Sergio Ramírez
Ernesto Cardenal ha dirigido durante los últimos años un singular taller de poesía en el que participan niños enfermos de cáncer del Hospital Infantil La Mascota en Managua, con el apoyo de otros poetas, como Claribel Alegría, que se turnan cada semana para explicar a los pequeños aprendices formas elementales de composición, y abrirlos a exponer sus sentimientos, tristezas y esperanzas. Bajo la sombra de la enfermedad estos niños, tocados por la mano injusta del destino, buscan describir su mundo circundante, el del hospital, y aquel de donde vienen, muchos de ellos llegados de comarcas y caseríos lejanos.
De esta experiencia ha resultado un libro en el que figura una muestra de los poemas escritos por ellos, Sin Arcoiris fuera triste, ilustrado por Christa Unzel-Koebel, y que acaba de aparecer en Managua en un bello formato de libro infantil. Son poemas libres en todo sentido, sin ninguna pretensión de hacer escuela de parte de los instructores, ni de hacer poesía reglada de parte de los niños, y donde se advierte el sentimiento desnudo que alcanza sin intermediación las palabras. Escriben sobre la naturaleza, árboles y animales, paisajes y ríos, amaneceres y atardeceres, y también sobre su propia enfermedad sin ninguna inhibición. Les dejo esta estrofa de un poema de Manuel Padilla, de 13 años, que en lucha cerrada contra la muerte nos advierte la maravilla del universo que no quiere abandonar:
La madrugada es la hora más tranquila
cuando la luna llena se mira
como una refulgente lámpara azul…