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Escrito por

Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Bruno Schulz: La contraofensiva de la fantasía

Hace algunos meses, descubrí fascinado los cuentos del escritor polaco Bruno Schulz (1892-1942). Leí en inglés The Street of Crocodiles (1934), y quise hacerme de una buena edición de sus cuentos en español. Los últimos tres meses tuve la oportunidad de viajar en un par de ocasiones a México, y recorrí sin suerte sus generalmente bien surtidas librerías. Al final, la búsqueda se convirtió en una obsesión. En un texto reciente en Babelia, Francisco Solano señala que Schulz está a la altura de Kafka y Borges, pero que, al contrario de ellos, parece "condenado a perpetuarse en una devoción restringida". Leo que la editorial Siruela acaba de publicar Madurar hacia la infancia, un libro muy completo que incluye todos los relatos de Schulz, más algunos textos hasta ahora inéditos en español -sobre todo de crítica literaria y de política--, y sus dibujos. Ojalá que este libro logre al fin hacer que Schulz sea más conocido en Hispanoamérica.     

Nacido en Drohobycz, en el sur de Polonia, Schulz enseñó dibujo durante mucho tiempo, en un colegio en su ciudad natal. Vivía en el anonimato hasta que en 1932, a los cuarenta años, conoció a la novelista Zofia Nalkowska y le envió sus cuentos. Nalkowska, una escritora importante, quedó deslumbrada y ayudó a que los cuentos fueran publicado en 1934, en un libro que llevaba como título Las tiendas de color canela. A partir de ese momento, Schulz se convirtió en un escritor respetado en Polonia. La llegada de la segunda guerra mundial truncó su destino: Schulz fue confinado al ghetto judío en su ciudad. Gracias a que un oficial de la Gestapo admiraba sus dibujos, Schulz recibió una protección especial; sin embargo, en 1942, otro agente de la Gestapo con quien su "protector" se hallaba enemistado, lo mató de un disparo en plena calle.

La obra de Schulz comenzó a difundirse internacionalmente a fines de los años cincuenta, cuando aparecieron traducciones de sus cuentos al francés, inglés y alemán. Los críticos parisinos y londinenses quedaron admirados: ¿cómo era posible que un escritor tan poco cosmopolita, un judío de provincias que escribía en polaco, hubiera sido capaz de una obra tan llena de alusiones literarias, de referencias religiosas y culturales? Hace rato que ya sabemos, por suerte, que el gran arte puede florecer en cualquier parte. Incluso en las grandes capitales de Occidente.

Hay cierta atmósfera que recuerda a Kafka en los cuentos de Schulz, pero lo que en el escritor de Praga termina siendo sombrío y opresivo en Schulz se transmuta en algo liberador. Es cierto que algunas de sus mejores páginas tienen un aliento fatalista: el cuento "La calle de los cocodrilos", por ejemplo, que trata de cómo las aspiraciones de progreso de la ciudad del narrador no son más que "falacias", pues lo único que se puede lograr es una "imitación de papel, un montaje de ilustraciones" sacadas de viejos periódicos. Sin embargo, en general, en la obra de Schulz la vida ordinaria en una provincia perdida de la Europa de entreguerras se convierte en una mágica reinvención de lo cotidiano.

En esa labor, el padre del narrador de los cuentos es un artista, un hombre extravagante que vive en su propio mundo de manera tan intensa que bordea en la locura. Al padre le gusta importar huevos de extrañas especies de pájaros, y cree que los maniquíes de los sastres deben ser tan respetados como los seres humanos. Todos sus actos son vistos con preocupación por su familia; el narrador es el único que entiende que lo que hace el padre es llevar a cabo una "contraofensiva espléndida de la fantasía... contra las trincheras y defensas de un invierno vacío y estéril". El padre es un héroe "solitario en su batalla contra el aburrimiento elemental que estrangulaba a la ciudad".

La literatura, en Schulz, es eso: una continua rebelión contra lo ordinario, una forma privada de transformar la realidad en un mito digno de ser vivido.  

(La Tercera, 12 de enero 2008)



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12 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Méjico Máxico

Soy un fanático de las canciones que incluyen referencias literarias. The Police me ganó para siempre cuando escuché a Sting cantar "just like the old man in that book by Nabokov" en "Don't Stand So Close To Me". Soy capaz de escuchar todo un compact de un grupo nuevo sólo porque una de sus canciones se llama "Gravity's Rainbow" (los ingleses The Klaxons, en Myths of the Near Future). Me fascina la forma en que la literatura dialoga con la música, cómo algunos grupos se apropian de algún poema o fragmento de cuento o novela para crear otra cosa muy distinta.

