
Sergio Ramírez
Vuelve Alí a su esquina y su second, que parece más bien un barbero de manos bien lavadas, lo aconseja al oído, el otro asistente con gorro musulmán le baña la cara de agua, le mete en la boca el protector, la muchacha en traje de baño se pasea por el cuadrilátero enseñando el cartel, round 14, el referee camisa celeste, corbata de pajarita de pintas marrón, pelo largo, patillas anticuadas como las que un día llevamos en aquellos años, se acerca a Frazier a preguntarle algo con toda educación, es un susurro que ningún micrófono alcanza, pero todos sabemos lo que está preguntándole: ¿va a continuar?
Dice que sí. Frazier va a continuar a pesar de todo, a pesar de todos los pesares, suena la campana, tambaleándose se acerca al centro del entarimado y desde las sombras del pasado ya no puede más, lo vemos y sabemos que ya no puede más, el ojo monstruoso, desde su esquina su second tira por fin la toalla, esto se acabó, Alí alza las manos en triunfo, brinca desaforado, grita fanfarronadas, la gran bocaza abierta, traen el cinturón dorado para ceñírselo otra vez al rey, cetro y corona en la cabeza, pero se apagan las luces sobre el cuadrilátero, la arena va quedando desierta, la pantalla de cuarzo brilla ahora con resplandor opaco y sólo el idiota permanece en la eternidad riéndose con risa indescifrable.