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II. Honduras: cerrar las puertas a la guerra civil

Por 10 de julio de 2009 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Sergio Ramírez

No se trata de ninguna manera reconocer que el golpe de estado contra el presidente Zelaya ha sido legal. El reclamo de su reinstalación en el cargo debe ser mantenido como hasta ahora, bajo la letra de las resoluciones que ya han sido adoptadas; pero más adelante de donde se ha llegado con las sanciones impuestas, es difícil pasar.

Un bloqueo económico y comercial a Honduras es muy improbable, desde luego que su territorio está conectado al territorio centroamericano, y la suspensión del intercambio comercial diario, así como el tráfico marítimo que hacen los demás países de la región por los puertos hondureños, significa la ruina no sólo para Honduras, sino también para estos otros países. Y en una intervención militar ni siquiera se puede pensar, porque así como el golpe ha generado un repudio basado en los principios de los que depende el orden democrático internacional, de la misma manera, una intervención militar generaría peor repudio, y más bien su solo anuncio fortalecería al gobierno actual en Honduras.

Ha llegado entonces la hora de la negociación seria para buscar soluciones efectivas al restablecimiento del orden democrático en Honduras,  las próximas elecciones mediante, y estas negociaciones deben pasar por una mediación aceptada por ambas partes. La OEA se negó, en su justa posición de rechazo al golpe de estado, a buscar de antemano una negociación, y su Secretario General perdió la oportunidad de actuar como mediador.

Presidentes latinoamericanos que han observado mejor ecuanimidad y compostura en el conflicto, sin dejar de repudiar el golpe de estado, se hallan en la posición de idónea de asumir el papel de mediadores. Por eso es correcta la escogencia por ambas partes del presidente de Costa Rica, Oscar Arias Sánchez. Gracias a su papel en la solución del conflicto bélico de Centroamérica en los años ochenta, ganó el Premio Nóbel de la Paz, excelente antecedente de confianza en su capacidad.

Se abre, pues, el segundo acto del drama, que debe ser necesariamente de negociación. Sólo así se pueden cerrar los espacios a una guerra civil, frente a una sociedad polarizada. La agenda de una negociación semejante no consiste sólo de las elecciones, porque cada parte tendrá puntos que inscribir, pero las elecciones de noviembre no pueden faltar.

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Sergio Ramírez

Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942). Premio Cervantes 2017, forma parte de la generación de escritores latinoamericanos que surgió después del boom. Tras un largo exilio voluntario en Costa Rica y Alemania, abandonó por un tiempo su carrera literaria para incorporarse a la revolución sandinista que derrocó a la dictadura del último Somoza. Ganador del Premio Alfaguara de novela 1998 con Margarita, está linda la mar, galardonada también con el Premio Latinoamericano de novela José María Arguedas, es además autor de las novelas Un baile de máscaras (1995, Premio Laure Bataillon a la mejor novela extranjera traducida en Francia), Castigo divino (1988; Premio Dashiell Hammett), Sombras nada más (2002), Mil y una muertes (2005), La fugitiva (2011), Flores oscuras (2013), Sara (2015) y la trilogía protagonizada por el inspector Dolores Morales, formada por El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y Tongolele no sabía bailar (2021). Entre sus obras figuran también los volúmenes de cuentos Catalina y Catalina (2001), El reino animal (2007) y Flores oscuras (2013); el ensayo sobre la creación literaria Mentiras verdaderas (2001), y sus memorias de la revolución, Adiós muchachos (1999). Además de los citados, en 2011 recibió en Chile el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por el conjunto de su obra literaria, y en 2014 el Premio Internacional Carlos Fuentes.

Su web oficial es: http://www.sergioramirez.com

y su página oficial en Facebook: www.facebook.com/escritorsergioramirez

Foto Copyright: Daniel Mordzinski

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