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Escrito por

Jean-François Fogel

Jean-François Fogel Periodista y ensayista francés, trabajó para la Agencia France-Presse, el diario Libération, el semanal Le Point y el mensual Le Magazine Littéraire. Ha vivido una parte de su vida en España donde empezó una segunda carrera como asesor para empresas de prensa. Fue asesor del director del diario Le Monde, desde 1994 a 2002, y sigue trabajando en la concepción y la remodelación continua del sitio Internet creado por el vespertino. Es maestro y presidente del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha publicado varios libros sobre literatura francesa y sobre América Latina, entre los que destaca  un ensayo sobre el periodismo digital, Una prensa sin Gutenberg (Punto de Lectura, 2007).

En 2010 se dedicó a renovar los seis sitios de los diarios del grupo francés SudOuest, donde continua siendo asesor de la estrategia digital. En los últimos años, se encargó de la creación de una plataforma de información digital para el grupo France Televisions, una de las tres más importantes de Francia. Asesora a varios medios en Europa y América Latina tanto en la concepción de sitios, como en la organización de la producción digital. Es director del Executive Master of Media Management, del Instituto de Estudios Políticos de Paris (Sciences Po).

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ZOÉ Y ZOÉ

Vemos dos fotografías en el último libro de Zoé Valdés, Bailar con la vida (Planeta). En la tapa, a todo color, está la fotografía grande de la joven Zoé Valdés sentada en el malecón en La Habana. La contratapa muestra un pequeño retrato en blanco y negro de Zoé Valdés, tal como se ve hoy en París donde vive. Conozco a ambas mujeres. O mejor dicho conocí a Zoé en la isla, en la época del hundimiento de una Revolución condenada a olvidarse de los países del este europeo que le suministraban sus recursos, y hoy mantengo una amistad con la Zoé parisiense que tiene la incomoda situación de cruzarse con personas que aman a Cuba sin tener el más mínimo deseo de ofrecer a los cubanos lo que tienen los franceses: derecho a opinar en público, libertad de viajar como quieren y vida privada apartada de una vigilancia estatal.

Ni hablar de Cuba en Europa. Hay dos tipos de viajeros europeos en la isla: los que suelen ver lo que muestra el régimen y/o el dinero de su bolsillo, y los que intentan de verdad entender la manera de vivir, de comer, de curarse de un “pincho” (un jefe en la yerga cubana) frente a la vida de cualquier cubano. La Zoé que vemos en la tapa pertenece a una época que no obligaba a escoger entre ambas opciones. El régimen recibía su cuota de ayudas internacionalistas y no buscaba el dinero de los turistas.

Después, claro, hubo un después y Zoé tuvo que resignarse al exilio como tantos cubanos que querían tener una vida suya en lugar de sobrevivir en los actos revolucionarios de la vitrina rota del castrismo. Por eso tenemos a la segunda fotografía de Zoé, la de una mujer. Mirada directa con huellas de heridas en los ojos, labios perfectamente pintados, aretes, y hasta una sofisticada mantilla que tapa a medio su rostro. Aquella fotografía nos hace pensar en una mujer de los años veinte retratada por el Studio Harcourt. La Zoé en color de la portada es otra persona. Niña-mujer, descalza y despeinada, su rabia contenida es perfecta para el cine italiano de los sesenta, son sus heroínas que son a la vez víctimas y manipuladoras.

La belleza, la belleza aplastante del malecón habanero es su vacío. Las olas rompen todo y solo hay el cielo abierto a ciento ochenta grados sobre un muro gris de siete kilómetros. Sentada sobre el muro, Zoé es la imagen perfecta de la rebelión en el vacío. O el casi-vacío. Si se mira con cuidado a la fotografía, se ve un pequeño libro amarillo al lado del pie izquierdo. No se puede leer el título pero lo puedo adivinar, pues tengo una copia de esta maravilla. Es Todo para una sombra, el primer libro de Zoé. Pura poesía, publicada por las ediciones Taifa, en Barcelona, en abril de 1986.

Ya son veinte años desde entonces. La niña perdida en el vacío del mar y del cielo no tenía más que este pasaporte amarillo para salir de la isla y entrar al mundo de las letras. El penúltimo poema del libro termina en dos versos que son una premonición:

“Hoy me siento de algodón y me canso
porque hoy me estoy haciendo la escritora”.

