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Escrito por

Clara Sánchez

Clara Sánchez es escritora española. En la actualidad reside en Madrid, donde estudió la carrera de Filología Hispánica y donde durante varios años enseñó en la universidad. Hasta la fecha ha publicado ocho novelas: Piedras preciosas (Debate, 1989), No es distinta la noche (Debate, 1990), El palacio varado (1993, Punto de Lectura 2006), Desde el mirador (Alfaguara, 1996), El misterio de todos los días (Alfaguara, 1999), Últimas noticias del Paraíso (Alfaguara, 2000), Desde el mirador (Alfaguara, 2004) y Presentimientos (2008).  Su obra ha sido traducida al francés, alemán, ruso, portugués, griego...Ha recibido el premio Alfaguara de novela en 2000 por Últimas noticias del paraíso. Y el premio Germán Sánchez Ruipérez al mejor artículo sobre Lectura publicado en 2006 por la columna titulada "Pasión Lectora" (El País, 6 de agosto). Colabora habitualmente en El País. Y durante unos cinco años lo hizo en el programa de cine de TVE "Qué grande es el cine".

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Las chicas son guerreras

Acaba de aparecer un libro en la colección dedicada a los premios Victoria Kent (Málaga, Atenea) con un  título y un contenido muy sugerentes: ¿Un escenario de mujeres invisibles? El caso de las Marías Guerreras. En él se nos da cuenta de las presencia de las creadoras españolas en el teatro español contemporáneo, de la imagen que proyectan sus propuestas, de cómo reflejan los medios de comunicación sus espectáculos y de otras muchas cosas más.

Su autora es Itziar Pascual, una de las autoras españolas actuales más reconocida y que con otras dramaturgas constituyó la "Asociación de Mujeres de Artes Escénicas Marías Guerreras". Su primer espectáculo, Las tocas, alcanzó gran repercusión  y sirvió, entre otras cosas, para que se revisaran las representaciones de los personajes femeninos en el teatro, como Salomé, Medea, Ifigenia e incluso la Virgen María.

Hay que tener en cuenta que las mujeres tenían hasta hace poco escasas posibilidades de subir a las tablas a no ser que fueran actrices. De hecho, parece que en el propio teatro María Guerrero se han estrenado pocas o ninguna obra de mujer, hasta el punto de que dramaturgas como Paloma Pedrero han tenido que montar sus propias compañías.

Por fortuna, el panorama parece ir cambiando lentamente y estos días hemos podido ver a Angélica Liddel representar en el Teatro Valle-Inclán de Madrid Perro muerto en tintorería: Los fuertes, en la que según el Director del Centro Dramático Nacional, Gerardo Vera, la autora propone "una mirada inteligente, arriesgada, salvaje, verdadera, profunda y necesaria". Pero no se acaba aquí la cosa, para los aficionados (que cada vez son más), que casualmente estén leyendo estas líneas, les diré que la cartelera de este otoño nos trae otros espectáculos sobre mujeres, como Presas de Ignacio del Moral y Verónica Fernández. La obra ya fue representada en la Resad y en la Sala Alternativa Triángulo, pero ahora el Centro Dramático Nacional la ha presentado con carácter de estreno el 22 de noviembre.  El tema -aunque no la época-  es el mismo de Dile a mi hija que me fui de viaje, que protagonizan en estos días María José Goyanes y Marta Belaustegui en el Teatro Galileo. Se trata de la traducción francesa del mismo título de Denis Chalem, ganadora del prestigioso premio Molière de Teatro en el 2005.

Siguiendo la sensata recomendación de Itziar Pascual, seguiremos las huellas de estas chicas guerreras con verdadero gusto.

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27 de noviembre de 2007
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San Bernardo, 35

Jesús Ayuso no para, es inquieto, rápido, siempre está ideando algo para remover las aguas del mundo cultural desde los legendarios tiempos en que fundó la librería Fuentetaja. Cuando uno va allí seguramente se encontrará con alguien que hablará de unos tiempos, no tan lejanos, en que leer podía ser subversivo y los libros peligrosos y que encontraba en la trastienda de esta librería un cobijo de libertad, ¡qué cosas!, entonces la libertad podía consistir en leer a Pablo Neruda, incluso a Blasco Ibáñez, y ahora que podemos leer lo que nos dé la gana hay que gastarse un dineral en campañas de promoción de la lectura. Aun así todo pasado, aunque fuese difícil, suena a nostálgico, sobre todo si en él se fue joven. Pues bien, da la impresión de que no haya nadie más alejado de la nostalgia que este Ayuso que atiende y comparte aquellas experiencias con sus clientes y amigos con el ojo puesto en el mañana. Le tira mucho el mañana, el futuro. No hay vez que se hable con él que no tenga un proyecto entre manos. Desde luego ha venido a este mundo para activar y transformar lo que está a su alcance. Talleres de escritura, presentaciones de libros, tertulias, edición, otros asuntos que le rondan por la cabeza y encima ¡colmenas!

