Skip to main content
Escrito por

Félix de Azúa

Félix de Azúa nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Ha publicado los libros de poemas Cepo para nutria, El velo en el rostro de Agamenón, Edgar en Stephane, Lengua de cal y Farra. Su poesía está reunida, hasta 2007, en Última sangre. Ha publicado las novelas Las lecciones de Jena, Las lecciones suspendidas, Ultima lección, Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo, Diario de un hombre humillado (Premio Herralde), Cambio de bandera, Demasiadas preguntas y Momentos decisivos. Su obra ensayística es amplia: La paradoja del primitivo, El aprendizaje de la decepción, Venecia, Baudelaire y el artista de la vida moderna, Diccionario de las artes, Salidas de tono, Lecturas compulsivas, La invención de Caín, Cortocircuitos: imágenes mudas, Esplendor y nada y La pasión domesticada. Los libros recientes son Ovejas negras, Abierto a todas horasAutobiografía sin vida (Mondadori, 2010) y Autobiografía de papel (Mondadori, 2013)Una edición ampliada y corregida de La invención de Caín ha sido publicada por la editorial Debate en 2015; Génesis (Literatura Random House, 2015). Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza, 2017), Volver la mirada, Ensayos sobre arte (Debate, 2019) y El arte del futuro. Ensayos sobre música (Debate, 2022) son sus últimos libros.  Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

Blogs de autor

Dos razones para irse al carajo

Tengo para mí que algún millón de votos se les fue a los socialistas en las últimas elecciones por lo confuso de su actual ideología, si es que alguna les queda. Así por ejemplo, si uno votaba por Rubalcaba votaba a un partido que en Cataluña impide que los españoles estudien en castellano y que considera que los andaluces les estafan. Simultáneamente votaba un partido que en Andalucía reparte subvenciones a porrillo para mantener una red clientelar improductiva de la que se benefician militantes socialistas. El mismo partido cuyo presidente en la región vasca es un simpatizante de quienes creen que el asesinato político es algo que debemos comprender por razones de estado.

El caos que se introdujo en el PSOE a partir del giro derechista hacia el nacionalismo les ha hecho perder el voto de incontables españoles, lo que incluye a andaluces, catalanes y vascos, que también les han dado la espalda. Todo un negocio.

No por eso parecen haber entendido nada los actuales jerarcas. Estos caudillos siguen asegurando con entonación inocente que lo suyo ha sido mala suerte y que la culpa la tienen los banqueros, a veces también llamados "mercados". Los físicos del medievo afirmaban que la causa por la que las semillas de opio producían somnolencia era porque poseían "virtus dormitiva".  Tanta estupidez se suele pagar muy cara.

Quien quiera conocer la totalidad de los argumentos que desde la izquierda (incluso un poco extrema, para mi gusto) se pueden presentar en contra del nacionalismo socialista de las provincias periféricas, tiene ahora la herramienta suprema, el último libro de Félix Ovejero, La trama estéril (Montesinos), es un implacable trabajo que desmonta uno por uno los disparates, errores, mentiras, ignorancias, bajezas y disimulos del nacionalismo vasco y catalán. La pavorosa erudición de Ovejero le hace realmente temible incluso frente a especialistas de cierta entidad, como Albert Branchadell, teórico oficial del nacionalismo catalán. Ovejero es un racionalista riguroso y no deja rincón mítico sin demoler en la espesa teoría nacionalista. Su libro, recién publicado, es ya un clásico.

Esta es una de las razones de la debacle del PSOE, la de haberse juntado con lo más reaccionario de España. Hay otra de igual calibre: haber admitido las simplezas del progresismo pánfilo, enfermedad infantil del universitario, del diputado y del periodista. Sobre este particular error hay también una lectura muy recomendable para constatar cómo la majadería políticamente correcta puede destruir a un partido que había sido intelectualmente sólido. En sus apasionantes memorias, tituladas Hitch-22 (Debate), Christopher Hitchens da cuenta de su paso juvenil por la extrema izquierda, del abandono de la ortodoxia comunista para abrazar el trotskismo (corriente que en Gran Bretaña tiene un recorrido muy singular), sus simpatías por el laborismo más izquierdista, y cómo poco a poco fue comprendiendo que la izquierda británica carecía de ideas, se había corrompido, había sido tomada por burócratas oportunistas y había logrado destruir la extensa e intensa tradición moral socialista hasta convertirla en una papilla para gente moralmente desdentada.

Al parecer los socialistas españoles han perdido varios millones de votos. Tengo el convencimiento de que la mitad se han ido porque no pueden soportar dar su consentimiento a gente como Eguiguren, Chaves, Blanco o Montilla y creen un disparate tomar a Carme Chacón por un talento político con futuro. En ese futuro prefieren no estar presentes. Cualquier otro futuro es mejor.

La otra mitad se ha ido porque no aguanta la hipocresía, que es un vicio eclesiástico. Instituirse, como ha pretendido Zapatero, en el salvador de todos los agraviados (y agraviadas) del mundo, cuando en realidad a lo que aspira es a indultar banqueros tramposos, eso es de todo punto insoportable.

Que se aclaren, que se modernicen, que se pongan al día, que se renueven, que se limpien de vagos, analfabetos e indeseables, que renuncien a los cromos de la guerra civil, y quizás se les pueda recuperar dentro de ocho años.

(Nota: Según suele ser habitual, recibiremos ahora muchos mensajes de los empleados de la Generalitat. Hagan ustedes como si nada).