El último poema se titula Mujeres de los años veinte. Siempre me gustó y lo releo, hoy, como el pie de la segunda fotografía. La fotografía de Zoé, mujer, que publica otra novela con dominio total de su oficio hasta dedicarse a la meta-ficción. En su relato, como escritora tropieza con sus personajes y pasa de manera continua de las relaciones con el editor, que le pide una novela erótica, a la vida, que le habla de soledad, de violencia, de desaparición, destierro y cariño. ¿Qué tal la novela? No lo puedo decir. No soporto el amiguismo en las secciones de cultura y las reseñas que intercambian los escritores en los periódicos (“me gustó tu libro, vas a amar al mío”, etc.).

Zoé es una hermana encontrada en el vacío fenomenal de La Habana. Hoy, tiene su pagina Web http://www.zoevaldes.com.fr y su blog http://www.zoeatelier.skyblog.com aunque a su vida real le falta una definición: ¿cuál es la tierra de una cubana con nacionalidad española que vive en Francia y publica en la colección AE&I (Autores Españoles e Iberoamericanos)? Habría que preguntarse si la fotografía de la portada no daba la respuesta, tan violenta como el sol del Caribe: Zoé sigue siendo aquella niña sentada en el salitre del malecón que escribe poesía para encontrar una salida a su vida de aspirante a mujer de los años veinte.

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24 de julio de 2006
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YA SON DIEZ AÑOS

Como siempre, encontré la revista en mi buzón. En un sobre amarillo, de estos gorditos que llevan bolitas de plástico que los niños hacen explotar como el ruido de una rama seca que se rompe. Encuentro de la cultura cubana tiene diez años, lo que me obliga a reflexionar cuando leo el número cuarenta que me llevó el cartero.

Diez años es un plazo gigantesco en la historia de un proyecto de comunicación funcionando con base en la militancia. Diez años es una eternidad en la historia de un exilio cubano plagado de divisiones, rupturas, cansancios y frustraciones. Encuentro sobrevive todavía, tal como sobrevivió a la muerte de su creador, el novelista y cineasta Jesús Díaz, y aprovechó la creación de la red para darnos una versión electrónica.

La honestidad me obliga a reconocer que soy uno más entre los centenares de personas que han escrito en la revista. Encuentro ha publicado tanto a cubanos como a extranjeros, a personas del exilio y a cubanos de la isla, a castristas, disidentes, oponentes, prisioneros o decepcionados del castrismo. Nada y nadie es perfecto. Tampoco esta revista, aunque ha mantenido su línea editorial (no tiene línea política), recordada de manera discreta en la página 203 de su último número. Dice un texto anónimo que Encuentro postula una doble crítica. Por un lado, se opone a la estrategia del gobierno cubano, al no admitir límites ideológicos y políticos a la libertad de expresión, y considerar a la diáspora, parte integral del patrimonio de la nación; por otro, discrepa de las tesis más excluyentes del exilio, al afirmar que la cultura contemporánea producida en la isla es un parte vital y diversa del legado nacional, digna de estudio y valoración...”.

Claro que ha habido expresiones de celo, injusticias y errores en lo que ha publicado la revista, pero eran posturas individuales en un panorama de rechazo a la intolerancia o al silencio sobre el enemigo, que fue utilizado tanto en la isla como en ciertos sectores del exilio de Miami. Prueba de esto: al celebrar su décimo aniversario, Encuentro dedica menos espacio a su propia hazaña que al informe de Jorge Ferrer sobre las “Revistas del exilio”, tanto las contemporáneas como las que desaparecieron.

Hoy, Encuentro es una revista editada en Madrid con un director que vive en México y otro director ubicado en las Canarias. Es una revista sobre Cuba y los cubanos, para los cubanos y en donde estén. Lo de “la cultura cubana”, que hace parte del nombre de la revista, también hay que tomarlo muy en serio y de manera amplia. Encuentro ha publicado páginas fenomenales sobre arquitectura, musica, cine y literatura, pero también sobre economía o historia. Los editores no pueden negar su deseo de soñar el futuro, con informes sobre la transición a la democracia en España o en los países socialistas, o sobre la construcción del éxito económico en Chile, pero han publicado también fuertes miradas hacia la historia de las organizaciones del exilio o de la propia revolución castrista.

