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Escrito por

Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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DESCUBRIMIENTO DE UN ESCRITOR

Deberíamos celebrar el descubrimiento de un nuevo escritor. Deberían ocupar primeras páginas en los periódicos. Se debería hablar de ellos en los bares, en el trabajo, compartirlos en el metro, comentarlo al taxista, regalarlo a tus amigas… todo eso, y algunas propuestas más, se me ocurren para la feliz celebración de tener un nuevo amigo. Una nueva mirada. Una compañía que nos hará pasar buenos ratos. También nos hará pensar, dudar, discrepar o compartir. Un escritor nace así, de repente, no como una nación. Nace como una explosión, como un volcán, como un trueno. También así de rápido se puede escapar. Un escritor ha podido estar toda la vida en silencio, en anonimato, en el cuarto oscuro y de repente, un día, nos llega en forma de novedad. Una editorial se fijó en él, Y el escritor tiene un libro en la calle. Un súbito nacimiento para nosotros, un largo parto para el escritor.

Así, de repente, con el aval de las editoriales españolas que le acompañan en su desembarco entre nosotros, con las palabras que sobre él, había dicho y escrito un lector tan fiable como Enrique Vila Matas, llega a nuestras novedades uno de los más sólidos prestigios literarios portugueses, Gonzalo M. Tavares. Todo un suceso en la literatura portuguesa y hasta hace dos días un perfecto desconocido entre nosotros. Es joven, pero ya su obra es amplia en novela, teatro, ficciones o poesía. Es original. Y es un voraz lector. Es un hombre con una biblioteca en su cabeza. Se puede empezar por otros de los libros que aquí están publicados, yo lo hice por un libro de libros, por un libro de escritores, sobre escritores de la pequeña, y muy notable editorial aragonesa, Xordica. El libro de Tavares se llama biblioteca. Por orden alfabético pasea por sus queridos o malqueridos escritores. Un ejemplo, la voz James Joyce: “James joyce bajó de un autobús en Berlín y dijo: esta no es mi ciudad. No veo a Bloom.

Hay escritores que viven en personajes como hay putas que viven en esquinas. James Joyce era un hombre que vivía en Bloom.

Además, había un amigo de todos que era el hombre más lento del mundo: tardaba más de seiscientas páginas en recorrer un día.

Hombre medio inteligente medio idiota, pero que sólo actuaba con la mitad de sí mismo”

Yo creo que seremos cómplices durante muchos años de este escritor que nos llegó con un viento del oeste. Viva Tavares, además tiene nombre de restaurante antiguo y señorial, y algo decadente, del Barrio Alto de Lisboa

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22 de mayo de 2007
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PERDER, TAL VEZ GANAR

El que pierde gana. Saber perder. Más vale honra sin barcos. La estética del perdedor. Qué manera de perder. Lo importante es participar. Más se perdió en Cuba. Sólo es un juego… hay muchos lugares comunes para engañar al perdedor, para domesticar al cabreado. Ayer me sentí perdedor, nada nuevo bajo la sombra. La diferencia fue el grado de derrota. Una derrota sin paliativos, sin excusas, sin fisuras, sin salidas. Una de esas derrotas que hacen que los demás te tengan pena, piedad, conmiseración, caridad y buenas palabras. Una derrota justificada. Una manera de palmar que no se arregla ni con escépticos cánticos. Está claro que hemos perdido, que hemos perdido casi siempre, que llevamos una vida perdiendo y que si tuviéramos más vida conoceríamos más derrotas. Así es, al menos así es cuando un equipo te marca en tu propio campo seis goles, seis. Como seis toros bravos, como seis cornadas, como seis puntillas, como seis caminos al matadero… Pues no me gusta. No lo llevo deportivamente. No lo asimilo, ni lo distancio, no me gusta, no me hace gracia, no lo llevo bien y no me gusta que me hagan bromas. Ni aunque las haga -digo, es un decir- Serrat. Y mucho menos si las hace uno de los nuestros -digo, es un decir- Sabina. Una derrota como la del Barcelona en el campo del Manzanares, contra mi equipo, es una patada en el orgullo que nos queda, en nuestra arbitrariedad, en nuestro ser infantiles y querer que gane el mejor, siempre que sea el nuestro. Yo, de un equipo con fama de tantas derrotas, sólo conservo la memoria de tantas tardes de gloria, de dignidad, de valentía o suerte. Porque eso sí, lo importante es ganar. Ganar como sea, con trampas, penaltis, fallos arbitrales o cualquiera de esas otras maneras de saber ganar, aunque sea con trampas.

