Víctor Gómez Pin
Empecemos por aceptar algo que parece obvio, a saber, que los entes físicos tienen lo que denominamos masa, concepto del que sólo diré que se mide en unidades denominadas kilos. Aceptemos (provisionalmente al menos) que la atribución de masa es siempre positiva, o sea que no hay entidad física cuya masa sea nula o negativa (no consideramos aquí casos como el del fotón).
Sentado lo anterior, aceptemos asimismo que lo que tiene masa es susceptible de tener una posición. Esto no parece comprometernos demasiado. Baste recordar cierta definición según la cual cuerpo, es decir entidad con masa, es lo que "ocupa un lugar en el espacio". El problema de esta caracterización es que parece considerar el espacio como algo no dependiente de esos mismos cuerpos que, según la sentencia, vendrían solamente a ocuparlo, de tal manera que, haciendo abstracción de los mismos, tendríamos ni más ni menos que el vacío.
Enunciaremos ahora una proposición que parece perogrullesca, a saber, todo lo que tiene masa, toda entidad física, o bien se encuentra en reposo, o bien se encuentra en movimiento, es decir: o bien su velocidad es nula, o bien su velocidad es positiva. Vinculando el asunto a la noción misma de masa complicaré algo el enunciado diciendo: a toda entidad física corresponde una cifra que relaciona multiplicativamente unidades de masa (kilos) y unidades de velocidad (intervalo espacial partido por intervalo temporal). Por razones derivadas de la historia de la física designaré tal cifra como momento, que se designará mediante la letra P, siendo M la letra correspondiente a masa y V la correspondiente a velocidad.
P = M · V
Veremos en la próxima entrega de estas reflexiones que las dos determinaciones que acabamos de mencionar tienen enorme trascendencia en esa rama de la filosofía que es el estudio de los rasgos más generales de la entidad, es decir, la ontología.