Dice mucho de su carácter esta afición por algo tan vivo y productivo como las colmenas con ese constante ir y venir de laboriosas abejas. También tiene que ver con el sitio de donde es, Guadalajara, cuyo producto estrella es la miel, aunque a decir verdad él parece un poco extranjero por los ojos claros, el pelo rubio y los pómulos marcados. Quien quiera conocerle puede encontrarle en San Bernardo, 35, cerca de la plaza de los Mostenses. Esta nueva ubicación de la librería ha sido inaugurada este año. El que vaya por allí verá en la fachada una placa en la que dice más o menos "Aquí vivió y escribió Dª Emilia Pardo Bazán".

En lo que es ahora la librería estaba la editorial de Dª Emilia. Y la vivienda ocupaba el segundo piso, cuyo amplio espacio de unos 280 metros, ha acogido posteriormente un hostal y ahora ha sido comprado por un particular, pero que conserva un escritorio y unas estanterías de la condesa gallega. De los escritores lo que importa son los libros que han dejado tras de sí, sus sensaciones, sus ideas, su manera de sentir la vida y sus palabras. Ni ellos mismos tienen interés sin sus libros, cuanto menos el mobiliario en el que escriben, pero al fin y al cabo esta casa y esas cosas fueron escogidas por ella y nos gusta verlas e imaginar cómo sería el entorno en que hizo lo que hizo a pesar de todo. En su memoria, cojo de la estantería Insolación, una pequeña novela que en su momento supuso un escándalo seguramente porque nos ofrece con cierto pormenor la atracción y deseo de una joven aristócrata viuda por un perfecto desconocido que conoce en la romería de San Isidro.

Un romance en el calor ardiente del verano en Madrid promete, pero más aún  al calor de la muchedumbre, de la fiesta, del vino, de la música, de las comidas íntimas fuera de ojos indiscretos. Eran los tiempos en que la gente iba a refrescarse a las orillas del Manzanares como si el Manzanares estuviera muy lejos y llevara mucha agua. En el fondo es una encantadora novela sobre Madrid y anticipa algo propio de las grandes ciudades, la posibilidad del encuentro fortuito, de la clandestinidad, de escapar un poco más allá de las orillas de todos los Manzanares del mundo y de hacer lo que a uno le venga en gana. Ella, la Pardo Bazán, en aquellas circunstancias adversas para toda mujer (y para las pobres mucho más) aprovechó bien su posición social y lo hizo. Así que las de ahora no tenemos perdón de Dios. Según bajo, dando un paseo, desde Fuentetaja a la plaza de España me encuentro con una estatua suya. La miro pensando que lo mismo escribía Insolación o Los Pazos de Ulloa que unos preciosos Cuadros religiosos sobre vidas de santos. Me parece bien que no renunciara a nada. Por cierto, después de su muerte la casa de la que hablamos pasó a ser el Gran Café de San Bernardo, que acogía un ambiente literario tipo Café Gijón. Y a continuación se convirtió en sede del Banco Hispano Americano, del que se conserva en el sótano una impresionante caja fuerte. Por último, Seguros Mercurio al poner el local en manos de Ayuso ha devuelto a estas salas el espíritu de la que fue, por encima de todo, una escritora.

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26 de noviembre de 2007
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La verdad de las mentiras

En un libro de James F. Fixx titulado Juegos de recreación mental para los muy inteligentes, que me compré en un arrebato de gran autoestima, se pregunta lo siguiente: "Un viajero llega a una bifurcación del camino y no sabe qué desviación tomar para llegar a destino. Hay dos hombres en la bifurcación, uno de los cuales siempre miente, en tanto que el otro siempre dice la verdad. El viajero no sabe cuál es cuál. Para hallar el camino sólo puede hacer una pregunta a uno de los hombres. ¿Cuál es la pregunta y a qué hombre se la formula?" Hay un apéndice al final del libro donde viene la respuesta, que por supuesto no pienso revelar para que algún cerebrito de esos que andan por ahí tenga la posibilidad de deslumbrarnos. Al mismo tiempo se nos presenta una ocasión de oro para reflexionar sobre la verdad y la mentira, que por otra parte es la gran tensión sobre la que se sostiene la literatura. ¿Mentimos cuando contamos historias que no han ocurrido? Puede que al saber de antemano y aceptar que algo que estamos leyendo es mentira ya no sea mentira, tampoco verdad, sino eso que llamamos ficción y que registraremos con una parte del cerebro distinta a la que capte la verdad o la mentiras.