Claro, la existencia de la revista no complace a las autoridades en La Habana. Su supuesta financiación por parte de la CIA o de otra oficina de Washington hace parte de una campaña continua de descalificación, que dice mucho sobre el papel que tiene la revista en la isla. Detrás de los insultos y de la mala fe de la La Jiribilla, una de las revistas electrónicas financiadas por el gobierno cubano, veo claramente la voluntad de responder a un medio que no quiere hacer callar a nadie, ni fuera ni dentro de la isla. Cada vez, Encuentro existe un poco más.

Cualquier persona que sabe de Cuba y del talento de los cubanos para enfrentarse puede entender el sentimiento mío al mirar, del 1 al 40, los números que se han acumulado a mi lado y que nunca tiré debido a lo útiles que son. Sigue el encuentro con mi querida Cuba.

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21 de julio de 2006
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CENDRARS EN BRASIL

Blaise Cendrars (1887-1961) es el manco más famoso de la literatura francesa. Perdió un brazo en un combate durante la Primera Guerra Mundial. Tampoco es un Cervantes. Habría conseguido establecerse en el primer rango de la fama con un poco de continuidad en sus acciones pero nunca fue capaz de quedarse en una situación. Era suizo y obtuvo la nacionalidad francesa. Era poeta y se transformó en novelista. De ser reconocido como novelista pasó a ser periodista. Al final, su vida fue una mezcla de destinos de aventurero y de artista. Se movía a lo largo de nuestra tierra. Fue testigo de los prolegómenos de la revolución bolchevique en Rusia y del auge del capitalismo americano en Nueva York.

Fue al lado del Hudson que se inventó el seudónimo Blaise Cendrars. Se llamaba Frédéric Sauser. El éxito del poeta fue para Blaise Cendrars. Trayectoria cortita: entre 1912 y 1924 escribe unos poemas que son opciones posibles para una vida entera de creación: largas narraciones en versos, relatos de viajes en versos, montajes de tipo “collage” en versos. La colección “Poésie/Gallimard” acaba de recopilar todo en un volumen titulado Du monde entier au cœur du monde, que se puede traducir tanto por Desde el mundo entero hacia el corazón del mundo como por A propósito del mundo entero en el corazón del mundo.

Este título ambiguo fue escogido por el propio Cendrars y me parece que define bien su uso de nuestro planeta: todo se puede hacer pero nada puede permanecer; tampoco el propio Cendrars se ha mantenido en un lugar. Su libro más famoso, medio ficción, medio memoria, se titula Bourlinguer en francés, lo que obligó, para la publicación de su edición española, a extraer un verbo, trotamundear, del sustantivo trotamundos. Trotamundear no aparece en los dos volúmenes del Diccionario Aguilar del Español Actual. Me parece lógico. Cendrars no aparece donde lo buscamos.

Leer y releer sus poemas es encontrar a alguien que se escapa. Habría podido ser Reverdy, Apollinaire o Morand y solo deja unas pocas maravillas. Claro que ya había leído y releído su famosa Prosa del transiberiano y de la pequeña Juana de Francia. Es el relato de cómo se fue a los dieciséis años de su casa subiendo al primer tren. Sigue siendo un canto de amor al viaje detrás de un fingido cansancio. En este poema se encuentra la cita que abre el libro de Bruce Chatwin sobre Patagonia: "Sólo queda la Patagonia, la Patagonia, que convenga a mi inmensa tristeza".

Como poeta, Cendrars es insospechadamente latino: la tercera parte de su poesía completa está dedicada a sus viajes por América Latina y, sobre todo, por Brasil. Barco, tren, ciudades y campos, amanecer y cielo del trópico: todo cabe dentro de pequeños poemas que son una especie de borrachera de visiones hasta llegar a un poema que pertenece a los últimos de su obra, que es también su último poema sobre Brasil. Una especie de llegada insuperable para un escritor que no quería repetirse y nunca lo hizo. El título: ¿Pourquoi j’écris? (¿Por qué escribo?); el texto completo: Parce que… (Porque…). Después fue el silencio poético.

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19 de julio de 2006
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EN EL SENDERO DE LA MEMORIA

La hora azul (Anagrama), de Alonso Cueto, no es una novela lograda. O mejor dicho es una novela que se escapa de su autor en un momento que su lector percibe muy bien sin renunciar a su lectura. Es un libro imperfecto. Decirlo no es denunciar un defecto. Existen seres humanos imperfectos; a veces, son amados y aman con amor correspondido. En el Perú que explora el autor, el Perú del miedo y del dolor de la guerra civil de Sendero Luminoso, el concepto de la perfección no inspiraba el comportamiento de la guerilla o del ejército en la zona de Ayacucho. Hoy, las zonas afortunadas de Lima, en su búsqueda del gozo perfecto de la buena vida, no quieren pensar en lo que pasó cuando la lucha entre Sendero Luminoso y el ejército se resumía en una pregunta: ¿quién es el verdugo de turno?

