
Sergio Ramírez
Esto de sepulcros blanqueados no se aplica sólo a los pastores religiosos que se hunden en la hipocresía. Las figuras de la política que llaman a hacer una cosa y se contradicen de manera flagrante con su conducta, aparecen a menudo en la picota de la opinión pública por su doblez. Los que hacen las leyes, por ejemplo, y las violan ellos mismos lejos de todo pudor.
Tengo un caso de estos que contar que involucra a los diputados de la Asamblea Nacional de Nicaragua, sin distingos ideológicos. Hace poco celebraron una sesión solemne en la ciudad de León, en la nave mayor de la iglesia colonial de San Felipe, y luego concurrieron a un almuerzo.
Nuestros diputados de marras, como se decía en las viejas crónicas, son autores de la "Ley Especial de Delitos Contra el Medio Ambiente y los Recursos Naturales", aprobada con todo despliegue de propaganda, que establece periodos de veda prolongados para el consumo de huevos de tortuga. Las tortugas marinas se hallan amenazadas con la extinción.
Llegado el alegre almuerzo, en el que el plato estrella fue, precisamente, los huevos de tortuga, servidos de manera abundante, y que ellos comieron golosamente, frente a las cámaras de televisión y frente a los fotógrafos, a pesar de ser período de veda. Ante el reclamo público, a uno de ellos se le ocurrió alegar que no se trataba de huevos de tortuga, sino de caimán, especie que también entra bajo las prohibiciones de la ley.
E inmunes como son, nadie puede castigarlos con la cárcel, ni multarlos al menos…