norteamericano ha sido especialmente claro con la congelación de los asentamientos en Cisjordania, a la que Israel ya se había comprometido en 2003. Pero las posiciones de uno y otro no han podido quedar más delimitadas y alejadas. Con excepción de George W. Bush, desde Israel se ha sabido siempre que al presidente de Estados Unidos no se le echa un pulso porque es altísimo el riesgo de perderlo. Veremos qué sucede ahora.



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18 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Mundo incensurable

Una vez la flecha sale lanzada del arco alcanza siempre su destino. Así es la comunicación de nuestra época, incensurable. Obra de la tecnología, pero no sólo. También de una conciencia cada vez más aguda acerca de la libre circulación de ideas y mensajes. O de la presión del mercado, es decir, del dinero, del interés. Cabe comprender a Obama ante la presión militar para impedir la difusión de las fotos de Abu Ghraib, pero no tengo yo ninguna duda de que todas estas imágenes terminarán saliendo. Gobernar en un mundo incensurable es más difícil y si no que se lo pregunten al nuevo presidente de Estados Unidos. Ahora se está dando cuenta de la dificultad de su posición, en la que se ve obligado a encontrar equilibrios entre sus promesas electorales y las presiones de estamentos de enorme influencia en la sociedad norteamericana, como es el caso de los militares.

Con el asunto de las fotos, Obama se sitúa en contradicción con sus pretensiones de transparencia y con su actitud ante la modernidad tecnológica; pero más grave es lo que le sucede respecto a las comisiones militares (consejos de guerra excepcionales), cuya actividad ha decidido prorrogar para juzgar a determinados presos de Guantánamo. Su cambio de posición se debe de nuevo a la presión militar, pero en este caso le sitúa en contradicción con su programa sobre derechos humanos. El presidente ha sido pillado entre dos fuegos: de una parte quienes quieren que prosiga la política antiterrorista de Bush, como es el caso de buena parte del estamento militar; de la otra, desde la posición contraria, quienes no quieren problemas y se niegan a ayudar a Obama a salir del embrollo. Éste es el caso del Congreso, que no ha querido aprobar el presupuesto para desmontar Guantánamo, para evitar que algunos presos terminen en cárceles de sus circunscripciones, ocasionándoles prejuicios electorales. Pero lo mismo puede decirse de los países europeos, que han demostrado una enorme racanería a la hora de recibir presos de Guantánamo. Las fotos y las comisiones militares se han convertido así en el primer tropezón serio de Obama, después del balance brillante de sus primeros cien días. A la hora de analizarlo hay que tener en cuenta dos cosas: en primer lugar, que la opinión pública norteamericana es muy propensa a pegarse a las posiciones más conservadoras en temas de seguridad. En la cuestión de las comisiones militares, el apoyo que obtiene Obama ahora mismo es muy alto: 59 por ciento están de acuerdo con que los terroristas sean juzgados por estas comisiones especiales, mientras que sólo un 26 por ciento prefiere que lo hagan los tribunales ordinarios. Segunda cuestión a considerar: el primer tropezón de Clinton fue también con los militares, aunque en su caso no les hizo caso en un primer momento, consiguiendo crear una enorme tensión: el conflicto se produjo por el intento presidencial de levantar la prohibición de ingreso de militares homosexuales en el ejército, pero terminó con una salida de compromiso, muy criticada por los gays, como fue la política llamada de ?no preguntar ni explicar? a la hora de reclutar. Las explicaciones que ha proporcionado Obama para justificar la censura sobre las fotos enlazan con el argumentario neocon que él mismo había combatido con tanta energía como inteligencia. Que la publicación serviría para alentar los sentimientos antiamericanos ya lo habíamos oído en boca de la anterior Administración. Pero no deja de ser una mala excusa. Fue Obama quien lanzó esta flecha y será una tragedia si es Obama finalmente quien reciba su impacto. En un envite tan serio como todo lo que afecta a la tortura y a Guantánamo puede jugarse el rumbo de su preside ncia.