Un libro de la mala memoria tiene que ser un libro incómodo tanto para su lector como para sus personajes. En este caso hay por lo menos un personaje incómodo, un abogado que  empieza a caminar en el sendero de la memoria. Quiere saber quién era su padre, un oficial responsable de un cuartel cerca de Ayacucho, y lo que hizo en un combate cuya arma de destrucción íntima de los individuos era el terror. El padre era el verdugo, claro, y el libro lleva al narrador a conectarse con una de sus víctimas. Relación del amo y del esclavo; fascinación por el mal y el amor que esconde dentro del mal; cariño a pesar del dolor; culpabilidad y olvido: todos los temas que nutren una novela como La decisión de Sophie, de William Styron, o una película como Portero de noche, de Liliana Cavani, aparecen detrás de la frase “hay una mujer en Huanta”, que designa a la víctima sobreviviente y testiga.

La mujer no está en Huanta ni en cualquier otra parte de Perú. La mujer vive allá donde nadie quiere volver y donde tampoco puede sobrevivir: vive en el pasado. Visitar el pasado detrás del abogado supone, de una manera u otra, imponer al lector algo incómodo, desagradable. No se puede rozar un mundo tétrico con la sensación de la perfección estética. Cueto, que consiguió el Premio Herralde de Novela con este libro, me pareció sumamente irritante con su manera de optar a medio camino por una novela policiaca, y tambien me pareció inconstante con una última orientación psicológica de su relato. De verdad, me sentí incómodo al caminar en un sendero enredado, imposible, de pura destrucción y hasta autodestrucción para un personaje. Pero tengo que reconocer que de esto se trata cuando se habla de lo que fue Perú en una de sus peores épocas.

La novela The dancers upstairs, de Nicholas Shakespeare, traducida como Pasos de baile (Ediciones Destino) y que se transformó después en el guión de una película de John Malkovich que se presentó en el Festival de San Sebastián, era la cara urbana, tensa, de la misma historia, pero contada en el presente desde el poder judicial. Al seguir el cerco y la detención de Abimael Guzmán, la novela de Shakespeare buscaba una dimensión histórica de la que huye Cueto. Lo que quiere y consigue decir es muy sencillo: el terror es un trabajo sucio, miserable, del día a día, que constituye una inversión a largo plazo. Siempre mata, y a veces mucho después del golpe inicial.

Ahora bien: cuidado con lo que escribí. Cueto no es un escritor que produce novelas políticas, lo que sería un proyecto miserable. En una larguísima entrevista del 2003 (de Carlos Gabriel Luna Escudero  y María Elvira Luna Escudero-Alie) que encontré en una página del sitio de la Universidad Complutense de Madrid, el novelista cita una frase de Tolstoi “el destino de toda familia siempre va a ser un destino trágico”. La cita resume, creo, su visión del Perú en la época de Sendero Luminoso: una aceleración del destino necesariamente trágico de los seres humanos.

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18 de julio de 2006
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ZIDANE

¿Qué leen los franceses en la red durante estos días de guerra en Oriente Próximo e impotencia de los miembros del G8? Lo reconozco sin vergüenza ninguna: los franceses no leen. Unos escuchan y miran una página norteamericana que les indica cómo resolver sus problemas sin trabajar; los otros se dedican únicamente a mirar una página inglesa. Ambas actividades son como mirar el ombligo de Francia y solo hay un ombligo: Zidane. Zidane y su cabezazo.

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17 de julio de 2006
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JORGE VOLPI DIJO TRES COSAS

Es un artículo cortito, tan corto que provoca una cierta frustración. Pero también es un artículo rico. Lo firma Cecilia García-Huidobro en el último número de la Revista de Libros. Como hay un montón de revistas que llevan este nombre tengo que añadir: suplemento del diario El Mercurio. Pero como hay dos «Mercurios», tengo que añadir: el de Santiago y no el de Valparaíso que, como todos sabemos, es el diario más antiguo de América Latina.