Pues eso. Que lo pasé mal. Pero porque estaba rodeado de civilizados amigos, comprensivos, cultos, refinados y elegantes seres humanos. Unos falsos. Ninguno, ni uno de los cercanos/as era del Atlético de Madrid. Tuve que soportar bromas, solidaridad, falsas palabras, consuelos. Al menos Juan Cruz, no me quiso consolar, no considera nada a los míos, pero supo no festejar de manera ineducada la media docena de goles. Unos más goles que otros, la verdad. Lo agradecí, porque no me fío de esos gestos de los ganadores. Tampoco de los neutrales. En eso soy como un poeta social. Nosotros somos quiénes somos, basta de historia y de cuentos. Y hoy soy un cabreado perdedor. No me consuela una derrota así ni aunque la liga la pierda el Real Madrid.

Lo siento por mí. Pero lo siento más por un niño, por un apasionado de seis años, por un seguidor del Atlético que se llama Lucas. Por ese niño que hoy sabe más que ayer lo que es sufrir. Y mañana sabrá, un poco más que ayer, lo que es ser humillado por la mayoría de los chicos de tu clase que no son de tu equipo. En fin, que lo siento, por mí y por todos mis compañeros. Ánimo Lucas, conoceremos el placer de ganar… espero.

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21 de mayo de 2007
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INMORTALES

Algún día de éstos, mejor alguna noche, hablaré de esa resistencia contra la muerte de algunos semejantes, de tozudos que pretenden enfrentarse a la historia, al pasado, al presente y al futuro. Todos pierden. Todos son derrotados, todos burlados y sin embargo tienen seguidores, crean adicción, hacen escuela y tienen acólitos. Hay muchos entre nosotros que les gustaría alargar su vida, vivir eternamente… incluso hay algunos que no les importaría tener otra vida, aunque fuera eterna. Otra vida, que transcurra, por ejemplo,  en un espacio tan inconcreto como el llamado paraíso.

La sola idea de la inmortalidad me da pavor. No importa, no tenemos ni esos miedos, ni esa fe. Pero la pesadilla de la duración sin fin es aterradora. Incluso una vida larga, quiero decir la muy larga, también me hace crecer las dudas, los escepticismos, los rechazos. Creo, que si las estadísticas tienen algún crédito, hace pocos años pasé la envidiable etapa nel mezzo de la vita. Ya estoy pasado de esa equilibrada mitad. Creo. Al menos hasta hace unos meses he fumado más de lo placentero, bebo -sin conducir después- más de lo aconsejable, mis deportes son más imaginarios y deseados que reales, paso muchas horas leyendo, algunas escribiendo y otras en asuntos privados, algunas veces placenteros y otras simplemente privados. Es decir que no debo tener los peligros de una vida centenaria. Sería demasiado.

Todo esto lo pienso después de haber celebrado el 103 cumpleaños de Pepín Bello, el amigo que hizo posible la unión de tres contrarios, de tres raros que estaban entre la genialidad, la banalidad y el desconcierto, Buñuel, Lorca y Dalí. Fue Pepín Bello, su amigo de la Residencia de Estudiantes, el que hizo posible esta unión de contrarios. Pepín -elegancia, educación, buen humor y pocas ganas de agotarse con obras o trabajos- es el superviviente mayor de la cultura española. La foto de la generación del 27 la hizo él. La idea del surrealismo cinematográfico de Buñuel, de algunas pinturas de Dalí, de algunos poemas o creaciones de Lorca surgieron de una imaginación tan libre que el niño, el adolescente, el joven, el maduro y el anciano Pepín Bello se sigue manteniendo aunque pasen 103 años. Dice Vila Matas que Pepín Bello- uno de sus personajes de Bartleby y compañía -pero un personaje vivo y contrastable, un personaje que conoció el otro día, es así de eterno porque todavía sigue siendo aquel joven. Aquel que sigue haciendo el bachiller. Aquel chico que tiene que divertirse con sus amigos o su imaginación cada día. Y eso te mantiene mucho tiempo sin envejecer. No tengo claro que quiera esa eternidad de 103 años. Con un Pepín en nuestra vida ya estamos contentos. Viva Pepín. Y nosotros, lo que nos toque, pero no una eternidad.