 (Enlaces: para las fotos, ver el daily telegraph y el sidney morning herald; y para las encuestas de opinión, Rasmussen Report)



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17 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La travesía del desierto

El partido republicano de Estados Unidos tiene su Jiménez Losantos y su José María Aznar, pero no ha encontrado todavía ni siquiera a su Mariano Rajoy. En lo más duro de la travesía del desierto, los populares españoles han tenido en el radiopredicador de la Cope a su auténtico líder, fabricante de ideología y distribuidor de consignas, mientras el ex presidente del partido y del Gobierno, agazapado en la Faes, realizaba la labor de defender el balance y las ideas de fondo. En el desierto americano está sucediendo otro tanto: el disc-jockey convertido en multimillonario radiopredicador, Rush Limbaugh, es quien dirige los ataques de las derrotadas y desordenadas filas republicanas; mientras que es el ex vicepresidente Dick Cheney el que defiende el balance de los últimos ocho años y anuncia las peores catástrofes como resultado de la nueva política de Obama.

Diferencia fundamental entre España y Estados Unidos es que aquí nunca la oposición ha dejado de tener un líder, por más débil que éste sea: Mariano Rajoy, siempre tambaleante y contestado por los suyos, tiene mayor entidad que el casi desconocido Michael Steel, afro americano como Obama; aunque hay algo en común entre ambos, y es que han sido vapuleados cada uno en su estilo por sus respectivos radiopredicadores. El paralelismo entre Limbaughh y Losantos y la dictadura de sus consignas y sus argumentos sobre el espacio derechista no es una novedad. Lo es en cambio el activismo de Cheney como único referente visible de la anterior Administración que reivindica el entero legado de Bush y sobre todo sus aspectos más siniestros, como son las torturas y Guantánamo, hasta poner en duda que Obama pueda salvaguardar la seguridad de sus conciudadanos después de romper con aquella política de Estado de excepción y de anulación de las libertades. La visibilidad actual de Cheney, el hombre de la sombra en los últimos ocho años, contrasta con la discreción con que se ha esfumado Bush, que se ha negado a criticar a su sucesor e incluso le ha dedicado palabras de simpatía. Cheney ya fue un superviviente en los dos últimos años de Bush en la Casa Blanca, cuando el presidente, debilitado después de las últimas elecciones a mitad de mandato (noviembre de 2006), imprimió un suave giro político moderado y se desprendió de los personajes más duros, principalmente de su consejero Karl Rove y del secretario de Defensa, Dick Cheney, al que sustituyó Robert Gates, que precisamente ha continuado en su cargo con Obama. El ex vicepresidente, que fue el último neocon de la presidencia de Bush, se ha convertido ahora en la única referencia visible del partido republicano, encastillado en la defensa de lo más neocon del balance anterior. Algunos atribuyen la moderación de Obama en la cuestión de la tortura a la vigilancia ejercida por Cheney. Obama no es partidario de abrir un proceso contra los torturadores ni de una comisión de la verdad, y ahora acaba de oponerse a la publicación de dos mil fotografías en las que se puede ver a detenidos sometidos a malos tratos y torturas por parte de militares norteamericanos. También ha decidido mantener las comisiones militares (auténticos consejos de guerra) para enjuiciar a presos de Guantánamo, aunque introducirá algunos nuevos elementos de garantismo en el proceso. Se puede comprobar por todo ello que la vigilancia ejercida por el ex vicepresidente adquiere así un significado más específico, lejos de las pretensiones ideológicas y de influencia política de Limbaugh: se trata de defender no tan sólo el legado sino al grueso de la tropa neocon ante la amenaza de un turbio horizonte judicial. Todo esto no es bueno para Obama y su programa de restauración de los derechos constitucionales y de defensa de las libertades, aunque hay que tener en cuenta que Cheney tiene un amplio apoyo todavía de un 38 por ciento de la población, que considera efectivamente a Obama peligroso para la seguridad nacional. Pero peor es para el partido republicano, que ve como se encoge su influencia y se limitan sus posibilidades de recuperar la iniciativa de cara a las próximas elecciones de mitad de mandato (noviembre de 2010), algo que empareja de nuevo a Cheney y a Aznar: cuanto más fuerza tenga esa voz que viene del pasado peor para los suyos en el futuro. (Enlaces: sobre la actitud de Dick Cheney, una información de Washington y otra del corresponsal de El País; sobre cómo lo valora la opinión norteamericana; sobre la negativa de Obama a publicar las fotos de la tortura; y sobre la permanencia de las comisiones militares para Guantánamo).



