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El Boomeran(g)

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Indios buenos, indios malos

A continuación, una caracterización de la cultura maya según el antropólogo Mel Gibson, tal y como él la plasma en su película Apocalypto:

1. Hay indios buenos e indios malos. Los buenos exhiben un pícaro sentido del humor y una solidaridad a prueba de lanzas. Tienen la conciencia tan limpia que, incluso cuando alguien les pone un cuchillo en el cuello, mantienen el ánimo en alto y dicen cosas sabias como “Hijo mío, nunca vivas con miedo”. Los indios malos, en cambio, son malísimos: violan a las mujeres, queman los poblados y disfrutan con el sufrimiento que causan. Cuando no les dejan matar a alguien, hacen un berrinche. Como muestra de cariño, se meten cuchillos en los ojos. Pues bien, los mayas son de los malos.

2. Los mayas son tan malos que su espectáculo más popular es arrancarle el corazón en público a la gente. El sacerdote azuza al público, que celebra cada pecho abierto como si fuera un gol del Real Madrid. La parte que más les divierte es el momento en que asan los corazones arrancados. Gente linda. El más villano de todos es el sacerdote. En un momento, cuando ya no quiere matar más esclavos, su asistente le pregunta:

-¿Y qué hacemos con los que sobran?

Él pone cara de mafioso y responde:

-Deshazte de ellos.

Sólo le falta añadir: make my day, baby.

3. A los mayas les encantaba La guerra de las galaxias. Su sacrificio en la pirámide parece una escena en el castillo de Jabba el Hut, con jorobados, contrahechos y una amplia gama de fenómenos de la naturaleza. Los guerreros, por su parte, llevan peinados, pinturas y cascos de diseño que le habrían dado envidia a Darth Vader. También deben haber sido aficionados a las películas del Oeste, ya que se ponen nombres como Musgo Colgante o Tortugas Corren.

4. Bien por su afición al cine de acción o bien por el favor de los dioses, los indios buenos salen indemnes de cualquier catástrofe. El protagonista va a ser sacrificado, pero justo en ese momento hay un eclipse de sol y se salva. Está a punto de ser alcanzado por un puma y por un guerrero a la vez, pero el puma salta sobre el guerrero. Salta por una catarata y queda ileso. Tras 45 minutos de persecución, cuando llega a la playa y ya no le queda escape posible, aparecen los españoles y todo el mundo se olvida de él.   

5. La conclusión más evidente de la película es que los mayas se merecían la conquista. La llegada de los españoles es profetizada por una niña enferma cuya madre está muerta, a la que los mayas maltratan sin miramientos de todos modos. Las señales de la profecía van apareciendo durante la cacería al esclavo fugitivo. Ya para entonces, estamos de acuerdo con el epígrafe: “las grandes civilizaciones sólo son destruidas desde afuera cuando ya se han destruido por dentro”. En los últimos minutos, cuando vemos desembarcar a los españoles, realmente queremos que alguien les dé una buena tunda a esos salvajes.   

Nunca había reflexionado sobre los mayas desde este punto de vista. Siempre es una suerte que llegue un americano a ilustrarnos sobre lo bestias que éramos. En comparación, ahora debemos ser un prodigio de civilización.

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2 de febrero de 2007
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Hola, la soledad al habla

He perdido a un amigo. Y lo he perdido en manos de la competencia más desleal: su teléfono.

La trampa la tendió Telefónica, que le regaló el aparato por su cambio de contrato. Desde que vi a mi amigo llegar con él en brazos, supe que todo cambiaría entre nosotros. Mi amigo siempre había sido un poco zarrapastroso: el tipo de chico que se baña apenas lo estrictamente necesario. No se afeitaba con regularidad y toda su ropa parecía heredada de su padre. En cambio, el teléfono era luminoso, vibrátil, moderno, y tenía Ipod, bluetooth y cámara de fotos. El teclado era fluorescente. Cuando alguien llamaba, su nombre se encendía en el auricular y transitaba de un lado a otro, como una banda sin fin hacia el futuro. Era tan hermoso que dolía.

