Navidades. (...) Tendría 5 ó 6 años. En aquella vivienda soleada, en aquella estancia amplia que llamaban la galería, en un sillón, en una silla grande de rejilla, sentado, casi tumbado, el abuelito Pablo, permanecía inmóvil con el brazo derecho colgante, remangado, con la mano metida en un cubo de hojalata lleno de agua y lejía. Qué imagen. Y la mezcla de olores, dominando la Colonia Añeja. Me cuesta recuperar todo aquello. El tifus. Cuando fuera niño. Una terrible epidemia que le dejó el miedo al contagio, el miedo a cualquier contacto. Siempre llevaba un pedacito de papel higiénico, y con él daba y apagaba la luz ¡en su propia casa! (...) Ocupado el servicio en la preparación de comida y mesa, el mismo día 25 de diciembre, suena el timbre de la puerta, nadie puede ir, vuelven a llamar, y es la abuelita Carmen quien, desde el peinador, el saloncito contiguo al cuarto de baño, en una desventurada decisión, pide a su esposo, que está en el despacho leyendo “La Vanguardia”, que por favor abra; seguramente nunca lo había hecho, pero era Navidad y con soltura, casi con desparpajo, sale al recibidor y abre la puerta de la calle sin el papel higiénico. Debió de ser todo muy rápido: un hombretón que se identifica como el basurero le felicita las fiestas le entrega con la mano izquierda la hojita recordatorio y con la derecha agarra la de mi petrificado abuelo para estrechársela. Fueron unas malas fiestas.
Níquel, Zaragoza, Mira Editores, 2005, 2006
Familias como la mía, Barcelona, Tusquets, 2011
Francisco Ferrer Lerín
