Edmundo Paz Soldán
Una de las grandes novedades editoriales de este fin de año ha sido la edición comentada de los Cuentos Completos de Edgar Allan Poe. Publicada por Páginas de Espuma, esta coedición de Fernando Iwasaki y Jorge Volpi consta de casi mil páginas. La traducción de los cuentos es de Julio Cortázar, todavía no superada. Hay prólogos de Vargas Llosa y Carlos Fuentes y, para renovar las lecturas, cada cuento está acompañado un comentario de un escritor español o latinoamericano nacido en la década del sesenta. A mí me tocó "Morella". Ésta es una versión levemente editada de lo que escribí:
Hay muchas maneras de contar la historia de una familia o la de un gran amor; pocas tan perversas como la de “Morella”. El narrador está enamorado de Morella, pero una frase contundente nos advierte en el primer párrafo que no se trata de un amor normal: “el fuego no era de Eros”. La felicidad de la pareja se trastoca pronto: el narrador termina deseando la muerte de su amada ante el “misterio” de su naturaleza. Si los relatos sobrenaturales del siglo XIX abundan en mujeres muertas, Morella es, quizás, su paradigma: su “frágil espíritu” termina escapándose de la “envoltura de arcilla”. Con el nacimiento de la hija de Morella, el amor extraño dará paso al relato de la familia incompleta.
Lo que Poe se pregunta en “Morella” tiene connotaciones tanto materiales como espirituales: ¿qué pasa con el ser humano después de su muerte? Han habido muchas respuestas filosóficas y teológicas a este interrogante; la de Poe no da lugar a ambigüedades y sugiere que el cuerpo puede desaparecer, pero el espíritu no. También se puede leer este cuento como una versión espectral de la persistencia de la literatura: si la realidad es una “envoltura”, en “Morella” son los libros místicos, primero, los que la penetran, y es luego el relato mismo el que da cuenta de esa realidad de huesos desvanecidos.
Abundan en “Morella” los efectos especiales del cuento gótico: hay “espíritus malignos”, pilas bautismales usadas para ahuyentar el Mal, dedos y frentes pálidas llenas de venas azules, libros místicos y cementerios. No hay una Morella, sino dos: ¿o son una las dos?