Definitivamente, mi amigo no combinaba con su teléfono. Cuando lo sacaba del bolsillo, el contraste entre los dos lo dejaba muy mal parado. El aparato se veía reluciente, pero mi amigo parecía reducirse hasta el tamaño de una cucaracha. Una mugrecilla le nacía en el bigote, y la suela de sus zapatos se abría. Uno percibía que el aparato se avergonzaba de su dueño y trataba de disimularlo, o de cortar la llamada rápido para que no los viesen juntos. Y no me extraña. Cada vez que mi amigo empuñaba esa maquinita, más que su propietario parecía su limpiabotas.

Consciente de que se había establecido una pugna entre él y su teléfono, mi amigo cambió de guardarropa. Empezó a comprar trajes Hugo Boss y Armani, y a usar lociones después de afeitar. El cambio emparejó un poco las cosas, pero aún no era suficiente. Cuando otra gente le veía sacarlo del bolsillo, le preguntaba: “¿por qué llevas el teléfono de tu jefe?”. Y eso era aún más humillante, porque mi amigo era desempleado por vocación.

Para estar a la altura del nuevo enemigo, eran necesarios cambios más radicales. Mi amigo abandonó su cómoda situación y se vio obligado a conseguir un trabajo como gerente en una transnacional. Y como su Lada de los años 60 no tenía un lugar para conectarlo, adquirió un Mercedes del año. Pero los problemas sólo se agravaban: su casa no combinaba con el carro, así que se vio obligado a comprar un penthouse con piscina.

Al final, todas sus cosas armonizaban: su menú, su gimnasio, la vista desde su oficina. Pero su vida no combinaba con ellas. Cambió a su esposa por una rubia del gimnasio, y se compró una mamá en un barrio más próspero. Por sus hijos más una cuota mensual, le dieron un par de vástagos del colegio inglés. Finalmente, nos abandonó a sus amigos, que ya no calzábamos con el decorado de su existencia.

A veces, echamos de menos a nuestro antiguo amigo. Pero todos sabemos que la verdadera amistad no tiene precio. Por eso, hemos ido a Telefónica a cambiar nuestros teléfonos gratis. El mío tiene Internet.      

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31 de enero de 2007
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Rehabilitación

Si tu esposa acaba de encontrarte en la cama con otra, o tu jefe te ha pillado diciendo que es un ogro negrero, o si en general todo el mundo te encuentra insoportable, no te preocupes. Hay una solución: inscríbete en una clínica de rehabilitación.

Al menos, a las estrellas parece funcionarles. Isaiah Washington, el actor de Grey’s Anatomy, tuvo la delicadeza de llamar “maricón” a uno de sus compañeros de reparto. Y después, por si alguien no había oído bien, lo repitió en la ceremonia de los Globos de Oro. Ante el escándalo público, anunció que entraba en una clínica de rehabilitación para reflexionar y ser una mejor persona.

Y no es el primero, ni el último. Michael Richards, el popular Kramer de la serie Seinfeld, le gritó a un asistente a su espectáculo “negrata”. Luego le dijo “¿Qué pasa? ¿Me van a arrestar por llamarle negrata a un negrata?” y continuó: “hace cincuenta años en este país te habríamos colgado de un tenedor en el culo”. Todo quedó grabado en los teléfonos de otros miembros del público. Cuando su carrera se venía abajo por el escándalo racista, Richards anunció que entraba en rehabilitación para reflexionar y ser una mejor persona.   

¡Y Mel Gibson! Guapo, espiritual y católico hasta la médula, el hombre perfecto, se despachó con una andanada de insultos antisemitas tras ser detenido por conducir ebrio. Cuando trascendieron sus palabras, anunció que eso había sido producto del alcohol y que entraba en rehabilitación.

Por supuesto, eso no significa que asistan. Lindsay Lohan se inscribió para curar su alcoholismo en una clínica tan cara que se llama Wonderland. Entró hace diez días y salió hace tres. El anuncio público sirve siempre para mostrarse arrepentido y que la gente sepa que te lo tomas en serio. Luego puedes hacer lo que quieras.

