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Escrito por

Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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Grandioso éxito educativo

Acabamos de cerrar los exámenes del primer cuatrimestre. Como cada año, los profesores tragamos saliva y ponemos notas estupendas. Un amigo me escribe muerto de risa. Dictó una pregunta tirada: "¿Crees que la obra de arte es intemporal?". Viejo asunto que viene del siglo XVIII. Algunas respuestas: "En el panorama musical muchos grupos han recuperado éxitos pasados convertidos en hits en las listas más actuales. Es el caso de numerosas canciones del grupo "Platero y Tu"". Otro: "Hemos de distinguir por intemporal si la obra original perdurará (físicamente), o si su significado es válido siempre, sea la época que sea. Después de hacer toda esta reflexión...". Y otro: "En el garaje de mi casa hay una lona tapando un coche. Mi padre dice que este coche es una obra de arte, que es uno de los primeros que inventó la Seat y que por esto lo guarda con tanto amor. Dice que vale mucho dinero y que con el paso del tiempo mucho más. No estoy muy segura de si es o no una obra de arte pero de lo que sí estoy segura es que sin el paso del tiempo y sin el contexto en que se creó ahora tendría el garaje libre para hacer lo que quisiera."

    No son los peores, sólo dan ese tono general de guardería infantil. Pero una alumna francesa de Erasmus escribe: "Como sugiere René Char: "Lo que viene a este mundo sin disturbarlo no merece ni atención ni desprecio". Lo que significa que cualquier objeto o creación puede recibir una crítica si es portador de sentido. Si la creación produce interrogantes, entonces la imagen sólo vale por las ideas que crea." Y siguen dos folios escritos por un adulto. Lo habitual del Erasmus.

    Parece como si el gran problema educativo de este país fuera el plan Bolonia. El plan Bolonia trata de integrar la universidad española en Europa, pero quizás no merezca la pena. Hace ya tantos siglos que no formamos parte de ese continente... El nuevo ministro de Educación, persona respetable y respetada, tendrá que decidirlo. ¿Quiere que alguna vez haya estudiantes europeos en España que no sean Erasmus? Pues comience por el bachillerato. No existe.

Artículo publicado el sábado 11 de abril de 2009. 

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13 de abril de 2009
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Buhoneros de las felicidad

Hará más de 60 años que los humanos topamos con un enigma rotundo. En 10 años los pueblos más civilizados, cultos y ricos del planeta asesinaron a millones de sus compatriotas. Se suele decir que los alemanes liquidaron a seis millones de judíos. Esa es la versión alemana. Lo cierto es que asesinaron a seis millones de alemanes, polacos, húngaros, con la ayuda de los gobiernos francés, italiano, holandés y así sucesivamente. Los pueblos más avanzados del planeta demostraron que ni la riqueza, ni la cultura, ni la civilización son garantía de humanidad. Ni mucho menos de sensatez.

La resaca fue considerable. Incontables ciudadanos contrajeron una repugnancia invencible hacia los vendedores de esperanza, fueran estos patriotas, sacerdotes, comunistas, psiquiatras o economistas. El desvío hacia Oriente, además de una frivolidad, fue consecuencia de la dificultad de creer en la esperanza occidental. ¿Qué podías esperar? Las mejores cabezas trataron con ahínco de que nadie se llevara a engaño, sobre todo los estudiantes, masa frágil y maleable. La llamada "filosofía de la sospecha" quiso dar armas de resistencia contra el canto estupefaciente de los tenores y las sopranos políticas y mediáticas. Aparecieron publicaciones destinadas a revelar las mentiras de los diarios optimistas, es decir, corruptos. La televisión era el entierro de la sardina, el espejo de la farsa gubernamental, la esclavitud moral, el analfabeto ufano de serlo.

Han pasado los años. Ya no puedes escuchar al crítico respetable sin tener que apagar la radio por el estruendo publicitario. Imposible ver la tele sin espantarse ante la masacre. Los diarios respiran publicidad, lo que da a esas empresas un poder parejo al del Estado o las finanzas, si acaso difieren. No hay político que no venda nuestro futuro, ni futuro sin traje regional. Sucias mentiras vestidas para la boda. El escéptico ve un mundo en ruinas, poblado por cadáveres joviales.
Por lo menos ahora ya sabe quién gano la guerra: los mayoristas de la droga beata, los gimnastas de la genuflexión divertida.