Ahora bien, el artículo. Se trata de las notas de una conferencia del novelista mexicano Jorge Volpi en Génova, en un acto del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana (IILI). Volpi tiene una visión muy clara de su oficio, del papel del comercio y de la comunicación en el éxito de los libros. No por nada se dedicó a redactar el código de procedimientos literarios del «Crack», el grupo literario que armó en los años noventa con amigos de su generación. El código, que tiene como fecha de redacción 10 de julio del 2004, termina con una frase que afirma «El presente reglamento no tiene, pues, validez alguna», pero, en mi opinión, esta broma no quita nada a la existencia del código. Es una visión de lo que tendría que ser la literatura según Volpi. En una cierta medida, dos años después, el escritor aporta unas precisiones a su definición inicial.

En Génova, hablando como mexicano, Volpi entregó la visión de los autores nacidos como él a partir de los años sesenta. Es una visión que se resume en tres puntos:

1. Desvinculación con la política. «En virtud de este desencanto muy pocos continúan la tradición de ser al mismo tiempo escritores de ficción y comentaristas de la actualidad. En este sentido podría decirse que la fuerte tradición del intelectual a la manera de Octavio Paz o Carlos Fuentes está en extinción».

2. Ruptura casi total de los vínculos que antes unían a los autores mexicanos con sus pares del resto de América Latina. La concentración editorial en España, dice Volpi, puede explicar el fenómeno: todos los autores son satélites de un centro que está fuera. Pero también vemos los límites de la globalización.

3. Influencia cada vez más poderosa de la figura de Roberto Bolaño como emblema del escritor latinoamericano. Aquí nos encontramos con un límite del discurso de Volpi: lo mismo lo habría dicho un chileno, un venezolano o, quizás, un gringo del noreste de EE. UU. El autor de Los detectives salvajes se transformó en un icono que se cita de manera automática.

Lo que me gusta de Volpi es su coherencia. Parece que en su conferencia hizo mucho caso a Bolaño, pero también a Sergio Pitol, el último premio Cervantes, y a Salvador Elizondo, quien murió hace poco. Mirando al artículo 6 del título segundo de su Código del Crack, compruebo que citaba a diecisiete autores como miembros honorarios del grupo y que los tres, Bolaño, Pitol y Elizondo, figuran entre los elegidos.

Al leer todo el código en Crack. Instrucciones de uso (Debolsillo) veo también, en el articulo 8, que Volpi nombró a otros once autores que conforman una especie de liga 2 del campeonato literario –no son miembros honorarios, pero aparecen en el código. Por el momento, nadie consiguió subir a la liga 1 y Volpi tiene una buena reserva para más conferencias.

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17 de julio de 2006
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DREYFUS

Nadie puede interesarse en Francia o intentar entender el extraño papel que buscan los intelectuales franceses sin dedicar un poco de atención al centenario de la rehabilitación de Alfred Dreyfus. El diario El País lo comenta como nada menos que «uno de los episodios más relevantes del proceso de configuración de las sociedades occidentales modernas». Por ser francés, no sé si es cierto, pero estoy seguro de que Francia tendría otra cara sin la pobre historia de aquel oficial judío que provocó tantas pasiones hace más de un siglo.

Dreyfus fue condenado por traición, por un tribunal militar que le acusó de espiar a favor de Alemania. Pasó cinco años en la Isla del diablo, un horroroso presidio cerca de Cayenne, territorio del continente suramericano que todavía pertenece a Francia. Al final de siete años más de peleas jurídicas y mediáticas, Dreyfus consiguió, hace un siglo exacto, no solo una amnistía sino el reconocimiento formal de su inocencia.

Un doble dibujo famoso de Caran d’Ache recuerda lo que fue Francia durante los doce años de trámite del caso Dreyfus. A la izquierda se ve una mesa con una familia que se dispone a almorzar para una fiesta. Hay como quince personas y una de ellas dice «n’en parlons pas» (ni hablar del tema). En el segundo dibujo, la misma mesa sostiene el enfrentamiento físico de la misma familia. «Ils en ont parlé» (hablaron del tema) dice el pie de dibujo que no tenía que citar el apellido Dreyfus para que los lectores de principios del siglo veinte supieran de qué se trataba. Francia se dividió, incluso dentro de cada familia, debido a una alternativa sencilla entre el destino de un hombre que podía ser inocente (y de hecho lo era) y el honor del ejército cuya justicia podía haberse equivocado (lo que ocurrió).