Y sin embargo, si realmente estás arrepentido de tus palabras, y por lo tanto de tus siniestros pensamientos, si eres conciente de que odias a personas por su origen, raza o preferencias sexuales, si sabes que esta mal pero no puedes evitarlo y te gustaría desaparecer de la faz de la tierra a todos los que son diferentes que tú –o peor aún, a los iguales que tú- ya sabes: una clínica de rehabilitación es la mejor y, quizá sea la única, manera para curarte de ti mismo.   

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29 de enero de 2007
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La invención de una guerra

Esta semana, la prensa española cubrió con espanto la guerra interracial desatada en Alcorcón. Aún fresco el recuerdo de la revuelta en Francia, las imágenes de los antidisturbios incapaces de controlar a los cazadores de inmigrantes impactaron en la opinión pública como un mazazo. Los medios hablaron de la banda de inmigrantes Latin Kings y mostraron a las bandas de defensa españolas. Por su parte, los políticos iniciaron una batalla aparte: el gobierno de la ciudad negó la existencia de bandas y sus opositores lo acusaron de cerrar los ojos ante la realidad y poner en peligro a la ciudadanía. La idea de una España invadida por asesinos extranjeros ha corrido por la ciudadanía como un regüero de pólvora.

Nadie diría que un grupo de marihuaneros que se pasan el día haraganeando en una plaza podían ponerle los pelos de punta a todo un país. Y sin embargo, lo han hecho y están fascinados. En Alcorcón, modelan ante los fotógrafos con capuchas en los rostros y presumen ante sus amigos de haberle partido el espinazo a algún Latin King. Salir en el telediario –en todos los telediarios- es lo mejor que les ha pasado en su vida. 

Porque si había un enfrentamiento étnico en Alcorcón, los medios de prensa lo han atizado. La disputa ni siquiera empezó así: era un lío de parejas entre dos dominicanos. Eran varias bandas de adolescentes mixtas, compuestas por extranjeros y españoles. Hasta que hubo un apuñalado, nadie vio al culpable, pero alguien dijo: “vamos a cazarlos.”  Lo que salió en televisión es lo que vino después.

Esta semana, muchos inmigrantes de Alcorcón han faltado a sus trabajos y colegios por miedo. Y muchos españoles también tienen miedo. La mayoría conocen a inmigrantes y tienen buenas relaciones con ellos. Sólo detestan a los que no conocen, a los que salen en el diario.

Quizá había Latin Kings en Alcorcón –en la vecina Móstoles los hay-. Quizá había incluso skinheads. Pero si no los había, ahora los habrá. Los verdaderos ultraderechistas han convocado a una marcha este fin de semana y mucha gente asustada los apoya. Los adolescentes latinos, por su parte, piensan en defenderse. Cada extremo alimenta al otro. Los medios no sólo informan sobre cosas que ocurren. Al contrario, las cosas ocurren porque aparecen en los medios. Y el universo se acomoda a ellas.

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26 de enero de 2007
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Marihuana S.A.

-¿Saben lo que ustedes necesitan, chicos? Ustedes necesitan un vaporizador de marihuana. Va a cambiar su vida.

-Ya, pero es muy caro. Quizá debamos conformarnos con una pipa de agua.

-Piénsenlo: con un vaporizador, necesitarán menos hierba, porque las dosis se pueden reutilizar entre 3 y 6 veces. A la larga, se ahorra dinero.

Los dos clientes se miran, indecisos, y fuman un poco más, paladeando los resultados. Uno de ellos lleva el pelo como una alfombra enrollada. El otro tiene unas profundas ojeras y acné. Pero mientras consideran juntos su decisión, parecen un matrimonio joven ante el funcionario que tramita la hipoteca. Examinan el producto que humea frente a ellos y hacen cuentas para calcular si se lo pueden permitir. Los vaporizadores cuestan 410 euros, pero hay uno digital por 180. La chica del mostrador, sobriamente vestida, les explica los planes de financiamiento y pagos a plazos. Parece que los va a convencer.