/upload/fotos/blogs_entradas/la_verdad_de_las_mentiras_med.jpg¿Existe esa parte del cerebro? Pues francamente no lo sé, es una propuesta más para esa larga elucubración en la que podríamos enredarnos sin fin, a no ser que la zanjemos con unas palabras de Mario Vargas Llosa, de su lúcido e imprescindible libro La verdad de las mentiras (Alfaguara), "Las mentiras de las novelas no son nunca gratuitas: llenan las insuficiencias de la vida.", y con estas otras de Valle Inclán que el mismo Vargas Llosa cita: "Las cosas no son como las vemos sino como las recordamos".

Fuera de la literatura, mentir de forma consciente y con seriedad requiere un esfuerzo mental de tal calibre que casi es preferible decir la verdad. Aunque ¿quién puede estar seguro de vivir en el mundo de la verdad? Inventar, mentir, decir siempre la verdad, decirla a medias. Qué complicado es todo. Encima viene Watzlawick con eso de ¿Es real la realidad? Por Dios, Watzlawick no me líes más. No llego a estar segura de nada al cien por cien, ni siquiera al cincuenta por cien. Porque lo cierto es que a veces soñamos cosas tan reales que cuando despertamos dudamos. Soñamos por ejemplo que nos levantamos por la mañana y vamos al trabajo, que llevamos el coche al taller y que alguien nos llama por teléfono para darnos una buena noticia que esperábamos hace tiempo y que sentimos una gran alegría. Y la alegría, aunque al despertar resulte decepcionante, no nos la quita nadie. Esa alegría no deja de ser real. Ni tampoco al sufrimiento de las pesadillas en que llegamos a llorar y a desesperarnos.

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23 de noviembre de 2007
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Pase saleroso

Al lado de un socavón hay un letrero en el que pone "bache peligroso", pero Rompetechos, que no ve tres en un burro, lee "Pase saleroso" y se pega un soberano tortazo. Aún me acuerdo, me hacían tanta gracia los malentendidos de este cegato con el mundo, que se me han quedado como si fueran frases de Romeo y Julieta. ¡Qué pena no poder tener ya ese vicio! Porque los tebeos eran un vicio que me hacían ir varias veces al quiosco a cambiar los leídos por otros nuevos (eran tiempos de continuo reciclaje en que todo se usaba una y otra vez, la ropa de los hermanos, los libros del colegio y los cascos de las bebidas). Los devoraba, los escondía entre los cuadernos para consumirlos en plan drogadicta. Su ingenio y su sentido del humor, su forma de romper y no tomarse en serio aquella realidad gris de los sesenta era superior a todo. A ellos les debo mi enorme facilidad para la evasión, que llevo como una cruz y sobre la que a veces tiene que ponerme en guardia mi familia. Y sólo hecho de menos los nueve y diez años de edad (la época de mayor consumo) porque nunca ya un tebeo ha vuelto a ser lo mismo. Luego se convirtieron en cómics, las historietas en historias y yo más absurdamente complicada. Entonces lo tebeos no eran sólo cómics, eran el aire que respirábamos los que menos podíamos rebelarnos, los niños. GRACIAS IBÁÑEZ por alegrarme la niñez. No sé qué habría sido de mí sin vosotros. 

Rompetechos era obra del dibujante Ibáñez, al igual que Pepe Gotera y Otilio o El botones Sacarino, al igual que los geniales Mortadelo y Filemón, de los que estos días se han celebrado los cincuenta años de su creación. También se celebraron el año pasado creo los cincuenta del Capitán Trueno, que ahora puede que haya cambiado su uniforme de capitán por un chándal y la espada por la bicicleta estática. Salió de la imaginación de Víctor Mora, como otro personaje suyo El Jabato. ¿Y esas grandiosas y corrosivas Hermanas Gilda, de Manuel Vázquez? Carpanta, Zipi y Zape, la Familia Cebolleta. Aún me río.