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18 de mayo de 2007
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EL MAL GUSTO

Estuve en unos de los lugares con más concentración de ricos de Europa. Estuve en Marbella. Uno de los mejores climas del Mediterráneo, con hoteles de gran lujo, restaurantes de alto nivel, con las troteras y danzaderas más espectaculares del mundo, coches de alta gama, yates que parecen apartamentos duplex sobre el mar y con otros ritos del lujo que se ofrecen a precios tan desmesurados como insultantes o a precios de oportunidades por derribo.

Es Marbella una de las capitales mundiales de esconder el dinero oscuro. Es decir un lugar  que se desarrolla y crece por el dinero negro, por ser asiento y refugio de mafias y por seguir disputando la elección de ser la capital internacional de la especulación…y del mal gusto. Habrá en Marbella, los hay y yo conozco a algunos, ciudadanos con muy buen gusto. Residentes refinados, estables o visitantes. También habrá arte que merezca su nombre o bellezas que viven sin mostrarse. Me lo cuentan, lo creo.

Uno de los decoradores más elegantes, gustosos, refinados y modernos que conozco vive en Marbella. Hace décadas se trasladó a su apartamento céntrico, a sus 50 metros para vivir entre las ruinas de su buen gusto. Se llama Pepe Carleton, es de ascendencia inglesa, español de Tánger e inventor de una Marbella que ya-como le pasa con Tánger- solo existe en su imaginación. Lo que se puede ver al dar un paseo por la Marbella internacional, por la ciudad cosmopolita, por su famoso Puerto Banús, es de un mal gusto que no se justifica ni con los muchos metros de eslora de sus hermosos barcos de recreo.

¿Qué ha pasado con aquél estilo que hizo de este lugar un sitio de modernos, ricos y otras gentes del buen vivir?... Quizá es que nunca fue verdad. Nos dejamos deslumbrar porque paseaban por sus calles -dice Pepe Carleton- Audrey Hepburn y sus enamorados. O porque compraron casa Deborah Kerr y su último marido, el gran guionista y amigo de Jhon Huston, Peter Viertel. También porque era un lugar del Sur que le encantó al moderno y lúcido Jean Cocteau. El pueblo se gustaba en estas gentes que tenían estilo,  dinero y escaparate, pero también tenían secreto y vidas ocultas.

Cuando lo pequeño se hace grande, cuando el gusto se democratiza, cuando se hace popular, llega lo que Gillo Dorfles nos hizo llamar el kitsch. De ese material está edificada Marbella. Me alegro mucho haberme acercado a este mundo de ricos, de famosas tonadilleras, de horteras internacionales, de mafiosos en varias lenguas, de cuidadas calles con algunas de las más horrorosas muestras escultóricas del mundo. Marbella, tan divertido para muchos, tan agradable para algunos amigos que aquí se refugian. Tan cosmopolita, tan agraciada con el clima y tan desgraciada con sus gobernantes, es muy notable por ser uno de los más importantes museos vivos y mejor acabados en homenaje al mal gusto. Que sigue siendo un gusto muy necesario para poder comparar con algo otros gustos. Apenas le quedan del antiguo y sencillo buen gusto del pueblo de pescadores, una plaza -tomada por los paparazzis que buscan fotos en su afamado ayuntamiento- y unas cuántas calles típicas que hoy están llenas de tiendas de cualquier lugar. Una imitación con Visa Oro de aquellos poéticos pueblos de pescadores que ya sólo existen como parques temáticos de lo que una vez fue el buen gusto de los pueblos y pobladores del Mediterráneo. Esa es también una guerra perdida. No deja de ser un síntoma de estos tiempos, de estos gustos, que el tal Sarkozi cambiara sus días de descanso en monasterio en otros días en un yate de lujo y en sanas carreras deportivas con escoltas, sudores y camino sin reflexión a ninguna parte. Cualquier día le sigue en sus ejercicios espirituales el raro pensador Gluksmann, que lleva toda una gran carrera: 40 años de pensamiento débil y sin cambiar su peinado. Así sigue en el calor del ala izquierda de Sarkozy y con su pelo de paje, seguidor de los Monkees o así de raro.

Yo creo que las elecciones se ganan porque se tiene mal gusto. Porque se acierta con el gusto dominante. Que feliz regresar, dejar Marbella, dejar una de las ciudades más ricas de Occidente. Capital occidental del mal gusto. Aunque dándose una vuelta por el mundo -¡que no es para tanto!- se da uno cuenta que la batalla por la capitalidad del mal gusto está muy disputada.