Dreyfus era judío y la violencia del antisemitismo, cuya expresión en Francia, en esa época, no era un delito, fue una dimensión importante del caso. Para muchos, su culpabilidad demostraba que los judíos no son plenamente franceses. El corresponsal del New York Times en París publicó hace poco un artículo que recuerda aquella dimensión del episodio. Se puede leer, también en inglés, un excelente relato del caso, de Ronald Schechter, especialista en la historia de los judíos en Francia, que camina en la misma dirección. Ambos autores intentan asemejar la historia de Dreyfus con el secuestro y el asesinato, hace muy poco en Francia, de un joven judío, Ilan Halimi. La víctima fue escogida por la sencilla razón de que era judío, lo que quería decir “rico” para los autores de su secuestro.

Pero el caso de Dreyfus va más allá del antisemitismo. Fue un claro caso de enfrentamiento entre un individuo y las instituciones del Estado que llevaban la tremenda carga de prejuicios de la época. En su largo discurso de homenaje a Dreyfus, el presidente Chirac habla de un episodio en la historia de la «conciencia humana». Le Monde reproduce su intervención (en francés, claro), lo que es muy raro pero confirma, en este caso, el estatus del diario como periódico de los intelectuales.

La triste historia de Dreyfus es la historia de la llegada de los intelectuales franceses al primer rango de la vida pública. En muchos países se cree que un fontanero o un ingeniero tiene tanto derecho a opinar sobre lo que pasa que un novelista o un filósofo. No es el caso en Francia, desde el fenomenal editorial que publicó Emile Zola en el diario L’aurore el 13 de enero de 1898: «J'accuse» (Yo acuso). Antes de su artículo, que gritaba la inocencia de Dreyfus y la mala fe de la justicia militar, había un posible error judicial; después de su artículo existía un asunto de Estado.

Los intelectuales franceses aprendieron del episodio que una intervención en la vida pública les podía regalar una posible legitimidad (Zola actúa a favor de la verdad) y una postura de héroes (Zola parecía luchar como Gary Cooper en Solo ante el peligro).

A los que se preguntan cómo es posible que Francia hoy no se muera de la risa frente al espectáculo de sus intelectuales, opinando un día sobre fútbol, al día siguiente sobre Afganistán, Bush o lo que pasa en los suburbios de París, donde no entran por temor a los inmigrantes, la respuesta es sencilla: el caso Dreyfus estableció a los miembros de la clase intelectual francesa como voceros auto-designados de cualquier causa que les apetezca.

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13 de julio de 2006
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ESPERANDO ALGO DE CUBA

Mi contestador telefónico se llenó ayer por la noche. Llamadas desde el Caribe, sobre todo desde Venezuela, donde corrió el rumor de la muerte de Fidel Castro. “Ya se murió pero tapan la noticia para preparar a la población” me anunciaba una amiga. No es la primera vez que una ola de llamadas y noticias da por muerto al líder cubano. En marzo de este año la noticia recorrió todo el continente, desde Argentina hasta Cuba, y provocó un desmentido de la prensa cubana. Hoy leo en la edición para suscriptores de El Nacional de Caracas que la noticia “congestionó teléfonos de la cancillería”.

Llamar a un periodista ubicado en París para comprobar lo que ocurrió en Cuba dice mucho sobre la transparencia de la información en la isla. Ahora bien, no voy a huir de las preguntas sobre esta información. Doy la respuesta: Fidel se murió, sí, pero su muerte todavía esta en el papeleo; en Cuba, con la burocracia, todo se demora”. Hablando en serio, más allá de este chiste famoso, solo hay una noticia comprobada, por el momento: el cumpleaños de Fidel será en agosto. Ochenta años.

Ya podemos adivinar lo que provocará una fecha redonda, perfecta: ochenta. En francés, se dice quatre-vingt: cuatro veces veinte años. Decirlo es una manera terrible de recordar que uno ya es viejo.  Aún más viejo en una isla que desmiente cada día la huida del tiempo. No soy de los que esperan la noticia de la muerte de Fidel Castro Ruiz para brindar con champaña. El dictador cubano destruyó a su isla, sí, pero la ineludible noticia de su muerte no va a reconstruir nada.