La feria Highlife Barcelona de comerciantes y productores de marihuana se ha puesto corbata. Este año, los folletos comerciales son sobrios y elegantes, la mayoría impresos en papel couché, y el público tiene más nivel adquisitivo. La descripción de cada variedad de hierba parece la etiqueta de un vino: Martha my dear disfruta de un vigor híbrido sorprendente... sativa temprana de tonalidad verde oscuro brillante y tonos rojizos con un bouquet dulce. Igual que el año pasado, puedes pasar a dar una calada gratis por la tienda de De Verdamper BV,  pero ahora está en una esquina, detrás de un cartel. Lejos del look rasta, un hombre autodenominado The king of cannabis luce en la foto como un Patrick Swayze maduro y galanesco, con una sonrisa impecable y un traje de vendedor de aspiradoras, promocionando su segundo curso para cultivadores en DVD. La feria quiere resultar seria y natural, normalizar el producto para apartarlo de los estereotipos.

Debe tener éxito, porque el número de tiendas y la gama se han ampliado: más productos para fumar –desmenuzadores, papel de liar transparente, pipas- y más moda con tela de cáñamo y motivos alusivos. Sobre todo, más oferta tecnológica de lámparas fluorescentes, temporizadores, medidores de humedad y fotómetros para controlar el cultivo en interiores. La tajada más sustanciosa de este negocio es la que se dedica a esconderlo. Por 300 euros, te llevas un ingenioso armario para cultivos con capacidad para cincuenta macetas: su fachada tiene apariencia de un mueble de madera, para que tu mamá nunca sospeche lo que lleva dentro.

La feria se sostiene en un extraño retruécano legal: no está permitido vender marihuana, pero sí regalarla. En el interior del recinto de La Farga –a media hora en metro del centro de la ciudad- se fuma, se cultiva y se intercambia. Pero si alguien te encuentra vendiéndola, te puede denunciar a la policía. Eso tampoco sería tan grave, la verdad. En la calle hay agentes de la guardia urbana, pero se limitan a aclararles a algunos despistados que sólo se puede consumir en el interior del local.

Highlife Barcelona es el mejor ejemplo de que todos los tabúes tienen precio. Si quieres una revolución, haz que se ponga de moda. Uno no se pregunta “¿Esto es bueno o malo?” sino “¿Dónde está el cupón de descuento?” Lo único que nos disgusta es lo que no podemos comprar. Si entra en el mercado, cualquier producto o actividad se abrirá paso en una sociedad, porque generará grupos de aficionados con algo que compartir, lugares de reunión y pequeños o grandes negocios. Hay ferias de marihuana y festivales porno, como hay mercados de armas, fruterías, tiendas de artículos nazis y jugueterías, y en cada uno de esos lugares se encuentra y se conoce gente con intereses comunes.

Por mi parte, estoy tratando de organizar un festival anual que convoque a toda la gente que toma cerveza frente al televisor. He diseñado ya dos productos para los stands: el control remoto con posavasos y el cojín para hemorroides con reposapiés incorporado. Piensen en todo el público potencial a mi disposición. Me voy a hacer rico.

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24 de enero de 2007
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Retrato de la niña rica

Admitámoslo: nos gustan las niñas ricas. En todos los países hispanos se han acuñado palabras para despreciarlas (pija, pituca, momia, sifrina) pero eso sólo muestra la envidia que nos produce el repiqueteo de sus joyas, sus pies que parecen no tocar el suelo y, sobre todo, esta notable capacidad que tienen para no sudar ni siquiera en las condiciones más extremas de calor y esfuerzo físico. Como los ángeles, las niñas ricas son inmateriales, incorruptas, etéreas. Eso es María Antonieta.

Porque la última película de Sofía Coppola no es una superproducción de época, ni un retrato de la Francia revolucionaria, ni siquiera una biografía rigurosa basada en hechos históricos sino, sobre todo, un retrato íntimo de la mimada reina de Francia y de su soso marido. Más de la mitad del metraje es una detallada sucesión de despilfarros: las fiestas que se despachaba en los lujosos salones de Versalles, los peinados que parecían pasteles de bodas y los zapatos, miles de zapatos rosados, a rayas, de tacón, con lacitos, incluso unas inverosímiles All Star (Por cierto, Imelda Marcos tenía una colección similar: ¿Por qué las primeras damas que saquean a sus pueblos estarán tan obsesionadas con la elegancia de sus pies?)