Artículo publicado el sábado 4 de abril de 2009.

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5 de abril de 2009
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Mejor tener talento que talante

El pintor Eduardo Arroyo acaba de publicar unas memorias: Minuta de un testamento(Taurus), título robado a Don Gumersindo de Azcárate. Hay gente a la que el talento le sale por los poros. No contento con ser uno de los pocos pintores internacionales que quedan en este país, Arroyo, además, es escritor benemérito. Sus libros anteriores sobre Panama Al Brown y tumbas de boxeadores, entre otras aficiones, eran tan buenos que parecían ingleses. Su actual "Minuta" es aún mejor. Cuenta cosas que sólo un pintor puede apreciar, como esos despachos dedicados al maquillaje en los diarios franquistas, donde expertos en guache mejoraban las fotos según la corrección política.

No se atribuye a sí mismo, quizás por modestia, el trucaje de un retrato de Pasternak, sentado a la mesa de su cocina. Hubo que borrar una nevera cochambrosa que aparecía en la foto porque no era admisible que un ruso tuviera nevera en propiedad. El pobre Pasternak seguramente nunca supo que un artista se dedicó a ennegrecer las paredes, borrar la nevera y ponerle grietas a su modesta cocina hasta convertirla en una cueva de murciélagos. Uno imagina a Arroyo, torrencial hablador, agarrado al litro de whisky que le sirve de apoyo en este mundo cruel, contando la historia ante sus amigos. El talento es así, se siembra a puñados, como el trigo, es una bendición.

    Lo del talento es misterioso. Hay en Inglaterra tantos cabestros como en España, basta ver los sombreros de los hooligans. Y no son menos populacheros, como ha demostrado esa mujer que agonizó ante las cámaras por un montón de dinero, lo cual sólo se explica si una termitera social vive en éxtasis la pornografía tétrica. Sin embargo, el área de gente con talento sigue teniendo una densidad homérica.

En cambio, en España la capa de talento es débil y quebradiza como florecilla silvestre. Y esto viene siendo así desde que Fernando VII impuso con magnífica anticipación los planes de estudio de los sucesivos gobiernos españoles. Un proyecto que ha durado ya dos siglos. Menos mal que a veces, de puro milagro, sale gente como Eduardo Arroyo.

Artículo publicado el sábado 28 de marzo de 2009.

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30 de marzo de 2009
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Fue-ra-po-li-cía delauni-ver-si-dá

El título que encabeza este artículo fue coreado por miles de estudiantes españoles, con el ritmo exacto de las sílabas propuestas, hace unos cuarenta años. Algunas cosas duran mucho, pero ninguna dura para siempre. Me asombró volver a oír la cantinela el otro día, en los mil reportajes sobre el desalojo de la Universidad de Barcelona.

    Cuando esta canción sonó por primera vez, España era un país que se mantenía en el tercer mundo con el fin de que unas cuantas familias vivieran en el primero. Esas familias (madrileñas, sevillanas, vascas y catalanas), nunca lograron vivir en el primer mundo, pero les hacía ilusión creerlo. Y entonces se compraban un Dodge. Era patético. En cambio, la universidad española era, sin la menor duda, un centro educativo del tercer mundo. Es decir, un centro de adoctrinamiento y represión en el que nos enseñaban el sentimiento de pertenencia, la importancia de la lengua y el amor a la nación. En ese orden, la educación sigue teniendo un componente arcaico: nuestra confusa autoridad no cree que la enseñanza sirva para que la gente se entere de algo, sino para fabricar súbditos apasionados por el delirio de los jefes.

    Sólo gracias a un conservadurismo pétreo puede seguir sonando la cantinela de la policía y de la universidad. ¿Qué es lo que impide la fraternidad de policías y estudiantes, cuando lo tienen todo en común? Son de la misma clase social, cobran poco, soportan jefes absurdos, los ciudadanos les hacen la pelota pero prefieren tenerlos lejos de casa, en fin, en un examen rápido constataríamos que policías y estudiantes piensan lo mismo sobre casi todo, son del mismo equipo de fútbol, ven los mismos programas de TV, juegan a lo mismo en la Playstation, compran ropa de la misma marca, ligan en el mismo establecimiento nocturno, en fin, que no sé en qué se distinguen una vez dejan la porra unos y el porro otros.