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15 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Narciso Sarkozy

La egocracia es el régimen político de Narciso: yo, mi, me, conmigo. Pero monarquía, despotismo, tiranía o dictadura no son las palabras que mejor se ajustan para definir una forma de poder en la que un solo hombre en solitario puede decidirlo todo, mediante una frase transformadora que suele encabezar muchas de sus largas parrafadas: "Yo quiero". La expresión es obra de un destacado político francés, candidato presidencial centrista en 2007 y también hombre de letras, François Bayrou, en su libro Abuso de poder, recién salido de imprenta y dedicado íntegramente a aguarle a Nicolas Sarkozy el aniversario de sus dos años en la presidencia de la República.

El argumento es tan claro como bien fundamentado: desde mayo de 2007, cuando ganó la elección presidencial, el Gobierno y su primer ministro han sido borrados del mapa. "No tengo recuerdo de haber visto un Gobierno tan maltratado y despreciado por el presidente que lo ha nombrado", escribe Bayrou. Lo mismo vale para el Parlamento e incluso para la función presidencial, "un poder que debe estar por encima de los partidos, las querellas y los clanes" y ha sido ocupado, en cambio, por un presidente partisano. Pocos discuten hoy en Francia esta tesis, ni siquiera Sarkozy, que nunca ha escondido su ansioso protagonismo. Bayrou sostiene que para el egócrata no es un obstáculo que se le reconozca como tal. Al contrario: lo aprovecha "para dar miedo a quien debe tener miedo". Pero "detrás de esta práctica hay una derrota de nuestra idea francesa de democracia y de República", hasta ahora regidas, según el autor, por la meritocracia del funcionariado de Estado, que da los cargos a lo mejores, y no por el spoil system a la americana, que sitúa en todos los cargos públicos a los seguidores del vencedor.Bayrou tiene sobrados motivos personales para atacar a Sarkozy, que le ha vencido en las elecciones presidenciales y ha diezmado las filas del centrismo llevándose a un buen puñado de sus partidarios a su UMP (Unión para una Mayoría Presidencial) e incluso al Gobierno. Pero no son únicamente las bajas pasiones que se le achacan desde el Elíseo las que le han movido a lanzar un ataque furibundo contra el presidente. El motivo central de la embestida en toda regla justo al empezar la campaña para las europeas es su ambición presidencial. Bayrou se halla ahora prácticamente en igualdad de intención de voto con la que fue candidata socialista Ségolène Royal (20%, frente al 21% de esta última); mientras que en abril de 2007, en la primera vuelta, obtuvo 18,5% de los sufragios, a siete puntos de Royal, después de remontar unos sondeos que le daban sólo un 8% seis meses antes. Abuso de poder es en la forma una acometida contra Sarkozy, pero como mensaje electoral es una OPA hostil contra la izquierda y el socialismo.Con este panfleto, bien escrito y trufado de la sabiduría literaria propia del profesor de lenguas clásicas que es su autor, Bayrou se ha hecho con la bandera más disputada y flameante que ondea hoy en las calles de Francia: el antisarkozismo. Su iniciativa tiene un antecedente, subrayado por muchos comentaristas sólo ver la luz: François Mitterrand publicó un libro muy similar durante la campaña presidencial de 1964 en la que se enfrentó con el fundador de la Quinta República, Charles de Gaulle y le puso en ballotage, es decir, le obligó a pasar a una humillante segunda vuelta a falta de una mayoría absoluta que el glorioso militar consideraba descontada. El paralelismo con Bayrou no es tanto el libro, titulado El golpe de Estado permanente y dedicado también a denunciar el personalismo y los abusos de poder, como el asalto de un Mitterrand, que también venía del centrismo, a las filas diezmadas de la SFIO (Sección Francesa de la Internacional Socialista), convertidas pronto bajo sus órdenes en el actual Partido Socialista.Así lo han entendido todos cuantos tienen que entenderlo. El envite de Bayrou ha sido recibido con preocupación por unos y otros. Sarkozy quiere para las elecciones de 2012 una izquierda dividida y a Royal de candidata. Esta última y la secretaria general del Partido Socialista, Martine Aubry, temen una primera vuelta presidencial en la que Bayrou descabalgue al candidato socialista, sea quien sea, y se convierta él mismo en el candidato del centro-izquierda frente al sarkozismo. Los sondeos ofrecen buenas razones para estos temores: a un 41% de los franceses les gusta una alianza entre Bayrou y el PS, cifra que sube hasta el 56% entre quienes votan a la izquierda.Narciso Sarkozy sólo sabe hacer política con la declinación de la primera persona del singular: yo, mi, me, conmigo. Bayrou quiere convertir ese uso posesivo de la política en la palanca para sacarle del Elíseo.