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16 de mayo de 2007
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ENTRE CUERNOS

En ese sitio estoy: entre cuernos. No yo que soy un cobarde convicto y confeso, sino mis lecturas. Sobre todo la recuperada del opúsculo de Michel Leiris. Me complace haber recordado a un autor que algunos que por aquí pasean también siguieron, también vuelven con placer a sus elucubraciones, a su peligrosa propuesta de estar en la literatura. Por lo que leo, querido Sánchez Paulete, sí conoció los toros, las corridas en directo- no existía ni el Canal + -y que no le gustaron, pero le impresionaron. Dicen que le pareció “una carnicería repugnante”, pero que asistió al rito como un “testigo deslumbrado”. No es poco premio, no es poca emoción que algo te deslumbre. No estamos tan acostumbrados a recibir deslumbramientos cada día. Por eso pidió el mismo riesgo, la misma emoción, parecidos excesos y sentimientos cuando eres un escritor. También lo podemos pedir como lectores.

Creo que otro día seguiré con tauromaquia y literatura. También, pintura, cine, fotografía, música… esa rareza de la tauromaquia nos deja muchos motivos para volver, para gozar. Ahora, simplemente, copiaré algunas páginas -podían ser otras distintas- del arriesgado escritor francés para que sirvan de ejemplo, de paseíllo de una faena corta y auténtica y también arriesgada (es que el escritor es algunas veces valiente).

Dice Leiris que la tauromaquia “persigue un fin esencial: además de obligar al hombre a ponerse seriamente en peligro (armándole de una indispensable técnica), a no deshacerse de su adversario de cualquier manera, impide que el combate sea una simple carnicería, tan puntillosa como un ritual, presenta un aspecto táctico (poner la bestia en estado de recibir la estocada, sin haberla fatigado, sin embargo, más de lo necesario)…”

Y así la literatura que le importa, la que le interesa es ese género mayor “que comprendería las obras en las que está presente el cuerno, bajo una u otra forma: riesgo directo asumido por el autor sea de una confesión sea de un escrito subversivo, estilo en que la condición humana es vista de frente o tomada por los cuernos, concepción de la vida comprometiendo su postura frente a otros hombres”….Y sigue el texto de “la literatura considerada como una tauromaquia”.

Estoy, a pesar del sentir de muchos amigos, deseando volver a sentir ese peligro, ese riesgo- con reglas- donde en unos minutos un hombre se juega todo… quizá con ventaja, pero con todo el riesgo de poder caer ante un animal con cuernos. Volveré a la plaza de Madrid donde tantas tardes gocé y sufrí… Si por aquí pasa mi desconocida amiga, la lectora porteña que nunca fue a los toros, me encantaría observar sus sensaciones de virgen ante esa brutalidad, y otras cosas, tan nuestra… La tauromaquia como literatura… Qué poco tiene que ver con aquellas cosas que escribió Hemingway. Al que quiero por otros escritos, por otras cosas, por otras tardes.

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10 de mayo de 2007
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TAUROMAQUIA

Al final de la Segunda Guerra Mundial un crítico de arte, antropólogo y filólogo francés, Michel Leiris escribió un peculiar, desmesurado, inteligente y arriesgado texto: La literatura  considerada como una tauromaquia. Creo que el texto todavía tiene la fuerza, la vigencia y el sitio que para mí lo tuvo en aquellos años 70, mediados, en los que leí ese texto. Todavía conservo el ejemplar de aquellos recordados “Cuadernos ínfimos” de la editorial Tusquets. Lo volveré a leer esta misma tarde. Y lo hago porque ayer tuve una discusión, una de esas discusiones de callejón sin salida, con un amigo querido y admirado. Hablábamos de ritos, mitos y diversiones. Hablábamos de poesía y de prosa. El invitado a la improvisada cena era el poeta Juan Gelman. Y mi amigo, uno de los anfitriones, era otro poeta, Luis García Montero. A una de la noche, pasados unos vinos, estuvimos hablando de toros y tauromaquia. Alguna vez he contado de mi afición a esa extraña, cruel y hermosa fiesta… o lo que se quiera decir de ese ritual, festejo, sacrificio, arte o lo que se quiera considerar que es el toreo. Al menos el toreo que uno desea. El que alguna vez presenció. El que alguna vez, bastantes, consiguió emocionar, conturbar y hacer feliz a este aficionado español.