A lo largo de las casi dos horas de película, apenas vemos qué ocurre fuera del palacio real o del palacete privado de la soberana. Como a los reyes, los gritos de los revolucionarios nos llegan desde lejos, y la única imagen que se nos ofrece de ellos es tomada desde uno de los salones palaciegos. Más nos duelen los dramas que están en primer plano: la catastrófica vida marital de la pareja real, los chismorreos de la corte o la falta de presupuesto para redecorar de un día para otro los jardines de Versalles. 

Pero ¿De dónde saca la directora esos datos? ¿Cómo sabe cuándo lloraba en sus aposentos la última reina de Francia? ¿En qué se basa para retratar sus esfuerzos por reanimar a su marido en la cama? ¿Qué información maneja sobre las diversiones privadas de la reina y sus insoportables amiguitas? No existen documentos fiables sobre esas materias, y Sofía Coppola tampoco los necesita, porque el retrato que plasma en la pantalla, en el fondo, es el de de sí misma.

Hija de un rey del cine como Francis Ford, criada entre las mansiones y los viñedos familiares, rodeada de la realeza de Hollywood desde su más tierna infancia, casada y divorciada de uno de sus conspicuos representantes, Sofía Coppola no ha tenido una vida muy distinta a la de María Antonieta. Para subrayarlo, la banda sonora no es música de cámara sino power pop. De hecho, aunque el escenario varía, el universo personal de está película el mismo que el de anteriores trabajos de la directora: TODAS sus protagonistas –las vírgenes suicidas, la Scarlett Johansson de Lost in translation- son niñas ricas castradas por un entorno social que les resulta incomprensible. Su conflicto es siempre el mismo: parecen tenerlo todo, pero no pueden conseguir una relación sexual.

En manos de esta directora, la realidad exterior es una excusa para retratar su mundo interior. Cuando filma Tokio, nos habla de su lamentable matrimonio con Spike Jonze. Cuando filma la corte de Versalles, nos cuenta su vida de oropeles. Sus retratos de la soledad son deliciosos, y el de María Antonieta no es la excepción. Eso sí, el espectador que busque un curso de historia sobre la Francia del siglo XVIII, se va a decepcionar desde el primer acorde de la banda sonora. En vez de eso, Sofía Coppola nos ofrece su autorretrato: el de una autora con un extraordinario talento para la creación de atmósferas, y a la vez, el de una niña rica absolutamente insoportable. Quien sabe, quizá hasta tenga un perrito de esos enanos y antipáticos. 

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22 de enero de 2007
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La muerte le sienta bien

-¿Es usted anoréxica?
-No mucho.
-¿Vomita todo lo que come?
-Sólo a partir de las cinco calorías.
-¿Todos los días?
-No. Sólo cuando como.
-Bien, señorita, usted padece un grave trastorno alimenticio. Básicamente, no vamos a hacer nada al respecto. Pero sepa que no nos engaña: estamos al tanto.

Más o menos así podría ser el examen de despistaje de anorexia en la próxima semana de la moda de Nueva York, que se celebrará en los primeros días de febrero. Al menos, eso deja entrever el Consejo de Diseñadores de Moda de Estados Unidos. En un comunicado que evita la malsonante palabra “anorexia” para usar la más amable “delgadez insana”, los diseñadores anuncian que no apartarán de las pasarelas a ninguna modelo por causa de extrema falta de peso. De hecho, ni siquiera les tomarán un examen médico. Sin embargo, no se preocupen. Sí tomarán medidas drásticas contra el problema, a saber, las vigilarán. Ah, y promoverán “un estilo de vida más saludable para las modelos”.

En la única página del comunicado no hay espacio para demasiados detalles, pero al parecer, promover una vida sana significa ofrecerles comidas saludables, tentempiés y agua, además de explicarles el impacto del tabaco. Quizá sirva comentarles que el cigarro mancha los dientes. Estoy seguro de que con eso bastará. También podrían darles caramelitos de menta para equilibrar el azúcar.