    ¿Alguien cree todavía en la rebeldía ontológica del estudiante? ¿Ese tópico francés? El universitario (he conocido sobre diez mil) es últimamente persona sosegada, de usos regulares, ideas adquiridas en los medios burgueses, atento con la jefatura patria, astuto para sortear a la familia, etcétera. Por supuesto, del Plan Bolonia no conoce ni el párrafo introductorio. Y aunque lo conociera da lo mismo, porque sin plan Bolonia los títulos españoles no servirían en Europa. Tal como van las cosas, ni en España: sólo en la Comunidad Autónoma. No me parece mal, francamente, pero creí que la idea era formar parte del continente.

    Ahora bien, distingamos. Dentro de la masa estudiantil hay unos cuantos que sí han leído el plan Bolonia y no les gusta. A su vez, los del cuerpo de policía tienen unos jefes que no han leído nada. A partir de ahí se da un choque perfecto entre policías y estudiantes. Los universitarios que han estudiado el plan Bolonia constatan que se trata de hacer la universidad cada vez más empresarial y capitalista. En plata: se quiere acabar con la universidad humanista que ha durado mil años. Ya no sirve a los intereses de financieros y empresarios, que es como decir que no sirve a los intereses políticos. De ahí que unos pocos estudiantes (y excelentes profesores como Jordi Llovet, gran tipo y maestro) se pongan en contra.

    En cuanto alguien protesta pacíficamente ya se sabe que hay dos mil sujetos que van a usarlo para divertirse. Cuando ven una manifestación en Barcelona, sea contra Bolonia, a favor del Barça, por la paz, contra España, o por los porteros de discoteca, de inmediato arman un sindiós. Las Ramblas son criminógenas. La Diagonal o la Gran Vía la cortan tres palurdos. Paralizan la ciudad cien fulanos. Si ustedes eran estudiantes en la España de Franco, recordarán el gusto que daba ver a los conductores cabreados como monas porque unos chavales les decían que de allí no pasaban. Era comprensible: los estudiantes no teníamos coche. Ahora es por tocar las narices. Y entonces adviene el choque perfecto de policías y estudiantes.

    Los jefes políticos ignoran cómo se lleva una revuelta en una urbe como Barcelona. El consejero Saura es el menos adecuado para dirigir un asalto a la universidad porque jamás se ha puesto en la cabeza de un policía, sólo en la de un comisario. Y su director general, que quizás proceda del seminario o del escalafón de La Caixa (no sé ni cómo se llama), hace lo que puede. Y lo que puede es decirle a los policías que despejen el tráfico. En Barcelona un coche siempre es del Barça y tiene prioridad. Los policías cumplen y cargan. Quienes han sufrido una carga saben que es un lío y, según pude ver, los policías tenían dificultades para encontrar un estudiante detrás de tanto fotógrafo, de modo que éstos cayeron como moscas. Forma parte del sueldo.

    Lo chocante es que Saura, su subordinado, y el jefe de ambos y de la Generalitat, digan que la culpa es de la policía. Señores de la autoridad: ni los estudiantes ni los policías tienen culpa alguna ni pueden tenerla. Ambos han cumplido con su obligación y han hecho lo que sabíamos que harían. Los unos tratar de cargarse la barrera, los otros romperle la cara a quien se les pusiera delante. Los culpables son ustedes que no tienen ni idea de cómo se lleva una ciudad. Y que se meten debajo de la cama en cuanto oyen la palabra "conflicto".

Artículo publicado el martes 24 de marzo de 2009.

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27 de marzo de 2009
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Italia y España, una confluencia

Cuando el presidente Zapatero aseguró públicamente, con ese énfasis suyo tan inseguro, que habíamos superado a Italia y que pronto alcanzaríamos a Francia, me eché a temblar. No sólo por el disparate (evidente para cualquiera que haya viajado un poco), sino porque sin la menor duda el presidente estaba persuadido de lo que decía. Un amigo bien situado en Asuntos Exteriores me comentaba su desazón.