En el camino de regreso de Chichen-Itzá, me puse a escuchar Méjico Máxico, el primer compact de Mexican Institute of Sound. Me interesaba la canción "Juan Rulfo". La escuché, y me quedé pensando en lo que hubiera dicho el maestro al enterarse de que era fuente de inspiración de un grupo de música electrónica. Seguí escuchando. Descubrí dos canciones más relacionadas con Rulfo: "Canción de amor para mi futura novia" y "Dub-A el tiempo es muy largo". En ambas está "Luvina", ese gran cuento que a mí me gustaría reescribir en una versión onda película clase B.



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9 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Zapatistas

Estuve en el festival zapatista de la Digna Rabia. Me pareció una suerte de Woodstock global: hippies, mochileros, activistas, representantes de ONGs, punks e indígenas convocados en Chiapas para defender un cambio social pacífico (Otro Mundo es Posible: ¿a quién se le ocurren estos slogans, tan ingeniosos?). La gente se registraba en la Oficina de la Comisión de Vigilancia, compraba ponche y elote, vendía libros marxistas y DVDs piratas. Los jóvenes y niños zapatistas tenían puestos sus emblemáticos pasamontañas y dejaban que todo el mundo se les acercara y les tomara una foto, las norteamericanas y los europeos donaban a la causa, y había un grupo de chicos jugando al basquet a manera de distraer la espera del Subcomandante Marcos (que, como buen caudillo, deriva buena parte de su aura de sus muy contadas apariciones; otra cosa es su imagen, que está en todas partes).

Lo cierto es que, a quince años del alzamiento del EZLN, las comunidades indígenas en Chiapas se hallan más pobres que antes. El movimiento zapatista logró concitar la atención hacia las condiciones de extrema desigualdad de la región, pero no logró muchos cambios concretos. ¿Cómo se puede conseguir una sociedad más justa, cuando la infraestructura es tan precaria? Las armas no han ayudado, y tampoco el desarme.

Pasó el cuarto de hora de los zapatistas. Conmueve su causa, pero ahora son vistos como un detalle pintoresco; la gente es indiferente a sus reclamos, los encuentra algo ingenuos, reliquias de un tiempo pasado: los noventa se fundieron con los sesenta. Al Estado mexicano le es fácil ignorarlos, pues tiene entre manos el intento de desactivar con urgencia la bomba de relojería del narcotráfico.

Curioso caso de un país con una guerrilla desarmada, y con una guerra civil entre cárteles que ha dejado más de cinco mil muertos el 2008 y un reguero de corrupción en la justicia, la policía y las fuerzas armadas, que amenaza la misma legitimidad del Estado.

Ese día, el Subcomandante Marcos jamás llegó al festival.



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6 de enero de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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En el año nuevo

Último post de un año intenso. Este blog continuará, pero no con el ritmo alucinado de este año. La novela que estoy escribiendo ha arrancado, por fin, y planeo dedicarle más tiempo de escritura el 2009. De todo corazón, mi agradecimiento a todos los lectores del blog, en especial a los que, con su participación continuada, lo han convertido en una verdadera comunidad. He aprendido mucho, de eso se trata.

Han comenzado las celebraciones en Australia. En San Cristobal de las Casas ya se escuchan los cohetes. Para este post, pensaba dejarlos con una canción relativa al año nuevo, algo de The Walkmen o Death Cab, pero, ya que estamos en México, me quedo con Kinky, un grupo de Monterrey cuyo CD, Barracuda, ha estado entre los mejores del año. La canción se titula "Hasta quemarnos".

Feliz año.

 



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31 de diciembre de 2008

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Chiapas: primer comunicado

En el café Tierra Adentro, en San Cristobal de las Casas, se encuentra la librería Mono de papel. Venden ediciones pirata de la novela que el Subcomandante Marcos escribió con Paco Ignacio Taibo. También están las obras completas de Rosario Castellanos (Balún Canan es la novela que mejor ha narrado la compleja historia de esta región), libros de Friedman y Wallerstein, documentales sobre el movimiento zapatista y también, no sé por qué, el Kama Sutra. Liliana y yo estamos en un centro que acoge a las Cooperativas Autónomas Zapatistas. Hay en las paredes fotos de resistencia y rebeldía, afiches que proclaman Otro mundo es posible, pero en el lugar más destacado de la Cooperativa se encuentra una enorme bandera de México, para que no queden dudas. Por supuesto, la música de fondo es "Logo", de Kevin Johansen.