Leer más
profile avatar
28 de noviembre de 2011
Blogs de autor

Un hombre y una mujer se escriben

No es en absoluto frecuente, sino más bien excepcional, que se publiquen al tiempo tres títulos de un autor muerto hace casi veinte años. Homenaje que jóvenes editores y críticos dedican al que fuera uno de los más grandes talentos literarios del siglo XX, y tanto más valioso cuanto que el celebrado, Juan Benet (1927-1993), no fue un escritor de éxito popular. Su valor se vio reconocido sólo por un círculo de escritores y lectores tan irreductibles como tenaces.

    Que Benet no tuviera el aprecio popular de Delibes, el periodístico de Umbral o el estatal de Cela es perfectamente comprensible y lo contrario habría sido satánico. Su posición estética era tan heterodoxa respecto de nuestra tradición que aún hoy su lectura precisa un manual de instrucciones, algo que ni Joyce, ni Celine, ni Manganelli necesitan. Lo cual es tanto más curioso cuanto que sus análogos en las otras artes (Antonio Saura, Oteiza, Sainz de Oiza, Luis de Pablos) no han sufrido igual ostracismo.

    No por pesimismo sino por lucidez, Benet intuyó muy pronto la soledad que le esperaba. En la espléndida introducción al primero de los libros que ahora comento ("Ensayos de incertidumbre"), Ignacio Echevarría sostiene que Benet, como Eliot, "preparó su propio advenimiento" mediante ensayos programáticos que exponían lo sustancial de su concepción de la novela y de la prosa en general. Así como Eliot hubo de reescribir la historia de la poesía inglesa para explicar lo que se proponía con su propia obra, así también Benet puso los fundamentos sobre los que iba a edificar la suya en diversos ensayos, muchos de los cuales son los recogidos por Echevarría en esta imprescindible selección.

    El uso del ensayo como "profecía de sí mismo" sigue la misma estrategia en Eliot que en Benet, como puede comprobarse en otra notable antología de ensayos de T.S.Eliot, recogida y prologada por Andreu Jaume con el título "La aventura sin fin" y que complementa a la anterior. Se comprobará que ambos, Benet y Eliot, tenían la convicción de que el arte literario aporta un saber específico que ni la ciencia ni ningún otro arte puede alcanzar. Ambos defendían la jerarquía de la excelencia y despreciaban la literatura del halago moral, la oportunidad política o la vanidad personal. Pero esa seriedad no excluye el humor sino que es su garantía: buena parte de los ensayos de Benet está compuesta desde la ironía y el sarcasmo. Eso fue lo que en ocasiones despistó de tal modo a sus lectores que tomaron por serio lo cómico y por chiste lo riguroso, porque la ambición de Benet fue la recuperación del grand style, el estilo elevado que, según decía, había ido decayendo a partir del barroco para acabar en una prosa demótica, sin altura ni arte, tan acomodaticia como la sociedad que la consumía.

    El estilo elevado, como es lógico, no podía recuperarse crudamente mediante un pastiche (práctica muy anglosajona), sino con la previa creación de un espacio capaz de sostener ese lenguaje y si bien su modelo fue el condado faulkneriano de Yoknapataupha, supo reconocer con regocijo el Macondo de García Márquez. Son estos unos lugares con verosimilitud geográfica, pero construidos sólo para dar "espacio" a un lenguaje exterior al tiempo y la historia. El espacio de Benet se llama Región y es una de las grandes creaciones literarias españolas.

    La segunda publicación, aunque menor, tiene importancia porque recupera uno de los escasísimos inéditos de Benet, las "Variaciones sobre un tema romántico" en las que a partir de un motivo y a la manera de la forma musical, se van sucediendo "variaciones" en las que el motivo aparece cada vez encriptado en una nueva situación narrativa. Aunque incompleto, el breve texto da una idea muy adecuada de ese radicalismo de Benet que podríamos llamar "soberanismo literario".

    La tercera publicación es la más íntima y sin embargo esclarece todo lo hasta ahora comentado. Leyendo la "Correspondencia" entre Benet y Carmen Martín Gaite he tenido la permanente impresión de estar oyendo una conversación entre mis padres a través de la pared del dormitorio. Hablaban con esa sinceridad que sólo es de uso cuando nadie puede oírte. A lo que se añadía la singular condición de que ambos habían muerto. Fue turbador y agobiante porque parecía que el muerto fuera yo.

    Posiblemente los escritores sean quienes más sinceros e ingenuos se muestran en sus cartas pues aunque traten de disimular o mentir sobre aquello que menos les halaga, nunca logran esconderlo: se traicionan en cada giro de una escritura que ellos creen dominar pero de la que son servidores. Me refiero, claro está, a los grandes escritores, los que merecen el apelativo de artistas. Las cartas, editadas con singular inteligencia por José Teruel, forman uno de los más bellos libros del año y uno de los más patéticos también.

    Desde las primeras cartas se advierte el chispazo de inteligencia mutua que debió de saltar entre ambos en alguna de las reuniones o tertulias a las que asistían, cada uno por su lado, en la lóbrega atmósfera del franquismo. No eran adolescentes que pueden confundir la comezón hormonal con la admiración intelectual, ambos estaban ya en la frontera de los cuarenta así que tenían pocas posibilidades de variar los aspectos medulares de su vida. Habría que añadir que las alteraciones que en efecto se produjeron fueron por causa externa y en ambos casos trágica, la muerte de los hijos, el suicidio de la esposa, desastres que no afloran en su correspondencia (los dos militaban en el estoicismo) y el lector lo agradece.