Los últimos meses han puesto al descubierto cómo se extiende aquí también la cleptocracia

La clase política ignora el sentido de 'dinero público' y se considera impune

Hay que tener en cuenta que nuestros vecinos de la bota están bien informados: todos los grupos mediáticos españoles, menos uno, están controlados por empresas italianas, y sus carcajadas se oyeron en Pekín. Ahora ya empiezan a quedarse con la energía, ese sector llamado estratégico.

Ciertamente, hace años que se va produciendo una deriva española hacia Italia (que no lo contrario), pero en el ámbito de la trama económico-política y la infiltración mafiosa. En todo lo demás, educación, preparación técnica, iniciativa empresarial o civilización urbana, nos dan ciento y raya.

Hubo un tiempo en que los políticos españoles parecían salvarse de la arraigada delincuencia a la italiana. Aquel país ha sido destruido por una clase dirigente chulescamente ajena a la población que les paga. Parecía que eso no iba a suceder en España, pero los últimos meses han puesto al descubierto cómo se extiende también aquí la cleptocracia.

En Italia, según dicen los expertos, el caos político se debe a la pésima construcción constitucional, tras la Segunda Guerra, que propicia la desintegración de partidos, y la presencia de jefes mafiosos en la Democracia Cristiana desde las primeras elecciones. De entonces a la fenomenal corrupción de la etapa socialista y el exilio de Craxi, la trama se fue espesando y los intereses mafiosos han acabado por devorar la vida parlamentaria sin distinción de derechas e izquierdas.

Aún faltaba la llegada de Berlusconi, uno de los más siniestros dirigentes europeos, sólo comparable con los de algunos enclaves balcánicos. En este momento Italia es un país con una inseguridad jurídica próxima a la de las satrapías latinoamericanas.

Cuando comento con los profesionales de la política su progresiva deriva hacia el modelo italiano, suelen negarlo con vehemencia. A los pocos días aparecen tres ayuntamientos, cinco diputados, once concejales y un presidente autonómico pillados en corruptelas, fraudes o corrupciones. De cada diez casos, la proporción viene a ser de cinco del PP por dos del PSOE. Los tres restantes suelen afectar a los asuntos regionales, como el famoso 3% de Maragall, que jamás se esclarecen dado el espe-sor clientelar que han generado las autonomías, auténticos paraísos de las oligarquías locales.

Este paralelismo con Italia creo que es explicable, no sólo por la chapuza jurídica o por la inveterada deshonestidad de las sociedades mediterráneas, sino también porque los italianos sufrieron sólo unas pocas décadas menos de fascismo que los españoles. El fascismo, además de una ideología ridícula, es un sistema que nacionaliza la totalidad de los recursos para repartirlos luego entre los fieles del régimen.

Así se crea una nube de particiones jerarquizadas que hace prácticamente imposible la supervivencia en el exterior de la adhesión incondicional. La necesidad cotidiana y la falta de escrúpulos de los ambiciosos logran que una enorme proporción de la sociedad quede atrapada por el sistema y se conforme con él.

Si en Italia o en España se hubiera procedido a una depuración de todos aquellos que se enriquecieron con el fascismo, nos habríamos quedado sin clase dirigente. Y fueron ellos quienes decidieron si había o no depuración. Como en Italia, los colaboracionistas españoles se incorporaron a diversos partidos, desde Alianza Popular a Convergència i Unió, del mismo modo que los estalinistas se lavaron la cara en las múltiples izquierdas más o menos democráticas que se fundaron entonces y que han ido derivando hacia grupos de vaguísima ideología y sólido oportunismo. Nunca habrá memoria histórica para este proceso.

El resultado ha sido una clase política que, con las consabidas excepciones, desde el principio ignoró por completo el sentido de la expresión "dinero público", y que además se considera impune. Un partido político español se parece más a la Renfe o a Telefónica que a un partido inglés o alemán. Y suelen actuar con igual zafiedad e inoperancia. De vez en cuando un político va a dar en la cárcel, pero nunca, que yo sepa, por dilapidar inmensas cantidades en actividades estériles o en obras ruinosas.

