Sergio Ramírez
No se trata de ninguna manera reconocer que el golpe de estado contra el presidente Zelaya ha sido legal. El reclamo de su reinstalación en el cargo debe ser mantenido como hasta ahora, bajo la letra de las resoluciones que ya han sido adoptadas; pero más adelante de donde se ha llegado con las sanciones impuestas, es difícil pasar.
Un bloqueo económico y comercial a Honduras es muy improbable, desde luego que su territorio está conectado al territorio centroamericano, y la suspensión del intercambio comercial diario, así como el tráfico marítimo que hacen los demás países de la región por los puertos hondureños, significa la ruina no sólo para Honduras, sino también para estos otros países. Y en una intervención militar ni siquiera se puede pensar, porque así como el golpe ha generado un repudio basado en los principios de los que depende el orden democrático internacional, de la misma manera, una intervención militar generaría peor repudio, y más bien su solo anuncio fortalecería al gobierno actual en Honduras.
Ha llegado entonces la hora de la negociación seria para buscar soluciones efectivas al restablecimiento del orden democrático en Honduras, las próximas elecciones mediante, y estas negociaciones deben pasar por una mediación aceptada por ambas partes. La OEA se negó, en su justa posición de rechazo al golpe de estado, a buscar de antemano una negociación, y su Secretario General perdió la oportunidad de actuar como mediador.
Presidentes latinoamericanos que han observado mejor ecuanimidad y compostura en el conflicto, sin dejar de repudiar el golpe de estado, se hallan en la posición de idónea de asumir el papel de mediadores. Por eso es correcta la escogencia por ambas partes del presidente de Costa Rica, Oscar Arias Sánchez. Gracias a su papel en la solución del conflicto bélico de Centroamérica en los años ochenta, ganó el Premio Nóbel de la Paz, excelente antecedente de confianza en su capacidad.
Se abre, pues, el segundo acto del drama, que debe ser necesariamente de negociación. Sólo así se pueden cerrar los espacios a una guerra civil, frente a una sociedad polarizada. La agenda de una negociación semejante no consiste sólo de las elecciones, porque cada parte tendrá puntos que inscribir, pero las elecciones de noviembre no pueden faltar.