Aunque el problema parezca completamente banal, ha empezado a cobrar víctimas mortales: la modelo brasileña Ana Carolina Reston murió en noviembre, y otras cuatro chicas han fallecido desde entonces en ese país por las mismas causas. Sus decesos han desatado el debate, y las pasarelas europeas han estrenado un paquete de medidas básicas. Madrid y Milán han vetado ya a modelos con una masa corporal inferior a 18 –unos 56 kilos para una estatura de 1,75 metros-. No es mucho pedir, realmente. Es el mínimo saludable recomendado por la Organización Mundial de la Salud. Es lo que distingue a una mujer que gana miles de dólares al mes de un niño de Biafra.

Aunque en algo tienen razón los diseñadores neoyorquinos, y es en la línea de comunicado que dice “no podemos asumir totalmente la responsabilidad de una cuestión tan compleja”. Los desórdenes alimenticios son una de las más extendidas enfermedades “voluntarias”: hay mujeres que se sienten orgullosas de padecerlos. Hay incluso páginas web en que adolescentes anoréxicas y bulímicas se dan consejos para que su mal pase desapercibido ante sus padres. Compramos modelos de belleza enfermos, literalmente. Nuestro ideal físico no es una mujer, es un perchero. La sociedad de consumo nos consume. Pero eso sí, nuestros cadáveres se verán guapísimos. Yo pienso comprarme una mortaja Armani.

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19 de enero de 2007
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Pudor: la película

Por primera vez en mi vida, he visto una película basada en una historia mía. Y creo que tengo suerte. Realmente la disfruté. La mayoría de los escritores viven quejándose de que las adaptaciones cinematográficas destrozan sus novelas. En cambio, si nadie en el mundo hubiese leído Pudor y el libro hubiese servido sólo para hacer esta película, en lo que a mí respecta, ya habría valido la pena.

La película me sorprendió sobre todo por su dureza emocional. Ver las cosas en vez de leerlas produce un efecto más contundente. Pero sobre todo, hay una diferencia entre la novela y el guión: la ausencia del gato. En el original, la mascota es un personaje más que busca una hembra para perder la virginidad. Mucha gente me ha dicho que el gato es lo que más disfruta del libro, y siempre me he preguntado por qué. Sólo ahora comprendo que ese felino inyecta alivios cómicos en la historia, y que sin él, la soledad de los personajes es mucho más dolorosa. En algunas escenas, me quedaba sin aire ante el drama de esa familia, y me decía: “¿esto salió de mi cabeza? Debo ser un psicópata.”

Mientras escribía, uno de los rasgos de estilo que más me interesaba era la contención: por terrible que fuese cada historia, ninguno de sus personajes debía hacer demasiados aspavientos, ni reflexionar sobre su vida, del mismo modo que actúan las personas. En la literatura, uno puede recurrir a las cosas que el personaje piensa, recuerda o siente en cada momento. Pero en la película, todo lo que ocurre en su interior debe exteriorizarse mediante el cuerpo. Elvira Minguez, no puede detenerse y hacer un monólogo sobre su vida sexual. Basta con el gesto de darse la vuelta en la cama. Nancho Novo encuentra un cadáver en la calle y ve en él la muerte que le espera. No hay un párrafo escrito que diga eso. El trabajo lo tienen que hacer sus ojos. 

Uno suele alimentar sus novelas con las cosas más inesperadas: conversaciones escuchadas a medias, comerciales de televisión, chismes. Al pasar a la película, esas frases e ideas robadas a la realidad tienen una segunda vida. Recuerdo, por ejemplo, a un anciano que vivía con su hija en mi edificio en Lima. La hija le prohibía fumar, y él se pasaba el día pidiendo cigarrillos de los desconocidos en el vestíbulo. Una madrugada, al volver a casa de una fiesta, llamé al ascensor. La puerta se abrió y una mano se me acercó desde el interior. Me llevé un susto de muerte. Era el anciano, que se había caído al suelo y desde ahí me pedía cigarrillos. Había olvidado ese episodio por completo hasta que vi la escena en que el abuelo le pide un cigarrillo a su nieta. Me pregunté qué habría sido del viejo. Supongo que ya ha muerto y que nunca sabrá que algo de él perdura en el cine: un homenaje secreto.