Hasta tal punto los políticos ignoran que el dinero público no es suyo ni está al servicio de su ideología, que hace unos días José Montilla recomendaba a los empresarios catalanes que no subieran los sueldos de sus trabajadores. No se le pasó por la cabeza que él cobra más que el presidente español. Que sus camaradas del Parlament gozan de sueldos colosales fijados (y aumentados) por ellos mismos. Que tras dos legislaturas los conservan toda la vida. Que sus gastos son en buena parte opacos y que, por ejemplo, niegan a la oposición la documentación que les reclama y no pasa nada. Que también es secreto el número y el sueldo de los asesores. Y que la famosa institución para controlar la malversación pública se ha quedado en una burla a los ciudadanos.

Según la última encuesta del Centro de Estudios de Opinión, un 74,3% de los catalanes está insatisfecho o muy insatisfecho con sus políticos. ¿Y a ellos qué les puede importar? Mientras les protejan sus jefes... Lo suyo es callar y bajar la testuz.

A mediados de mes vi por la televisión nacional catalana a Carod Rovira, vicepresidente de Cataluña, con los indios shuars del Ecuador. Ha dedicado un millón de euros a propiciar el bilingüismo entre estas curiosas tribus indias. Seguramente el presidente del Ecuador acepta gustoso el dinero de los catalanes para una finalidad que le importa un pimiento. Es obvio, en cambio, que este asunto, a saber, que los indios aprendan su propia lengua, es de la mayor importancia para los obreros de la Seat. Pero si pude ver unos segundos a Carod en funciones paternales fue porque le acompañaba un equipo de la televisión nacionalista. La imagen del vicepresidente aceptando la lanza india que le ofrecía el jefe shuar en perfecto castellano y medio en cueros ha costado a los catalanes bastante más que cien ternos de sastre valenciano.

No obstante, es seguro que Carod cree estar haciendo lo mejor para su país. Y seguirá haciéndolo porque la clase política catalana no quiere controlar el gasto público. Es su único poder, ya que la población le es cada día más desafecta. Ellos son el único valor de Cataluña, del mismo modo que Carod está persuadido de ser, él en persona, Cataluña. El dinero de Cataluña es, por lo tanto, suyo. Resulta muy difícil (y tedioso) tratar de hacerle entender que esa Cataluña suya se reduce a un grupo de amigos, una televisión y un par de cientos de miles de votos en decadencia. Y que el resto, hasta siete millones, lo miramos como Nani Moretti miraba a los parlamentarios italianos. Gordos moscones girando sobre el inmenso pastel del dinero público, satisfechísimos, ajenos a todo, ebrios de retórica barata, de egoísmo y de impunidad.

Sí, es cierto: como dijo Zapatero, llevamos camino de superar a Italia, pero no exactamente en algo que merezca la pena. Por el camino que vamos, para alcanzar la seriedad de Francia harán falta algunos siglos.

Artículo publicado el lunes 23 de marzo de 2009.

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25 de marzo de 2009
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Relaciones entre linces y cigotos

Ha sido muy comentado que el gobierno catalán prohibiera un anuncio de la Asociación por la Tolerancia en donde se publicitaban derechos de los catalanes que son conculcados cínicamente por el poder, y en cambio admitiera el lince de los obispos. Es lógico: nada más natural que el espíritu que comparten los jefes religiosos del bando católico y los del bando nacionalista. Tienen ambos como opción primera la salvación del alma. En un caso por la oración y la penitencia, en el otro por la lengua y la militancia. Y el alma es propiedad de Dios, el cual tiene la misma función sobrenatural que la Nación. Todo lo cual es archisabido incluso por los nacional-estalinistas, de modo que se trata de una farsa. No lo es, en cambio, que se encojan ante la demagogia de los obispos cuando denuncian un mejor trato a los linces que a las criaturas humanas. Esta sí es una mentira populista de pasmosa maldad y no la de los derechos constitucionales.

Todo está protegido, no hay debilidad sin ayuda estatal y cada criatura recibe la protección apropiada. Esta protección no la otorga un gobierno u otro sino que se la da a sí misma la sociedad a través de múltiples procesos, uno de los cuales (y no el más efectivo) es la elección de representantes. A diferencia de hace medio siglo, el mandato social quiere que los ciudadanos y su entorno reciban protección, pero entre la madre y la simiente, prefieren proteger a la madre. Son los ciudadanos quienes han impuesto estas defensas y pobre del político que trate de saltárselas.