A primera vista, para un boliviano, San Cristobal tiene mucho de Sucre: el aire bucólico en las calles, los cafés llenos de europeos, las iglesias bien cuidadas (aunque aquí son más festivas en la combinación de colores). El clima recuerda al de Cochabamba: hace frío temprano por la mañana y también al caer la tarde, calor durante el resto del día. Se come muy bien: en el restaurante Emiliano's Moustache, decorado por cuadros satíricos de políticos mexicanos, cené un pozole memorable.

En un rato saldremos a Chamula, Zinacantán, pueblos de la región. Termino el desayuno pensando en la noche de ayer, cuando estuvimos en Makia, un bar en la esquina de la plaza principal que a medida que transcurrían las horas se fue convirtiendo en discoteca. Lo único que se escuchaba era música tecno, electrónica mexicana. Recordé la noche en un karaoke, cinco meses atrás, cuando visitaba las misiones jesuíticas en la Chiquitania. Los viajeros vamos en busca de lo obvio, con la esperanza de no encontrarnos con lo obvio.



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30 de diciembre de 2008

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Will Eisner y The Spirit

Tuve una infancia con pocos superhéroes. Por ahí estaban Superman y Batman, y a ratos aparecía la Mujer Maravilla. Ahora que los superhéroes están de moda y parecen haberse vuelto la única razón para ir al cine, la proliferación es tal que ya no es fácil saber cuál de ellos cuenta de verdad. The Hulk, The Punisher, el Hombre Araña, Hellboy, Iron Man, Daredevil...

Un crítico español, Jordi Costa, me dijo que el más importante de todos era The Spirit, pero sólo el dibujado por Will Eisner. The Spirit fue creado en 1940, pero Eisner lo dejó en 1942 para participar en la segunda guerra mundial; Eisner vuelve a hacerse cargo de la tira cómica a principios de 1946, hasta su fin en 1952. Ésos son los años gloriosos de The Spirit.

Eisner no quería un superhéroe, así que no consideró un disfraz para él; utilizó a Cary Grant como modelo para la forma en que se vestía The Spirit, con traje elegante y sombrero. A insistencias de su jefe, le dibujó un antifaz. The Spirit carece de la parafernalia de superpoderes de sus compañeros en la lucha contra el mal en Central City; al comienzo tenía un auto volador, pero cuando Batman introdujo su batimóvil, Eisner decidió dejar a su héroe sin auto. Y tiene a su Robin en Ebony White, un chiquillo que, debido a su habla ininteligible y la forma estereotipada con que sus labios y ojos eran dibujados, motivó que Eisner fuera atacado por caricaturizar a los negros. Con los años, Ebony White se va sofisticando; hay un capítulo incluso en que se despide de la serie y se va a "perfeccionar"su lenguaje.

La grandeza de Eisner no está en haber creado un personaje complejo, lleno de luces y sombras a la manera de Batman, sino en haber explotado al máximo el arte secuencial de la tira cómica para contar relatos sofisticados. En buena parte de las 645 historias publicadas de The Spirit, Eisner encuentra soluciones originales para el medio gráfico, y convierte a la serie, en palabras de Jordi Costa, "en un curso enciclopédico sobre las posibilidades del medio". Unos cuantos ejemplos bastan: en "The Killer", el relato está narrado desde la perspectiva de un asesino; en "Two Lives", la historia se bifurca en dos líneas paralelas que terminan entrecruzándose; en "Rat-Tat", Eisner nos cuenta la historia de una ametralladota de juguete; en "The End of the World", Eisner dibuja un meta-comic sobre el fin del mundo.

Otro meta-comic clásico es "Magnifying Glasses", en el que un juguete de The Spirit ayuda a capturar al criminal. Imaginemos la audacia de Eisner: ¿un muñeco de peluche de Batman capaz de dar fin con el Joker? Eisner se adelantó tanto a su tiempo que The Spirit se convirtió en un comic de culto, desempolvado en los años ochenta y listo para encontrar una nueva audiencia en esta década. El problema es que la película de Frank Miller se queda con el lado más convencional del héroe, y lo convierte en un Batman sin gracia, al estilo del de los años ochenta. Están las archivillanas sexy que también son parte de la leyenda (Sand Saref, Silken Floss), pero no el toque surreal de Eisner.