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22 de noviembre de 2007
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Daniel Oliver

En cuanto empecé a escribir este blog estaba deseando hablar de Daniel Oliver. La muerte de este chico me apena y me irrita profundamente por azarosa, gratuita, absurda y ¡a los 23 años!, más o menos la edad que tiene mi hija, por lo que me siento capaz de imaginar por lo que estarán pasando sus padres. Era un estudiante de Derecho que un día normal y corriente se encontró de frente con un energúmeno pegando a su novia en la parada de un tranvía de Valencia y no supo mirar para otro lado, salió en su defensa para llevarse un fenomenal puñetazo del enajenado que lo tumbó en el suelo. Y para qué más detalles, el caso es que después de una semana en el hospital murió. No se ha hablado mucho de él, la noticia enseguida expiró, y apenas han aparecido fotos suyas, una de las pocas que he visto está en este artículo, tal vez porque por esos días otro cerdo como el que lo mató le propinaba una patada en la cara a una chica ecuatoriana en el metro de Barcelona y como fue grabado por las cámaras de seguridad se llevó todo el protagonismo hasta tal punto que el sujeto en cuestión empezó a pedir dinero por las entrevistas. Su imagen salía en todas partes mientras que Daniel se iba recluyendo en el limbo de los héroes anónimos. ¿Por qué? ¿es que Daniel nos parece demasiado bueno? ¿Es que en el fondo su generosa acción vendía menos que la patada cobarde y repugnante? Últimamente he oído la palabra "buenismo", que es una manera de retorcer la palabra bondad, que ya tenía lo suyo porque a casi ninguno nos gusta que se nos describa como bondadoso. Llamarnos buenos o bondadosos es casi como llamarnos tontos, pringados, por eso el mismo Antonio Machado se justificaba diciendo "soy en el buen sentido de la palabra bueno". A los propios padres el hijo sinvergüenza es el que nos hace más gracia, al que perdonamos más. Con la mano en el corazón, en el fondo no nos gusta estar con los mejores sino con los que más nos divierten.

Con mucha simpleza y equivocadamente lo bueno lo asociamos con lo aburrido y a los cínicos, desaprensivos y crueles con la gracia y el chiste. Es un problema mental de esta sociedad en la que las mujeres caen como moscas a manos de sus maridos, exmaridos, novios y exnovios (en mi país van 66 muertas desde enero) y cuando llega un espléndido y joven Daniel espontáneo y lleno de vida a socorrer a una no se le da la cancha que merece aunque fuese como recordatorio de que la mayoría de los hombres y las mujeres no somos mala gente.  

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21 de noviembre de 2007
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La frase de las narices

A la espera de que llegue la próxima Cumbre Iberoamericana habrá que entretenerse con algo. Quién nos iba a decir que estas jornadas de apretones de manos y discursos retóricos se iban a animar tanto y que de ellas iba a salir una de esas frases que tanto gustan al pueblo y que acaban siendo manoseadas hasta la náusea. El "¿Por qué no te callas?" del Rey Juan Carlos ya no hay quien la aguante. Está corriendo la misma suerte que la más reciente de "Pues va a ser que no". No sé a quién se le ocurriría,  pero ha sido un tormento sobre todo porque, aunque se oyese un millón de veces, todo el que la decía se sentía gracioso, se hacía gracia a sí mismo, le gustaba oírsela decir por milésima vez. ¿Tienes cambio de cincuenta euros? Pues va a ser que no. ¿Te ha gustado la película? Pues va a ser que no.

Chiquito de la CalzadaDesde luego nos pasamos el día repitiendo cosas, leyendo el mismo tipo de novelas, vistiendo la misma ropa y viendo las mismas series de televisión en todo el planeta, el hábito rige nuestras vidas y seguramente (por buscar una explicación) necesitamos usar estas frases hechas para sentir que somos de la tribu. Algo parecido ocurrió con lo de " tú mismo", que es algo que me ha sacado de quicio hasta que afortunadamente se ha ido arrinconando en el limbo de lo insoportable. ¿A quién se le ocurriría? De la noche a la mañana todo el mundo empezó a contestarme a cualquier cosa "tú misma". Menuda concentración de desdén, viene a decir: arréglatelas tú misma y no cuentes con mi parecer para nada. A lo mejor decías: no sé, tengo dudas sobre el narrador de mi novela, y alguien te contestaba: "Pues tú misma". O ibas a una tienda y titubeabas: Me gusta los zapatos marrones, pero, vaya, también me gustan los rojos. Y respuesta orientativa de la dependienta: Tú misma. ¿No es desesperante? En la época de Chiquito de la Calzada (humorista que en lugar de "puedo" decía " puedol") el ambiente era completamente surrealista, todo el mundo hablaba así, y los estudiantes de Erasmus regresaron a sus casas francesas, holandesas o alemanas pensando que se decía de verdad "puedol". Así que en cuanto oí la frase del Rey me eché a temblar, no por Chávez (a quien le encanta decirla una y otra vez), no por las relaciones hispano-venezolanas, sino porque era una frase que iba a pegar duro, por lo menos hasta la siguiente cumbre.