De modo que las instituciones acogen programas de ayudas a inválidos, desempleados, inmigrantes, madres abandonadas, ancianos, familiares o embarazadas con riesgos. La Iglesia también protege, sin duda. Todas las instituciones lo hacen. Pero hay una que rechina. La Conferencia episcopal, ofuscada por controlar la sexualidad de las mujeres, su presa obsesiva desde hace siglos, las trata como meros depósitos. El feto las suprime. Esa crueldad ensombrece las labores compasivas de la Iglesia. Viejo asunto. Cada vez más apestoso.

Publicado el sábado 21 de marzo de 2009.

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23 de marzo de 2009
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De profundis clamavi ad te

Cuando esta semana me acerqué a la casa de mis vecinos para que su perro me sacara de paseo, lo encontré renqueante y menguado. Nadie había y nada pude averiguar. En los primeros minutos no alcanzaba a mover los cuartos traseros que arrastraba como si no formaran parte de su cuerpo. Poco después recuperaba fuerzas y hemos podido caminar hasta el almendral, unos cientos de metros. El bicho, un podenco canario bien dotado para el drama (en ocasiones imita a los reales cazadores y hace la parada con el hocico muy elevado sólo por darme gusto), es un tenorio al que no dejan salir solo porque si no se le distrae se lanza sobre las hembras del valle y me las preña de dos en dos. Son perras de alcurnia, nacidas en Edimburgo, y sus amos desfallecen cuando las pobres paren los rompecabezas que genera el podenco.

Hoy no pudo lanzarse a la génesis caótica, pero este alma de Dios es incapaz de quejarse. Parece partido por un rayo y a pesar de ello se arrastra la mar de alegre, ladra con simpar jovialidad y se le ve dispuesto a hacer diez kilómetros en busca de gazapos. A los pocos minutos estaba derrengado y pedía disculpas alzando las orejas como nosotros las cejas. Antes dije "alma de Dios" y no me arrepiento. Escribió Camus famosamente que el dolor de un niño es sobrada razón para olvidar a Dios. O no lo hay, o uno no puede tomar café con semejante entidad. Yo agregaría que el dolor del podenco nada añade al argumento de Camus, pero sí algo de irritación contra los publicitarios de la divinidad. Os lo digo en serio: que se la confiten.

Cuenta Bábchenko (Galaxia Gutenberg) que en Grozny, durante la lucha puerta a puerta, vio cómo los nacionalistas chechenos degollaban a unos cautivos rusos y lanzaban sus cabezas por las ventanas haciendo grandes burlas y risas. Cuando sus camaradas recuperaron el edificio constataron que con la sangre de los acuchillados aquellos creyentes habían escrito sobre el muro: "¡Alá es grande!".

Quienes aman a Dios, pueden pasar apuros. Se te quedan mirando con aire de decir: "Perdona, pero yo no tengo nada que ver con ESE".

Publicado el sábado 14 de marzo de 2009.

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16 de marzo de 2009
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El mundo es ancho y Quintana

Tras el derrumbe del gobierno gallego anduve observando esos fenómenos que trae siempre consigo un disgusto de este tipo, antropología casera. En una tertulia de la Cuatro en la que por debajo de los opinadores se imprimen mensajes de la audiencia, se repetía una y otra vez la trágica frase: "Hoy me avergüenzo de ser gallega". Y también: "Después de esto, dejo de ser gallego".

Una identificación tan psicótica con la demarcación territorial facilita episodios de grave melancolía. La activa pulsión religiosa que late debajo del animismo destila un odio místico que descarga su resentimiento sobre "los otros". Por lo general, el culpable de la vergüenza es un partido político infiel como el PP. Sin embargo, la carga de irracionalidad y primitivismo puede ser tan aguda que desvíe el odio hacia quienes se supone son la nación del nacionalista. Entonces uno odia ser gallego o considera que los gallegos "no ME merecen".

