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EL MAL GUSTO

Por 16 de mayo de 2007 Sin comentarios

Javier Rioyo

Estuve en unos de los lugares con más concentración de ricos de Europa. Estuve en Marbella. Uno de los mejores climas del Mediterráneo, con hoteles de gran lujo, restaurantes de alto nivel, con las troteras y danzaderas más espectaculares del mundo, coches de alta gama, yates que parecen apartamentos duplex sobre el mar y con otros ritos del lujo que se ofrecen a precios tan desmesurados como insultantes o a precios de oportunidades por derribo.

Es Marbella una de las capitales mundiales de esconder el dinero oscuro. Es decir un lugar  que se desarrolla y crece por el dinero negro, por ser asiento y refugio de mafias y por seguir disputando la elección de ser la capital internacional de la especulación…y del mal gusto. Habrá en Marbella, los hay y yo conozco a algunos, ciudadanos con muy buen gusto. Residentes refinados, estables o visitantes. También habrá arte que merezca su nombre o bellezas que viven sin mostrarse. Me lo cuentan, lo creo.

Uno de los decoradores más elegantes, gustosos, refinados y modernos que conozco vive en Marbella. Hace décadas se trasladó a su apartamento céntrico, a sus 50 metros para vivir entre las ruinas de su buen gusto. Se llama Pepe Carleton, es de ascendencia inglesa, español de Tánger e inventor de una Marbella que ya-como le pasa con Tánger- solo existe en su imaginación. Lo que se puede ver al dar un paseo por la Marbella internacional, por la ciudad cosmopolita, por su famoso Puerto Banús, es de un mal gusto que no se justifica ni con los muchos metros de eslora de sus hermosos barcos de recreo.

¿Qué ha pasado con aquél estilo que hizo de este lugar un sitio de modernos, ricos y otras gentes del buen vivir?… Quizá es que nunca fue verdad. Nos dejamos deslumbrar porque paseaban por sus calles -dice Pepe Carleton- Audrey Hepburn y sus enamorados. O porque compraron casa Deborah Kerr y su último marido, el gran guionista y amigo de Jhon Huston, Peter Viertel. También porque era un lugar del Sur que le encantó al moderno y lúcido Jean Cocteau. El pueblo se gustaba en estas gentes que tenían estilo,  dinero y escaparate, pero también tenían secreto y vidas ocultas.

Cuando lo pequeño se hace grande, cuando el gusto se democratiza, cuando se hace popular, llega lo que Gillo Dorfles nos hizo llamar el kitsch. De ese material está edificada Marbella. Me alegro mucho haberme acercado a este mundo de ricos, de famosas tonadilleras, de horteras internacionales, de mafiosos en varias lenguas, de cuidadas calles con algunas de las más horrorosas muestras escultóricas del mundo. Marbella, tan divertido para muchos, tan agradable para algunos amigos que aquí se refugian. Tan cosmopolita, tan agraciada con el clima y tan desgraciada con sus gobernantes, es muy notable por ser uno de los más importantes museos vivos y mejor acabados en homenaje al mal gusto. Que sigue siendo un gusto muy necesario para poder comparar con algo otros gustos. Apenas le quedan del antiguo y sencillo buen gusto del pueblo de pescadores, una plaza -tomada por los paparazzis que buscan fotos en su afamado ayuntamiento- y unas cuántas calles típicas que hoy están llenas de tiendas de cualquier lugar. Una imitación con Visa Oro de aquellos poéticos pueblos de pescadores que ya sólo existen como parques temáticos de lo que una vez fue el buen gusto de los pueblos y pobladores del Mediterráneo. Esa es también una guerra perdida. No deja de ser un síntoma de estos tiempos, de estos gustos, que el tal Sarkozi cambiara sus días de descanso en monasterio en otros días en un yate de lujo y en sanas carreras deportivas con escoltas, sudores y camino sin reflexión a ninguna parte. Cualquier día le sigue en sus ejercicios espirituales el raro pensador Gluksmann, que lleva toda una gran carrera: 40 años de pensamiento débil y sin cambiar su peinado. Así sigue en el calor del ala izquierda de Sarkozy y con su pelo de paje, seguidor de los Monkees o así de raro.

Yo creo que las elecciones se ganan porque se tiene mal gusto. Porque se acierta con el gusto dominante. Que feliz regresar, dejar Marbella, dejar una de las ciudades más ricas de Occidente. Capital occidental del mal gusto. Aunque dándose una vuelta por el mundo -¡que no es para tanto!- se da uno cuenta que la batalla por la capitalidad del mal gusto está muy disputada.

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Javier Rioyo

Javier Rioyo (Madrid, 1952) es licenciado en Ciencias de la Información. Periodista, escritor, director y guionista de cine, radio, televisión y dramáticos. Dirigió y presentó el programa semanal de libros Estravagario en TVE 2, con el que obtuvo el Premio Fomento a la Lectura 2005, concedido por la Federación del Gremio de Editores de España. También ha sido responsable de cultura y libros en el programa diario Hoy por hoy de la cadena SER. Es colaborador habitual de El País (escribe para el suplemento semanal Domingo) y de la revista Cinemanía. En televisión, Rioyo ha presentado el programa "El Faro" del canal Documanía y ha obtenido dos premios Ondas en Radio y uno en Televisión. Ha sido guionista de numerosos festivales de música para Canal+, así como de los premios Goya, y de diversos programas de radio y televisión. También coordinó los guiones para la serie Severo Ochoa. Ha dirigido y participado en cursos de Comunicación y Cultura en diversas universidades españolas. Formó parte del Comité Asesor de Alfaguara y ha sido jurado de festivales de cine y premios literarios en varias ocasiones. Es autor del libro Madrid: casas de lenocinio, holganza y malvivir (Espasa Calpe, Premio 1992 Libros sobre Madrid); y de La vida golfa (Aguilar, 2003). En 2005, con su productora Storm Comunicación, realizó la producción ejecutiva y el guión de Miracolo Spagnolo, un documental para la RAI sobre la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al gobierno y su primer año de legislatura. También dirigió y produjo Alivio de luto, un vídeo documental en el que entrevista a Joaquín Sabina; así como Un Quijote cinematográfico. En 1994 fundó la productora Cero en conducta, con José Luis López-Linares, con la que tuvo a su cargo el guión y la dirección de Alberti para caminantes (2003); y la producción ejecutiva y el guión del largometraje Un instante en la vida ajena (2003), que obtuvo el Premio Goya al mejor documental; así como de Tánger, esa vieja dama (2002). También ha codirigido con José Luis López-Linares el cortometraje Los Orvich: Un oficio del Siglo XX (1997), y los largometrajes Extranjeros de sí mismos (2001), nominado al mejor documental en la XVI edición de los Premios Goya; A propósito de Buñuel (2000); Lorca, así que pasen cien años (1998), nominado a los premios Emmy 1998; y Asaltar los cielos (1996), nominado a los premios Goya al Mejor Montaje, y ganador del Premio Especial Cine, de los Premios Ondas 1997.

En 2011 fue nombrado director del centro del Instituto Cervantes de Nueva York en sustitución de Eduardo Lago.​ Ocupó el cargo hasta septiembre de 2013, cuando fue sustituido por Ignacio Olmos.​ En 2014 fue nombrado responsable del centro del Instituto Cervantes en Lisboa.​ En febrero de 2019 deja el cargo y pasa a dirigir el centro de Tánger de la misma institución.

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