La verdad es que cada uno tiene sus ilusiones y las mías no tienen que ver con un muro sino con una crónica que acabo de descubrir. Lectura atrasada. Y gran ilusión. Es un texto de Alejandro Armengol en el Herald de Miami. Anuncia que Miriam Gómez, la viuda de Guillermo Cabrera Infante, prepara la edición póstuma de tres libros del escritor cubano que quedaron inéditos: La ninfa inconstante, Cuerpos divinos y Mapa hecho por un espía.

Si hablamos de Cuba, de lo que hubo, de lo que hay y de lo que habrá, podemos dar una noticia que no es rumor, ni apuesta: sobrevive la obra de Cabrera Infante, el infante nunca difunto.

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12 de julio de 2006
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SEMÁNTICA FUTBOLÍSTICA

No sé nada de fútbol. No hay manera de esconder mi ignorancia. Mantuve un silencio total durante el Mundial. Pero me corresponde intervenir hoy, en el momento en que las secciones de deportes de los periódicos franceses se convierten en cursos de lingüística. En este momento, Francia, que se hunde en una tristeza real, tiene un solo problema: saber lo que el jugador italiano Marco Materazzi ha dicho a Zinedine Zidane, lo que provocó el cabezazo del jugador francés.

Perder en la cancha es una cosa. Desconocer las palabras que provocaron el principio de la derrota es otra cosa. Es algo insoportable para la prensa francesa, que revisa sus opciones en una recopilación internacional de insultos. El sitio de The Guardian dice que las palabras han sido “terrorista” o “árabe terrorista” –una solución que puede ser entregada a los lectores inmigrantes de los suburbios. Para The Independent era una sabrosa mezcla de insultos hacia Argelia y especialmente a Kabila (de donde procede la familia del jugador francés) y acusaciones de dopaje con esteroides –visión mas internacional e informada para lectores de la prensa de élite. La TV Globo de Brasil, citada en todas partes, dice ahora apoyándose en lecturas de labios, que Materazzi calificó de “prostituta” a la hermana de Zidane –claro que ya estamos en una telenovela. “Fue algo muy serio”, afirmó Alain Micagliacco, el agente del capitán francés, a la BBC.

Nunca habrá un insulto que acabe con el problema que tiene que resolver la prensa francesa: ¿Cómo explicar la ruptura de un ídolo que se construyó de manera continua, hasta olvidar que el jugador tenía en su pasado una obvia dificultad para controlar sus nervios? Zidane sobraba en la prensa como en la publicidad durante el Mundial, pero no había manera de detener lo que el público pedía.

La historia de su cabezazo me obligó a buscar entre mis libros. En The Ring Lardner Reader, que publicó la editorial Scribners, encontré el cuento que recordaba. Su título: “Champion”. Es la historia de un boxeador, Midge Kelly, un ser despreciable que roba a su hermano minusválido, se olvida de su esposa y traiciona a su entorno por dinero. Pero Midge Kelly sabe boxear y su boxeo complace al público. Al final del cuento, cuando el deportista llega a la fama, un periódico publica un gran reportaje sobre su vida: buen chico, dedicado a su deporte y con su pundonor. ¿Qué habría ocurrido si el editor de deportes del diario se hubiera enterado de la verdad? pregunta Lardner al final. Y entrega la respuesta del periodista: “Publicar eso habría sido un problema para nosotros. La gente no quiere verle destrozado: él es el campeón”.

El problema es que lo que se ha visto en la pantalla, no corresponde a lo que se escribió antes. Por eso ahora la búsqueda de las palabras es frenética. Y no se puede decir lo que es muy común: los ganadores tienen mala leche. Así ganan. Y a veces pierden.

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11 de julio de 2006
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UNA SEMANA EN CUBA

Escribí unos libros sobre Cuba y, como muchos periodistas que publicaron información sobre la vida revolucionaria, soy persona non grata en la isla. Ya son más de doce años sin pisar el suelo de lo que un talentoso poeta estalinista (¿es un oxímoron?) llamaba el gran caimán verde. A pesar de todo, paseo semanalmente por la isla. Sus habitantes me cuentan con puntualidad los chistes, chismes y cuentos tristes de su tierra cada vez que encuentro en mi buzón electrónico la “newsletter” del sitio Cubanet. En la oferta “noticias por e-mail” opté por la entrega semanal, rechazando el flujo diario o el aún más apresurado del RSS. Lo que quiere decir que cada viernes es una maravilla pues Cubanet agrupa y edita voces de la isla, para contarme lo que no cuentan los grandes medios de comunicación sobre Cuba.