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20 de noviembre de 2007
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Doris Lessing

 A Doris Lessing le conceden el Premio Nobel de Literatura por su capacidad para "retratar la épica de la experiencia femenina". La escritora  baja de un taxi con una bolsa de la compra en la mano, falda vaquera y camisa de cuadros y aspecto de granjera. Comprobamos que se mantiene fiel a su clásico moño gris cruzado por unas cuantas hebras negras persistentes y resistentes a la  vejez, como su cara redondeada, en que nunca ha debido de caer una gota de maquillaje, y que se resiste a la dulzura dejando que las arrugas campeen a sus anchas y mucho más la lengua. En algún momento de su vida debió de darse cuenta de que la fuerza mental y la lucidez estaban por encima de los accidentes físicos que nos distinguen a hombres y mujeres y se ha acostumbrado a soltar verdades como puños. Al menos en las entrevistas ofrece una visión del mundo tan directa y tan poco adornada como su persona, con reflexiones nada banales ni  rebuscadas, que dan la impresión de ser de primera mano constantemente.

Lessing se sienta en los escalones de la puerta de su casa para atender a los periodistas y sobre la frase de la épica femenina con que la academia sueca justifica su elección dice que no es para tanto, que en el fondo no somos tan distintos hombres y mujeres. La aplaudo. A algunos no nos han llegado a convencer esas pamplinas de que las mujeres somos más aptas para el lenguaje y ellos para las matemáticas, nosotras para orientación espacial ¿o son ellos?, y ellos para las emociones ¿o somos nosotras? y otras sutilezas que no se observan en la práctica. No son relevantes, ni siquiera son reales. Las capacidades parecen ser más que nada individuales y favorecidas o no por el ambiente. Personalmente tengo comprobado que mis fallos no son propios de las mujeres en general sino sólo míos y a veces de algún hombre también, y lo mismo podría decir de las cualidades. Aún no se sabe cómo curar el Alzheimer o el Parkinson y algunos están empeñados en buscar diferencias cerebrales entre los sexos, ¿por qué será?

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19 de noviembre de 2007
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Bienvenidos

¡Hola! ¿Hay alguien ahí? Quien quiera que seas, bienvenido a este blog. Espero compartir contigo esta aventura, porque será la primera vez en mi vida que me tome en serio escribir diariamente y sobre la marcha lo que se me pasa por la cabeza. Lo intenté en su día con un diario. Lo que tienen los adolescentes es que quieren ser como todos los de su tribu, y a mí me parecía que si no llevaba un diario como mis amigas me estaba faltando algo, así que me compré un cuaderno con unas tapas increíbles y por la noche lo abría en la cama y me ponía en plan escribir aquello que iba destinado a mí misma, pero que si por un descuido caía en otras manos tampoco podía ser una cochambre. Pero ¿para qué escribir fielmente y solo para mis ojos lo que sabía de sobra? Además caí en la cuenta de cuan repetitiva era mi vida, que la mayoría de las veces se podía despachar en dos líneas, lo que me dejaba bastante insatisfecha, así que tendía a completar lo que faltaba inventando algo que podría haber pasado. Era como echarle una mano a la realidad para que no se quedase a medias, y de esta forma creo que me fui aficionando a la ficción. Era apasionante todo lo que se podía hacer con la vida: poner esto, quitar aquello, añadir lo de más allá, mientras que lo que la vida hace con nosotros (y esto no hay quien lo mueva) va completamente en serio.

 

StrindbergEste blog será el diario que nunca escribí, un diario sin pudor, abierto a todo el mundo, aunque no por eso sin su pequeño misterio. Estoy convencida de que cualquier diario desea ser descubierto y leído para no estar solo con sus secretos. Y hablando de soledad, para explicar por qué uno mi barco a la flota de El Boomeran(g) me viene al pelo una frase de Strindberg, de la breve y lúcida novela que se llama precisamente Solo, en que dice que él ha elegido la soledad, no porque no le guste la gente, todo lo contrario, le gusta mucho, sino porque (perdonen que no me levante a buscar la cita exacta), la gente le da miedo. Será para no llegar a los extremos de Strindberg, por lo que se han ideado los blogs.

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16 de noviembre de 2007
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