Clara Sánchez
A la espera de que llegue la próxima Cumbre Iberoamericana habrá que entretenerse con algo. Quién nos iba a decir que estas jornadas de apretones de manos y discursos retóricos se iban a animar tanto y que de ellas iba a salir una de esas frases que tanto gustan al pueblo y que acaban siendo manoseadas hasta la náusea. El "¿Por qué no te callas?" del Rey Juan Carlos ya no hay quien la aguante. Está corriendo la misma suerte que la más reciente de "Pues va a ser que no". No sé a quién se le ocurriría, pero ha sido un tormento sobre todo porque, aunque se oyese un millón de veces, todo el que la decía se sentía gracioso, se hacía gracia a sí mismo, le gustaba oírsela decir por milésima vez. ¿Tienes cambio de cincuenta euros? Pues va a ser que no. ¿Te ha gustado la película? Pues va a ser que no.
Desde luego nos pasamos el día repitiendo cosas, leyendo el mismo tipo de novelas, vistiendo la misma ropa y viendo las mismas series de televisión en todo el planeta, el hábito rige nuestras vidas y seguramente (por buscar una explicación) necesitamos usar estas frases hechas para sentir que somos de la tribu. Algo parecido ocurrió con lo de " tú mismo", que es algo que me ha sacado de quicio hasta que afortunadamente se ha ido arrinconando en el limbo de lo insoportable. ¿A quién se le ocurriría? De la noche a la mañana todo el mundo empezó a contestarme a cualquier cosa "tú misma". Menuda concentración de desdén, viene a decir: arréglatelas tú misma y no cuentes con mi parecer para nada. A lo mejor decías: no sé, tengo dudas sobre el narrador de mi novela, y alguien te contestaba: "Pues tú misma". O ibas a una tienda y titubeabas: Me gusta los zapatos marrones, pero, vaya, también me gustan los rojos. Y respuesta orientativa de la dependienta: Tú misma. ¿No es desesperante? En la época de Chiquito de la Calzada (humorista que en lugar de "puedo" decía " puedol") el ambiente era completamente surrealista, todo el mundo hablaba así, y los estudiantes de Erasmus regresaron a sus casas francesas, holandesas o alemanas pensando que se decía de verdad "puedol". Así que en cuanto oí la frase del Rey me eché a temblar, no por Chávez (a quien le encanta decirla una y otra vez), no por las relaciones hispano-venezolanas, sino porque era una frase que iba a pegar duro, por lo menos hasta la siguiente cumbre.