Mi amigo Luis, y otros muchos admirados intelectuales o no, desprecian y no comprenden cuáles pueden ser las razones de que a gentes más o menos cercanas a su ética y a su estética -dicho esto sin tener que comulgar juntos en tantas cosas- podemos ser aficionados a ese resto de barbarie que queda como fiesta “nacional” que, según muchos desean, está condenada a extinguirse y desaparecer. La discusión era una faena tediosa, interminable, repetida, cuasi eterna lucha sin resolver entre taurinos y antitaurinos. Y naturalmente  sin trofeos. Y  sin ovación, sin vuelta al ruedo…pero, eso sí, sin sangre. Este año tampoco he leído el artículo de Manuel Vicent a la contra. Y sin embargo estoy deseando volver a leer el texto de Leiris, aquél texto que escribió después de salir horrorizado de su primera experiencia con la realidad de este sangriento arte. Mañana, espero, hablaré de más libros y más toros. Ahora, como todavía no hay toros, me voy a un concierto. A escuchar una de las grandes partituras del siglo XX. ¿Estará eso peleado con mi afición a los toros?

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9 de mayo de 2007
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SARKOZY Y LA CHANCON

Más de una vez he citado uno de los poemas de Jaime Gil de Biedma que más quiero, y es un poeta del que quiero muchos poemas, se llama “Elegía y recuerdo de la canción francesa”, es de su libro Moralidades pero está en todas sus antologías. Se refiere e ese tiempo de posguerra en que Europa estaba en ruinas y en España la gente se apretaba en los cines porque no existía la calefacción y dice en su poema -que os aconsejo leer entero- dice cosas que me vinieron, otra vez, al recuerdo en la noche de la victoria de Sarkozi. Recordé aquello de “Y fue en aquél momento, justamente/ en aquellos momentos de miedo y esperanzas/-tan irreales, ay- que apareciste,/ o rosa de lo sórdido, manchada/ creación de los hombres, arisca, vil y bella/ canción francesa de mi juventud!/ Eras lo no esperado que se impone/ a la imaginación, porque así es la vida,/

Tú que cantabas la heroicidad canalla,/ el estallido de las rebeldías/ igual que llamaradas, y el miedo a dormir solo,/ la intensidad que aflige al corazón… Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos,/ aunque a veces nos guste una canción.”

Y nosotros, los de otro entonces, los que no escuchamos esas canciones francesas, los que las perseguimos después, en los tiempos en que Europa ya estaba reconstruida, televisada por eurovisión, en colores… pero es igual, algunas canciones tuvieron la capacidad de trasmitir las mismas, parecidas, emociones. Y esas canciones francesas de posguerra, aquellas de los tiempos de Jaime Gil de Biedma, nos asaltaron también a nosotros. Los de otros entonces.

Y la otra noche, ayer aunque me parezca tan lejano, con poca alegría, la verdad, recibí la noticia en directo y por televisión del triunfo de ese político tan poco simpático para mi manera de entender la política, Francia, Europa y el mundo. No me gusta que ganen los políticos que han sido, que son amigos de Aznar. No me gustan ni bebido. Ni con vino de la Ribera de Duero. Pero bueno, lo miraba, con suave desencanto, tampoco es mi problema cercano. Y, de repente, aquellas canciones francesas, aquellos cantantes que me parecieron lo peor de la canción francesa. Lo más convencional, lo más postizo. Esa olvidada, y olvidable, Mireille Mathieu, que tanto se paseaba por las televisiones del franquismo para hacernos creer que era la continuación de Edith Piaf…puaff…¡Qué cursi versión de Piaff! Todo parecía producto de un mal marketing, incluso cuando se puso a cantar “La marsellesa”, aquello parecía edulcorado, convencional, forzado y un toque hortera/ burgués. Algo parecido al mal gusto. Como ese otro cantante, también sacado del baúl de los olvidos, llamado Enrico Macías. Que ya creció soñando en que algún día sería millonario, por la vía de la lotería o así…Y el remate del rai entregado, pelotilla de Fardel. Como dice mi amigo Guillermo Altares en su crónica de El País de hoy, un poco estilo “Operación triunfo”… Sí eso, más operación, buscando en el baúl de los recuerdos… oh, oh,oh… Cualquier parecido con la canción francesa es casualidad.