    En estas cartas no hay la menor sombra frívola porque ambos tenían una pasión predominante: la literatura. No le pedían al cómplice nada que no fuera su juicio e ideas sobre la prosa literaria. Así que la primera carta (la invitación) viene de la mujer y es un desafío para que el varón exponga su modo de entender este arte solitario, desesperante y gozoso que es la escritura. Ella promete contribuir al intercambio y para pasmo de quienes lo conocimos, Benet acepta la oferta y envía con absoluto aplomo algunas de las mejores páginas que le hemos leído sobre el oficio de escribir, perfectamente complementarias a las editadas por Echevarría.

    A aquellas cartas posiblemente Martín Gaite contestaba con esmero, pero no se han conservado más que unas pocas, como si el azar hubiera decidido una historia dominada por el varón, en la que el lector constata y sufre la sumisión de la mujer. A las cartas de Martín Gaite no les faltan buenas razones, elegancia e inteligencia, pero ella misma se percata (y así lo dice) de que su papel es el de la allumeuse; la tarea fatigosa, tenaz, agonística, queda para Benet.

    Con el tiempo ella se cansó de su papel y le pidió a Benet más atención al acto. Y Benet se revolvió como la fiera a la que se impide ejercer la dignidad de su especie. Así que la correspondencia se fue haciendo cada vez más escasa y tartamuda, y aparecerá incluso el rencor en 1970 cuando ella observe que Benet se está desviando hacia otra meta literaria menos pasional, más fría, más técnica, aunque quizás más sabia, y con esa crueldad que sólo ejercen impunemente algunas mujeres, le dirá cuatro verdades que Benet no habría soportado de absolutamente nadie.

    El final, el terrible final, es el de dos extraordinarios escritores agotados, derrotados por la vida y por el arte, que se encuentran, como la pareja de Bergman al final de "Escenas de un matrimonio", cada uno en una esquina de la habitación vacía, sentados en el suelo con las rodillas abrazadas y tratando de entrever a la luz de un fuego que se apaga los viejos rasgos, los amados rasgos de alguien que años atrás había sido el domingo de la vida.

Leer más
profile avatar
21 de noviembre de 2011
Blogs de autor

El bicho insidioso

Sigo con atención la enfermedad de Christopher Hitchens, uno de mis escritores favoritos. Este hombre (que ahora tiene sesenta y pico de años) se jugó la vida en todos los campos de batalla del último cuarto de siglo. Sus reportajes son un modelo del género, pero Hitchens es, además, un lector impenitente y excelente comentarista de sus lecturas. Amigo de Martin Amis desde la infancia, ambos han vivido con pasión la literatura, sea guarecido en una trinchera de Bosnia el uno, sea bebiendo daiquiris en unos estudios de cine porno californianos el otro.

    El pasado mes de septiembre publicó en Vanity Fair un artículo dando cuenta de cómo se percató de que algo andaba mal en su cuerpo cuando estaba en plena vorágine de lanzamiento de su último libro, editado en España por Debate. No quiso dejar tirado a Salman Rushdie y asistió disciplinadamente a uno de los actos centrales, aunque había estado vomitando durante las horas previas. Muy caballerosamente, se obligó a no cancelar ninguna de las presentaciones que ya habían sido hechas públicas. Esta entereza tiene, naturalmente, mucha relación con su legendaria capacidad para resistir en los frentes de guerra y escribir con elegancia acerca de las más atroces matanzas.

    Una frase del artículo, sin embargo, me llamó la atención:

    "I have been taunting the Reaper into taking a free scythe in my direction and have now succumbed to something so predictable and banal that it bores even me".

    La glosa podría ser: "Tantas veces como he estado toreando a la Muerte y ahora sucumbo a algo tan predecible y trivial que hasta me aburre a mi mismo".

    Es una frase estupenda, la verdad. Es arrogante, es autoirónica, es una bella demostración de chulería frente al pelotón de fusilamiento. No puede ser más byroniana. Y lo peor es que tiene toda la razón: pudiendo haber muerto como un soldado mil veces en veinte guerras, va a morir como un afiliado a la seguridad social.

    Quienes pertenecemos al Club del Cangrejo tenemos una gran simpatía por los restantes socios. En cuanto se apunta uno nuevo, solemos seguirle los pasos con fraterna curiosidad. Hace pocos días vi publicada una fotografía de Hitchens en la que, apenas dos meses más tarde, se le ve ya arrasado por la quimioterapia, aunque evidentemente fue él mismo quien había convocado al fotógrafo. Los rituales de muerte son muy distintos entre británicos y mediterráneos. Hitchens, si se me permite la broma macabra, se ha tomado muy en serio el asunto de su muerte. En el contexto fúnebre no se pone a sí mismo como enfermo pasivo sino como guerrero desafiante. ¿No se publican miles de fotos de cadáveres bélicos todos los días? Pues ahí tenéis una de nuestros más interesantes cadáveres.

    Interesantes en un sentido rotundo: desde la primera guerra mundial las muertes por cáncer se han triplicado. Es en verdad una guerra. Sabemos con toda precisión por qué se han multiplicado las cifras de ese modo: respiramos cáncer por las calles de la ciudad, comemos cáncer con los pesticidas y hormonas de los alimentos, nos entra por los oídos gracias a los móviles, nos rodea desde una multitud de aparatos todos ellos emisores de radiación y no hay apenas un momento de nuestra vida en que no estemos sometidos al bicho insidioso. En fin, como sucede con las innumerables muertes de tráfico, sabemos cuál es la causa de la mortandad, pero nada podemos hacer para vencerla. Deberíamos paralizar la agitación urbana o regresar a la vida agraria del siglo XVIII, y eso es demasiado progresista para nuestros muy conservadores hábitos. Los ciudadanos actuales preferimos morir de cáncer antes que prescindir del automóvil o del filete engordado con esteroides.

