Sergio Ramírez
No he leído ninguna de las diez novelas elegidas por el público de Inglaterra como las mejores, porque tengo un prejuicio muy asentado en contra de los best-sellers. A veces me pregunto: ¿por qué nunca he leído a John Le Carré? Y la respuesta me la he dado al ver alguna de sus novelas puesta en el cine, El sastre de Panamá, por ejemplo (el desastre de Panamá), y me he dicho: has hecho bien, no es más que un refrito menguado de las novelas de Graham Greene.
Y tampoco se me ha ocurrido leer nunca El código da Vinci, y me he conformado con oír contar el argumento en el que dicen que figuran los amores de Jesús y María Magdalena, y también sus herederos. Sólo eso me ha dado grima, y no por amor al Opus Dei. De modo que tampoco he ido a ver la película, conformándome con el decir universal de que ambas, novela y película, son pésimas.
¡Decir universal! Basta de arrogancia. El decir universal sostiene absolutamente lo contrario, desde luego que se trata del libro más vendido de los últimos tiempos. En la mejor época del furor por El código da Vinci, conté a siete pasajeros entretenidos y felices, leyendo el libro en la cabina de un avión.
Y tampoco he leído nunca ninguno de los tomos de la zaga de Harry Poter, aunque no he dejado de admirarme de la magia que induce a mis nietos a leérselos en un par de sentadas, a pesar de sus 800 páginas, con lo que se demuestra que un ladrillo semejante le puede ganar la partida a los video-juegos y a la televisión.
Pero díganme ustedes: ¿han leído alguna de esas diez?