Eisner no sólo no quería un superhéroe, sino que, a medida que avanzaba la historia, en muchos relatos incluso prescindía de The Spirit; sus luchas contra el crimen eran secundarias en relación a la acción principal. "The Story of Gerhard Shnoble", mi relato favorito, es emblemático al respecto. Shnoble es despedido del banco en el que trabaja; desesperado, quiere demostrarle al mundo que puede ser famoso. Y recuerda que de niño sabía volar. Se sube a un edificio de Central City y se tira de la azotea en el momento preciso en que, en el background, The Spirit lucha contra los hombres que robaron el banco (hecho por el cual Schnoble fue despedido). Mientras The Spirit va ganando la pelea, Shnoble vuela en torno al edificio. De pronto, un disparo accidental de uno de los ladrones da fin con Shnoble. Shnoble se estrella contra el piso sin que nadie se haya enterado de su proeza.

(La Tercera, 29 de diciembre 2008)



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28 de diciembre de 2008
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La Reina de Sinaloa

Hace algunas semanas, en Guadalajara,  entré a una disquería y le pregunté a uno de los vendedores, en voz baja, si tenía compacts de narcocorridos. Mi interés en los corridos había comenzado con la lectura de Trabajos del reino, la excelente novela de Yuri Herrera. La violencia actual en el Norte mexicano me llevó naturalmente a explorar los narcocorridos, esa música prohibida en algunos estados por darle glamour a la cultura del narcotráfico. El vendedor me trajo tres compacts, uno de ellos de Los Tigres del Norte. Uno se anunciaba como XXX, y tenía canciones con títulos como "El contrabando del siglo", "La muerte de un federal" y "Sangre en la disco". Encontré mucha violencia, algo de poesía, y nada de glamour.

Recuerdo esta experiencia al leer en El País que Laura Zuñiga, Miss Sinaloa y Reina Hispanoamericana 2008, fue detenida ayer junto a siete hombres, con un arsenal (pistolas, rifles de asalto, cartuchos), celulares y dinero. Cuando la arrestaron, le preguntaron qué hacía con ese arsenal: respondió que iba a Colombia y Bolivia, "de compras". En su nota, Pablo Ordaz recuerda a Teresa Mendoza, la heroína de La Reina del Sur, la novela de Pérez-Reverte.  Los Tigres del Norte le dedicaron un corrido (no llegaba a narcocorrido). Y pronto, seguro, aparecerán los narcocorridos dedicados a Laura Zuñiga.

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24 de diciembre de 2008
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Los Cuentos completos de Poe

Una de las grandes novedades editoriales de este fin de año ha sido la edición comentada de los Cuentos Completos de Edgar Allan Poe. Publicada por Páginas de Espuma, esta coedición de Fernando Iwasaki y Jorge Volpi consta de casi mil páginas. La traducción de los cuentos es de Julio Cortázar, todavía no superada. Hay prólogos de Vargas Llosa y Carlos Fuentes y, para renovar las lecturas, cada cuento está acompañado un comentario de un escritor español o latinoamericano nacido en la década del sesenta. A mí me tocó "Morella". Ésta es una versión levemente editada de lo que escribí:

Hay muchas maneras de contar la historia de una familia o la de un gran amor; pocas tan perversas como la de “Morella”. El narrador está enamorado de Morella, pero una frase contundente nos advierte en el primer párrafo que no se trata de un amor normal: “el fuego no era de Eros”. La felicidad de la pareja se trastoca pronto: el narrador termina deseando la muerte de su amada ante el “misterio” de su naturaleza. Si los relatos sobrenaturales del siglo XIX abundan en mujeres muertas, Morella es, quizás, su paradigma: su “frágil espíritu” termina escapándose de la “envoltura de arcilla”. Con el nacimiento de la hija de Morella, el amor extraño dará paso al relato de la familia incompleta.

Lo que Poe se pregunta en “Morella” tiene connotaciones tanto materiales como espirituales: ¿qué pasa con el ser humano después de su muerte? Han habido muchas respuestas filosóficas y teológicas a este interrogante; la de Poe no da lugar a ambigüedades y sugiere que el cuerpo puede desaparecer, pero el espíritu no. También se puede leer este cuento como una versión espectral de la persistencia de la literatura: si la realidad es una “envoltura”, en “Morella” son los libros místicos, primero, los que la penetran, y es luego el relato mismo el que da cuenta de esa realidad de huesos desvanecidos.