Ferlosio lo escribió con monumental exactitud -una exactitud, por cierto, incrustada de nácares, madreperlas y aljófares lingüísticos- en "Si los dioses no cambian". Los habitantes de las sociedades industriales, como los del imperio azteca, también tenemos nuestra cuota de sacrificios humanos, aunque las víctimas no perecen en lo alto de una pirámide para que su sangre brille al sol de un dios cruel y paranoico que quizás se llama Mictlantecuhtli, a quien se regala la piel de los sacrificados. Las nuestras mueren sobre el asfalto o en gélidos quirófanos. Lo curioso es que nadie sabe el nombre de nuestro dios cruel y paranoico, a menos de que se llame Estado del Bienestar.

Leer más
profile avatar
14 de noviembre de 2011
Blogs de autor

Fuerzas oscuras

Una vez más la ejemplar editorial Acantilado rescata un título de alta tensión para hacernos felices. Se trata de "Los náufragos del Batavia" relato absorbente de un singular escritor, Simon Leys, de quien Acantilado ya había publicado el exquisito "La felicidad de los pececillos".

    Ahora nos cuenta la historia de un naufragio verdadero que tuvo lugar en 1629 en las costas inexploradas y mortales que forman una barrera de arrecifes coralinos en el sur de Australia. Este episodio fue uno de los más terroríficos de la muy accidentada y bien documentada historia marítima del barroco, pero yo creo que lo más cautivador del breve relato de Leys es su mirada intelectual. Sobre este naufragio ya había publicado Lumen el definitivo estudio de Mike Dash, modelo de trabajo histórico cabalmente documentado y bien escrito. A Leys no le mueve la voluntad histórica, sino la curiosidad por una nube de perversión que se fue cerniendo sobre los cientos de supervivientes hacinados en los islotes coralinos y que estalló en una tormenta de atrocidades por causa de un personaje digno de Dostoievsky, el siniestro Jeronimus Cornelisz.

    Suele despacharse este individuo con la etiqueta de "psicópata", pero es tan solo un velo que encubre el auténtico enigma del personaje. No quiero narrar el terror que desató con gran eficacia Cornelisz entre los pobres náufragos porque castraría al librito de su componente emocional. No obstante, me interesa remarcar que para Leys la posible enfermedad mental del criminal no justifica dos evidencias capitales: su capacidad organizativa y eficacia indudable, así como el atractivo que ejercía sobre la pobre gente. En este sentido Leys presenta a Cornelisz a la manera de un arcaico precedente de modernos tiranos como Hitler y Stalin. Buena parte del montaje criminal de Cornelisz en los islotes del atolón es similar a la KGB y sus consecuencias conforman una primitiva Auschwitz.

    Dicho con mayor impudor: cree Leys que el mal, la malignidad, los individuos malvados, esa potencia negativa convertida, desde Freud, en una enfermedad o como mucho en una "desviación", no sólo es una constante perfectamente habitual de nuestra existencia, sino que asombrosamente obtiene un seguimiento alucinado por parte de las masas cuando las circunstancias invitan a la histeria. ¿Cómo pueden poblaciones enteras caer subyugadas por el encantamiento de genocidas como Stalin, Hitler, Mao o Fidel? El pequeño experimento del Batavia ofrece algunas claves sobre la sumisión y el mal.

    No es caprichoso que en nuestros más antiguos relatos aparezca siempre un Dios del Mal a quien nunca faltan ejércitos de seguidores. Algo que, en principio, parece que la evolución genética, por lo menos, debería haber corregido. ¿Qué clase de suicidio busca el individuo que se deja arrastrar por la belleza del mal? Y sobre todo, ¿cómo es ello posible y en qué consiste esa seducción?

La explicación "psicopática" sólo retrasa la pregunta. ¿Por qué llamamos de ese modo a algunos individuos con extraordinaria capacidad de dominio y fuerte voluntad, que se deleitan en la destrucción de sus semejantes con las más diversas excusas? ¿Qué hemos explicado cuando le damos ese calificativo a Himmler o a De Juana Chaos que encargaba ostras y champán cuando ETA asesinaba a alguien? ¿Y a sus adictos, los que llevan su foto como si fuera la de la novia? ¿Psicópatas? La palabra "malvados" me parece más digna de consideración y plena de sentido. O el antiguo y hermoso apelativo de "mala entraña". Cornelisz era un malvado difícil de olvidar porque, de hecho, forma parte de nuestra vida cotidiana.

Leer más
profile avatar
31 de octubre de 2011
Blogs de autor

Lugares sobrenaturales

En otro de sus muy bellos libros, la editorial Elba ha publicado un escrito de Michael Peppiatt cuyo título, "El taller de Giacometti", describe con toda exactitud su contenido.

    El artista suizo no sólo es uno de los más seguros inmortales del siglo XX, sino además un tipo estupendo. Basta verle en la foto que hace de frontispicio. Era bajito, un tanto corcovado, con la cara hecha a puñetazos, más feo que Picio y maravillosamente hermoso. Más hermoso y más alto que Perceval y que Orlando.

    Tras su llegada a París se instaló muy pronto en el taller del que ya no se movería en el resto de su vida, un agujero de veinte metros cuadrados, sin agua ni calefacción, pero de altos muros que auspiciaban una especie de terracilla donde dormía envuelto en trapos su hermano Diego. Ni la más alta influencia pudo arrancarle de aquel lugar, y mucho menos cuando, años más tarde, era un artista famoso y había ganado millones. Nadie sabe qué se ha hecho de aquella fortuna, porque a Giacometti, como al Santo Padre (en palabras del secretario de la reina Isabel II), no había modo de adivinar en qué se les iba el dinero.

