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Zapatistas

Por 6 de enero de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Edmundo Paz Soldán

Estuve en el festival zapatista de la Digna Rabia. Me pareció una suerte de Woodstock global: hippies, mochileros, activistas, representantes de ONGs, punks e indígenas convocados en Chiapas para defender un cambio social pacífico (Otro Mundo es Posible: ¿a quién se le ocurren estos slogans, tan ingeniosos?). La gente se registraba en la Oficina de la Comisión de Vigilancia, compraba ponche y elote, vendía libros marxistas y DVDs piratas. Los jóvenes y niños zapatistas tenían puestos sus emblemáticos pasamontañas y dejaban que todo el mundo se les acercara y les tomara una foto, las norteamericanas y los europeos donaban a la causa, y había un grupo de chicos jugando al basquet a manera de distraer la espera del Subcomandante Marcos (que, como buen caudillo, deriva buena parte de su aura de sus muy contadas apariciones; otra cosa es su imagen, que está en todas partes).

Lo cierto es que, a quince años del alzamiento del EZLN, las comunidades indígenas en Chiapas se hallan más pobres que antes. El movimiento zapatista logró concitar la atención hacia las condiciones de extrema desigualdad de la región, pero no logró muchos cambios concretos. ¿Cómo se puede conseguir una sociedad más justa, cuando la infraestructura es tan precaria? Las armas no han ayudado, y tampoco el desarme.

Pasó el cuarto de hora de los zapatistas. Conmueve su causa, pero ahora son vistos como un detalle pintoresco; la gente es indiferente a sus reclamos, los encuentra algo ingenuos, reliquias de un tiempo pasado: los noventa se fundieron con los sesenta. Al Estado mexicano le es fácil ignorarlos, pues tiene entre manos el intento de desactivar con urgencia la bomba de relojería del narcotráfico.

Curioso caso de un país con una guerrilla desarmada, y con una guerra civil entre cárteles que ha dejado más de cinco mil muertos el 2008 y un reguero de corrupción en la justicia, la policía y las fuerzas armadas, que amenaza la misma legitimidad del Estado.

Ese día, el Subcomandante Marcos jamás llegó al festival.

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Edmundo Paz Soldán

Edmundo Paz Soldán (Cochacamba, Bolivia, 1967) es escritor, profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell y columnista en medios como El País, The New York Times o Time. Se convirtió en uno de los autores más representativos de la generación latinoamericana de los 90 conocida como McOndo gracias al éxito de Días de papel, su primera novela, con la que ganó el premio Erich Guttentag. Es autor de las novelas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001), Palacio quemado (2006), Los vivos y los muertos (2009), Norte (2011), Iris (2014) y Los días de la peste (2017); así como de varios libros de cuentos: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1988).Sus obras han sido traducidas a ocho idiomas y ha recibido galardones tan prestigiosos como el Juan Rulfo de cuento (1997) o el Naciones de Novela de Bolivia (2002).

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