Basta leer la última entrega, que me llegó el 7 de julio, para saber que esto sí es Cuba: dos reclusos se ahorcaron, dulcería en crisis, viviendas entregadas a periodistas de la prensa oficialista, robos en empresas del Estado, huelgas de hambre, sindicalista golpeado en la calle, arrendamientos de viviendas a extranjeros, control policial en la calle, control policial en las empresas, control policial en las casas, control policial en Internet, robos en una escuela internacionalista, etc. Lo que se pinta en una acumulación impresionista de sucesos es la crónica de la vida diaria tal como la gente la cuenta en la calle.

Los autores son personas que tienen un talento para contar historias muy variable (del promedio periodístico a la pura poesía), pero siempre tienen valor pues publicar en Cubanet no les ayuda en su vida diaria. Muchos usan seudónimos. Otros escriben con apellido y nombre de pila. Entre ellos, la estrella es Tania Díaz Castro, periodista y poeta. Escribe varias veces a la semana y nunca me decepciona. Basta leer, por ejemplo, lo que acaba de contar sobre Gladys, una amiga suya que vive en el barrio de Lawton.

¿Es cierto lo que se lee en Cubanet? Me han hecho tantas veces la pregunta que tengo listas mis dos respuestas:

1. En muchos casos, basta conocer a Cuba para saber si el relato es verosímil.
2. Hay más mentiras y omisiones en la prensa oficial.

Además, el tamaño minúsculo de ciertas noticias no permite que ahí quepa la mentira. Nadie tiene interés en inventar la existencia de una banda de rock que se autodenomina Zeus y critica al gobierno; tampoco se sospecha de la voluntad de clonar a la vaca Ubre Blanca (una máquina para producir leche que llegó a tener su estatua de mármol). Y a veces, se trata de un asunto definitivo, no tanto por lo que dice sino por lo que explica del funcionamiento de la sociedad y del poder. En Cubanet se encuentra el “obiter dicta”, algo que se dice sin que nadie le haga caso aunque lo dice todo. Aquí está un ejemplo, un suceso firmado por un tal Carlos Alberto Domínguez el 13 de febrero del 2003. Su título: “Condenado a diez años por robar mangos y un pavo”.

Es imposible leerlo sin pensar en Los miserables, en Jean Valjean mandado al presidio por el robo de un pan. En este caso, el pan es un pavo. Pero parece, según el autor del artículo que el propietario del pavo era un “pincho” grande. Y la noticia me apasiona por esto. Porque conozco Cuba y sé que diez años de cárcel por robar un pavo de treinta libras a Raúl Castro es algo verosímil. No conozco a Rafael Ramos Rojas, pero de vez en cuando voy releyendo su cuento periodístico digno de Víctor Hugo: Rafael Ramos Rojas fue condenado a 10 años de cárcel por el Tribunal Militar Territorial Occidental, por hurtar unos mangos y un pavo en una granja en la que se dice reside el General de Ejército y Ministro de las Fueras Armadas Revolucionarias, Raúl Castro.

La granja, perteneciente al Departamento No. 2 de la Dirección de Seguridad Personal, está situada en la avenida 25 No.323 de la barriada La Lisa.

Según consta en la sentencia, el acusado Rafael Ramos, el día 15 de mayo del año 2002 concibió la idea de penetrar sobre las tres de la madrugada en la granja No. 2 de la Dirección de Seguridad Personal, con el objetivo de apoderarse de unos mangos. Para ello brincó la cerca que sirve de protección a la referida entidad y que tiene una altura de aproximadamente seis metros.

En el documento se agrega que Rafael Ramos extrajo un pavo de treinta libras, valorado en cuarenta y seis pesos con sesenta y cuatro centavos.

El fiscal, capitán Wilfredo Rodríguez Águila, en su informe oral conclusivo, consideró probados los hechos como constitutivos del delito consumado de robo con fuerza en las cosas y solicitó 22 años de privación de libertad.

El sancionado, de 54 años, y que laboraba como barrendero en la empresa estatal Aurora, espera en la prisión de Valle Grande su traslado a otra institución penal del país para cumplir su condena.

Ramos Rojas opina que su sanción fue tan alta porque robó en casa de "un pincho" (alto funcionario gubernamental en el argot popular).

Solo falta la división en el artículo: diez años para treinta libras, lo cual quiere decir que en Cuba la libra de pavo vale cuatro meses de cárcel.

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10 de julio de 2006
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El Boomeran(g)
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