    En aquel lugar donde al principio tropezaba constantemente con la silla (una), la mesa (otra), la escultura (dos o tres), un caballete, el orinal, la frasca de vino, y otros menesteres imprescindibles para la creación artística, poco a poco fue construyendo sus piezas y llegó un momento en que él mismo se sorprendía porque cabía perfectamente el coloso de tres metros dando un paso adelante. Llegó a creer que el taller se ensanchaba y crecía al mismo ritmo que su energía artística, como si él fuera un pianista y el taller la orquesta. Se diría que el edificio había sido construido con un material que se expandía por estímulo espiritual.

    Es muy posible, además, que así fuera. Los lugares sagrados son espacios desconcertantes, caprichosos y generalmente baratos. Aparecen en donde menos se piensa, es inútil buscarlos porque sólo es posible encontrarlos, no se perciben a simple vista ya que su naturaleza sacra sólo se muestra mediante el sacrificio, que es lo propio de los espacios sagrados, si no, se llamarían de otra manera.

Cuando Giacometti entró en el taller, seguro que era un agujero maloliente y mezquino. Fue su sacrificio, terco, dramático, su ígnea voluntad de arrancarle al vacío una figura humana y más que humana, lo que iría transformando el agujero en un lugar sagrado. Naturalmente, una vez entró en funcionamiento lo sagrado, no hubo quien le arrancara de allí, más bien al contrario, por el estudio pasó todo el mundo, desde el suntuoso Picasso hasta la zorzal Anette, entraban siendo individuos de escasa calidad y salían refulgiendo como el oro.

    En una ocasión disputé con un amigo la escandalosa y augusta diferencia de dos lugares sagrados tan opuestos como significativos. Uno era el Monte Sinaí y el otro el Oráculo de Delfos. En el primero sólo había carrasca, derrumbe, pedruscos y un puñado de huesos de cabra. En el otro, fuente con charco, gruta de ninfas, frondosas encinas y lo mejor de la sociedad helena paseando en peplo de gala. En el primero y por la típica indecisión hebrea, el cliente, Moisés, tuvo que volver a subir para que le rehicieran el producto porque las Tablas se le rompieron nada más pisar el valle. En el segundo, muy al modo griego, la dispensación de oráculos estaba perfectamente organizada y al entrar se podía leer un cartelón escrito en aquella lengua tan bonita en donde se especificaban los diferentes precios del oráculo, si era cantado, recitado, en verso, si era en prosa, si se prefería esculpido en mármol de Paros, etc.

    Un agujero maloliente, un collado reseco y yermo, un mercadillo... Y sin embargo, sobre los tres había descendido la divinidad tras aceptar el sacrificio por escaso que fuera su valor ya que las divinidades no atienden a nuestra manía de poner precio a las cosas, sino al deseo, tan sólo al deseo. Y mucho desearon Giacometti, Moisés y las mozas de Atenas que acudían con su borrego sacrificial a preguntar a Apolo si las iba a amar un hoplita muy hombre que les había guiñado un ojo mientras aspiraba una ramita de romero en las últimas celebraciones eleusinas.

    Es el deseo y sólo el deseo, unido al sacrificio y sólo al sacrificio, lo que hace descender a las divinidades y convertir modestos lugares en templos perdurables. Todavía hoy sigue sucediendo.

Leer más
profile avatar
17 de octubre de 2011
Blogs de autor

Sobre la división de impotencias

Ha comenzado la campaña electoral y como en cada ocasión los ciudadanos asistimos con horror a la histeria política en su máximo grado de intensidad, en tanto que los profesionales se lanzan orgiásticamente a un frenesí que adoran.

En estas lides los adversarios parecen detestarse y sin embargo sabemos que sólo se desprecian. No pueden ir más allá. Están atrapados por las mismas fullerías, manejos sucios y usos gangsteriles en los que se ha convertido la democracia mediática. Incluso en lo más enconado de la batalla no pueden dejar de mentir, ni confesar lo que saben. Finalmente son conscientes de que deben protegerse unos a otros si las cosas vienen mal dadas; derechas, izquierdas, rancios o novedosos nacionalistas, todos están impregnados por el aceite de la subvención que engrasa voluntades, doblega resistencias y aniquila ideas.

De no ser así resultaría insoportable que atacaran a la sanidad y la educación, es decir a nuestro patrimonio, el de los ciudadanos, y dejaran exquisitamente indemne su propio patrimonio, el de los políticos, del que no han suprimido ni un euro. Cálculos rigurosos demuestran que tan solo con la supresión del senado, máquina ornamental y ostentosa nacida del miedo, así como de las diputaciones, redoblamiento barroco y carísimo de la incompetencia, podría dejarse en paz sanidad y educación e incluso incrementar su presupuesto. Sin embargo, senado y diputaciones son lujosos balnearios para profesionales en aparcamiento, jubilación, uso residual o de conveniencia. Por no hablar de los expulsados al Parlamento Europeo. De todo ello no veremos ahorrar ni medio euro. En esa omertá no hay derechas ni izquierdas, nacionales o provinciales, todos luchan por mantener sus puestos de trabajo, en el caso de que semejante labor se considere trabajo.

En parte se entiende por la reunión en la democracia mediática de dinámicas que antes actuaban por separado. Una cosa era la acción de gobierno y otra su recepción. Mientras el periodismo fue autónomo y mantuvo su función, la acción ejecutiva, legislativa y judicial tenían una cierta corrección en los países libres, pero esta es una figura arcaica. La tecnificación ha unido el poder político con el económico y el mediático, del mismo modo que ha reunido en uno sólo el poder ejecutivo y el judicial.