Abundan en “Morella” los efectos especiales del cuento gótico: hay “espíritus malignos”, pilas bautismales usadas para ahuyentar el Mal, dedos y frentes pálidas llenas de venas azules, libros místicos y cementerios. No hay una Morella, sino dos: ¿o son una las dos?

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23 de diciembre de 2008
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La armonía perdida

El regreso de Iván Thays a la ficción no podía haber sido más auspicioso. Un lugar llamado Oreja de Perro, su nueva novela, ha resultado finalista del premio Herralde. En estos años, muchas cosas han cambiado en el estilo de Iván. La prosa, que solía estar llena de florituras, de metáforas, se ha vuelto despojada, directa. Eso la hace más efectiva: "Pensamos que las fotografías, los recortes de periódico, las cartas, los videos, los testimonios, los recuerdos, sostienen la memoria. Pero no la sostienen, la reemplazan".

El narrador arrastra las heridas producidas por el fallecimiento de su hijo y el hecho de que su esposa lo haya abandonado; con el panorama personal de una crisis devastadora, acepta el encargo de su periódico, de visitar un caserio en los andes peruanos llamado Oreja de Perro, golpeado por el terrorismo en los años ochenta y donde los militares han sido causantes de violaciones a los derechos humanos. Con gran acierto, Thays convierte a Oreja de Perro, lugar de supuesta reconciliación nacional (el presidente debe lanzar allí un programa asistencialista), en una metáfora de la violencia, de la pérdida, de la descomposición, social y personal: "Imagínate, todos los días descuartizaban perros en Ayacucho. Y si lo ves en un mapa, este sitio parece un pedazo enorme cercenado de alguno de esos perros, o de todos". 

En Oreja de Perro, el narrador se verá involucrado con Jazmín (una muchacha que padece las secuelas de la violencia) y sabrá de los deseos de venganza de gente del pueblo contra los militares. Descubrirá, también, que hay ciertas tragedias que no se superan, pero que eso no implica el desaliento: hay que aprender a vivir con la armonía perdida. Los que se sorprendieron al ver que este escritor de la intimidad publicaba una novela política, descubrirán que en esta novela la política importa, pero que, como siempre en un libro de Iván Thays, el viaje que de veras cuenta es el interior (El viaje interior es el título de mi novela favorita de Iván). A los que no les haya convencido la inacción del narrador, su autismo, su incapacidad para preocuparse de veras por ese entorno desolador de injusticia social en su país, habrá que decirles que, a pesar del cambio de estilo, Thays es siempre Thays. Aunque esta vez se da incluso el lujo de un final esperanzador. 

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22 de diciembre de 2008
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La boda de Rachel

 

En un post del pasado domingo, Gustavo Faverón eligió La boda de Rachel entre sus películas favoritas del año. Por casualidad, yo había visto la película de Jonathan Demme un par de días antes, y terminé coincidiendo una vez más con Gustavo. El director de El silencio de los inocentes parecía, con su trabajo sobre Neil Young (Heart of Gold, 2006) y Jimmy Carter (Man from Plains, 2007) haberse dedicado al género documental. Sin embargo, con La boda de Rachel, Demme vuelve por todo lo alto. Su excursión en el género documental ha influído en esta película: la historia de Kym (Anne Hathaway), una drogadicta que sale de una clínica de rehabilitación para asistir a la boda de su hermana, tiene a ratos el aire incómodo y las largas y desenfocadas escenas de una home movie. Cuando asistimos a la ceremonia pre-nupcial en la que familiares y amigos dicen palabras de elogio a los novios, pensamos, ¿cuándo acabará esta tortura? Pero la estrategia de Demme es desarmar con ese tono confesional, para que luego las escenas dramáticas tengan un efecto devastador.

Ésta es una película sobre una familia disfuncional con secretos que amenazan con explotar cualquier rato. La llegada de Kym a la boda es el catalizador para esa explosión. Anne Hathaway demuestra que es mucho más que el rostro bonito de Diario de la Princesa; en la relación con su hermana(rosemarie Dewitt) y su madre, en sus deseos de rehabilitarse y su imposibilidad de superar la culpa por una grave tragedia de la que fue responsable, Hathaway crea a un personaje tan complejo como redondo. No es casualidad que ya haya ganado premios importantes a la mejor actriz del año (National Board Review, New York Film Critics Circle Awards) y que sea finalista a un Golden Globe.   

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19 de diciembre de 2008
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El Boomeran(g)
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