Acaba de aparecer un libro en la colección dedicada a los premios Victoria Kent (Málaga, Atenea) con un título y un contenido muy sugerentes: ¿Un escenario de mujeres invisibles? El caso de las Marías Guerreras. En él se nos da cuenta de las presencia de las creadoras españolas en el teatro español contemporáneo, de la imagen que proyectan sus propuestas, de cómo reflejan los medios de comunicación sus espectáculos y de otras muchas cosas más.
Su autora es Itziar Pascual, una de las autoras españolas actuales más reconocida y que con otras dramaturgas constituyó la "Asociación de Mujeres de Artes Escénicas Marías Guerreras". Su primer espectáculo, Las tocas, alcanzó gran repercusión y sirvió, entre otras cosas, para que se revisaran las representaciones de los personajes femeninos en el teatro, como Salomé, Medea, Ifigenia e incluso la Virgen María.
Hay que tener en cuenta que las mujeres tenían hasta hace poco escasas posibilidades de subir a las tablas a no ser que fueran actrices. De hecho, parece que en el propio teatro María Guerrero se han estrenado pocas o ninguna obra de mujer, hasta el punto de que dramaturgas como Paloma Pedrero han tenido que montar sus propias compañías.
Por fortuna, el panorama parece ir cambiando lentamente y estos días hemos podido ver a Angélica Liddel representar en el Teatro Valle-Inclán de Madrid Perro muerto en tintorería: Los fuertes, en la que según el Director del Centro Dramático Nacional, Gerardo Vera, la autora propone "una mirada inteligente, arriesgada, salvaje, verdadera, profunda y necesaria". Pero no se acaba aquí la cosa, para los aficionados (que cada vez son más), que casualmente estén leyendo estas líneas, les diré que la cartelera de este otoño nos trae otros espectáculos sobre mujeres, como Presas de Ignacio del Moral y Verónica Fernández. La obra ya fue representada en la Resad y en la Sala Alternativa Triángulo, pero ahora el Centro Dramático Nacional la ha presentado con carácter de estreno el 22 de noviembre. El tema -aunque no la época- es el mismo de Dile a mi hija que me fui de viaje, que protagonizan en estos días María José Goyanes y Marta Belaustegui en el Teatro Galileo. Se trata de la traducción francesa del mismo título de Denis Chalem, ganadora del prestigioso premio Molière de Teatro en el 2005.
Siguiendo la sensata recomendación de Itziar Pascual, seguiremos las huellas de estas chicas guerreras con verdadero gusto.

¿Existe esa parte del cerebro? Pues francamente no lo sé, es una propuesta más para esa larga elucubración en la que podríamos enredarnos sin fin, a no ser que la zanjemos con unas palabras de Mario Vargas Llosa, de su lúcido e imprescindible libro La verdad de las mentiras (Alfaguara), "Las mentiras de las novelas no son nunca gratuitas: llenan las insuficiencias de la vida.", y con estas otras de Valle Inclán que el mismo Vargas Llosa cita: "Las cosas no son como las vemos sino como las recordamos".
Desde luego nos pasamos el día repitiendo cosas, leyendo el mismo tipo de novelas, vistiendo la misma ropa y viendo las mismas series de televisión en todo el planeta, el hábito rige nuestras vidas y seguramente (por buscar una explicación) necesitamos usar estas frases hechas para sentir que somos de la tribu. Algo parecido ocurrió con lo de " tú mismo", que es algo que me ha sacado de quicio hasta que afortunadamente se ha ido arrinconando en el limbo de lo insoportable. ¿A quién se le ocurriría? De la noche a la mañana todo el mundo empezó a contestarme a cualquier cosa "tú misma". Menuda concentración de desdén, viene a decir: arréglatelas tú misma y no cuentes con mi parecer para nada. A lo mejor decías: no sé, tengo dudas sobre el narrador de mi novela, y alguien te contestaba: "Pues tú misma". O ibas a una tienda y titubeabas: Me gusta los zapatos marrones, pero, vaya, también me gustan los rojos. Y respuesta orientativa de la dependienta: Tú misma. ¿No es desesperante? En la época de Chiquito de la Calzada (humorista que en lugar de "puedo" decía " puedol") el ambiente era completamente surrealista, todo el mundo hablaba así, y los estudiantes de Erasmus regresaron a sus casas francesas, holandesas o alemanas pensando que se decía de verdad "puedol". Así que en cuanto oí la frase del Rey me eché a temblar, no por Chávez (a quien le encanta decirla una y otra vez), no por las relaciones hispano-venezolanas, sino porque era una frase que iba a pegar duro, por lo menos hasta la siguiente cumbre.
Este blog será el diario que nunca escribí, un diario sin pudor, abierto a todo el mundo, aunque no por eso sin su pequeño misterio. Estoy convencida de que cualquier diario desea ser descubierto y leído para no estar solo con sus secretos. Y hablando de soledad, para explicar por qué uno mi barco a la flota de El Boomeran(g) me viene al pelo una frase de Strindberg, de la breve y lúcida novela que se llama precisamente Solo, en que dice que él ha elegido la soledad, no porque no le guste la gente, todo lo contrario, le gusta mucho, sino porque (perdonen que no me levante a buscar la cita exacta), la gente le da miedo. Será para no llegar a los extremos de Strindberg, por lo que se han ideado los blogs.