La desaparición de espacios libres para la crítica, o lo que es igual, la seguridad de que toda la "crítica" actual es unidireccional y clientelar, conduce al repliegue de la ciudadanía que ve de año en año crecer el poder económico del consorcio político a costa de instituciones civiles fundamentales, de tal manera que si algún profesional del consorcio jura proteger a "los débiles", se sabe con certeza que no habla de nuestros débiles sino de los suyos. La paradoja es que el alimento del consorcio son los ciudadanos, los cuales están cada día más escuálidos.

Giorgio Agamben, filósofo que vive en Italia, donde el gangsterismo democrático es incluso más denso que aquí, sitúa en su posición crítica este agujero negro que engulle galaxias éticas, en un reciente libro traducido al español, Desnudez (Anagrama). Su descripción ignora pulsiones ad hominem como la codicia o la mediocridad y se remonta al doble poder instaurado por los monoteísmos.

Tanto en el cristianismo como en el judaísmo y el Islam, hay una separación tajante entre la Creación y la Redención. Si la primera es obra de Dios, la segunda es obra de sus Profetas, es decir, de los encargados de interpretar la obra divina y darle sentido. Cuando se acaban los profetas vivientes (Jesucristo es el último del cristianismo) comienza la actividad de los hermeneutas: la Torá judía, la teología cristiana y los intérpretes islámicos posteriores a su máximo profeta, Muhammad.

Esta doble función es inseparable, pero diferenciada. Sin la Redención quedaría la Creación como un monstruoso capricho de alguna divinidad malvada (que Descartes soñó) la cual habría procurado el mayor dolor posible a sus propias criaturas. La Redención es justamente la explicación de por qué la Creación no es una trampa sádica, sino un delicado mecanismo de salvación que profetas y filósofos se esfuerzan en significar. Así que la parte creativa del Padre se encomienda, para su Redención, al Hijo.

La separación de funciones toma un aspecto distinto cuando Platón la expone como razón de ser de las dos actividades humanas: las poiéticas y las epistémicas; las del arte y las de la ciencia; las obras poéticas (que incluyen todas las técnicas) y las filosóficas o críticas; la creación y su sentido. La producción de novedades, así como su inmediata interpretación o salvación filosófica, colaboraron en la representación de un mundo inteligible hasta la edad moderna. Cree Agamben que esta separación entre lo creativo y lo interpretativo se vino abajo con la modernidad. Filosofía y crítica, herederas de la obra profética de salvación de un lado, y arte y tecnología, herederas de la obra angélica de creación de otro, se con-funden. A partir de ese momento, en la modernidad los creadores proponen, en realidad, críticas, mientras que los filósofos producen creaciones.

La pretensión poética de tanto filósofo cuya obra parece obsesionada por la invención de un estilo artístico más aún que de un juicio recto; la pretensión crítica de tanto artista que expone sus obras como juicios morales, filosóficos, ideológicos o benevolentes, confunde los dos órdenes en uno que no cumple ni con la creación angélica ni con la interpretación salvadora del sentido. Hasta aquí, brutalmente resumido y en esqueleto, el ensayo de Agamben.

En su traslado a la política, se diría que la actividad técnica y productiva, fuera ésta la fundación de ciudades y sociedades justas, la redacción de leyes, su ejecución o la aplicación jurídica de las mismas que luego debía ser interpretada, explicada y criticada por los medios libres, se han fundido enteramente en un acto único. El conglomerado resultante es una máquina colosal que se autoalimenta sin finalidad ni propósito. Un monstruo sin cerebro que no sabe a dónde ir y que sólo lucha por permanecer. De ahí que los más culpables miembros del consorcio se apunten a cualquier profeta que tome por asalto la plaza pública y afirme con voz amenazadora que estamos condenados por nuestros pecados y que debemos arrepentirnos. Frente a ellos tiemblan ministros y escribas, porque su función clásica, la de producir una sociedad ecuanime, ya no figura entre los intereses del partido... y la gente se ha percatado. En consecuencia, aplauden a los profetas y dicen ser como ellos.

Ante estos fenómenos de ira popular, de inmediato la filosofía y la crítica encarnadas en los medios de difusión masiva consultan con el fragmento de consorcio que representan, a fin de tomar posición contra algo que de hecho forma parte de ellas mismas. El ciudadano sabe con toda certeza lo que va a juzgar cada uno de los profetas mediáticos a la mañana siguiente de cualquier suceso político. El aparato se autoalimenta y proseguirá su autodeglución hasta que no quede ni un gramo de sentido y la sociedad se haya devorado a sí misma por completo.

¿Podemos escapar a esta ameba monstruosa que todo lo iguala y a la que todo le es indiferente excepto la conservación de sus privilegios? Por ahora el restablecimiento de las diferencias y el regreso a la democracia parece empresa quimérica. Nada dice sobre ello Agamben sino que sólo ve sentido en el pasado, aunque no es un pasado histórico sino el pasado perpetuamente presente de la obra ya concluida.

Si bien la diferenciación crítica individual parece una fantasía, Agamben habla, en otra parte del libro, sobre el individuo intempestivo o inactual, el único auténtico contemporáneo. Es una discreta indicación, quizás sobre sí mismo. Ciertamente en algunos momentos de extremada corrupción pública parece irremediable el exilio interior de eremitas y anacoretas, como en la agonía romana. Me temo, sin embargo, que en estos tiempos incluso ellos recibirían la visita del inspector de Hacienda.

Leer más
profile avatar
10 de octubre de 2011
Blogs de autor

Un día cualquiera

Sólo en un periódico, tan solo uno y por lo tanto parcial con los suyos, aparecen hoy, 5 de octubre, las siguientes informaciones.