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7 de mayo de 2007
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PROSAICOS/ POÉTICOS

Unos días sin Internet, sin Boomeran(g), sin primavera y sin corte inglés. No estuvo mal mientras duró. En el campo y desconectado, un respiro. Eso sí, me escapé un día, el domingo, a la civilización. Bueno exactamente a Valladolid y en su Feria del Libro. Tampoco estuvo mal. Un encuentro con un prosista, uno de los mejores, Luis Landero. Una charla con lectores, curiosos, paseantes y algunos poco avisados ciudadanos que pasaron por aquella carpa en la hora justa en que la charla debería comenzar. Apenas hablamos de su última novela, por deferencia del autor a tantos que no habrían tenido oportunidad de leerla. Solo puso una condición el afable Landero a la encantadora responsable de las actividades de la feria, la letraherida vallisoletana Begoña Orellana, para que su “actuación” pudiera comenzar: tener güisqui en la mesa. Yo, que soy tan fácil en éstas y otras cuestiones, naturalmente imité y aplaudí la petición. Hicimos nuestro homenaje al recordado y admirado Nabokov, que le pidió lo mismo a Benard Pívot. Hablamos con güisqui, con risas, con desprejuicio y en público. Es posible que sin los güisquis no nos hubiéramos atrevido a repasar algunos “polvos” tristes de la historia de la literatura. ¿Era correcto hablar en público lo que hablamos en privado? ¿Es razonable decir en voz alta lo que se dice en la baja voz, y precisa voz, de la letra escrita? Hubo regocijo, caras alegres, risas… y también, lo pude percibir desde el pequeño estrado, desde el segundo güisqui, caras serias y más o menos discretas huidas de la carpa. Nunca fuimos muy atrevidos. Somos ahora, desde hace tiempo, mucho más mojigatos y cuidadosos que los charlistas de antaño. También menos osados que los prosistas, menos que los poetas.

Recordé aquellas coplas de Góngora, aquellas letrillas que nos hablaban de algunas mujeres de su tiempo: “En Valencia muy preñada/ y muy doncella en Madrid,/ cebolla en Valladolid/ y en Toledo mermelada…”. Muy bien las cantó Paco Ibáñez. Y no era la más atrevida de esas que escribieran Góngora, sacerdote, jugador, enemigo e insultador de Quevedo. Capaz de la seriedad, de la profundidad de Las soledades y autor de muchas sátiras, panfletos, coplillas y chuflas en público o en privado. Ahora, decimos cuatro cosas sobre amores físicos y casi pedimos perdón. Somos unos pacatos.

Y de esas prosas, a encontrarme el blog lleno de poesía. ¿Y qué digo yo? Pues nada, leer y seguir. Amigo poeta, como ya habrás leído el libro de Rilke a un joven poeta, no tengo consejos que puedan valer. Admiro mucho a los poetas. Sois muy vuestros. Sois como niños, una envidia. Algunos como niños muy mayores. Otro como niños muy vanidosos. Otros como esos que describía mi admirado Lec: “Los poetas son como los niños: cuando están sentados en su escritorio, no tocan la tierra con los pies”. No está mal. Yo ya llevo horas pisando tierra y charcos.

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3 de mayo de 2007
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LIBROS QUE MERECEN LA PENA

Siempre hay más libros de los que podemos leer, naturalmente hablamos de los que merecen la pena. Quiere el amigo Sánchez Paulete que hagamos elucubraciones sobre la cantidad y la calidad de los libros que se publican. ¿Dónde ponemos el límite o el punto de partida de la exigencia? ¿Después de algunas novelas, de algunos poemas se puede seguir escribiendo? Está claro que después de Auschwitz se ha podido escribir. Felizmente algunos lo hicieron, otros les publicaron y algunos los leímos. Hay memorables libros después del horror. Alguno de ellos precisamente surgieron del mismo horror.

Quizá leo, por trabajo, demasiadas novedades y ciertamente, muchas, bastantes, no se quedarán en mi memoria después de algún tiempo. Sería mucho más seguro conformarse con las relecturas. Si siguiéramos, por ejemplo, el catálogo de la editorial Alba, el de joven Atalanta, el de El Acantilado, Minúscula o los textos esenciales que rescata KRK, por citar algunas de esas editoriales que se han puesto a mirar hacia atrás, a rescatar olvidos, a reeditar esenciales, a poner otra vez en estanterías algunos perdidos, despistados u olvidados en el bosque de las novedades. Es esa una gran labor, siempre habrá razones para ampliar los cánones de lecturas imprescindibles, siempre necesitaremos editoriales que nos recuerden que hay que volver a leer o leer por primera vez escritores que han pasado la barrera del tiempo y del olvido.