En otro momento, al terminar su fugaz affaire, la secretaria le dice a su jefe: “¿ahora qué vas a pensar de mí?” Ésa es una vieja broma postcoital peruana, dicha en España con el acento argentino de la actriz.

Hay miles de esos detalles en la película y, por cierto, también miles han quedado fuera, porque no caben. La novela tenía una estructura bastante cinematográfica y era relativamente breve. Aún así, ocurren demasiadas cosas para meterlas todas. La película no es corta –hora y tres cuartos-, pero la mayor parte de las historias se han recortado o tienen finales diferentes que en el original. Aunque a los escritores suelen molestarles esas alteraciones, para mí son un aporte creativo. Además, gracias a ellas, puedes ver la película y leer la novela, sin que una sea una mera repetición de la otra. Para mí son casi dos historias: una ocurre en Perú, la otra en España; una tiene unos finales, otra no; una sucede en los años 90, otra claramente en la actualidad, con la guerra de Irak en las pantallas. Sólo tienen en común ese aire de familia que produce un mundo cada vez más pequeño, en el que todos nos convertimos en espejos de los demás.

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17 de enero de 2007
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La soledad de las computadoras

Conocemos la situación: estás en una discoteca tratando de ligar y no escuchas nada de lo que te dice esa persona, que por lo demás, te da igual. Los dos tienen que pasarse horas estableciendo comunicación para saber si se gustan o no, y finalmente es muy posible que no. Aún si sí, nadie te asegura que se irán a la cama esa misma noche, de modo que puedes haberte tomado todo ese trabajo sólo para conseguir “una bonita amistad.” ¿Cuántas noches has perdido así?

Cada vez es más la gente que prefiere ahorrarse los prolegómenos al sexo, conversación incluida. Perder el tiempo en engorrosos trámites y negociaciones es una tradición en extinción. Antes era imprescindible, ya que no todo el mundo comparte las mismas intenciones ni la certeza de tener empatía. Pero ahora, Internet ha resuelto el problema. La solución se llama Adult Friend Finder.

Basta de buscar temas de conversación o puntos en común. Adult Friend Finder te ofrece un formulario. Tienes que especificar tu lugar de residencia, nivel de educación, y grupo étnico. Debes detallar tu tendencia sexual: gay, hetero, bi o algo llamado “bicurioso”. Por último, si eres hombre, parte del formulario te solicita especificaciones de “dotación”: grosor, longitud y circuncisión. También puedes poner tus fotos.

Con más de un millón de visitas sólo en España, Adult Friend Finder se ha convertido en uno de los portales más populares de este país. Pero versiones de él van adueñándose de la red en toda Europa y EE UU. En ellas, los participantes estipulan lo que buscan: sexo en grupo, sexo uno a uno, intercambio de parejas, incluso hay un apartado de “otras actividades alternativas”. La cosa es sencilla: si coincides, conectas y fijas una cita. Tu pareja y tú no tienen un pasado ni un futuro en común. Estás en el siglo XXI: nadie tiene tiempo para sentimentalismos.

Siempre se concibió a las herramientas como extensiones de funciones humanas: el teléfono amplía el alcance de la voz, la televisión extiende los límites de la vista, el automóvil amplía las funciones de locomoción. Pero Internet no está extendiendo las relaciones humanas: las está alterando y determinando. Si en los años 60, los anticonceptivos representaron una revolución al separar el acto sexual de la reproducción, quizá Internet sea el paso siguiente: un instrumento que independiza al sexo de su relación con los sentimientos.         