    Un empresario (Dorribo) acusa a un ministro (Blanco) y a otros dos políticos de cobrar elevados sobornos. La cita fue en una gasolinera. Han dimitido dos de los tres.

    El Presidente del Banco de España (Fernández Ordóñez) autorizó a los directivos de cajas reflotadas con nuestro dinero que se llevaran cientos de millones a sus casas. Vienen retratados en la prensa.

    La Institución Ferial de Extremadura (Quintana) investigada por blanqueo de capitales, desaparición de efectivos y facturas falsas.

    El consejero de empleo de la Junta de Andalucía (Viera) investigado por la trama de los ERE fraudulentos, desvío de fondos de reptiles y subvenciones a empresas con familiares del consejero en nómina.

    Las instituciones penitenciarias discuten si es legal ponerle una pulsera telemática al jefe de la trama Gürtel (Correa).

    Un informe del Parlamento vasco descubre que hay un despilfarro de 400 millones en las diputaciones por duplicación de funciones, innecesarias incluso para los vascos.

    La televisión nacionalista catalana gastó dos mil millones entre 2007 y 2009, que es el equivalente de lo ahora recortado en sanidad y educación. Viene a salir a quirófano por presentador.

    Podría seguir poniendo ejemplos, claro, estos son los de un sólo día y un periódico que trabaja para uno de los varios negociados políticos. Seguro que en los diarios de las otras bandas se expone algo similar, pero protagonizado por los competidores. Ayer decía algún informativo, citando fuentes de la policía, que en España hay instaladas casi quinientas organizaciones mafiosas. De algo vivirán.

    Es asombrosa la confluencia del consorcio político, el financiero, el mediático y el mafioso. No hace tantos años cada uno trabajaba por su cuenta, aunque procuraba no molestar a sus semejantes para no ser molestado. Ahora todos trabajan mezclados y apretados como en un funeral islamista, en desorden y con la más grosera chapucería, ya que el dinero circulante se ha reducido considerablemente y los nervios andan muy alterados. Las cabecitas que afloran en la charca pública se multiplican como ranas en celo. Emergen sólo las más necesitadas de ayuda. Hay miles boqueando por debajo, aguantando la respiración con ojos desorbitados.

La confluencia tosca, caótica de los cuatro poderes, cada cual más aterrorizado por la ruina inminente, es sin duda el elemento más interesante de la democracia mediática española sometida a restricción de crédito. Como en un laboratorio, podemos observar ahora el comportamiento del predador en condiciones de penuria.

Veremos lo que queda de la democracia, no tras las elecciones, sino cuando los perdedores lancen su ataque final, desesperado, tratando de conservar un puñado de euros.

Leer más
profile avatar
6 de octubre de 2011
Blogs de autor

Más de lo mismo

En cuanto uno menciona la palabra "verdad" es probable que una mayoría de contertulios agudice el oído y afile la lengua. Se diría que no tenemos asunto más imperioso que dirimir. Lo que a mi me satisface de modo descaradamente egoísta es que un colega y amigo como Eduardo Gil Bera le añada una apostilla que convierte mi artículo en una apostilla del suyo en este mismo portal.

La semana pasada mi colega y sin embargo amigo Rafael Argullol escribió un estupendo artículo sobre la permanente convicción de la casta política española de que los votantes sólo merecemos mentiras. Y hoy mismo se han vuelto a enganchar con el asunto mis respetados Santiago González y Arcadi Espada por un quítame allá esas verosimilitudes. Todo está en la red, de modo que pueden constatarlo. Hermoso horizonte aquel en el que todavía nos ocupamos de estas cosas con fervor, a pesar de la victoria abrumadora de la resignación relativista.

Y para añadir apostilla a la apostilla, he aquí otra cita:

"Una pareja joven caminaba media manzana delante de mi. El sol había asomado, radiante, después de un chaparrón y los árboles estaban lustrosos y empapados. De improviso, por pura exuberancia, supongo, el chico dio un salto y agarró una rama; una cortina de agua luminosa cayó, torrencial, sobre ellos y los dos rompieron a reír y salieron corriendo. La muchacha se sacudía el agua del pelo y del vestido como si estuviera algo disgustada, pero no era así. Fue algo hermoso de ver, como salido de una leyenda. No sé por qué he pensado en eso ahora si no es, quizá, porque en momentos así es fácil creer que el agua se creó principalmente para bendecir y sólo secundariamente para cultivar verduras o para hacer la colada".

Quien así se expresa es un predicador americano amenazado de muerte, pero podría ser Kant. Algunas experiencias y juicios no pertenecen al orden de lo útil, de lo rentable, de lo conveniente y de lo mensurable sino a un orden en el que la verdad tiene poco que decir, aunque quizás la verosimilitud sea más pertinente. Sin embargo, el sentido al que se aproxima esa experiencia y su correspondiente juicio es seguramente de una ordenanza más extensa y, por así decirlo, de mayor relevancia para nuestra supervivencia que el de la utilidad, aunque no podría jurarlo.

En todo caso, aunque los feudales de cada provincia se agredan por causa del agua, ¿no es posible pensar que hay un agua anterior y más verdadera? ¿Aquella que responde de todos los sentidos posteriores, derivados y ancilares de la palabra "agua"? ¿Su fundamento primero, el agua que dio nombre al agua antes de convertirse en H2O? Comprendo que es un poco benjaminiano, pero no por eso debe desecharse por completo tal posibilidad, ¿verdad? Es verosímil.

El fragmento pertenece a una de las más sorprendentes novelas publicadas en los últimos meses en España, Gilead, de Marilynne Robinson, muy bien traducida por Montserrat Gurguí y Hernán Sabaté para Galaxia Gutenberg. En una lectura superficial puede parecer un libro para creyentes, pero es, sobre todo, un libro para ateos. Para ateos no momificados, se entiende.