    La figura es harto frecuente entre patriotas. Algunos de los más desesperados luchadores por la lengua catalana, por ejemplo, suelen escribir (en castellano) que hay que ser más duros, más radicales, más monolingües. Lo que están diciendo es: "Los catalanes son menores de edad, no quieren ser como YO, y hay que obligarles". El narcisismo de los nacional-estalinistas que identifican territorio y espíritu místico ("no admitiremos la asfixia de Cataluña", siendo "Cataluña" el periodista del ramo o el gobierno del mes) conduce a una conclusión melancólica: ¡Qué insumisos son los catalanes con sus gobernantes! ¡Se niegan a hablar la lengua de los jefes! Son infieles que viven entre cristianos.

    La consecuencia bruta (y destructiva) es el recurso autoritario. Montilla acaba de decretar que todas las películas que se exhiban en Cataluña vayan dobladas mitad por mitad en castellano y en catalán. Y los subtítulos, también. Espléndida medida de dirigismo estatal que llenará de gozo al sector de cines comerciales y distribuidoras: ese grupo de ciudadanos que simula ser catalán, pero en realidad es criptojudío. Duro con ellos.

Publicado el sábado 7 de marzo de 2009.

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9 de marzo de 2009
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¿Lo cortés quita lo valiente?

El martes, un mozo, hijo de un concejal socialista de Lazcano, se hartó de poner la otra mejilla, cogió un contundente instrumento y le dio una paliza a la Herrikotaberna (ilegal) del barrio. Los herrikos le habían reventado un piso que iba disponiendo con ayuda de su padre para ir a vivir con la novia. El candidato socialista, Patxi López, dijo que comprendía la ira del muchacho, pero que no era partidario del ojo por ojo ya que eso conduce a una violencia en espiral. Error. Eso conduce a una situación a la irlandesa, que fue el ejemplo siempre presente en la negociación de Zapatero con ETA. "Una solución a la irlandesa", pedían entonces.

En Irlanda mataban unos y mataban otros, igual por igual. Lo sobrenatural del País Vasco es que sólo matan unos. Los otros soportan una situación que cuando tiene lugar en África solivianta mucho a la gente de progreso. La indecencia que se vive en el País Vasco, curiosamente, no enfada a todo el mundo. No aquí, desde luego, en Cataluña, donde goza de tanto predicamento, sobre todo si los tiros caen lejos de las Ramblas. Ni en el País Vasco, donde se da tan abyecta situación porque el PNV está muy interesado en no acabar con ella. Es su arma de chantaje. Las nueces etc.

Hay diarios ingleses y americanos que todavía hablan de "patriotas vascos" y cosas semejantes. Me van a permitir que a unos tipos que quieren imponer un estado totalitario y étnico mediante el asesinato les dé el calificativo que se da a estos movimientos en el mundo entero, o sea, el de fascistas. No se trata de aberzales, gudaris, ni otras cursilerías decimonónicas, lo que hay en el País Vasco es un movimiento fascista en toda regla, protegido bajo mano por el poder eclesiástico y político.

Algo adelantaríamos en la lucha contra el fascismo vasco, heredero de aquella Falange tan nacionalista, tan de puños y pistolas, si en los medios dejaran de ser mencionados como "los nacionalistas radicales" o "los violentos" y otros eufemismos y se escribiera a las claras: "los fascistas vascos". A lo mejor sería más difícil disimular el miedo.

Publicado el sábado 28 de febrero de 2009.

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2 de marzo de 2009
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País, paisaje, paisanaje

Abundo en un artículo anterior: en mis años de universidad, cuando la economía política era la asignatura que nos iba a salvar de la criminal estupidez capitalista, siempre producía una considerable satisfacción constatar cómo los teóricos liberales coincidían con el dictamen estrictamente marxista de que los feroces totalitarismos europeos habían sido causados por el derrumbe económico. La ley de los ciclos de crecimiento y acumulación, seguidos por otros de depresión y pobreza, no los negaba nadie. Creo que todavía hoy sigue siendo el dictamen general de los economistas. En consecuencia, los expertos deben de estar ya preparándose para el totalitarismo.

    No me extrañaría que se diese la curiosa paradoja de que, por ser esa la interpretación canónica, acabe realizándose ya que no es infrecuente una profecía que genera su propia constatación. Cuando, antes de cualquier prueba fehaciente, hay un convencimiento dogmático extendido, los engranajes sociales trabajan denodadamente para conseguir pruebas que demuestren el dogma. Así funcionan el nazismo, el estalinismo, el castrismo, el franquismo, el maoísmo y todos los sistemas que inventamos los humanos cuando nos entra el pánico y queremos asegurarnos el corral. El proceso es irreversible y acabamos todos entre rejas, presos y guardianes.