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14 de mayo de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Noticias políticas

Europa cada vez proporciona menos noticias políticas. Sí, hay elecciones con sus resultados, cambios de Gobierno, sondeos electorales y estados de la nación como el de ayer en Madrid. Hay escándalos de corrupción como el caso Gürtel y de corruptelas como las que erosionan a toda la clase parlamentaria británica. También hay lamentables anécdotas en cadena como las que produce la fábrica Berlusconi, hechas de banalidad, mal gusto y omertà, o episodios en oro y rosa de la princesa europea que es Carla Bruni y su corte republicana. Pero novedades, sorpresas, lo que se dice noticias políticas de verdad, pocas o ninguna. Por desgracia.

Escribo estas líneas porque ahora mismo tengo una noticia en las manos, el libro apasionado y combativo de un político francés al que todavía le hierve la sangre en las venas y es capaz de lanzarse a un combate desigual pero probablemente imprescindible. Se titula ?Abuso de Poder? y su autor es François Bayrou, presidente del Modem (Movimiento Demócrata), que obtuvo el 18 por ciento de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas en las que se enfrentaron en segunda vuelta Ségolène Royal y Nicolas Sarkozy. Su publicación, cuando se cumplen dos años con Sarkozy como presidente, recuerda en muchas cosas a otro libro político famoso, el que publicó François Mittrerrand en 1964, titulado ?El golpe de Estado permanente?, en el que atacaba el poder personal del general De Gaulle y denunciaba los abusos de poder del gaullismo. El libro de Bayrou es noticia por sí mismo, por su contenido, al que prestaré atención los próximos días; y porque sitúa en el primer plano de la actualidad política francesa la cuestión de saber quién dirige la oposición a Sarkozy y si el propio Bayrou es quien puede aspirar seriamente a convertirse en el candidato del entero centroizquierda en 2012. Basta con observar el panorama de la izquierda, que crece por el extremo bajo la mirada complaciente del presidente de la República, y se encoge en su zona central, dividida y sin candidato claro (candidata más bien, puesto que la secretaria general del Partido Socialista es Martine Aubry pero la doblemente derrotada Ségolène Royal, en las presidenciales y en el partido, no ha desistido en absoluto de su aspiración a bregar por el Palacio del Elíseo). Para terminar, un rápido apunte sobre el contenido del libro: ?El presidente de la República actual tiene un plan?, empieza escribiendo. El plan es conducir a Francia hacia donde Francia nunca ha querido ir: abandonar el modelo republicano, su contenido social y laico, para sustituirlo por un modelo anti igualitario y neoconservador. Quien firma esta denuncia es un hombre que se define a sí mismo como un francés demócrata, republicano, moderado y centrista, y no tiene rebozo alguno en reconocer su condición de católico practicante en los mismos párrafos en los que defiende le modelo de laicidad francesa. Seguiremos.



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12 de mayo de 2009
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El Boomeran(g)
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