¿Y de los otros? ¿Y de los nuevos? ¿Dónde, cuándo y cómo sabemos que no perderemos el tiempo leyendo tal o cual novela, tal o cual poemario? No hay guías tan fiables, no hay preceptores infalibles, universales… No hay programas, páginas culturales, suplementos o editoriales que nos aseguren el placer de la lectura. Los placeres son distintos, como distintos son los hombres. Me estaba acordando de una historia taurina- ¡otra vez!, ¿será que comienza la Feria de San Isidro?, me lo tengo que hacer mirar -cuando pensaba en cómo acertar con los libros. Era como acertar en los toros. Nunca hay, tendría que decir había porque ya perdí gran parte de mi pasión, una tarde que se pudiera asegurar. Nos pasa igual cuando abrimos un libro, por más recomendado e imprescindible que parezca. Conozco muchos lectores que siguen sin tener ningún cariño por Juan Benet o por James Joyce. No a todos les gustaba la música callada de Rafael de Paula, lo incierto de Curro Romero…y sin embargo, algunos, no entendemos la tauromaquia, ni la literatura sin esos tan controvertidos para otros. La lectura es también un espectáculo de riesgo. A veces sale bien. Hay que insistir. Pero no, no me atrevería a contar cuántos de verdad y pensando en el futuro de los libros leídos soportarán el regreso…Con cuatro o cinco al año me conformo

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30 de abril de 2007
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¿JOSELITO O BELMONTE?

Parece que nuestros abuelos, los aficionados a la tauromaquia, que entonces era rito nacional, se peleaban entre los de Joselito o Belmonte. También se habían enfrentado los de Wagner y los de Verdi en la ópera. Y así se seguían enfrentando las dos- o las que sean- Españas. Esa manera de ser de uno y frente a los del otro es algo que no creo que esté en los genes o será que yo soy muy “puta”. Me gusta una y la contraria, me gusta, gustaba, Curro Romero y Antoñete, los Beatles y los Rolling, Edit Piaf y Chavela Vargas, Buñuel y Wilder, Nico y Jane Birkin, Albert Plá y Teresa Berganza…No sé, la lista podría ser interminable y no me apunto a un bando frente a otro. Por ejemplo, me gusta Juan Benet sin dejar de gustarme Pío Baroja, Juan Filloy o Borges, Neruda o Rilke, Ezra Pound o Pessoa, Angel González o Valente, Gamoneda o Gil de Biedma… No entiendo de contrarios. Me gustan, o no, sin que tenga que seguir una corriente, sin tener que definirme ni por una estética, ni por una ética. Me gustan, igual de poco, pero me inquietan, Dios y el Diablo. Más cielo o infierno, que purgatorio. Nada el limbo. Tenía tan poco éxito que lo han quitado.

¿Por qué hablo hoy de esto?... Sencillamente porque han pretendido que me definiera en la nueva narrativa española. Tenía que decir si era de los “pop”, de Agustín Fernández Mallo, Kiko Amat o Mercedes Cebrián, frente a los que tienen más deuda con nuestra historia, con la memoria dura de nuestro pasado, del español o del europeo, como pueden ser Ricardo Menéndez Salmón, Oscar Esquivias o Isaac Rosa… No pienso leer a unos para enfrentarme a los otros, afirmar unos frente a los otros. Y ante la duda, siempre la literatura. Y esa también está en los navegantes solitarios, sobre todo en ellos, en esos que uno nunca sabe ni con quién enfrentarlos, ni con quién compararlos. Entre los citados hay nombres de esos, por más que por razones de marketing o de hallazgo cómodo de algún crítico se les quiera poner en bandos enfrentados. Queda la literatura. Por eso creo que, más allá de los enfrentamientos, de la última narrativa española también quedarán, aunque no los vea tanta gente, solitarios y raros como  Gonzalo Hidalgo Bayal o como Ramiro Pinilla. Caso aparte es Enrique Vila Matas, a ése no hay quién le compare, al menos para mal…

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26 de abril de 2007
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