    En los últimos meses, y como no podía ser de otro modo, los talantes totalitarios, tan acendrados y aplaudidos, tan gerenciales en nuestro país, están comenzando a limpiar sus trabucos. Vi con inquietud a los castristas de Izquierda Unida y de la Iniciativa catalana exigir a gritos que alguien nos encadene, que venga de una vez el gran macho que nos domine. El temor a la libertad es la más vieja tradición española. Más inquietante aun fue leer en el periódico de la burguesía de Barcelona a un cómico que tiene un éxito loco en la televisión local quejándose por una encuesta según la cual apenas un 5% de la población catalana se interesa por la política catalana. No decía que habría que obligarles, pero se le notaba la irritación. "No son como yo", venía a decir. "Hay que conseguir que nuestra gente crea en sí misma". Y eso se traducía en: "Y por lo tanto, que se adapten a mi identidad". Ni se le pasaba por la cabeza que quizás el tullido moral era él, que se gana la vida explotando a los políticos con chistes de colegio. Ahora predica desde la Televisión, pero pronto ejercerá desde un despacho. Entonces se habrá acabado el chiste.

    Dicen las prospecciones que en Francia la extrema izquierda ya ha superado a los socialistas. Y dicen las proyecciones electorales que en la Europa rica, los países escandinavos, los flamencos, los holandeses, buena parte de Alemania, viene subiendo exponencialmente la extrema derecha. Eran sobrecogedoras las imágenes del proletariado británico exigiendo a gritos que los puestos de trabajo se reserven para los nacionales. Recordé que en la última crisis económica, el proletariado francés que votaba por el Partido Comunista se pasó en bloque a Le Pen. La extrema derecha es el mejor refugio de la extrema izquierda y viceversa. Cuando no se matan entre sí, se adoran. No hay nada tan espeluznante como leer las justificaciones que escribieron los burócratas franceses del Partido, entre ellos Louis Aragon, cuando Stalin firmó el pacto con Hitler. Esa connivencia profunda se expone con lucidez en el mayor clásico ruso (y comunista) del siglo XX, Vida y Destino, de Vassili Grossman.

    Da escalofríos pensar en cómo se producirá esa partición violenta en nuestro país. De momento son sólo fenómenos dispersos, como vagos relumbres en el horizonte. Uno que pide dictaduras a la cubana, otro que reclama autoridad y rigor, muchos que exigen una nacionalización radical de la política. Cuando los relámpagos se conviertan en tempestad, constataremos que cuarenta años de convivencia no son nada comparados con diez siglos de guerra civil. Nuestra tradición manda que todo el mundo ha que ser forzosamente igual, o sea, igual a Mí. A eso le llamamos "identidad", un modo maquillado de mencionar el amor al uniforme.

    El pasado fin de semana me acerque al espolón de L'Estartit para ver una vez más cómo el bravo mar se había llevado de una dentellada uno de los espacios más emocionantes de lo que queda de Costa Brava. Constaté que aquello no se va a reconstruir nunca. Anduve luego hablando con el amable regente del Club Náutico, con los comerciantes de Torroella, con el paisanaje de aquel lugar por el que siento un afecto parecido, creo yo, al que se suele denominar "amor a la patria". Luego paseé con el podenco de unos amigos de Llabià, bicho conejero y socarrón, por el camino bordeño que da sobre el viejo lago, uno de los paisajes más enteros de la zona, cultivos que pudo pintar Jan Memling. Los verdegrises del pinar, el polvo plateado de las encinas, y sobre todo la nube de pétalos blancos sobre cada almendro contra un cielo de loza, eran de una cortesía jovial. Pensaba en el buen país, el notable paisaje y el cordial paisanaje que quizás dentro de poco se convierta en una hoya de furias en la que cada cual querrá imponer violentamente eso que él llama "su identidad" y que no es sino un modo delicado de hablar del gran deporte nacional: marcar el paso.

Artículo publicado el 25 de febrero de 2008.

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25 de febrero de 2009
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