Indudablemente, eso nos dirige hacia un mundo más libre y una socialización más democrática del placer, pero también consolida una sociedad más solitaria. La tecnología nos ofrece todo lo necesario para vivir, incluso vínculos sociales, que sin embargo son cada vez más momentáneos, no muy distintos de la relación que tenemos con las zanahorias del mercado. Y eso no sólo ocurre en Internet. Con computadoras o sin ellas, cada día se vuelve más fácil encontrar alguien con quien follar que alguien con quien hablar.

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15 de enero de 2007
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Diálogo sin interlocutores

La bomba que estalló el 30 de diciembre en el aeropuerto madrileño de Barajas hizo explotar algo más que el estacionamiento: acabó también con la unidad ante el terrorismo, quizá incluso con la unidad de la propia ETA, es decir, con los interlocutores que podrían realizan un diálogo en el futuro, o que podrían haberlo hecho en el pasado.

Empecemos por ETA. Su comunicado es un prodigio de incomunicación y solipsismo. Los etarras aseguran que su objetivo no era causar víctimas. Según ellos, eso fue un lamentable accidente que coincidió con los doscientos kilos de explosivos que colocaron. Además, aunque atribuyen al gobierno la culpa de los dos muertos, consideran que el alto al fuego “continúa vigente” y se ofrecen a “fortalecerlo e impulsarlo”. O sea, que lo de Barajas fue una cosquillita nomás.

Es verdad: sus afirmaciones son sencillamente ininteligibles. Pero tampoco los políticos españoles han estado especialmente brillantes. Revisemos sus reacciones:

El conservador Partido Popular llevaba nueve meses criticando que el gobierno ofrecía demasiado a los terroristas. La bomba echó por tierra esa hipótesis. El presidente socialista Zapatero aseguró el 29 de diciembre que la situación del proceso era “mejor que hace un año” y que mejoraría aún más, palabras que desde el día siguiente sonaron como una mala broma. Y la propia agrupación Batasuna admitió que no se esperaba ese atentado. Quizá a ETA no se le entiende de todos modos pero, sólo por si acaso, ¿alguien estaba hablando con ellos?

Y es que antes de dialogar con ETA, quizá sea necesario que los políticos españoles se pongan de acuerdo entre sí. Y tal vez eso sea aún más complicado, porque sus demandas son opuestas por el vértice: los partidos nacionalistas vascos han pedido al gobierno que retome el diálogo. Pero la derecha española le exige que lo rompa clara e inapelablemente.

Tironeado entre ambos extremos, el Partido Socialista ha reaccionado con ambigüedad. El ministro del Interior ha declarado liquidado el proceso de paz, pero no ha querido pronunciarse sobre lo que pueda ocurrir en el futuro. La dirigencia ha aceptado participar en una marcha en Madrid con el lema “contra el terrorismo” y a la vez en otra en el País Vasco “por la paz y el diálogo”, consignas que se han vuelto contradictorias. El presidente Zapatero se ha reunido con el  líder del Partido Popular, quien declaró tras el encuentro que no le había quedado claro nada.

Todo parece indicar que el PSOE no da por perdido definitivamente el proceso de paz. Tal vez deje que las cosas se enfríen un poco y trate de que ETA haga un gesto espectacular y muy tangible, como deponer las armas o pedir perdón a sus víctimas. Seguramente esperará que pasen las elecciones municipales que se celebran en cinco meses. Proceso como el irlandés han sobrevivido a atentados más brutales.

Y sin embargo, esos procesos contaban con una unidad política que no existe en España. Cualquier asomo de concesión por parte del gobierno será interpretado por el Partido Popular como una rendición ante los terroristas. Y eso es un arma de desgaste muy efectiva. En cambio, si el gobierno apostase al otro extremo y cerrase filas con el PP, pondría en riesgo las alianzas con los nacionalistas que le dan mayoría en el congreso.

A lo largo de 40 años, ni la dictadura ni la democracia han vencido a ETA con medios exclusivamente policiales. Pero una solución dialogada sólo será posible si cuenta con el respaldo de todas las fuerzas políticas españolas y vascas, por encima de sus intereses coyunturales. Antes de cualquier posibilidad de diálogo presente o futura con el terrorismo, la clase política española tiene pendiente un diálogo que no parece dispuesta a entablar.

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12 de enero de 2007
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