Javier Rioyo
Parece que nuestros abuelos, los aficionados a la tauromaquia, que entonces era rito nacional, se peleaban entre los de Joselito o Belmonte. También se habían enfrentado los de Wagner y los de Verdi en la ópera. Y así se seguían enfrentando las dos- o las que sean- Españas. Esa manera de ser de uno y frente a los del otro es algo que no creo que esté en los genes o será que yo soy muy “puta”. Me gusta una y la contraria, me gusta, gustaba, Curro Romero y Antoñete, los Beatles y los Rolling, Edit Piaf y Chavela Vargas, Buñuel y Wilder, Nico y Jane Birkin, Albert Plá y Teresa Berganza…No sé, la lista podría ser interminable y no me apunto a un bando frente a otro. Por ejemplo, me gusta Juan Benet sin dejar de gustarme Pío Baroja, Juan Filloy o Borges, Neruda o Rilke, Ezra Pound o Pessoa, Angel González o Valente, Gamoneda o Gil de Biedma… No entiendo de contrarios. Me gustan, o no, sin que tenga que seguir una corriente, sin tener que definirme ni por una estética, ni por una ética. Me gustan, igual de poco, pero me inquietan, Dios y el Diablo. Más cielo o infierno, que purgatorio. Nada el limbo. Tenía tan poco éxito que lo han quitado.
¿Por qué hablo hoy de esto?… Sencillamente porque han pretendido que me definiera en la nueva narrativa española. Tenía que decir si era de los “pop”, de Agustín Fernández Mallo, Kiko Amat o Mercedes Cebrián, frente a los que tienen más deuda con nuestra historia, con la memoria dura de nuestro pasado, del español o del europeo, como pueden ser Ricardo Menéndez Salmón, Oscar Esquivias o Isaac Rosa… No pienso leer a unos para enfrentarme a los otros, afirmar unos frente a los otros. Y ante la duda, siempre la literatura. Y esa también está en los navegantes solitarios, sobre todo en ellos, en esos que uno nunca sabe ni con quién enfrentarlos, ni con quién compararlos. Entre los citados hay nombres de esos, por más que por razones de marketing o de hallazgo cómodo de algún crítico se les quiera poner en bandos enfrentados. Queda la literatura. Por eso creo que, más allá de los enfrentamientos, de la última narrativa española también quedarán, aunque no los vea tanta gente, solitarios y raros como Gonzalo Hidalgo Bayal o como Ramiro Pinilla. Caso aparte es Enrique Vila Matas, a ése no hay quién le compare, al menos para mal…