Leer más
profile avatar
26 de septiembre de 2011
Blogs de autor

La Verdad es una sensación

Estás tratando de resolver un problema matemático y te esfuerzas para poner en orden los algoritmos de manera que te conduzcan a la solución, pero el resultado que obtienes es falso, no coincide con lo que buscas. Vuelves a mirar los números y las letras tratando de localizar el error. De pronto un Coseno salta de un quebrado a otro, de arriba pasa abajo, los guarismos bailan un cha-cha-cha y todo se ordena. Sientes algo así como la visión inmediata de que aquello es verdadero, está completo y no le falta ni le sobra nada, es perfecto. Apenas ha cambiado un mínimo detalle, pero ahora todo tiene sentido y te complace, ha desaparecido la inquietud.

No es una emoción distinta de la que te asalta cuando ves a la mujer que amas, una visión que al instante te libera de toda zozobra, y seguramente es la misma que reflejan las palabras de Yahvé cuando al acabar cada jornada de la Creación, viendo lo que ha conseguido afirma: "Está bien". La aprobación placentera no es sino lo mismo que dice el ebanista al terminar la cresta de una sillería con un suspiro de "muy bien", el músico cuando elimina una parte del clarinete y dice "ahora sí", o el pintor que añade una sombra azul debajo de la raya verde y afirma "esto es". Mínimos cambios que pueden parecer triviales a quien no está metido en harina, y que para el autor son decisivos porque le apaciguan y llenan de satisfacción. "Dios está en el detalle" decía Aby Warburg cuando se hundía en la locura.

El problema matemático es comprobable. Todo lo otro no lo es. Sin embargo la sensación de plenitud es la misma y lleva a una confusión entre bueno, bello y verdadero que fatalmente acaba por condenar a las sensaciones como algo frívolo y engañoso. Las sensaciones son indignas porque nacen igualmente robustas de lo constatable o falsable y de lo incomprobable e ilusorio. Por lo tanto, no pueden ser garantía de ninguna verdad.

Son condenables, pero ineludibles:

 

"De pronto me sentí perfecto, completo, las ideas caían sobre mi como la nieve, bajo el impacto de la posesión divina me tomó un frenesí coribántico y al instante ignoré todo lo demás, el lugar, la gente, el pasado, el presente, yo mismo, todo lo que se había dicho, todo lo que se había escrito. Así vinieron a mi la expresión, las ideas y el deleite de la vida, la visión acerada y una deslumbrante claridad cristalina en todos los objetos, como la que pueden disponer los ojos en su más exigente capacidad"

 

Así describe Filón de Alejandría la emoción de concebir una frase perfecta, en su tratado sobre el viaje de Abraham de Ur a Canaán. Así debía de sentirse Rimbaud cuando escribía las Iluminaciones.

Dicho en contrario, si no te sobrecoge esa sensación, lo que estás haciendo puede que no sea verdadero y no valga un adarme, puede que sea simplemente correcto, bonito, popular, elegante o provechoso. También puede suceder que ya no la ames.

Leer más
profile avatar
19 de septiembre de 2011
Blogs de autor

¿De quién es mi lengua?

Como ampliación a la entrada anterior, adjunto el breve texto que publicó El País el pasado domingo sobre la próxima guerra carlista.

 

***

 

Fama tienen los nacionalistas catalanes de ser políticos astutos y esquinados. Resultan graciosas las palabras que a ellos les dedica Azaña en sus memorias porque parecen escritas antes de ayer. No han cambiado ni de peinado.

    En el asunto de la resolución constitucional el interés del gobierno catalán estriba en llevarlo al terreno metafísico de los derechos de las lenguas, como si Cataluña fuera un lugar poblado por diccionarios y no por ciudadanos. Con ello quiere evitar el conflicto verdadero que es el siguiente: ¿deben los políticos catalanes someterse a los tribunales españoles? Esa es la cuestión y no otra.

    Yo diría que los nacionalistas (término que en la actualidad incluye a los socialistas del PSC para perplejidad de la gente sensata) no creen que deban obedecer las sentencias de los tribunales españoles y de hecho nunca las han obedecido en materia de enseñanza. De ahí la frase de Artur Mas, tan categórica, de que los jueces españoles "le están tocando las narices". No hay que ser un lince para adivinar que cuando los nacionalistas hablan entre ellos sobre los jueces españoles se refieren a unos empleados que bien podrían trabajar para la corona noruega.

    Me parece prudente no hacerse ilusiones. Los nacionalistas actúan ya como si fueran un estado independiente y en ello tienen una deuda notable con el actual presidente de gobierno. La verdad es que si yo perteneciera al círculo de poder y de intereses de los nacionalistas haría lo mismo. ¿Quién me va a detener? Si digo a todo que sí y hago luego lo que me viene en gana y nunca ha habido consecuencias, como hasta ahora, ¿las va a haber mañana? Si digo, como vengo diciendo, que las resoluciones de la justicia española son para mí como las de la justicia belga, ¿me van a enviar a la guardia civil?

    Yo diría que en este asunto la administración española ha perdido todo poder sobre Cataluña y también toda autoridad. Más sencillamente, la administración española, de hecho, tiene en Cataluña una vida ancilar. No hay que engañarse: a nadie importa, dentro de ambas jerarquías, en qué lengua hablan los súbditos. Lo importante en una democracia tan imperfecta como la nuestra es quién manda sobre esos súbditos, quien es el amo, de quién son esos súbditos. Y en este particular las cosas están cada vez más claras.

Leer más
profile avatar
12 de septiembre de 2011
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.